CAPÍTULO IX

Existe un sentimiento que arde desde lo más profundo de tus entrañas, y fluye como lava ardiente por cada órgano hasta que consume tu corazón. Tu cerebro es simple cómplice que puede, o no puede a veces estar de acuerdo con la euforia que este provee. Entonces tres de tus sentidos se sensibilizan y vulneran, pues estás extasiado por tocar, oler y saborear, por explorar y encontrar… Pero el resto de ellos simplemente deja de funcionar correctamente: te vuelves ciego y sordo; terco y testarudo; inútil e ingenuo. Este ardor que consume tu bosque interior se convierte de pronto en la droga que mueve tu inspiración, tus sueños y añoranzas. Estas llamas son las que carcomen al mundo y a cada persona que habita en él, sin importar los soles y las tempestades.

Y es aquel sentimiento que existe al que llamamos amor. El que nos mueve y nos paraliza al mismo tiempo, pero ¿es este realmente un sentimiento? O es más una… opción.

El querer elegir amar parece tener mucha mas coherencia que un simple algo que aparece de la nada y nos convierte en seres vulnerables y sensibles.

El amor tiene la habilidad de tomar muchas formas, y no discrimina al momento de surgir.

Tu mundo se pone de cabeza, pero tu cabeza no puede contra ese mundo. El peso de mil sensaciones rajándote el pecho y estrujando tu pobre corazón.

Porque el amor se vuelve todavía más complejo, cuando… no pediste por él.

Y llega de repente…

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La pequeña rabieta del príncipe podía escucharla fácilmente todo el castillo.

  —¡No quiero ningún guardián! ¡No necesito que nadie me cuide! ¡Yo puedo hacerlo solo!

Sus pequeños colmillos sobresalieron, gruñéndole con rebeldía a sus padres. El rey estuvo a nada de tirarle de las orejas por contestarle así a su madre, pero entonces una voz carraspeó en el marco de la puerta.

  —Alteza, no queremos incomodar. —TaeHyung escondió los dientes y volteó hacia donde se dirigía la voz. Inmediatamente su semblante se relajó y se convirtió en uno de sorpresa y curiosidad, pues un hombre alto de cabellos canos estaba con la cabeza gacha, y detrás de él, escondiéndose con una expresión de angustia, había un niño de cabello castaño —que el príncipe asemejó al chocolate— y ojos afilados mirándole.

  —No, en absoluto. En cambio, debo pedirles una disculpa por el comportamiento de mi hijo, es demasiado mimado por su madre. —El rey miró a su esposa y luego a TaeHyung con ojos desaprobatorios—. Ven acá TaeHyung. Él es Jonah, y él es NamJoon, su hijo. —El pequeño antes escondido salió de las espaldas de su padre y se inclinó ante el príncipe, completamente callado. Algo en el estómago de TaeHyung dio vueltas—. Y él será tu guardián a partir de ahora. No queda a discusión.

Sus ojos casi salieron de sus cuencas, ahora mirando a su padre.

  —Será un placer para mí servirle, príncipe. —El chico había dicho finalmente, y fue entonces que TaeHyung notó el aroma…

Un alfa.

Era un niño un par de años mayor que TaeHyung ¿y ya estaba presentado? Bueno, quizá eso no importó mucho en ese momento, pues el príncipe no pudo pensar en otra cosa más que en los ojos de color marrón rojizo, casi carmín, que le miraron con seguridad y un brillo singular. Luego le sonrió… y fue su fin. Los hoyuelos de sus mejillas le parecieron encantadores.

Tal vez… tal vez un guardián no estaba tan mal entonces. Y tal vez, alguno que otro árbol dentro de su bosque interno comenzaba a quemarse.

Un incendio que de a poco se propagaría.
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  —No entiendo por qué tienes que hacer esto —refunfuñó el malhumorado príncipe, mientras sus hebras rubias eran cepilladas hacia atrás con sorpresiva delicadeza—. No es como si ese fuera tu trabajo.

  —No lo es. Pero me gusta hacerlo.

TaeHyung rodó los ojos y cruzó los brazos. Su mirada conectó con la del alfa a su espalda por el espejo y de inmediato la desvió, sintiendo sus orejas calientes y su corazón latir rápidamente. NamJoon sonrió por lo bajo, continuando su labor de cepillar el ya largo cabello del príncipe.

Como cada noche.

  —Y si me permite, alteza… —El mencionado gruñó—, sus bonitas facciones lucen mejor si lo lleva de esta manera.

TaeHyung regresó su vista al espejo, cuando su guardián llevó un mechón detrás de su oreja, descubriendo su rostro.

La manera en la que tragó saliva fue tan audible que el alfa se echó a reír.

  —¡No puedes reírte de mí! —exclamó abochornado con las risas de fondo.
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  —Tienes que pedir un deseo, querido. —musitó con dulzura la reina hacia el joven alfa, quien apenado sostenía el pastel de cumpleaños que había horneado ella misma para él. Había sido su primer pastel de cumpleaños. La familia Kim y el resto de trabajadores del castillo habían estado ahí para celebrarle.

Antes de siquiera pensarlo, se dirigió hacia el príncipe, quien estaba frente a él mirándolo fijamente con una sonrisa; y al devolvérsela, supo exactamente lo que quería. Así que cerró los ojos, y sopló.

Esa misma noche TaeHyung lo llevó al jardín trasero del castillo a mirar las estrellas.

NamJoon nunca pensó que su deseo se cumpliría tan pronto, pues ahora TaeHyung lo estaba besando.

Su primer beso no había sido como lo esperaba. Sus dientes y frentes chocaron, ambos separándose con risas de por medio.

  —Puedo hacerlo mejor, lo juro. —exclamó TaeHyung con la cara roja.

Y volvieron a intentarlo. Teniendo éxito esta vez.

  —Feliz cumpleaños, Joon. —murmuró sobre sus labios entonces.

Sí, su primer beso no había sido como lo esperaba… y tampoco todo lo que le siguió después.
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Las nubes opacaban el cielo de una manera preocupante. Esa tarde, fue la tarde que la vida de TaeHyung cambió por completo. Y NamJoon estaba ahí para sostenerlo.

Sus padres, los Reyes de Cravytian, habían muerto.

Jimin había llorado tanto que las mucamas tuvieron que llevárselo para tranquilizarlo dentro del castillo luego del entierro.

Ahora sólo quedaban NamJoon y él, observando ambas lápidas con la mirada perdida.

El menor no reaccionaba, no desde la noticia. Y estaba tan preocupado, pues sabía que faltaba nada para que TaeHyung por fin se rompiera, porque ni una lágrima había salido de él desde entonces. Esperó.

El silencio era tan abrumador, la tensión tan pesada. El viento era tan violento contras sus ropas y cabellos que terminaron abrazándose a sí mismos por el frío que les provocó.

TaeHyung ni siquiera parpadeaba.

NamJoon no pudo soportarlo más, así que redujo la poca distancia que quedaba entre ellos para envolverlo entre sus brazos. Tan apretado, tan cálido.

  —Yo siempre estoy contigo. —Había dicho el joven alfa al destrozado príncipe. Aguantando el propio nudo en su garganta.

Fue inevitable que luego de esa afirmación, el príncipe se rompiera. Fue un llanto tan triste que pudo jurar oscureció todavía más los cielos y enfureció a las nubes. Las tibias lágrimas empapando su camisa hasta que pudo sentir la humedad contra la piel de sus clavículas.

Sollozó con fuerza, y poco a poco se fue deslizando de sus brazos, pero él reafirmó su agarre, para finalmente caer ambos de rodillas en la tierra; sosteniéndose como si fuese lo último que les quedaba por hacer.

No sólo TaeHyung y Jimin habían perdido a sus padres ese día, NamJoon había perdido a las personas que le ayudaron, le protegieron, y sobre todo le dieron una oportunidad y la convirtieron en un hogar. También había perdido a alguien.

