|E|Cap.2|Tranquila cariño...

Me intento incorporar pero el dolor me lo impide, miro a mi alrededor y veo que estoy en una habitación amplia con una ventana grande, pero esta sellada, o más bien bastante asegurada.

Cuando trato de levantarme me caigo al suelo y una vez ahí miró la zona en la que debería estar aún clavada la bala en mi piel, pero al parecer alguien me la ha curado, y de veras que se lo agradezco. A estas alturas ya me habrán oído dado que escucho pasos y rápidamente subo a la cama para hacerme la dormida, con suerte no se habrán supuesto que fui yo.

-Veo que ya estás despierta, bien, te he traído comida.

Dios, que observador, me da asco.

-Vete a la mierda. - digo escupiéndole y remarcando la última palabra, mi mirada estaba inhundada por el odio que en este instante sentía.

-Cuidadito con lo que dices porque todo tiene consecuencias, aquí mando yo, y si te digo que hagas algo para mí, lo haces. - me dice mientras hace presión con un dedo en la herida hasta empezar a meterle, genial. Intento reprimir el dolor, pero ya no puedo más, cerré mi mano a forma de puño y no hize más que estampárselo en la cara.

-Gilipollas, nadie se mete con una Martell.

-Me parece que lo estoy haciendo, pero te adelanto la noticia de que esta te la paso, a la siguiente aprenderás a mantenerte quieta y calladita, una última cosa... No eres quien crees que eres, que pena me das, una dulce niñita viviendo engañada. - dijo burlón y enfadado saliendo, dejó la puerta botada, cómo no, aún no se calla.- Ah, vuelvo en 5 minutos a por la comida, si no comes ahora, no comes después.-dicho esto cierra la puerta y pone el seguro.

¿Cómo que no soy quien creo que soy? No lo entiendo, anulo mis pensamientos porque lo único que hace es desesperarme.

-Mierda, mierda... ¿Va todo bien por ahí?- pregunté a David.

-Si, pero...¿tu?

-Hoy voy a escaparme, le queda poco a la herida para sanar, no voy a perderme por nada del mundo mi cumpleaños, y mucho menos la luna negra de hoy, ahora voy para casa, esperadme.

-Eso hemos hecho desde que te cogió ese tipo, te hecho de menos... Tu estancia donde quiera que te haya llevado se me hace eterna.

Decido cortar la conexión porque se como va a acabar esto. El siempre me ha querido... De una manera especial, y me duele que no pueda compartir esos sentimientos.... Me duele tener que limitarle ha la amistad. Cojo la manzana que hay en la bandeja y me la como, es lo único que me apetece ahora, puede que tenga orgullo, pero comer es sagrado. Me estiro la camisa que al parecer está arrugada y froto la suciedad que hay en mis mayas, después me dirijo a la ventana me siento y ato mis munstang blancas, por último miro por ella pensando un plan para escapar.

Si me transformara en lobo y arañara la madera... ¡Sí!

-Vamos Rupi, tengo ganas de ver a mi manada.

-Siento... Una atracción, siento que pronto conoceremos a nuestro mate Ruby, lo siento tan cerca...

-Ya hablaremos de eso mas tarde, no es el momento, pero que una cosa quede clara, yo no quiero ni necesito a un mate, todos son unos creídos y sobreprotectores que se creen los reyes del mundo, es lo último que necesio ahora.

-Pero ésta atracción es...

-Déjalo ya.

Me transformo a mi forma lobuna y araño con furia y con fuerza la madera rompiéndola con el cristal, salto por ella, estaba en el segundo piso así que no me hice mucho daño.

Me quedé observando la luna que ya estaba presente en el cielo anonadada, pero Alton se puso encima mío inmovilizándome en el suelo, como siempre aguándome la fiesta.

-¿A donde ibas señorita? La fiesta aún no ha terminado, y esperaba una visita mas... Longeva.

-Lejos de ti.- dije gruñéndole.

Intento moverme hacia un lado con éxito y, gracias a la inercia le tiro contra un árbol.

Olfateo algo... raro. Algo raro y a la vez que me resulta agradable y me enloquece, pero no me puedo distraer, ahora no; así que me lanzo donde Alton mordiéndole el costado provocándole una herida honda, pero sana rápido y me ataca, otro lobo, de color negro y ojos verdes me le quita de encima y le gruñe.

-Ruby vete ya, ¡rápido! Ya te contare todo después pero vete ahora. -es muy grande... Mas que yo... no tanto pero lo justo como para que la diferencia sea notable ¿Será de esa manada?

Me mira con furia y dureza, lo que en parte hace que le obedezca para salir corriendo hacia donde debería estar mi manada, pero antes miro hacia atrás y les veo luchar. Veo a mi padre a lo lejos, me transformo en humana y voy corriendo hacia él.

-¡Papa!- digo corriendo a sus brazos.

-Tranquila cariño, todo estará bien, felicidades- me dice besándole la frente y acariciándome el pelo con cariño y ánimo de tranquilizarme, al parecer lo consigue, pero no puede evitar que una silenciosa y traicionera lágrima caiga por mi mejilla.

-Tranquila, ya pasó- me dijo David abrazándome por detrás, me están haciendo un sandwich; no me di cuenta de que estaba aquí, pero me alegra.

-Ese tal Alton me encerró en una habitación... No se porqué me quería pero no quiero volver, y no pienso hacerlo. -Dije secándome otras dos lágrimas que volvieron a salir de mis ojos.

-Ese lobo que nos salvo, es mi mate a que si.

-Si, pero Ruby... Fíjate en su tamaño... Y hacia mucho tiempo que no había lobos negros, esto es muy extraño, se extinguieron.

