cuarenta y nueve
Sabía que algo raro pasaba.
Que pasó, que estaba presente incluso cuando él no estaba despierto. Levantó la mirada gris e irritada y observó a su cachorro una vez más. Analizando su estado, su manera de respirar, la sangre seca aún seguía intacta bajo sus uñas. Drozhin suspiró estresado y cerró los ojos, la cabeza le dolía y su alfa estaba cansado. Sentía que los pulmones le ardían, las heridas nuevas, los cortes, su piel volvió a ser lastimada por el mismo alfa.
Tomó el trapo húmedo que había dejado sobre un recipiente de metal y lo frotó en sus brazos, se quitó la remera destrozada y con manos temblorosas limpió los cortes y mordidas que tenía. Se sentía mareado, débil. Su alfa rugió por cansancio y se negó ante él. Drozhin se mordió el labio y volvió a mirar al cachorro acostado en su cama. La culpa golpeó su pecho con fuerza y sus ojos ardieron en lágrimas.
—Dios... ¿Qué hice...? ¿Qué hice?—murmuró y cubrió su boca. Sentía su malestar insoportable, la sangre podrida de Isak había vuelto a entrar en su organismo, en sus heridas, volvería a estar enfermo otra vez. Y sería peor. Su respiración se volvió inestable, Drozhin se sentó sobre la cama y sostuvo su cabeza con fuerza, la saliva se volvió excesiva dentro de su boca, el gusto terrible. El recuerdo de Isak revolvió su estómago con fuerza cuando sintió el gusto horripilante de su propia sangre pudriéndose. El alfa se levantó deprisa y en un intento desesperante abrió la tapa del inodoro y expulsó el líquido rojizo de todo su organismo. Su pecho ardió, su garganta pareció reventarse y su cabeza dió vueltas. La sangre de Isak era peor que cualquier veneno que hubiera tocado sus manos. Cualquier mierda, la vista de Drozhin se volvió borrosa.
—¡Ilya! —escuchó y su mirada se levantó desesperada, desenfocada. Drozhin forzó la vista y sin embargo la habitación pareció dar vuelta a su alrededor. Escuchó la puerta, pasos, el aroma dulzón de las feromonas de Ezra se presentaron y su corazón dió un vuelco de desesperación. El alfa fue directo al lavamanos, se enjuagó la boca, la cara. Frotó sus ojos con fuerza y se miró al espejo. Drozhin buscó concentrarse, su piel estaba pálida, gris, casi muerta. Sus labios se tornaron fríos y violetas. Necesitaba su medicina... Necesitaba descansar. Cuando oyó los sollozos de Ezra su corazón volvió a doler.
Drozhin se acercó al umbral de la puerta, canalizó sus sentimientos, su dolor, su vista seguía borrosa y sin embargo, cuando lo vió arrodillado a un lado de la cama su alfa pareció despertar todos sus sentidos. Su mirada gris se posó limpiamente en los ojos esmeraldas del Omega. La pigmentación irritada, su nariz roja y sus mejillas también. Drozhin respiró profundo. Ezra seguía teniendo el cabello ondulado, cubierto de rizos castaños y suaves, su rostro preocupado lo miró en silencio, conocía aquella expresión. La sabía de memoria, incluso, al pasar de los años, parecía que la juventud se adhería a él con fuerza. Su aroma dulce se volvió agrio, amargo. Y su alfa... Su alfa rugió bajo, dolido, frente al Omega que jamás iba a tener.
—¿Dónde estabas...? —murmuró Drozhin. Ezra lo miró a punto del llanto, las mordidas, los rasguños sobre el pecho desnudo del alfa relucían como luces navideñas. El Omega cubrió su boca y su pecho se agitó con rapidez, sin poder hablar. Su mano fría tomó con fuerza la manito de su cachorro. La mirada de Drozhin pareció perder brillo—. ¿Tú... Acaso no te diste cuenta...?
—Y...yo Yo sólo me fui por unas horas... Yo... —Ezra sollozó y sus ojos verdes volvieron a clavarse en su cachorro, Ilya estaba quieto, respirando lentamente—. Yo sólo... Fui por algo que faltaba, sólo iba a salir unas horas.
