CAPÍTULO IV

Cuando abrió los ojos, sólo pudo ver negro. Le tomó unos segundos darse cuenta de que llevaba algo que le tapaba la vista, así como una tela entre sus labios, permaneciendo amordazado. Comenzó a acelerarse, y asustarse, no pudo mover ni las manos ni las piernas, también estaba muy bien atado.

Jadeó, intentando moverse, sentía el suelo frío debajo de él e intentó gritar. Su voz no salió correctamente al principio, pero después sus gritos histéricos salieron, siendo éstos ensordecidos por la tela de por medio que llevaba en la boca. Se sacudió, e intentó no llorar, porque ya estaba entrando en pánico, más aún cuando escuchó una puerta abrirse pesadamente, rechinando.

Se quedó quieto, respirando pesado, su pecho subía y bajaba con violencia, una lágrima traicionera rodó de sus ojos, humedeciendo la tela que los cubría.

Voces masculinas rodearon el lugar.

  —Entonces era cierto… realmente lo trajiste. —se encogió todo lo que pudo desde su lugar, sabiendo que hablaban de él—, ¿dónde lo encontraste?

  —Eso no es de tu incumbencia. —Otra voz más aguda respondió, Jimin no podía controlar las lágrimas de miedo que salían por sus ojos ahora. Pensó en su hermano, deseando con su alma que se diera cuenta que no estaba y fuera a buscarlo.

  —¿Por qué no lo mataste? ¿El jefe sabe que lo tienes aquí? —el corazón de Jimin quiso salir de su pecho.

  —Por supuesto que no idiota, éste no es para el jefe, éste lo traje para mí. —Jimin se removió entonces, intentando gritar otra vez—, mierda, está despierto.

El omega entonces sintió el tirón de la tela que cubría sus ojos y una luz blanca dio de lleno en ellos, obligándolo a cerrarlos con fuerza un momento, pues lo había deslumbrado.

  —Míralo, esa cara nos dará mucho dinero. —exclamó el hombre, tomando las mejillas rechonchas entre sus callosas manos para apretarlas y forzarlo a mirarlo.

El omega intentó abrir los ojos nuevamente, parpadeando despacio, las lágrimas escapando sin cesar. Fue entonces que hizo contacto visual con un hombre de nariz grande y barba larga, le faltaba un diente y su expresión le repugnó de mil maneras. Estaba temblando, de verdad estaba asustado.

Ya se había dado cuenta que eran betas, y probablemente estaba en su territorio, pero no sabía en dónde estaba metido, el lugar estaba prácticamente vacío, a excepción de una mesa de madera en medio del lugar con la luz blanca colgando sobre sus cabezas.

Parecía casi una sala de tortura donde podrían abandonarlo ahí para que muriera de hambre. Pero eso sería tener mucha suerte.

Se sacudió con brusquedad para que ese hombre dejara de tocarlo. Las feromonas de miedo que estaba soltando estaban fácilmente asfixiando a esos hombres, quien hacían muecas por ello, sin embargo no decían nada.

Sollozó, en una súplica porque lo dejasen ir, pero sabía que eso no iba a pasar.

  —¿No estarás pensando en prostituirlo verdad? Sabes que te meterás en problemas si te descubren. —Jimin los miró con terror, sacudiéndose otra vez. El tipo se levantó.

  —Nadie tiene por qué enterarse, ¿me equivoco? —El omega gritó y suplicó, aún cuando tenía la tela cubriéndole la boca—, joder, ¡cállate!

Lo próximo que sintió fue la cubetada de agua fría bañarlo por completo, haciéndolo temblar, tosiendo porque le había entrado agua a la nariz. El tipo le quitó la mordaza y el omega no perdió tiempo, enterrándole los colmillos en la mano.

Si tan sólo pudiera cambiar de forma… los hubiera destrozado a ambos.

Volvió a gritar por ayuda, y el tipo se quejó por la mordida, golpeando a Jimin en la cara a mano abierta. El Omega sollozó, pero no dejó de gritar.

