cincuenta y uno
—Drozhin —oyó y trató de abrir los ojos. No pudo reconocer su propia habitación cuando sus ojos grises chocaron con la poca luz que rodeaban aquellas cuatro paredes. Su cabeza se volvió y notó el monstruoso día tormentoso que se asomaba con rapidez, las nubes grises estaban intensas y el viento se encargaba de revolver toda hoja de árbol que hubiera alrededor de la casona. Sintió el aroma a hierro de la sangre, su mirada trató de observar su cuerpo, estaba tapado—. Drozhin.
Lo miró y sus ojos grises divisaron los verdes de Ezra. El Omega estaba sentado en la cama, a sus pies, su mirada vacía tenía un toque lúgubre que lo extrañó al segundo. Drozhin intentó aclarar la vista, se removió y su cuerpo entero dolió con fuerza, su pecho se agitó y sus costillas parecían quebrarse con cada movimiento. Su cabeza palpitó y sintió el gusto de la sangre trepar por su esófago.
—Te harás mal si te mueves mucho, Alfa —murmuró el rizado, Drozhin notó lo apagada que sonaba su voz. Ezra estaba extraño, su piel pálida, de un tono gris horrible que le daba un aspecto enfermo y terrible. Su cabello estaba despeinado y su nariz rojiza, Drozhin no necesitó tocarlo para saber que su piel se encontraba completamente fría—. Estás... débil.
—¿Ezra... Estás bien? —le preguntó, su cabeza se movió para observarlo mejor. Notó sus manos delgadas, rojas por el frío y con pequeñas manchas de sangre seca en ellas. Drozhin miró a su alrededor, había muchos trapos ensangrentados, de repente sintió arcadas al solo pensar que era toda su sangre descompuesta queriendo escapar. Volvió su atención al Omega, traíá un abrigo negro, pantalones largos, y una camiseta blanca mal abrochada, el listón negro que usaba para el cuello se encontraba desatado. Los rizos cubrían su cuello.
—Tenemos... Que hablar... —murmuro bajando la mirada, Drozhin entrecerró los ojos, sus pulmones respiraron con pesadez, le dolía todo el cuerpo, cada movimiento era un dolor insoportable que se sumaba al cansancio que poseía siempre. Tragó saliva, las feromonas de Ezra tenían un gusto amargo, lo miró, estaba tan raro.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó bajito, le hubiese gustado sentarse en vez de permanecer acostado, necesitaba verlo a los ojos, su alfa se removió en su interior con incomodidad. Drozhin cerró los ojos, estaba tan inquieto en su interior que le molestó el simple hecho de sentir su mísera presencia.
—Yo... Tomé una decisión —murmuró. Drozhin frunció el ceño, el frío entró por la ventana de la habitación y sintió el aroma a tierra mojada, a sangre. De repente su mirada viajó a los hombros pequeños de Ezra, a sus rizos castaños, a la sangre seca que había en algunos mechones. Su mirada se dilató, no se había dado cuenta del bolso negro que tenía a un lado de los pies—. Me iré. Me voy... No quiero que me busques más.
Ezra no se movió ni tampoco lo hizo Drozhin. El silencio se unió entre ellos y el único sonido que yacía entre sus presencias era el viento suave y agudo que se metía entre la ventana. El alfa apartó la mirada, intentó moverse y sus huesos crujieron con fuerza, su pecho dolió, y su cabeza dio vueltas cuando tuvo que volver a su estado original. Ezra se veía borroso.
—¿Estarás bien...? —preguntó, negando a su alfa. Lo sentía inquieto en su interior, luchando por salir, por manifestarse frente a ese Omega debido aquellas palabras. Pero no. No le permitió arruinar el único momento para asimilar la única verdad que jamás quiso ver. Drozhin sintió que sus ojos picaban y un nudo horrible se sumó en su garganta cuando la mirada esmeralda de Ezra lo observó.