—No. No... Ezra —Drozhin se acercó, el aroma dulzón, agrio... Las feromonas de Ezra parecieron cambiar al instante, el alfa se detuvo y se quedó quieto. Sus manos se quedaron petrificadas y su vista se clavó en el Omega con intensidad, su aroma era extraño, raro, no era... Normal. Era tan fuerte, tan... Insoportable. La boca de Drozhin se secó y lentamente acercó la mano al cuello de Ezra. El alfa apartó la ropa que cubría su nuca y la marca monstruosa que decoraba su pálida piel pareció aturdir su cuerpo entero. Drozhin quitó la mano con rapidez y Ezra se levantó sorprendido, el Omega retrocedió y llevó una mano a su nuca. Sus ojos verdes lo miraron con intensidad, y su cuerpo delgado y pequeño empezó a temblar débilmente. Drozhin lo miró con el ceño fruncido, casi enojado y aturdido—. Eres... Eres...
—No... No digas nada —Ezra murmuró y el alfa lo miró de pies a cabeza, su pecho dolió, su corazón pareció latir con más fuerza cuando su cabeza trabajó con rapidez. Su mirada gris pasó de Ezra a su cachorro—. No... No tiene nada que ver, Drozhin.
—Pero... Pero... ¡¿Es que tú no piensas?! —rugió su alfa y su mirada destelló entre el rojo y el gris. Ezra retrocedió asustado y Drozhin cubrió su rostro con fuerza, su respiración se aceleró, su corazón, su cabeza dió vueltas y la ira y el enojo subió por todo su cuerpo—. ¡Lo dañaba, ¿Me escuchas?! ¡Lo tenía aterrado!
—¡Yo... Yo no lo sabía! ¡Yo no...! —Drozhin llevó una mano a su cabeza y retrocedió, su alfa estaba alterado, inquieto, necesitaba calmarse, necesitaba respirar bien. Sentía sus pulmones ardientes, debía calmarse. Debía mantenerse despierto por su cachorro. Su mirada gris se levantó y se pegó en Ezra—. Drozhin... Él no... No dañaría a nadie, lo juro, él... Estaba en su ciclo de cambio, estaba por cambiar e iba arreglarlo, solo necesitaba algo. Solo me fui de casa por unas horas, no creí que... Que...
—¿Cómo... Cómo se te ocurre dejar a un alfa de su tipo... Suelto cuando hay un niño de cuatro años en la casa? —preguntó, y frotó su rostro con frustración, no podía concentrarse en la imagen de Ezra—. Tú sabes que no es un alfa normal. Sabes que no lo es.
El omega lo miró con lágrimas en los ojos, Ezra sintió que su pecho dolía. Su garganta dolía, sentía el aroma de Isak por todas partes, su sangre... Cuando llegó y vió las manchas oscuras por todo el suelo lo único que pudo pensar era lo que justamente Drozhin decía. Pero no podía encargarse de todo. No podía cuidar de todo.
—No puedo hacer todo al mismo tiempo, Drozhin...
—¡Pues lo hubieras llevado contigo! ¡Aún si tuvieras que ir a dos cuadras de aquí tendrías que llevarlo! ¿Cómo...? Por Dios, Ezra... No puedes dejar a Ilya solo con Isak. No puedes.
—No trates de echarme toda la culpa a mí —Ezra lo miró con el ceño fruncido—. Pasé cuatro largos años de mi vida cuidando solo a ese cachorro, cuidando... Cuidando tu estúpida salud de mierda cuando siquiera debería darte un vaso de agua. ¡¿Y ahora vienes aquí a gritarme?! ¡Vete a la mierda! ¡Yo tengo que hacer cosas, tengo que fijarme de Ilya, tengo que buscar una maldita cura para ti todas las semanas! ¡¿Y dónde mierda entra tu maldita presencia en todo esto?! ¡¿Dónde entras tú?! ¡Espero que te atragantes en tu maldita sangre podrida e infectada!
Ezra se agitó, su pecho subía y bajaba con rapidez. Sentía ira por todo su cuerpo, culpa, el dolor de ver a su cachorro dañado... El enojo de ver a Drozhin ahí... Sentía tantas cosas negativas, sentía tanto... Tanto enojo. Llevó una mano a su nuca y rascó con fuerza, le picaba, le ardía, le dolía mucho.
