LA LUNA TRAS LA TORMENTA
Los meses habían pasado con rapidez desde la última vez que Sans había tomado aquella loca decisión, la decisión de ir a comprobar si la leyenda que tanto amaba oír era verdadera o en cambio, poco más que una vil farsa. Después de investigar por horas cada día, leer cada pequeño trozo de historia, escuchar cada uno de los relatos que había sobre el tema, y sobre todo... sufrir cada noche pensando que otras opciones tenia si es que todos aquellos que ayudaban a su causa estaban tomándolo por idiota.
Por tonto que pareciera y aunque sabía que él: su hermano, conocía lo que Sans tramaba, no había tenido el valor durante todo ese tiempo de comentarle su plan. Sabía que Papyrus pensaría que era peligroso e intentaría detenerlo a como dé lugar y ya era suficiente con sus propias inseguridades como para tener que lidiar con las que otro pudiera sembrar en su corazón. Sans sabía su potencial, sabía lo determinado que podía llegar a ser en algunos casos pero, realmente necesitaba un pequeño empujoncito en su vida literalmente hablando.
La tercera semana del mes de Junio fue cuando aquel suceso ocurrió, ese día habían mencionado en las lecturas del tiempo que pasaban por la televisión que no llovería, sería un día tranquilo y sin nubes en absoluto y era cierto, mientras el sol estuvo alumbrando en el cielo no hubo ni una sola nube que le perturbara, un cielo claro y limpio, pero todo cambio al caer la noche. Aquel inmenso techo estrellado de un segundo a otro había comenzado a transformarse en el escenario perfecto para una tormenta y no cualquier tormenta, sino quizá la más violenta del año.
Sans y Papyrus se encontraban a esas horas ya en su acogedor hogar fuera del subsuelo, el esqueleto mayor estaba acostado en su característico y muy cómodo sillón verde viendo la televisión mientras por otra parte el menor de ambos estaba en la cocina preparando su típico espagueti con salsa para cenar. La noche cayo serena sobre aquella cabaña de madera. Pero, con el paso del tiempo comenzaron a escucharse las gotas estampar sobre el techo de dicha estructura a la que llamaban hogar.
Lo que había comenzado siendo unas cuantas gotas de un momento a otro se había vuelto un diluvio, al punto tal, que la señal de la televisión se había ido. Sans sorprendido por esto se levantó del sillón y tomo camino hacia la ventana más cercana para ver qué era lo que estaba sucediendo afuera, como era de esperarse este no pudo evitar sorprenderse, después de todo jamás había visto una lluvia como esa.
Papyrus había salido de la cocina al verlo parado frente a la ventana, había estado tan inmerso en su platillo de alta calidad que siquiera se había percatado de que llevaba lloviendo ya desde una media hora. Ambos hermanos se encontraban estupefactos viendo como incluso la luz de las farolas que alumbraban las calles de aquella pequeña ciudad en la colina parpadeaban, lo cual al esqueleto mayor le pareció muy extraño.
"¿Por qué la luz parpadea fuera de casa pero no dentro? Es la misma línea eléctrica" Pensó.
Por otra parte, Papyrus había decidido continuar tranquilamente con sus actividades culinarias dejando a su hermano un tanto confundido viendo por la ventana. Todo esto era muy sospechoso para Sans, quien siempre había sido indirectamente un joven amante de la ciencia y la logística, atributo del que carecía ésta situación.
Fue entonces cuando vio proveniente del cielo el primer relámpago de la noche, éste parecía haber estampado contra el suelo de aquella montaña en alguna ubicación cercana a la cima, el esqueleto mayor no podía dejar de ver atónito por la ventana, estaba sorprendido sobre esta situación y sobretodo confundido, más ese sentimiento creció luego de ver como una parvada de aves había sobrevolado el cielo como si nada, con una calma única, como si realmente ni siquiera estuviera cayendo rocío alguno.
Gracias a esa situación Sans comenzó a sospechar, algo no pintaba bien en ese lugar. Él con la vista clavada tras la ventana pensó que en ese mismo instante que aquel cielo parecía muy enfadado... o quizá se estaba malinterpretando la situación, quizás estaba muy emocionado. La mirada de Sans no se apartaba de aquel negro y oscuro techo que los cubría y fue entonces cuando sucedió, una de aquellas gigantescas nubes grises me despejo ligeramente dando camino a una brillante luna, pero no cualquier luna.
