Capítulo 21

Mavis no podía dejar de morderse las uñas mientras su atención se desplazaba de una pantalla a otra. Y si no eran las uñas, eran los labios o el interior de la mejilla. No podía dejar de pensar; en su cabeza no dejaban de aparecer situaciones, escenas o resultados que tenían en común una única persona: Zeref y su desaparición.

Habían pasado más de dos horas desde que aquella luz había cubierto toda Central y parte de los terrenos de la Academia, reubicando a todos en sitios aleatorios sin venir a cuento. Mavis todavía no comprendía muy bien qué había sucedido ni cómo había pasado aquello, pero pronto se retomó el control suficiente de la situación como para poder comprobar la posición de cada mago y exterminador en el mapa y hacer recuento.

Otro detalle importante y que no podían ignorar era que la Ruptura se había detenido y que tanto la serpiente como el hombre de la armadura que apareció momentos antes del resplandor se habían esfumado sin rastro alguno. Y con ellos, Zeref y Natsu, entre otros. No estaban por ninguna parte.

La parte racional de su cerebro le señalaba que si todavía no habían tenido noticias suyas a través de ningún comunicador, lo más probable era que, de algún modo, hubiesen acabado en Eclipse. Sin embargo, ese era precisamente el problema. Zeref no podía atravesar la Puerta; su mente no lo soportaría.

Volvió a morderse la mejilla, inquieta. A su alrededor ilusiones difusas se creaban y deshacían con la misma velocidad y descontrol que sus pensamientos.

Zeref era fuerte, no dudaba de él. Pero... Eclipse no era un juego. La cantidad de ethernano que había dentro de la Puerta era más de lo que podría soportar. ¿Y si en esos momentos se encontraba en alguna dimensión, perdido y agonizando mientras el descontrol de sus poderes le mermaban la cordura? ¿Y si estaba solo? ¿Y si no conseguía volver? ¿Y si...?

—...vis. Mavis... ¡Mavis!

Alguien la sacudió por los hombros con energía, arrancándola del bucle de teorías que la había absorbido a la fuerza. Las ilusiones que estaba creando desaparecieron. Parpadeó, pálida y con la angustia retorciéndose en su pecho, y contempló a Dimaria con una expresión llena de pánico e inseguridad. Su lengua saboreó la sangre de la herida que se había hecho al morderse la mejilla con fuerza, pero su mente andaba preocupada por Zeref, consciente de que era cuestión de tiempo que acabara sobrepasado. Y por si fuera poco le habían visto antes luchar con la serpiente. ¡Él! ¡De todas las personas que había en Central!

—Mavis. —Otro zarandeo brusco volvió a devolverla a la realidad. Dimaria seguía agarrándola por los brazos sin intenciones de dejarla ir—. Céntrate, Mavis. No es momento para perder la calma. Te necesitamos cuerda, a ti más que nadie.

—Pe-Pero... —tartamudeó. No podía dejar de pensar en Zeref, en preguntarse por qué había tenido que salir fuera de los laboratorios, por qué había decidido exponerse al peligro hasta tal punto cuando sabía a la perfección que aquello era más de lo que podía manejar.

Se sentía impotente, atada de pies y manos e inútil. ¿De qué servía que la catalogaran como genio si no podía hacer nada por cuidar de la persona más importante de su vida cuando lo necesitaba? Mientras Zeref sufría dentro de Eclipse, ella estaba ahí, a salvo y sin poder serle de ayuda.

—Zeref estará bien, Mavis. —La voz suave de Dimaria la sacó a flote por tercera vez. Cuando la miró, ella le dedicó una pequeña sonrisa—. Natsu está con él, ¿recuerdas? No dejará que nada malo le pase. A nosotras nos toca esforzarnos en este lado.

Dimaria no se andó con rodeos, ni perdió el tiempo en adornar el mensaje que buscaba transmitir. No habían sido más que cuatro sencillas frases, pero fueron suficientes para que a Mavis se le aclararan los pensamientos.

Ella tenía razón. Natsu estaba con Zeref, y sabía que prefería morir asfixiado antes de que algo le pasara a su hermano. No había mejores manos en las que dejar el bienestar de Zeref y ella tenía otras tareas que atender. Central la necesitaba para volver a su cauce y recuperar el control de todo lo que se había destrozado durante la Ruptura.

