cuarenta y cuatro



Estoy editando una de mis otras obras (VIOLENCIA ANIMAL) si no la leyeron pasen ahre.

En cambio, gracias por las 20,7k de lecturas Aaaa y los votos ya son 2,700 wuu los amo








—“Amar; Fuerte sentimiento de calidez y proximidad a alguien o algo” —Ilya observó la fotografía que mostraba con suma atención. La voz femenina se calló y la imagen se intensificó en dos individuos abrazados. Los ojos verdes del infante se levantaron lentamente para observar a sus padres, callados, en completo silencio. El cachorro apretó el aparato electrónico entre sus manitos.

Miró la imagen una vez más con curiosidad, y volvió a ver a su mamá y su papá. El alfa estaba dormido, tan pálido como un cadáver mientras la mirada esmeralda del Omega se clavaba como dagas en él. Serio. Callado. El cachorro se removió, y bajó la mirada.

—Ma —llamó, Ezra se volvió con rapidez. Ilya estaba sentado en el suelo, sus manitos levantaron la tablet y apuntaron la imagen con un dedito—. Amar.

—¿Amar? —murmuró el Omega—. Amar es... Es...

Se quedó en silencio, pensando. Ezra se perdió ante la mirada atenta del cachorro y sus mejillas de prendieron cuando no supo encontrar las palabras correctas. Tragó saliva con dificultad y se acercó al infante con lentitud.

—Amar es... Como tú y yo, Ilya —habló, acariciando su cabello sedoso, el rostro del niño era tan suave que dió un leve apretón a sus mejillas—. Eres mi bebé, mi cachorro. Y te quiero, te amo. Mamá te ama mucho, como también papá. Eso es... Amor.

No supo si lo entendió verdaderamente, pero Ezra sintió que su pecho se infló de pura emoción cuando observó la sonrisa cariñosa de Ilya que le dedicaba. Los ojos del Omega se cristalizaron y lentamente se alejó de su bebé. Estaba tan grande, tan bonito, observó sus zapatillas blancas, tan diminutas, tan lindas que sintió algo explosivo en su corazón al verlo crecer con rapidez.

Y de repente, sintió una punzada en su pecho cuando Ilya apretó el botón rojo que aparecía en la pantalla. Lo escuchó murmurar “bebé” y rápidamente la voz femenina dictó el significado. Su cachorro miraba las imágenes con sumo interés perdido ante la repentina curiosidad hacia el mundo.

No sabía muy bien si eso dañaría su mente o no, pero al menos lo mantenía alejado de todo disturbio actual. Ezra tragó saliva, Drozhin no se encontraba bien, de hecho, su condición empeoraba cada semana. Actualmente su conocimiento respecto a ello estaba más oxidado que cualquier cosa en el mundo. Había recurrido a sus escritos, cualquier anotación, medicina, todo, y no la entendía. Vagamente podía deducir las cosas del alfa, y la inquietud de tener a Isak sobre él todo el tiempo lo convertía en nada más que una bomba de tiempo queriendo estallar.

—Ahora vengo, ¿Sí? —susurró y besó suavemente el cabello rizado de Ilya. 
Se levantó y bajó hasta el primer piso para ir a la cocina, sirvió un poco de sopa en un tazón, carne con papas al horno en otro plato, dos rebanadas de pan tostado con manteca derretida y un vaso con agua. Cuando tuvo lista la bandeja sacó de su bolsillo un frasquito color negro que contenía la medicina para Isak, lo vertió en la sopa y revolvió unos segundos antes de llevarla.

El alfa pocas veces comía, su ciclo alimenticio seguía afectado como antes, por ende sólo lo visitaba cuando era necesario. Isak estaba distinto. Cambiado. Y lo que más le incomodaba era su extraña actitud frente a Ilya.

—Isak. Estoy aquí —habló cuando entró al laboratorio, caminó hasta la habitación del pánico y abrió la puerta con una mano. Dejó la llave en su bolsillo y entró sin más después de prender la luz.

Era muy sencillo, las paredes no volvieron a ser blancas después del episodio de la sangre, tampoco el suelo. El hedor leve que se sentía aún le picaba la nariz, y las feromonas de Isak se intensificaban cada semana. Las cajas con medicinas ya no estaban y en su lugar había algunos libros que le había dejado y que no habían sido tocados aún. Los ojos verdes de Ezra notaron el bulto en la cama y cuando dejó la bandeja sobre la mesita plegable se asomó con lentitud.