"¿Eso es... una luna azul?" Preguntó casi como un susurro para sí mismo aquel esqueleto. Atónito y extrañado recordó que era lo que una luna azul en medio de una tormenta podía llegar a significar.
Aun parado frente a aquella ventana sus cuencas comenzaron a oscurecerse y miles de recuerdos vinieron a su mente: la reina Toriel, el rey Asgore, aquel pequeño humano que los había liberado de su subterránea prisión... El doctor Gáster, Su hermano...
Entonces, afianzándose a su icónica sudadera azul y sus esperanzas, giró sobre sus talones y camino con dirección a la puerta. En aquel arrebato de esperanza planeaba salir en medio de la tormenta, abrió la puerta sabiendo lo que le esperaría y luego de unos segundos viendo a través del marco la lluvia caer, se colocó la capucha de su abrigo, metió una mano en los bolsillos de esta cerrándolas en puño. Para ese momento, un extrañado y muy confundido Papyrus se había asomado por la puerta de la cocina que daba camino al salón.
"¿Qué se supone que éstas haciendo?" Preguntó, sin obtener respuesta alguna "¿Sans?".
Sans, ni corto ni perezoso grito a su hermano antes de salir corriendo por la puerta, ignorando todos aquellos gritos por parte del menor que intentaba desesperadamente hacerle entrar en razón.
"Voy a resolver mi... nuestro problema de una vez por todas, Papyrus" fue lo que dijo antes de atravesar aquella puerta.
Papyrus corrió a dejar su delantal y cucharon que tenía en mano sobre el mesón de la cocina, pero no fue sino mientras iba en dirección a la puerta tras su hermano mayor que se preguntaba que le había sucedido, después de todo ante la vista de Papyrus, Sans estaba completamente normal hace solo unos segundos.
El mayor del dúo esquelético sentía como aquellas afiladas y punzantes gotas de agua golpeaban en su cara e incluso algunas solían colarse a sus cuencas dificultándole a la hora de ver por dónde iba. Corría y corría sin parar en dirección hacia donde había visto aquel brillante y estruendoso rayo estampar contra la superficie... seguramente eso sería una buena señal. Poco faltaba para llegar allí cuando escucho las pisadas se su hermano y lo gritos de este a su espalda... él le estaba buscando.
"¿En qué te metí, hermano? Quisiera volver a casa para que estés a salvo pero, esta es mi única oportunidad de tener una vida contigo, una vida donde yo no soy una carga para ti" Pensó mientras aceleraba cada vez más sus pisadas.
Entonces Sans se detuvo súbitamente de un momento a otro, se encontraba frente a algo que jamás había visto. Un gigantesco pino, uno de los tantos que adornaban aquella montaña por el día. Su tronco se encontraba completamente destrozado, aquel brillante y potente rayo lo había talado por completo, pero la forma en como lo que quedaba del árbol reposaba sobre el suelo no tenía sentido, se suponía que debía caer hacia el costado izquierdo de donde su tronco aun clavado al suelo permanecía, pero por el contrario se encontraba apuntando al camino que guiaba hacia la verdadera cima del monte Ebbot.
"¿Esto se usa como flecha para marcar el camino?" Se preguntó, después de todo la copa de un pino tiene una punta afilada similar a la de una flecha. Para aquel esqueleto que se encontraba desesperado en medio de la lluvia tenía sentido.
— ¿Hermano? ¡Sans! Al fin te alcanzo —Dijo Papyrus que luego de unos minutos subiendo aquella colina, se encontraba empapado en agua y lodo— ¿Qué crees que estás haciendo, hueso vago? Salir a caminar en medio de la lluvia no es una gran actividad, pero salir a correr en medio de una tormenta... y en una cima empinada... no ha sido de tus mejores ideas, Sans ¿Estas bien?