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Afuera, YoonGi caminó con calma por la explanada, en dirección al almacén ocho para dejar las herramientas que SeungHo le había prestado. Iba realmente pensando en todo y en nada, hasta que fue acercándose, y escuchó los gritos de algún niño. Soltó la bolsa con las cosas y corrió hasta ahí, abriendo la puerta de un golpe.

Lo primero que YoonGi vio al entrar fue a un chico pequeño y menudo tirado en el suelo, empapado, con una fiera pero asustada mirada de ojos celestes, los cuales estaban cubiertos de lágrimas, junto a unos colmillos sobresalientes gracias a su boca abierta, intentando regular su respiración.

  «Otro licántropo» pensó YoonGi con sus gruesas cejas juntas, no había dejado de mirar al chico ahí, atado y asustado, como un ciervo a punto de ser arrollado en medio del camino.

  —¿Qué mierda está pasando aquí? —Se obligó a mirar al otro lado de la habitación, donde uno de los hombres de SeungHo sostenía una cubeta, con la que seguramente lo habían mojado, mientras el otro de los idiotas estaba sosteniendo su mano sangrante.

  —Min… estábamos… —Jimin observó perplejo al hombre pálido de cabellos negros acercarse a los otros tipos en la habitación, jadeando cuando éste tomó a uno del cuello y lo levantó casi con facilidad del suelo, sosteniéndolo contra la pared con fuerza.

  —Ustedes son un par de bastardos inútiles, ¿qué creen que están haciendo? —El hombre intentaba respirar, golpeando a YoonGi en los brazos para que le soltara. Y eso hizo, con desdén le dejó caer, escuchándolo toser y jalar aire. El licántropo no dijo nada, estaba mirando la escena perplejo, confundido y todavía muerto del miedo. Intentó con todas sus fuerzas concentrarse, para que aunque sea pudiera sentir un cambio en su cuerpo, pero no podía, era inútil—, ¡Estoy hablando! ¡¿Qué pensaban hacer con él?!

La profunda voz enfadada les obligó a encogerse, incluso al muchacho, sorprendido de que un hombre de una complexión no tan grande ni tosca pudiera ser tan aterrador.

  —Si-SiHyuk lo trajo aquí, quiere prostituirlo. —El otro hombre habló tembloroso, y Jimin pensó que ese pelinegro tendría que ser alguien importante, pues podía notar el miedo que plantaba sobre esos dos con una facilidad increíble.

Estaba de perfil a él, por lo tanto no pudo divisar bien su expresión, pero aseguraba que estaba frunciendo el ceño a más no poder, y sus puños se apretaron.

  —¿Prostituirlo? Repite lo que dijo este cabrón… creo que entendí mal, disculpa. —el hombre pálido sonrió con sorna, acuclillándose frente al cazador en el suelo, ahuecando una de sus orejas con su mano, como si intentara escucharlo mejor.

  —N-no… no es cierto lo que dice. —Tartamudeó, mirando a su compañero con odio, por haber abierto la boca frente a Min.

  —Ah, ¿entonces miente? —Se levantó, y una risa irónica inundó la fría habitación—. Yo de verdad escuché que lo que querían hacer era prostituir a este chico, ¡pero qué idiota sordo que soy! Debería prestar más atención…

Jimin no paraba de mirarlo, su corazón latiendo a ritmos exagerados.

Cerró sus ojitos con fuerza cuando el hombre de cabello negro los arrastró a los dos a la salida y cerró la puerta tras él. Escuchó las quejas, y tal vez eso otro habían sido golpes, no lo sabía.

La puerta se abrió otra vez unos minutos después y Jimin se encogió en la esquina, alejándose al mismo tiempo que el hombre se acercaba.

  —¿Te hicieron daño? —preguntó, la voz repentinamente más baja y calmada, Jimin no respondió, pues seguía mirándolo con miedo. No paraba de temblar—, tranquilo, yo no voy a hacerte nada, lo prometo.

YoonGi miró la mano marcada en la mejilla izquierda del muchacho, sus potentes y cristalinos ojos azules no dejaban de trasmitirle el terror que sentía. Cómo odiaba que los malditos se metieran con niños.

  —N-no me hagas nada… por favor… —Jimin respondió con la voz bajita, la cual tembló al hacer un puchero y romper en llanto, sollozando despacio.

