CAPÍTULO VIII

Sus ojos se abren, y lo primero que abarcan sus sentidos es un calor apabullante y un tentador aroma que le sabe a comodidad y paz, por alguna razón. Su pecho vibra y sus músculos relajan, sus ojos pesan por el sueño pero el resto de su cuerpo flota. Luego suspira y siente la suavidad de algo todavía más cálido contra su costado; entonces se obliga a despejar el halo de sueño y gira la cabeza.

La amplitud de una espalda que le parecía ser pálida antes ahora relucía como caramelo con el reflejo del sol a través de las delgadas cortinas. Ésta se mueve al compás de su respiración, por lo que sus ojos no pueden evitar bajar por la curva de una estrecha cintura hasta el camino de una cadera y piernas desnudas, apenas cubiertas por la sábana. El peso del mundo cayó sobre él entonces; tragó saliva, una corriente eléctrica surcó su espina y extremidades. Pudo recordarlo todo instantes después.

Antes de que pudiera siquiera parpadear, el cuerpo a su lado cambió de posición, y ya no pudo escapar a ningún lado. El príncipe se aferró a su torso cual koala y una de sus piernas descansó entre las suyas. El calor volvió a su cuerpo. El aroma seguía pululando en el aire, como molestos mosquitos que zumban a tu oído; en cambio, éste no sólo zumbaba en sus oídos, sino en su nariz… y en su entrepierna.

Maldijo por lo bajo y cerró los ojos con fuerza; el muslo de TaeHyung le rozaba donde más ardía, y automáticamente la mano que no estaba rodeando al contrario encontró camino en el muslo que molestaba su razón. Acarició, primero con las yemas de sus dedos y luego la palma completa, la cual se perdió en la curva de su trasero y de regreso. El omega suspiró en sueños, y pronto fue despertando. El aroma que se intensificó de a poco hizo sentir al cazador que el aire no le alcanzaba.

Cuando TaeHyung abrió los ojos, notó que el ámbar de sus iris era más intenso que nunca, de la misma manera que eran anoche: llenos de anhelo, deseo y pura lujuria. Esperaba lo peor, sin embargo, no aprendía que con el omega todo siempre sería impredecible, es por eso que todavía se sorprendió al sentir que su muslo se movió hacia arriba, entrando en contacto con su hombría despierta. Ambos jadearon al unísono.

Todo fluyó desde ahí: TaeHyung atacó sus labios como si su vida dependiese de ello, fundiéndose en un beso todavía más necesitado, pero lento. JungKook tomó al omega entre sus manos como si no pesara nada, colocándolo encima de él, alineando su erección a la todavía abusada entrada del rubio. El príncipe gimió, sosteniéndose de su pecho para comenzar a moverse.

No necesitaron decir nada, ambos parecían estar en trance, olvidando incluso sus propios nombres. Tocaron la puerta, al menos JungKook estaba seguro de que la habían tocado, pues todo era ya bastante borroso, disperso… lo único que podía oír claramente eran los gemidos y lloriqueos del omega encima de él, el choque húmedo de sus pieles y su propios jadeos y gruñidos.

TaeHyung cayó sobre su pecho, agotado. Los muslos ardiéndole por el esfuerzo, no obstante, JungKook lo tomó de la cintura y embistió hacia arriba, buscando los labios del príncipe una vez más.

  —Podría estar cogiéndote todo el día. —jadeó. Porque lo había pensado…. sólo lo había pensado. ¿No es así?

  —Vas a hacerlo. —Sus ojos se abrieron ante la caricia de esa voz a su oído. No lo pensó, y lo malditamente agradeció.

Entonces eso hizo, porque ¿en qué momento habían parado luego de eso? ¿en qué momento dejó de estar entre sus piernas? ¿en qué momento dejó de besarle cada parte del cuerpo? ¿en qué momento se detuvo a tomar aire siquiera?

Lo último que recuerda es que cayó inconsciente junto al príncipe al caer la noche, escuchando cómo su voz y su aroma se desvanecían lejanos como la luz del día mismo.

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JungKook se esperaba algo como esto al despertar en la cama del príncipe al tercer día, sinceramente, sólo que no de la manera en la que estaba sucediendo. Y no quería admitirlo tampoco, pero le estaba afectando. El pecho le pesó como nunca le había pesado.

Luego del celo de TaeHyung casi completamente terminado, el príncipe perdió la cabeza. Sus palabras todavía resonando en su mente:

  —Un error, ¿entiendes? Si fuera por mí y no por el celo jamás te hubiese escogido a ti. —El príncipe le escupió con los colmillos rozando sus labios y los ojos enfadados. El potente ámbar brillando en coraje. JungKook sabía que eso no era cierto, algo en su interior le convencía que era su ego herido hablando por él, y que realmente TaeHyung no estaba asqueado o arrepentido de haber estado con él, sin embargo, su orgullo como hombre y como persona se había herido, pues de su parte no pensaba lo mismo. Cada cosa que había dicho y hecho con TaeHyung era porque quería, porque lo deseaba y lo sentía. Lo hizo sentir como si se hubiese aprovechado de él. ¿Realmente lo había hecho?

 —¿Vas a decirme entonces que me aproveché de ti? —JungKook levantó la voz, un tono todavía más grave. Cada extremidad del cuerpo de TaeHyung tembló por eso. El peso de sus palabras le dejaron sin habla.