Su corazón dolió de una manera infernal al notar su mirada vacía, habían pasado tantos años detrás del otro que sabían de antemano que ya no había nada más que pudieran hacer, era la última vez. La última vez que lo vería como el único Omega disponible en el mundo, tantos años, tanta juventud perdida en el otro y estaban ahí enfrentados. Más enfermos, rodeados de un ambiente terrible y un clima de mierda que traía miseria a cada recuerdo. Quiso decirle muchas cosas, pedirle perdón, arrepentirse por sus malos tratos, de dañarlo por cada lágrima, cada grito. Quiso llorarle toda tristeza que su alma impura y sucia pedía liberar, sin embargo, se quedó callado, quieto, su mirada cansada quería grabar el fin de la única persona que amó de manera incorrecta.
—Lo estaré —contestó.
—¿Te irás con él? —Drozhin preguntó, y aunque ya sabía la respuesta necesitaba oírlo de Ezra, necesitaba que su alfa asumiera de una vez su derrota. El omega no contestó. Claro que se iría con él. Drozhin bajó la mirada, eso suponía que se había arreglado con el Alfa. Miró el bolso una vez más—. Sé que no quieres que te busque... Pero tendremos que mantener contacto por Ilya...
Ezra no contestó, su mirada esmeralda cayó con lentitud al suelo. Drozhin se relamió los labios—. No te gusta la idea, Ezra, lo sé... Pero sólo será eso, ¿Sí?
—Es... —murmuró y se puso de pie, Drozhin levantó la mirada cuando Ezra volvió a mirarlo con aquellos ojos apagados, su piel pálida se tornó gris y la boca de Drozhin se secó cuando notó las gotas de sangre que le chorreaban del cuello, la piel abierta, la mordida monstruosa de un alfa enojado. De repente quiso levantarse, su actitud extraña, sus movimientos, su mirada era respuesta de aquella mordida. El dolor se extendió por todo su cuerpo cuando escuchó pasos por todo el pasillo, su alfa se inquietó en su interior y empezó a sentir el gusto a sangre en su lengua cuando escuchó la puerta abrirse. Ilya entró con estrépito y cayó al suelo cuando la imagen de Isak apareció detrás suyo. Su mirada rojiza se clavó en Drozhin, mientras el llanto del cachorro se oía por toda la habitación. Ezra parecía no oírla—. Me llevaré... A mi cachorro.
—No —negó Drozhin con los labios temblando, la sangre chorreó de su boca y su cabeza dolió con fuerza cuando apartó las sábanas que lo cubrían, Ilya lo llamaba y la habitación daba vueltas a su alrededor. El alfa de Drozhin quiso salir, y sin embargo, su cuerpo se estrelló contra la mesita de luz a su lado, sus piernas estaban débiles y un grito de dolor salió de su boca cuando sintió que otra ola de sangre subía por su garganta. El temblor de su cuerpo era insoportable, la debilidad, su salud estaba rozando el límite final de su cuerpo descompuesto. Y sin embargo, cuando observó a Ezra caminar con Ilya en brazos las lágrimas resbalaron por sus mejillas—. No... No te lo lleves, Ezra. No lo alejes de mí, por favor, Por favor. ¡Es mi cachorro también, es mi hijo!
—Tu... medicina —murmuró Ezra y Drozhin apenas pudo notar cuando dejó un frasco pequeño sobre el mueble al lado de la puerta. La mirada alterada de Drozhin destellaba y la sangre seguía escapando de la comisura de sus labios, su rostro temblaba, su cuerpo, el alfa intentó arrastrarse cuando escuchó el llamado de su cachorro. Su mirada se aclaró por unos segundos y notó la mirada de Ezra, Ilya se removía entre sus brazos, temblando, asustado. Drozhin agonizó cuando su pecho empezó a arder, cuando su respiración se volvió escasa, sus feromonas estaban alteradas, llena de miedo, ira. No quería oírlo llorar, no quería verlo asustado. Drozhin buscó desesperadamente emitir feromonas de tranquilidad para Ilya, pero no podía. No podía controlar su cuerpo en lo más mínimo—. No... No nos busques... No volverás a encontrarme nunca más.
—¡¡No te lo lleves!! ¡No te lo lleves, Ezra! —gritó y vomitó sobre el suelo, su vista se tornó borrosa y la bilis rojiza chorreó de sus labios, la mancha oscura y escarlata sobre el suelo era odiosa. Su corazón, su pecho, su cuerpo entero dolía. Drozhin levantó la mirada y Ezra ya no estaba. La ira y el llanto se unió a su rostro tembloroso, y gritó, gritó con tanta fuerza que su alfa enfureció y salió sin su permiso. Sus ojos destellaron con fuerza, entre las lágrimas, entre la sangre oscura que manchaban sus mejillas—. ¡¡NO!!
