CAPÍTULO V
No podía controlarlo, el dolor era insoportable.
Se retorció en la cama una vez más al sentir el calambre directo en el estómago, sus músculos se tensaron con dolor, como si éstos estuviesen desgarrándose. Mordió la tela de su camisa, aguantando los alaridos que quiso soltar. Su vista nublada y su cabeza dando vueltas al punto de parecer que la jaqueca le empujaría el cerebro por los oídos.
Estos no debían ser los efectos secundarios, y si lo eran, la maldita mujer le había mentido, esto iba más allá de lo que se esperó soportar.
Jadeó, intentando recuperar algo de aire, sentándose sobre la cama, la camiseta que se había quitado todavía entre sus dientes, el torso entero sudoroso y su rostro estaba ardiendo en rojo. Había ventilación, pero no la suficiente, y se sentía dentro de un horno, producto del dolor que estaba sintiendo. Incluso más allá de eso, algo más lo estaba asfixiando, un potente olor que aún no podía identificar; como si estuvieran prendiendo leña, como si estuviesen cocinando algo al carbón. Podía oler incluso el calor. Pero había otro aroma también, uno sumado al primero, y ese le molestó todavía más. Las venas en sus brazos saltaron al sujetarse con fuerza de la orilla de la cama.
Tres toques suaves en la puerta se filtraron apenas por sus aturdidos oídos, y miró hacía ella con los ojos inyectados en sangre, apenas visualizando el metal entre los mechones húmedos del cabello que caía por ellos.
JungKook hizo amago de levantarse, pero otra oleada de intenso dolor abdominal le hizo encogerse sobre sí mismo, abriendo la boca por inercia, soltando la camiseta para por fin exteriorizar en un grito gutural su dolor.
—Sólo respira, el dolor cesará pronto.
La voz apenas audible a través de la puerta metálica le distrajo un poco, prestando más atención, aún dentro de su confusión.
—¿Qué demonios m-me pasa…? —Jadeó, tras soportar otro espasmo. A este punto sentía que en cualquier momento iba a desmayarse.
—Es el proceso, no sólo tu aroma está cambiando, lo hacen tus células; se transforman, tus hormonas se disparan y tu cuerpo necesita adaptarse. No durará demasiado, sólo aguanta.
Demasiado… ¿cuánto? Él sentía que llevaba una eternidad sumergido en dolor, en ardor, en sufrimiento; como si estuvieran rasgándole la piel y estirando sus órganos, como si le molieran el vientre con un mortero y le martillaran el cráneo.
Cayó de rodillas al suelo, sus ojos cerrándose, destellos de luces sobre el fondo negro que comenzaba a divisar.
—Es por lo que se debe pasar.
Eso fue lo último que escuchó, antes de caer de bruces al suelo. Inconsciente.
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Despertó agitado, sudoroso, su corazón latiendo tan rápido que le dolía el pecho. Miró a todos lados, sosteniéndose de la superficie suave de la… cama.
—¿Cómo te sientes? —A su lado, Nía anotaba algo en una libreta, sentada en un banco revisando su estado. JungKook frunció el ceño e intentó calmarse, recordando lo que había sucedido antes de caer inconsciente. Ya no dolía, se había ido.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, casi sin aire. Nía se sacó los anteojos.
—Cuidando de ti, ¿qué más? —La mujer pelirroja de bata blanca se levantó, caminando hacia el mueble que tenía una jarra con agua y hielos. Sirvió en un vaso—, A nadie aquí le preocupas, así que hubiera sido muy fácil dejarte agonizar, pero mi ética y moral como médico no me dejó hacer lo mismo, así que hice lo que pude.
JungKook se enderezó en la cama cuando le tendieron el vaso con agua, acabándose el contenido de un trago. Pidió otro.
—Igual me desmayé, no veo en qué me ayudaste exactamente. —vociferó con la voz ronca y rota, por haberse quejado y gritado tanto.
—Te ayudé como pude, créeme. Quién sabe qué hubiese pasado si entraba a esta habitación contigo en el estado en el que estabas. —JungKook frunció el ceño, y dejó el vaso en la mesa de noche—, ¿Sientes algo distinto?
El azabache miró al frente, analizando… Sí, había algo diferente, se sentía de otra forma, pero no una negativa, ya no dolía nada, pero sentía algo encima, algo que le aceleraba el pulso al pensarlo y concentrarse.
—Funcionó, ¿cierto? —Nía asintió y frunció la nariz para molestarlo.
—Apestas como no tienes una idea, así que sí. —JungKook hizo una mueca, hasta ese momento fue que percibió el olor en el aire.
—¿Es molesto? —preguntó, algo asustado. Él no se podía percibir como los demás lo hacían así que quiso asegurarse de no apestar como una mofeta.
Nía se encogió de hombros: —Si tu pregunta es si hueles mal, no, pero sí es molesto; los primeros días tu aroma será intenso, por el repentino cambio, pero irá disminuyendo.
JungKook miró a la puerta, intentando retener todas las preguntas que tenía en mente, pero no fue necesario, Nía siguió hablando, aclarando algunas de ellas.
—Te recomiendo quedarte aquí un par de días… bueno, no es como si pudieras salir de todas formas—, se mofó, luego carraspeó para continuar—, así no perturbas a nadie con la nueva esencia. Esta habitación retiene tu aroma, por lo tanto estará mejor así.
—¿Perturbar? —JungKook inquirió con una ceja levantada.
Nía estuvo a punto de abrir la boca, recordando que el chico no sabía nada acerca del estado del príncipe ni de su raza real. Carraspeó, metiendo las manos en los bolsillos de su bata.
—Sí, te he dicho ya que tu aroma es intenso, al ser inducido, es decir, una esencia artificial… penetra más en el olfato de todos aquí, y no queremos problemas, ¿o sí? —JungKook presionó la lengua en el interior de su mejilla y negó—, bien, deberías tomar un baño, mientras iré a pedir que te traigan algo de comer.