-Es verdad... Se lo tengo que decir a papa, luego hablamos Rupi.

-Papa... Tengo que decirte algo.

-Vamos a casa y me lo cuentas todo, ¿vale?

Yo asiento y David me coge la mano llevándome junto a el dentro. Hace mucho, tal vez unos 200 años, el 30% de los hombres lobo empezó a quedarse sin mates o a rechazarles y se unieron a otros solo por sexo o por cariño intimo que se tenían, ahora ha descendido la cifra al veinte, y quiero ser parte de ese porcentaje, ser libre, dudo mucho que alguien me haga cambiar de opinión. Cuando entramos nos sentamos en el sofá y les conté lo que me dijo Alton y lo que pasó, lo hice con pelos y señales.

-¿Y en la lucha quien te salvó? - me pregunto David intentando ocultar sus celos, rodé los ojos ante su reacción

-Esa es mi duda, alguien extraño, un lobo mas grande, el mas grande que halla visto desde que nací, era negro y ojos verdes preciosos, pero no se quien puede ser.

-Ya salieron de su escondite para volver a gobernar.- Me dijo mi padre mirándome preocupado.-Ya no eres la alfa, ya no gobiernas todo... Eres su "mano derecha" pero ahora solo es tuya esta manada, igual te defendió porque te necesita.

Y bueno, os preguntaréis que hago siendo yo alfa, pues bueno, mi padre rechazó el cargo al morir mi madre, sufría mucho y no podía seguir, claro, y pensó que ya era lo suficientemente mayor y lo suficientemente responsable como para poder con ello.

Entonces empezamos a escuchar gritos de miedo en la calle, salí corriendo esperando cualquier tipo de ataque ya con los músculos tensados preparada para atacar, pero entonces lo olí, ese dulce olor que nunca sabré explicar. Me relaje al instante en cuanto lo vi, ese lobo que de momento me vuelve loca en escasos segundos, pero no hago más que reprimir esos sentimientos, no quiero sentir eso, es muy bonito y todo lo que quieras pero no quiero. Le vi lleno de heridas, y fui a donde el para socorrerle, puede que no quiera quererle pero aún que no le conozca y todo me preocupo por los demás, así que que no se emocione.

-Estas bien? Oh no, esto es por mi culpa...

-Tranquila estoy bien, ¿El alfa de la manada?

-La, dirás.- dije corrigiéndolo- soy yo.

-Pues tenemos que hablar.

Me miró fríamente y parecía no tener sentimientos... No se por qué es así, no tiene motivos para tratarme de esta manera, aunque también puede ser que quiera mantener una reputación, lo cual me parece una absoluta tontería, giré sobre mis talones para mirarle sobre mi hombro. El es alto, moreno y muy guapo, con ojos verdes y musculoso, lo justo para ser perfecto. Eso hay que admitirlo, a la mierda el tema de la atracción.

-¿Vamos o te vas a quedar quieta mirándome?-dijo pasando por mi lado sin ni siquiera dedicarme una mirada.

-Lo siento... ¿Como te llamas?

-Alex Rodriguez -dijo con un tono más tranquilo, al cual agradecí, me estaba empezando a incomodar con su anterior tono de "hola soy el más chungo témeme".

-Yo Ruby Martell.

-Ya lo sé. -respondió con su anterior sequedad, si me acostumbro a verle y sigue siendo así, juro que mis sesos explotarán.

-Ruby, ¿quien es este chico?- preguntó mi padre.

-Es Alex, el que te dije que me salvo antes...

-Oh muchas gracias Alex- dijo mi padre sonriéndole agradecido a la vez que le tendía la mano ofreciendo un apretón a modo de saludo- Soy Ángel, el padre de Ruby.

-Bien.

Al ver que no le tendía la mano fue retirándola lentamente, captaba el mensaje de que iba directo a lo que quería.

-Bueno... Os dejo solos.

-Espera, venia para decirle que su hija viene conmigo a mi manada.

-¿¡Que!? No, rotundamente no, yo no me voy con nadie a ningún sitio, yo me quedo aquí con la mía, cuidándola y protegiéndola, como la buena alfa que soy, pero oh mira, si no eres el primero reclamándome, ¿Qué coño pasa hoy? -dije con resignación, me obligué a empezar a tenerle asco, estaba empezando a hartarme.

-¡Tú te vienes conmigo! ¡Quieras o no! -Gritó provocando que la casa retumbara por su densidad.-¡Yo soy tu mate y pronto tu serás mi luna!- dijo gritando, un poco mas bajo pero sin darme cuenta retrocedí asustada ante su tono e impunidad.

-Lo siento pero Ruby se queda aquí con nosotros, aunque seas su mate no tienes porque separarse de nosotros, además, ella es libre de decidir.

Pero entonces Alex me inyectó algo que no me dejaba moverme y empujó a mi padre con fuerza contra la pared, me cogió en brazos y me sacó rápidamente de casa.

Al parecer hoy también era el día de secuestrarme, lo declararé el día de prestar atención a Ruby, ya no aguanto mas despierta, hago un falso intento de liberarme de sus perfectos brazos pero no puedo, más que un intento pareció un espasmo, dios, que vergüenza, todo por culpa de que estoy demasiado cansada, y mi cuerpo ya empieza a pesarme, al igual que mis párpados. Lo último que logro ver son a mi padre y a David ladrando ya con forma de lobos a Alex para que pare, y lo último que oí fueron unos aullidos llenos de pena y dolor antes de caer inconsciente, saben que de esta ya no podré escapar.

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