cuarenta y dos
Despertó una madrugada de domingo cuando escuchó el quejido lejano. Sus ojos verdes lentamente Vislumbraron la oscuridad de la habitación, tan apagada que la luz que se asomaba por la ventana parecía el mismo resplandor divino. Se removió y su mano blanquecina fue directo a sus párpados con la intención de eliminar toda fatiga en ellos.
Ezra levantó la cabeza apenas y chocó con el rostro dormido de Anton Drozhin frente suyo, su mirada filosa recorrió su rostro, su barbilla, la manera que su brazo derecho lo acunaba con toda confianza. El omega notó lo pegados que estaban, notó el calor corporal caliente que el alfa tenía. El cachorro de ambos yacía en el pecho del mayor, tan dormido que siquiera se daba cuenta que le faltaba el chupete. La mano de Ezra acarició el cabello castaño de su hijo, era tan pequeño, tan bonito que deseaba verlo por siempre de aquella forma. Siempre cachorro, siempre niño.
Y notó el gran tamaño que estaba adquiriendo. Ilya tenía apenas un año y pocos meses se le sumaban a la tanda, aprendía con rapidez algunas cosas y justamente quería que su hijo fuera una persona lista e independiente en un futuro. Su cachorro sería clasificado como parte de una de las tres jerarquías que regía su mundo, en pocos años sabría si su bebé tendría que sufrir tanto como él en su condición de omega, o si sería igual de animal que Drozhin o Isak en todo su fervor actual.
Suspiró sintiendo que algo en su pecho dolía, lentamente volvió a dejar la cabeza contra el brazo del alfa. Volvió a conectar su mirada con él, con su maduro rostro dormido. Tenía moratones cubriendo su mejilla, casi todo su cuerpo estaba mal herido por culpa de aquellos acontecimientos. Ezra sintió el calor penetrarse en su cuerpo, su estómago al sentir con más pureza el aroma picante que emanaba. Sus dedos viajaron por la piel de aquél cuello, lastimado, con numerosos cortes, mordidas. Y la imagen de un lobo blanco y majestuoso volvió a chocar con su mente cuando su tacto rozó aquellas heridas.
—Tienes las manos muy frías... Ezra—lo escuchó susurrar y su vista buscó aquellos ojos grises somnolientos, Ezra detuvo el movimiento de su mano—. Ven, hace frío.
Sintió cómo se acercó y el aroma que emanaba su cuerpo, su ropa hizo que algo en el interior de Ezra se removiera. El omega se pegó más contra la cama y el cálido tato de las frazadas lo arroparon cuando Drozhin volvió a su posición antigua. Ilya se removió en su pecho y el alfa acarició su espalda cuando el cachorro se hizo a un lado y se recostó con todo gusto del lado izquierdo de Drozhin. Aquél conectó su mirada gris con la verde.
—¿Estás bien...?—preguntó y Ezra asintió lentamente, se acercó más buscando el calor corporal que él no tenía, su mano aún descansaba sobre la piel del alfa. Cuando se detuvo ambos se vieron a los ojos, callados, respirando con toda serenidad y sintiendo el aroma del otro en el ambiente. Drozhin observó los labios del omega y apartó la mirada más tarde. Sentía el tacto de Ezra acariciar con lentitud su piel, su reciente calor y el aroma dulzón que se volvía notorio a cada segundo. Drozhin apretó los labios—. Ezra...
Acarició su piel y notó lo recientemente caliente que estaba, sus ojos grises observaron su cuerpo, y lo destapó nuevamente justo en el instante que sintió las manos del omega tomarlo con fuerza. Los ojos del rizado estaban opacos, y sintió su cercanía en la punta del corazón.
