CAPÍTULO VI

Advertencia: Capítulo con contenido sexual explícito +18.


Destino. Muchos han creído a lo largo de los años que el destino no es más que un invento del ser humano por creer que tu vida, tus pensamientos y tus acciones están ligados a un camino, y que todo lo que ocurra en el transcurso de ese camino te llevará a un final, y no puedes cambiarlo. No importa si tomas la dirección contraria, no importa si te estancas, no importa si te niegas. Ese es tu final y ese será.

La creencia perduró incluso hasta que un gran porciento de la humanidad terminó, y los pocos sobrevivientes siguieron pensando que su fin había sido simplemente porque tenía que ser. Lo que todas aquellas personas no creyentes del destino sino de la casualidad o causa-consecuencia no sabían era que, realmente, todo estaba escrito. Todo sucedía conforme un ciclo estipulado, pero… no solamente con sus vidas, sino que significaba algo más profundo, más complejo e indescriptible; un destino que ligaba tu alma a la de otro ser. Fue entonces que los lazos surgieron.

Después de la Última Guerra —aquella catástrofe nuclear que acabó con todo a su paso—, las nuevas razas resultantes de mutaciones en prácticas por humanos descubrieron lo que el destino ligado al alma significaba; ellos creyeron que, efectivamente, las cosas sucedieron, sucedían y sucederían por una razón, pues: no había un nacimiento sin una muerte, no había una salida sin una entrada, no había una respuesta si no existían preguntas. Todo tenía su razón.

Todo tenía un camino.

Los licántropos comprendieron que tanto su lado humano como el animal necesitaba de un compañero para sobrellevar sus vidas, llenar ese vacío de algo que se llevaba por dentro, y la necesidad por juntarse y conectar con alguien de su misma especie. Pero era todavía más complejo que eso; los lazos comenzaron a ser algo real, un vínculo que unía su mente y cuerpo con otra persona, por medio de una marca que representaba una posesiva mordida en el cuello.

Al ser descubiertos los lazos —gracias al resultado del instinto animal natural dentro de ellos—, comenzaron a utilizarlos de una manera errónea, ocasionando que muchos de éstos se quebrasen, aún cuando no tenían una mínima idea de lo que eso provocaba.

Los lazos no eran cualquier cosa, y se dieron cuenta de ello décadas después, cuando al romper alguno, un individuo en la pareja relacionada —o en el peor caso, y el más común—, ambos, morían inevitablemente. Una muerte lenta, llena de agonía y sufrimiento.

Si el vínculo se rompía dependería entonces de qué tan fuerte había sido éste para medir las consecuencias. E investigaron, investigaron más a fondo cómo es que todo eso ocurría.

Finalmente se llegó a una conclusión, recordando que… las cosas siempre tienen un propósito; y el destino tenía todo que ver con un vínculo en extremo fuerte. Sólo los afortunados —o dígase desdichados— en encontrar a su pareja destinada en este mundo tenían la completa posibilidad de obtener un lazo-vínculo duradero, y éste no podía compararse a nada antes visto; la comunicación y el afecto eran tan fuertes que incluso hubo leyendas que decían que la telepatía entre ellos podía existir. Sus mentes y corazones eran tan compatibles que no había fuerza sobrenatural que detuviera la magia de comunicarse sin palabras y sin cercanía de por medio. Esto, claramente, se había quedado como un rumor, un cuento fantasioso, una tonta leyenda que se fue desvaneciendo con el paso de los años, hasta la actualidad, pues nadie había conocido a nadie con esta habilidad, ya que era mucho más difícil el encontrar a tu pareja destinada.

Pero ¿qué sucedería si esto existiera? ¿Qué sucedería si por alguna razón un vínculo tan poderoso como ese pudiera romperse? ¿La muerte era todo lo que se esperaba?

Era algo más que una muerte lo que te esperaba.

La desdicha era —primeramente— lo que te acompañaría, un sentimiento tan oscuro que embargaba tu corazón y lo ennegrecía, pues una perdida de tu destino era algo inestimable. Y bueno, el resto… sólo te quedaba rezar porque cada día no fuera peor que el anterior.

Los lazos rotos ocurrían por tres distintos factores: la infidelidad, la lejanía del ser amado, o la muerte.

Encontrar a tu destinado podría ser el suceso más extraordinario que pudiera pasar en tu vida, pero, por el contrario, también el más devastador si llegase a ocurrir alguno de esos factores de por medio. No era fácil lidiar con tu destino y mucho menos sería fácil librarte de él.

Cuando la luna llena se alinea con los astros correctos cada veintidós años, una nueva pareja destinada sería mostrada al mundo, donde era el deber de cada individuo aceptar su verdad, y sobre todo…

Su destino.
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TaeHyung desató el nudo de su bata mientras se miraba al espejo, observando sin expresión alguna las múltiples marcas rojizas y violáceas en su cuello, hombros, clavículas, pecho, brazos… y estaba más que seguro que habría más en su espalda. Y no quería verlas ahora.

El aroma seguía en su piel, pues se negaba a quitarlo de su cuerpo. Quería —por alguna razón—, que perdurase hasta que el ciclo terminara, o de lo contrario podría simplemente volverse loco. Con las yemas de sus dedos fue repasando cada marca lentamente, sólo para corroborar que eran reales y que estaban ahí. Cerró los ojos, aún podía sentir el cálido aliento, la humedad de la saliva, los dientes rozando… Nunca había permitido que ningún alfa marcara su cuerpo, o mejor dicho, jamás le ha permitido al único alfa con el que ha estado que marque su cuerpo… pero el cazador había venido a destrozar esa valiosa regla. Clavándole los dientes, lamiendo y besando cada porción de piel que encontró a su paso.

Un escalofrío recorrió su espina cuando abrió más su bata, dejando caer la seda de color púrpura hasta sus codos flexionados, para observar otro par de marcas más en su esternón. Ahora no quería abrir por completo la bata, si lo hacía vería más bajando por su abdomen.

¿Cómo pudo permitirse llegar a esto? ¿Cómo pudo dejarse caer en las redes de un cazador? ¿Cómo pudo envolverse en un juego de lujuria y diversión perversa con el enemigo?

Cerró nuevamente los ojos casi con pesadez y angustia, recordando lo que hace apenas un día había sucedido…
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Caminaba a paso lento hacia su habitación, cansado y aturdido. Sólo quería recostarse y dejarse sumergir en el terrible dolor del celo y las corrientes insufribles que le provocaban en primer instancia. Había tomado ya los inhibidores, pero como cada celo, éstas tardaban cada vez más en hacer efecto, al menos esperaba que pasaran dos horas después de haberlos tomado para poder sentir algún alivio. Su vista estaba nublada y sus rodillas temblaban. Un jadeo escapó de sus labios cuando el cazador había casi chocado con él, pues parecía que llevaba prisa, y TaeHyung no prestaba atención por dónde caminaba. Sus ojos conectaron, ambos reviviendo en su cabeza el beso que habían compartido con salvajismo en el salón anteriormente, y el resto que le siguió después… en la cocina, en la habitación, en las esquinas más oscuras del castillo…

Los puños apretados a cada lado del cuerpo del príncipe. JungKook sólo habló: —Estás temblando. —espetó con cautela el cazador, sus pupilas dilatándose al mismo tiempo que las de TaeHyung.

