veintisiete
—Por favor...—susurró con cansancio, el estrés lo envolvía por completo, casi como una manta que controlaba cada paso de su cuerpo. A decir verdad se sentía tan agotado y sin energías que lo único que lo mantenía despierto era ver el cuerpo pálido de Isak sobre aquella camilla. Quieto, tan blanco como la misma nieve y frío al igual que un cadáver. Los ojos de Ezra se volvieron a él y los ojos le empezaron a picar, volvió la vista a sus cosas. Frente a él no había más que escritos viejos, con letra desprolija y una que otra prueba de sangre que le había sacado a Isak hacia algunas horas.
—Ezra —de repente la voz de Baltazar se asomó a la habitación, el Omega cerró los ojos, como si no soportara la presencia de otro ser que no sean Isak y él. Se sentía disgustado, asustado. Y no quería que nadie lo interrumpa en sus asuntos—. Ezra debes comer algo.
—No quiero —murmuró bajo, tomó con rapidez su pluma y escribió cosas en su libreta. Si tan sólo lo recordara bien...
Baltazar entró a la habitación.
—Vete.
Demandó, sin embargo el beta se metió dentro, caminó con tranquilidad hasta la mesa donde el Omega se encontraba y apoyó la bandeja sobre esta. Los ojos verdes de Ezra miraron el pollo horneado con papas que Baltazar le había traído. El aroma era exquisito, como siempre le salía a los omegas que se encargaban de la cocina. Sin embargo no tenía ganas de comer, le tomaría tiempo y era el que no tenía. Debía arreglar la salud de Isak o todo estaría perdido para el alfa.
—Come —le interrumpió. Ezra negó.
—He dicho que no quiero.
—Ezra —le regañó, asomando la bandeja más hacia él. El Omega lo miró con dureza y dejó la pluma sobre la mesa—. Tú no quieres, pero tu cachorro sí.
—No me jodas con esta mierda... —susurró arrugando el entrecejo, se hizo a un lado ordenando sus ideas. Los ojos le picaban y se sintió tan estresado y nervioso con el nombramiento del hijo de aquél infeliz de Drozhin. Ezra pestañeó y apretó los puños cuando notó que irse de la habitación no era la intención de aquél beta—. Sal, comeré más tarde.
—El doctor dijo que...
—¡Dije que comeré más tarde! —alzó la voz, miró al beta a los ojos y este parecía tan serio que solo hizo que se alterara más. El omega de levantó de su lugar—. Ya déjame... ¡No quiero comer! ¡No tengo apetito, no quiero! ¡¿Me vas a obligar o qué mierda?!
Baltazar arrugó el entrecejo.
—¿De qué está hablando? —dijo mirándolo como si estuviera equivocado—. Sólo me preocupo por su salud, no puede saltarse ninguna comida y lo sabe. El doctor...
—Este cachorro puede irse al carajo, Baltazar —dijo con rudeza, volvió a sentarse en su asiento y tomó las hojas con rapidez, Ezra tenía ojeras grises debajo de sus ojos, y eso no hacía más que disgustar a Baltazar.
El beta suspiró y miró a un lado, el cuerpo de Isak yacía de la misma forma que lo había visto dos días atrás. Aún tenía pequeñas manchitas de sangre seca en los párpados.
—Ezra... —le advirtió suavemente. Temía que su salud vuelva a recaer, y estaban yendo bien, durante los tres meses transcurridos todo marchaba a la perfección. El desinterés y el miedo que Ezra tenía respecto a su cachorro parecía disminuir, sin embargo, tenía el presentimiento que todo aquél estrés acumulando no haría más que alterar aquella calma momentánea. Y el bebé empezaba a crecer, sano, como decía el doctor en cada oportunidad de revisar al Omega—. Debes tomar tu pastilla pronto e irte a dormir. Si no comes nada para el momento temo que no permitiré esta actitud. Es por tu bien, no me mires así.
Ezra se veía alterado.
—Baltazar... —le nombró con rudeza—. Isak necesita mi ayuda, si no actúo rápido será demasiado tarde y tiempo es lo que me falta.
—Estoy seguro que podremos resolverlo... Pero eso no significa que debes descuidar de tu salud... Ezra.