Nía se levantó, yendo hacia la puerta, girándose por última vez para decir: —Y debes descansar, en cuanto puedas salir el príncipe estará esperándote para hablar contigo de algo importante. Son sus órdenes, no las mías.
—¿Y qué es eso tan importante? —preguntó a la mujer.
—Ya lo verás…
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Transcurrieron exactamente los dos días que Nía recomendó, donde se quedó aislado en esa habitación preso de sus pensamientos y dudas, ansioso —por nada en específico—, pero sentía esa sensación oprimirle el pecho, acelerarle el corazón y nublar su cerebro.
No sólo era la esencia que cada vez más se iba asentando y podía identificar, se sentía diferente, como si con ese liquido que le inyectaron le hubieran cambiado el interior también. No sabía cómo explicarlo, y tampoco quería averiguarlo.
Nía fue la que llegó a dejarle ropa limpia, alegando que en media hora debía ir al salón principal a encontrarse con el príncipe, pues como ya había dicho, lo estaba esperando. JungKook sólo asintió, preparándose con las prendas elegidas luego de salir del baño. Elevó una ceja, la ropa no era extravagante como la del príncipe, era obvio, pero definitivamente no era algo que él pudiera usar, ni usaría nunca, por simple cuestión de jerarquía; así que se fajó la camisa, mirándose al espejo redondo del baño antes de salir. Tocó la puerta dos veces y los guardias le abrieron, viéndolos agachar la cabeza cuando salió. No le prestó mucha atención a eso y ellos lo guiaron hasta donde el príncipe.
TaeHyung movía su pierna izquierda con desesperación, odiaba que lo hicieran esperar, él era cero tolerante en cualquier sentido, y estaba seguro de que haría pagar a ese cazador idiota por…
El aroma llegó al olfato de TaeHyung, quien levantó la cabeza al percibirlo, acelerado por alguna razón. Sus ojos fueron a dar hacia la puerta por donde entraba un hombre de cabello negro.
Sin aire; él realmente se había quedado sin aire. JungKook entró con el cabello húmedo, la camisa blanca que le había mandado estaba abierta hasta su esternón, y los pantalones negros la ajustaban fajada en su cintura. Sus botas de piel no habían faltado, pero ya no se encontraban sucias, como anteriormente. TaeHyung no sólo se había quedado sin aire por la apariencia nueva del hombre frente a él, sino por… por el realmente atractivo olor a alfa que emanaba ahora.
No supo al instante cómo identificarlo, él olía a… petricor, incluso algo más amaderado, como a cedro o madera recién cortada. Quizá —también—, como un buen incienso, o al calor de una fogata. JungKook olía a bosque, olía a un verdadero alfa. El tipo de alfa con una esencia que a TaeHyung le atraía.
Esa mezcla de olores frescos e intensos removieron algo en su interior, tuvo que apretar las piernas y obligarse a cerrar la boca antes de que hicieran contacto visual. No tenía ganas de darle motivos para burlarse de él.
—Alteza… —JungKook le miró, haciendo una reverencia, pero parecía que no estaba de burla esta vez, sólo por eso no dijo nada acerca de ello.
—Veo que ha surgido efecto. —Comentó, ansioso, desesperado, afectado… quería olerlo más de cerca, aunque pudiera hacerlo a metros de distancia.. quería sentirlo más cerca, quería identificar cada aroma proveniente de ese hombre.
JungKook sólo asintió, sin muchas ganas de hablar sobre ello y lo realmente problemático que había sido pasar por el proceso: —Me han dicho que quieres hablar conmigo.
La serenidad con la que estaban manteniendo esa conversación estaba calándole extraño a ambos, pues no era normal, no cuando se habían conocido en medio de riñas, insultos y demás… TaeHyung intentó concentrarse, acomodándose en su silla. Agradeció haber enviado a NamJoon a revisar a su hermano más temprano esa mañana, así no tendría que lidiar con el alfa y el cazador peleando de nuevo, mucho menos ahora que JungKook desprendía tal aroma. NamJoon seguro se volvería un loco posesivo con él cuando lo oliese.
—Así es, quiero decirte que ya sé lo harás para mí a partir de ahora. Claro, todo lo que dure nuestro trato… —musitó el rubio, rompiendo el contacto visual por un momento para darle un sorbo a la copa casi vacía que yacía en su escritorio—, no habrás pensado que estarías aquí de gratis y en suma comodidad, ¿verdad?
JungKook quiso rodar los ojos, pero aguantó.
—Dime, ¿qué es lo que quieres? Aunque me lo imagino, y te diré que me niego rotundamente a convertirme en uno de tus sirvientes, si es así yo…
—Quiero que seas mi guardián, bueno… otro de ellos. —El príncipe le interrumpió con una seria mirada, sosteniendo su copa en alto.
—¿Cómo? —JungKook creyó haber oído todo mal, acercándose lentamente a él.
—Lo que oíste. Yo ya tengo a NamJoon, con el cual veo que no te pudiste llevar muy bien… —JungKook apretó la mandíbula, recordando al tipo alto que le estuvo retando cuando llegó—, él ya es mi guardián, y lo ha sido desde que tengo memoria, realmente no necesito a nadie más, pero dado que estás aquí y que procuramos que nadie sospeche de ti he tomado esa decisión.
—¿Y aquel tipo está de acuerdo? ¿O no lo sabe? —Por supuesto que NamJoon aún no lo sabía y TaeHyung ya ideaba el lío en que se metería al comentarle, pero no había otro modo, debía ceder. Ya se arreglaría con el alfa después.
—Lo sabrá pronto, y con eso quiero advertirte que no quiero volver a ver una escenita como la que armaron hace un par de días, pues no repararé en dictar consecuencias, ¿me oíste?