  —No tiemblo. —eso sólo provocó que un escalofrío recorriera su espina, su cuerpo traicionándolo descaradamente. Aquello desató una suave sonrisa en el pelinegro, pero en ésta no había ni un atisbo de burla. No logró entenderlo.

  —Lo haces… —JungKook le tomó por los brazos, dándole un ligero apretón.

TaeHyung inspiró por inercia, llenándose la nariz con el increíblemente atractivo aroma artificial del cazador, y cuando cerró los ojos… fue demasiado tarde. Todo pasó tan rápido que no pudo diferenciar el momento en el que seguía de pie en medio del pasillo, delirando con el aroma, a estar siendo devorado por los suaves y demandantes labios con los que comenzaba a familiarizarse con el paso del tiempo, mientras era despojado violentamente de su camisa.

No había podido detenerlo. No tenía la fuerza de voluntad ni las ganas de hacerlo, así que simplemente se dejó hacer… saboreando la escurridiza lengua del cazador contra la suya, abriéndose paso en su boca. Sus manos se enredaron en el profundo cabello negro, halando de él sin mucho cuidado.

JungKook dijo algo —o eso creyó—, pero no pudo entender sus palabras. Supuso que daba igual, mientras no se alejara de él.

El cazador lo empujó contra la pared, el príncipe colocó sus palmas en el muro, ambas a cada lado de su cabeza. Despegó el pecho de la fría pared y arqueó la espalda al sentir los húmedos besos recorrer sus omóplatos y su columna. JungKook lo sostuvo firme de la cintura, quizá demasiado, sus fuertes dedos enterrándose en la tierna piel, seguramente dejando marcas. Sus palmas recorrieron momentos después su torso entero, paseándolas por la curva de su cintura a sus costillas, y de regreso, nunca dejando de besarle. TaeHyung mordía sus labios en el intento de no emitir ruido alguno, pero era casi imposible no suspirar, no jadear, o siquiera rodar sus ojos hasta cerrarlos con fuerza cuando sintió la aguda presión de los dientes marcarle la piel de a ratos.

Sus propios colmillos perforaron la sensible carne de sus labios, provocando heridas que sangraron. Poco le importó, pues el cazador le dio vuelta, y aun sosteniéndolo de la cintura le besó el pecho, casi con adoración… y por un momento se olvidó de que se odiaban mutuamente. Pero si de esta forma iban a odiarse, el príncipe deseaba que le ultrajara con todo el rencor que podía tenerle, que le encajara los dientes en la dermis, le devorara la boca, profanándola con su venenosa lengua, le maltratara con su tacto y le llenara de su adictivo aroma.

TaeHyung perdió la cabeza cuando sus besos bajaron a su vientre; echó la cabeza hacia atrás, sosteniéndose de los cabellos negros, halando de ellos sin cuidado, a la espera por más. JungKook bajó la fina tela de su ropa interior, para apenas alcanzar la sensible y tierna piel cercana a su ingle, justo a un lado del hueso de su cadera. Dio un par de besos húmedos ahí antes de escuchar pasos cercanos al pasillo, asustándolos a ambos.

JungKook actuó rápido, a sabiendas de que el príncipe no reaccionaría. Le acomodó los pantalones lo más que pudo y lo arrastró de la mano al salón, encerrándose antes de que alguien pudiera verlos.

  —¿De qué sirve escondernos? El pasillo debe apestar a nosotros. Ellos sabrán lo que pasó ahí. —murmuró TaeHyung con los ojos entrecerrados, casi en trance, todavía sosteniéndose de los hombros de cazador, quien lo tenía bien abrazado a él.

Las cejas gruesas del azabache estaban fruncidas al punto de aparentar que estaba molesto, tan molesto como para resaltar sus duras facciones, aquellas que TaeHyung estaba admirando con deseo, embargado y cegado de puro deseo.

JungKook le miró severo, y el príncipe sabía que quería contestarle, así que antes de eso buscó sus labios, uniéndolos de nuevo. Esta vez en un beso más suave, más tranquilo, pero igual de hambriento.

Pararon cuando TaeHyung escuchó la risa de Jimin intensificarse cada vez más conforme corría por el pasillo.

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Abrió sus ojos, intentando disipar esos pensamientos. Inhaló profundamente antes de seguir con el análisis en las manchas coloradas en su piel.

El lobo apenas se inmutó cuando por el reflejo del espejo vio la puerta de su habitación abrirse y el cazador entrando, mirándolo fijamente con esos ojos oscuros de mirada dura. Sin otra expresión más allá de seriedad.

TaeHyung volvió su vista a sí mismo en el espejo, en el momento en que JungKook tomó asiento en la silla cercana a la puerta, donde la ropa limpia de TaeHyung esperaba. Se acomodó la bata otra vez, sabiendo que el cazador estaba mirando los hematomas.

  —¿No te enseñaron a tocar la puerta antes de entrar? —no tenía ánimos de discutir. Ya no tenía ánimos de nada, en realidad.

JungKook le observó unos segundos más antes de contestar: —¿Te molestan las marcas?

El rubio se tensó en su lugar, miró a JungKook de nuevo, sin decir nada, sólo se acercó para tomar su camisa del respaldo de la silla, donde JungKook estaba.

  —Quítate.

  —Déjame verlas de cerca. —musitó, tomándose la libertad y atrevimiento una vez más para deshacer el nudo de su bata, tomando a TaeHyung desprevenido.

Y no pudo reaccionar a tiempo; fue demasiado tarde cuando JungKook ya había abierto la bata, dejando al descubierto su entera desnudez. Se quedó estático, observando la nuez en el cuello del cazador moverse al tragar.

El príncipe —con la vergüenza subiéndole a la cabeza— intentó moverse, cubrirse, y mandar al carajo al maldito cazador insolente… pero no pudo. No pudo cuando sus manos le sostuvieron de la cintura con posesión, con la suficiente presión para mantenerlo quieto. Lo atrajo hacia él, entre sus piernas.

  —Suéltame. —dijo, pero su voz no salió dura ni amenazante. Salió débil y expectante de algo.

JungKook volvió a tragar, escaneando su cuerpo de arriba abajo sin pudor. Las manos del príncipe apresaron sus muñecas, pero sin intención de apartarlo. JungKook paseó sus dedos por cada marca hecha por sus labios en su piel, con una delicadeza que descolocó al príncipe. TaeHyung estaba perdiendo de nuevo… cayendo bajo y profundo.