— ¡No! ¡No estoy bien! Estoy cansado hermano, estoy harto de que todo el mundo me trate como si fuera un inútil, como si fuera nada, solo por enterarse que yo soy... que yo tengo... —Decía mientras agachaba su cabeza, aun sin girarse a ver a su hermano menor.
— Solo intentamos protegerte, Sans. Ayudarte...
Este solo chasqueo su lengua, después de todo Papyrus seguía sin entender su corazón. Sans siempre lo había apoyado en todo, el espagueti, unirse a la guardia real, hacerse amigo del humano... todo. Y le dolía, le dolía que su hermano no pudiera entender que en ese momento más que ser "cuidado" o "ayudado" quería ser apoyado.
Quería ser como cualquier otro monstruo que habitaba ahora la superficie, quería ser "normal"... Quería ser libre, libre de verdad. Entonces corrió, corrió en la dirección en la que aquel gigantesco pino apuntaba, cada vez se acercaba más a la cima.
"¡Sans, espera!"
Un pequeño pero denso bosque era lo que debía atravesar para llegar a donde se suponía habitaba aquella rosa mágica de la cual tantos monstruos lo habían visto investigar. Cuando al fin estuvo a punto de salir de aquel laberinto de troncos escucho un ruido proveniente de entre aquellos árboles ¿Papyrus seguía siguiéndole el paso? No lo sabía.
Siguió su camino hasta lo que parecía ser una pequeña planicie, se encontraba en la cima de aquella montaña y sin notarlo había dejado de llover, solo un hermoso brillo de luna iluminaba un punto en específico de aquel lugar. Asombrado y maravillado por la hermosa escena caminó a paso lento hasta lo que parecía ser una cama de flores.
Acercándose hacia aquel lugar pudo notar que a diferencia de lo que aquella historia en rimas parecía contar no había una rosa roja en la cima de la colina sino muchísimas, tantas que contarlas en ese mismísimo momento era inútil, pero, había una entre todas ellas que parecía ser distinta. Rodeada de rosas rojas se encontraba una pequeña y delicada rosa blanca que deslumbraba por entre las demás dándole un aspecto mágico y misterioso.
"¿No se suponía que era una rosa roja? ¿Por qué hay tantas?" Dijo mientras se detenía entre ellas acariciando con suavidad los pétalos, esa la única rosa que entre todas parecía ser diferente ¿Por qué era tan hermosa?
Mientras Sans se deleitaba con aquella hermosa vista, Papyrus seguía intentando seguirle el paso a su hermano mayor, pero por más que lo intentaba lo había perdido entre un denso montón de árboles. Luego de minutos sin saber hacía dónde ir escucho una voz que le parecía familiar e intento caminar hacia ella.
"Esto no es como en la historia, ahora a pesar de que llegué aquí no sé qué hacer" Escuchó, mientas se abría paso viendo a su hermano inclinado en medio de un campo de flores ¿Qué estaba haciendo?
— ¿Sans? —Preguntó el menor que parecía embelesado por aquel lugar también— ¿Qué haces aquí?
— ¿No lo recuerdas, Paps? La leyenda de la rosa que cumple deseos— Dijo el mayor sin apartar la vista de la brillante blanca flor.
— Hermano son solo cuentos, solo volvamos a casa —Pidió casi suplicante a su hermano mayor, si seguían allí podían enfermarse por estar mojados a causa de la lluvia o peor aún... podía quemarse su espagueti.
— Nashira... —Susurró Sans para sí mismo o eso creía, mientras se levantaba y giraba sobre sus talones fijando por fin la vista en su hermano.
"Me sorprende que tu realmente no lo entiendas" Dijo Sans, mientras levantaba su rostro, retiraba su capucha y miraba a su hermano menor. Sorprendiéndose así Papyrus se sorprendió al ver su rostro.
Sans se encontraba bañado en lágrimas, pequeñas gotas de un color azulado brillante descendían por sus mejillas. Éste se encontraba desesperado por lo que se podía ver, pero Papyrus sabía que esa leyenda no podía ser completada por él, no por ellos. Ellos eran esqueletos y aunque llorar sangre sonaba casi imposible para cualquiera, lo era aún más para ese par que eran solo un montón de huesos y calcio. Los esqueletos no sangran ¿cierto?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top