Capítulo 1

Todos los jóvenes de las secciones ya están listos para graduarse, han alcanzado la edad de 18 años y es hora que se inserten en la sociedad. Para esto cada uno sale teniendo un trabajo asignado gracias a unas pruebas actitudinales. Incluso ya tienen un hogar o departamento teniendo en cuenta los fondos que sus padres habían dado a la Sede Cimientos durante la crianza. Así que podría decirse que estos nuevos miembros de la sociedad tienen todo lo necesario para comenzar una nueva vida.

Azul es uno de los graduados y apenas puede describir la sensación de alegría que recorre su ser. Aunque también sus nervios lo tienen un poco alterado. Justo en este momento, cuando las grandes puertas se abren frente a todos, tiene miles de preguntas sobre lo que pasará ahora en adelante. Sus pensamientos son olvidados por un momento al ver el firmamento celeste, cubierto por unas cuántas nubes grises. El clima no es de los mejores, sin embargo se maravilla al sentir las gotas impactar en su rostro.

—¡Azul! —Sam corre hacia él, abriéndose paso entre la multitud, y termina dando un pequeño saltito para colgarse por su cuello—. Estamos en el exterior y cae agua del cielo. —Sabe que no puede ser nada malo ya que Sam está sonriendo, además se ve adorable con sus pestañas cubiertas con pequeñas gotas.

El viaje a su nuevo hogar tarda unas horas ya que pasaron un tiempo jugando bajo la lluvia, corriendo por la acera y saltando dentro de los charcos. Completamente empapados llegan a la dirección que les dieron, casualmente Sam tiene su departamento en el mismo edificio que Azul, cosa que emociona a ambos. Ya que podrán vivir juntos y colocar uno de ellos en alquiler.

Ya en su departamento, el muchacho rubio frota sus brazos y comienza a quitarse su ropa húmeda para darse un baño caliente. Pero Sam, con otro cambio de ropa, entra a la habitación con una exagerada expresión de sorpresa, además su rostro está un poco colorado.

—No vas a crees esto... –se interrumpe al ver a Azul sin camiseta y sus mejillas ya no pueden ser más rojas—. ¡Lo siento!

—S-Sólo estaba cambiándome. —Olvida el baño y solo se coloca ropa seca para dejar de sentir frío. Luego centra todo su atención en Sam, quien lo espera a los pies de la cama, se ve aún más adorable con el sonrojo hasta en las orejas—. ¿Qué viste? —No responde, en su lugar enciende la pantalla de la pared y le indica con su dedo.

—Le dicen televisión y mostró algo tan... —Los gemidos de una mujer hace que guarde silencio al mismo tiempo que cubre sus ojos. Azul queda paralizado mientras su cerebro intenta procesar lo que está mirando—. S-Se dan más que besos —agrega.

—Supongo que a-así lo hacen los adultos. Se abrazan mucho y... —La vergüenza es demasiada para él y termina cambiando de canal. Pero nuevamente ve algo parecido, esta vez son dos hombre—. Ah. —Él termina apagando el televisión y se arroja a la cama para ocultar su rostro con la almohada.

—Azul. —Siente la cama hundirse a su lado y, al descubrir sus ojos, se encuentra con los iris azules que tanto le gustan—. Nosotros ya somos adultos, ¿lo olvidas?

—Ajam.

—¿Te gustaría... hacer eso conmigo?

Esa pregunta deja al muchacho sin palabras, sus mejillas toman una coloración roja cuando Sam acaricia su rostro con una mano y luego deja un beso en su mejilla.

—Si, s-supongo. Ya no hay nadie más que nosotros. —Traga saliva mientras Sam sube sobre su regazo, imitando a la pareja que vieron en la televisión—. Eh, estás sobre... —Azul se interrumpe al sentir el placentero roce mientras se acomodan mejor. El rostro de Sam también se encuentra rojo, pero fue quién propuso esto y tiene un poco más de iniciativa.

—Ahora podremos darnos todos los besos que queramos. —No pierden tiempo y unen sus labios suavemente, su relación sólo se limitaba a besos en la mejilla, abrazos y tomarse de la mano. Pero ahora, fuera de la Sede, pueden ir mucho más lejos. Azul hace torpes movimientos al igual que Sam y al separarse, el rubio queda con bastante baba en sus labios y mentón. Cosa que lo hace reír mientras se limpia con la manga de su camiseta rosa—. Hey, esto es serio. —Sam, en cambio mantiene el ceño fruncido y cruza los brazos.

