Capítulo 3

La habitación que perteneció a Jeor Mormont seguía llena de papeles, pergaminos viejos y mapas metidos a presión dentro de una estantería, con los extremos saliendo de los huecos, unos sobre otros, lo que impedía pasar sin casi doblar alguno de los papeles. La mesa, de roble oscuro y viejo, estaba cubierta por extensos mapas de que mostraban dibujos de lo que se había descubierto más allá del Muro, en las tierras del Pueblo Libre. Probablemente el anterior Lord Comandante había estado investigando, estudiando y calculando las posibles rutas que los salvajes usaban para sobrepasar el muro, aunque Jeor nunca podría aclararle a Jon Nieve lo que estaba investigando.

Algunas plumas negras estaban esparcidas por el suelo y un cuervo se mantenía de pie en el alfeizar de la única ventana, mirando a los intrusos de su casa: varias mujeres vestidas con pieles y metal, acompañadas de algunos hombres similares, de pelo enmarañado y barbas frondosas que casi no dejaban ver sus rostros. A pesar de aquella descripción, los hombres y mujeres no eran salvajes y podía verse por las vestimentas que usaban. Los salvajes vestían con pieles gruesas para soportar el frío al otro lado del Muro, cubriendo cada parte de su cuerpo y cubriendo sus rostros con gruesas capuchas que apenas dejaba verles las caras. Aquellos visitantes eran distintos, aunque igual de salvajes que los miembros del Pueblo Libre que Jon había traído al sur del Muro, dándoles una zona para vivir, alejándolos... de ellos.

Con sus ojos casi negros, Jon Nieve recorrió el pequeño grupo que se había refugiado dentro de su antiguo despacho, el que pronto ocuparía el nuevo Lord Comandante con su marcha. Iban encabezados por una mujer baja, recia y con el cabello canoso que caía hasta sus hombros, completamente enmarañado. Como cualquier mujer al otro lado del Muro, esta llevaba un arma: una maza de púas y había sustituido las telas suaves por la cota de malla y las gruesas pieles que usaban los soldados norteños y, aunque en el Norte no eran extrañas las mujeres rudas y combativas, Jon no tuvo problemas para saber quien era aquella mujer, apoyando su decisión el blasón que sus jinetes llevaban.

—Lady Mormont.

Lady Maege Mormont era la cabeza de la Casa Mormont y la Señora de Isla Oso, una de las banderizas del Norte y una mujer dispuesta a tomar las armas, como todas sus hijas y familiares. Hacía dos años, Maege acompañó al difunto Robb al sur, a combatir a los Lannister, y nuevamente estaba en el Norte, con su rey muerto y su tierra regada con la sangre de compañeros, amigos, conocidos y familiares, siendo desgarrado por hombres desollados, krakens y traidores.

—No me hace falta preguntar quien sois—la mujer se guitó un grueso guante, revelando una mano arrugada, y se la ofreció a Jon, quien no dudo en tomarla. Era posible que los caballeros y soldados se rieran de las mujeres en el Sur, pero en el Norte era distinto y el agarre de Lady Mormont podría igualar al de cualquier hombre más fuerte de los normal—. El Bastardo de Invernalia, el hijo de Ned.

"Bastardo de Invernalia. Alzaos como Jon Stark"

Las palabras de Stannis, mezcladas con sus propios pensamientos, lo golpearon brevemente, pero no lo demostró y mantuvo el rostro impasible, los ojos fijos en Maege. Hacía tiempo que ser considerado un bastardo no lo molestaba ni lo lastimaba. Siguiendo el consejo de Tyrion, convirtió eso en su armadura y dejó de ser una debilidad para él y los demás ya no podían verlo reflejado en sus ojos.

—Jon Nieve, señora.

—Dejémonos de la cortesía sureña, Jon Nieve. Veo que has traído salvajes al otro lado del Muro, contrario a lo que haría mi hermano.

