Capítulo 2

El Muro medía 700 pies de alto y 300 millas de longitud de este a oeste, desde la Bahía de las Focas hasta los Colmillos Helados. Era una inmensa masa de hielo que separaba las tierras del Pueblo Libre de los Siete Reinos, y fue considerada como una de las Nueve Maravillas Creadas por el Hombre, aunque su creación fue con un propósito: defender las tierras de los Siete Reinos de aquellos que eran llamados los Caminantes Blancos, seres que existieron en la Era de los Héroes al mismo tiempo que los Hijos del Bosque. Su constructor lo levantó con la intención de mantener a los caminantes fuera de las tierras de los vivos, elevando el muro cada pocos años hasta alcanzar su altura actual, siendo una gruesa muralla de hielo que no parecía menguar y que se mantenía levantada gracias a la antigua magia y al frío extremo del Norte. La Guardia de la Noche había jurado proteger el Muro y a los Siete Reinos, negando cualquier gloria, tierras y señoríos en pos de una vida alejada de cualquier notoriedad o riquezas.

Jon había quedado prendado la primera vez que vio el Muro, siendo tan grande, volviendo el ambiente mucho más frío y tétrico de lo que había esperado en un primer momento. Ahora, después de dos años de servicio en la Guardia, los ojos de Jon Nieve recorrían el Muro mientras sentía el viento frío, con mechones oscuros golpeando cada pocos segundos su sien derecha. Hacía viento, mucho más frío que cuando fue apuñalado por Bowen Marsh. Casi parecía que el invierno le estuviera hablando, o se hubiera fundido con su propio cuerpo cuando dio la primera bocanada de aire tras ser resucitado por la Mujer Roja, aunque Lady Melisandre había asegurado que le había imbuido el fuego del Señor de la Luz, de aquel dios de extrañas tierras al otro lado del mar. Jon, en cambio, tenía una idea distinta: los Dioses Antiguos, aquellos que acompañaron a los Primeros Hombres, lo envolvieron en su halo tétrico para devolverlo a la vida, arraigando algo en su alma que se le hacía extraño, casi como si fuera un pedazo salvaje del que no había tenido constancia hasta el momento, como si hubiera despertado tras ser revivido. Estaba seguro de que algo más había vuelto con él cuando volvió a la vida.

Por costumbre, flexionó los dedos de su mano. No estaban rígidos, pero lo había estado haciendo los últimos meses, y ahora era un hábito que no podía olvidar y del que tardaría mucho en deshacerse. Ya era algo que era inherente en él.

—¡CORTADLE LA CABEZA A ESE MONSTRUO!

Los caballeros del Rey Stannis tenían las espadas desenvainadas. Rodeaban al gigante mostrando rostros furiosos, dispuestos a atravesar la piel de Wun Wun con sus espadas, con la intención de matarlo como venganza por la muerte de Ser Patrek, cuyo cuerpo aún yacía a un lado del gigante, inerte, con las entrañas esparcidas por la nieve, volviéndola de un color rojizo, casi como el vino del verano. Por inercia, los ojos de Jon miraron el pedazo de la torre donde Wun Wun estrelló al caballero, y a pesar del viento y la nieve, pudo ver una enorme mancha de sangre y sesos que se había congelado en la piedra.

"Si el hombre se hubiera mantenido alejado de Val"

Jon levantó la mirada. La cuñada del Rey Más Allá del Muro se asomaba a la ventana de su torre, con aquellos ojos grises que parecían siempre brillar con intensidad, ahora curiosos por el ruido bajo su ventana, y parecía tener el ceño fruncido, con las arrugas marcándose en su frente y mechones de su cabello cayendo ligeramente por el lado derecho de su rostro.

Hoy no llevaba su usual trenza.

—¡Apartaos! ¡APARTAOS!

Tormund empujó a algunos Hermanos de la Guardia con cierta brusquedad. Cuando estos llevaron las manos a las empuñaduras de sus armas, el salvaje pelirrojo mostró los dientes y el jabalí de Borroq gruñó mostrando sus afilados colmillos salientes, como si esperara que uno de los sureños diera el primer paso para ensartarlo. Jon no dudó de que Borroq estaba dispuesto a hacerlo y ver como su jabalí ensartaba a uno de los guardias con su colmillo para su propio disfrute. Probablemente el cambiapieles hubiera disfrutado su muerte anteriormente, aunque ahora lo siguiera a una lucha contra el bastardo de Bolton.