JungKook no podía dejar de mirarlo, de tocarlo, sumergido en la belleza que suponía el cuerpo del príncipe. La piel suave y tersa, las curvas sutiles de sus costados… el dulce olor que emanaba. Sus ojos viajaron a su entrepierna, y una media sonrisa se dibujó en sus labios.

  —Si realmente quieres que te suelte, entonces… ¿por qué tu cuerpo me dice lo contrario? —el calor subió al rostro del rubio. TaeHyung apenas estaba dándose cuenta de la erección creciente que tenía entre las piernas.

Intentó apartarse del cazador, golpeándole el pecho y forcejeando con el agarre, pero nada de eso había funcionado. El azabache no le soltó, por el contrario, se dejó golpear por los casi débiles puños del rubio, esperando a que se calmara. Cuando pareció cansarse —al no ver que cedería—, una sonrisa burlona se pintó en su expresión, y fue suficiente para continuar con lo que quería hacer desde que entró a la habitación del príncipe.

JungKook le tomó del cabello con algo de fuerza, contrario a la forma en que pegó con sorpresiva delicadeza sus labios a los del príncipe, quien jadeó por la sorpresa. La cálida boca automáticamente se abrió para él. TaeHyung se sostuvo de los amplios hombros, cerrando los ojos por inercia, siguiendo el desordenado y hambriento beso que el cazador estaba construyendo. El fuerte agarre en los cabellos de su nuca le hizo gemir vergonzosamente contra la boca ajena, la cual intensificó los movimientos por el dulce sonido. JungKook paseó la palma de su mano por uno de sus muslos desnudos, apretando la tersa piel en una clara petición que el príncipe no dudó en obedecer; apoyando sus rodillas a cada lado del cazador en la silla, sentándose sobre sus muslos. No pudo respirar, pero tampoco importaba cuando la escurridiza lengua le rozó el labio inferior y se abrió paso dentro de su boca una vez más. El omega se dejó hacer, rindiéndose en la batalla que sus propias lenguas formaban. Degustó el sabor del beso, ese que sabía a ansiedad y deseo. Estaba seguro de que si no hubiera tomado los inhibidores de celo más temprano entonces esa situación se volvería un completo caos, pero ahora podía controlarse. Tal vez un poco, pero podía.

Aunque todo eso no quería decir que no estaba ansiando más. Estaba flotando en una nube, mientras se movía despacio sobre el regazo del cazador, sintiendo la tela de sus pantalones rozarle la piel, quemando como el mismo infierno… deseando hacerla desaparecer para poder sentir directamente la textura de su piel con la suya.

JungKook se puso más cómodo, bajando más sus caderas en el asiento para acomodar al rubio sobre él. Casi gruñe cuando su peso cayó sobre el bulto creciente en sus pantalones.

El beso continuaba a un ritmo sensual y lento —dentro de lo que cabe decir—, pues el rubio inconscientemente se aceleraba, mordiéndole los labios y pasando sus manos ansiosas de sus hombros a su pecho. No era propio de ellos y su rivalidad constante el estarse besando y acariciando de esa manera, mucho menos cuando el cazador tomó la bata de TaeHyung y la deslizó por sus brazos, dejándola caer hasta que quedó su espalda descubierta. Por la forma en la que TaeHyung lo sostenía no le era posible sacársela por completo, así que aguantó un poco más la urgencia.

TaeHyung estaba consciente de la alta probabilidad de estarle manchando el pantalón al cazador debajo suyo. El calor de la vergüenza combinada con la excitación subió hasta su rostro, sintiendo sus orejas hervir y un rubor nada común expandirse sutil por sus mejillas y la punta de su respingona nariz.

El azabache en ningún momento dejó de acariciarlo. De aquí allá se paseaban las rasposas y duras manos por la suave y sensible piel del príncipe, hasta que éstas ahuecaron sus nalgas, moldeándolas entre sus dedos a su gusto, sacándole un jadeo al omega, quien sentía cómo las feromonas le estaban afectando cada vez más. Si esto continuaba de esa forma las píldoras no servirían de nada, el efecto pasaría pronto y no quería llegar al punto de tener que rogarle al cazador por algo de sexo.

Jamás.

Sus pensamientos casi fueron escuchados por JungKook, quien fue el primero en separarse. Abrieron los ojos al mismo tiempo, encontrando entre sí pupilas dilatas y labios hinchados. TaeHyung no dijo nada, consciente del ligero temblor en todo su cuerpo. El cazador le atrajo mucho más hacia él desde la espalda baja, y con la otra mano peinó los mechones rubios detrás de su oreja, descubriendo su rostro caliente.

Las respiraciones irregulares le dijeron que eso no había terminado todavía y casi gime de frustración cuando el cazador le tentó, rozando sus labios nuevamente, pero ningún beso llegó a ellos, en cambio, su cabeza se hizo a un lado, gimiendo bajito al sentir los hambrientos besos en su cuello. No, él no podía estar haciendo eso, no ahí, no así. El cuello y los hombros eran de las partes más sensibles en el cuerpo de cualquier omega, pues eran las zonas donde se supone un alfa debía marcarlos. Era un área delicada, y TaeHyung ya podía sentir cómo los cables se desconectaban de su cerebro. JungKook volvió a succionar encima de algunas marcas leves ya hechas, y como si no fuera suficiente, sus dientes presionaron una parte en particular… y todo se volvió borroso para el omega.

  —JungKook…

El cazador quedó casi petrificado en su lugar. Apretó la punta de sus dedos en la rechoncha carne de las caderas del príncipe, su lengua seguía aliviando la muy leve marca de sus dientes.

Había gemido su nombre, pero ¿cuándo había pronunciado su nombre de cualquier forma? La manera en la que cada una de sus letras rodó por la lengua del príncipe provocó una serie de corrientes eléctricas por el cuerpo del azabache. Se dio cuenta de que a este punto TaeHyung estaba perdido, sus cinco sentidos no estaban funcionando correctamente, como los suyos, pues sus besos se volvieron más ansiosos después de eso, deseando escucharlo otra vez.

TaeHyung desordenó los cabellos negros de la nuca del cazador, los besos bajando por su pecho. Su aroma natural ya estaba volando en el aire, asfixiándolo incluso a él, pero a JungKook parecía no molestarle. No cuando regresó a su cuello, y con la voz ronca y baja espetó: —Hazlo… vuelve a gemir mi nombre de esa forma.

Entonces mordió el lóbulo de su oreja, sus manos volvieron a tomar su trasero, empujándolo hacia él cada vez más. No pudo evitarlo, simplemente no pudo, el príncipe volvió a llamarlo en un lastimero gemido que provocó que JungKook se levantara de la silla; sorprendiendo al rubio cuando soportó su peso y lo llevó a la cama, dejándolo caer sin mucho cuidado, para después aplastarlo con su cuerpo.

