cuarenta y siete

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—¿Te gusta? —preguntó suavemente esperando observar la aprobación del infante. Ezra se inclinó y buscó encontrar la mirada esmeralda de Ilya frente a él. Lentamente tomó la pequeña mano y la acarició con amor, le dolía ver a su cachorro tan callado—. Ilya, por favor, háblame. 

—Me gusta... —oyó su murmullo y su corazón latió con rapidez, las manitos de Ilya se alejaron de las suyas y tomaron el libro de tapa dura color café. El omega tragó saliva con dificultad y se levantó del sillón donde se encontraban sentados. La biblioteca de la casa de Drozhin se había vuelto el mejor lugar para practicar las clases de Ilya. Era amplio y tenía un sinfín de recursos que volvían al cachorro una persona curiosa ante todo. 

—Podrás practicar la escritura o utilizarlo para dibujar. Podemos dedicar más tiempo a tus clases y...—Ezra siguió hablando, se movía de aquí para allá tomando libros, papeles, casi todo sobre las lecciones que tenían diariamente. Ilya lo miró, tan perdido y centrado en la extraña actitud de su madre, y todas sus acciones. Muchas veces había hecho lo mismo y ya se daba cuenta de la situación. 

Porque siempre que el Omega hacía llorar a su cachorro buscaba su perdón a través de regalos, cada grito, zarandeo, cada uno de ellos terminaba en eso. Eran tantas veces que ya quitaba la emoción de sus presentes. Lentamente Ilya dejó el libro a un costado y miró a su madre de pies a cabeza. Traía encima un aroma espantoso, tan feo que su naricita se frunció un poco. Sin duda alguna supo que se trataba de la cosa fea que siempre acompañaba a su madre, el tal Isak.

 El aire se llenaba de su aroma picante y Ezra parecía no notarlo. Las marcas en su cuello, la mordida reabierta y la sangre seca gobernando la piel dañada. Ilya suspiró y cuando Ezra volvió a centrar su atención en él supo que no tenía otra oportunidad como esta para preguntarle qué pasaba verdaderamente. 

—No me gusta —habló y observó cómo el rostro de su madre se transformaba en total preocupación. Por un instante Ilya sintió pánico, sin embargo, era necesario comentar lo que pasaba. Apretó los puños cuando Ezra se acercó de vuelta al sillón, con miedo a escuchar otro sermón. 

—¿No te gusta el regalo? —preguntó el Omega e Ilya lo miró, sus ojos verdes chocaron con los de Ezra, idénticos. 

—No me gusta ese hombre... con él que siempre estás —murmuró y las mejillas de Ezra se tiñeron de un rojo carmín. Su reacción tomó por desprevenido al cachorro, ya que creía que su madre se iba a poner a gritar, a retarle por tocar temas de adultos. Sin embargo, su silencio momentáneo hizo que pensara más lo que iba a decir. Ilya apartó la mirada, y llevó una mano a su pequeña nuca—. No me gusta lo que te hace aquí. 

—N-no es... no es lo que tú crees, Ilya... —habló Ezra, cubriéndose la mordida. El cachorro miró a su madre y se encogió en su lugar, notando la expresión que tenía. Aquél rostro fruncido, la mirada preocupada... Nunca le gustó esa expresión, jamás, porque sabía que significaba problemas y llanto. El cachorro se sintió incómodo al instante—. Es... es complicado. No lo comprenderías. 

—No me gusta... No... Te lastima —dijo, mirándolo directamente—. Me asusta. No quiero que te dañe, no quiero que me dañe. 

—No lo hace, cariño, no... Jamás te dañará, lo prometo. Es un alfa que conozco hace mucho tiempo es... —Ezra recordó la cicatriz en la frente de Ilya, aquella que se ocultaba tras su hermoso y rizado cabello castaño. Involuntariamente llevó una mano a su hombro—. Es... incapaz... 

—Pero si no te hace daño... ¿Qué es eso? ¿Porqué lo tienes? —Ilya preguntó—. ¿Porqué tienes... ese aroma? No es el mismo de siempre, es feo. 