Permitió que una sola lágrima cayera de su ojo derecho, y en ese momento comenzó a llover.

La casi torrencial lluvia acallando los alaridos de dolor del todavía muy joven TaeHyung.
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  —Lo sabía… maldita sea, yo lo sabía. —balbuceó al mismo tiempo que se abrazaba a sí mismo y temblaba. Temblaba tanto que NamJoon pensó que convulsionaría.

TaeHyung se había presentado por fin a los quince. Un año después de la muerte de sus padres.

Omega. Tal y como lo había predicho.

Para NamJoon fue una completa sorpresa, y no lo entendió tampoco. Estaba más que seguro que sería un alfa; era lo lógico. Sin embargo, una parte de él, muy al fondo, muy insistente, siempre le dijo lo contrario, por alguna razón. Por todo y por nada, era simple corazonada. Y ahora estaba siendo difícil mantener la calma frente al primer celo del omega del que estaba locamente enamorado.

  —Está bien, Tae. Está bien… —arrulló, haciendo lo mejor que podía al sostenerlo entre sus brazos mientras se derretía en fiebre y retorcía de dolor e incomodidad.

Él no estaba mejor.

Sus colmillos no dejaban de picar y el calor subía rápidamente por su cuerpo, asfixiándolos a ambos, pues ahora TaeHyung reaccionaba distinto a su aroma. Era una guerra de feroces feromonas en el aire.

  —Por favor no me dejes solo. No te vayas… —suplicó el omega con lágrimas en los ojos, escondiendo su rostro sonrojado en el cuello del alfa, quien tragó duro y enterró sus dedos en la piel al alcance.

  —N-no… TaeHyung, no puedo estar aquí. Iré por Alina para que te ayude, ¿sí? Todo estará bien... —tartamudeó, intentando alejarse, pero el contrario por supuesto no cedió y lo abrazó más fuerte, apretando con fuerza su camisa entre sus puños.

  —Te lo suplico. —Le miró, al borde de un colapso nervioso. Sus lágrimas nublando sus pupilas dilatadas—. Tú eres mi alfa, ¿no?

Y esa fue la gota que derramó el vaso.

NamJoon puede que haya sido un poco —muy— débil ante ello.

La ropa desapareció en segundos, así como todo ese dolor y frustración. Mentes en blanco y manos por todas partes; arañando, apretando, acariciando.

  —Me amas, y yo te amo —susurró TaeHyung al final, con toda la sinceridad que su corazón pudo ofrecer en aquel momento—. Y nada va cambiar eso.

Y eso siempre sería verdad.
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  —¿Cuántas veces lo he intentado ya? —La ronca voz le taladró el pecho. EL alfa sentado a la orilla de la cama, los codos sobre las rodillas, y sus dedos jugando entre sí. La vista fija a la nada.

  —Joon…

  —No, está bien —interrumpió, sin embargo su voz tan tranquila y paciente, como siempre—. Las primeras veces creí que se trataba de mí. De que quizá había algo en mí que no me permitía dejarte una marca permanente, pero luego… —Una pausa, y se levantó—, luego entendí que esto no se trata del alfa, sino del omega… un omega que no está listo para ser marcado, o un omega que…

No pudo decirlo, no iba a decirlo. Mucho menos cuando TaeHyung no creía en esas cosas; él debería pensar que sólo eran tonterías. Así que lo dejó así, el martirio e incertidumbre siempre para él.

Llevaban años intentándolo. Y ahora que eran adultos, les resultaba cada vez más difícil. Por alguna razón.

  —Si no estuviera listo no te dejaría morderme en primer lugar. —respondió el rubio con irritación.

  —Pues la marca sigue desapareciendo. Y aún cuando está… no puedo sentirte. —repuso con el ceño fruncido. El príncipe podía notar toda esa frustración en el único hombre que podía derretir la capa de hielo que se formó en su corazón con el tiempo. Y le dolió. El amargo aroma de la decepción y la aflicción le mareaba; y honestamente, era toda la situación lo que le daba náuseas.

Se preguntó entonces e internamente: ¿será que es así? ¿será que realmente el problema es él y su omega? ¿no estaba listo?

De algo estaba seguro, y era que por sobre cualquiera, NamJoon era el único que podía intentarlo, pues el amor que se tenían era suficiente para creer que podrían tener un lazo como ese sin impedimentos. Pero vino la primera mordida, y como el alfa espetó… no lo sintió. No sintió una conexión extra que fuera más allá de la que ya se tenían, no sintió al alfa debajo de su piel, no sintió sus emociones, no cambió su aroma, no hubo nada. ¿Acaso era que los lazos no son como han dicho durante siglos? ¿Acaso era que un lazo era una simple marca horrenda al lateral de tu cuello o sobre tu hombro para lucir estúpidamente que le pertenecías a alguien? ¿No había algo más que el dolor de una herida causada por colmillos filosos?

Su madre siempre se regocijó. Ella siempre clamaba lo afortunada que era de haber consumado su unión junto a su padre. Les contó a un pequeño Jimin y a él historias de cómo sintió cada célula de su cuerpo fusionarse junto a la de la persona que más amaba; contó relatos fantasiosos acerca del estallido de emociones que venía después, y cómo sus corazones y mentes conectaban. Ella juró que el día que sus hijos tuvieran aquello, sería la mejor experiencia de sus vidas, sobre todo si tenían la maravillosa suerte de no sólo encontrar una pareja que les ame con locura, sino… su pareja destinada. Justo como ella lo había hecho.

TaeHyung creyó que sólo se trataba de cuentos de hadas. Él había presenciado el inmenso amor que sus padres se tenían. Siempre lo admiró y nunca dudó de ello, pero jamás estuvo seguro de que algo como “ser destinados” fuera real, o siquiera posible.

Entonces… ¿A dónde se fueron las palabras de su madre? ¿A dónde se fue ese explote de sensaciones que vienen junto a una marca con la persona que amas?

¿Era todo mentira?

  —Seguiremos intentando. —exclamó con seguridad, gateando sobre la cama para alcanzar la mano del alfa.

  —Y te seguiré lastimando. No creas que me regocijo de verte llorar y sangrar. —musitó sin mirarle. El príncipe se mantuvo inexpresivo, impulsándose un poco hacia adelante para dejar un beso sobre la espalda desnuda de su amante y mejor amigo.

  —Te morderé también. Así podemos llorar y sangrar juntos, si mejor te parece. —dijo con simpleza, la suficiente para hacer sonreír débilmente a NamJoon.

Dejó más besos a lo largo de la amplia y musculosa espalda. El alfa cerró los ojos un momento y se dio vuelta, tomando las mejillas del príncipe entre sus manos para regresarle el gesto con un beso que sabía a lastimera resignación.

Mientras aquel beso iba intensificándose, TaeHyung le retiró la sábana atada a su cintura, dejando al alfa desnudo otra vez, antes de rogarle que volviera a la cama con él.

  —Lo seguiremos intentando, porque no existe otra persona en el mundo con quien pueda imaginarme pasando el resto de mi vida. Me amas, y yo te amo.

El príncipe entendería más tarde el peso de aquella afirmación.

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  —Está bien. Te veré más tarde, príncipe, espero te comportes. —Besó su mejilla antes de apartarse. TaeHyung le gruñó, cruzándose de brazos. Escuchó al cazador reír por lo bajo antes de salir del salón, dejándolo solo y alborotado.

Unos instantes después TaeHyung escuchó el crujir de la puerta. Creyendo que el imbécil cazador volvía por más, se giró, pero en su lugar los colores desaparecieron de su rostro. Su guardián de pie, ahí… mirándolo como nunca le había mirado antes. El carmín de sus ojos brillando en algo más que sólo furia, sino traición.