JungKook era jodidamente grande y pesado. TaeHyung difícilmente podía moverse debajo de él, pero eso no importó cuando la bata había desaparecido y ahora estaba completamente desnudo, mientras el cazador seguía con toda la maldita ropa puesta.

Ya podía sentir los calambres de su celo regresar… debían detenerse ya. Ahora.

  —Basta, basta… debemos parar. —su voz salió débil y caprichosa, interrumpiéndose a sí mismo con sus jadeos y gemidos cuando el cazador molió sus caderas vestidas contras las suyas desnudas. Consciente de la dureza del hombre, la cual anhelaba sentir sin la ropa de por medio.

  —¿Por qué? —El azabache susurró entre sus labios. El movimiento de sus caderas no paraba, y la tela de su pantalón en lugar de irritarle la piel le estaba calentando mucho más gracias a la fricción.

Iba a responder… malditamente iba a responder y apartarlo cuando sintió la mano que se escurrió entre sus piernas. Maldijo, su espalda se arqueó y su boca se abrió al dejar caer su cabeza hacía atrás en las almohadas. JungKook no esperó mucho para comenzar a acariciarlo de arriba abajo, a un ritmo constante que provocó espasmos en el cuerpo del omega.

Le observó de cerca mientras continuaba masturbándole. JungKook inhaló profundo el dulce aroma que emanaba de su cuerpo, pero no cerró los ojos por más placer que le causara eso, quería seguir mirando cómo el príncipe se retorcía y lloriqueaba conforme el ritmo de su mano aumentaba.

  —¿Dónde quedó la agresividad príncipe? ¿Lo único que tenía que hacer era tocarte la polla para mantenerte quieto y dócil? ¿Era todo lo que querías? —JungKook se mofó, acelerando sus movimientos al sentir al rubio sacudirse cada vez más, sabiendo que estaba cerca. TaeHyung lo escuchaba, sí, pero no podía responder. No podía porque en lugar de molestarle, estaba encendiéndolo y acercándolo al límite; gimió en respuesta—, mírate, eres un jodido desastre y ni siquiera te he follado todavía.

TaeHyung le miró en medio de su nube de placer. Los oscuros ojos le devoraron, y bastaron unos segundos más para gritar al liberarse, manchando la mano del cazador y su barbilla, hasta donde fue a dar.

  —Eso es… —escuchó decir, premiándolo mientras seguía sacudiéndose en las olas de su orgasmo. Un momento después se detuvo, y sintió los últimos besos que el cazador dejó en el costado de su sudoroso cuello—, ahora cada que quieras ser un imbécil conmigo… recuerda que te tuve temblando y llorando debajo de mí como un patético bebé. ¿No te parece irónico?

TaeHyung le observó, casi recuperando su razón, dispuesto a mandarlo a la mierda, pero… no tenía fuerzas para ello. Era cierto de cualquier forma, aún con la mayor parte de su celo inhibido había perdido la cabeza, dejándose llevar por la urgencia y el deseo. Y pudo haber sido peor.

  —Esconde bien las marcas, pues cuando desaparezcan vendré a hacerte un par más. —Fue lo último que dijo antes de dejarle un beso en la comisura de sus labios y levantarse de la cama. TaeHyung ni siquiera lo miró antes de que saliera de la habitación, dejando la estela de su atractivo aroma a alfa en su habitación.

La humillación que pudo llegar a sentir se vio opacada por el deseo que tuvo de volver a repetirlo; quedándose dormido después con ese pensamiento.
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YoonGi no estaba dispuesto a esperar más. Ya había pasado más de una semana, más de una maldita semana y Jeon no volvía. Él ya sabía que estaba metido en algo… y hace días hubiese ido a buscarlo, pero SeungHo lo mantuvo en la mira, como si supiera sus intenciones. No le quitaba los ojos de encima y cada vez le enviaba más gente a la carnicería para mantenerlo ocupado. YoonGi ya no podía más, necesitaba saber lo que estaba pasando. Tenía un mal presentimiento, a sabiendas de que era el mismo SeungHo quien había provocado esto, y el hombre ni se molestaba en buscar a su hijo.

Ciertamente, la relación entre JungKook y SeungHo fue disolviéndose con el tiempo. Mientras más violento se volvía JungKook, éste más odiaba a su padre, y se atrevía a decir que viceversa. SeungHo dejó de ser el mismo años atrás, y ya ni siquiera su familia era motivo por el cual cambiar y ser mejor persona, por el contrario, quiso convertirlos a todos ellos en la misma basura que él era. JungKook fue un adolescente rebelde, y su padre no soportaba eso, no soportaba el que el chico pasara sobre él como si no fuese nada, y que al crecer, éste fuera aún peor. Sólo se dirigían la palabra cuando se trataba de trabajo y dinero, de ahí en fuera nada más importaba. YoonGi estuvo ahí todo el tiempo, observando en silencio, contando las noches en las que el JungKook infante y adolescente lloraba en su habitación hasta quedarse dormido, balbuceando entre lágrimas que esa no era la vida que él quería. Y ciertamente, él tampoco.

YoonGi sabía que en el fondo JungKook odiaba la caza, casi tanto como él mismo la odiaba. Pero por alguna razón el azabache nunca paró, tal vez debido al odio que se construyó él mismo en su interior, y la impotencia por no poder cambiar su vida a algo mejor.

En su mundo no existía algo como eso; no había algo mejor. No lo conocía.

Y era por eso que YoonGi siempre fue como el sustituto de un padre. Él recordó cuando eran más jóvenes y a JungKook le gustaba decir que YoonGi era su único y real hermano, ya que ni siquiera con JinHan lograba congeniar, aún cuando en un punto se llevaron de maravilla.

YoonGi preparaba a su caballo con esos pensamientos en su cabeza, y pareció haber invocado a cierta persona, quien estaba detrás de él ahora.

  —¿Saldrás tan tarde? —JinHan preguntó con los brazos cruzados, observando cada uno de sus movimientos. YoonGi rodó los ojos y se dirigió a la muchacha.

JinHan no era una mala persona, por el contrario, creía que la chica era demasiado brillante como para dejarse influenciar por su padre. Ella tampoco cazaba, pero incluso le faltó muy poco para ello.

JinHan y JungKook habían sido muy unidos en su infancia, hasta que el azabache cambió la actitud y se alejaron. A duras penas hablaban, y de hacerlo, eran simples monosílabos incómodos. La familia Jeon se caía a pedazos lentamente, y YoonGi sentía pena y culpa hasta cierto punto, pues creía que todos estarían mejor si SeungHo no estuviera más en sus vidas.

  —Preguntas lo obvio, Jin. —musitó el pelinegro, terminando de ajustarle la silla a su caballo.