—¿Se puede saber que está pasando aquí?

La mano cicatrizada ya no estaba dormida, pero sintió el cosquilleo que lo había acompañado cuando los oscuros ojos de Bowen Marsh lo miraron, mostrando sorpresa y miedo. Debería estar muerto, algo que él mismo sabía, y Bowen no parecía comprender cómo había vuelto a la vida, pero lo había hecho.

—¡Sois un demonio! ¡Yo os apuñalé por vuestra traición Lord Nieve! ¡No deberíais estar vivo!

El grito de Bowen Marsh hizo que caballeros y miembros de la guardia se giraran para mirarlo. Jon se mantuvo impasible, sintiendo las docenas de ojos clavados en él, buscando algún indicio de que las palabras de Bowen fueran reales. Esto le permitió descubrir una cosa: las intenciones de los miembros de la Guardia. No recordaba todos los rostros, más allá del de Bowen, pero sabía a ciencia cierta que el hombre no había sido el único en traicionarlo y apuñalarlo. Las heridas en su torso serían un recordatorio de las puñaladas que recibió para llevarlo a su muerte, aunque incluso eso parecía resistírsele.

—No sé por qué estoy vivo. Tal vez sea un demonio, Bowen, pero yo no os traicioné. Buscaba algo mejor para todos, la salvación de los vivos que caerían ante los Caminantes Blancos. Pero incluso ahora, ya no puedes llamarme traidor. Mi guardia terminó con mi muerte.

Bowen Marsh miró al Lord Comandante con el ceño fruncido, aún incrédulo y confuso, por ello había saltado por alto su vestimenta. La ropa negra había sido sustituida por una completamente distinta: la capa de piel seguía cubriendo los hombros de Jon Nieve, pero las ropas oscuras fueron sustituidas por el cuero endurecido y el símbolo de los Stark a la altura del cuello, aunque algo burdo y apenas reconocible, pero allí estaba el Huargo de los Stark.

—¡¿Negáis que sois un traidor?! ¡INCLUSO OS HABÉIS DESECHO DE LAS ROPAS DE LA GUARDIA! ¡Habéis roto vuestro juramento, Lord Comandante!

Las palabras de Bowen generaron murmullos entre los hermanos, que se miraban entre sí, indecisos. Los caballeros de Stannis que formaban la guardia de la reina y la princesa se mantuvieron apartados de aquella conversación, pero seguían con sus armas apuntando hacia el gigante vegetariano, apuntándole, casi pinchándolo.

—Como dije, Primer Mayordomo, mi guardia terminó cuando vos y sus compañeros atravesaron mi torso con sus puñales, tiñendo vuestro acero con mi sangre—mantuvo la calma y habló con calma, con firmeza—. No soy un traidor por intentar salvar a los vivos ni por cambiar de ropa. Ya no soy vuestro Lord Comandante, porque morí. Si insistís en llamarme traidor, entonces tendré que devolveros ese golpe con otro... traidor.

Aquella última palabra que salió por la boca de Jon Nieve, pareció enfurecer al Primer Mayordomo de la Guardia de la Noche. El rostro del hombre pasó de un color pálido a uno enrojecido, y sus ojos se entrecerraron con peligrosidad, al mismo tiempo que llevaba la mano hacia la empuñadura del puñal. Jon captó ese movimiento, y retrajo el brazo hacia la empuñadura de Garra, lo que hizo que los salvajes que lo acompañaban se mostraran más hostiles, incluso Wun Wun, quien rugió ante la hostilidad que estaba presente ante él.

El gigante del otro lado del Muro se puso en pie con la lentitud propia de los de su especie, pero cuando se irguió sobre toda su altura, los caballeros recularon varios pasos, abriendo el círculo y permitiéndole moverse varios pasos que podrían haber hecho retumbar el suelo.

—¿Queréis pelear, Lord Nieve? ¿Hundiros más? ¡Thorne llevaba razón cuando os llamó cambiacapas! ¡Un traidor!