—Alfa —susurró y lo acercó para unir sus labios. Drozhin sintió que su pecho estallaba cual fuego artificial al notarlo cerca, sus feromonas lo rodearon como una manta suave y la calidez era un placer que no se debía permitir. Ezra se acercó más al alfa y lo arrastró hasta posicionarlo sobre él, sus brazos rodearon su cuello como un candado y sus piernas buscaron encajarse en su cintura con rapidez. La pequeña complexión de Ezra quedó tapada por la de Drozhin mientras el deseo crecía en ambos, sus lenguas se encontraron con desesperación mientras cada uno buscaba saciar lo que sentía.
El alfa sintió como el Omega empezaba a moverse debajo suyo, contra él, el calor que lo envolvía se había transformado en algo placentero e insoportable cuando sintió la mano de Ezra acariciar su pecho por sobre la ropa, su mano fría se había vuelto la cosita más cálida para él, sus caricias, el tacto peligroso que lo acechaba. Todo se había transformado en toques desesperados, ligeramente fuertes mientras la pasión los inundaba como una avalancha. Como si se trataran de dos amantes reales en una noche fría como esa. Sin embargo, cuando Drozhin sintió la mano de Ezra sobre su entrepierna algo hizo cortocircuito en su cabeza. El alfa abrió los ojos y se apartó con rapidez cuando analizó la situación en menos de un segundo. La imagen de Ezra debajo suyo lo llenó de un deseo monstruoso que hizo que su alfa enloqueciera. Sus ojos brillantes, sus mejillas rojizas y su ligero cuerpo curvilíneo lo rodeaba tal cual ángel majestuoso. No existió deseo más grande como el suyo en el mundo por acariciar aquellos rizos, besar esa piel con lentitud, con todo el amor que se podría expresar.
Pero no.
Porque su vela de salvación estaba a penas unos centímetros lejos de ambos, su cachorro dormía con toda placidez y normalidad que recordó su concepción en tiempos pasados. La situación tan penosa, tan drástica, su pecho se volvió un vacío cuando la culpa lo inundó. Sentía los besos de Ezra por todo su pecho, suaves, cálidos, tan tibios que el placer lo inundó nuevamente. Rápidamente estiró su brazo a la mesita de luz.
—Necesitas protección...—susurró y sintió los cardenales que Ezra le hacía, se asomó nuevamente a él, con los brazos rodeando cada lado de su cabeza. El omega lo miró tan cegado que sus brazos volvieron a buscar el cuello de Drozhin para besarlo de vuelta. Sin embargo, jamás se encontraron, el alfa se detuvo y pegó su frente con la del Omega, admirando sus bellos ojos, su color, la manera tan bonita. Toda aquella belleza de la que nunca iba a disfrutar—. Sé que te dolerá pero es lo mejor...
Susurró y rápidamente se apartó, sus manos bajaron el pantalón del omega con rapidez y sus blanquecinas y regordetas piernas quedaron al intemperie, el aroma del lubricante natural se volvió evidente cuando observó la ropa interior de Ezra. El omega gimió adolorido cuando sintió el pinchazo de una jeringa sobre su piel y sus ojos se pusieron blancos al momento de sentir el supresor entrar por su cuerpo. El dolor que se extendió fue tan insoportable que sintió tedioso el ver cómo Drozhin se apartaba de su cuerpo, sintió un vacío descomunal y entre lágrimas y jadeos levantó la mirada borrosa a la gran silueta a su lado.
—No... Alfa... Alfa ven, ven conmigo —gimió quedito y Drozhin tomó a su cachorro con rapidez para no hacer algo de lo que se arrepentiría más tarde. Ilya se abrazó a su cuello aún dormido y Drozhin arropó el cuerpo de Ezra con rapidez, el omega sollozó e intentó tomar su brazo. Sus feromonas de excitación lo estaban mareando. El alfa se volvió y caminó hacia la salida con la intención de ir a dormir a otra habitación, cuando su mano giró el pomo de la puerta oyó el sollozo lastimero de Ezra, tan bajito, tan necesitado que su alfa reconsideró su decisión.
— Anton... —oyó y rápidamente salió del lugar.