Lloró con fuerza e intentó levantarse, Drozhin no veía bien, sentía las feromonas monstruosas, hediondas, feas, su pecho agitado, su respiración irregular. Sus huesos dolían con tanta fuerza que sollozó, rogando por no convertirse en una bestia cegada por la ira. Su alfa estaba tan molesto, tan mal, tan mal por el miedo que las garras rompieron sus uñas. Sintió el aroma putrefacto de Isak a su alrededor y los colmillos en su boca crecieron, sintió que los huesos de sus dedos se rompían.
Y de repente el frasquito de medicina rodó por el suelo, Drozhin se lanzó desesperado por tomarlo y sin embargo, su palma se estrelló contra el vidrio roto al momento que Isak reventó su piel de un pisotón. Drozhin gritó con fuerza cuando la punta de un vidrio le atravesó la carne de forma limpia.
—Ya no puedes hacer nada —habló Isak alejándose, se paró a un lado de la puerta y miró a Drozhin desde arriba—. Alfa... —murmuró.
—Te mataré... Te mataré... —escupió con lágrimas en los ojos—. Te arrancaré el alma del cuerpo.
—Debes encontrarme primero —susurró el alfa y salió de la habitación. El mayor se arrastró por el suelo manchando su ropa con la sangre que había vomitado, el aroma a descomposición que tenía le calaba los pulmones con fuerza. Sentía las oleadas de dolor, el enojo, la saliva le chorreaba de los labios y ya no podía contenerlo. Drozhin rugió con todas sus fuerzas, su espalda de arqueó y sus huesos crujieron con dolor. Los colmillos le crecieron, la sangre renació en su boca y las lágrimas descendieron por sus mejillas. Su cabeza dolió, su vista se tornó rojiza mientras la sangre sustituía las lágrimas cristalinas. Mientras el alfa en su interior luchaba contra su humanidad, cambiando, tomando toda posesión personal en Drozhin. Apretó su cabeza con fuerza, negando, sentía que sus huesos querían romperse, su piel, todo. El vómito subió por su garganta y ardía, ardía con tanto dolor que sus garras desgarraron la piel de su pecho, su alfa rugió con fuerza cuando el líquido negro desprendió de su lengua como algo corrosivo y hediondo. Era tan espeso, tan negro que no se diferenciaba del aspecto mismo del alquitrán.
—Yo... Yo... —jadeó cuando su vista rojiza se levantó, su cuerpo se abalanzó contra la puerta y corrió con rapidez. Estaba tan mareado que los pasillos daban vueltas a su alrededor, el dolor, el rechazo, la ira lo gobernaba de pies a cabeza. Sentía su aroma podrido por toda la casa, las feromonas de Ezra, sentía el aroma del llanto de su cachorro por todas partes. El alfa de Drozhin arrasó con todo objeto que se interpuso en su camino cuando salió de la casa. La luz del día cubrió su piel y sintió el frío por todo el cuerpo, el cielo gris anunciaba las peores de las tormentas y el viento tapaba toda feromona en el ambiente. Drozhin sintió que sus huesos se doblaban. Y corrió, corrió con tal libertad y rapidez que recordó aquellos vagos recuerdos en su juventud cuando su padre le enseñaba a controlar a su alfa, cuando le contaba los secretos más profundos de su manada, las historias monstruosas de todo alfa. Recordó, cuando las gotas de lluvia chocaron en su rostro la primera vez que derrotó a su padre en batalla, cuando el poder lo cegó, y toda maldición se pegó a su piel el día que se quedó completamente solo.
La primera vez que amó, que odió, el primer error y culpa que sintió. Porque desde el primer momento a sus catorce años reconoció que no tenía poder absoluto a su lado animal, y lo negó, como lo negó su padre y su abuelo. Lo negó de tal forma que lo único que hizo fue invitarlo a tomar posesión de su débil alma. Y es que le había tomado cerca de veinticinco años comprender todo el mal que había hecho, todo el daño. Veinticinco largos años para tomar verdadera conciencia de sus errores y vivir para pagarlos, porque a fin de cuentas el deseo de su alfa se había cumplido de la peor forma y la única familia que tenía era un cachorro que apenas comprendía la razón de su existencia.
