veinticinco

—Tendrá que tener una dieta severa a partir de ahora.

Baltazar bufó, su mirada se posó en aquél viejo hombre velludo, cubierto de canas por doquier, su fina letra inentendible se marcaba con rapidez entre aquellas hojas amarillentas que traía consigo. Era un beta, viejo, de unos sesenta años, tal vez un poco más avejentado de lo que debería. Sus ojos viajaron a la mano que se posó en el vientre de Ezra, medio plano, pálido y suave. El Omega tenía el camisón extendido hasta su pecho, sus manos quietas a cada lado de su cabeza y aquella vista perdida que venía teniendo desde hacia dos semanas. Baltazar tragó saliva cuando empezó a captar lo poco cuidado que estaba, sus rizos estaban desordenados, una enredadera de hebras chocolate difíciles de peinar. Parecía como si los cuidados que Ezra tenía sobre su propio cuerpo y apariencia hubieran desaparecido. Sus orbes verdes habían perdido el brillo, y no había persona más ausente en el mundo que aquél ser humano. Parecía tan muerto de alma que su sola presencia era difícil de notar.

—Su embarazo será riesgoso, recomiendo una dieta sana, deberá estar medicado y listo para el cambio en su cuerpo. En pocos meses su bebé empezará a crecer y buscará más lugar en su vientre. Puede que corra el riesgo de tener alguna costilla rota. Debemos orar para que sea un cachorro pequeño, generalmente los embarazos entre omegas hombre son difíciles, y este realmente es... Un caso muy complejo —comentó mirando a Ezra de cuerpo entero. Baltazar arrugó el entrecejo, incómodo por el comentario del hombre. Ezra parecía no dar caso a sus palabras y justo al momento que el hombre terminó deslizó sus manos por el camisón y se tapó el cuerpo semidesnudo—. Llámenme si pasa algo, ah y no olvide darle las pastillas que recete, no harán gran efecto pero podrá dormir con normalidad por las noches. Buenas tardes.

—Lo acompaño —dijo Baltazar levantándose de la silla en la que estaba sentado, tapó a Ezra con rapidez y éste se removió en la cama, tapando su cabeza con la almohada de plumas, cuando salieron de la habitación el viejo hombre se secó el sudor de la frente con un pañuelo de tela con bordado de flores, el beta se concentró en su mirada y notó el semblante inquieto que aquél tenía.

—Déjeme decirle que casos así son bastantes complejos a mi parecer —susurró mirando a su alrededor, notó lo inquieto que estaba y eso hizo que se sintiera un tanto inseguro.

—¿Qué quiere decir? —mencionó frunciendo el ceño, se sentía un poco molesto con todo.

—Ezra necesita distraerse. Escúchame —comentó el beta, lo tomó apenas con cuidado del brazo y Baltazar lo miró con demasiada curiosidad—. Hubo muchos casos de omegas abusados que terminaron en estado, la mayoría murió. Murieron de angustia, miedo, tristeza. Tan sólo un pequeño porcentaje mantuvo a sus niños, alejados de todo, en el campo. Requiero que Ezra se distraiga, alguna actividad al aire libre, no tan pesada, que no lo canse mucho. Debe despejar su mente de aquellos sucesos.

—Entiendo —Baltazar asintió, el beta frente suyo inclinó la cabeza de saludo y  se volvió, caminando hacia la salida. Verdaderamente convencer a Ezra de hacer alguna actividad sería como hablarle a la pared. Ya no salía, directamente su único pasatiempo era dormir, llorar sus desgracias y comer de vez en cuando. Parecía como si aquél niño que crecía en su interior le hubiera absorbido todas las ganas de vivir.

Pensó en la cocina, en hacer recetas simples, enseñar a cocinar a Ezra tal vez resulte una distracción buena. Serían nueve meses, con suerte pasarían todas sin problemas, si seguían todo al pie de la letra Ezra se salvaría y el niño también. Aunque... ¿Qué pasaría luego? ¿Qué pasaría con aquella creatura?

De repente se sintió abrumado, inquieto, aquél niño sería distinto. Un cachorro fecundado por dos alfas, por un útero artificial, ¿Sería un Omega? ¿Un beta, otro alfa puro? No lo sabía. No tenía idea alguna de lo que depararía el destino para Ezra, de si lo aceptaría, como hijo, como una pequeña extensión de él.

—Por Dios... —susurró frotándose la cabeza, se volvió con lentitud y abrió la puerta de la habitación de Ezra apenas un poco, Baltazar asomó la cabeza y observó al omega acostado, con la mirada perdida en el balcón. Suspiró y finalmente se alejó para dejarle solo.

Cerró con cuidado y volvió la vista al pasillo, en busca de las escaleras para ir a la planta baja. El beta escuchó apenas unos pasos asomándose a su dirección y cuando levantó la mirada toda su atención se centró en aquél ser humano. El cabello del alfa se encontraba largo, sus ojos sin brillo alguno. La mirada que tenía le daba tan mala espina que sus pies se detuvieron al instante. Baltazar lo miró de pies a cabeza e Isak parecía tan indiferente a ello.

—¿A dónde ibas? —preguntó.

—Quiero verlo —dijo y el beta se volvió para atrás, el aroma de Isak era putrefacto, tan pesado que el ambiente a su alrededor se volvió espeso. El beta se mantuvo firme, o al menos lo intentó, cuando Isak avanzó apenas unos centímetros—. Para.

—Solo quiero ver cómo se encuentra —mencionó y Baltazar se sintió tan viejo de repente, sin fuerzas, parecía como si la presencia de Isak decayera como plomo en sus hombros. Lo miró un poco agitado por el aroma que tenía, era tan extraño, tan fuerte, picante. Se llevó una mano a la nariz y retrocedió, Isak tenía la mirada puesta en él, serio, tan quieto que parecía petrificado. Era un chico de tan sólo dieciocho años, y la presencia de su alfa le llegaba como una bofetada por todo el rostro—. Baltazar.