YoonGi sintió ese nudo en la garganta, y sabía que se metería en problemas por esto. Más les valía a esos hijos de perra que mantuvieran la boca cerrada, o les iría igual de mal… o peor.

Si SeungHo se enteraba de lo que estaba a punto de hacer estaría muerto, junto con los otros dos imbéciles.

  —No… no llores, te he dicho que no voy a hacerte daño. —explicó nuevamente, levantado su mano, el chico pegó un brinco y lloró más fuerte. Se detuvo inmediatamente—, Hey, escucha… voy a desatarte, si cuando te suelte quieres golpearme e irte, está bien, podrás hacerlo, pero sólo quiero sacarte los nudos.

Jimin no le creyó al principio, pero algo en su mirada le obligó a confiar. A fin de cuentas, lo había salvado de los cazadores.

Jimin respiró hondo, tragando sus hipidos para analizar el rostro ajeno; una cicatriz rojiza atravesaba la ceja y el ojo derecho, y supuso que eso lo hacía lucir malo, más la actitud que tuvo hace un rato, pero… no había nada de eso ya, en cambio, le causó curiosidad aquella cicatriz que lucía como algo que debió dolerle mucho, y se pensó que el hombre agresivo de hace un momento no era el mismo de ahora.

  —Por favor… sólo quiero ir a casa. —volvió a sollozar, y YoonGi no pudo soportar las grandes lágrimas que salían de esos bonitos ojos—, ten piedad.

Piedad. Eso pedía, y fue suficiente para que su corazón se ablandara un poco más.

No era el primero que le pedía piedad, pero esperaba que fuera el último.

YoonGi no contestó con palabras, en cambio, le extendió una mano para que la tomara, pero el chico volvió a encogerse.

  —Yo no soy un cazador. —Aclaró, pensando que esa era la razón por la que estaba reacio a la ayuda. Sí, lo comprendía, no era sensato confiar en alguien del bando al que siempre le has temido, pero con él no era el caso. La expresión en el muchacho pareció cambiar.

  —¿N-no eres un cazador? Pero ellos…

  —Sí, ellos sí lo son. Yo no. —Jimin no supo que decir, pero se sintió profundamente aliviado—, ven, te llevaré a tu casa.

Jimin dudó un poco, pero finalmente dejó que el hombre tomara su mano y le ayudara a levantarse. Sus piernas todavía temblaban, pero eran simplemente los nervios que traía encima. El pelinegro sacó un pañuelo de seda de su bolsillo y se lo extendió.

Jimin miró la prenda de color rojo y luego subió su mirada al hombre de la cicatriz: —Tómalo, para que te seques —Jimin hizo una mueca—, vamos, está limpio. Tómalo.

Volvió a empujar el pañuelo hacia él y Jimin lo aceptó, agradeciendo en un susurro casi inaudible. Sentía sus orejas calientes, como su nariz y las mejillas… intentó disiparlo, sin lograrlo. Ese hombre le intimidaba, tanto de una mala manera como de la contraria, su presencia simplemente le hacia sentir pequeño, indefenso, tonto. No sabía cómo más sentirse, pero no quería verse pequeño frente a ese hombre.

Terminó por pasar el pedazo de tela por su frente y sus mejillas. Ésta era suave al tacto y brillante, casi como las sábanas de satén que cubrían su cama. No pudo evitar hacer la comparación. El pelinegro le arrastró a la salida y sus ojos resintieron la intensa luz del sol de medio día, ¿cuánto tiempo había estado allí?

YoonGi lo llevó entre los callejones de los almacenes, para evitar que pudieran toparse con alguien que lo llegase a identificar; fue así como salieron del área para adentrarse al único bosque que llevaba hacia Katulu.

Se dio cuenta de que el pelinegro usaba un sombrero cónico de bambú colgando en su espalda, justo en el momento en que se lo ponía y giraba para verlo.

  —Más adelante tengo a mi caballo, así llegaremos más rápido a Katulu. ¿De qué región eres? —Jimin evadió su intensa mirada, todavía avergonzado.