El cazador malinterpretó su silencio, y con una risa airada miró hacia otro lado, peinándose el cabello hacia atrás. No podía creerlo.

Con esa duda y furia en su interior dejó la habitación a medio vestir, sin importarle que la servidumbre en el castillo lo mirara salir así de la habitación del príncipe.

Al girar por el pasillo, mientras abotonaba su camisa, casi choca con otra persona; sólo en ese momento se dio cuenta de lo rápido y distraído que iba. No sería raro si le vieran sacar humo por las orejas. Una vocecita aguda masculló un “lo siento” y al levantar la vista se topó con un niño rubio de ojo azul quien, por su lado, le observó desde abajo con confusión. Apenas un segundo pasó, y con un último gruñido bajo pasó de largo al chico, sin darle importancia. Jimin bufó, murmurando para sí mismo: —Qué tipo tan más maleduca… —Se interrumpió cuando el aroma se coló por su nariz. Su ceño se frunció todavía más. ¿Quién era ese alfa y por qué llevaba encima el aroma de TaeHyung?

La duda no iba a quedarse en el aire, estaba seguro.

Más tarde, Jimin entró a la habitación de su hermano, luego de escuchar el ligero “pase” desde adentro. TaeHyung estaba recostado leyendo un libro, sin muchas ganas de discutir el porqué Jimin lo molestaba tan tarde.

La habitación apestaba, literal; apestaba al celo de su hermano y el aroma prominente de ese alfa que encontró en el pasillo. Su nariz se arrugó. TaeHyung tenía el cabello húmedo, seguro después de un buena ducha, y la pijama de seda no pudo cubrir algunas marcas que alcanzó a divisar en sus clavículas y cuello. Una mueca casi sobresale de sus labios.

Jimin automáticamente se tiró a su lado después, metiéndose bajo las sábanas, mirándolo con un brillo distintivo en los ojos. TaeHyung suspiró, se sacó los lentes de lectura y abrió los brazos. Jimin sonrió en grande y no dudó ni un momento en abrazarlo. La mitad de su pequeño cuerpo quedó sobre el de TaeHyung, sus brazos alrededor de su torso mientras el contrario lo rodeaba también por la espalda: —Hace mucho que no me dejabas acurrucarme contigo. —dijo con la mejilla aplastada en el pecho de su hermano. TaeHyung hizo un ruido en asentimiento y siguió prestándole atención a su libro. Era cierto, tal vez había pasado un tiempo desde que él ya no le permitía acercarse como antes. Desde la llegada de…

  —Sácalo ya. —dijo TaeHyung tranquilamente, a sabiendas de que Jimin estaba pensando demasiado alto.

  —¿Por qué no me contaste nada de ese alfa?

Jimin sintió a TaeHyung tensarse, y estaba casi seguro de que había dejado de leer para prestarle toda la atención.

  —¿Tae? —insistió después de un minuto de silencio.

  —No sé de qué alfa estás hablando. —Jimin rodó los ojos.

  —Bueno, el alfa que huele a roble e incienso… ya sabes, ese que estaba medio vistiéndose en el pasillo. —Jimin aguantó su risa, y escuchó claramente el corazón del mayor acelerarse contra su oreja—. ¿NamJoon sabe que pasaste tu celo con él?

Hubo un corto silencio antes de que el rubio mayor dejara su libro de lado y suspirara.

  —¿Quién es, Tae? Nunca lo había visto aquí. —insistió una vez más.

  —Es mi nuevo guardián. —respondió simplemente. Jimin se separó para mirarlo.

  —Tienes que estar bromeando.

  —No es una broma. Es mi nuevo guardián, y antes de que vuelvas a preguntar: NamJoon ya lo sabe, y no, no está de acuerdo, pero me importa muy poco. —El menor no podía procesarlo, ¿desde cuándo su hermano creyó que otro guardián era necesario?

  —Tae, ¿Por qué? Acaso ustedes no… —TaeHyung se removió bruscamente en la cama, mirando a su hermano menor con advertencia.

  —Estoy dejándote ser lo bastante entrometido ya. Fue suficiente, esto no es de tu incumbencia. —repuso, pero Jimin no dejó de verlo con extrañeza y profunda confusión.

Pasó un incómodo y largo silencio antes de que Jimin hablara de nuevo: —Va a volverse loco... —comentó con rebeldía y la voz baja, a la espera de que así entendiera lo que quería decir; las consecuencias que sus acciones llevaban. TaeHyung suavizó el ceño fruncido, suspirando para tocarse el puente de la nariz, rendido.

  —Ya lo sé, mierda, ya lo sé… —Jimin hizo una mueca, pero se acercó para abrazar a TaeHyung por segunda vez esa noche. Éste se dejó hacer.

  —Sabes que no te juzgo, nunca lo he hecho. Es sólo que… creí que tú y NamJoon estaban bien. Y aún no sé por qué no me comentaste nada acerca de ese alfa.

  —No lo entenderías.

  —Entonces explícame.