—No —dijo y avanzó un paso, se quitó la mano del rostro y lo miró de cuerpo entero. Si a Ezra le hicieron todo eso, no se imaginaba las atrocidades que le tocaron a Isak en aquél lugar. Se lo veía tan distinto, y a la vez tan normal—. Tu aroma está tan...

—He dicho algo, no me cambies el tema. Hazte a un lado —mencionó y Baltazar arrugó el entrecejo. El aroma de Isak se había vuelto más fuerte, se sentía tan extraño, meramente familiar y sofocante. Incluso para él, tratándose de un beta, no sabía qué tanto afectaría a un Omega. De repente, empezó a escuchar bajos quejidos de la habitación de Ezra. Baltazar miró con atención cómo el rostro de Isak cambió, Ezra se estaba quejando del aroma, de la presencia tan pesada que aquél alfa traía consigo—. Aléjate, beta.

Gruñó y Baltazar bajó la mirada.

—Ezra necesita descansar... —susurró apenas. El alfa se acercó a él, Isak era apenas unos centímetros más alto, joven, repentinamente distanciado a todo lo que él creía que era.

—Vete —mencionó y Baltazar se puso rígido. Lo había dicho en voz baja y sin embargo, era aquella ventaja biológica que los alfas tenían. Aquella que hizo que se apartara, que dejara la vía libre a un Ezra desprotegido. La voz de un alfa que lo dejó quieto, como si se tratase de un perro que había sido regañado por su dueño.

Isak lo miró una vez más y avanzó hasta la habitación de Ezra. El beta apenas corrió la mirada cuando lo perdió de vista. El alfa había entrado.

—Ezra...—susurró Isak, cerrando la puerta. El Omega se removía en la cama,  su aroma suave, dulce le picó la nariz y se mezcló con el suyo. El alfa arrugó el entrecejo cuando el gran conjunto de feromonas se unieron, no le gustaba su aroma, no le gustaba lo fuerte que estaba y lo extraño que lo hacía sentir. Isak se sentía tan ajeno y distanciado de todo.

Y lo miró, observó al Omega con intensidad, mientras sus pies se movían con tal cautela que temió asustarlo. Ezra se veía incluso más delicado y pequeño. Un Omega. Sus rizos caían desordenados a los costados de su rostro, su mirada esmeralda no era más que cristalinas lágrimas derramándose por sus mejillas. Isak bajó la mirada hacia su vientre, donde aquél cachorro crecería, pequeño, diminuto. La mano de Ezra cubrió aquella vista con las sábanas y su mirada llorosa no hizo más que querer besarle las mejillas.

—Isak... —sollozó—. Vete... No quiero que me veas... No quiero que nadie me vea con esto dentro de mí...

El alfa pestañeó, dió apenas dos pasos cuando Ezra se enderezó en la cama, llorando con más fuerza esta vez.

—¡Vete! —gritó—. ¡Sal de aquí, no quiero ver a nadie! ¡No...!

—¿Pasarás nueve meses llorando y encerrado aquí, acaso? —preguntó y Ezra  lo miró con odio, Isak notó el movimiento rápido que hizo la mano posándose en su vientre, aunque la alejó al segundo—. Oí que es un embarazo riesgoso... —susurró y su mirada se conectó con la esmeralda—. Ese niño podría matarte, es decir, siquiera tiene el tamaño de tu puño y ya está condenando toda tu vida.

—No digas eso... —susurró el Omega frunciendo el ceño, parecía querer llorar de vuelta sin embargo, cuando Isak se sentó en la cama Ezra bajó la mirada—. Me está causando tantos problemas... Sólo quiero que desaparezca.

—Es inútil —habló Isak y el Omega se encogió—. No puedes hacerle nada. Sólo te dañarás más.

—Yo no quiero —dijo Ezra, levantando apenas la mirada irritada. Sus ojos estaban cristalinos y la nariz rojiza por el llanto. Ezra apretó las sábanas con fuerza, aguantando las ganas de llorar. No quería, verdaderamente no quería que Isak lo viera llorar de vuelta—. No quiero... Pero no tengo el valor de... De...

—¿Matarlo? —Isak lo miró. Ezra se encogió de hombros. Su mirada esmeralda chocó con la del alfa y su rostro se frunció. Sintió cómo sus ojos quemaban por el llanto. El Omega llevó ambas manos a su rostro cuando las primeras lágrimas cayeron.

—Y-yo no quiero esto... No quiero, no quiero —lloró, Isak se acercó y Ezra lo abrazó con fuerza. Su llanto se volvía más fuerte a cada segundo, y el alfa no hacía más que limitarse a decir pocas palabras—. Cada vez que mi mano toca mi vientre... Intento no pensar en él. En lo que me hizo. Cada vez... Siento tanto asco... Siento mucho asco. Por mí, por mi cuerpo, por todo... Le tengo terror.

—Es tu hijo —susurró apretando la mano de Ezra—. Es tu cachorro, no importa su origen, es tu cachorro.

—Tú no lo entiendes, Isak... —lloró Ezra sobre su pecho.

Isak se quedó callado, acarició el cabello del Omega con tranquilidad, mientras aquél lloraba. Claro que no lo entendería. No entendería jamás el dolor de los omegas.




















• Muchas gracias a todos los que me leen, es un capítulo cortito pero quería actualizar ya ahre jaja ¡Y llegamos a los mil votos wuu! Agradezco mucho, en serio, a todos. Realmente me hace sentir bonito que les guste lo que escribo.

¿Dedicaciones?

SIN EDITAR.

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