dieciocho


—Realmente amo cuando usas ese tipo de ropa... —escuchó la voz del alfa a su lado, su cabeza ladeó, un poco cansado y con el dolor recorriendo cada célula de su cuerpo. El cansancio de sus músculos no le permitía moverse con tranquilidad y no fue hasta que abrió los ojos cuando intentó levantarse y salir corriendo de esa cama. Ezra se precipitó y el ruido sordo de las esposas sujetas a su muñeca no le permitieron alejarse—. Ehh... Tranquilo, chico.

Sus orbes verdes miraron todo a su alrededor. La cama olía a Drozhin, su aroma apestaba por todo el lugar, picante, dominando cada esquina que casi sintió arcadas por aire fresco. Observó los largos muebles de libros, el escritorio y el gran mapa pegado en la pared. Todo tenía un aspecto elegante y poco distinto a como lo recordó en su mente. Un frío neutro recorrió su cuerpo cuando su mirada se detuvo en el alfa, bajando la vista a la gran mano venosa que tenía sobre su muslo pálido. Su rostro se deformó al notar la ropa distinta que llevaba.

—¿Dónde... Estamos en...? —empezó, un poco bajito por el dolor de garganta. Drozhin le pasó un vaso de agua que Ezra rechazó.

—Estás en casa, Omega —comentó volviendo a dejar el vaso en la mesita de luz. Ezra se encogió en su lugar, sus muñecas se encontraban atadas a la cama y no hizo nada más que ponerse alerta ante la situación. Miró con rapidez el atuendo que tenía, un poco apretado para su cuerpo. La palidez de sus muslos suavizó su mirada, era la misma ropa que usaba cuando vivía con él. El short negro hasta los muslos le apretaba la cintura y la camisa blanca que tenía parecía incluso una talla más que la suya. Se removió incómodo ante el aroma que permanecía en la ropa. Un poco distinto a su olor amargo, un poco más a la combinación de Drozhin y él.

—¿Porqué estoy esposado? —preguntó y se sintió estúpido al instante. El alfa frente a él sonrió, sus ojos grises estaban dilatados y se detuvo por unos segundos a contemplar su rostro. Seguía siendo igual de atractivo, aunque su rostro ya demostrara los cuarenta y tantos años que se traía, parecía agradable, como cuando lo conoció por primera vez en este mismo país. Rusia. Drozhin se inclinó, con aquél cuerpo típicamente entrenado y fuerte, su aroma picante se asomó en su nariz y evitó hacer una mueca de asco para no enojar al alfa. Sus orbes verdes se detuvieron ante la vista grisácea, notó ahí, la vejez de su mirada, notó las canas que se asomaban a los costados de su rostro. Aquellas que contrarrestaban con el cabello azabache. Su respiración se alteró y dejó escapar un suspiro incómodo cuando Drozhin lo recorrió con la mirada.

—Es por tu seguridad, bebé... —susurró, acercándose a su cuerpo, apoyó su peso sobre él y Ezra se encogió, pequeñito y sofocado por el gran tamaño—. Hueles tan bien... Extrañaba tanto tu aroma.

—¿Se supone que esposado me haría sentir más seguro, alfa? —preguntó, mientras el hombre escondía el rostro en su cuello. Ezra se removió incómodo, débil y sin fuerzas para quitarlo de encima. Su corazón se aceleró cuando el tacto de su lengua se hundió en su piel, la desesperación lo llevó a agitarse. A liberar feromonas asfixiantes, tan sofocantes que su cuerpo se sacudió al notar las manos sobre su cuerpo—. Por favor... Drozhin, no ahora.

—¿Mnh, no qué? —susurró en su cuello, levantando levemente la camisa que traía puesta. El alma de Ezra dió un vuelco terrible y sabía, que si no era inteligente y cuidaba sus palabras terminaría siendo abusado contra su voluntad.

—N... No quiero que... —susurró, y el alfa lo miró a los ojos, el Omega se encogió cuando notó el destello rojo en las orbes ajenas y trató de no apartar la mirada—. N-no ahora. No ahora.

—Mmh —dijo bajando la mirada a sus labios, el alfa se acomodó esta vez más sobre su cuerpo. Ezra se sintió de repente completamente débil, su cabeza dió vueltas y vueltas y su boca se secó en palabras. Porque quería gritar, agitarse y romperle la cara de una patada, sin embargo se encontraba tan paralizado y sumiso que culpó de sobremanera a su presencia coersiva sobre él—. Es que me aburriré mucho sino.

Ezra apartó la mirada esta vez, calladito, su cabeza empezó a dolerle y sus párpados se tornaron cansados. Sentía la presencia de Drozhin martillar la suya.

—Sabes... —empezó, tocando un rizo suelto sobre su cabeza, enredó su dedo en él, medio doradito y esponjoso. Ezra suspiró, como si la lentitud del alfa le causara más cansancio—. Te revise mientras estabas inconsciente... Y no muestras signos de haber tenido relaciones con ningún otro alfa...

—¿Qué...?

—Te amo tanto Omega —Drozhin recostó su cabeza sobre el pecho del más chico, acariciando sus brazos suaves y tocando sus manos esposadas, Ezra notó sus latidos lentos sobre su pecho y se sintió descompuesto ante la confesión. Pues no había actitud que no repudie más que aquella, se sintió abusado, tocado sin su consentimiento. Si lo había revisado mientras se encontraba dormido significaba que pudo haber metido cualquier droga nueva en él, significaba que pudo haberlo violado o algo peor. ¿Y qué puede ser peor que ser abusado? Pensó en tal vez su anatomía, removiendose por si sentía algún dolor extra. Sólo faltaba que le hubiera revisado el estúpido útero que se estaba formando dentro suyo. Su rostro se descompuso y se rindió ahí nomás—. ¿Y aquél alfa... El niño, cómo se llama?

