Capítulo 10
Chiara continúa con los preparativos para la primera caza de Azul, sin notar que este sigue muy confundido. Ella coloca un cinturón alrededor de él y allí ubica el cuchillo de caza. Al levantar la mirada ve los ojitos de cachorro del joven, entonces suspira.
—Todo el pueblo depende de nosotros, ánimo.
—Podríamos cultivar vegetales —propone, aunque su sonrisa se borra un segundo después.
—Ese es el trabajo de la familia de agricultores.
—Oh... ¿cuántas familias hay aquí? —pregunta luego de que esa duda se instale en su mente.
—Bueno, estamos nosotros. Los agricultores, herreros, artesanos, médicos, historiadores y aventureros. Aunque estos últimos son escasos, aventurarse solo aquí es prácticamente un suicidio —Chiara termina de hablar y espera alguna respuesta por parte de Azul. Pero él sólo baja la mirada—. No somos unos salvajes que solo matamos por placer, ven. Esto te gustará.
Ella lo toma de la mano para llevarlo a las afueras del pueblo, la caminata dura unos minutos llenos de completo silencio. Azul sólo se concentra en escuchar el canto de las aves a su alrededor, cada melodía es diferente en cada especie y le sorprende la variedad. En la Sede sólo había conocido un tipo de ave, la paloma.
Chiara se detiene al notar que él está perdido, observando a una parvada de gorriones en las ramas que están sobre ambos. Lo jala para continúa y evitar que las avecillas los ensucien con sus excrementos. Unos metros más y Azul se oculta detrás de ella al momento de escuchar un relincho.
—¿Qué fue eso?
—Es Julio, él y Louis se ocupan de los caballos.
—Cabellos.
—Caballos, animales de carga que hemos domado. Son nuestro transporte.
Azul no puede evitar gritar al ver a esos tales caballo, además un grupo de cazadores se encuentran también allí. Varios hombres y mujeres montan a esos animales con destreza. Chiara lo tranquiliza con una sonrisa y se acercan a la cerca. Esta es de madera y rodea el gran claro en donde se encuentran los equinos.
Los grandes animales pastas con sus crías y algunos trotan fuera del grupo. Los relinchos continúan asustando a Azul, pero esto provoca que la muchacha ría. En ese momento, él se aleja uno pasos cuando el hermano de Chiara ser acerca cabalgando. Por un momento creyó que los embestiría, pero el animal se detuvo junto a la cerca.
—Llegas tarde —le dice el castaño mirando a su hermana. Luego dirige su mirada al muchacho pálido junto a ella. Tiene una mirada de asombro puesta en el caballo de tono marrón oscuro que monta—. ¿Listo para elegir a tu compañero? —Azul levanta la mirada y luego se señala.
—Eh, s-supongo que elijo a Chiara.
—¡Oye! —el muchacho suelta una risa sonora al ver el ceño fruncido de su hermana mayor.
—No, me refiero a elegir un caballo. Necesitas uno para ir tras le ganado.
—Eh... ¿Ganado?
—Si, un caballo te acompañará siempre. Ella es mi mejor amiga. _Él acaricia el crin de su caballo y niega suavemente al ver a Chiara tomar la mano del muchacho para acercarla al animal. Azul acaricia la cabeza con cuidado, estando atento a los movimientos del gran equino y listo para correr si intenta atacarlo.
—¿Tiene nombre?
—Pecas.
—Es muy bonita. P-Pero no creo que yo...
Chiara niega suavemente mientras una sonrisa aparece en su rostro.
—Claro que sí, hasta Louis sabe montar un caballo. —Ella señala a su hermano menor ir tras un pequeño grupo de caballos. Él monta uno de color marrón con manchas oscuras.
Azul traga saliva en ese momento, ya que Chiara trae a otro caballo, jalando suavemente de las riendas. El joven queda paralizado al tener al gran animal sólo unos pasos de él. Además no tiene idea como subirá hasta la silla. El caballo es negro, su pelaje brilla con el sol y su melena es larga y un poco rizada.
—Él es Azabache, papá lo había domado para mí —le explica ella mientras lo ayuda a subir. Junta sus manos para que Azul pueda pisar y lo levanta con mucha facilidad, hasta que es capaz de llegar a la silla. Él queda sin aliento por un momento por la altura en la que se encuentra.
—¿Qué es domar? —pregunta mirando a Chiara. Debe bajar la mirada y sonríe al verla tan pequeña desde su nuevo punto de vista.
—Los caballos deben acostumbrarse a llevarnos. Al principio intentan arrojar al jinete al suelo, se debe mantener sobre el animal hasta que deje de hacerlo. Puede llevar tiempo y muchos golpes.
—Azabache no querrá hacer eso, ¿o si?
—No, no. Él ya está domado y es muy dócil.
—Sostén las riendas, con ellas le indicas hacia qué dirección ir. Golpea suavemente sus costados con tus talones para que se mueva. —Julio le da unas simples instrucciones que Azul sigue al pie de la letra. Azabache da los primeros pasos, provocando que él suelte un grito agudo, que también hace reír a Chiara sonoramente.
—D-Despacio, despacio —murmura para calmar sus nervios. Siente cada paso que el animal da y ve como sus músculos se mueven sin prisa. Azul estira un poco las riendas cuando Azabache aumenta la velocidad. Ahora el caballo se encuentra corriendo, haciéndolo saltar dolorosamente en la silla—. ¡Despacio! —exclama, estirando un poco más las riendas para intentar sostenerse.
—No, no. —Julio corre con Pecas al ver que el caballo está fuera de control, intenta alcanzar a Azul. Pero Azabache es mucho más rápido.
—¡Para, por favor! —exclama el rubio, sintiéndose caer por un costado. Apenas puede sostenerse y su agarre comienza a perder fuerza. En ese momento, un jinete intercepta a Azabache y sostiene las riendas para obligarlo a parar. Azul cae sobre el pasto verde y trata de calmar su corazón. Este late a mil por hora luego del gran susto.
Su salvador cubre el sol que molestaba sus ojos y esto le permite verlo con claridad. El hombre es castaño y tiene un barba recortada, entre sus cabellos resaltan una que otra cana.
—¿De dónde saliste? —Él suelta una risa mientras baja de su caballo y lo ayuda a levantarse. Azul siente dolor a causa de la caída, pero no tarda en sonreírle.
—Gracias, creí que moriría.
—¿Cómo te llamas?
—Azul Santana, hombre y puedes usar el artículo masculino. ¿Cómo le gustaría que me dirija hacia su persona? Y, ¿qué artículo debería utilizar?
—Wou, wou. Sólo pregunté tu nombre, está claro que eres un domoniense. —El extraño gira a su alrededor, inspeccionando toda su persona con la mirada, hasta toca sus mejillas con los dedos—. Eres igual a mí cuando tenía tu edad, tienes quince, ¿verdad?
—N-No. Dieciocho.
—Oh, es curioso.
—Gracias a Moral estás bien. —Chiara corre hacia Azul y sacude su ropa, quitando pasto seco y un poco de tierra de su rostro también.
—Debí imaginarlo. —El hombre llama su atención. Haciendo que todo el rostro de la muchacha se cubra de un tono rojo.
—Be-Benjamín, sólo estábamos... Olvídalo, viste todo lo que pasó.
Él mantiene los brazos cruzados mientras frunce el ceño, un segundo después los extiende, dejándose abrazar por los hermanos.
—Julio. Hace mucho que no te veía, deja de crecer un poco. Hola Chiara.
—¿Lo encontraste?
—Busqué durante días y nada. Ahora no sé como podré ver a los ojos a la abuela Bea.
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