  —Sólo quería venir a advertirte, es todo. —YoonGi la observó. Sabía lo que quería decir.

  —Me importa una mierda lo que SeungHo quiera hacer conmigo. Ninguno de nosotros sabe dónde demonios se metió JungKook y necesito ir a buscarlo. A su diferencia, a mí sí me importa. —Ella le frunció el ceño.

  —¿Tú crees que a mí no me importa? El que JungKook y yo no tengamos ya la misma relación no quiere decir que de la noche a la mañana dejé de preocuparme por él. Sigue siendo mi hermano también, YoonGi, ¿si lo recuerdas?

  —Lo recuerdo bien, así como recuerdo que tampoco has movido un sólo dedo para buscarlo. Tú sabes tanto como yo que algo pasó, JungKook nunca tarda en regresar, ni siquiera por más difícil que sea el trabajo. —YoonGi trepó al caballo, y JinHan llegó hasta él a zancadas, sosteniendo las riendas para que el pelinegro no se fuera todavía.

  —Tú sabes que papá está sobre mí todo el tiempo, y escuché claramente cómo te dijo el otro día que serías hombre muerto si intentabas interponerte en el encargo que le hizo a JungKook, ¿tú qué crees que me espera a mí entonces? —YoonGi hizo una mueca, exhalando con pesadez.

Era cierto. Todo.

Un silencio incómodo de algunos segundos los rodeó, YoonGi iba a emprender camino, pero la voz de la chica le interrumpió el acto: —Déjame ir contigo.

YoonGi negó inmediatamente.

  —No voy a arriesgarte. Lo mejor es que te quedes aquí y me cubras, no dejes que SeungHo sepa que me he ido a buscarlo… ¿puedes hacer eso por mí? —La seriedad con la que habló sólo hizo a JinHan sentirse impotente, pero sabía que era lo mejor—, Jin…

  —Está bien, puedo cubrirte, pero no por mucho tiempo o se dará cuenta; asegúrate de no tardar demasiado. —dijo rendida, dejando las riendas del caballo para que YoonGi pudiera marcharse.

  —Regresaré pronto.

  —Cuídate, YoonGi.

Llegó al amanecer. YoonGi intentaba ignorar el sueño que traía encima, pues ahora tenía que comenzar a buscar, aunque ya sabía exactamente en dónde. Al saber que SeungHo había enviado a JungKook a matar al príncipe era obvio que debía estar en un sólo lugar: El reino.

No era la primera vez que YoonGi entraba a Cravytian sin ser descubierto. Los años en los que estuvo cazando aprendió varios atajos para entrar sin ser visto, sin hacer ruido y sin dejar rastros. Rodeó una parte del perímetro por fuera, decidiendo entrar desde el bosque.

Una vez dentro, a lo lejos divisó el castillo, rodeado de hombres, por supuesto. Tendría que esperar a que cambiaran de turno para poder escabullirse. Jamás pensó que eso fuera tan rápido, al menos media hora después los guardias tuvieron movimiento y la parte trasera del castillo quedó vacía. Fue su oportunidad. Obviamente no iba a entrar directo al área, así que se escabulló detrás de un árbol cercano al divisar a un guardia acercarse; ¿ahora cómo iba a pasar? Si se quedaba ahí lo verían.

Respiró hondo y esperó; no demasiado, pues escuchó una voz llamando a los guardias, y éstos se alejaron lo suficiente para que pudiera avanzar.

Logró llegar hasta el jardín cercano al castillo, donde los muros, los arbustos y las fuentes podían ser de ayuda al momento de querer esconderse.

La suerte puede que haya estado de su lado. En el momento en que escuchó pasos cerca de él, estuvo a punto de atacar a quien sea que fuera antes de que lo atacaran a él, pero se encontró con el idiota que estaba buscando.

JungKook le daba la espalda, pues había pasado de largo de donde estaba escondiéndose. YoonGi olfateó al aire, haciendo una mueca de desagrado y consternación.

   —No puedo creer lo que has hecho… —La voz de YoonGi hizo sobresaltar al cazador, quien se giró con la expresión asustada y confundida; su ceño se suavizó al ver a YoonGi ahí.

  —¿YoonGi? ¿Qué haces aquí? —susurró, mirando a todos lados después, creyendo que alguien podría verlos.

  —¿Cómo que qué hago aquí, imbécil? Llevas casi dos semanas desparecido, y me encuentro con la sorpresa de que apestas a un alfa… ¡JungKook, qué diablos! —El azabache se puso el dedo índice contra los labios, en una clara señal de que YoonGi cerrara la boca. Lo arrastró del brazo hasta la parte trasera del castillo.

  —Voy a explicártelo. —dijo, acelerado. YoonGi seguía mirándolo con reproche, arrugando la nariz por el fuerte aroma de JungKook.

  —Me lo explicarás cuando volvamos. He venido aquí a espaldas de SeungHo; si se entera que vine por ti va a cortarme el maldito cuello.

  —Ni se te ocurra, no puedo irme de aquí todavía, no lo entiendes…

  —Entonces comienza a hablar, hay guardias merodeando por aquí. —JungKook bufó, peinándose el cabello con los dedos hacia atrás.

  —Bien, escucha, todavía no he matado al príncipe —comenzó.

  —JungKook…

  —Pareciera una estupidez… pero he hecho un trato con él. —YoonGi ahora sí le miró como si le hubiera salido un tercer ojo y una cabeza extra.

  —¡¿Un trato?! —JungKook le tapó la boca con la mano y YoonGi se la quitó de un manotazo—, tú sí eres idiota…

  —¡Escucha! Por supuesto que no fue un trato limpio, el chico piensa que quiero a uno de los suyos, no a él… me propuso que si yo le entregaba a uno de los nuestros, yo podría tomar a uno de los suyos, y me ha traído hasta aquí, porque así como yo no confío en él, él no confía en mí. Creyó que si me dejaba ir correría a decírselo a alguien.

  —¿A quién demonios quiere?

  —Todavía no lo sé, pero presiento que se trata de venganza.

  —¿Y el olor? ¿Qué hicieron contigo? —cuestionó el pelinegro mayor, todavía aspirando el nuevo aroma.

  —Me inyectaron una esencia artificial, para poder pasar como un guardián del príncipe y no levantar sospechas. Créeme que ese chico tiene muchos secretos que no deben salir a la luz, y sé que ahora tengo ventaja. —JungKook se sintió abrumado luego de decir eso.

  —¿Y después qué? ¿De verdad vas a matarlo? No quiero ser aguafiestas, JungKook pero no parece que puedas salir completamente ileso de esto. —Lo sabía, lo tenía muy consciente.

  —Tal vez no, pero no podré regresar si no le llevo la cabeza del príncipe a mi padre, claramente dijo que iba a desterrarme. Y tampoco puedo salir de aquí, el licántropo no me dejará ir sin obtener lo que él quiere.