  —De Cravytian. —respondió en un hilo de voz, la cual era temblorosa e insegura. Estaba odiándose mucho a sí mismo en ese momento.

YoonGi levantó una ceja y medio sonrió: —¿Alfa? —Jimin le miró estupefacto. La mueca divertida en su rostro le causó incomodidad—, Me dio la impresión de que no sería allí.

  —¿Por qué no? —Jimin frunció las cejas, dirigiéndose al pelinegro.

Apenas caminaron unos metros y el chico divisó a un bonito caballo negro atado a una cerca que rodeaba una pequeña cabaña.

  —Bueno… no luces particularmente como un alfa, y créeme que he visto muchos alfas antes. —El chico tragó el nudo que se formó en su garganta y sus orejas se calentaron, pero esta vez no fue precisamente de vergüenza. ¿Él no lucía como un alfa?

  —¿Y cómo se supone que luce un alfa? —soltó con los labios abultados en un gracioso puchero que YoonGi no pasó desapercibido.

YoonGi acarició el hocico del caballo antes de acomodarle una silla. Jimin se cruzó de brazos, a la espera.

  —Ya sabes, normalmente son grandes, altos, corpulentos, no necesariamente musculosos pero definitivamente no son pequeños… —YoonGi dijo y volteó para barrer los ojos por su cuerpo con una sonrisa socarrona. Jimin se quedó quieto en su lugar—, como tú.

El príncipe infló las mejillas, ofendido.

  —¡Yo no soy pequeño! Tal vez no soy muy alto… ¡pero tampoco soy pequeño! —exclamó, su rabieta dándole gracia al pelinegro.

  —Como tú digas, niño alfa… mejor vámonos ya. —YoonGi le extendió la mano una vez tuvo al caballo listo y Jimin no tuvo más remedio que corresponder. Le ayudó a subir al caballo y Jimin sonrió. Sólo había tenido pocas oportunidades de montar uno. TaeHyung siempre le decía que era muy peligroso para alguien como él.

Acarició al animal de los costados, fascinado, sobresaltándose al sentir que el pelinegro subió también, tras él. Apretó los labios, YoonGi volvió a quitarse el sombrero para no golpearle con él.

  —Sostente bien. —su aliento en la parte trasera de su cabeza le causó escalofríos y se agarró de la silla mientras el pelinegro tomaba las riendas; entonces el caballo comenzó a trotar.

Pasaron alrededor de diez minutos sumidos en un incómodo silencio, al menos lo suficiente incómodo para el príncipe, quien no podía dejar de pensar en la presencia muy cerca de él y en las piernas que rozaban las suyas en cada movimiento. Carraspeó.

  —Tú… ¿tú cómo sabes acerca de eso? —YoonGi levantó una ceja.

  —¿Cómo sé acerca de qué?

  —Sí, ¿cómo sabes acerca de Katulu? ¿Y sobre los alfas? Pensé que los betas no sabían mucho acerca de eso. —le escuchó hacer un ruido raro con la boca y siguió mirando al frente.

  —Eso no es verdad, en algún momento a todos nos enseñan lo que existe en este mundo. Es como si tuvieras que estudiar la historia del Viejo Mundo, ¿qué se supone que les enseñan a ustedes?

  —Bueno, sí… es cierto, es sólo que no creía que supieran mucho de nosotros y nuestras tierras.

  —¿Tú qué sabes de las nuestras? —la pregunta descolocó un poco a Jimin, pues… ¿qué sabía realmente? Todo siempre habían sido historias crueles acerca de la infinita guerra entre licántropos y humanos, y el Viejo Mundo nunca estuvo bien visto. ¿Era realmente cierto todo lo que decían?

Porque si lo era… ¿Qué hacía un beta ayudándole?

  —¿Quieres la verdad? Nada bueno. —tan simple como eso, y no quiso decir más. YoonGi hizo una mueca.

  —Sí, lo suponía. —hubo otra pausa antes de que continuara—, yo sé muchas cosas acerca de Katulu, conozco incluso más de lo que tú mismo podrías.

  —¿Conoces a otros licántropos? —Jimin ya no podía dejar su curiosidad de lado.