Había despertado una mañana envuelto en sábanas blancas. Un quejido lastimero se unió a sus labios al sentir todo su cuerpo entumecido, tan agotado que soltó un alarido cuando la luz del sol chocó con su cara. Ezra cubrió sus ojos y esperó a que la larga cortina volviera a su estado natural, el aroma a limpio que traía el aire lo relajó al instante y volvió a caer sobre su almohada con más pereza. Sus ojos verdes se abrieron, cansados, sentía el aroma dulzón que lo rodeaba, sus piernas le dolían, su estómago, su cuello, incluso sentía extraño sus partes íntimas. Ezra gimió cuando movió sus piernas, tan pesadas, su ceño se frunció y asomó la cabeza para observarlas. Destapó su cuerpo, y notó que traía una pijama distinta a la que recordaba, esta se trataba de un conjunto un poco más cómodo y delgado. Bajó su pantalón y observó la ligera gasa que cubría una pequeña parte de su piel. Arrancó la tela con cuidado y observó dos ligeros puntitos rojos.
Rápidamente supo de qué se trataba, suspiró y volvió a recostarse en la cama para pensar un rato. Había entrado en celo, y no recordaba bien qué día lo había hecho. Llevó una mano a su frente y suspiró cansado.
Cuando se levantó sintió su cuerpo pesado, el aroma dulzón del celo aún permanecía pegado a su piel y lentamente bajó hasta el primer piso cuando sintió el aroma a café y chocolate. Ezra se asomó a la cocina con el aspecto desordenado, su cabello estaba revuelto y sus rizos desechos, tenía un ligero tono oscuro debajo de los ojos y sin embargo, el alfa que lo vio entrar suspiró ante su belleza.
—Te levantaste —afirmó, Ezra miró el desayuno a medio preparar sobre una bandeja, sus ojos verdes observaron a su cachorro sentado en el suelo con algún que otro juguete a su alrededor, los ojitos verdes de Ilya se iluminaron cuando lo observaron y rápidamente se levantó y corrió hacia él, abrazó su pierna con fuerza y Ezra hizo una mueca de dolor que al segundo borró cuando el rostro iluminado de su hijo se clavó en él.
—Mami —habló y estiró los brazos para que lo alzara, Ezra se agachó e intentó tomar a su bebé entre sus brazos, sus brazos volvieron a dejarlo en el suelo cuando su cuerpo se tambaleó hacia atrás. Sintió la presencia de Drozhin cerca, y su mano protectora detrás de su espalda—. Pa.
—Mamá aún no está del todo bien, Mijaíl —murmuró y guió al omega al asiento más cercano. Ezra se acomodó bajo la atenta mirada de su cachorro—, Cachorro lava tus manos y ven a comer.
El Omega miró el desayuno que el alfa le había dejado frente suyo, su mirada verde se desvió cuando notó cómo su bebé acercaba un banquito a la mesada y se subía con toda normalidad. Bajó la mirada.
—¿Cuántos días estuve en cama? —preguntó y Drozhin lo miró.
—Cerca de unos dos —susurró y Ezra notó el cojeo que tenía el alfa, miró atentamente sus movimientos cuando secó las manos de Ilya, Drozhin no movía con libertad la mayoría de sus extremidades.
—¿Tú estás bien? —preguntó y el alfa lo miró, cuando Ilya se sentó finalmente Drozhin sonrió apenas, negando.
—No lo estoy... —murmuró—. Tengo muchas heridas y cansancio acumulado, pero estoy tomando medicamento para eso —el alfa se distrajo cuando el cachorro se ensució la ropa, Ezra frunció el ceño de repente.
—No deberías estar aquí entonces —habló, los ojos grises del otro se clavaron en él—. Ve a acostarte, yo me encargo de Ilya.
—Tú no puedes —le contestó, el omega abrió los ojos sorprendido por la respuesta. Drozhin se acomodó en su asiento y bebió un poco de café, el menor de los dos admiró las ojeras que tenía, la mirada cansada, la lentitud de los movimientos. A veces olvidaba que aquél era un alfa de cuarenta años, no podía lidiar con sus problemas, con Ilya e incluso él—. Estás débil, Ezra.
