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Era común escuchar leyendas en la isla Jeju, pensaba. Parecía que la gente no tenía otra cosa más importante que hacer.
Decían que sus ojos eran totalmente blancos, con sombras grises y llenos de sangre, con una mirada penetrante antes de devorar tu alma. Su nariz siempre estaba roja al igual que sus labios secos y rotos de color morado, como cualquier humano cuando se expone al frío. Su cabello era largo y estaba enredado con trenzas finas y adornos como conchas o estrellas de mar. No importa cuándo lo veas porque siempre tendrá una herida sin sanar y la aleta que atemoriza a todos se veía putrefacta, casi inservible y con un mal olor a pescado podrido. Su cuerpo casi esquelético podía ser manejado por las pequeñas olas que se formaban a la orilla de la playa y sus escamas grises y dañadas brillaban con solo la luz de la luna.
Una criatura con una dulce y melodiosa voz que han descrito como el canto de los ángeles que se escucha de lejos, pero a medida que te vas acercando, empezarás a escuchar los gritos de un ser aterrorizado y desesperado por ayuda tan alto que no notarás que son tus gritos cuando sus manos escamosas y filosas se posen en tu cuello.
Piensan de su origen en las entrañas más profundas del océano, donde la luz solar no es permitida y la presión supera lo que un individuo podría soportar. Otros creen que cayó del cielo o fue desembocado del infierno.
Lo que nadie está seguro es por qué acabó escondido en un conjunto de rocas con picos y el por qué ha permanecido tanto tiempo allí.
Algunas personas afirman que la historia es verdadera, que han visto con sus propios ojos al ser marino que se esconde debajo muy lejos del muelle, esparciendo el terror que sintieron cuando miraron a sus profundos ojos y marcas moradas debajo de estos, corriendo por su vida cuando aquella bestia empezaba a dirigirles la palabra con una voz gruesa que podrías encontrar en el mismo infierno.
Un cuento que los padres le contaban a sus hijos para evitar que éstos divaguen por la costa después de que el sol se escondiera y para que jóvenes no se alejen tanto del muelle cuando tengan la edad suficiente de poder subir y navegar en una lancha, también para que los pescadores que iniciaban su jornada antes del amanecer no se vean molestados por curiosos de ver a dicho tritón.
Así describen al tritón de la isla Jeju. Jimin creyó que solo eran historias para niños que no tienen ese efecto de terror en él.
Sin embargo, un detalle de la historia fue olvidado con el pasar del tiempo, oculto por el miedo a lo desconocido, afectando únicamente al protagonista de dicha habladuría.
Como un pedazo de papel perdido, información sobre aquel de piel pálida se desvaneció como espuma del mar, sobre que sufrió una de las peores condenas que incluso cualquier ser humano podría recibir, el exilio.
Torturado por desobedecer órdenes, dejado a la deriva de las grandes y fuertes corrientes que lo llevaron hasta donde se encuentra ahora, arrebatándole la belleza que caracterizaba a los de su especie al igual que su oportunidad de ver el mundo, cambiando su voz delicada como una flor a una grave que espantaba a todos de cerca, marcando su cuerpo y destruyendo lo único que le permitía avanzar en el gran misterio que es el agua.
Pero, lo que más le pesaba, fue que se había omitido un gran detalle el cual le provocaba el llanto en completa soledad. Su único anhelo por el cual suplicaba e imploraba por ayuda para llevarlo a cabo, estando consciente que no podrá lograrlo sin apoyo.
❝ No soy un monstruo, solo quiero volver a casa. ❞
Tristemente y hasta el día de hoy, residentes de casas en estos lares aún escucharán su llanto disfrazado de melodía seductora hasta que algún intrépido pueda suplir sus deseos de volver a su hogar.
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