  —Estás entre la espada y la pared, Kook… y será mejor que pienses bien lo que estás a punto de hacer. —JungKook frunció el ceño.

  —¿Qué quieres decir?

  —No tienes que hacerlo… y sabes, joder JungKook, sabes que tampoco tienes que volver, podemos irnos de ahí, podemos mandar a la mierda a SeungHo. —En los ojos de YoonGi no había otro brillo más que el de la verdad, una esperanza que brotó desde lo más profundo—, piénsalo, es tu oportunidad para dejar de hacer lo que tanto odias. Yo sé que no es lo que quieres, y también sé que no matarás a ese chico.

Odiaba a YoonGi, odiaba a YoonGi porque siempre tenía la boca llena de razón, y no había forma de rebatir sus ideales ni sus argumentos; era cierto, no quería hacerlo, y no porque fuera el príncipe, no porque le… simplemente no quería seguir asesinando.

Pero era su pellejo o el de alguien más. ¿Qué debía hacer entonces?

  —SeungHo nos mataría a los dos. —espetó con seriedad.

  —Quiero ver que lo intente.

JungKook intentó respirar profundamente, pero un peso se instaló en su pecho… una angustia que lo invadió de repente.

  —De cualquier forma… no será fácil irme de aquí, necesito tiempo para idear algo. —apresuró. YoonGi asintió con la cabeza.

YoonGi comenzó a hablar, pero a los oídos de JungKook no llegaban con claridad sus palabras. Se sostuvo del muro a un lado del mayor y sintió que la cabeza le daba vueltas. Podía sentir todavía esa presión molesta en el pecho y un tintineo al oído que le llamaba por algo que andaba fuera de lugar, y no entendía qué es lo que era. Pero se sentía ansioso, desesperado, su estómago dio un tirón molesto que le hizo estremecer.

  —T-tengo que volver. —murmuró, sin escuchar más lo que YoonGi decía. El pelinegro mayor frunció el ceño.

  —¿A dónde? JungKook, ¿estás bien? —preguntó al observar su semblante, se encontraba sonrojado, sus pupilas dilatas y su pecho subiendo y bajando por la respiración acelerada.

  —Al castillo, antes de que alguien se dé cuenta de que me he alejado. Ahora tú debes irte, asegúrate de contactarme en unos días. Estaré bien. —fue lo último que dijo antes de dejar a YoonGi plantado ahí, confundido… y angustiado.

  —¡JungKook, espera!

Corrió, sintiendo otra vez esa extraña punzada en el corazón. Tal vez si tomaba un baño se sentiría mejor, y así el agua fría se llevaría el estrés que comenzaba a sentir. Se dirigió a su habitación, hasta que una idea le cruzó la mente, como algo que le decía que debía hacer otra cosa antes, una preocupación, un…

Dio vuelta en el mismo pasillo donde se detuvo, y ya no tenía forma de parar, sus pies se movieron por sí solos.

Al acercarse cada vez más a su destino, se detuvo abruptamente al ver cómo el alfa guardián del príncipe salía de su habitación con prisa. Parecía furioso como la mierda, el profundo gruñido bajo llegó hasta los oídos de JungKook, quien de pronto también se sintió rabioso. Lo observó irse, hasta asegurarse que estaba lo suficientemente lejos para seguir avanzando. Entró rápidamente sin mucho cuidado, y había sido eso una mala idea, ya que una fuerte ráfaga de la esencia dulce colmó en lo más profundo de su olfato, mareándolo al punto que su vista quedó nublada. Intentó componerse, dirigiendo sus ojos directamente a la amplia cama, donde un rubio con una expresión angustiada le miraba fijamente. Se sintió todavía más furioso al ver su estado.

  —¿Qué hacía él aquí? —bramó con la voz ronca, notando la forma en la que el cuerpo del rubio se estremeció ante su tono.

JungKook no era un idiota. Podría no ser un licántropo, pero sabía lo suficiente gracias a YoonGi acerca de su cultura y de ellos en general; por lo tanto sabía lo que era un celo, y sabía que era justo lo que estaba azotando a TaeHyung en este momento.

No se movió de su lugar en la puerta, no hasta que TaeHyung respondiera su pregunta.

  —¿Dejaste que te tocara? —espetó de nuevo, con la mandíbula apretada y el sudor frío recorriendo su espalda. Si el aroma no lo noqueaba lo haría la apariencia miserable del omega a unos pasos de él.

TaeHyung permanecía sentado sobre sus talones en el mullido colchón, entre almohadas y sábanas desordenadas. La camisa de su pijama de seda estaba abierta, y tanto su pecho pálido como su blando abdomen estaban a la vista. La piel perlada de una ligera capa de sudor. Su cabello era un desastre y sus ojos dorados no eran más dorados, pues sus pupilas estaban tan dilatadas que ahora sus ojos eran como un par de abismos negros y brillantes. Su pecho subía y bajaba acelerado, como si hubiese estado corriendo por horas, pero sabía que no era más que la excitación recorriéndole, acelerando su respiración.

Y sus labios… JungKook se perdió en el rojo de sus labios llenos y húmedos, entreabiertos para permitir más paso de aire. Aire que necesitaba urgentemente o colapsaría.

  —No… —TaeHyung susurró, casi sin voz, temblando y observando fijamente al cazador.

  —Te lo he advertido, y si te puso una mano encima otra vez… —comenzó, iracundo.

  —JungKook. —el cazador jadeó, deteniéndose— No me ha tocado. No he dejado que me toque.

Eso fue más que suficiente para él. Llegando a zancadas hasta el príncipe, subió con agilidad a la cama, tomándolo entre sus brazos para besarlo con toda la ansiedad que sentía. El gemido largo y tendido de TaeHyung provocó la pérdida de razón en el cazador, quien se sentó en la cama con el rubio en sus piernas, mientras le quitaba la ropa sin mucho cuidado.

TaeHyung, desesperado, intentaba hacer lo mismo: deshacerse de la ropa del cazador, pero sus torpes dedos no alcanzaban ni siquiera a desabotonar la camisa. Su cuerpo entero en temblores.

  —¿Te molesta la idea de que ese alfa pudo haberme tocado? —tarareó TaeHyung, rindiéndose con la camisa.

El sonido que emanó de la garganta de JungKook fue su respuesta, junto con la mordida que propinó en su hombro, sacándole un agudo gemido.

  —No es como que tú puedas hacer algo tampoco. No eres un alfa. —JungKook no cayó en la provocación, por el contrario, le respondió.