  —¿Y cómo voy a hacerlo, Jimin? Lo que sea que pueda decir no va a cambiar el hecho de que lo dañé, y que lo estoy dañando; ¿y sabes qué? Ni siquiera sé por qué. No sé la razón. —Jimin ciertamente tenía sus propias sospechas, sin embargo no quiso hablar, no cuando el halo del celo seguía consumiéndolo y lo convertía en lo que Kim TaeHyung más odiaba ser:

Alguien débil; débil y vulnerable.

  —Hay algo diferente en él… no lo sé. Es como si supiera que debo odiarlo, sin embargo mi lobo se empeña en empujarme hacia él, como un maldito imán —soltó luego. Jimin escuchó atentamente sin interrumpir—. Y lo hago, lo odio, pero no sé por qué. Quizá porque es un bastardo que se atreve a desafiarme y no percibo ni siquiera una pizca de miedo cuando lo hace, quizá lo odio porque me hace sentir que no tengo el control, y porque es el primer hombre que hizo a mi omega volverse lo…

Se detuvo abruptamente, atragantándose con su lengua. El pesado silencio sólo había sido molestado por otra más pesada respiración. ¿Qué era toda la mierda que está diciendo ahora?

  —Tae… —inquirió el menor. Su mano suave y cautelosa queriendo posarse en la suya; fría y temblorosa.

Jimin jadeó cuando su hermano la retiró bruscamente, huyendo del tacto. Luego se levantó de la cama, dejando al rubio menor en ella, confundido y preocupado.

  —Estoy hablando puras tonterías, será mejor que me dejes solo. —espetó, dándole la espalda. Sus piernas parecían no tener el soporte suficiente y Jimin temió que cayera en cualquier momento.

Se quedó quieto en su lugar, esperando, hasta que el último gritó le asustó.

  —¡Vete!

Jimin salió de la habitación sin decir nada más.

El omega menor se sintió afligido. Siempre era lo mismo: rara vez se podía hablar con su hermano; siempre gritando y gruñendo, siempre corriéndolo de todos lados cuando no quería escuchar lo que necesitaba. Y aunque no lo admitiera en voz alta, le parecía irritante, pero sobre todo, le dolía en su pequeño corazón de pollo. ¿Él qué culpa tenía de lo que sentía su hermano? ¿Por qué siempre terminaba pagando los platos rotos?

Le gustaría que por una vez, tan solo por unos instantes… el TaeHyung de antes regresara.

Pero sabía que eso era mucho pedir a estas alturas.

Caminó por el pasillo, camino a su habitación, con el puchero plasmado en sus labios y la mente en todos lados, entonces metió las manos a los bolsillos de su pantalón, en el izquierdo sintiendo la ahora familiar textura de una fina tela. Se detuvo por un momento y sacó el pañuelo color rojo borgoña, admirándolo una vez más. Los recuerdos de aquel día volvieron, y sus mejillas se tintaron del mismo color…

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El día del celo de TaeHyung.

YoonGi no tuvo más remedio que regresar por donde había llegado, luego de que JungKook huyera así de repente después de todo lo que le había dicho. No podía creer en lo que se había metido, y luego él… oliendo a alfa de esa manera.

Un escalofrío recorrió su espina, pero tuvo la suerte de que una voz masculina haya gritado a lo lejos, distrayéndolo. Se acercó.

 —¡Príncipe Kim! No demore demasiado, debemos volver al palacio para la cena con su hermano. —YoonGi escuchó atentamente detrás del muro, y a continuación los pasos del hombre alejarse. Asomó su cabeza entonces.

La boca de YoonGi se abrió casi con sorpresa cuando sus ojos captaron al bonito chico sentado en el césped con las piernas cruzadas en flor de loto. Éste arrancaba la hierba con un mohín en sus labios, ese que denotaba su molestia.

  «¿Volveré a verte?»

No pudo evitar recordar sus palabras, y a pesar de no haberlo hecho a propósito, nunca pensó que realmente volvería a encontrarse con él.

Se quedó de pie ahí, a tan sólo unos metros de distancia, observándolo. Se veía diferente a la última vez, o quizá era que sólo estaba prestando más atención. Su cabello platinado resplandecía con los rayos del sol, junto a la camisa blanca de mangas largas y algo anchas con pequeños holanes adornando los puños de esta; pantalones lisos y oscuros abrazando su cintura; los dedos cortos y rechonchos de sus pequeñas manos llevaban anillos con grandes piedras; joyería que lucía costosa, sin duda, así como las argollas en sus orejas. Cada una de sus sospechas habían sido ciertas. Había pensado que el omega no era un simple licántropo del pueblo al principio, dada su vestimenta de aquel día en el almacén, pero no era para nada comparada con la que llevaba ahora y el cómo lucía, tan brillante y delicado; ahí posado sobre el verde pasto. Era todo tan obvio.

Miró a su alrededor, verificando que no hubiera nadie más, y al ver todo vacío, se lo pensó un poco, pero… ya estaba ahí, qué más daba.

Jimin, por su lado, estaba más que molesto, y luchó fervientemente por retener las lágrimas de coraje y frustración que quisieron salir de sus ojos. ¿Cuánto más tenía que estarlo intentando? ¿Cuánto más iba a fracasar? A ese paso nunca podría ser un verdadero lobo. Se sentía como un completo inútil.

  —Comienzo a creer que esa expresión de angustia que tienes es algo de todos los días.