—Bien, in-intentemos de nuevo. —Azul se acerca esta vez, con sus labios toma suavemente los de su pareja al mismo tiempo que siente su cuerpo responder a los estímulos. Para su mala suerte, ambos oyen el timbre y no tienen otra opción que separarse e ir a ver. Sam refunfuña mientras acomoda su cabello, Azul no puede evitar sonreír a causa de su pequeño berrinche

—¿Si? —Él abre la puerta y encuentran a tres personas en su entrada.

—¡Hola! Somos sus vecinos, ¿cómo les gustaría que nos dirijamos a ustedes? —El muchacho en aspecto, pero con voz aguda hace esa pregunta mientras acerca una tarta de manzana hacia la pareja. Sam toma el postre al mismo tiempo que sonríe.

—Soy Sam, mujer y bisexual. Es un gusto conocerlos. —Y, para no ser descortés, le hace la misma pregunta a ellos.

—Él es Georgiano, hombre. Esta es Rose, andrógino y yo me llamo Anastasia, soy gender bender —los presenta la dueña de la tarta.

—Mi nombre es Azul, hombre y... ¿Qué artículo y género de palabras deberíamos usar con cada uno?

Los tres invitados se miran entre sí —Oh, eso es nuevo.

—Lo siento, ¿está mal? Es lo último que nos enseñaron en la Sede —se disculpa el rubio al creer que cometió un error. Pero Anastasia niega dándole una sonrisa amable.

—No pasa nada, los educaron muy bien. Usen el masculino conmigo —indica Georgiano.

—A mí me da igual —responde Anastasia. Por otro lado Rose les pide que sólo la llamen por su nombre ya que, además de tener un aspecto andrógino, no se siente identificada con ningún género.

Una vez que las presentaciones acaban, la pareja invita a pasar a los otros tres a su nuevo hogar y Azul se encarga de hacer un poco de té para acompañar la tarta. Cree que estas personas son muy amables por venir a darles la bienvenida al edificio.

—¿Te ayudo? —Rose se acerca a él y toma las tasas de porcelana al ver que el rubio no podría tomarlas junto con la pava.

—Si, gracias —responde haciendo equilibrio con los pequeños platos en donde irán los trozos de tarta, Rose también los toma para evitar un accidente. Entonces las manos de ambos se tocan, cosa que alerta a Azul y es el primero en alejarse. Tampoco había notado la diminuta distancia que separaba su rostro del de Rose—. Disculpa, llevaré esto. —Él se apresura a salir de la cocina, dejando a su acompañante atrás. Un segundo después se regaña a sí mismo diciendo que sólo quería ayudar y él lo interpretó de otra manera. Sin embargo sus manos casi arrojan la pava al ver a Sam en el regazo de Georgiano.

Los demás toman esto completamente normal, al tener en cuenta que no hay más espacio para sentarse. Pero él intenta mantener su sonrisa mientras le sirve el té a cada uno.

—¿Estás bien? —le pregunta Rose al notar el ligero temblor de sus manos.

El rubio responde que necesita un momento a solas y trota hacia el baño. Dentro de esas cuatro paredes observa su rostro, se ve diferente, parece otra persona al tener esa expresión, cosa que lo aterra y termina golpeando suavemente sus mejillas.

—¿Qué es esto? —se pregunta suspirando. Él nunca se había sentido de esa manera, tan frustrado e impotente—. Basta, basta. —Mira nuevamente su reflejo y se ordena sonreír. Sam está feliz y los vecinos son personas muy amables, ¿cómo podría arruinarlo todo con su actitud tóxica? Luego de dar unas profundas respiraciones y apaciguar su mente, regresa a la sala del pequeño departamento.

—¿Todo en orden? —le pregunta Sam. Sus ojos azules lo miran fijamente.

—Si. Debemos tomar el té antes de que se enfríe. —Él se sienta en el suelo, junto a la mesa ratona y come una porción de tarta. El dulce sabor hace que olvide sus problemas por un momento y la paz lo envuelve—. Está deliciosa —piensa en voz alta, llamando la atención de los demás.

—Gracias. —Anastasia finge secar unas lágrimas de alegría, provocando que sus amigos rían.

—Es que es la primera vez que algo le sale bien —comenta Georgiano.

—Basta. —Rose detiene la pelea entre ambos antes de que comience y luego agrega—. La tarta es tan dulce como Azul.

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