  —¿Cuál es la diferencia? ¿El punto no es complacerte? Además, huelo a un alfa, y te gusta… yo sé que te gusta mi aroma. Sólo déjate guiar por eso si sientes que necesitas aferrarte a algo. —TaeHyung suspiró, sosteniéndose de los anchos hombros, cuando los suaves labios le besaron el cuello con lentitud y hambre—, Déjame intentarlo, te prometo que puedo hacerte sentir incluso mejor… —murmuró a su oído, bajando los besos húmedos a su cuello, donde el omega gimió sin poder evitarlo. Su cuello más sensible que nunca.

El celo era pura neblina en su cerebro; no podía pensar más allá del querer ser usado por aquel hombre, una y otra, y otra vez. No existía el raciocinio, no existía nada más que el cuerpo de JungKook junto al suyo. Y este último lo sabía, malditamente lo sabía, porque TaeHyung no era el mismo, no era ni por mínimo el tipo arrogante e imbécil que conoce. Éste TaeHyung eran una bola de nervios y ansias, sumisa y dócil, deseosa y anhelante de alguna caricia que le aliviara.

Al fin y al cabo, era su instinto animal clamando por aparearse.

Y casi fue como… como si por un momento no se odiaran.

JungKook se dejó llevar, quitando todo pensamiento extra que no incluyera al omega encima de él, el cual se restregaba contra su entrepierna como si su vida dependiera de ello.

  —Levántate, voy a quitarte el pantalón. —murmuró el cazador, absorto en los sonidos dulces provenientes de la boca ajena. Luego escuchó una queja.

  —Primero quítate la ropa. —exigió el rubio, mordiendo el cuello de JungKook con toda la ansiedad que sentía, sus colmillos haciéndole más daño. Éste echó la cabeza hacia atrás, dándole el suficiente espacio para que besara y lamiera a sus anchas.

  —No puedo hacerlo contigo encima. —respondió de vuelta y TaeHyung gruñó, dejándole una mordida más fuerte en su hombro, pero no la suficiente como para hacerlo sangrar. JungKook se quejó un poco, pero nada que no pudiera soportar.

TaeHyung, encaprichado, se dejó caer de espaldas a la cama, sosteniendo su peso sobre sus codos para observar al cazador desabotonar su camisa. Casi ronroneó al verlo sin ella, tragando saliva por la excelente vista del duro y esculpido abdomen. Por inercia quiso juntar las rodillas, apretar las piernas, pero las manos del azabache no se lo permitieron, separándolas de nuevo antes de ponerse de rodillas en la cama, desabrochándose el pantalón.

Tan concentrado estaba en lo que hacía que no advirtió al omega acercarse a él, hasta que lo tuvo sobre sus manos y rodillas, agachándose para besarle debajo del ombligo, arrastrando sus labios a lo largo de todo su vientre. JungKook jadeó, no supo si por la sorpresa o por el ferviente calor que subía por la boca de su estómago. Enredó los cabellos rubios entre los dedos de su mano izquierda y dejó que el mismo TaeHyung le bajara el pantalón hasta sus muslos. Suaves mordidas bajaron de la sensible piel hasta que sus colmillos rozaron el elástico de su ropa interior.

Los ojos del lobo le miraron desde abajo, con esa maldad coqueta propia de él, deshaciéndose de la fina tela antes de meterse su erección a la boca. No tuvo que pensarlo demasiado antes.

El cazador siseó al sentir la vibración del gemido que soltó el omega, y casi cierra sus ojos. JungKook ya no estaba en sus cinco sentidos, así como tampoco podía creerse que la persona con la que estaba haciendo esto era el príncipe. La persona que se supone no debería tener entre las piernas. Ese pensamiento se desvaneció tan rápido como el rubio aceleró los movimientos de su cabeza al subir y bajar, así como la lengua que le acariciaba con júbilo.

Las arcadas fueron en aumento, pero eso no fue impedimento para el omega, no hasta que las lágrimas cayeron por las esquinas de sus ojos cerrados. JungKook le apartó, jalándole del cabello. La saliva conectada en un hilo de su boca al miembro del cazador. El omega lucía… desastroso; los ojos brillantes, acuosos y anhelantes, los labios hinchados y rojos, la saliva cayendo por sus comisuras, el ceño fruncido en deseo.

Fue demasiado para él cuando, al acariciar el labio inferior del príncipe, éste lo metiera a su boca sin quitarle los ojos de encima, chupando su pulgar y jugando con la punta de su lengua. TaeHyung regresó la vista a su miembro, sus pupilas dilatándose todavía más. JungKook no desaprovechó la oportunidad para jugar con él como quería.

  —¿Te gusta? —inquirió con la voz ronca por la excitación. El omega asintió con la cabeza, y JungKook terminó por desnudarse para abrirse paso entre las piernas del príncipe.

Le sacó los pantalones de pijama con lentitud, encargándose de acariciar la extensión de sus largas piernas en el proceso, deleitándose con la suavidad de éstas. TaeHyung no llevaba ropa interior de todas maneras, así que terminó por inclinarse y volver a besarlo.

El omega soltó un largo y sonoro gemido, cerrando los ojos, sintiendo la húmeda lengua del cazador pasearse de su cuello a su pecho.

Las manos del azabache se pasearon por su torso, hasta que sus dedos se deslizaron entre sus muslos; y como esperaba, estaban húmedos y temblorosos. Su dedo medio se adentró entre sus nalgas y lo pasó superficialmente por el esfínter de TaeHyung. Los labios en su pecho, su lengua deslizándose por los erectos pezones.

TaeHyung comenzó a lloriquear: —Por favor, por favor… —rogó con los ojos derramando lágrimas de frustración, empujando sus caderas contra los dedos de JungKook, totalmente ido y desesperado.

Decir que su súplica no había encendido a JungKook sería una vil mentira.

Entonces adentró su dedo con facilidad. Ambos gimieron.

  —JungKook… JungKook, escúchame… —El cazador se detuvo. Las manos del omega acunaron su rostro, obligándolo a mirarle fijamente. En sus ojos encontró algo que le descolocó de mil maneras. TaeHyung abrazó sus caderas con las piernas y habló: —Olvídate de todo lo que ha pasado entre nosotros… olvida por un momento que soy un dolor de cabeza para ti y tómame como si me desearas. Como si me desearas de verdad.

La boca de JungKook se secó un instante, intentando procesar sus palabras. En su lugar retomó el movimiento de su dedo, añadiendo otro después, torciéndolos en su interior hasta que lo hizo lloriquear.

  —Lo hago. No necesitas pedirme que te desee porque ya lo hago, TaeHyung… todo este tiempo lo he hecho. —musitó, observando atento sus muecas de placer—. Mírame.

TaeHyung gimió, pero se obligó a abrir sus ojos, su cuerpo sacudiéndose cada que los dedos de JungKook tocaban ese punto dentro de él, ese que le hacía ver estrellas.