  —NamJoon…                                

TaeHyung no había podido detenerlo. Su corazón amenazó con salir por su garganta en el momento en que NamJoon salió del salón dando un portazo, mismo que hizo vibrar las paredes y asustar a la mitad del castillo. El príncipe corrió tras él, el nudo en su garganta tan apretado, que fue imposible retener las lágrimas traicioneras cargadas de vergüenza que corrieron por sus ahora rojas mejillas.

  —¡NamJoon! —Volvió a llamar, intentando alcanzarle, pero el alfa continuó su camino. Zancadas largas y pesadas. Los tacones de sus pulcros zapatos negros resonaban como ecos ensordecedores en los oídos de TaeHyung, y en los muros del castillo. Todo estaba arruinado, y ese mismo día el príncipe cayó en cuenta de ello.

El atractivo aroma a rosas recién cortadas y petricor que caracterizaba al alfa ahora sólo apestaba a una terrible carga de feromonas llenas de rabia, decepción y rencor… El frío corazón de TaeHyung ahora se estaba derritiendo; su mascara estaba cayendo, y por un momento —en específico, ese momento—, volvió a ser el mismo chico indeciso, asustadizo y frágil; lleno de incertidumbre. Él siempre iba a ser capaz de romperse y recomponerse únicamente si se trataba de NamJoon.

El alfa, a pesar de cargar con toda la rabia del mundo encima, no fue capaz de cerrarle la puerta en la cara al príncipe, quien le siguió hasta su habitación, y fue ahí donde NamJoon perdió los estribos.

  —Por favor, déjame explicarte…

¿Quién alguna vez podría tener la oportunidad de ver al príncipe de hielo rogar? ¿Quién alguna vez podría ser dichoso de verlo desmoronarse como un castillo de arena? Las lágrimas que nadie le había visto soltar, las presenciaba el furioso alfa, el mismo que siempre estuvo ahí para sostener sus pedazos.

Calló la boca y saltó en su lugar. El profundo gruñido fue lo primero que escuchó antes de que el alfa comenzará a destrozar su propia habitación.

  —No… Joon… —susurró muy bajo, tanto que sólo se pudo escuchar a sí mismo como un lamento avergonzado. Demasiado temeroso como para interponerse.

Los libros y demás cosas cayeron de las repisas, los muebles al alcance terminaron boca abajo, la cama deshecha, y… el alfa se detuvo antes de querer lanzar sus cosas por la ventana. Se retiró el cabello fuera de la frente con brusquedad; intentando calmarse, intentando recuperar la cordura que su alfa encolerizado le quitaba.

  —¡¿Estamos juntos o no, maldición?!

La primera vez. Fue la primera vez que NamJoon le gritaba.

  —¡Fue un error! ¡Mi celo me cegó! Me conoces, NamJoon… sabes cómo es. Él…

  —¿Y tu celo fue una mísera excusa para engañarme? —musitó ahora entre dientes. La mandíbula apretada—. Me rechazaste. Esa misma maldita tarde me rechazaste. Aún estando en celo me corriste de la habitación como nunca antes hiciste; lo hiciste como si no fuera yo el que te daba la mano; lo hiciste con un repudio en tus ojos que jamás vi para mí. ¿Piensas que voy a creer eso? El maldito celo no tuvo nada que ver. Tú quisiste acostarte con ese bastardo.

  —No estaba pensando.

  —¡Me doy cuenta de que no! —bramó—. Encima… ¿Un cazador? ¡Un jodido cazador, TaeHyung! ¡Tiras todo lo que hemos construido a la borda por la polla de otro cabrón! —TaeHyung le soltó una bofetada ni bien dijo la ultima palabra, arrepintiéndose al segundo. NamJoon no dijo nada, ni siquiera se tocó la mejilla, ni siquiera le miró.

  —Nam… L-lo siento, no quise… —Se tapó la boca con las manos, pues le temblaba la voz y las lágrimas corrían sin cesar por sus mejillas. Su cuerpo entero se sacudía también. Se sentía tan frustrado, y tan arrepentido.

La habitación se quedó en un abrumador silencio, dónde sólo se podían percibir las respiraciones erráticas de ambos.

¿En qué momento las cosas se convirtieron en esto? ¿En qué momento su corazón quiso tomar otro camino?

  —Dime una cosa… —La repentina voz grave destapó sus oídos, amplificándose de la manera más dolorosa posible luego de tanto silencio. Seguía sin mirarle—, alguna vez pensaste… ¿en algún momento te pasó por la cabeza la burla que hiciste de mí? La manera en la que todos en el castillo sabían lo que hacías a mis espaldas; la manera en la que todos me miraban con sus expresiones lastimeras de mierda y no me decían nada? Dime TaeHyung, ¿Disfrutaste burlarte de mí? —Entonces sus ojos se encontraron, pero el omega deseó que eso nunca haya sucedido—, ¿O ni siquiera te pasé por la cabeza un sólo segundo?

Y lo vio. Vio algo que TaeHyung, todos estos años, nunca presenció…

Vio a NamJoon llorar.

El alfa tragó dificultosamente el nudo en su garganta, viéndolo fijamente. Esperó inútilmente una respuesta que por supuesto no llegaría.

  —Nunca quisiste ponerle un nombre a nuestra relación. Nunca pude llamarte mío porque no te sentías cómodo con etiquetas. Siempre reprimí mis impulsos y sentimientos por ti; para no incomodarte, para no faltarle el respeto a tus decisiones. Te di tanto espacio… tanto, que terminaste yéndote tan lejos y te perdiste. Y como alfa, nunca fui posesivo, ni controlador, ni siquiera cuando toda tu personalidad cambió y te volviste tan frío y arisco; en cambio, me puse en tu lugar y siempre estuve tras de ti como un maldito perro faldero que se alimenta de las migajas que dejas a tu paso. Porque como tu pareja nunca recibí el mínimo respeto. —TaeHyung no dejaba de llorar. Cada palabra calando profundo en su pecho como dagas que se enterraban y salpicaban su sangre por todas partes. ¿Lo peor? NamJoon apenas podía mantener la voz estable por el silencioso llanto; sus mejillas se manchaban de pesadas y amargas lágrimas—. Porque eso soy, ¿Lo olvidas? A pesar de tus caprichos y excusas tontas, sigo siendo… —, Se detuvo, pues cambió de opinión—, era tu pareja.

El nudo en la garganta del príncipe incrementó. Y sólo ahí, al momento de escuchar por primera vez a NamJoon decir aquello en voz alta, algo que siempre fue y nunca quiso nombrar, fue que midió las consecuencias de sus acciones. Pudo sentir el peso de lo que estaba a punto de perder. O lo que ya había perdido.

  —No me iré ahora sólo porque le hice la promesa a tus padres de que te cuidaría a ti y al príncipe Jimin con mi vida, pero en cuanto esa corona esté finalmente sobre tu cabeza, no me volverás a ver. Es todo, TaeHyung. Te di todo lo que tenía, incluso te di el derecho de humillarme y despreciarme, pero ahora marco una línea. —         El corazón del príncipe se aceleró. Una presión ahorcándolo al punto de que pudo sentir que sus pulmones saldrían por su garganta. Intentó alcanzar al alfa, aferrarse a él y rogarle por perdón como nunca había hecho. En cambio, NamJoon le empujó lejos—. Vete de mi habitación.

Se quedó inmóvil cuando se dio la media vuelta. No quiso irse, no quería salir; si lo hacía… había sido todo, y no podía ser. No podía imaginarse una vida donde el alfa no estuviera en ella.

No se percató ni siquiera el segundo en el que Jimin entró corriendo y lo sacó a jalones de la habitación destrozada del alfa. Claro, medio castillo seguro había escuchado el bullicio y las cosas romperse. Quién no decía que hasta el amargo aroma de ambos se coló por la nariz de cada uno allí.