—¿Él me ataca y me amenazas a mí? ¿Quién es el que tiene colmillos y cola? —respondió con ironía, provocando en el rubio una mueca de molestia.
—No aprendes a cerrar la boca.
—Y no lo haré, estoy aquí pretendiendo ser algo que no soy, y sólo será mientras obtenga lo que quiero, mientras tanto no tengo porqué aguantar realmente tus órdenes. No eres mi rey, no eres ni siquiera igual a mí. —bramó, volviendo al mismo tono con el que se habían acostumbrado a hablarse, y eso sólo incrementó el enojo en el licántropo, quien se obligó a levantarse de la silla y caminar casi a zancadas hasta donde estaba el cazador. El sonido de la cachetada que le propinó resonó por todo el salón, dejando a JungKook muy quieto en su lugar, sorprendido.
—Escúchame bien, está más que claro que no somos iguales, tú eres un pobre ser inferior a mí y a cualquiera que resida aquí, quieras o no aceptarlo. Y tienes la mala suerte de estar bajo mi techo, así que mientras así sea acatarás mis órdenes porque aunque no sea un rey para ti, lo soy en este lugar y te has jodido, ¿me oíste? —TaeHyung gruñó desde lo profundo de su garganta, sus colmillos sobresalientes gracias a su mandíbula apretada. JungKook volteó la cara para mirar los agresivos ojos dorados que brillaban en furia. Todavía tocándose donde el príncipe le golpeó— ¡¿me oíste?!
Gritó, y JungKook volvió a enderezarse, encarándolo.
—Te oí. —musitó, bajo y arrastrado, completamente iracundo por impotencia. No, no le devolvería el golpe; no, no le gritaría y mucho menos seguiría discutiendo. Lo dejaría para después, se desquitaría cuando fuera el momento de cortarle la cabeza.
Los hombros de TaeHyung se destensaron y se alejó unos pasos, mareado por el nuevo olor del cazador.
—Lárgate ya, iré por ti más tarde, hay algo que tengo que hacer y como guardián tendrás que estar ahí.
JungKook no esperó más y se dio la vuelta, saliendo del salón, empujando con su ira burbujeante las puertas, denotando a TaeHyung lo mucho que se estaba conteniendo.
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—¿Qué sucedió? —NamJoon esperó a que el omega entrara a su habitación y fuera a sentarse en sus piernas. Olfateó discretamente, percibiendo el fuerte aroma venir de él. Apretó los labios.
—Necesito hablar contigo. —murmuró, sin mirarle.
—Sí, eso parece… —TaeHyung levantó la cabeza, la expresión del alfa no se veía muy amigable—, ¿con quién estuviste? Este olor no es tuyo.
Oh mierda, olvidaba por completo aquello. Ahora no sólo tendría que discutir sobre un tema, ahora había dos que dejar claros.
—Cálmate, ¿quieres? Es el cazador, le ha surgido efecto ya lo que Nía le dio, y el aroma es demasiado fuerte, sólo me he acercado a él. —explicó, sintiendo esa necesidad. Pelear con NamJoon nunca se había sentido correcto para él.
El alfa gruñó por lo bajo y lo apretó contra él, olisqueando su cuello, buscando su aroma propio, el cual estaba escondido por los inhibidores.
—Mejor no hablemos de eso. Dime ¿qué es lo que pasó? ¿por qué tienes esa cara de que hiciste alguna maldad? —NamJoon le pellizcó la nariz, y TaeHyung ocultó su media sonrisa.
—Le he asignado un trabajo… —NamJoon elevó una ceja, nada contento.
Ese par de días —mientras el cazador permanecía encerrado—, habían tenido una larga conversación acerca de lo que estaba sucediendo y por qué el beta estaba ahí; no fue difícil confesarle a NamJoon sus verdaderas intenciones, pues no había en quien confiara más, y sabía que el alfa no lo juzgaría. Aunque estuviese en contra, entendía que el odio que TaeHyung llevaba por dentro quisiera salir de alguna forma, y si con ese hombre podía llegar al culpable de la muerte de sus padres entonces estaba de acuerdo, sólo no quería que el tiro le saliera por la culata, pues aún tenía ese presentimiento. Su intención no era interponerse en el plan, pero no podía evitar sentir que simplemente algo no cuadraba allí y que ese hombre no le daba buena espina. No podía ir en contra de TaeHyung, de todos modos.
Por lo tanto, él —por su cuenta—, estaba tomando sus propias medidas, observando en silencio, obteniendo la suficiente información para saber qué hacer después. Si el príncipe estaba cegado por su odio, él no iba a estarlo para verlo sufrir más tarde por algo que haya salido mal. No confiaba en ese hombre, y él estaba atento a cualquier movimiento en falso que pudiera hacer para detenerlo, o acabarlo; cualquiera que llegara primero.
Le dijo y le advirtió que tuviera cuidado, que no cualquier cazador hubiese aceptado un trato que lucía tan sencillo con el príncipe de Cravytian; cualquiera sabía eso, pero TaeHyung parecía estar sumergido en una idea errónea. Él sabía que todo saldría mal.
Era sólo cuestión de tiempo.
—Ni siquiera quiero escucharlo de tu boca. —NamJoon se puso de pie, obligando al rubio a bajarse de sus piernas. TaeHyung suspiró, ¿era demasiado obvio?
—Joon… Esto es temporal.
—¿Temporal? ¡Por supuesto que es temporal! ¿Crees que voy a permitir que ese tipo esté cerca de ti todo el tiempo? ¡Peor aún! Rondando en el mismo espacio que yo... —El alfa no tenía ganas de aguantar su molestia, no tenía ganas de ser comprensivo y paciente. Estaba irritado, furioso, no quería que nadie se acercara a su omega.