—No... Actúes como si no lo supieras —susurró bajito—. Conociéndote ya debes saber hasta su condición mental.

—Mmh un poquito, tal vez —confesó ladeando la cabeza, y lo miró, destellando carmesí puro de sus ojos. Su alfa puro queriendo salir para quién sabe qué cosa hacerle—. Con que robando niños ricos, ¿Eh?

—No robé nada.

—Ah claro que no —dijo sonriendo, se removió sobre él, rodeándolo como un animal, acechando. Sintió su mano sobre una de las esposas, y Ezra se percató de ello. Miró a sus lados en busca de una escapatoria segura, midiendo el dolor de su cuerpo y las energías que tendría para salir corriendo y esconderse—. No te esmeres en escapar, ahora mismo estás drogado y ni bien te pares tu cuerpo caerá como una ramita al suelo.

Y lo soltó, Ezra infló su pecho, gruñendo.

—Me encanta cuando haces eso —susurró besando su mejilla. El Omega frunció el ceño y se ahogó cuando el alfa metió su lengua dentro de su boca, Ezra se removió, gimiendo con incomodidad cuando sintió una sacudida del alfa. Drozhin enredó sus dedos y presionó sus manos contra la cama. Las feromonas de excitación que liberaba se pegaron a Ezra con fuerza—. Mi Omega...

—Ya... Ya... —jadeó sin aire, su pecho se infló con rapidez y su respiración se volvió irregular. El alfa sobre él se acomodó entre sus piernas, tocando todo, a Ezra se le cristalizaron los ojos cuando sintió la erección del alfa frotarse con suavidad contra su propia intimidad—. Por favor, Drozhin...

—Shh, soy tu alfa —susurró besando su cuello, mordiendo la piel lechosa y acariciando su cintura, el aroma amargo de Ezra inundaba su cuerpo y su alfa rugió con desesperación, gritando por reclamarlo—. Tu alfa...

—Y-ya... —rogó, los ojos rojos del alfa destellaron ante su voz rota. Ezra empezaba a sentir dormida las piernas, a quedarse como un estúpido muñeco quieto, y lo había paralizado. Durmió sus extremidades como siempre lo hizo antes, en su juventud, por aquellas noches donde no le quedaba otra que pedirle por favor que se detuviera. La actitud que tenía le recordó al pasado, y parecía como si la osadía y el odio profundo que tenía hacia él se hubiera encogido en un granito de arena. Se sentía sometido, bajo, sumiso. Se sentía como él siempre lo hizo sentir.

Un fenómeno, no, un intento de Omega dominado a base de drogas y tranquilizantes, un Omega que debía mantener relaciones con su alfa para no ser golpeado.

Y sollozó cuando él fue bajando su propia mano hasta sus pantalones. Su mirada carmesí no se despegaban de los ojos cristalizados del Omega, y el placer lo inundó al tocarse a sí mismo con la mano ajena. El alfa gimió, pegando su frente contra el chico, sin quitarle la mirada de encima. La mano de Ezra estaba fría y suave a como la recordaba, la sensación de su piel caliente y la frialdad de la suya le hacía sentir bien. Tanto, que los movimientos se fueron volviendo más y más rápidos.

—Sigue... —gimió tomando el cabello del omega y jalando con fuerza. Ezra gimió adolorido, descubriendo su cuello de piel lechosa, suave y listo para marcar. La excitación que aquél Omega le entregaba con su mano lo estaba enloqueciendo. Y la apartó, dejando la pequeña y ajena dentro de sus pantalones, buscó su cuello y besó con desesperación, tratando de inundarse de su aroma. Cuando sintió que el Omega no se movía sobre él gruñó con fuerza. Mordió con intención de lastimar el cuello del más chico y escuchó un quejido por parte de este, Drozhin infló su pecho y usó su voz sobre el Omega debajo de él—. Te dije que sigas, Ezra.

Y obedeció débilmente, suave, hasta que el nudo del alfa se presentó y este gimió, presionando la mano del chico sobre sus pantalones para evitar que lo sacara.

—No lo... Saques —jadeó, sintiendo como cada ola de semen se descargaba de él. El Omega debajo de su cuerpo estaba neutro, los ojos verdes de Ezra lo miraban, quietos, casi como si quisiera temblar—. Ya... Perdóname.

Y Ezra pudo sacar su mano, la elevó con lentitud, buscando quitar el pegajoso y caliente semen pegado a ella. Apartó la mirada, dejando que las lágrimas descendieran por su rostro con rapidez, sus mejillas se tornaron caliente y su nariz rojiza. Un sollozo se escapó de sus labios.

Drozhin se levantó, acomodando sus pantalones y desposando la otra mano del omega. La piel de su muñeca estaba irritada, manchada levemente de sangre. Sus ojos volvieron a la normalidad y el alfa apartó la mirada cuando Ezra rápidamente se escondió debajo de las sábanas, llorando fuertemente, encogiéndose como siempre había hecho de jovencito.

Su pecho le dolió, quiso disculparse nuevamente por la actitud de su alfa pero no podía. El llanto del Omega era fuerte y desesperado

Y así sin más, salió de la habitación.



















SIN EDITAR.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top