El omega más pequeño los encerró a ambos en su habitación, pues sabía que la de su hermano apestaría al alfa culpable de todos sus problemas, y no era momento. TaeHyung no dejaba de llorar; sus quejidos le rompían el corazón, y se preocupó todavía más cuando le vio correr al baño a vomitar. La ansiedad revolviendo su estómago.

Jimin debió admitir también que fue aterrador y tan erróneo haber escuchado todo.

Se quedó al lado de su hermano hasta que vació su estómago y no quedaba nada más que bilis y lágrimas que seguían cayendo como cascada.

  —Dale tiempo, sé que era su dolor hablando por él. —afirmó sin certeza el rubio menor. La voz tan baja y condescendiente como pudo.

  —No… yo sé que no es así, esta vez hablaba en serio —respondió al alejarse del retrete y haber jalado la cadena—. No viste sus ojos… su expresión.

Jimin quiso decir tantas cosas, pero a la vez no podía; sería tan irrespetuoso de su parte meter su cuchara en aquella situación, mucho menos sabiendo que lo que debía decir, sólo perjudicaría más a su hermano.

  —Dale tiempo. Necesita estar solo y asimilarlo —repitió, sobando su espalda—. Y creo que tú también.

Eso logró aumentar el llanto en lugar de calmarlo. El pobre Jimin no sabía ni qué hacer. Sentía que cualquier mínimo toque o mera palabra podría empeorar la situación.

Pero no podía dejarlo así tampoco, así que dejó un par de minutos que el silencio les invadiera y el llanto incesante se calmara de a poco. Después, tomó coraje.

  —Tae, tú… ¿Te arrepientes? —El mayor levantó la cabeza y le miró. Jimin tragó saliva—, de…

  —Me arrepiento de haberlo herido. —respondió secamente. Jimin hizo una mueca, sacudiendo sus hombros para sacarse la tensión.

  —¿Y lo demás? Lo que…

  —¿Lo que hice? —interrumpió otra vez. Sus ojos amenazando con inundarse de nuevo—, ¿Lo que hice con el cazador?

Jimin asintió lentamente con los labios apretados.

  —No.

No debió sorprenderle, pero lo hizo. Jimin abrió los ojos en grande, y no supo qué decir. Todo era tan confuso.

  —Pregunta lo que quieras, dime lo que quieras; te doy permiso. Ya no importa. —espetó seriamente. Su hermano le miró con duda.

  —No me incumbe.

  —Lo hace ahora porque lo sabes todo. Y eres mi hermano, da igual que lo sepas.

Jimin infló el pecho y se armó de valor. Porque aunque fuera su hermano, NamJoon era su amigo, y lo quería mucho; y el sabía que no se merecía eso.

  —Yo… yo sabía que NamJoon y tú tenían algo, pero jamás supe que de verdad estaban juntos —dijo con la voz bajita y angustiada. No era un reproche, y tampoco intentaba sonar como tal, sin embargo Jimin se sentía confundido y un poco herido de que su hermano no haya podido confesarle tal cosa. De cualquier forma decidió mejor no ahondar en eso por el momento—. ¿Por… por qué no solamente se lo dijiste?

Hubo un silencio. Se miraron intensamente por largos segundos. TaeHyung quería abrir la boca para contestar, pero se arrepentía y parecía volver a pensarlo. Jimin iba a darse por vencido, cuando…

  —¿Cómo iba a decirle al hombre de mi vida que me estoy enamorando de alguien más? —soltó finalmente. Saboreó sus palabras y se sintió patético.

  —Oh, Tae… —lamentó el menor, sentándose a su lado para abrazarlo, dejando que le empapara la camisa de silenciosas lágrimas.

Se quedaron en el suelo del baño lo que parecieron ser horas, y ambos pudieron sentir como si el tiempo corriera hacia atrás donde seguían siendo unos niños, escondiéndose del mal que había afuera; refugiándose en los brazos del otro, pues ahí nada más que ellos existían. Hasta que Jimin finalmente concluyó:

  —Sí, sólo debes darle tiempo…
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Tres meses después.


Jimin saltó en su cama cuando escuchó la ventana abrirse, seguido de un ruido sordo que fue casi como si un costal de papas hubiera impactado contra el suelo.

Pero había sido el cuerpo de YoonGi nada más.

  —¿Estás bien? —El rubio corrió a ayudarlo a levantarse, y creyó escucharlo reír. Lo contagió—. Esta no ha sido tu mejor entrada, si me preguntas.

YoonGi se levantó entre quejas, sacudiéndose los pantalones y levantando su morral del suelo; luego miró a Jimin mientras todavía sonreía y se lo extendió: —Como sea, te traje algo.

Jimin miró el morral y lo tomó con cuidado. Al destaparlo, jadeó sorprendido.

  —Una liebre. —dijo con la boca abierta en o y sus cejas levantadas. Yoongi le sonrió.

  —Prohibidos los sermones y quejas. Cuando te conviertas en lobo serás capaz de cazar más de una y ya no podré traerte regalos como estos. —YoonGi pareció consciente de lo que dijo y casi se le enciende la cara de vergüenza. Jimin sonrió.

  —Entonces admites que son regalos.

  —No. —Evadió su mirada.

  —Lo dijiste en voz alta esta vez. No tienes escapatoria. —Le sacó la lengua, a lo que YoonGi rodó los ojos.

  —Ya, como sea. ¿La quieres o no? —fingió fastidio y caminó en dirección a su cama, pero Jimin le jaló del brazo.

  —Gracias por el regalo, YoonGi. —musitó, inclinándose con la intención de besarle la mejilla, sintiéndose muy valiente. Pero el beta le esquivó nerviosamente con un carraspeo.

Jimin ya ni suspiró, estando acostumbrado.

  —Creí que te encontraría dormido. —El pelinegro fue a sentarse a su mesita de lectura y tomó un libro que dejó abierto, hojeándolo sin realmente leerlo.

  —¿Por qué estaría dormido si sabía que vendrías?

Estaban en esa rutina desde hace ya dos meses. Cada semana YoonGi iba a visitarlo a Cravytian y se escabullía por el castillo hasta escalar por ventana. Todo después de las once de la noche, cuando todos en el castillo ya estaban en sus habitaciones y no sería molestado. A veces conversaban hasta el amanecer, otras —las más comunes—, se quedaban jugando ajedrez y comiendo lo que sea que Jimin se robara del refrigerador por la noche para ellos.

La primera vez el beta tuvo que noquear un par de guardias para poder entrar al castillo, pero Jimin le explicó entre risas que eso no era necesario, que bien podía sólo entrar por la parte de atrás al cambio de guardia antes de la media noche y trepar por la enredadera que daba a su ventana, y nadie se daría realmente cuenta. Lección definitivamente aprendida. Los nudillos de YoonGi lo agradecían también.

Se podía decir que finalmente eran amigos.

Aunque al omega no le terminaba de agradar del todo aquello.

Jimin simplemente no podía ocultarlo, y no podía ignorarlo tampoco. Era un cachorro demasiado expresivo y extrovertido; estaba acostumbrado a mostrar sus sentimientos sin filtro aún cuando no quisiera. Sus ojos no ayudaban a mentir tampoco, así que no lo hacía. Por lo que él suponía que YoonGi estaba enterado que le gustaba por la forma en la que lo veía, y le hablaba, y le trataba, y le sonreía…

Pero YoonGi siempre se encargaba de romper su burbuja, y sus ilusiones era aplastadas cual gusanos.

El mayor siempre tomaba su distancia y lo rechazaba lo más sutil y gentilmente posible. Su corazón se estrujaba cada vez.

No quería lucir desesperado, y mucho menos como un niño caprichoso cada que el beta le remarcaba su espacio personal; pero no sabía de que otra forma actuar, pues a final de cuentas, estos sentimientos eran nuevos para él. El omega nunca antes había gustado de alguien.

Oh, que la luna lo ayudase… pues si su hermano —o cualquiera—, se llegara a enterar de su imprimación* con un beta, sería hombre muerto.