—¿Te duele, verdad? —preguntó Drozhin unos segundos después, Ezra lo miró aturdido—. Te duele su marca. Te duele porque tu alfa no está acostumbrado a que le grites, porque... No es una actitud que normalmente tengas con él. Puedo notarlo, Ezra... Puedo notar por la forma en que te paras lo inquieto que estás. Siempre fuiste tan... Tan intenso, tan duro con todo, incluso con Ilya. Pero menos con él. Menos con él.
—Él jamás me dañó tanto como tú.
—¡Esto no se trata de mí, entiende! —habló Drozhin—. No se trata de mí, Ezra. Tú no lo entiendes, no... Esto es mucho más grande que nosotros dos... Mucho más... Lo he notado, desde hace meses he notado el comportamiento de Ilya. Los niños son muy fáciles de leer Ezra, ¿Cómo es que no te diste cuenta? Dices que lo ves todos los días... Pero realmente no notas lo que pasa. Sus dibujos, la manera en que se pone cuando le pregunto por ti... ¿Sabes que clasifica los pasillos con juguetes? ¿Porqué un niño clasificaría los pasillos con juguetes? Porqué... ¿Porqué todos sus caminos terminan en mi habitación... Y no en la tuya? Ezra... Ilya a intentado adaptarse a tu alfa... Y tú ni siquiera te has dado cuenta.
Apretó su pecho con fuerza y lo miró a los ojos. Ezra sentía su boca seca, los ojos le dolían por las lágrimas, la irritación, no quería que lo mirara, no quería que lo viera llorando y sin embargo, no podía parar. Los sollozos salieron de su boca con desesperación. ¿Cómo siquiera iba a darse cuenta? Se sentía abarrotado, presionado, sentía que le había fallado a su cachorro desde hacia tiempo. Sentía... Sentía tantas cosas.
—¿Qué quieres que haga? —sollozó limpiándose las lágrimas, el omega sentía presión en su pecho, el gusto agrio en su boca. Le dolía hablar, le dolía la mordida en su nuca, pero lo que más lo destruía no era la mirada llena de pena que Drozhin le estaba dando, sino que jamás había sentido dolor alguno como el ver a su pequeño cachorro dañado por el alfa que quería—. ¿Qué... qué quieres que haga...?
—No pretendo que elijas, Ezra... Pero Isak está mal, está muy mal. Mantienes un lazo con el alfa que quisiste eliminar, que afectaste Ezra. Y aunque no quieras... Ilya también es mi cachorro, también tiene mi sangre en sus venas y sé, que por mucho que se parezca a ti... él lo siente. Lo siente y lo ve como un estorbo.
—N-no... no me digas eso... Drozhin no...—Ezra negó, Isak, Isak... su alfa. Recordó a Baltazar, sus palabras, sus advertencias, incluso si el asqueroso alfa de Drozhin le era repugnante... No podía pensar en el alfa de Isak queriendo quitar a un cachorro de cuatro años solo por ser hijo de otro hombre. Era su cachorro, su hijo... E Isak prometió estar con él cuando lo tuviera.
—No puedes negarlo... Está en la naturaleza de un alfa, Ezra. Así es... Por tan asqueroso y repulsivo que sea... Es así —Drozhin bajó la mirada—. Hacemos cualquier cosa por tomar lo que queremos... —volvió a levantar la mirada, sus ojos grises recorrieron el cuerpo delgado de Ezra, bajito, lindo, tan hermoso que parecía el ser más celestial de todos. Un omega artificial. Finalmente sus miradas se encontraron, y su alfa interior sintió vergüenza al recordar todo el daño que había echo para verlo así—. Hasta las más inmorales... y desastrosas. Merecemos el peor de los castigos.
—Yo solo quería... solo... —Ezra llevó una mano a su vientre. Se mordió el labio y recordó aquella noche fría que pasó con Isak hace cuatro años, en aquellos tiempos donde negaba a Ilya, donde deseaba la peor muerte para Drozhin y ese cachorro. De repente una ráfaga de culpa y vergüenza volvieron a adentrarse a su cuerpo.
"Yo te ayudaré, yo puedo acompañarte, Ezra... Sé que tienes miedo de ver a tu cachorro pero yo puedo estar ahí, contigo. También forma parte de ti, también tiene rasgos tuyos, Omega... Es tu cachorro."