Su omega…
NamJoon se detuvo en medio de su habitación, congelado, dándole la espalda al príncipe, quien seguía hablando, pero el alfa no pudo escucharlo; quedó estático pensando en lo que acababa de rondar su mente con una naturalidad caótica. No, no podía estar teniendo esos pensamientos ya, eso ya estaba enterrado.
—¿Joon? ¿Estás escuchándome? —La suave voz de TaeHyung a su espalda lo devolvió a la realidad, donde no podía sentirse de otra forma más que ofuscado y aturdido. Se giró, encontrándose con esa expresión que le derretía el interior—, Ya sé que no lo quieres, sé que está invadiendo nuestro territorio, pero necesito esto… necesito encontrar al culpable y no voy a descansar hasta hacerlo. No tomaré esa maldita corona hasta que corra su sangre entre mis dedos.
El tono de su voz fue cambiando, oscureciéndose… y eso sólo afectaba más al alfa.
—No quiero que te ensucies las manos, no voy a permitirlo. —espetó, sin mirarlo ya.
—Eso ya no te compete, debo hacerlo yo… ese peso sólo voy a cargarlo yo.
—¿A cambio de qué, TaeHyung? —El rubio se sobresaltó ante el tono, los ojos carmín de su guardián brillando como el fuego mismo—, Cuando la obtengas… tu venganza, ¿qué sigue? La muerte de nadie va a devolverte a tus padres.
Se arrepintió al momento de soltar aquellas palabras, pues la expresión del omega se quedó en blanco, ninguna emoción salió de él, y eso le asustaba.
TaeHyung demoró unos segundos en dar unos pasos al frente y obligar al alfa a rozar su nariz con la suya, todavía con esa expresión escalofriante que le erizó la piel. Entonces se colocó en punta para acercar sus labios a su oreja y susurrar: —¿Y si fuera yo? Y si fuera yo el que se ha ido a manos de un cazador… ¿dirías lo mismo? O ni siquiera importo tanto como para que sientas un poco de la ira que yo siento…
NamJoon apretó la mandíbula, sus ojos se aguaron y las uñas se enterraron en sus palmas gracias a sus puños apretados. Eso ni siquiera podía pensarlo.
—No digas tonterías. Movería montañas y derramaría sangre por ti, lo sabes. —Gruñó, aún en su lugar, con la impotencia que todo eso le causaba.
—Tienes razón, la muerte de nadie puede devolvernos a los que se han ido… pero mi corazón podrá descansar, podré despertar todos los días sabiendo que el sacrificio ha valido la pena. Sería un nuevo día donde el asesino de mis padres estaría muerto. —Culminó el príncipe, alejándose un poco para encararlo—. Intenta entenderme, esta es mi oportunidad.
El alfa se forzó a mirarlo, una lágrima traicionera rebosó de uno de sus dorados ojos, cuyos expresaban una súplica por la que NamJoon tendría que ceder.
Era cierto, si él perdiera a TaeHyung, no importaría quién tuviera que morir, no importaba lo que tuviera que acontecer. Sólo así lo comprendía.
Sostuvo el rostro acongojado de su príncipe, y con la intensidad con la que se han mirado desde hace tantos años, se acercó a besarlo, sólo para trasmitirle lo que sentía, y que aunque le costara… estaba de su lado, siempre lo estaría.
TaeHyung se sostuvo del cuello de su camisa, correspondiendo el beso lleno de sentimiento que el alfa le estaba dando, no prestó mucha atención al por qué, simplemente se dejó ir, porque era NamJoon, era su otra mitad, su compañero, su mejor amigo… todo en realidad. Si no fuera por él estaba seguro de que estaría perdido.
Y aunque nunca lo haya dicho en voz alta, también haría lo que fuera por él. Y sangre correría de igual forma si algo le sucediera.
No fue hasta que se sumergieron en un beso más profundo que el omega pudo sentir una presencia extra, una intensa mirada a sus espaldas.
—¿Cerraste la puerta? —susurró sobre sus labios, en medio de un beso que no podía terminar pronto. El alfa negó con la cabeza, empujándolo hacia la cama. La parte trasera de las rodillas del omega chocaron contra ella.
—¿Quieres que la cierre? —respondió el alfa, bajando sus besos por su cuello. TaeHyung abrió sus ojos, los mismos que conectaron con los del cazador, quien los miraba por el rabillo de la puerta abierta. TaeHyung sonrió, dejándose besar el cuello y las clavículas por el alfa.
—No, no pasa nada. —musitó lo suficientemente alto como para que la compañía escuchara.
A JungKook le importó muy poco el que lo haya descubierto, y arañó el muro de donde estaba sosteniéndose, observando cómo el descarado rubio se regocijaba de su intensa mirada mientras era besado y desvestido por otro hombre.
Sus ojos nunca perdieron los suyos y el omega permitió excitarse de más gracias a la intensa mirada sobre él, mordiendo sus labios cuando NamJoon se puso de rodillas. Sólo entonces el cazador rompió el contacto visual, con la mandíbula apretada y las aletas de su nariz abriéndose y cerrándose con furia, una furia que calentó al omega, quien se decepcionó un poco de que el chico no se quedara a observar todo el espectáculo, yéndose finalmente cuando NamJoon se llevó su erección a la boca.
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JungKook estaba ya en su habitación, sintiendo la vena en su frente resaltar y palpitar.
Intentó respirar profundo y calmarse más que otra cosa; sentía el pulso a tope, y su mente iba a mil por hora, ¿cuándo fue la última vez que se sintió así de ansioso? no lo sabía. No pudo desperdiciar la oportunidad de tener al guardia distraído conversando con la mucama para seguir al príncipe una vez lo vio salir del salón; gran error… ¿así que ese molesto tipo era su pareja o algo así? A JungKook debería importarle poco, pero en cuanto el príncipe se dio cuenta de su presencia y se atrevió a retarlo con la mirada, fue suficiente para él.