Porque cuando lo encontró recostado sobre la humedad del pasto, agonizando por completo notó el dolor que cargaba su alfa. Notó que la única humanidad que lo unía a su lado monstruoso era el arrepentimiento y la vergüenza de ser la causa de sus penas y desgracias. Porque ni el mayor perdón podía aliviar el dolor que había causado, y sus manos temblaron, su corazón volvió a oprimirse como siempre lo hizo cada vez que lo miró y recordó cómo su alfa arruinó toda poca relación que tenían. Drozhin se inclinó y sus manos temblaron cuando intentó tocarlo, Ezra respiraba con irregularidad, se veía incluso más pequeño y delicado, como si el más mínimo toque lo dañara por completo. Su cabello rizado estaba húmedo, y el llanto, los sollozos y jadeos se unían a su rostro. Su mirada esmeralda seguía tan apagada, tan cegada que cuando tocó su rostro gimió despacito.
—Duele... Duele... —sollozó y sus labios pálidos brillaron cuando la saliva escapó de su boca, sus manos frías cubrieron la herida en su cuello y Drozhin tragó saliva. Su mirada destelló entre el gris y el rojizo, el cuello de Ezra estaba destrozado en piel rota, reventado en sangre de tal manera que Drozhin pensó que moriría ahí. El alfa lo olisqueó, su aroma se volvía amargo, vacío de tal manera que cubrió su herida con la palma. Levantó la mirada, Isak no estaba y tampoco Ilya.
—Ya... Tranquilo —susurró, y Ezra se apretó con fuerza cuando el dolor y el frío volvieron a atacar su cuerpo. El alfa debía irse, debía buscar a su cachorro. Escuchó los gemidos del Omega, su llanto, su aroma amargo se intensificó cuando su mirada esmeralda destelló el rojo más furioso que hubiera visto. Drozhin lo tomó del rostro—. Tranquilo, todo estará bien.
—Cachorro... M-mi... Cachorro... —el Alfa lo tomó en brazos, Ezra recostó su cabeza en el hombro del mayor y siguió murmurando, el peso muerto de su cuerpo dificultó sus movimientos cuando presionó las heridas en su pecho. Drozhin frunció el ceño y miró para todas partes, las grandes hectáreas de árboles confundían el aroma de Isak, la sangre de Ezra tenía un aroma fuerte y la lluvia desparramaba la sangre rojiza que había en el suelo. De repente, sintió que le ambiente se volvía pesado, el día cada vez se tornaba más oscuro, más llamativo a una tormenta fuerte y eléctrica. El alfa miró el cielo, Ilya odiaba las tormentas eléctricas.
—No llores, lo encontraré... Lo encontraré —susurró abrazando con fuerza a Ezra, Drozhin se adentró entre los árboles, sintiendo el aroma putrefacto de Isak por todas partes, la oscuridad, el aroma hediondo y las manchas de sangre que empezaba a encontrar hicieron que su alfa se despertara al segundo. Drozhin se mareó, no sabía percibir bien si era exactamente la sangre de Isak la que decoraba el suelo. El camino empezó a llenarse de pedazos de piel, de carne podrida, las manos de Drozhin temblaron y su boca se secó pensando lo peor. Presionó con fuerza a Ezra cuando se encontró en medio de un desastre sangriento y podrido, su mirada irritada destelló y sus feromonas se volvieron agrias, no quería pensar lo peor, no quería imaginarlo—. Ilya... —susurró bajito, Drozhin no sintió a su alfa—. ¿Ilya...?
El silencio se hizo en el lugar, el alfa frunció el ceño cuando miró todo a su alrededor, las ramas de los árboles se movían por el viento, pero no los oía. El pitido en su oído resonó justo en el momento en que sus ojos se abrieron con fuerza y se volvió, Drozhin soltó a Ezra cuando el gran lobo negro se abalanzó contra él. Su gran tamaño lo cubrió y sintió que sus colmillos se hundían en sus hombros, el alfa cayó de estrépito contra un árbol cuando fue arrojado, su vista se nubló, sus huesos dolieron y trató de levantarse. La sangre caliente chorreaba de su pecho, sus manos, sus dedos se bañaron en aquél líquido rojizo cuando presionó con fuerza las heridas. Drozhin abrió los ojos, buscando al lobo, buscando a Ezra por todas partes. Pero no estaba. Ezra no estaba.