Jimin se sobresaltó al escuchar la familiar voz, grave y baja. Su cabeza giró con sorpresa, encontrándose al hombre que no había dejado sus pensamientos desde entonces sentarse junto a él. Su corazoncito latió a ritmos violentos dentro de su pecho y una sonrisa se formó en sus labios por inercia.

  —YoonGi… —dijo. Sus ojos convirtiéndose en dos alegres líneas, provocando una media sonrisa en el beta, quien rápidamente miró hacia otro lado, aclarando su garganta.

  —Así que eres de la realeza… debí haberlo deducido antes. —YoonGi por supuesto lo había hecho, pero igual lo soltó como si fuera un gran hecho que se le escapó. Jimin se vio a sí mismo más nervioso que antes.

  —¿C-cómo sabes? —Ahí estaba, tartamudeando de nuevo.

  —Escuché cómo te llamó el mastodonte de allá, sin querer. —El pelinegro apuntó con su barbilla por donde se fue el guardia que lo custodiaba minutos antes—. Pero no te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo, niño alfa.

Por supuesto que estaba jugando con él, además de que sabía que no era ningún alfa. Notó el aroma diferente que le rodeaba, éste era más fuerte y amaderado, como si se hubieran llevado su dulce esencia a vainilla por completo. Y comprendió aún más toda la situación: el porqué al principio mencionó ser un alfa, el que viviera en Cravytian —y peor aún—, el que fuera el príncipe; fueron las suficientes pistas que necesitó YoonGi para saber que el muchacho estaba metido en algunos problemas…

Jimin pareció agradecerle internamente. En cambio, como si nada más importara, sólo dijo: —Estás aquí… —Jimin y YoonGi hicieron contacto visual, y tan pronto como eso pasó al príncipe le golpeó la realidad. Sus ojos se abrieron asustados—. ¡Estás aquí! ¡¿Qué haces aquí?! ¡Nadie puede saber que estás aquí!

El muchacho se levantó como resorte y tomó la mano de YoonGi, jalándolo con una fuerza que no se esperaba que tuviera. Lo llevó a rastras dentro del granero.

Cerró la puerta, asegurándola con una tabla. Después miró al beta de nuevo, quien parecía muy divertido con su expresión.

  —¿De qué te ríes? ¡Estás dentro de Cravytian! ¡El palacio está cerca de aquí! Si te ven podrían… —YoonGi le tomó de los brazos, provocando que el omega se callara y le observara fijamente, muy consciente del firme agarre.

  —Sé dónde estoy, y sé qué puede suceder, pero no me hubiera acercado a ti si no supiera que es seguro. ¿Estás aquí solo? —Jimin asintió con la cabeza rápidamente—. Entonces está bien. Nadie me vio entrar, y nadie me verá salir, te lo prometo.

Jimin exhaló el aire contenido y se tranquilizó un poco. Eso hasta que vio una extraña mancha en la camisa de YoonGi.

  —¿E-eso es sangre? —El pelinegro miró hacia abajo, dándose cuenta de que había olvidado cambiarse antes de emprender camino a Cravytian, pues estaba más preocupado por encontrar a JungKook que otra cosa. Pellizcó su camisa, observando la mancha, luego al príncipe.

  —Sí, pero no es lo que estás pensando. Ya te he dicho que no soy un cazador —espetó seriamente, pero Jimin pareció no estar completamente seguro de ello, así que YoonGi no tuvo más remedio—. Escucha, soy carnicero, ¿de acuerdo? Así me gano la vida. Esta sangre es de un cerdo que corté por la mañana.

Jimin cambió su expresión, pero aún así se notó que quiso ocultar una mueca. YoonGi casi ríe por ello.

  —Qué delicado… —musitó, ocultando su sonrisa.

  —No es eso… es sólo que no soy fanático de la sangre… —Jimin dijo, y su cara se puso pálida —más de lo que ya—, sólo de pensar en aquel desagradable líquido carmín.

  —Bueno, bueno, ¡ya no veas la mancha! —YoonGi le levantó el mentón por inercia. Sacando de algún lado la suficiente confianza —que no se supone debería de tener— para tocarlo. Eso provocó el cuerpo tenso del muchacho, aunque no dijo nada.

Jimin abrió la boca para hablar, dándose cuenta de lo cerca que estaban ahora, pero una voz fuera del granero los alertó a ambos.

  —¿Príncipe Kim? —Era el guardia. Jimin le miró asustado.

  —Rápido, escóndete. —Le empujó apresurado, hasta que YoonGi se lanzó en las grandes pilas de heno en la esquina más oscura que encontró. Jimin se aseguró de que no se viera en absoluto y se acomodó la camisa, antes de salir—. ¿Me necesitas?

El rubio le sonrió al guardia, éste se giró: —Se tardó más de lo normal, creí que debía venir a buscarlo. ¿Está todo bien? Casi son las seis y sabe que al príncipe no le gusta que llegue tarde a cenar.

Jimin le sonrió, palmeándole con diversión el brazo. El guardia, ya acostumbrado a eso, ni se inmutó—: La cena es a las siete, Gaion. Falta poco más de una hora.