No solo los Hermanos Juramentados de la Guardia de la Noche juzgaron su decisión ni serían los últimos en hacerlo. A lo largo de los siglos, sangre salvaje y norteña regó aquellas tierras, toda perteneciente a los Primeros Hombres, unos defendiendo las tierras del reino y otros deseando tomar un pedazo para ellos, pero sin querer hincar la rodilla ante reyes y reinas con falsa intencionalidad.

Tras haber pasado tiempo con el Pueblo Libre, Jon comprendía porque se negaban a arrodillarse y ahora él no quería mantenerse de rodillas el resto de su vida.

—Es una necesidad mayor, Lady Mormont. Y si ellos no hubieran vuelto, probablemente estaría muerto.

Jon no añadió que "seguiría muerto". Guardaría para sí mismo lo que la Mujer Roja había hecho por él, trayéndolo de aquel lugar frío, helado... tanto que aun sentía los dedos delgados de aquel ser aferrados a un pedazo de su alma.

—¡Ah! Mi hermano seguro se revolcará en su tumba. ¡Pero no soy quien para juzgar las decisiones del Lord Comandante! Se Acerca el Invierno, es el lema de vuestra casa, y en duros momentos como los largos inviernos, las decisiones deben tomarse meticulosamente para sobrevivir.

Otros habrían gritado, tal vez moviendo los brazos o los puños de manera energética con la intención de golpearlo; pero Maege Mormont mantuvo más calma de la que uno habría esperado de ella si hubiera oído a su hermano mayor. Era posible que fuera a causa de la edad, que no quería seguir siendo una mujer huraña, pero Maege lo sabía mejor que nadie: estaba delante del último vástago de Ned Stark, heredero de Robb y, de cierta forma, manteniendo la calma, no se mostraba irrespetuosa con el muchacho, aunque ya hiciera mucho desde la muerte del Rey en el Norte.

—Nunca supe cuanta razón tenían mis ancestros hasta que crucé al otro lado—admitió el joven bastardo, tomando una bocanada de aire., sintiendo el frío llegando hasta los pulmones. Pero no tembló ni se estremeció ante esto—. Ahora comprendo muchas de nuestras historias y cuentos, muchos de los mitos de los Primeros Hombres y vuestro hermano hizo lo mismo. Pero antes de seguir, debo deciros que ya no soy el Lord Comandante, mi señora.

—¿Ah, no? ¿Y que sois ahora, Jon Nieve? Vuestros hermanos os convirtieron en el líder tras la muerte del mío. ¡Oh, si, conozco toda la historia! Traicionado por los suyos en una expedición. Me informé antes de llegar. Ese idiota de Jeor, cargando con la deshonra de su hijo autoexiliándose en este lugar—la mujer negó con la cabeza y miró sobre sus hombros. Todos los que la acompañaron asintieron, abandonando la habitación—. Pero no vengo a contar historias o hablar calmadamente de las cosas que hizo o no mi hermano, Jon Nieve. El Norte Recuerda y los Bolton deben de pagar por lo que hicieron, así como los Frey y los Greyjoy.

Jon asintió a las palabras de la mujer mayor.

—Es por eso, mi señora, que dejé la Guardia de la Noche. Tal vez haya roto o no mi juramento, podéis juzgarme, pero los salvajes y yo íbamos a ir a por los Bolton.

Maege abrió ligeramente sus ojos oscuros, pero Jon no fue capaz de ver aquel ligero movimiento que habría delatado la sorpresa de la mujer, aunque no fue una desagradable. Metió la mano desenguantada dentro de los pliegues de su gruesa capa de pieles y sacó un pergamino levemente arrugado, aun con el lacre de los Stark, de un gris oscuro, impreso en el papel, sellándolo.

—Entonces, Jon Nieve, esto ha llegado gracias a los Dioses Antiguos en el momento exacto. No vais a combatir solo, no si de mí y mis hijas depende, a pesar de las lealtades de mi hija.