—Es... es una marca de unión Ilya, no un golpe, ni nada malo. Claro, depende de quién sea —habló Ezra, buscando las palabras correctas para explicar el mecanismo del mundo—. ¿Recuerdas cuando te expliqué las jerarquías...? Cuando... Cuando un alfa y un omega se quieren se unen de una manera más especial que un anillo de bodas u otras situaciones. Significa que estarán juntos por siempre... o al menos, se supone que es así. Tú también lo experimentarás, Ilya. Pero cuando seas más grande. Te unirás a un Omega... como yo, o a un alfa como lo es Isak. Te unirás a la persona que quieres por amor. 

—Amor... —Ilya murmuró—. ¿Cómo tú y yo? 

—No... Tal vez... Es un amor diferente —el menor se quedó pensando en el nuevo significado de esa palabra. No entendió muy bien a lo que se refería ni tampoco entendía porqué su madre tenía la marca de amor de aquella cosa fea que tanto le asustaba. Pensó en lo que le dijo, en las jerarquías y la unión, era un amor diferente al que su madre le tenía, no representaba golpes, ni nada malo dependiendo quién sea... ¿Qué significaba eso? ¿Dependiendo de qué? ¿Eso quería decir que era malo si se trataba de otra persona? 

Un amor diferente que dependía del tipo de persona. Una unión eterna entre un Omega, como su madre, y un alfa, como Isak. Pero... ¿Porqué no con su padre? Era un alfa también, olía bien y se sentía tranquilo siempre que pasaban el tiempo juntos. No daba miedo y además, era su papá y lo quería. 

—¿Y papá? —preguntó esperando que su madre respondiera sus dudas. Levantó la mirada y sus grandes ojos verdes observaron el rostro de su madre. Pálido, tan neutro, como si no quisiera estar ahí. Ilya apretó los labios—. Él es... mejor alfa, ¿No, mami? 

—Yo... —Ezra se removió y el cachorro lo miró con intensidad—. Es... Es un alfa que... 

—¿Qué cosa? —Ilya preguntó, ansioso. 

—Es buen padre... Ilya, pero... Nuestra relación es complicada —Se sintió extraño cuando oyó eso. Esperaba otra cosa, otras palabras, tal vez que le hablara más de ese amor distinto pero no con Isak, sino con su padre. Ilya frunció el ceño, decepcionado y preocupado al significado de sus intenciones. 

—¿Complicado cómo? —preguntó. 

—Tenemos problemas, Ilya... —Ezra murmuró suavemente apoyando una mano en el hombro pequeño del infante, este lo miró con el rostro fruncido—. Tuvimos muchos problemas cuando éramos jóvenes, discutimos mucho, nos hicimos mal. Le pasa a todo el mundo Ilya, peleamos... nos gritamos a veces... como cuando yo me enojo y te grito. 

Ilya no dijo nada ante eso, el cachorro quedó en silencio asimilando lo que su madre le había dicho de su padre. Si bien todas las palabras que había mencionado indicaban que era un alfa malo no podía entenderlo, su padre no lo era, Isak sí. No lo dañaba, no lo asustaba e incluso siempre le preguntaba si le faltaba algo a él o a su madre. De repente sintió la necesidad de salir corriendo, de llorar, no quería creer que su padre era un alfa malo. Que habían peleado, que tenían problemas. 

Y los problemas eran malos. Feos... así como Isak. 

No quería sentir eso, ¿Cómo miraría a su padre ahora? ¿Crecería en él el mismo miedo que Isak genera? No le pasaba a todo el mundo, porque cuando su madre le hacía mal él no iba corriendo a buscarse otra, pero tal vez... Era como había dicho. Complicado. Y tampoco quería aceptar que Isak era el mejor alfa para su madre. 

—Pero eso no significa que no nos llevemos bien ahora, Cachorro —Ezra murmuró acariciando la cabeza de Ilya—. Te tenemos a ti, y eres lo mejor que pasó entre tu padre y yo.

Ilya sonrió y se apoyó al costado de su madre—. ¿Se peleaban mucho? ¿Cómo se conocieron?

—Bueno... Tu padre ya era un hombre adulto cuando yo lo conocí —Ezra habló—. Bastante serio, y poco sociable. Inteligente pero... Cuando su alfa se enamoró de mí pareció enloquecer toda su persona. Y fue ahí cuando... Empezaron todos los problemas.