—No lo estoy —habló bajito, Ilya lo miró con sus grandes ojos—. Puedo cuidar de mi cachorro.
—Acabas de salir de tu celo, Omega, necesitas energía. Ve a acostarte.
—¿Y crees que tú no? Apenas si puedes caminar, tu...—se escuchó un pequeño estruendo antes de siquiera terminar la oración, Ezra se volvió con rapidez, su rostro preocupado. Recordando finalmente la existencia de Isak, bajó la mirada, perturbado. Si Drozhin estaba mal por algunas heridas no se imaginaba la condición actual de aquél joven alfa. Tragó saliva con dificultad.
—Él ya percibió tu olor —murmuró el hombre, Ezra lo miró con el ceño fruncido. Drozhin tenía el rostro serio, e Ilya cada vez se encogía más en su lugar.
—¿Cómo está Isak?
—Recuperándose, aún sigue en su estado animal, mucho no puedo hacer porque le desagrada mi alfa, porque tengo tu olor y el de Ilya pegado a mi piel —Ezra se volvió, de repente el apetito se le fue y su mente se nubló de Isak, estaría mal. Muy mal. Asustado, agresivo. No sabía en qué condiciones estaba y tenía miedo de averiguarlo.
—¿Me ayudas... ?—murmuró—. ¿Me ayudas a curarlo por favor?
—Lo estás haciendo mal —Drozhin habló, acercándose, tenía un bastón que usaba de soporte para su pierna adolorida, tenía una gran mordida en la carne. Se encontraban en el laboratorio de Ezra, Ilya estaba del otro lado, en la oficina, junto con sus juguetes y una frazada suave de autos tirada en el suelo. El omega estaba a un lado de Drozhin, con un suero en la mano y la jeringa en la otra. El gran lobo negro yacía en el suelo, agitado, atado de patas y hocico. Sus ojos rojos estaban dilatados—. Quieres curarlo, no matarlo. Y ponte guantes para tocar sus heridas.
—Tal vez no tendría que usarlo si no lo hubieras dejado en este estado —Ezra reprochó y dejó que el alfa se encargara, cuando terminó el suero echó una miradita, grabando mentalmente todos los pasos. Drozhin se movió hasta Isak bajo su atenta amenaza y le inyectó el suero sin más.
La respiración de la bestia se volvió pesada, agitada, su tórax subía y bajaba con tanta rapidez que Ezra empezó a retroceder. Se removió, desesperado y los ojos verdes del omega miraron asustado al alfa.
—¿Q-qué le pusiste? —habló y Drozhin frunció el ceño acercándose a Isak, la gran bestia se revolvió cual gusano, sus ojos rojos parecían dos linternas brillantes. Junto con su rabia, la saliva negruzca de su boca caía pegajosa de su hocico. Las feromonas picantes, fuertes, Isak gruñó con fuerza y movió con rapidez, intentando morder a cualquiera que se le acercara. Ezra lo miró preocupado—. Drozhin...
—No entiendo porque...—el alfa quiso tocarlo justo en el momento que Isak saltó, rompiendo toda correa que lo detuviera en contra de su voluntad. El omega retrocedió cuando creyó que saltaría por él e instintivamente cubrió su cuello cicatrizado con rapidez. Drozhin se puso delante de él, las feromonas que liberaba eran pesadas—. Ezra vete.
—Pero...—reprochó y dio un salto de miedo cuando el lobo se retorció en el suelo como un loco, las manchas de líquido negro que liberaba cubrieron el suelo, las paredes, la mano de Drozhin se posó sobre el estómago del Omega. El lobo de Isak gruñó, todos sus pelos negros se levantaron y sus ojos se volvieron rojos, más intenso, más peligroso. La saliva negra que le colgaba de la boca era signo total de la sangre envenenada que tenía, de lo podrido que estaba por dentro. El alfa de Drozhin se removió en advertencia, su cachorro, la madre de su hijo estaban detrás de él y lo que veía no podía ser cierto.