El guardia agachó la cabeza, y la mueca en sus labios fue suficiente para hacer a Jimin reír suavemente por lo bajo. No era novedad para nadie en el castillo que Gaion estaba tras el príncipe desde hace meses. El alfa aplicó para el puesto de guardián del menor de los hermanos, una vez que su guardián oficial hubo caído enfermo y tenido que regresar a su hogar con su familia. Sin embargo Jimin espetó que no necesitaba ningún guardián, que bastaba con la protección de cualquiera de los guardias en el castillo, pues incluso sobraban. Y TaeHyung después de mucho discutir estuvo de acuerdo; por lo tanto, Gaion consiguió trabajo, sin embargo cuidaba del príncipe en ocasiones esporádicas —a su mala suerte—, y cuando lo hacía, a Jimin le parecía bastante cómico e incluso adorable que el alfa quisiera siempre sacar alguna conversación con él hasta por donde no la había.

Era una lástima que mientras el alfa quisiera cortejarle, el muchacho sólo tenía en la cabeza a cierto beta, que seguía seguramente tragando heno en el granero mientras se escondía.

Intercambiaron un par de palabras antes de que Jimin le prometiera que llegaría antes de las siete, pues aún tenía cosas por hacer. Su corazón todavía golpeando en su pecho por la ansiedad de saber que el beta estaba ahí.

  —¿YoonGi? —medio gritó-medio susurró. En ese momento la pila de heno fue desbaratada y el beta salió, sacudiéndose y escupiendo éste—. Estuvo cerca, ¿no?

El príncipe se acercó sonriendo, pero mientras YoonGi se agachaba a sacudir el heno de sus pantalones, no pudo evitar mirar la cicatriz de su rostro. Y no era sólo eso, la camisa de cuello en V le dejó ver que también tenía una que le atravesaba la clavícula hasta quién sabe dónde del pecho. «No preguntes, no preguntes, no preguntes» se dijo mil veces en su cabeza, mordiéndose la lengua.

  —¿Quieres que te enseñe alrededor? —habló lo más rápido que pudo. La ansiedad recorriéndole, buscando cualquier cosa que sirviera de excusa para llenar el silencio, pero sobre todo, para que el mayor no fuera a ningún lado todavía.

A su sorpresa, el de cabello negro asintió con una sonrisa que, honestamente, le hizo mover la cola imaginaria que tenía en ese momento.

Así que caminaron.

  —A todo esto, ¿Puedo preguntar por qué estabas ahí sentado como cachorro regañado cuando te encontré? —YoonGi carraspeó. La comparación lo único que provocó en el omega fue el sonrojo y una serie de cosquillas en su vientre al escuchar el apodo. No le importaría realmente si el beta le llamara así de vez en cuando…

Sacudió ligeramente su cabeza al pensamiento, intentando disiparlo tan pronto como se instaló en ella.

  —N-nada en particular. —Sus manos fueron a su espalda, pateando el césped bajo sus pies al paso. YoonGi asintió con una mueca de ingenuidad.

  —Tienes razón, no tienes que decirme. No es como si fuéramos amigos. —bufó el mayor con fingida resignación, mirando por el rabillo de su ojo al muchacho, quien giró la cabeza a su dirección con una expresión de horror que casi le hace carcajear; pero no, su inocente chantaje tenía que durar un poco más. No sabía con exactitud qué era lo que le hacía querer jugar y seguir una conversación con el simpático alfa encubierto; o puede que… sí lo supiera.

  —¡No es eso! Es… es que me da vergüenza, ¿ok? —se apresuró a responder, atropellándose con sus propias palabras.

  —¿Vergüenza? —resopló, y el omega sólo pudo soltar un suspiro de derrota.

  —Yo… estaba practicando. —Le tomó a YoonGi unos segundos analizar lo dicho. Atando cabos creyó entender a lo que se refería, sin embargo, esperó a que Jimin respirara hondo y continuara—. Y es que no puedo entenderlo. No importa cuánto lo intente, cuánto me concentre… no logro entrar en sintonía con mi lobo.

Los hombros del chico decayeron y terminó por patear con más fuerza lo que quedaba de césped bajo sus pies. Comprendió, pero le fue inevitable sorprenderse, ya que sabía que los licántropos desde cachorros son enseñados a tener contacto con su lado animal para poder cambiar de forma.

  —Paciencia. Seguro es lo único que te falta. —comentó. La seguridad con la que fue dicho aquello fue suficiente para que Jimin hiciera una mueca de disgusto. Sentía que estaba escuchando a TaeHyung, aunque… un poco más amable, a decir verdad.

  —Tengo dieciocho, ¿cuánto más tengo que esperar? Se supone que los omegas de mi edad ya no tienen que lidiar con esto. Es vergonzoso. —Se detuvo a sí mismo al instante, al darse cuenta de lo que había dicho. Apretó los labios y se giró lentamente hacia el pelinegro.

Estaba sonriendo… ¡¿Por qué sonreía?!

  —Olvida que acabo de darte toda esa información —dijo. La cara pálida como papel y las palmas de su manos sudorosas. YoonGi se permitió reír—. ¡¿Qué es tan gracioso?!

YoonGi reanudó el paso. Su mano se elevó para posarse sobre su cabeza antes de rebasarle—: Tranquilo, no se necesita ser un genio para saber que un chico como tú no es un alfa. No te asustes, te he dicho que tu secreto está a salvo conmigo.