No debía sentirse así, lo sabía, pero ese niño rubio estaba volviéndolo loco. Joder, debía matarlo para antes de que entrara el invierno, tenía que continuar siendo neutral a lo que realmente sentía: Una atracción pura. ¿Cómo podía ser de otra forma? Era un jodido muñeco de porcelana andante, y si no abriera la boca quizá pensaría que sería la criatura más dulce que ha conocido… pero en realidad era un hijo de perra, y por alguna razón eso lo encendía.
Gruñó, tallándose la cara con las manos.
Ignoró los toques bruscos a la puerta más tarde, quedándose dormido después, pensando en todo lo que tendría que hacer para salir de ésta, pues sabía que tenía que ver al príncipe.
A la mañana siguiente no se salvó. TaeHyung entró a la habitación, sacándole las sábanas de encima para decirle que tenía diez minutos para vestirse y verlo en la entrada del castillo.
JungKook rodó los ojos y contó hasta diez, poniéndose la camisa y los pantalones casi con berrinche. No quería verlo todavía, no quería revivir lo de ayer, pues sentía esa bola de celos presionarle la garganta, no podía sacar de su cabeza la forma en la que lo estaban besando, y el cómo lo miraba con burla mientras lo hacían.
Se odió a sí mismo.
—Estaba a punto de irte a buscar si no salías en dos segundos. —TaeHyung se descruzó de brazos, los guardias de la entrada junto a él, esperando.
JungKook levantó la vista, tragando saliva al notar lo apuesto que se veía esa ocasión, su ondulado cabello rubio peinado, descubriendo su frente, la camisa blanca y holgada dejando a la vista sus afiladas clavículas, las mangas con holanes ajustadas a sus muñecas y el pantalón negro de cintura alta sólo le dejaba ver lo bien que se veía ese hombre con cualquier cosa que llevara puesta. Los dorados ojos llevaban una sombra carmín que los detallaba y afilaba más. Se quedó ahí, mirándolo hasta que el príncipe rodó los ojos, jalándolo del cuello de la camisa para arrastrarlo hacia afuera.
—¿A dónde vamos? —inquirió el cazador, curioso y también nervioso.
—Ahora eres mi guardián, así que deberás estar a mi lado casi siempre, al menos cuando NamJoon no pueda estar conmigo. —Joder, no necesitaba escuchar ese nombre otra vez, pero agradecía que el tipo no estuviera ahí en ese momento—, camina recto, ¿eres mi guardián o el perrito que tengo que sacar a pasear?
JungKook se enderezó, sin haberse dado cuenta de que caminaba con la cabeza gacha.
—Perrito… mira quién lo dice. —murmuró para sí mismo, con una risita, pero TaeHyung obviamente pudo oírlo, dedicándole una mirada de muerte—, joder, sólo bromeo.
El príncipe volvió la vista a su camino y pronto llegaron a un área fuera del castillo donde había establos.
—¿Alguna vez has hecho equitación? —TaeHyung levantó una de sus gruesas cejas, esperando por su respuesta.
—No como tal. —respondió con simpleza, cuando se acercaron a un particular establo donde yacía un precioso caballo blanco.
—Bien, entonces lo dejaremos para después, sólo daremos un paseo. Escoge un caballo y sígueme. —El rubio le colocó la silla a su caballo y JungKook fue a ver a los demás. Los guardias de la entrada los habían dejado solos una vez fuera del castillo, y con razón, pensando realmente que un verdadero guardián estaba cuidado del príncipe.
Sus ojos captaron a una yegua pinta y fue por ella, acariciando el costado de su cuello antes de colocarle la silla. El príncipe ya estaba alejándose, por lo que se apresuró a alcanzarlo.
Cabalgaron a paso lento por el área, en silencio, JungKook iba detrás de TaeHyung, observando cada uno de sus movimientos.
Llegaron a un prado que él jamás había visto, ni siquiera por todos los lugares a los que había ido antes vio cosa tan bella. Observó a su alrededor y un rato después el príncipe se detuvo, bajando del caballo. Él tuvo que hacerlo también.
—Caminaremos a partir de aquí. —musitó, tomando las riendas del caballo para adentrarse entre los árboles cercanos.
TaeHyung amarró a su caballo a un tronco y JungKook le siguió por un camino empedrado hasta un puente de madera, que daba vista a un río que pasaba por debajo.
JungKook se paró tras él, pero TaeHyung se inclinó un poco para asomarse por el puente, lo cual fue un error, al no notar lo cerca que estaba el cazador cerca de él. Se quedó congelado en su lugar, apretando entre sus manos la madera de la baranda del puente. Un escalofrío recorrió su espalda cuando las manos de JungKook sostuvieron suavemente sus caderas, al momento que su trasero rozó el muslo del cazador en su intento por agacharse.
—Deberías tener cuidado, no me gustaría tener que sacarte del agua si caes. —La voz baja a sus espaldas le obligó a enderezarse lentamente, pero JungKook nunca soltó el casi ligero agarre sobre sus caderas, se quedó ahí, hasta que estuvieron más cerca y pudo sentir su aliento a su oreja—, voy a tomarme en serio este trabajo.
TaeHyung no tenía la capacidad de sonrojarse, pero podía sentir sus orejas calientes, así como su pulso dispararse con violencia. Tuvo miedo de que JungKook pudiera escuchar sus furiosos latidos.
¿Por qué no se retiraba de todos modos? ¿Por qué quería —en su lugar—, que sus manos le tocaran con más presión? ¿Por qué quería girarse y respirarle de cerca? Su aroma todavía afectándole.
Lo hizo, se dio vuelta, quedando rápidamente apresado entre la baranda y el cuerpo ajeno, sus ojos conectaron con los del cazador, que podrían confundirse que lo miraban con burla, junto a esa ligera sonrisita en sus rosados labios, pero no era burla, era una clara provocación, una clara señal de… de algo que TaeHyung no quería ni siquiera profundizar en ello.