La seguridad y la búsqueda de los estudiantes de la Academia había sido relegada al Comité Disciplinario de la misma y a los profesores que no se necesitaban en las instalaciones. El mundo no se había detenido, y ella tampoco podía darse tal lujo por lo que inspiró hondo y dejó sus preocupaciones personales a un lado para centrarse en todo lo demás.

—Tienes razón, lo siento. Me he dejado llevar por un momento. —Hizo una pausa y se volvió hacia los ordenadores que tenía delante. Ante los desastres del derrumbe, habían trasladado la sala de control a otro sector del enorme edificio y ahora se encontraban revisando los últimos archivos y grabaciones que se habían conseguido salvar para intentar comprender qué había ocurrido exactamente en las últimas horas—. ¿Queda algún monstruo libre todavía?

A su lado, Dimaria sonrió, satisfecha de verla volver en sí, y negó. Mientras Mavis se hacía un recogido improvisado con un coletero que había sobrevivido en su muñeca, ella se inclinó sobre el teclado más cercano y accedió al mapa de Central y el campus.

—Me he encontrado con Irene antes de llegar —comenzó. En la pantalla decenas de puntos blancos se movían como hormigas desperdigadas por todas las hectáreas que suponían el complejo—. Estaba yendo a reunirse con el director de la Academia pero me aseguró que ya se habían desplegado varios drones para supervisar la zona. En mi camino hacia aquí me deshice de tres, y vi a otros conteniendo a los que quedaban. Ese punto lo tenemos controlado.

Mavis asintió, ya centrada al completo en los datos que se desplegaban ante sus ojos en varias pantallas. En cuanto Dimaria se incorporó, ella tomó el control de los comandos. Sus dedos parecían volar sobre las teclas.

—En ese caso nuestra prioridad es liberar el sector destruido de Central y descubrir quién era el hombre de la armadura. El personal de mantenimiento y edificación ya se ha puesto manos a la obra y el perímetro está asegurado. Por otra parte, los gemelos también han desaparecido y dudo mucho que sea una coincidencia. Antes de la Ruptura también hay un registro de alarma en uno de los laboratorios, y el apagón...

Como siempre que se sumergía de lleno en su trabajo, Mavis comenzó a hablar para sí entre murmullos y con rapidez, poniendo en orden sus ideas en voz alta y trabajando ajena al resto del mundo.

Dimaria, a su lado, sonrió y se retiró en silencio. Sus papeles eran diferentes; ella manejaba la espada, Mavis los datos; allí no sería de ayuda. Ella, al igual que Mavis, estaba preocupada por el paradero de Natsu y Zeref, pero era consciente de que esconderse en una esquina para lamentarse no iba a hacer que regresaran antes. Les quedaba, por tanto, confiar en ellos y dedicarse a hacer su trabajo tal y como hacían siempre. Los hermanos Dragneel eran fuertes, lo habían demostrado una y otra vez durante muchos años y en esta ocasión no iba a ser diferente.

Con pasos seguros, Dimaria abandonó la sala de ordenadores sin mirar atrás. Se detuvo frente a las puertas del ascensor y pulsó el botón para llamarlo. Su siguiente parada sería la máquina expendedora de café que había visto dos plantas más abajo; tanto ella como Mavis iban a necesitarlo. Y, mientras las pesadas puertas de metal se cerraban tras ella, contempló su reloj. En la soledad del ascensor, se permitió un único suspiro.

—Más te vale regresar con vida —murmuró. La pantalla del comunicador permaneció apagada.





Loke supo que sus problemas acababan de multiplicarse por dos en cuanto el Cubo  apareció sobre sus cabezas. No era la primera vez que lo veía, pero sí la primera en la que estaba tan cerca de él. O más bien, debajo de él.

Y lo peor no era la vista escalofriante y abrumadora que ofrecía esa monstruosidad, sino todo lo que implicaba.

Mientras los humanos que habían sido arrastrados consigo hasta ahí se sumían en la perplejidad y en la irremediable sensación de peligro que emitía el Cubo, Loke maldecía por lo bajo al comprender que, sin que él se diera cuenta, habían aparecido en el territorio de Tártaros y se habían quedado más de lo necesario en el mismo.