El príncipe se quedó tieso, tanto que olvidó que también estaba aguantando la respiración por unos segundos; luego su cara pasó de pálida a un rojo carmín, trotando para alcanzar al beta que ya llevaba un tramo de distancia de diferencia.

  —¿C-cómo que un chico como yo? ¡hey! ¡no me dejes hablando solo! ¡¿fue tan obvio?! —Jimin lo alcanzó, tomando la suficiente confianza para jalar de la manga de su camisa. YoonGi volteó, asintiendo.

  —No es una ofensa, espero te quede claro —dijo con firmeza, luego se aclaró la garganta, rompiendo el contacto visual—. No se puede confundir el aroma entre alfas y omegas, así que definitivamente tu olor tan dulce y tu complexión tan delicada no puede ser de ninguna manera propia un alfa.

Jimin tragó saliva. ¿Dulce y delicado?

Intentó hacer a un lado la sensación que eso le provocó y se enfocó en que debió ser más precavido; estuvo en el Viejo Mundo apestando a omega todo el tiempo y nunca se dio cuenta. Eso pudo haberle traído todavía muchos más problemas.

Se sintió avergonzado de sí mismo.

  —No todos los omegas son así. —repuso.


  —Lo sé, pero la mayoría lo es. —contraatacó.

Jimin infló las mejillas y apretó los puños. De repente una necesidad por hacerse ver más grande y maduro frente al pelinegro le colmó; la sola idea de que lo viese como un niño no le supo nada bien.

  —Ya, niño alfa, no pongas esa cara. —YoonGi estiró el brazo para alcanzar la mejilla inflada y darle un suave apretón—. Escucha, si estás de acuerdo, podría ayudarte.

  —¿Ayudarme? ¿De verdad? —Los ojos celestes se iluminaron y YoonGi asintió con seguridad, apretándole el hombro—. Pero… ¿cómo? ¿tú qué sabes de todo eso?

JungKook apareció en su mente tan rápido como le hicieron la pregunta. Suspiró y sólo le quedó responder—: Más de lo que debería.

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  —Bien, es tan sencillo como respirar, ¿okay? Porque es justo lo que tienes que hacer antes que cualquier cosa: respirar.

Jimin prácticamente estaba parado ahí, más recto que una tabla, con los hombros tensos y la boca entreabierta. Sus ojos bien abiertos mirando al mayor casi como si brillara más que el sol. YoonGi sólo sonrió, pues era cómico; y a decir verdad, adorable que el muchacho le pusiera atención completamente, escuchara y observara con cautela y fascinación. Si Jimin tuviera cola, seguramente la estaría moviendo en el aire con alegría.

Justo como un cachorro, pensó.

  —Nunca me olvido de respirar. —respondió con simpleza.

  —Sé que no —murmuró con gracia. De por sí ya toda la situación pareciéndole bastante entrañable. Sí, probablemente adorable le quedaba corto—. Bueno, hay una serie de cosas que podemos intentar. Habrá que probar cuáles funcionan contigo.

  —Nada funciona. —susurró, bajando la mirada.

  —Algunos licántropos cambian de forma por primera vez luego de un fuerte impacto negativo en sus emociones; ya sabes, algo que les haya puesto en peligro, una situación donde la ira les consume… o incluso la tristeza. Algunos, muy pocos privilegiados, cuando se sienten eufóricos. Luego de eso, es sencillo cambiar a tu antojo, sin importar cómo te sientas, pues tu cuerpo ya habrá aceptado esa forma.

  —¿Sabías que ya sé todo eso? —No quería sonar grosero —y no lo hizo—, en cambio denota la carga de negatividad en su voz. YoonGi suspiró.

  —¿Y algo cambia que sólo lo sepas? El saber no siempre es hacer, y ciertamente no estás haciendo nada con la información. Si te la repito es para que estés consciente que siempre debe haber algo que te impulse, un motivo que le haga saber a tu lobo que debe despertar, ¿no crees?

  —¿Y si aún no existe un motivo?

  —Entonces simplemente no es tu momento, cachorro. Ya llegará. —A Jimin se le colorearon las mejillas—. A menos que quieras que intente empujarte por un risco. Tal vez eso funcione.

  —¡¿Estás loco?! —YoonGi se carcajeó.

 —Por supuesto que no, sólo bromeo. —Le rodeó con un brazo—. Pero puedo ayudarte a entrenar algunas otras cosas qué tal vez lleven a lo que quieres con más facilidad. —Jimin asintió, afligido—. Vamos.

  —¿Podemos ir a caballo? Ya me cansé… —dijo con una mueca. El mayor sólo sonrió.

  —Sí, ¿por qué no? —Jimin corrió hacia el caballo más cercano, acomodando la silla para poder subirse, pero al impulsarse hacia arriba su pie quedó atorado, provocando que regresara al suelo, cayendo todo su peso sobre el tobillo. Se quejó con dolor y YoonGi llegó rápido a él.

  —Joder, déjame ver. —Intentó moverlo, pero Jimin volvió a gritar, entonces se preocupó de que alguien escuchara y los encontrara ahí—. Sostente de mis hombros.

Jimin apenas reaccionó cuando YoonGi ya le estaba cargando para llevarlo de vuelta al granero, que apenas estaba unos metros alejado.