—¡Jon no nos traicionó!—otros de los hermanos se removió, volviéndose hacia su compañero—. ¡Luchó en la Batalla del Castillo Negro! ¡Nos dirigió contra Mance! ¡Y siguió las órdenes de Qhorin Mediamano cuando se unió al Pueblo Libre!

Poco a poco, la brecha entre la Guardia de la Noche se fue haciendo mucho más visible, con algunos apoyando a Jon Nieve y otros posicionándose del lado de Bowen Marsh. Se suponía que la Guardia de la Noche debía de proteger a los Siete Reinos de los salvajes, no dejarlos pasar, a pesar de que las cosas habían cambiado.

—¿En serio queréis que los salvajes engrosen las fuerzas de los Caminantes?—encontrando aquella discusión como una burla, Jon gritó por encima de los murmullos y enfrentamientos de sus hermanos. Clavó sus ojos en Bowen—. ¡Eso solo llevaría al reino a su muerte! ¡LA DE TODOS NOSOTROS!

—Podría haber aceptado a los salvajes, Lord Nieve. ¿Pero que os dispusierais a luchar contra Bolton? ¡Sois un miembro de la Guardia!—escupió Bowen, desenfundando el cuchillo—. ¡Os llevaré a la muerte por esto, Lord Nieve!

—¡PODÉIS INTENTARLO!

—¡Por encima de mi cadáver, cobarde!

Bowen Marsh era redondo y rosado como una granada, y un experto en recuentos y medidas. Su fuerte no era luchar. A pesar de ello, se lanzó hacia el frente, atravesando a los caballeros de Stannis hacia Jon con la intención de apuñalarlo, pero Tormund salió a su encuentro tras llamar al hombre cobarde, empujándolo a un lado con fuerza y haciendo que el puñal escapara de su mano.

—¡Argh!

—¡Proteged a Bowen hermanos! ¡POR LA GUARDIA!

Jeor Mormont probablemente se estaba removiendo en la tumba, observando como los miembros de la Guardia peleaban entre sí, unos apoyados por el puñado de salvajes que fueron a por Jon y otros apoyados por los caballeros de Stannis. Jon mismo veía esta pelea como una mancha. Un insulto para los que dieron su vida en el Puño de los Primeros Hombres. Pero no podía detener aquello.

Garra abandonó la vaina que la protegía tan rápido como Fantasma, quien se lanzó sobre un caballero con el jubón del ciervo rodeado en llamas, arrancándole la cabeza de un bocado, terminando con su vida tan rápido como los dientes se clavaron en su yugular.

"Esto no debería estar pasando"

El acero valyrio era liviano, capaz de cortar la carne y el hueso con un solo roce y Jon lo sabía cuando movió a Garra para defenderse, desviando la espada de uno de los caballeros del rey. Era un hombre... grotesco, con los dientes torcidos, la piel cenicienta y los ojos un poco hundidos. Si no fuera por la nariz, Jon Nieve habría pensado que no era humano, pero cuando Garra cortó la piel del caballero y la sangre besó el filo de su espada, confirmó que lo era.

Podía matarlo.

Jon y el caballero se enzarzaron en un intercambio de tajos de espada. El hombre intentaba alcanzarlo, cortar el cuero endurecido con el filo de su espada de acero templado. Por su parte, Jon lo tenía más difícil y, a la vez, mucho más fácil que el hombre frente a él. Garra había cortado la carne del caballero cuando pasó por uno de los puntos débiles de la armadura, por alguna articulación. Eso no era suficiente para derrotar a un caballero ungido sobreviviente del Aguasnegras.

Acortando la distancia, escupiendo algunas palabras malsonantes, el hombre se lanzó hacia Jon en carrera, dispuesto a tomarlo con sus brazos y derribarlo. La diferencia de altura y la musculatura, si bien no era mucha, y el llevar una armadura completa hacía que el caballero de Stannis fuera mucho más peligroso. Si lo tomaba con los brazos, probablemente lo partiría en dos. Y Jon lo sabía.