—¡Es que tú no lo entiendes, Baltazar, este alfa tiene los días contados! —gritó golpeando la mesa. Ezra sentía la rabia gobernar su cuerpo, se sentía impulsivo, tan inútil por no ser capaz de hacer nada—. Aquél alfa infeliz... Ese maldito de Drozhin lo mató. Lo condenó, de la misma forma que hizo conmigo con el bastardo que llevo dentro. Es un hijo de perra... Es tan malo... Tan... Asqueroso, tan fea persona...
Ezra bajó la mirada, no quería llorar, realmente no quería. Isak se iba a convertir en un monstruo, una bestia. La forma animal más despiadada, sólo de la única manera que puede ser un alfa.
—Ya... No pienses en eso, Ezra, ya pasó. Estás aquí, en tu casa. Nada malo pasará.
Baltazar se acercó a él y Ezra negó, las lágrimas descendieron por su rostro con rapidez. Lágrimas cristalinas, tan limpias que le quemaban. El Omega se abrazó con fuerza contra el cuerpo ajeno, y Baltazar pudo sentir el aroma dulce que tenía, tan extraño. Diferente.
—¿Cómo pretendes que lo olvide... Mmh? Si cada día el cachorro que me dejó crece y crece. Como si me apuntara frente al espejo, quitándome mi fuerza, todo. Me volví un Omega inútil, dependiente de otros, abusado... Obligado a concebir porque un alfa lo quiso. ¿Qué clase de mundo es este, Baltazar? Los más fuertes pisotean a los débiles, como si no fueran capaz.
—No digas eso, Ezra... Ese cachorro no tiene la culpa de nada.
—Este niño me va a matar. Me comerá las entrañas de a poco, de mis pensamientos. De mi mente... —sollozó—. No puedo evitar pensar en él cuando toco mi vientre... En su sangre pútrida recorriendo su diminuto cuerpito... En el posible parecido que compartirá con aquél violador. Recordándome de la misma forma cada día 'mírame, sienteme, soy el resultado de pequeños momentos de humillación y maltrato. De actos impuros, de abusos. Porque eres el débil, y solo vienes al mundo a concebir, así lo quiso la naturaleza'.
Y aunque Baltazar ya no dijo nada ante eso Ezra se quedó pensando. Jamás sería capaz de mirarle el rostro a este cachorro. A un acto tan impresionante, como lo es un alfa que se convirtió en Omega, y concibió a otro ser. Y es que no quería, no quería ser espectador de los posibles rasgos que compartiría con Drozhin. No quería nada que lo recordara.
—Baltazar... —murmuró después de un rato, ya calmado y sereno. Sus ojos irritados miraban al alfa sobre la camilla—. Isak está mal... Cuando ví la sangre, cuando noté sus ojos rojizos me asusté tanto... No debí empezar eso, yo... Él es un niño. Es un chico joven y ya empeoré su vida de la peor forma.
—¿De qué hablas? —le susurró.
—Hace muchos años Drozhin tenía un proyecto en mente, no me lo había contado pero yo ví sus planes, sus escritos. Como un alfa... U-un alfa... Vuelve a su forma animal. Era extraño el proceso, tardaba mucho y... Parecía como si el alfa interior de cada uno saliera, manifestándose, actuando como un completo animal.
—¿Quieres decir... Que Isak se volverá un lobo? ¿Es eso? —Baltazar se estremeció—. Pensé que la posibilidad se había extinguido hacia siglos... Se fueron extinguiendo, Ezra, ¿Cómo es posible?
—De la misma forma que Drozhin convirtió a un alfa en Omega... Puede volver a uno en su forma animal. En un monstruo... Que no piensa, que actúa por impulso. Baltazar... Tú sabes cómo son los alfas, sobreprotectores, peligrosos, tú mismo viste cómo se comportan. Cuando quieren algo... O alguien y luchan para obtenerlo.
El beta lo miró, retrocedió un paso y fijó su mirada en el vientre del omega. Estaba claro, se sabía de antemano que un alfa que buscaba a un Omega se volvía celoso e impulsivo frente a otros. Era su naturaleza. Sin embargo... Quitarle el uso de razón y convertirlo en un animal volvería la cosa complicada.
—¿Tú crees... —empezó—. Que el alfa de Isak querrá matar a tu cachorro por ser hijo de otro?
Ezra abrió los ojos con sorpresa, su mirada viajó a Isak y se sintió débil de repente. No había pensado mucho en ese ligero detalle. Si Isak se volvería un animal lo querría a él. Sin embargo... Todo se había vuelto tan complicado.
—Isak se convertirá en una bestia, Baltazar.
Dedicado a KmiCipher-
SIN EDITAR.
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