—Ezra... Ezra... —murmuró y se levantó como pudo, Drozhin tembló, su cabeza dolía, sus manos, su cuerpo, sentía el gusto terrible de la sangre podrida en su lengua. El cansancio sobre su cuerpo era insoportable, y su alfa, no sentía a su alfa. De repente el miedo nubló su mente, su corazón, la sangre a su alrededor, sus pensamientos, todo empezó a dar vueltas a su alrededor—. No... No... Ya déjalos, ya basta... —el alfa cayó al suelo, su vista se tornó borrosa, y las gotas de sangre empezaron a teñir la tierra. sentía nuevamente dolor en sus huesos, en su piel, el miedo, la ira, ya no podía soportarlo, ya no podía controlar nada—. No... No quiero... No quiero, no quiero —Drozhin empezó a rasgar su piel, el llanto creció en sus ojos cuando las garras crecieron en sus manos, cuando sintió que sus huesos se reventaban, su cabeza dio vueltas, quiso arrancarse las garras, quiso romper sus colmillos cuando su alfa se presentó en su contra. La debilidad de su alma se volvió como un hilo delgado, su fuerza, su tristeza jugó en contra cuando sintió que su vista se perdía. Drozhin levantó la mirada, el día empezaba a tornarse oscuro, sus manos temblorosas viajaron a su rostro, a la sangre que le chorreaba de los ojos y supo que sería la última vez, y su alfa tomaría posesión total de cuerpo y alma.
Arañó sus mejillas, se rasgó la piel con fuerza cuando su mirada se tornó rojiza y finalmente desapareció. El último vómito de sangre podrida se desprendió de su cuerpo, de su lado animal, su cuerpo se volvió más grande y rápidamente distinguió los ojos rojos del lobo frente a él. El alfa de Drozhin rugió con fuerza, mientras sus colmillos crecían y los bordes de su boca se rasgaban por la fuerza. La ira inundó el ambiente cuando ambas bestias se encontraron, las garras de Drozhin le arrancaron la piel del hocico y el gran lobo le mordió el brazo. El alfa mayor golpeó con fuerza su cabeza con el puño y la carne de mano se desgarró con rapidez. Drozhin fue lanzado con brutalidad hacia el suelo y el barro manchó su cuerpo, la gran bestia se abalanzó hacia él y rápidamente detuvo el doloroso mordisco que cayó sobre su mano. Sintió que sus huesos se rompían y las articulaciones se cortaron de forma limpia, el alfa mayor hizo puño su otra mano y golpeó con fuerza el hocico del lobo.
Isak rugió y la sangre negra manchó el rostro de Drozhin, sus ojos rojos observaron los colmillos, los pedazos de piel, su mirada se agrandó cuando la gran bestia retrocedió con advertencia. El alfa mayor se levantó, y se miraron. El lobo de Isak era tan grande que se confundía con la misma oscuridad de los árboles, el aroma hediondo que traía se mezclaba con la sangre de Ezra, con la tristeza de su cachorro. Drozhin aspiró con fuerza sus feromonas, y escuchó a lo lejos el llanto de Ezra. Su cabeza se volvió y observó a metros y metros el cuerpo ensangrentado del Omega en el suelo, mientras su cachorro intentaba arrastrarlo. El rugido creció en su interior como burbujas y miró a Isak con ira. Rápidamente sus piernas se movieron y corrieron con toda libertad, sintió la presencia de aquella bestia detrás suyo. Detrás de su espalda para esperar el momento perfecto para comerle la cabeza. Y entre la lluvia, el aroma a sangre y el llanto de su cachorro Drozhin observó la mirada miedosa de Ilya, su alfa se detuvo justo en el segundo que se dio la media vuelta y se encontró a centímetros de los colmillos de Isak.