Pero mientras, se encontraba conforme con tener al mayor cerca, y era emocionante el poder aprender un poco más de él en cada encuentro. Aún si éste le huía como la peste.

La cabecita de Jimin todavía no entendía el porqué.

  —La última vez estabas dormido. —recordó el pelinegro, a lo que las mejillas del omega se encendieron. Todavía recuerda cómo se ahogó con su propia saliva cuando el mayor lo despertó suavemente, y aún así él casi toca el techo del salto que dio.

  —Estaba cansado, ¿sí? TaeHyung me puso a ayudar en la cocina. Dice que últimamente soy muy holgazán. —refunfuñó, cruzándose de brazos.

  —Concuerdo. —El omega le lanzó un cojín, pero el mayor sólo se rió—. Escucha, si estoy siendo un problema en algún sentido podría venir más temprano, y ser mas cuidadoso, o…

  —No te atrevas a decir que dejas de venir. —bramó con el ceño fruncido. YoonGi le miró inexpresivo, y hubo una pausa.

  —No dije nada.

YoonGi se volvió a relajar en el pequeño sofá individual y se escondió en las páginas del libro. Como si con eso pudiera escudarse del omega, quien estaba a punto de hacer un berrinche. Lo sabía. Era mejor darle la razón y no decir nada.

Sí, YoonGi no era ciego, ni tonto; notaba cada movimiento y miradita del rubio. Y sobre todo podía olerlo… maldita sea, Jimin siempre parecía olvidar que los betas, a su diferencia, sí perciben su olor. El aroma dulzón siempre se intensificaba cuando estaba cerca, o cuando Jimin intentaba cualquier cosa con él.

Su mente no dejaba de viajar al día del granero, y todo el incidente con el caballo, el tobillo torcido, el masaje, y… todo lo que Jimin dijo después. Se había incrustado en su cerebro como un parásito que no le dejaba dormir solamente porque se sentía demasiado abrumado. En ese entonces apenas le conocía, pero ahora…

También debía admitir que le parecía adorable.

Pero simplemente no podía ser. Si le tocaba romperle el corazón en algún momento, le tocaría. Y realmente lo sentía, porque no quería hacerlo.

  —Oye gruñón, ¿vamos a jugar o no? Hoy vine listo para partirte el trasero. —YoonGi rompió la tensión unos momentos después, y al príncipe no le quedó de otra más que ceder. No podía decirle que no aunque quisiera. No podía molestarse.

Apenas dio unos pasos cuando tocaron la puerta dos veces. El corazón de ambos salió de sus cuerpos.

  —Jimin, ¿estás despierto?

TaeHyung.

  —Métete debajo de la cama, ¡corre! —Jimin apresura, y el beta no demoró en esconderse, sólo entonces el rubio subió lo más rápido que pudo a la cama y respondió—: ¡Todavía no, pasa!

  —Hey. —El rubio mayor saludó, entrando con una tímida sonrisa. La actitud de su hermano había estado cambiando demasiado los últimos meses. Ya sabía el porqué, pero de todas formas todavía no se acostumbraba. El mayor se esforzaba mucho en ser más gentil, pero las muecas que suponían su sonrisa a veces le daban escalofríos—. Vine a devolverte esto.

Se acercó con un libro en la mano y Jimin lo aceptó. Una gotita de sudor bajando por su sien.

  —¿Tienes calor?

  —¿Eh? ¿Qué? —escupió con los ojos bien abiertos.

  —Estás sudando.

  —Oh, ¡sí! E-estaba haciendo un poco de ejercicio antes de dormir. —Jimin era pésimo mintiendo, pero aun sí su hermano se había dado cuenta, decidió no decir nada.

  —Bueno, ya no te demores tanto. No me gusta que te develes, y lo sabes.

  —Sí, no te preocupes. Me acostaré ahora. —Sonrió con todo y dientes, fingiendo meterse entre las sábanas al momento en que TaeHyung salía, pero lo detuvo al recordar algo—. ¿Tae? —El omega mayor se giró—, ¿Estás bien?

Era una pregunta que hacía a menudo desde que terminó con NamJoon, pues le preocupaba que sólo estuviera fingiendo su estado todo el tiempo.

Por supuesto TaeHyung siempre le respondía que sí. Hoy no sería diferente.

  —Estoy bien. Cansado, algo. JungKook me tuvo dando vueltas por el prado en el caballo toda la tarde. La espalda esta matándome. —informó con naturalidad. Ya no era extraño que su hermano le contara de su día, y sobre todo que el otro alfa siempre estuviera incluido. Era molesto, sí, pero en parte le encantaba que TaeHyung quisiera volver a reforzar su relación. Así que no importaba qué tanto hablara de JungKook; él escucharía.

  —De acuerdo. Descansa. —finalizó antes de que el mayor cerrara la puerta.

Soltó un suspiró antes de indicarle a YoonGi que saliera de su escondite.

  —¿JungKook? —preguntó al salir de debajo de la cama, fingiendo curiosidad. El rubio asintió, ayudándole a levantarse.

  —El guardián de mi hermano. Es un alfa alto y fortachón con aires de grandeza. —Jimin flexionó sus brazos e infló el pecho, como si estuviera imitando la complexión del mencionado con burla. YoonGi suprimió su risa—. No te caería bien. Es un grosero y maleducado, pero lo soporto sólo porque es guapo y es el novio de TaeHyung… o bueno, algo así. —Jimin se encogió de hombros, lanzándose a la cama nuevamente.

YoonGi se permitió sonreír, negando con la cabeza.

  —Ay, pero no te pongas celoso… tú eres más guapo. —Jimin remató con seriedad, asegurándose de que el otro estuviera consciente de que realmente lo pensaba.

  —Por supuesto que soy más guapo que ese idiota. —bufó con diversión, sentándose a un lado del omega.

  —¿Eh? ¿Ya lo conoces? —YoonGi suspiró.

 —Como la palma de mi mano… —Jimin ahora sí estaba más que confundido, y cuando abrió la boca para preguntar, continuó—. El fortachón con aires de grandeza es mi hermano.

Sea cual sea la razón por la que YoonGi decidió confesárselo al pequeño omega, no importaba, pues no le preocupaba. Por un motivo, decidió confiar en él.

Jimin se quedó con la boca abierta por varios segundos, mirando fijamente a YoonGi como si intentara conectar los cables en su cabeza. El mayor rodó los ojos, y a modo de juego metió su dedo indice a su boca; solo así Jimin reaccionó, manoteando el dedo del beta.

  —Estás jugando conmigo ¡Ni siquiera se parecen! —exclamó con los ojos bien abiertos—. Ademas, él es un alfa y tú un beta.

  —No estoy jugando. No tengo porqué mentirte, niño. —YoonGi le apretó la mejilla, hasta que Jimin se quejó—. No hay parecido porque JungKook y yo somos adoptados.

Explicó con simpleza. A Jimin le brillaron los ojos de forma extraña.

  —¿En serio? P-pero… no entiendo, ¿por qué él está aquí y tú en el Viejo Mundo?

  —Bueno, al parecer por su trabajo. —inquirió, y era verdad. JungKook estaba ahí por trabajo, pero uno muy sucio… Al final no estaba mintiendo, pero tampoco tenía que revelar toda la verdad.

Todo a su tiempo.

Agradeció que Jimin se quedara conforme con esa respuesta, pues cambió sus preguntas de inmediato.

  —¿Él sabe que estás aquí? ¿TaeHyung sabe de ti? ¡Podríamos ir a saludar! —Jimin saltó entusiasmado sobre el colchón.

  —¡No! —Jimin se quedó quieto, y YoonGi se aclaró la garganta—, No. Escucha Jimin, esto que te acabo de decir es un secreto, ¿entiendes? Nadie sabe de esto, mucho menos tu hermano. No puede saberlo.