—¿Porque papá te quería?

—Su alfa, en realidad. Drozhin sólo... No sabía cómo controlarlo. Cómo... Controlarse frente a mí.

—Es difícil ver a papá de esa forma —Ilya comentó.

—Cambió mucho cuando tú naciste, es eso —Ezra habló—. De hecho, creo que él tiene una foto guardada de mi juventud.

El Omega se levantó y fue directo a uno de los principales estantes donde Drozhin colocaba los clásicos que le gustaba, tomó su libro favorito bajo la atenta mirada de su cachorro y buscó entre las páginas. Cuando encontró la vieja fotografía sintió que todos los recuerdos chocaban contra su pecho. Drozhin estaba tan joven al igual que él.

—Mira —Ezra se acercó de vuelta a su hijo y le entregó la fotografía—. Yo tenía alrededor de diecisiete años.

Era una fotografía vieja y lo notó enseguida. Ilya miró con atención todos los detalles, sin saber cómo expresar su asombro. Su madre tenía tal belleza y juventud que no se diferenciaba mucho a su actual físico, tenía el cabello medianamente corto y rizado, castaño, casi rubio por la luz que entraba por la ventana. Estaban sentados en una mesa, había libros de todo tipo, una lámpara y su madre se sentaba a la derecha de su padre, traía una especie de camiseta blanca, un listón negro colgando del cuello y un chaleco negro corto. Le pareció ridículo el atuendo pero de alguna manera parecía no serlo, tenía una expresión seria, aburrida, en cambio pareció ver a otra persona cuando se centró en el hombre a su lado. ¿Era ese su padre? No tenía los pelitos blancos que le aparecían a los costados del cabello, junto a las orejas. No tenía arrugas, ni tampoco la mirada cansada que siempre traía diariamente. Sus ojos grises miraban a su madre, tal vez, como a él le hubiese gustado que estuvieran.

—Me estaba enseñando varios libros, se suponía que yo no debía mirar a la cámara... Pero me tomó desprevenido. Es una de las pocas fotografías que tengo de mi juventud —Ezra se acercó y observó cómo era por aquél entonces. Traía uno de los tantos atuendos que a Drozhin le gustaba que llevara. Sin embargo, cuando observó que se notaba la marca que le había hecho en el cuello sintió la necesidad de apartar la atención de Ilya—. Tu... Tu papá era muy joven, mira... Parece otra pers...

—Tenías una marca en tu cuello —habló Ilya.

—La... La tenía.

—Ahora tienes la de Isak.

Ezra no contestó. El silencio se hizo por un largo tiempo, Ilya observó la fotografía con atención.

—¿Enserio papá fue tan mal alfa contigo...? —murmuró el cachorro bajando la mirada, le picaban los ojos. No quería llorar.

—Yo también hice cosas malas, Ilya... Es cosa de los dos, no pienses mucho en eso —el Omega murmuró. Sintiendo vergüenza de sí mismo cuando recordó las ideas de deshacerse del cachorro, cuando recordó toda la gente que murió por sus absurdos experimentos. Cuando recordó a Isak. Y todo con el fin de dañar a Drozhin. Su cachorro sabía tan poco de ambos que sintió pena por ocultarle toda la verdad, y tal vez, para siempre.

—¿Puedo conservarla? —preguntó Ilya.

—Sí, claro que puedes —Ezra murmuró y lentamente sintió presión en su nuca. Se volvió lentamente, su cachorro le habló pero se quedó tildado cuando observó a lo lejos la mirada rojiza de Isak en el umbral de la puerta. Su alfa estaba mirándolo, y sintió la tensión sobre su cuerpo como plomo. Tragó saliva.

Ezra negó con la cabeza. Y la imagen de Isak desapareció al instante.

—Mamá —la voz de Ilya resonó y se volvió con rapidez, la mirada de su cachorro se pegó a su cuello—. Tu marca sangra.



















Es un capítulo corto pero era mejor a no actualizar por unos días más xd tengo muchas evaluaciones ;( debería estar estudiando en estos momentos.

Pero bueno ;) ¿Qué piensan actualmente de todos los personajes?
































SIN EDITAR.

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