  —¿Tienes botiquín de primero auxilios? —urgió al llegar al granero, dejando a Jimin sentado sobre un mueble viejo al fondo.

 —En esa pared. —El omega señaló el muro adyacente, queriendo tragarse su mueca de dolor. Se estaba sintiendo tan idiota.

YoonGi volvió con la caja, abriéndola para sacar vendas y un ungüento.

  —Si te soy sincero… ese pudo haber sido un buen momento para que cambiaras de forma. —bromeó, tomando un cajón de madera que estaba cerca para sentarse frente al omega. Levantó el pantalón hasta la pantorrilla y le quitó el zapato. No había daño visible, al menos.

Jimin realmente quiso burlarse de eso, pero siseó en su lugar cuando las manos frías del contrario entraron en contacto con su piel. Su cuerpo entero se tensó.

Su cuerpo, y… el ambiente entre ellos.

  —¿Puedo? —inquirió antes de hacer cualquier otra cosa. El omega simplemente asintió con los labios apretados y la mirada en su pie lastimado.

Sus manos rodearon la pequeña extremidad. Con cuidado, palpó primero en ciertos lugares para saber si había dolor, pero Jimin se mantuvo quieto y callado.

No había tiempo corriendo entre ellos en ese momento. No existía, para Jimin, no existía nada más a su alrededor que las grandes y pálidas manos de dedos largos presionándose sobre sus pies; y para YoonGi, no había nada más a su alrededor que la textura suave y tersa de la piel del príncipe y su suave respiración. Los incontrolables latidos taladrando como ecos en sus oídos en medio del silencio.

  —¿Te duele si toco aquí? —murmuró bajo y sin mirarle, sus pulgares presionando el arco de su pie, justo por arriba del talón. Jimin siseó e intentó quitar el pie, pero aguantó y fingió que realmente no dolía.

Olvidaba que YoonGi no era tan ingenuo.

Lo recordó tarde al escuchar un suave y ronco “entonces no te molestará que siga haciendo esto” y sus dedos volvieron a presionar allí donde dolía. Jimin chilló, ganándose aquello.

  —No tienes que hacerte el valiente. Si te lastimas, te lastimas; si duele, duele, y mientras más rápido lo aceptes, más rápido pasará.

Jimin tragó saliva, y con la piel erizada dejó que YoonGi le destensara los músculos y le crujiera los huesos; una satisfacción que le recorrió la espina. Eventualmente la molestia cesó.

Cuando creyó que YoonGi pronto se apartaría, una necesidad burbujeante dentro de su pecho le impulsó a mantener a ese hombre en su lugar, deseando con todas sus fuerzas que no terminara todo ahí y simplemente se alejara de su toque. Su omega le estaba gritando por algo, y no sabía exactamente qué; así que sólo hizo lo que su instinto llamó y presionó su pie en el esternón del azabache, llamando su atención. Automáticamente YoonGi le miró y se quedó quieto, sosteniendo su piecito en su lugar, ambos mirándose con intensidad, sin decirse nada.

YoonGi no podía sentirlo más incorrecto, no desde que al omega se le escapó el pequeño detalle de… “Tengo dieciocho”. Y no es porque particularmente esperara que el chico fuera mayor de lo que se veía; pues honestamente Jimin seguía luciendo muy joven a su comparación, y ya se lo esperaba. Sólo que… no tan joven.

Diez años de diferencia…

La nuez en el cuello de YoonGi fue visible al tragar, cosa que el omega notó, pero el pelinegro simplemente quiso deshacer sus pensamientos, aquellos que ya estaban atormentándolo cuando ni siquiera Jimin y él eran amigos. ¿Por qué siquiera se molestaba en pensar tanta tontería?

Decidió que lo mejor era dejar de pensar, por lo que ambas manos aprisionaron la extremidad contra su pecho y un masaje muy distinto al anterior le fue propinado al príncipe, provocando que sus deditos se retorcieran cuando YoonGi comenzó a deslizar sus manos por el tobillo hasta la pantorrilla. Jimin pareció sentirse valiente, por lo que juguetonamente paseó su planta por todo el torso del azabache. Luego una risita cuando observó su expresión.

  —¿Por qué parece que de repente ya no te duele tanto, eh? —YoonGi continuó con su juego, sus manos todavía en su tobillo, negándose rotundamente a deslizarlas más por la bonita pierna.

Agradeció que el omega quisiera aligerar el ambiente tenso que se había creado. Tenso y asfixiante. Hasta que…

  —Estaré bien —afirmó con una cálida sonrisa—. Es sólo que tus manos se sienten bien.

Definitivamente no tenía que decir eso, y se dio cuenta muy tarde.

La vergüenza y la cara en blanco del contrario le obligaron a retirar su pierna y sentarse correctamente. Carraspeó y peinó sus rubios cabellos fuera de sus ojos.

Ya qué importaba si le dolía, solo quería esconderse muy profundo en la tierra.

  —¿A dónde crees que vas? Déjame vendar esto antes de que quieras escapar. —Jimin le miró casi con los ojos desorbitados, antes de volver a sentir la ahora calidez de las manos contrarias en su pie.

Dicho y hecho, su pie fue vendado y calzado cuidadosamente con su zapato un par de minutos después. Un silencio horrendo, si le preguntaban a alguno de los dos.