Con las manos temblando, Jon tomó aquel pergamino que la mujer le extendía y, con dedos temblantes, rompió el lacre y desplegó aquella carta, viendo la letra de su hermano impresa en aquel papel, notándose algún desliz. Robb había escrito con prisa, pero con firmeza, como si no se arrepintiera de las palabras que estaba dejando en aquella carta. En algunos puntos, vio algunas gotas de tinta, que apoyaban su pensamiento sobre la rapidez de su hermano y, cuando terminó de leer, volvió a leerla antes de mover sus ojos hacia la mujer.

—Yo...yo soy...

—Jon Stark, mi señor. El Rey Robb os nombró su heredero y os legitimó como un Stark ante sus vasallos y compañeros de armas, muchos de ellos muertos, otros presos y algunos esparcidos por las tierras de los ríos esperando ir hacia el Norte, hacia su hogar; hogar que el pulpo de los Greyjoy y esos traidores Bolton han estado despedazando bajo sus manos. ¡Mi hija murió, Jon, por vuestro hermano! ¡Y yo moriré por vos como lo hizo ella por Robb, luchando contra esos cobardes!

Probablemente si Lady Maege Mormont hubiera tenido una espada, la habría desenvainado y habría hincado la rodilla; pero no le importó tener una maza, aunque el sonido fue mucho más fuerte y alguna de las púas dañó levemente la madera cortándola.

"Jon Stark...ahora soy un Stark..."

Había soñado con aquel momento cientos de veces. Deseaba, de niño, ser el heredero, poder convertirse en el Señor de Invernalia, en el Guardian del Norte. Pero ese derecho había sido de Robb, incluso tener a Hielo en sus manos. Él era el Bastardo de Invernalia... aunque ahora estaba mucho más lejos.

—...Stark.

—Sois el Rey en el Norte, alteza, Señor de Invernalia. No quedan hijos varones vivos de Ned y sois el único con sangre Stark que puede recuperar vuestro hogar y reconstruir el Norte.

Jon miró con intensidad las marcas en la madera que habían dejado la maza de Lady Maege. Stannis lo había querido convertir en un Stark, incluso cuando se convirtió en Lord Comandante de la Guardia, y se había negado a ello. Era un bastardo y el derecho era de sus hermanos legítimos; pero ahora tenía en sus manos las palabras de Robb que lo convertían en su heredero y en un Stark, de lo mismo que se jactaba Ramsey Bolton en la carta que le llegó noches atrás.

—Yo no soy un Stark, mi señora.

Tragó saliva y miró a la mujer Mormont, esperando su reacción, pero solo vio la calma de la experiencia, unos ojos que le recordaron brevemente a los de Jeor Mormont.

—¡Ah, si! Vuestro hermano me dijo que dirías eso. ¡Tan parecido a vuestro padre, que podrían congelarse los Siete Infiernos antes de que aceptarais ser un Stark o incluso un rey! No me importa si os llamáis Nieve o Stark, sois legítimo o un bastardo. Sois el único hijo de Ned aquí y el único con más derecho a Invernalia que unos traidores cobardes como los Bolton y es algo que el Norte sabe.

—¿El Norte?

—¿Por qué creéis que he tardado tanto en llegar al Muro, Jon? No soy ingenua ni mucho menos. ¡He tenido que recorrer el Norte por vos de manera apremiante! Esperan vuestra carta para luchar y recuperar esto de los Bolton y los Greyjoy. No nos interesa si lo hacéis como Stark o Nieve, mientras sigáis luchando como lo haría vuestro hermano o como lo haría vuestro padre.

Sintió la intensa mirada de la mujer, como sus ojos se clavaban en él como dos puñales mientras esperaba su respuesta. ¿Pero qué tenía que responder? Dejó la Guardia de la Noche para luchar por Invernalia y para recuperar a Arya de las manos de Ramsey y matarlo por la muerte de su familia y de los norteños leales a su hermano.

No le importaba ser un Stark o un rey.

—Lady Mormont. No estoy seguro de querer ser un rey y no me importa si me ven como Stark o Nieve—admitió, apretando fuertemente aquel pergamino desgastado—. Dejé la Guardia y reuní a salvajes dispuestos para luchar contra los Bolton y los Greyjoy. Se Acerca el Invierno y el Norte debe estar unido.

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