  —Tócate para mí, quiero verte. —JungKook lamió sus labios, y sintió a TaeHyung convulsionar, golpeando una y otra vez dentro de él. El rubio hizo caso, bajando su brazo para tomar su desatendido miembro y acariciarlo a un ritmo constante, sintiendo el orgasmo muy pronto construirse en su vientre bajo.

TaeHyung estaba ridículamente mojado. El chapoteo que provocaban las estocadas de sus dedos contra la humedad estaba moliéndole el cerebro al azabache. Repartió besos por la mejilla y mandíbula del omega cuando éste chilló; su cuerpo se sacudió más fuerte y pronto lo tenía corriéndose, manchando sus cuerpos. Las olas de su orgasmo le dejaron aturdido, el omega balbuceando cosas inteligibles, su mano libre sosteniendo con fuerza el cabello de la nuca de JungKook, en la búsqueda por sus labios, para un beso que le ayudara a sobrellevar el arrasador orgasmo.

Se lo concedió, besándolo con hambre, sacando sus dedos de TaeHyung una vez se había calmado. Pero claro que eso no había sido todo.

Ahora que lo tenía así de sensible JungKook no dudó ni un poco en continuar. TaeHyung gritó una vez entró en él con lentitud, sus bonitos ojos llorosos le miraron casi suplicante, su boca abierta intentando emitir más sonidos… pero estaba casi mudo en ese momento, sintiendo al cazador abrirse paso en su interior, estirándolo como nunca.

  —JungKook, JungKook, JungKook… —infinidad de veces su nombre se escurrió dulcemente de sus labios, gimiéndole al oído mientras le embestía con moderación.

En cuanto JungKook aceleró las embestidas, el ruido en la habitación incrementó, los gemidos de ambos, las pieles húmedas chocando, TaeHyung rogando.

  —Voy a… JungKook, voy a… —TaeHyung se aferró a su espalda, retorciéndose por su próximo orgasmo, pero rápidamente fue bajado de su nube.

  —Todavía no, precioso. —JungKook lo sostuvo y se impulsó para cargarlo, quedando sentado sobre sus talones en la cama con el omega encima. Eso provocó que entrara más profundo, sacándole otro lloriqueo al rubio.

Su cuerpo entero convulsionaba en espasmos. Estaba sensible, pero quería más. El celo incrementando conforme pasaba el tiempo. TaeHyung saboreó el apodo dentro de sí, sintiéndose complacido, sin embargo, no quería y no diría nada, a sabiendas de que JungKook no planeaba decirlo realmente, simplemente había resbalado de su lengua.

O eso creía.

  —Joder, estás empapado. —siseó el cazador, enterrando su nariz en su cuello, aspirando el delicioso aroma que emanaba y le erizaba la piel. Todo mientras el omega saltaba ansioso sobre él.

  —N-no tengo fuerzas, necesito… —sollozó el omega, sintiendo sus piernas acalambrarse unos minutos después. La posición le gustaba pero quería que JungKook lo hiciera, quería que…

No necesitó decir más, el azabache volvió a sostenerlo, pero lo único que hizo fue inclinar su cuerpo hacia adelante, sosteniéndose de la cabecera de la cama para así poder únicamente impulsar sus caderas contra TaeHyung. El omega se aferró con fuerza a él cuando empezó a penetrarlo con violencia. La parte superior de su cuerpo estaba flotando en el aire, y si no fuera porque estaba abrazando al azabache por el cuello, caería contra el colchón. La fuerza del cazador lograba excitarlo todavía más.

En ese ángulo fácilmente estaba dando contra su próstata.

Los graves gemidos de JungKook estaban volviéndolo loco, sus ojos rodaron detrás de su cráneo cuando sintió su segundo orgasmo explotar, tanto en su interior —justamente en su próstata ya sensible—, como en las largas tiras de semen que volvieron a ensuciar el cuerpo del azabache.

JungKook siguió golpeando contra él, sobresaltando con un gritito al omega cuando palmeó con fuerza uno de sus muslos.

  —Jung… JungKook, n-no más, no más… —lloriqueó. La sensibilidad causándole cierto dolor, aunque no el suficiente como para hacerlo sufrir. Solamente necesitaba que el contrario bajara el ritmo, pero éste no dio tregua.

El cuerpo del omega estaba listo para recibir un nudo que nunca llegaría, y por alguna razón TaeHyung comenzó a estar consciente de ello en ese momento, cuando expuso su cuello por inercia hacia el cazador, quien únicamente le besó allí donde realmente quería que le mordiera.

Pero no tendría ningún sentido.

Las lágrimas corrieron como cascada por sus mejillas, en una mezcla de placer, dolor y frustración.

JungKook, al notar aquello, salió despacio del príncipe, quien jadeó. La sobre estimulación mantenía sus piernas temblorosas como gelatina.

JungKook lo recostó nuevamente, tocándose a sí mismo sobre el príncipe, mientras le comía la boca. El delicioso beso excitando tanto al omega. Pero simplemente no podía tomarlo más, o sentía que moriría.

Sostuvo las mejillas del azabache mientras seguían besándose, sin demasiada prisa, enredando sus lenguas, gimiendo en la boca del otro. JungKook gimió más profundo por un momento, su cuerpo tensándose. TaeHyung entonces sintió la tibia esencia mancharle el abdomen hasta el pecho, y gimió también, como si la liberación de su amante hubiera sido la suya.

Se quedaron en medio del beso por unos minutos más, tranquilizándose y dándose caricias mutuas que marearon al omega, el cual ya estaba sintiendo el peso del sueño caerle encima. Ahora sus labios apenas se movían sobre los del cazador, a lo cual éste sonrió en medio del lánguido beso, cediendo.

Se quitó de encima del príncipe, observándolo dormitar, ya con sus brazos alrededor de su cuello, rindiéndose. Se deshizo del agarre, y con la sábana limpio sus cuerpos, ya después dejaría que TaeHyung le gritara por eso. Una vez hecho, acomodó al omega en la almohada, y éste se dejó hacer.

Lo observó un segundo antes de pensar que lo mejor sería irse, ya que cuando pasara la neblina del celo TaeHyung probablemente odiaría verlo ahí, así que hizo amago de salir de la cama, pero la mano del rubio lo jaló hacía él.

  —Puedes quedarte… si quieres. —murmuró, ya casi quedándose dormido. JungKook tragó saliva, debatiéndose mentalmente, pero…

Bien, ya estaba ahí.

Se recostó a un lado del rubio. Éste pareció percibir su calor —o tal vez su aroma— y se aferró a él por inercia, recostándose sobre su pecho. A JungKook se le revolvió el estómago, pues la euforia había pasado ya y ahora podía pensar con claridad.

En ese momento la realidad le golpeó… no, le azotó de tal forma que sintió una profunda angustia en el pecho. Porque, mientras miraba al lobo de ojos amarillos dormir a su lado, entendió que ya era muy tarde, y que lo más probable era que a esas alturas…

No iba a poder matarlo.

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