—Es mejor que nos vayamos, he olvidado hacer algo en el palacio. —excusó, bajito, casi sintiéndose pequeño en su presencia. El calor y el aroma fuerte y fresco a cedro mareándolo.
JungKook no se quitó y TaeHyung tampoco se movió, al menos unos segundos. Una de las manos que nunca le soltaron subió lentamente a su cintura y cuando el primer apretón llegó TaeHyung salió de ahí casi con desespero.
JungKook empujó su lengua en el interior de su mejilla, y sacudiendo su cabeza en negación siguió al príncipe para volver.
—¿Por qué tanta prisa, príncipe? —habló una vez subieron a los caballos y el rubio se adelantó.
Fue ignorado olímpicamente.
Decidió no decir más, pero no pasó mucho cuando del bolsillo del pantalón del rubio cayó algo, lo cual pareció no notar, así que JungKook rápidamente bajó del caballo para tomarlo. Un frasco con píldoras blancas. Frunció el ceño, pero volvió al caballo sin intención de devolvérselo al príncipe hasta averiguar qué es lo que era.
Llegaron a los establos un rato después. TaeHyung prácticamente lo dejó atrás al bajar de su caballo y dejarlo en su establo, corriendo hacia el castillo sin mirarlo.
JungKook se sintió molesto, tan molesto por el rechazo. Su cuerpo decía una cosa, llamándolo ante su cercanía, pero su actitud decía siempre otra, alejándose como si quemara. Lo odiaba, odiaba eso y odiaba responder a eso de esa manera. No deberían causarle absolutamente nada las reacciones del príncipe hacia él.
Dejó a la yegua también, tomando el frasco con fuerza entre sus manos. Ya averiguaría de qué se trataba.
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Hora de la cena. TaeHyung ya había mandado a los guardias que cuidaban la puerta de la habitación de JungKook a llamarlo, y sólo necesitaba tomar su dosis diaria, pero…
Se tanteó los bolsillos, encontrándolos vacíos. Corrió al escritorio para buscar entre los cajones y en ese momento entró NamJoon a la habitación.
—¿Estás listo? —cuestionó el alfa, mirándolo hurgar en los cajones con el ceño fruncido—, ¿Qué estás buscando?
TaeHyung empezó a respirar pesado; no estaban, tenían que estar ahí, él estaba seguro de haber metido las píldoras en su bolsillo izquierdo.
—Las píldoras… NamJoon, no las encuentro. Son las últimas que Nía me ha dado, y ella ya se ha ido. —comentó con los nervios subiéndole a la cabeza. NamJoon se acercó, ayudándole a buscar en donde creía el rubio pudo haberlas metido. Nada.
—Tae, ¿no están en tu habitación? ¿Ya miraste ahí? —El alfa le miró igual de preocupado, entendía que si no las hallaban les tomaría al menos unos días para que Nía volviera con más. No podía quedarse sin esas píldoras, mucho menos con el celo a la vuelta de la esquina.
—Joder, no… yo las metí a mi bolsillo, NamJoon… ¿qué voy a hacer? Mi celo es en dos días, no puedo dejar que mi aroma salga por el resto del castillo. —gimió, preocupado.
—Iré a buscarlas afuera, seguro se te cayeron. Volveré con ellas, ¿de acuerdo? Cálmate. —Dijo el alfa, saliendo de la habitación con prisa.
TaeHyung se peinó los cabellos claros hacia atrás, bufando. El rechinido de la puerta lo hizo saltar en su lugar y el azabache entró con una sonrisa en la cara.
—¿Esto es lo que estás buscando, príncipe? —musitó, levantando su brazo para mostrar el frasco con sus píldoras. TaeHyung abrió los ojos alarmado, pero no reaccionó al instante.
—¿Dónde las encontraste? —preguntó, tragando saliva con dificultad, mientras el cazador caminaba dentro de la habitación hacia su escritorio.
—Se cayeron de tu bolsillo mientras veníamos de regreso, pensaba venir a sólo dártelas, ya que huiste de mí apenas llegamos, pero fue una sorpresa lo que escuché. —La sonrisa de JungKook no cesó, recargándose en la orilla del escritorio para mirarle.
—No sé de qué hablas. —TaeHyung se quedó quieto, paseando sus ojos de los del cazador al frasco que traía en la mano.
—¿Por qué las necesitas? ¿Y por qué sería un problema que tu aroma corriera por todo el castillo? Es un alfa, ¿no, príncipe? —TaeHyung ni siquiera parpadeó, acuchillando al cazador en su cabeza. Ante su silencio JungKook se sorprendió, riendo con ironía—, espera… ¿es en serio?
TaeHyung no pudo decir nada, ¿qué iba a ganar con negarlo? El cazador no iba a creerle. Le miró reír, observando el frasco como si hubiese encontrado un tesoro, luego regresó sus ojos a él.
—Sólo dámelas. —musitó con los dientes apretados, extendiendo su mano. JungKook negó.
—No eres un alfa… —dijo sin gracia, entendiendo todo en su cabeza. Esto valía más que llevarle su cabeza a su padre, esto valía más que cualquier otra cosa. Había encontrado su salida—. Joder, un omega reinando el Imperio de Alfas. Qué ironía, ¿no lo cree, príncipe?
—Cierra la boca —gruñó el rubio, acercándose a él—, y con eso me refiero a que de verdad cierres la boca, si alguien llegara a enterarse te juro que no me temblará la mano para cortarte la cabeza.
—No hay necesidad de ponerse fiero… Yo no diré nada, su majestad. —sonrió, guiñándole un ojo al príncipe, dejándole el frasco en la mano, cerrándosela él mismo para que lo tomara—, No es de mi maldita incumbencia.