Su puño se estrelló con fuerza contra la bestia, el impacto destrozó lo que quedaba de su mano y el alfa de Isak cayó al suelo con rapidez. Drozhin avanzó con furia, sintiendo el aroma a sangre de Ilya, escuchando el llanto de Ezra. La ira del alfa se manifestó de la peor forma cuando tomó a la bestia del rostro y empezó a arrancarle la piel con brutalidad, la sangre negra cubrió su rostro, sus manos, sus heridas, y cuando abrió la boca de Isak ya todo estaba por terminar. Drozhin le arrancó los colmillos, le arrancó la lengua y finalmente sus garras se hundieron dentro de la garganta de la bestia.
—¡NO! —gritó Ezra justo cuando el alfa le abrió la boca a la bestia. El ruido de la mandíbula al romperse hizo eco por todo el lugar, y seguía, seguía mientras el llanto del Omega se oía. Los ojos rojos de Drozhin se prendieron como llamas cuando empezó a arrancar todo pedazo, cuando finalmente alcanzó lo que quería. El lobo se destrozó, el alfa de Isak cayó como carne podrida y asquerosa cuando la lluvia empezó a limpiar el cuerpo que Drozhin había arrancado de la bestia. Las manos del alfa arrancaron toda articulación y carne que envolvía el rostro, la sangre, las articulaciones. La lluvia limpió el cabello marrón y el rostro joven de toda impureza, y finalmente el alfa rugió con fuerza frente al cuerpo desnudo de Isak.
Finalmente el alfa de Drozhin encontró en aquellos ojos las orbes marrones, encontró el llanto, el cansancio. Y las lágrimas cristalinas de Isak se confundieron con la lluvia cuando soltó su rostro. El chico cayó al suelo, entre el cuerpo destrozado del lobo y el barro sucio que decoró su piel blanca. Drozhin retrocedió, con la respiración agitada y el corazón acelerado.
—¡Isak! ¡Isak...! —sollozó Ezra, y caminó como pudo hacia el hombre. El omega tomó en brazos el cuerpo caliente y lloró con fuerza. Sus pequeñas manos recorrieron su rostro, su nariz, sus ojos, la mirada de aquél estaba tan perdida y apagada que Ezra lloró con fuerza. Drozhin retrocedió y su mirada rojiza cayó en el cachorro, lentamente caminó hacia él y se dejó caer frente suyo, mientras las lastimaduras y la sangre le chorreaban del rostro. Sus brazos rodearon el pequeño cuerpo cuando el niño lo abrazó.
—Ya no tengas miedo, Cachorro —susurró el alfa. Su cuerpo tembló y el cansancio sumó en su cuerpo cuando se volvió y miró a Ezra. Sus ojos rojos observaron su llanto, su dolor, sus pequeñas manos presionaban con fuerza su cuello. El alfa de Drozhin miró sus rizos, sus ojos bañados en lágrimas, y finalmente corrió la mirada, la tristeza volvió a hundir su cuerpo y miró al cachorro frente suyo. Ilya lloraba con fuerza y sus manos intentaban pararlas, el alfa sonrió apenas y acercó una mano temblorosa a su mejilla—. Ya no...
—Mi m-mamá... Mi mamá tiene mal su... —el cachorro sollozó y el alfa lo alzó en brazos. Ocultó su pequeño rostro en su hombro y frunció el ceño cuando sintió todas las heridas sobre su cuerpo. Su vista se clavó en Ezra.
—Su cuerpo está soportando el dolor de la marca perdida... —murmuró. Se le quedó viendo, el alfa dio un paso y se detuvo, sus ojos rojos se quedaron atónitos, cubiertos de pena y tristeza. Quiso acercarse y arrodillarse frente a él, quiso tomar su mano y pedirle disculpas por todo, lamer sus heridas, pero, sin embargo, su mirada rojiza cayó al suelo. No le correspondía, no le correspondía sanar su dolor. A fin de cuentas parecía que Ezra ya se había dado cuenta de sus propios errores. Finalmente el alfa de Drozhin se volvió con su cachorro en brazos—. No me puedo acercar.
—¿Porqué mamá llora tanto? ¿Porqué llora tanto? —sollozó el cachorro, Drozhin acarició sus rizos.
—Ya no llores tan fuerte, vas a preocuparlo más... —murmuró y sintió presión en su pecho, se volvió y observó cómo Ezra lo abrazaba con fuerza—. Después de todo... Isak ya no tiene jerarquía.
SIN EDITAR.
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