  —Pero ¿por qué?

  —Jimin… tú lo dijiste. JungKook es un alfa y yo un beta. En cuanto se enteren de ello no sabemos lo que puedan hacernos. Él está bien aquí, y yo estoy bien allá. —Eso último sí que había sido mentira—. Además, ¿cómo crees que reaccione tu hermano cuando sepa que un beta se escabulle a tu habitación?

El omega comprendió, y realmente sonaba muy mal. Sin embargo tenía una pregunta más: —¿Tu hermano sabe que vienes?

  —¿A verte? No, claro que no. —Jimin no supo cómo sentirse.

  «¿O no quieres hablarle de mí?» Quiso decir. Pero le parecía muy fuera de lugar, contando con que YoonGi y él eran solamente amigos, y el mayor no lo veía como algo más. No era su deber ni obligación hablar de él con nadie en realidad. Él tampoco podía, pero si lo hiciera, hablaría de YoonGi con todo el mundo. Quizá en algún momento pueda contárselo a SooBin.

  —Perdón por decir que tu hermano es un idiota. —comentó avergonzado luego de un largo silencio.

  —Pero lo es.

  —Sí, lo es.

Ambos carcajearon. Entonces Jimin se vio ansioso por confesar algo también.

  —Eh… ¿Yoon? —comenzó. El mayor levantó las cejas, dando a entender que lo escuchaba—, ¿Sabías? Yo también soy adoptado.

Los ojos de YoonGi se abrieron más de lo que hubiera esperado.

  —¿Qué dices? —Se veía realmente sorprendido.

  —Sí… La verdad pienso que fue bueno que mamá me lo haya aclarado muy joven. Ella siempre me decía que no era bueno guardar secretos, y que no tenía porqué avergonzarse de decírmelo, ni yo de saberlo. —Se encogió de hombros. La nostalgia invadiéndole de repente al recuerdo—. Mis padres biológicos me abandonaron a la orilla de un río al nacer y mamá me encontró. Al menos esa fue la historia que me contaron. Al principio estaba muy confundido, y lloré mucho, pero después entendí que la familia que me aceptó valía mucho más que sufrir por la que me abandonó, así que me siento agradecido.

YoonGi escuchó atentamente y lo pensó un poco. Jimin era un muchacho muy admirable, y adorable, honestamente. El positivismo con el que regía su vida y sus emociones era increíble para él, pues con todo lo que ha sufrido, le parece maravillosa la idea de cómo aún sigue siendo alguien lleno de vida y amor. Listo para entregárselo al mundo, sólo porque lo tiene, sólo porque quiere, sólo porque sí.

Y le fue aún más difícil negar lo que sentía luego de pensar en ello.

  —Yo huí de casa. Mis padres biológicos nunca me quisieron, así que viví algunos años en la calle hasta que conocí a la familia de JungKook. Y bueno, fuimos un trío de niños muy diferentes el uno del otro que la vida dejó a la suerte y alguien se apiadó de ellos por alguna razón. —relató con media sonrisa, haciendo empatía con el pequeño omega.

Jimin estaba sorprendido también, sin embargo, parecía más curioso que otra cosa.

  —¿Trío? ¿Tienes otro hermano?

  —Hermana. JinHan. Es la de en medio. Sin embargo es todavía más callada y seria que yo, pero es bastante explosiva y aterradora cuando la provocas —comentó con seriedad, a lo que Jimin sonrió, escuchando atento—. Antes éramos más cercanos, pero las cosas cambian y las personas crecen. Aunque como tú… también me siento agradecido.

  —JinHan… ¿ella qué es? —A YoonGi le pareció adorable su curiosidad.

  —Beta. Como mis padres, y como yo, por supuesto. —Jimin tuvo dificultad para entender eso.

  —No entiendo… ¿Entonces por qué JungKook…?

  —Esa es una pregunta que te responderé con el tiempo. No comas ansias. —respondió tranquilamente. Aunque la verdad… ni siquiera YoonGi tenía la respuesta.

Por supuesto todos ahí pensaban que JungKook era un alfa, tenían qué. Pero él… YoonGi era el único que sabía que eso era realmente cierto. La historia de la cicatriz en su ojo era prueba.

Los secretos de a poco estaban saliendo a la luz. Y le preocupaba enormemente.

Hubo otro silencio. Uno bastante cómodo, en realidad. Era la primera vez que se abrían de forma tan íntima sobre sus vidas el uno del otro, a pesar de ya haber entablando una amistad hace semanas. Y les pareció sentar bien a ambos.

  —Quién iba a pensar que tendríamos algo como eso en común. —dijo Jimin, picándole la costilla.

  —Bueno, al menos tú puedes alardear que terminaste siendo un príncipe. Yo terminé cortando carne y cuidándole el pellejo a mi tonto hermano menor. —bromeó.

Pero de pronto la sonrisa de Jimin fue borrándose de a poco, y fue como si una nube negra se posara sobre su cabeza.

  —¿Qué pasa?

Jimin dudó un poco, pero después sonrió débilmente y comentó—: No sé de qué sirvió que me adoptaran, si igual iban a abandonarme después.

YoonGi no dudó en envolverlo en sus brazos cuando la primera lágrima corrió por la suave mejilla.
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TaeHyung ya estaba en su habitación, listo para dormir, excepto que… no podía.

Estaba siendo insoportable. Llevaba alrededor de dos horas dando vueltas en su cama; el calor estaba agudizándole los nervios y el sudor que perlaba su espalda y humedecía su ropa resultaba todavía como la cereza del pastel. Sintió que le faltaba el aire, pero las ventanas se encontraban abiertas; tenía la boca seca, a pesar de haber bebido agua; sentía una presión en el pecho, aunque no tuviese nada que le remuerda la consciencia. No, un momento… sí lo tenía.

Jadeó con derrota y se levantó de la cama como en piloto automático. No se molestó ni siquiera en vestir su bata púrpura de siempre, sólo salió de su habitación con el pequeño conjunto de seda short y camiseta. Creyó que ir a la cocina y hurgar entre la comida podría calmar sus nervios un rato y así poder dormir cuando tuviera el estómago lleno de algo más que sólo ansiedad. Se equivocó.

Sus pies se movieron por sí solos. Las palmas de sus manos se sintieron frías, sudorosas y hormigueantes, el corazón le latía a ritmos preocupantes… tanto que podía sentir sus propios latidos en los oídos, retumbando, una y otra vez. Entonces le vio: el guardia que se supone custodia la habitación del cazador por la noche, dormido, perdido en el profundo sueño que él no podía conseguir, y el príncipe sólo pudo rodar los ojos, anotándose mentalmente que a la mañana siguiente alguien se quedaría sin trabajo. Con todo eso en mente y una profunda inhalación, TaeHyung abrió la puerta.

El aroma llegó a su nariz de manera violenta. La habitación entera apestaba a JungKook de una forma casi mortificante para el omega, pero reconfortante al mismo tiempo. Su ansiedad bajando considerablemente. Un escalofrío recorrió su espina, y lo sintió… el pequeño pero tan perceptible hilo de humedad que bajó por su muslo interno, provocando que apretara las piernas. Su próximo celo sería dentro de un par de semanas, si tenía suerte, así que no debería sentirse así de abrumado en ese momento por el aroma artificial de un no alfa.