¿Ese... era el mismo alfa que ahora quería eliminar a su hijo? ¿Era tan diferente una persona de su lado animal? Era... Ezra miró a Drozhin, su mirada suave, sus ojos grises. Había cambiado tanto, estaba débil, tranquilo. Su alfa estaba tranquilo con él. Y es que... Si fuera el Drozhin de antes, este ya estaría arrancándole la ropa de un tirón para saciar los deseos de su alfa. Y sin embargo, a pesar de saber eso... No podía perdonarlo. No podía.
—¿Tú... no puedes...? —preguntó, Drozhin negó.
—Su estado... Es incluso peor de lo que yo esperaba, Ezra... Creo... creo que queda poco de Isak ahí dentro. Esto es con su alfa.
—¿No puedes hacer nada enserio? Tú lo volviste así...
—Yo sólo hice que su cuerpo sobreviviera a su sangre putrefacta.
—Lo convertiste en una bestia, Drozhin...
—¿Fui solo yo, Ezra? ¿Fui... realmente el único culpable de que él sea así? —preguntó el alfa frunciendo el ceño, la mirada de Drozhin se volvió a Ilya por unos segundos, su cabeza ladeó y su mirada gris se clavó en Ezra nuevamente—. Tú jugaste con su naturaleza, metiste la peor toxina dentro de su cuerpo y mutó con los otros experimentos que él ya tenía en su cuerpo. Estaba muriendo Ezra, sólo tenía diecisiete años... Y era la única manera de mantenerlo vivo. Que él sea más débil que su alfa no es mi culpa.
Ezra lo miró aturdido, sus mejillas se tiñeron de un suave carmín y su rostro se deformó en enojo.
—Y yo solo tenía quince putos años cuando tú cambiaste mi cuerpo entero. Tú también jugaste con mi naturaleza, y la erradicaste, Drozhin.
—Entonces no te enojes conmigo, cuando hiciste lo mismo que yo. Fuiste descuidado, hiciste que murieran decenas de Omegas en los que experimentaste y ni siquiera te importó. Alejaste a Isak de su familia, alteraste sus ciclos de celo, su alimentación, su sangre... Los dos hicimos esto Ezra. Y esa mordida, esa mordida que tienes ahí es la voluntad de un alfa enojado. Contigo... conmigo.
—Cierra la boca...
—Contigo pudo, Ezra. Se aprovechó del cariño que tenías con Isak, te envolvió tanto que siquiera te diste cuenta lo que pasaba a tu alrededor. Pero conmigo... Conmigo él no puede, no puede porque mi alfa es más fuerte y aunque mi cuerpo esté bañado en toda su maldita sangre asquerosa y podrida me levantaré, me levantaré... Porque sabe que Ilya es todo lo que tengo. Y como vuelva a dañarlo iré... Y le arrancaré la maldita cabeza del cuerpo.
—¿Que tú... que tú qué... ?—Ezra lo miró con grandes ojos—. No... Tú no harás eso, es mi alfa. Es Isak, mi Isak, él... Yo lo arreglaré...
—Me importa poco si es tu alfa, si es Isak... Dañó a mi hijo, dañó a mi cachorro durante cuatro años y no pienso quedarme quieto la próxima vez. Tú no estuviste ahí, no viste la forma en que Isak lo miró. Tú... tú no eras a quien Ilya llamó cuando tu alfa quiso matarlo —la mirada de Drozhin destelló entre el rojizo, enojado, su alfa se acercó peligrosamente a Ezra y lo sintió, sintió como el lado animal de aquél hombre se apoderaba de todo su cuerpo. Sintió el ambiente pesado, sus feromonas, su aroma... El aroma picante del alfa de Drozhin volvió a chocarlo como en su juventud y Ezra retrocedió con el ceño fruncido.
Su pecho se agitó, su mente, sus sentidos. El alfa de Drozhin se clavó en él con furia, su mirada rojiza, el ambiente pesado que lo rodeaba lo sofocó por completo. Los colmillos del alfa empezaron a crecer, y su corazón se volvió chiquito, los recuerdos de su juventud volvieron a chocar en su mente. Ese alfa, ese alfa podrido había sido la causa de todo mal en su vida y no podía hacer nada contra él. No podía moverse, no podía moverse porque sentía en todo el ambiente el disgusto que aquél sentía por él. Era enojo. Enojo puro. Si Isak no podía controlar a su alfa... No sabía cómo Drozhin podía controlar a este.