La batalla entre los salvajes y los hombres de Stannis había dejado una enorme diferencia a la vista y algo de suma importancia: las armaduras y los caballos de batalla eran importantes, así como una formación y una jerarquía en el mando. Pero, en contra parte, los salvajes mostraron su propia valía y su fiereza en batalla, lo que había granjeado a Stannis algunas bajas dentro de sus filas y un temor por quedar atrapados en los brazos de algún miembro del Pueblo Libre.

Jon Nieve peleó al lado de los salvajes, en contra de los salvajes y al lado de sus hermanos. No tenía una armadura de hierro que lo protegiera, ni un yelmo que lo salvara de golpes directos a su cabeza; pero si tenía la velocidad de las personas sin armadura.

Los brazos del hombre se cerraron atrapando únicamente aire. La sangre comenzó a filtrarse por los puntos de las articulaciones del lado derecho cuando Garra cortó la tela, la carne y el músculo con una velocidad vertiginosa. Tanta que, cuando el caballero movió su espada, Garra estaba ya bloqueando el tajo en contra de su dueño.

—¡Voy a mataros bastardo! ¡El rey no debió confiar en vos!

—Stannis es un hombre inteligente—Jon desvió la espada del caballero al empujar a Garra hacia la derecha, obligándolo a recular varios pasos—; pero vos no lo sois.

El hombre se movió hacia adelante y Jon atravesó el vientre del caballero con Garra.

—¡Ngh!

La sangre solía tener un sabor salado y a óxido, aunque esta última parte solo algunas personas lo habían notado. Para Jon, la sangre era solamente eso: sangre, un líquido rojizo con una porción salada que no le gustaría saborear de nuevo, y al ver como el hombre escupía sangre contra su rostro, cerró brevemente los ojos.

No le gustaba matar.

Pesadamente, el cuerpo del caballero sureño cayó sobre la nieve, con los ojos completamente abiertos, la sangre brotando de su boca y de la puñalada, empapando el cuero que estaba bajo la armadura y regando la nieve bajo su cuerpo.

—Lo siento...

—¡DETENEOS! ¡DETENEOS!

El sonido del acero se detuvo ante el grito femenino. Jon miró a la reina Selyse acompañada de varios de sus guardias, mirando horrorizada aquel incidente. A su lado, como un fantasma ardiente, Lady Melisandre caminaba sobre la nieve con su cabello como una corona llameante.

"Besada por el fuego"

Brevemente, Jon pensó en Ygritte y en lo fácil que habría sido todo si se hubiera mantenido al otro lado del Muro, con ella, en aquella gruta y alejados de todos.

—¿Qué significa esto, Lord Comandante?

El mentón de la reina se mostraba tenso, más duro que de costumbre, y eso no hacía más hermoso su rostro.

—Ya no soy el Lord Comandante—delicadamente, Jon limpió la sangre de Garra con el jubón del inerte caballero a sus pies—. Vuestra Dama Roja me trajo a la vida. Como dicta el juramento, mi guardia terminó en el momento que morí. Pero, si buscáis una respuesta—Bowen y varios hermanos fueron lanzados al medio, todos mostrando algunas lesiones menores—; Bowen Marsh podría daros las respuestas, así como el cadáver de Ser Patrek. Su iluso caballero intentó sortear a Wun Wun para obtener a Val... y falleció. Creo que a sus hombres no les gusto eso, por lo que intentaron matar a Wun. Yo solamente hice aquello que creí necesario, incluso cuando vuestros hombres apoyaron a unos asesinos y traidores.

Selyse contrajo el rostro, frunciendo el ceño y recogiendo las palabras de Jon, intentando discernir si eran verdad o una mentira para encubrir sus acciones.

—El Señor de la Luz trajo de la muerte a Jon Nieve, alteza, para que cumpla con su papel. Cada palabra que ha dicho es la verdad.

—Bien, bueno—Selyse meneó la cabeza y miró a sus hombres—. ¡Recoged los cadáveres y manteneos alejados de estos... salvajes! Cuando mi esposo vuelva, Lord Nieve, os buscará por respuestas.

"Si, Stannis suele buscar las respuestas a todo"

—¡Jinetes! ¡Se acercan jinetes!

—¡Veo un oso!

—¡Elestandarte parece un oso de sable levantado sobre las patas traseras, sobre unbosque de sinople! ¡Son los Mormont de Isla Oso!

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