Con todo el cuerpo sensible ahora se acercó a la cama, donde pudo ver con claridad la amplia espalda desnuda del cazador, reflejada por la luz de la luna que entraba por el tragaluz. Su mente dejó de maquinar con cordura, preso de los impulsos de su cuerpo y de su omega; tan exigente y desesperado por algo. Se recostó a su lado, tan despacio y casi aguantando la respiración. Sus ojos no se despegaron de la piel que recurrentemente portaba marcas rojizas de uñas y besos, todas causadas por él… Un nudo se instaló en su vientre bajo; ese placentero calambre que tan bien conocía. La espalda de JungKook se movía suavemente junto a su respiración, perdido en el sueño mientras TaeHyung estaba ahí, como un maldito psicópata observándolo dormir. Se inclinó con sigilo, apenas la punta de su nariz rozó la cálida piel y olió la deliciosa esencia que lo tenía loco. Olfateó su cabello, su nuca, sus hombros, los omóplatos… y tan perdido en su lujuria sus dedos rozaron con lentitud la extensión de firme y tersa piel, sintiendo cada relieve de músculos en la espalda, hasta el fin de esta, justo donde la ligera sábana cubría su mitad inferior.

JungKook suspiró entre sueños, gruñendo y quejándose despacio antes de detenerse y dejar desairar a TaeHyung otra vez, quien se había quedado congelado, esperando no despertarlo.

Sus labios rozaron el omóplato al alcance y sus dedos viajaron más abajo, pasando de la sábana que lo cubría. Ahogó un gemido al encontrarse con mas piel desnuda. Ahora las yemas de sus dedos paseándose por el firme trasero descubierto del cazador; éstos danzaron luego por el muslo, y cuando llegaron al frente, acariciando la v de sus caderas hasta su ingle, fue sorprendido con una mano firme sobre la suya.

Ni siquiera tuvo la intención de moverse cuando JungKook se dio vuelta, y lo atrajo hacia su cuerpo. Sus labios conectaron por inercia, y el príncipe se permitió derretirse en la calidez y humedad de su boca, jadeando cuando el pelinegro lo colocó con facilidad encima de él.

  —No podía dormir. —gimoteó entre besos, como un pequeño haciendo berrinche. El ligero puchero siendo besado por el cazador, el mismo que tenía ya sus manos acariciando sus muslos, subiendo hasta adentrarse en sus shorts y apretar sus nalgas con deseo. TaeHYung solo pudo restregarse contra él para más contacto.

  —Yo tampoco. —respondió. Las mejillas del príncipe ardieron.

  —N-no… ¿no estabas dormido? —preguntó con angustia. La vergüenza apoderándose de sus sentidos. JungKook sonrió antes de besarle el cuello.

  —Pude haberlo hecho si alguien no hubiese entrado a mi habitación para tocarme. —El tono no fue burlón en lo absoluto. En cambio, estaba lleno de esa miel que se derramaba por su garganta y le hacía sentirse en las nubes—. ¿Hasta dónde hubieses llegado si no te detenía? ¿Hm?

TaeHyung no lo sabía. No tenía idea de lo que estaba dispuesto, y tampoco pensó sentirse tan valiente cuando estaba excitado. Quizá… si realmente no le hubiese detenido, se hubiese quedado tanto tiempo como fuera necesario acariciando cada pedazo de su piel; quizá no le faltaba mucho por empezar a besar y restregarse contra él como perro en celo. Tal vez… y tan mal como sonara y fuera, hubiese escabullido su mano entre sus piernas y sentir si su toque estaba provocándole algo, aún dormido.

  —No lo sé… —exhaló, rendido y a su merced. Los orbes oscuros en los dorados se miraron con intensidad. El príncipe se movía muy despacio, casi imperceptible, sus caderas todavía vestidas contra las desnudas del cazador debajo, mientras las grandes y ásperas palmas seguían apretando sus muslos y sus nalgas.

  —Creí que habías dicho que ya no haríamos esto, que… —TaeHyung le calló con otro beso, antes de bajar por su mandíbula, para chupar y lamer su cuello. Sólo entonces los ávidos dedos se colaron todavía más arriba, y gimió contra la caliente piel—. Estás mojado. Muchísimo…

JungKook gruñó, y lo próximo que se escuchó fue la tela rasgarse y sus shorts desaparecieron de inmediato. TaeHyung jadeó de sorpresa antes de que el cazador se alineara a su entrada sin aviso previo.

El omega ni siquiera gritó, sólo abrió la boca y contuvo la respiración, sintiéndose lleno en tan sólo instantes. Su vientre estaba en llamas y JungKook comenzó a moverse junto a él. Ambos siguieron mirándose a los ojos como si pudieran ver a través de ellos.

  —Puedes gemir. Nadie va a oírte más que yo, nadie puede oírte más que yo… —El cazador jadeó sobre sus labios. Mientras una de sus manos guiaba los movimientos del príncipe en su cadera, la otra le sostenía el rostro por la mejilla; su pulgar acariciando los labios abiertos que se negaban a emitir sonido alguno—. No me tortures así… Necesito escucharte, necesito escuchar los dulces sonidos de tu boca…

La necesidad en la voz de JungKook y una particular estocada en su punto dulce le hizo ceder; lloriqueó contra sus labios y cerró los ojos, su propia mano se escurrió entre sus ahora sudorosos cuerpos para tomar su pene y acariciarse.

  —Justo así… déjame oírte. ¿Te gusta…?

TaeHyung maldijo entre dientes. Si JungKook no cerraba la boca era probable que perdiera los estribos; siempre tan socarrón y hablador… su maldita voz, su maldito tono… su maldito todo estaba jodiéndole la cabeza. No tenía sentido seguir negando cuánto le atraía, cuan malditamente le gustaba ese hombre.

Y por primera vez, decidió dejarse llevar.

TaeHyung detuvo el embiste de JungKook con sus manos sobre su abdomen, y antes de que el azabache pudiera protestar… él mismo comenzó a moverse; sus caderas meneándose con sensualidad sobre él, y ahora fue el turno del cazador de gemir, sosteniéndose de su cintura.

  —Me gusta… —afirmó con el mismo tono necesitado y caprichoso. Sus muslos rápidamente agotándose—, tanto…

  —Quítate esto, maldita sea. Quítatelo. —JungKook urgió, tirando desesperado de la camiseta que todavía cubría su torso. El pedazo de tela cayó por algún lado de la habitación, y apenas TaeHyung bajó los brazos la boca hambrienta de JungKook se apoderó de su pecho.

El príncipe se aferró de los oscuros cabellos al tiempo que la dulce lengua estimulaba sus pezones. Nunca dejó de moverse, a pesar de ya no sentir las piernas, sin embargo JungKook pareció percatarse de ello, sosteniéndolo antes de darle vuelta y él mismo arremeter contra él. El ritmo repentinamente mucho más lento y profundo.

  —Vas a malditamente matarme, pero estoy muy cerca —jadeó el azabache contra sus labios. El interior del omega apretándose a su alrededor al igual que sus piernas a su cintura—. ¡Joder!

TaeHyung soltó una risita antes de que ésta se transformara en un gemido y su espalda se arqueara; el ritmo le encantaba, era tan diferente al salvajismo al que se habían acostumbrado anteriormente.

  —Está bien… está… —No pudo concluir, gimoteó al mismo tiempo que JungKook se corría dentro. Los gruñidos siendo acallados en su cuello, mientras se sacudía sobre su cuerpo, y por alguna razón eso hizo sonreír a TaeHyung.

Le acarició el cabello mientras las olas del orgasmo del cazador culminaban. Apretó a propósito para ver cómo se retorcía y le mordía juguetonamente en respuesta.

Cerró los ojos y siseó al sentir a JungKook salir de su interior, pero antes de que pudiera decir o hacer algo, el cazador lo tomó como si pesara lo que una hoja y pronto estaba encima de él otra vez.

  —¿Q-qué haces? —Su voz flaqueó, mirando extrañado los oscuros ojos de expresión saciada del contrario. Pero hubo otro brillo en ellos que le hizo estremecer.

  —No creas que hemos terminado. Que yo lo haya hecho no significa que tú también. —Sólo entonces TaeHyung recordó su dolorosa erección y la humedad entre sus piernas. Sus cejas se fruncieron.