  —Vamos niño alfa, tienes que volver o ese guardia que pone ojos de corazón al verte vendrá por ti en cualquier momento. —La voz del mayor se escuchó más amplificada en sus oídos luego de tanto pesado silencio.

Jimin frunció el ceño—: ¿C-cómo…?

  —Hay un agujero en el muro, ¿sabes? —repuso YoonGi sin mirarlo.

Jimin bajó con cuidado, y al levantar la cabeza, YoonGi ya estaba abriendo la puerta del granero.

  —¡Espera! ¿Te irás de nuevo sin siquiera preguntar mi nombre? —Por poco y olvidaba ese detalle.

  —Yo ya sé tu nombre, Jimin. —El pelinegro le guiñó el ojo antes de irse.

No hacía falta decir que el omega quedó flotando, a pesar del montón de dudas que tenía.

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Lo detestaba tanto. Era casi insoportable el no poder sentirse tan enojado como debería. Detestaba no poder detestarlo.

Apretó el libro abierto entre sus manos, mientras JungKook se paseaba por la habitación con las manos a la espalda, mirando los estantes y silbando alguna melodía, y él sabía… el maldito sabía que estaba sacando a TaeHyung de sus casillas. Apretó los dientes y siguió leyendo el mismo párrafo desde hace diez minutos, sin entender una mierda porque su cabeza no estaba procesando las palabras. Su cabeza estaba en la presencia molesta del cazador a su alrededor, merodeando como mosquito, dando vueltas como perro faldero, zumbando como una molesta abeja en la…

Saltó en su lugar cuando le respiró a la oreja de repente, y gritó. El cazador carcajeó. ¡¿En que momento se paró detrás de él?!

  —Joder, ¡¿no tienes algo mejor que hacer que molestar?! —exclamó, sacudiéndose los escalofríos que le había provocado. Su libro ya abandonado en la mesita.

  —Le recuerdo alteza que estoy aquí cumpliendo un falso papel de su guardián. Es mi supuesto deber estar a su alrededor molestándolo como dice. —JungKook se mofó con una sonrisa, acercándose nuevamente—; además, es cierto… no tengo nada mejor que hacer.

TaeHyung rodó los ojos, pues a pesar de que JungKook estaba queriendo provocarlo, él sabía que seguía enojado, tan enojado después de lo que dijo tras su celo. Y puede ser que lo entendiera; él se arrepintió al segundo de decirlo. Pero no se disculparía, obviamente. No le debía absolutamente nada a ese beta.

  —Eres tan jodidamente irritante. —suspiró, sobándose las sienes y cerrando los ojos.

Escuchó a JungKook reír, y luego, nuevamente… la punta de su nariz en su cuello, calando sus malditos nervios.

  —Por cierto… me gusta más tu aroma a lavanda. El pino no va contigo. —JungKook le apartó el cabello de la nuca, tomándole por sorpresa y besándole ahí después. Un beso lento, mojado y tortuoso que provocó un suspiro en el príncipe, cerrando sus ojos al tacto.

Maldito, maldito, maldito.

  —Vete ya, NamJoon no tarda en volver. —La ligera mordida le hizo estremecer, más el gruñido molesto del cazador—. No quiero problemas aquí otra vez.

Aclaró por alguna razón, solamente para calmar el genio del azabache.

  —Entonces… tú crees que haya problemas si me encuentra contigo… ¿así? —JungKook murmuró a su oído. El príncipe se sobresaltó al sentir la mano del cazador escabullirse dentro de su pantalón, apretándole suavemente la entrepierna.

  —JungKook, lárgate, si no quieres que te… —comenzó, acelerado, ansioso; pero aún así, no hizo nada para apartarlo.

  —¿Qué? ¿Qué vas a hacer? —El tono coqueto y burlón le erizó la piel, y suspiró al comenzar a sentirse duro en la mano de JungKook. No iba a hacer nada, ¿qué podía hacer, de todos modos? Lo único que le quedó fue rogar.

  —Por favor vete, hablo en serio. —musitó casi encaprichado, respirando pesado.

  —Todavía hueles dulce… tu píldora dichosa parece no estar surtiendo efecto en este momento.

Agradeció internamente al sentir a JungKook ceder luego de eso, y su mano salió de sus pantalones. Entonces se alejó.

  —Está bien. Te veré más tarde, príncipe, espero te comportes. —Besó su mejilla antes de apartarse, a lo que TaeHyung le gruñó, cruzándose de brazos. Escuchó al cazador reír por lo bajo antes de salir del salón, dejándolo solo y alborotado.

Unos instantes después TaeHyung escuchó el crujir de la puerta. Creyendo que el imbécil cazador volvía por más, se giró, pero en su lugar los colores desaparecieron de su rostro. Su guardián de pie, ahí… mirándolo como nunca le había mirado antes; el carmín de sus ojos brillando en algo más que sólo furia, sino traición.

  —NamJoon…

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Ya no les estaré avisando al principio de los capítulos si es que hay contenido explicito, ya que por eso se cambió el rango de edad en esta historia desde el capítulo pasado (+21) También recuerden que si no son mayores de veintiuno está bien; mientras sean maduros al leer y tengan precaución.

Nos leemos en el siguiente capítulo!

–wonder.

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