—Isak...—murmuró y escuchó el ruido de la puerta al cerrarse, rápidamente el Omega se volvió y se encontró al alfa recostado en el frío metal de la puerta. El cabello de Isak caía despeinado Asus costados y sus ojos rojos se clavaban en él, estaba pálido, serio. Ezra tragó saliva.

—Hueles feo.

Ezra se hizo para atrás. Estaba enterado del desprecio que Isak tenía hacia Drozhin, incluso sospechaba que sentía lo mismo por su cachorro. El alfa de ojos rojos dió un paso enfrente y vaciló, una sonrisa de lado relució en sus labios.

—¿Cómo está tu cachorro, Ezra? —preguntó, el Omega dió otro paso hacia atrás.

—Está bien.

Ezra tragó saliva cuando el alfa se paró enfrente suyo, su aroma lo rodeó como una fuerte ventisca y se sintió débil al solo sentirlo. Miró su cuello, sus venas, las clavículas marcadas y los músculos que resaltaban, el Omega se removió.

—Puedo oír sus latidos desde aquí, Omega —murmuró y se acercó más, Ezra no pudo retroceder, la cama chocó contra sus piernas y sintió el calor que la piel del alfa emanaba—. Puedo sentir todo desde aquí, su voz, la respiración errática de aquél alfa, y los latidos acelerados que tienes tú en este preciso momento.

—Y-yo... —frunció el ceño, los ojos rojos de Isak lo presionaban mucho, como si demandara todas sus acciones. Como si lo obligara a hacerse de lado para que lo tomara. El deseo que Ezra sintió por ser acorralado y tocado lo incomodó por sobremanera—. Te... Te traje tu comida.

—Mírame —habló y Ezra apretó los labios, la necesidad de apartarse era tan intensa cómo seguir en aquella posición. Los ojos de Isak estaban malditos. Eran malos. Malos muy malos para él. Y es que lo llenaban de terror y una extraña necesidad de sentirlo sobre él, de sentir sus manos, sus labios. Sintió su corazón como loco, y bajó la mirada con la intención de apartarse, la mano caliente de Isak chocó con su piel fría y su pecho volvió a inflarse en una respiración agitada—. Mírame, Omega.

—No... Isak, no.

—¿Qué es lo que tienes tú...? —susurró y sintió su mano subir por su brazo, recorrió sus hombros, su cuello. Y lo tomó suavemente, los dedos de Isak rodearon el blanco cuello de Ezra y lo obligaron a levantar la mirada, la mirada rojiza era intensa, tan fuerte que el Omega soltó un gemido lastimero—. ¿Qué es lo que tienes que enloqueces a los nuestros? ¿Mnh? Primero Drozhin... Y ahora... Mío.

—Isak espera —Ezra se dió para atrás, sintió los brazos del alfa rodearlo con rapidez y sus labios se encontraron finalmente en un beso fuerte y desesperado. Ezra se quedó sorprendido y no tardó mucho en responder, su cuerpo actuó con rapidez, voluntariamente a las feromonas que liberaba Isak. Sus brazos rodearon su cuello, sus músculos, quería más contacto, lo quería y lo detestaba a la vez. Se sentía alerta y sin embargo, su pecho danzaba feliz ante la acción. El Omega rodeó al alfa con sus piernas cuando fue recostado en la cama, pequeño, encajaba a la perfección. Sentía las caricias de Isak sobre sus rizos, su cuello, toda su anatomía caliente.

—Eres hermoso, tan bonito, tan lindo —susurró Isak, Ezra jadeó cuando sintió los chupones sobre su cuello, se agitó, y cerró los ojos a la chocante sensación placentera. Hacia muchos meses no tenía intimidad con nadie, siquiera en el celo. Cuando Ezra recorrió la espalda de Isak notó lo delgado que estaba. Su columna vertebral se marcaba y se sintió extraño al no sentir una anatomía grande, tal vez, a la que solía notar cada noche a su lado cuando Ilya no estaba en medio. Ezra abrió los ojos cristalizados, sintiendo la fricción que Isak hacía, lenta, fuerte. Su cachorro lo estaba esperando arriba, su bebé, el Omega tragó saliva.