Justo en ese instante, una figura se dejó caer desde lo alto, aterrizando sin miramientos sobre Ophiuchus. Su torso desnudo, sus manos negras y las orejas rubias fueron señal suficiente para saber que, ahora, sus problemas se habían multiplicado por cuatro. De todos los demonios inteligentes que podrían haber bajado a su encuentro, había aparecido el más problemático de todos.

Se tragó una palabrota y contempló, tenso y alerta, cómo Jackal se incorporaba con la fluidez de un animal al acecho. Estudió al grupo con peligrosa atención por un breve momento, miembro por miembro, hasta que sus ojos ambarinos se detuvieron en el propio Loke. Entonces, sonrió, dejando a la vista sus afilados colmillos.

Su estridente carcajada resonó por todo el bosque y a Loke se le erizó la nuca.

Menuda sorpresa la mía. Bajo a comprobar quiénes son los intrusos que se han atrevido a alterar nuestro territorio y, mira tú por donde, no es nada más y nada menos que el gran Espíritu Celestial Leo. ¿Qué te trae por aquí, gatito? ¿Nos has traído una ofrenda de paz?

Con el brillo de la locura desquiciada tras su mirada, contempló a los humanos con sed de destrucción y se relamió los labios. Había empleado su propio lenguaje, por lo que los demás no tenían forma alguna de saber de qué estaban hablando, aunque la amenaza resultara más que evidente.

Sin bajar la guardia, Loke dio un paso al frente para reunir toda su atención sobre él. Ignoró con dolor la forma en la que el demonio seguía usando a Ophiuchus como si fuese una mera alfombra y se concentró en intentar salir de ahí, indemnes. El peligro de Jackal recaía en que era impredecible, y enseñarle alguna debilidad solo sería caer en su juego.

No busco problemas, Jackal. Hemos caído aquí de casualidad. Ya sabes que la Puerta es impredecible.

La primera respuesta del demonio fue alzar las cejas. Después, poco a poco, su sonrisa comenzó a ampliarse hasta gritar peligro por sí sola.

Ah, ¿pero no eres tú su mejor guardián?

La amenaza era tan evidente que a Loke se le erizó la piel. No estaba en condiciones de pelear; todos los enfrentamientos que había tenido desde que cruzó la Puerta lo habían agotado y, además, sabía que a la menor señal, los demás habitantes del Cubo bajarían sin dudarlo. Él, por desgracia, estaba solo y, por si fuera poco, también tendría que proteger a Gemini y a Ophiuchus.

Jackal pareció percibir su conflicto, porque se rió entre dientes y se deslizó por las escamas de Ophiuchus hasta aterrizar en el suelo. De forma inconsciente, Loke se preparó para defenderse de un posible ataque, y sus dedos adquirieron un ligero resplandor.

Yo que tú no haría eso. —La sonrisa del demonio fue maniática. Relajado, comenzó a avanzar en su dirección—. ¿Te recuerdo el trato? Los Espíritus nos dejáis en paz y Tártaros se mantiene al margen. Siempre y cuando no crucéis las fronteras, claro. De lo contrario... Estáis expuestos a la locura. Sin rencores.

Loke frunció el ceño. Había algo en su tono, en sus palabras, en su mueca burlona, que le hacía presentir que había más de lo que se veía a simple vista.

¿Qué quieres decir?

Sabía que demostrarle que estaba perdido en la conversación era como servirle la victoria en bandeja de plata, pero no le quedaban muchas más opciones. Tenía que ganar tiempo hasta conseguir dar con alguna idea que le permitiera largarse de ahí sin temor a una posible disputa.

El contrario soltó una carcajada aguda y se llevó una mano a la cara. Sus dedos negros se enredaron en su flequillo, levantándolo por un instante y ofreciéndole a Loke una mirada tan divertida como cruel. Incluso desde la distancia, sus iris dorados parecían relucir bajo el deseo de hacer todo pedazos.

Loke sabía que podía hacerlo.

¡¿No lo sabes?! —Su risa aumentó varios tonos y su cola se movió nerviosa de un lado a otro. Entonces, su carcajada se detuvo con la brusquedad con la que había comenzado. Contempló a Loke con cierto resentimiento—. Y te haces llamar el más fuerte de los guardianes... Eres patético, gato. De hecho...

De pronto, desapareció de su vista.