  —Lo hacía. —La corta y seca respuesta le dio a entender a Jimin que no debía preguntar más.

El movimiento, el silencio y la tranquilidad del camino obligaron al príncipe a cabecear de sueño; se sentía seguro y fuera de peligro, ahí otra de las razones por las que —inconscientemente y ya cayendo dormido—, su espalda quedó completamente recargada en el pecho del pelinegro y su cabeza cayó contra su hombro.

YoonGi se sorprendió, pero no tuvo corazón para quitarlo o despertarlo, así que sólo suspiró y continuó mirando al frente.

YoonGi tenía razón, él sabía más sobre Katulu y las razas de lo que él mismo podría siendo un licántropo, y gracias a eso era que el pelinegro bien sabía que algo escondía. Jimin llevaba mucho tiempo fuera de casa, y con todo el desastre que se armó transcurrieron las suficientes horas como para que las píldoras inhibidoras de aroma ya hayan perdido su efecto. YoonGi sabía cómo olía un alfa y cómo olía un omega.

Y se había dado cuenta de que ese niño no era un alfa.

Trascurrieron alrededor de dos horas de camino cuando el muchacho despertó, y al sentir el calor en el que estaba apoyado, saltó, quitándose de encima del pelinegro: —L-lo siento, ¿cuánto tiempo estuve sobre ti?

Su voz salió ronca y rota, teniendo que carraspear para quitarlo. YoonGi se encogió de hombros: —Desde que caíste dormido.

Sus mejillas volvieron a encenderse.

  —Lo siento… debiste quitarme.

  —No hay problema.

Sus palabras quedaron flotando en el aire y el omega no podía dejar de pensarlo; es decir, era normal que se sintiera así frente a un hombre atractivo, y que como extra le había salvado la vida, ¿no?

Jimin suspiró, rendido.

Iban a estar mucho tiempo en ese caballo juntos, —todo lo que durara el viaje—, así que tenía que ir dejando esas ideas en su cabeza si no quería volverse loco.

  —Tengo una gran pregunta. —La grave voz repentinamente le sacó de sus pensamientos y giró un poco la cabeza para verlo—, ¿por qué no cambiaste de forma? Quiero decir, ahí con esos idiotas; los de tu raza lo hacen cada que se sienten amenazados, me es muy extraño que no lo hayas hecho. Pudiste salir de ahí desde antes de que yo apareciera.

Jimin volteó otra vez, con la expresión seria. Sus manos comenzaron a sudar.

  —No puedo. —murmuró muy bajito.

  —¿Cómo?

  —No puedo. —habló más fuerte—, Lo he intentado muchas veces, pero aún no soy capaz.

YoonGi puede que se haya sentido un poco arrepentido de haber hecho esa pregunta, pues se notaba que al chico le afectaba, y cómo no, era su naturaleza, y el no poder cambiar a ella debía ser frustrante.

  —¿No te han enseñado? —qué más daba. Necesitaba romper la tensión.

  —Sí, mi familia lo hizo, mi hermano aún lo hace; es sólo que… no lo sé, tal vez sólo soy defectuoso. —YoonGi resopló por la nariz, un pequeño signo de risa que contagio al príncipe—, suena tonto, ¿no?

  —No. Y tampoco creo que seas defectuoso, simplemente no debe ser el momento todavía. —respondió, y eso Jimin lo agradeció internamente—. Si tienes hambre en esa bolsa hay frutas y agua. Es lo que siempre llevo, de haber sabido que tendría que devolver a un niño alfa a su casa pude haber traído otra cosa.

Jimin sonrió, aun así hurgó en la bolsa de tela que colgaba a un costado del caballo y sacó una manzana roja, dándole un mordisco.

No pasó mucho para que se sumergieran en otra conversación banal que les alcanzó lo suficiente para pasar el resto del camino. A Jimin no le paraba la boca, pero YoonGi se encontró sorpresivamente nada irritado y le respondió a todas sus dudas y quejas, como si se conocieran de toda la vida.

También se acostumbró al fuerte aroma a vainilla que desprendía, a pesar de que llegó a dolerle un poco la cabeza, sin embargo no dijo nada, a sabiendas de que el chico no se daba cuenta.