Dijo antes de salir del salón, dejando a TaeHyung temblando de rabia en el lugar. Temiendo romper el pequeño frasco en la palma de su mano, por la presión y fuerza ejercida al tomarlo.
TaeHyung sabía que no debía confiar en él, pero en ese momento no tuvo otra opción, y algo en su interior no le anunciaba peligro.
Tal vez todo estaría bajo control. Por el momento.
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—¿Puedo pasar? —Al día siguiente, al anochecer, TaeHyung tocó suave a la puerta de la habitación de su hermano, escuchando su pequeño “pase” antes de abrirla.
Jimin seguía molesto con él, lo sabía porque al entrar lo vio aún recostado en su cama. Apenas hicieron contacto visual y el omega menor evadió sus ojos, posándolos en la ventana y cruzando sus brazos sobre su pecho.
Después de todo, lo había castigado, no lo envió a encerrar en la mazmorra pero sí a su habitación, sin recibir visitas, sin salir ni al comedor y sin hablar con nadie. No era algo que realmente quisiera hacer, pero la desobediencia de Jimin hacia él le había casi costado la vida y él no estaba dispuesto a perder a su hermano también. Jimin había explicado lo sucedido, pero no sabía por qué todavía algo no le cuadraba, ¿debería indagar más sobre ello? No estaba muy seguro de que Jimin le dijera la verdad.
Él sabía, tenía el presentimiento de que algo más había sucedido aquel día.
—No puedo ver a nadie, fueron las órdenes del príncipe. —Bramó el muchacho con ironía, provocando una pequeña risa en TaeHyung, quien fue a sentarse a la orilla de la cama.
—Jimin, necesitamos hablar. Deja tu puchero de niño berrinchudo de lado por un momento. —La suavidad inusual en la voz de su hermano mayor le hizo acceder, y le vio con esos ojos enormes de cachorro que tenía.
Jimin no era un bebé, pero a los ojos de TaeHyung su hermano menor seguía siendo un niño muy inocente y maleable, quizá producto de la educación que él mismo tuvo que darle al morir sus padres. Jimin tenía dieciocho años ya, y tenía claro que debía dejarlo andar en sus propios pasos en algún momento. Tal vez podría comenzar con dejar de castigarlo por cualquier cosa.
Tenía que admitirlo y afrontarlo. No podía mantenerlo toda su vida bajo su ala, protegido de todo y aislado de todos.
—Escucha, sigo sin entender muy bien lo que sucedió aquel día, pero lo que tú debes entender es que el pánico que sentí no se compara a ningún sentimiento negativo que haya tenido antes. ¿Tú qué crees que hubiera hecho si te sucediera algo, uh? —TaeHyung se cruzó de brazos, con las cejas fruncidas en angustia.
—Lo sé, pero te he dicho lo que pasó, no fue mi culpa. —El omega menor murmuró con aflicción, jugando con la tela acolchada del edredón.
—Sí, tienes razón, pero el castigo fue por haberme mentido, prometiendo que no saldrías con Soobin a ningún lado mientras estuvieras en Schälander. Mira lo que te costó… o lo que casi te cuesta.
—Lo siento.
TaeHyung suspiró, mirando también a la ventana, antes de levantarse para inclinarse a besar la cabeza de su hermano.
—Olvida los castigos, ¿bien? Pero por el momento no quiero que regreses a Schälander, deja que Soobin arregle los problemas que causaron con sus padres primero. ¿Entiendes? —Jimin asintió con una sonrisa, colgándose del cuello de TaeHyung—, ya, ya, suéltame…
Jimin carcajeó, sabiendo lo arisco que era el rubio.
—Gracias Tae. —exclamó, antes de que saliera por la puerta.
Se hubiese quedado a aclarar más cosas con su hermano pero su estómago comenzó con esos familiares espasmos dolorosos. Estaba comenzando, y no quería, no estaba listo. Realmente nunca estaba listo.
Caminó despacio por el pasillo, bajando las casi infinitas escaleras hasta el salón; al entrar se encontró con el cazador sentado en su escritorio. Maldecía el haberlo dejado salir de su habitación, siempre que lo hacía estaba merodeando su espacio para molestarlo.
—¿Qué haces aquí? No tengo ganas de lidiar contigo ahora. —TaeHyung se sentía mareado, su celo estaba entrando en la primer etapa y el olor del cazador le inundó la nariz de una forma deliciosa. Sus rodillas temblaron, pero se mantuvo firme, intentando ocultar su debilidad.
El cazador olfateó en el aire con una mueca de desagrado.
—¿Qué?
—Tu olor —TaeHyung levantó una ceja—, apestas a perro mojado.
El príncipe se tocó el pecho con la palma de la mano, profundamente ofendido: —¿Disculpa? Es lavanda, humano inútil. Tú qué vas a saber.
Ya qué más daba ocultar su olor natural, el cual desprendía libremente por no haber tomado las píldoras aún. Cuando lo hacía los primeros días del ciclo tenía consecuencias dolorosas, es por eso que prefería encerrarse, pero ahora no podía hacerlo con ese imbécil a su alrededor.
—Lavanda… —JungKook soltó una risa, dándole gracia las cejas fruncidas del rubio—, para mí apestas a perro mojado.
—Tú realmente crees que hueles muy bonito, ¿no es así? Tú apestas a carne cruda y sudor. —TaeHyung gruñó, cruzándose de brazos. JungKook soltó una carcajada.
—Eso es mentira.
—¿Cómo sabes que es mentira? Tú no puedes olerte a ti mismo como yo te huelo a ti. —musitó, evadiendo su mirada como niño caprichoso que no quiere hacer más contacto visual, JungKook se acercó.
Demasiado cerca, pudo sentir el cuerpo del príncipe tensarse y le tomó del mentón para que se girara a encararlo, inclinado sobre él. TaeHyung tragó saliva, mirándolo a los ojos. Su cuerpo reaccionando de la forma que no quería.