—Isak... —advirtió buscando separarse, no podía dejar solo a Ilya, no cuando no había nadie alrededor para cuidarlo. Los ojos verdes de Ezra analizaron la situación, sentía su propia excitación en la piel, entre sus piernas, el lubricante natural estaba mojando su ropa interior—. Isak... Mi cachorro... Mi bebé me...

—Yo te necesito —murmuró cerca de sus labios, Ezra lo miró, sus ojos idos, opacado por el deseo, Isak acarició sus glúteos, sus muslos, más tarde sintió cómo aquellos dedos se mojaron con su lubricante, el Omega besó al alfa nuevamente. Sin embargo, sintió una presión fea en su pecho, incómoda, Ezra se removió aún cuando Isak lo distraía.

—Mamá —se escuchó y Ezra abrió los ojos, la mano de Isak cubrió su boca cuando gimió y lo obligó a hacer silencio. El aroma a ropa limpia y canela se presentó, era el perfume de Ilya, de su bebé. Ezra empezó a temblar. Se quiso levantar, acomodarse la ropa, los pantalones, pero Isak insistía. El alfa se apretó más en él y el Omega sintió su hombría, sus ojos verdes lo miraron—. Mamá.

—Shh —Isak escondió su rostro en el cuello del Omega, Ezra sintió su lengua, sus dientes morder suavemente su piel, frunció el ceño. Su cuerpo traicionandolo. Sus manos se colocaron en el pecho del alfa y buscaron salir—. Ya, Ezra.

—¿Mami? —oyeron, y la puerta de la habitación del pánico se abrió entera, la diminuta anatomía de Ilya se presentó y sus ojos verdes y grandes se clavaron en ellos como si nada. Ezra sintió que su rostro ardía, Ilya lo miró, miró a Isak y su carita de arrugó. El Omega sintió que el aire se le fue del pecho cuando su cachorro retrocedió con el ceño fruncido—. No.

—Ilya... —Ezra se alejó de Isak y se acomodó la ropa con rapidez, rápidamente corrió hacia el niño y este retrocedió con la mirada cristalizada. Ezra olía a Isak, tan fuerte. Sus feromonas se pegaron a su cuerpo y el cachorro rechazó a su madre por ello. Cuando Ezra intentó alzar a su hijo este se removió con violencia, Ilya pegó un manotazo y el Omega cayó al suelo junto al niño—. ¡Ilya!

El infante rompió en llanto cuando el alfa rugió con fuerza. El cuerpo de Isak se adelantó y sus ojos rojos se reflejaron fuertes, aterradores frente al cachorro. Ilya lloró con fuerza y salió corriendo, Ezra se levantó con rapidez.

—¡Ilya, no!

—¡Estás sangrando! —Isak gritó y sintió la mano del alfa sobre su brazo, Ezra lo miró con el ceño fruncido y sintió el ardor sobre su labio. Rápidamente llevó una mano a la herida y observó la sangre en sus dedos. Ilya sin querer lo había golpeado.

—Mi... Mi... —murmuró y se dió la media vuelta, debía buscar a su bebé.

—Ezra, no vayas —escuchó y su corazón ardió en su interior. El Omega sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, y no solo la herida de Ilya dolía, sino que toda la situación ya era de por sí muy difícil para él—. No vayas, por favor. Si te hace mal... Quédate conmigo.

—Es mi cachorro, Isak —murmuró, mirándolo. Los ojos de Ezra estaban llenos de lágrimas, el hilo de sangre que caía sobre su barbilla era igual de intenso que el rojo de los ojos de Isak—. Es mi bebé.

—Pero...

—No hay peros, Isak. No los hay. Ya no —habló—. Tengo un cachorro. Tengo un hijo con un alfa desastroso y él cree que somos una familia feliz. Drozhin y yo es todo lo que conoce. Todo... Y aunque te moleste, aunque me duela a mi también tiene que ser así. Drozhin tiene algo que lo está matando y ahora mi hijo tiene que lidiar con mis sentimientos, con lo que tú causas en mí. Con otro alfa. Y lo lamento, lo siento tanto, pero... —murmuró, y sollozó en voz baja—. Voy a elegirlo, siempre, aunque... Aunque se trate de ti, incluso...

Ezra se volvió, y caminó hacia la salida. Sintió un dolor profundo en su pecho, en su garganta, y todo culminó en aquellas palabras, el aroma de Isak, su presencia. Todo.

—Está bien.

Y eso no hizo más que hacerlo llorar.





















SIN EDITAR.

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