— Y si tu amor por aquél alfa es más grande —rugió, Ezra apretó los puños—, Y te preocupa más que lo que pueda sentir tu cachorro... Cariño puedes irte a la reverenda mierda de aquí si quieres.
Lo abofeteó con fuerza y el rostro de Drozhin se hizo a un lado, la mirada rojiza volvió a destellar y se preparó para cualquier cosa que podría pasar. Si le aterraba el alfa de Drozhin en celo... No sabría bien qué esperar al verlo enojado. Las lágrimas llenaron sus ojos de golpe y su corazón se detuvo cuando escuchó el llanto de su cachorro a unos metros de él. Ezra se quedó quieto y miró a Drozhin, el alfa se volvió y retrocedió con ambas manos puestas en la cabeza. El destello rojo relucía, entre el gris, entre el ambiente pesado y sus feromonas de tranquilidad. Drozhin caminó hasta la cama ante la atenta mirada de Ezra y lo vio. Observó la mirada llorosa de Ilya sobre su padre, sus ojitos verdes brillantes... y los grises de Drozhin.
—Ya basta... —sollozó el cachorro y sus manitos cubrieron sus ojos. Ezra sintió que su pecho dolía. De repente la mirada de su hijo se clavó en él, sus ojos verdes, irritados, brillantes. Sus manos temblaron cuando Ilya se levantó en la cama y lo buscó desesperadamente—. ¡Mamá!
Ezra se acercó y sintió los brazos de Ilya apenas rodeando su cintura. El cachorro pegó su rostro en su pecho y lloró con fuerza. Acarició su cabello ondulado, los pequeños rizos... la sangre seca que había en algunos mechones hicieron que un nudo en su garganta apareciera. La mirada de Ilya se elevó y sus mejillas pomposas y sonrosadas se cubrieron de lágrimas.
—¿Dónde estabas? ¿Dónde estabas ma? —sollozó—. No vuelvas a irte, no me dejes solo... Yo... Isak me dijo cosas feas, dijo que yo era un error... que... Que... ¿Eso no es verdad, no? Dijo muchas cosas feas...
—Ilya —escuchó la voz de Drozhin y el cachorro lo miró—. Acuéstate, tengo que hablar con tu madre.
—¿De qué? —Ezra miró al alfa, perdido, escuchó el sí de Ilya y no pudo observarlo más. No podía hablar, no podía pensar bien. Las feromonas de tranquilidad de Drozhin volvieron a inundar la habitación y su rostro se deformó en llanto cuando lo arrastró a la salida.
—No llores, Omega —Drozhin cerró la puerta y Ezra rompió en llanto, cubrió su cuerpo con sus brazos y apretó con fuerza, se sentía vulnerable, afectado—. Yo... perdona por lo de antes. No es lo que siento yo... O al menos es lo que quiero creer.
Ezra no contestó.
—Sé que es difícil, puedo sentir la destrucción masiva que hay en tu cabeza ahora mismo... Pero Ezra... No puedes pretender curar a un alfa que ya no tiene nada que salvar. Cosas como esta van a ocurrir una y otra vez... Si no quieres que yo me ocupe de él, entonces llévalo lejos de aquí. No lo quiero en mi casa, no lo quiero cerca de Ilya.
El alfa esperó alguna respuesta, sin embargo, no recibió ninguna. Drozhin frunció el ceño y bajó la mirada.
—Yo... Renuncié a ti, Ezra. Acostumbré a mi alfa... a no quererte de esa forma. Lo único que siempre quise fue reconstruir una relación contigo, al menos... A pesar de todos mis errores, lo intenté. Pero nunca me dejaste, me lo negaste siempre, siempre lo hiciste y por eso desistí. Pero sigues doliendo. Sigues doliendo... Por favor, sea lo que sea que vayas a decidir... o lo que él diga... No te alejes de Ilya. Ni por Isak... Ni por mí.
Ezra no lo miró, y finalmente Drozhin volvió a entrar a la habitación. Escuchó la voz de Ilya, su curiosidad ante su charla y las decenas de preguntas que le hacía a su padre. El omega se encogió de hombros.
—Él... Le dijo que era un error... Un error.
SIN EDITAR.
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