Ante el peligro inminente, el primer instinto de Loke fue buscar a los gemelos para poder protegerlos. Sin embargo, Jackal no arremetió contra ellos, ni contra nadie. Simplemente, apareció en medio del grupo sin que nadie pudiera evitarlo, demasiado rápido incluso para Loke. Su atención estaba puesta en el hombre inconsciente, acuclillado a su lado y contemplándolo como un niño admiraría un juguete nuevo.

Aunque esté desmayado, este tipo tiene pinta de ser más fuerte que tú...

Loke fue incapaz de reaccionar; las cosas estaban sucediendo demasiado deprisa. La mano negra de Jackal se acercó a la cabeza de Zeref. El cañón de una pistola negra se posó en su nuca.

El disparo se fundió en una explosión que sacudió el claro.



Un intenso olor a pólvora mezclado con el aroma mentolado del ethernano rodeó a Natsu en una nube que en cualquier otro momento le habría creado arcadas. Esta vez, sin embargo, sus ojos no perdían de vista a su oponente, fríos y letales. Tampoco le prestaba atención a las constantes punzadas que le aguijoneaban el brazo extendido ni al escozor que le recorría la piel quemada. Sus heridas habían pasado a un tercer plano, y la estabilidad de su agarre sobre la pistola era tan firme como siempre.

El sonido de la pequeña explosión todavía le resonaba en los oídos, pero su atención seguía anclada en el hombre que había aparecido junto a su hermano. Dio gracias a que se había puesto en guardia desde que esa cosa cuadrada apareció en el cielo, o de lo contrario no habría sido lo suficientemente rápido.

Había disparado casi sin pensar, emitiendo su propia magia y una bala real que a cualquier otro le habría atravesado el cráneo como si fuese mantequilla. El que suponía que se llamaba Jackal, por el contrario, había esquivado la muerte con una pequeña explosión que Natsu no se esperaba. Aun así, la sorpresa no perturbó su gesto; estaban en Eclipse al fin y al cabo y en lo que llevaban de tarde habían sucedido demasiadas cosas raras.

Sus dedos volvieron a buscar el gatillo de la pistola, envueltos en llamas que el arma absorbía con ahínco. Su mano libre tanteaba la culata de su gemela, todavía encerrada en la funda que le colgaba de la cadera.

—Tócale un solo pelo y te hago cenizas.

Su amenaza surgió con un gruñido gutural que le arañó la garganta.

El tipo había sobrevivido a su primer disparo con unos reflejos sobrenaturales y unos poderes que todavía no entendía, pero le traía sin cuidado. Sobrecalentaría sus pistolas y se calcinaría sus brazos hasta el hueso si hacía falta para proteger a Zeref. Iba a sacar a su hermano de Eclipse, ileso, y nadie iba a impedírselo.

Jackal, todavía con una mano en alto, lo miró de reojo. Su mirada reflejaba diversión, pero su sonrisa era amenazante.

—¿Oh? Interesante... ¿No me tienes miedo?

Había cambiado el idioma, por lo que Natsu pudo comprenderlo a la perfección. No obstante, no reaccionó, y lo único que hizo fue dejar que su pistola emitiera un peligroso zumbido, a tope de potencia.

—Aléjate de él —advirtió.

La sonrisa de Jackal se amplió, casi con hambre, y Natsu lo apuntó con su segunda pistola. Las llamas cubrían sus dedos, acariciando los cañones de las armas con expectación.

—No pienso repetirlo.

Por un instante, nadie hizo ningún otro movimiento, estudiándose el uno al otro al borde del ataque. El aire se enfrió a su alrededor, tan gélido como la misma muerte, y Jackal se dio el lujo de desviar la mirada de Natsu y estudiar al resto del grupo. El hielo se extendía por el suelo de forma amenazante y Wahl también apuntaba al demonio con un arma que surgía de uno de sus brazos. Ante eso, Jackal se rió entre dientes.

—Veo que no todos sois humanos. —Por algún motivo, ese dato parecía divertirlo demasiado. Entonces, se volvió hacia Natsu, que seguía con las pistolas a pocos centímetros de su cara, y se puso en pie con cautela. No dejaba de analizarlo, y volvió a torcer una sonrisa—. Tú tampoco hueles como uno. Y él...