Cuando estuvieron cerca del área que bordeaba Cravytian, Jimin se enderezó en su lugar.

  —No puedo ir más allá, así que hasta aquí puedo dejarte. —espetó el pelinegro, deteniendo al caballo, bajándose primero para amarrarlo en el tronco cercano.

Jimin asintió con la cabeza y se dejó ayudar por el otro para bajar del caballo, sus piernas temblaron y dolieron por el tiempo ahí montado, así que se tuvo que aguantar la risita burlona entre dientes del beta.

Caminaron unos metros y Jimin pudo divisar el castillo desde ahí, luego se giró hacia YoonGi con las manos temblorosas. Ya estaba anocheciendo.

  —Gracias. —dijo con la cabeza gacha, mordiendo el interior de su mejilla.

  —Fíjate muy bien por dónde andas, sabes que no siempre puedes correr con la misma suerte. —Jimin asintió, algo decaído, y después recordó algo.

El omega abrió la boca un par de veces, peleando internamente consigo mismo sobre si debía hablar o no, pero finalmente lo hizo: —¿P-puedo saber tu nombre? —, carraspeó avergonzado, por haber estado tartamudeando tanto desde que lo conoció.

El hombre de la cicatriz —como había estado llamándolo en su cabeza—, dejó de serlo cuando respondió con voz clara: —Soy YoonGi.

Jimin le sonrió apenas, y asintió con la cabeza.

  —Gracias por salvarme YoonGi, te prometo que nadie sabrá que me ayudaste. —dijo esta vez con más ánimos, queriendo dejar de lucir como un niño tonto frente a él. Miró entre sus manos y extendió de vuelta el pañuelo, a lo cual el pelinegro negó con la cabeza.

  —No, consérvalo. Te lo regalo. —respondió, su expresión seguía siendo seria pero Jimin tuvo la esperanza de que en algún momento podría sonreírle más—, ahora, ten más cuidado, si llega a haber una próxima vez no estés tan seguro de que alguien más pueda tener compasión de ti.

Jimin asintió eufórico, con el corazón latiéndole muy fuerte. Se sintió ansioso, él no quería que…

  —¡Espera! —exclamó cuando YoonGi dio la vuelta para irse. Él se giró, levantándole una ceja—, ¿volveré a verte?

Jimin apretó los labios al darse cuenta de lo que había hecho. Exacto ¡¿qué había hecho?! Estaba claro que no volvería a verlo, pero él… él quería. Su rostro entero se sonrojó como si fuera una tetera caliente cuando hubo un silencio más largo de lo que le hubiera gustado, creyó que había sido un error, así que hizo el amago de irse, pero la voz grave de YoonGi le detuvo.

  —¿Quieres volver a verme? —su pregunta no ayudó en sentirse menos avergonzado, y exclamó rápidamente.

  —M-me refiero a que… bueno, yo… me salvaste, entonces quisiera pagarlo de alg…

  —Sí, claro. —interrumpió su revoltijo de palabras sueltas y quedó quieto en su lugar—, si prometes no meterte en problemas puede que venga a darme una vuelta por aquí un día de estos.

Los ojos del chico se iluminaron y la sonrisa le abarcó toda la cara. YoonGi intentó que el gesto no le afectara más de la cuenta.

  —Lo prometo. —dijo, y YoonGi asintió, regalándole por fin una leve sonrisa y un asentimiento de cabeza antes de darse la vuelta e irse. Jimin lo mantuvo en la mira hasta que el pelinegro desapareció en la lejanía. Entonces murmuró, dándose cuenta apenas de lo que no había dicho: —Yo soy Jimin…


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Min YoonGi entró por fin a su hogar al amanecer, azotando la puerta, y casi jalándose de los cabellos.

  —¿Qué mierda hice? —gruñó para sí mismo, inhalando aire profundamente, sin creerse aún todo el embrollo en el que se vio envuelto.