Porque el suelo cambió de blanco al más negro que hubiera conocido, como la noche, como el mismo alquitrán pegajoso y asqueroso, un aroma hediondo inundó la habitación y todos sus huesos se paralizaron. Los ojos de Drozhin destellaron entre el rojizo cuando notó el peligro, y empujó a Ezra fuera para que no le haga daño. La gran bestia se retorcía en el suelo, mientras sus extremidades se volvían largas, sus huesos se rompían, el lobo de Isak empezó a arrancarse la piel con los colmillos, rápido, salvaje, sin ninguna duda y dolor. Las manchas de sangre oscura bañaron toda pared.
—Drozhin por favor...—rogó Ezra apunto del llanto, escuchó los lloriqueos de Ilya a lo lejos mientras el alfa mayor miraba petrificado como el animal monstruoso se preparaba para atacar. Con la piel de las patas colgando como si no fueran nada, con el tórax abierto de mordidas y el hocico destrozado en sangre negra. Los ojos rojos de Isak destellaban el mismo infierno.
—¡Sal de aquí!—gritó y lo empujó justo en el momento que Isak saltó para comerse la cabeza de Drozhin de un mordisco, Ezra gritó con fuerza y retrocedió, las lágrimas bañaron su rostro cuando el alfa mayor salió por la puerta y la cerró con rapidez, tenía toda la ropa cubierta de un líquido pegajoso, pastoso y negruzco. Drozhin retrocedió cuando se dejó de escuchar a la bestia. Y el silencio se hizo en aquella habitación, tan solo el llanto de Ilya se oía—. Ezra no la abras, no lo hagas.
—Pero Isak... —habló con la voz temblorosa, y abrió la puerta con rapidez, la habitación era un completo desastre, había sangre oscura, piel destrozada y entre todo esa carne podrida y hedionda estaba él, aquél joven alfa de piel mugrienta y destrozada. El cuerpo de Isak se había vuelto delgado, tan sucio y la sangre se marcó en toda mordida que tenía, tenía los brazos marcados, heridos, ahí donde le faltaba un dedo hasta el hombro masticado y el cuello destrozado. El cabello de Isak estaba largo, sucio, y sus ojos, sus ojos marcaron todo llanto en Ezra que sintió que el corazón se le cayó al piso, entre toda la sangre, entre toda desgracia marcada en Isak.
—Sácame de aquí...—murmuró en voz baja, dañada, Isak temblaba, sus ojos cafés destellaron entre el rojo, y sus manos cubrieron toda herida. El chico lloró con fuerza y cayó rendido al suelo—, Sácame de aquí, sácame de aquí, Ezra...
—Ezra, sal de ahí —escuchó la voz de Drozhin, el omega lloró con fuerza y se acercó a Isak, el alfa lo tomó con fuerza de los hombros y clavó sus uñas puntiagudas en su carne, Ezra soltó un quejido al sentir que penetraba su carne—. ¡Ezra sal de ahí su alfa lo quiere tomar, lo quiere tomar te hará daño!
—¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí!—gritó y se desgarró en llanto cuando cubrió su cabeza con fuerza, Isak vomitó sangre negruzca y el hedor podrido volvió a meterse por la nariz de Ezra. El alfa menor lloró con fuerza y se retorció, como si estuviera poseído, como si sus huesos crujieran y se rompieran en mil pedazos dentro de su cuerpo, de su piel. Los colmillos volvieron a crecer, y sus ojos, sus ojos destellaron el mismo rojizo que lo miró cuando le reventó el cuello de una mordida, cuando intentó comerse a su hijo. Cuando atacó a Drozhin.
Porque el mismo Isak había dado su último llanto antes de desaparecer.
SIN EDITAR.
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