Bajó la vista hacia Zeref, quien seguía inconsciente entre ambos, pero tuvo que moverse cuando un disparo pretendía atravesarle el entrecejo. En cambio, la bala pasó de largo y le arañó la mejilla. Con interés, se llevó los dedos a la herida y contempló su sangre. De pronto, Jackal se rió, divertido todavía más. Alzó las manos casi con burla.

—Está bien, está bien. Lo entiendo. —No parecía muy preocupado, ni por la herida ni por la amenaza que podría suponer Natsu. Aun así, retrocedió dos pasos, alejándose de Zeref—. ¿Contento? No le pondré ni una mano encima.

Natsu sabía que se estaba burlando de ellos, pero verlo apartándose de su hermano le permitió pensar con algo más de claridad. Su ansiedad se redujo un tanto y, aunque sabía que no podía bajar la guardia, sintió cómo un peso se le quitaba de encima. Pese a todo, su mirada no vaciló, al igual que su agarre sobre las pistolas. Ese tipo, fuese quien fuese, no era alguien a quien pudiera permitirse perderlo de vista. Sus reflejos eran demasiado rápidos; podría atacarlos en cualquier momento.

Entonces, otra figura descendió desde el cubo que seguía sobre sus cabezas. Parecía una mujer, solo que unos enormes cuernos salían retorcidos desde ambos lados de su cabeza.

—Jackal. —El nombre de su compañero resonó alto y claro, carente de emoción. Después, con rostro impasible e imperturbable, le dijo algo que Natsu no pudo comprender.

Jackal se rió entre dientes, crispando todos los nervios del grupo. La amenaza acababa de aumentar, otra vez. Natsu cada vez veía menos salidas.

—Seilah. He encontrado algo interesante.

Por algún motivo, dejó de lado su propio idioma y habló de forma que todos lo comprendieran. Natsu intercambió una mirada con Gildarts, preocupado. ¿Cómo iban a salir de esta? No estaban en condiciones de pelear sin ningún plan.

La llamada Seilah, por su parte, suspiró.

—Deja de jugar —lo reprendió, contestándole en la misma lengua—. Solo tenías que comprobar qué ha pasado, no perder el tiempo con unos simples humanos y... espíritus.

La última palabra llegó cargada de la primera emoción que reflejaba y frunció el ceño hacia Loke. Natsu sintió que se le tensaba el cuerpo, como un muelle a punto de saltar ante la mínima oportunidad. Entonces, Jackal volvió a reír y Natsu aseguró su puntería sobre él sin pensarlo. Tuvo que obligarse a sí mismo a no disparar; no iba a ser él quien diera inicio a una pelea que no sabía si podrían ganar.

—Créeme —estaba diciendo Jackal, ajeno a la amenaza silenciosa de Natsu—, esto podría interesarle a Mard Geer. Creo que la explosión de magia la ha causado ese de ahí. —Con un gesto, señaló a Zeref. Natsu se tragó un gruñido y volvió a obligarse a quedarse quieto y a no precipitarse—. Apesta a ethernano más que cualquiera.

Ante aquel dato, Seilah volvió a fruncir el ceño y se centró de verdad y por primera vez en el grupo que tenía delante. Se lo pensó unos instantes y, finalmente, le dijo algo a Jackal que Natsu no comprendió.

—No pensamos ir a ninguna parte.

Para la sorpresa y perplejidad de todos, el que contestó no fue Jackal, sino Wahl, quien tenía la mirada puesta sobre Seilah. El brazo que seguía pareciendo humano se transformó en un pequeño cañón que alzó en su dirección.

El brillo de la cautela y el peligro relució en la mirada, hasta ahora impasible, de la demonio.

—¿Nos entiendes?

La sonrisa que le dedicó Wahl fue casi tan espeluznante como las que había mostrado Jackal hasta el momento.

—Preciosa, mi cerebro es uno de los procesadores más rápidos del mundo. Descifrar vuestro idioma era cuestión de tiempo. —Su sonrisa se amplió y sus brazos mecánicos comenzaron a zumbar, amenazadores—. Se acabaron los secretos.

Aquella declaración aturdió tanto a amigos como enemigos, y Natsu no supo si sentirse agradecido por tenerlo de su parte o asustarse por lo diferente que era el machias a todos ellos.

Seilah se puso en guardia, considerándolos un verdadero peligro por primera vez desde que había aparecido. Desde su posición, Jackal soltó una carcajada desquiciada.

—¿Lo ves? Te dije que eran interesantes.

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