Si esos bastardos abrían la boca, no sólo ellos estarían muertos, sino que él mismo también. Tenía planeado decirle a SeungHo lo que habían hecho, pero estaba la muy grande probabilidad de que si se enteraba el chico sería asesinado de todas formas. No podía permitirlo. Así que decidió ayudarlo, lo cual también le costaba su cabeza; SeungHo confiaba en él, mucho más de lo que confiaba en nadie, ni siquiera en JungKook. Ahora más le valía tener cuidado, aunque estaba seguro de que todo estaría bajo control, igual nunca más volvería a ver al chico de cabellos plateados y ojos azules como un cristal.

  «Si prometes no meterte en problemas puede que venga a darme una vuelta por aquí.»

Ah, pero si debía ser un completo idiota al haberle dicho eso… Ilusionarlo sin razón no era algo que hubiese querido hacer, pero no tenía de otra, estaba claro que no se verían otra vez, y aún así ese chico preguntó… preguntó con un anhelo en la mirada que le descolocó de una forma extraña. ¿Por qué quería volver a verlo de todas formas?

Él de verdad estaría muy decepcionado al saber que le mintió, pero aunque quisiera no podría simplemente volver y buscarlo. A pesar de no ser un cazador era evidente que no podría pasar a Cravytian así como así.

Era algo que tendría que resolver con el tiempo; mientras, fue hacia el pasillo que daba a la habitación de JungKook, encontrándola todavía vacía.

  —¿Por qué ese idiota no ha vuelto? Ya pasaron dos días. —murmuró, pensando.

El camino a Cravytian a pie duraba alrededor de doce horas de ida y otras doce horas de regreso; a caballo el tiempo se reducía a un máximo de nueve a diez horas, y eso si el animal sólo trotaba. Sin embargo ya había pasado mucho más tiempo, y no sabía nada de él. Si estaba metido en problemas sería realmente difícil ayudarlo, mucho más por la orden de SeungHo sobre no intervenir en el encargo.

Sólo esperaba que estuviera bien…


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Las puertas del salón se abrieron de repente, llamando la atención de TaeHyung y su guardián.

  —Soobin… ¿qué estás haciendo aquí? —TaeHyung se levantó, sintiendo la tensión con la que el omega le miraba, su hermano no estaba con él. Nía entró después con la misma expresión que no auguraba nada bueno—, ¿Dónde está Jimin?

La ojos asustados del príncipe junto a las lágrimas que los bordeaban hizo a TaeHyung entrar en pánico, sacudió a Soobin de los hombros, los nervios calándole en tensión.

  —¡Soobin, responde! ¡¿Qué pasó?! —El omega de cabellos azules sollozó, negando con la cabeza.

  —N-no lo sé… fuimos al prado, y cuando íbamos de regreso al palacio lo perdí de vista, le llamé muchas veces y no respondió, f-fui por Nía y lo buscamos… pero no estaba por ningún lado. TaeHyung, perdóname, yo no sé qué pasó, ¡él estaba conmigo y en un segundo desapareció! —TaeHyung soltó a Soobin con brusquedad, intentando calmarse. Estuvo a punto de comenzar a gritar cuando escucharon a los guardias de la entrada abrir la reja.

TaeHyung salió corriendo de la habitación, con NamJoon y los demás pisándole los talones.

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Jimin apenas pisaba la entrada del castillo cuando divisó a su hermano corriendo hacia él. El omega jadeó sorprendido al ser apretado contra su cuerpo, se permitió responder el abrazo y recargar su cabeza contra su hombro. TaeHyung se sentía alterado, la respiración errática y el amargo aroma que desprendía sólo avisaba lo asustado que había estado. Jimin se sintió terrible.

  —¿Qué diablos ha pasado? ¡¿Dónde estuviste?! —gruñó, casi dejando sin aire al omega menor, de lo fuerte que lo estaba aprisionando.

  —¡Jimin! —Soobin llegó corriendo también—, ¡Estás bien!

TaeHyung se separó de él para tomarlo de las mejillas y revisarlo: —¿Qué es esto? ¿Quién te hizo esto?

Tocó con su pulgar la marca roja de la cachetada que le habían propinado antes, pero no pensó que le dejara una marca. Se quejó al sentir la presión que ejerció su hermano sobre el área afectada.

  —Puedo explicarlo.

No, no era cierto, pero algo se le tenía que ocurrir…

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