—¿Y a qué huelo realmente, alteza? A esta altura… cerca de ti, ¿a qué huelo? —murmuró, presionando suavemente sus dedos sobre la tersa piel, y JungKook sonrió victorioso al observar cómo la nuez en su cuello se movía al tragar.
TaeHyung se sintió molesto, pues las provocaciones del cazador le funcionaban a la perfección, y ya se sentía tenso y nervioso ante su toque. ¿Por qué le permitía tocarle, de cualquier forma? A cualquier otro le hubiera rebanado la mano, o arrancado de un mordisco.
—Hueles a un imbécil arrogante al que le herí el ego por decir que huele mal. —Observó casi con gracia como el ceño del más alto se fruncía y apartaba su mano como si su piel quemara. TaeHyung se alivió un poco de haberlo alejado.
—¿No te cansas de ser un hijo de puta? ¿O es parte de fingir tu papel de alfa? ¿Esa actitud te hace sentir como uno? —bramó JungKook, ofuscado. Si no hacía algo iba a volverse loco. No podía con la tensión.
Era divertido provocarlo, era divertido verlo temblar al acercarse a él y hablarle bajo, era divertido pelear y hacerlo enojar, pero ya no estaba siendo divertido el estarse aguantando la tensión sexual que sabía se tenían. Ya no era nada divertido.
TaeHyung abrió la boca para responder y su vista bajó a una marca rojiza muy leve en el espacio entre su hombro y su cuello, el cual dejaba verse por la camisa suelta que llevaba puesta. Sintió su pecho hervir, recordando las imágenes del otro tipo besándolo. Seguro que lo había hecho otra vez, y seguro que volvería a hacerlo.
Tampoco podía soportar esa sensación vertiginosa de veneno subiendo por la boca de su estómago hasta su garganta.
Barrió lentamente con los ojos el cuerpo entero del omega, intentando con todas sus fuerzas soportar lo que le provocaba, pues había algo que le estaba moviendo las entrañas, y la única verdad es que el príncipe realmente olía muy bien. Demasiado bien.
Su mente se nubló por un segundo.
—¿A ti qué mierda te pasa? ¿Ahora vuelves a sentirte muy valiente? Te recuerdo que estás en mi castillo, en mis tierras, y tú no… —TaeHyung realmente se asustó cuando el cazador se aproximó a él y le tomó por la nuca. Sus labios se rozaron y abrió sus ojos con sorpresa.
—Cierra ya la maldita boca… —jadeó el azabache antes de besarlo con agresividad. Sus dedos fueron a enredarse en los cabellos claros de la nuca del príncipe, halándolos sin nada de cuidado. TaeHyung se obligó a cerrar los ojos, correspondiendo el salvaje beso iniciado, sosteniéndose del cuello de la camisa del más alto. Pudo haberlo alejado, golpeado, gritado, pateado y encerrado en una celda por el atrevimiento, pero ¿para qué? Para qué cuando en su interior llevaba anhelando esto.
El cazador tomó posesión de sus labios como si hubiesen sido suyos todo el tiempo y hasta ahora pudiera reclamarlos. TaeHyung no pudo quedarse en silencio, los jadeos desesperados muriendo en la boca contraria, quien mordía y lamía todo a su paso.
JungKook fue empujándolo hasta que su espalda chocó contra la pared, y ahí se deshizo; el cazador lo levantó por los muslos con facilidad y el rubio le rodeó la cadera con las piernas, bebiendo de su boca como un elixir nunca antes probado por él.
TaeHyung le tomó por las mejillas, y el cuello, dejándose llevar, gimiendo bajo cuando el hombre le presionó de la cintura, apegándolo más a él. JungKook mordió su labio inferior con fuerza, obligándolo a quejarse, pues un hilo de sangre comenzó a salir de ahí.
La burbuja en la que se habían sumergido no pudo durar mucho, pues el cazador le había soltado, dejándole de besar. TaeHyung abrió los ojos con pesadez y molestia, exigiendo más con la mirada nublada de ansias.
JungKook respiró hondo, llevó su pulgar a la mancha de sangre de los labios del príncipe, y habló: —No puedes jugar con mi cabeza y luego pretender que nada pasa, no puedes simplemente dejarte besar por otro mientras me miras, pidiéndome con esos preciosos ojos que lo haga yo en su lugar—, TaeHyung jadeó, en busca de aire, afectado por todo, mirando fijamente al hombre que lo tenía mal—, puedes odiarme todo lo que quieras, pero no vas a negarme que sientes una fuerte atracción por mí así como yo la siento hacia ti.
La mirada dura de TaeHyung había desaparecido, y ahora sólo quedaba su ceño fruncido en anhelo y expectativa, vagando de sus ojos a sus hinchados labios, los cuales ansiaba desde el fondo volver a tomar. Se sintió temblar en su lugar, por primera vez sin saber qué responder, sin sentir la necesidad de gritarle o insultarle. Simplemente no pudo abrir la boca para hablar.
—Vuelve a dejar que te bese, vuelve a dejar que te toque, y te prometo que después de acabarlo, iré contigo. —bramó, presionándole de la cintura.
—No puedes obligarme, tú no eres nadie. —susurró en voz baja, provocando al contrario. Los ojos negros llenándose de molestia.
JungKook pensó que sería mejor salir de ahí cuanto antes, o de lo contrario terminaría envuelto en las piernas de alguien a quien se supone necesitaba muerto.
—Buenas noches, príncipe. —Terminó, acercándose una vez más a tomar su boca en un largo beso húmedo. Luego se fue, dejando a TaeHyung con los ojos llorosos y el cosquilleo intenso en su pecho, repleto de deseo.
Ya no había cómo parar lo que se avecinaba.
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