  —Y qué se supone que vas a… —Casi grita cuando el cazador le dio la vuelta y le empujó contra el colchón. Éste se sentó cómodamente, apoyando su espalda en la pared, y con casi nada de fuerza atrajo a TaeHyung de las caderas, hasta que su rostro quedó justo frente a…

  —¡JungKook! —TaeHyung gimió-gritó. Sus ojos rodaron hasta la parte trasera de su cráneo y se sostuvo de las sábanas al sentir la lengua moverse en su entrada abusada. Dentro y alrededor.

El azabache le contestó con un sonido afirmativo desde su garganta que envió vibraciones por su cuerpo, haciéndole ver estrellas. TaeHyung sabía que estaba siendo sostenido, pero aún así sentía que en cualquier momento caería.

El placer sólo fue en aumento en cuanto JungKook le masturbó con su mano libre. Su lengua todavía comiéndole.

El príncipe balbuceó cosas inteligibles, sus caderas moviéndose por inercia hacia atrás, casi asfixiando a JungKook, quien no parecía afectado en lo absoluto.

Los calambres en su vientre bajo y en sus testículos le anunciaban un pronto y arrasador orgasmo. Los sonidos húmedos aturdiéndolo; los suaves gemidos de satisfacción de JungKook combinados con los suyos todavía más fuertes y miserables.

JungKook ni siquiera necesitó meter sus dedos cuando el príncipe ya estaba corriéndose en su abdomen y su mano. El agujero apretándose en su lengua en violentos espasmos.

Dejó caer con cuidado a TaeHyung sobre la cama. El omega quedó jadeando y sorbiendo la nariz mientas intentaba controlar su llanto. Momentos después el cazador se acercó y besó su espalda, antes de dejarse caer a su lado y retirarle los húmedos mechones rubios de su sonrojado rostro.

No tardaron en quedar dormidos. Finalmente.
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A la mañana siguiente JungKook abrió los ojos con pesadez, dándose la vuelta para estirar sus músculos cuando chocó con otro cuerpo a su lado. TaeHyung todavía dormía, estaba sobre su estómago y le daba la espalda. Por inercia se acercó y enterró la nariz en su nuca, aspirando el delicioso aroma de su piel y su cabello, antes de retirarse y levantarse con cuidado de no despertarlo.

Pero no funcionó.

JungKook ya estaba calzándose las botas cuando sintió algo presionarse como el peso de una pluma sobre su espalda, causándole escalofríos. La punta de la nariz del príncipe se frotó suavemente en ese pequeño tramo de su espalda, como un beso esquimal que obligó a JungKook a darse la vuelta. Posiblemente perdió el aliento al hacer contacto visual con aquellos ojos, esos brillantes y preciosos ojos. Ni siquiera se molestó en pasar su mirada por la extensión del cuerpo todavía desnudo, simplemente se agachó a su altura y después de unos segundos de intenso contacto visual, murmuró con la expresión estoica y casi imperturbable—: ¿Qué es lo que estás…

TaeHyung no le dejó terminar; el omega sacó su lengua y lamió con sensualidad los labios del azabache, para después lamer los propios, como si estuviese saboreando a JungKook luego de aquello. El cazador abrió la boca otra vez, repitiendo—: ¿Qué estás tramando? —Nuevamente se miraron, sus narices rozando. La tensión tan, pero tan palpable en el aire.

TaeHyung siguió sin responder, esta vez la punta de su lengua salió para lamer el pequeño lunar debajo del labio inferior del cazador; después subió a éste para chuparlo despacio. JungKook apretó la sábana debajo de sus palmas y dejó que TaeHyung lamiera su boca, con la continuidad del húmedo y travieso músculo que se deslizó ahora por su afilada mandíbula, deteniéndose en su cuello, una parte sensible de su cuello que le hizo sisear.

JungKook le tomó de los cabellos para regresarlo a su lugar, y sin ninguna prisa o brusquedad, le besó con hambre, escuchando el ligero suspiro contento que salió de la boca del omega. Se besaron por largos minutos, un beso más lleno de saliva que otra cosa. Ruidosos chasquidos y suaves jadeos, hasta que finalmente el cazador rompió su burbuja.

Los ojos del príncipe le miraron acuosos y entrecerrados, y por un momento se dio cuenta de que la persona frente a él no era el príncipe de siempre. Frente a él había un cachorro perdido y anhelante de algo, algo que aplacara una ferviente necesidad que nacía desde el fondo de su pecho.

El príncipe de hielo parecía estarse derritiendo.

  —Vístete, vamos. —Fue lo último que dijo antes de apartarse, terminar de ponerse la camisa y encaminarse a la salida; no sin antes mirarle por última vez, dejando todavía a un desnudo TaeHyung flotando sobre la cama.

Su voz ronca de la mañana lo detuvo antes de que saliera.

  —JungKook —llamó. El mencionado le miró, esperando—. Duerme esta noche conmigo.

Eso lo tomó por sorpresa. A pesar de haberse acostado múltiples veces, y después prometer que sería la ultima vez, y así, una y otra vez, TaeHyung nunca le había pedido algo como eso. Incluso, eran pocas las veces que despertaban juntos en la misma cama.

Ante su silencio, donde estaba peleando consigo mismo y sus pensamientos, TaeHyung prosiguió:

  —En realidad quise decir que dormiré esta noche contigo. —No había sido pregunta entonces.

  —¿Por qué aquí? —Fue lo primero que salió de su boca.

  «Porque las sábanas huelen a ti» —Porque me parece más cómodo.

JungKook levantó una ceja, incrédulo—: ¿Te parece más cómoda esta cama de esta celda que la propia en tu habitación lujosa?

  —Vamos, esto no es una celda.

  —Parece. —bufó.

  —No. Está encerrado por cuestiones de seguridad, pero no conoces las verdaderas celdas. Tienes suerte de que no te enviara allí. —rezongó, pero JungKook actuó antes de que empezaran a pelear.

  —¿Sabes qué? Deja de parlotear y ven aquí. —Pero contrario a lo que dijo, él dio dos zancadas y volvió a la cama, sosteniendo al omega de la nuca para besarlo nuevamente. Un largo, largo rato.

Se separó cuando las manos del príncipe querían buscar dentro de su camisa.

  —Te espero abajo. —Y salió.

  —No sé qué es exactamente lo que estoy tramando. —suspiró para sí mismo luego de dejarse caer contra las arrugadas sábanas, cerrando sus ojos y aspirando el aroma de JungKook en ellas, con un frágil tinte de su propia esencia.

Debía estarse volviendo loco si pensaba que sus aromas juntos olían increíble.

 
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  *Imprimación en este universo: Ocurre mayor y naturalmente en licántropos jóvenes que nunca antes han tenido una pareja. Se describe como un sentimiento especial de apego y cariño hacia otra persona, desarrollando sentimientos de posesividad inocente y la necesidad de cercanía. Cuando un lobo se imprima puede definirse coloquialmente como el enamorarse por primera vez, o el sentimiento de un primer amor. La imprimación también puede darse en adultos licántropos en la etapa de cortejo. (Se añade este termino al glosario del principio)


Jelouuu, he vuelto con el capítulo tan esperado. Y créanme cuando les digo que LO SIENTO si los atiborré de información en este preciso capítulo pero ya viene siendo hora de destapar un montón de cosas *guiño, guiño* espero no se me confundan. Y si es así, pueden preguntarme lo que quieran.

Que por cierto, si no quedó muy claro: el principio son escenas del pasado desde que NJ y TH se conocieron de pequeños hasta la actualidad donde nos habíamos quedado en el capítulo anterior. Y eso.

Por otro lado: Estamos ya en el climax de la historia, así que esperense de todo en los próximos capítulos. Hasta emocionada estoy de que lean.

Odio hacer sufrir a mi NamJoon aquí, pero hay que hacer lo que hay que hacer jwhdjsn mientras me tocara llorar al escribir sus escenas...

Es todo! Próximo capítulo: la próxima semana.

Nos leemos!

–wonder.

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