cincuenta y dos
Removió la tierra una vez más. Enterró sus manitos al fondo del hueco y empezó a rasguñar con fuerza, volvió a hacer otro edificio de tierra, otro camino. Colocó tres palitos a un lado de la casa de cartón y volvió a levantarse. Ilya miró su pequeña ciudad desde arriba, la tierra húmeda debajo del arbusto estaba removida y el balde con agua a su lado tenía una taza verde rota. Hizo otro hueco en el suelo y vertió un poco de agua. Tomó los barquitos de papel que había hecho y los colocó con cuidado. Volvió su mirada a la casona detrás suyo, veía a su padre desde la puerta del balcón, en su habitación, acomodando la ropa con cuidado. Los ojos verdes de Ilya se entrecerraron y miraron el jardín con atención, si su madre llegaba a verlo en ese estado... Seguramente recibiría el peor de los castigos, miró su ropa, tenía las rodillas llenas de barro, sus zapatos estaban sucios y sus manos estaban negras. Ilya frunció el ceño y sacudió sus palmas con fuerza, intentó limpiar la tierra de su ropa y sin embargo, las manchas marrones sobre la tela blanca de su remera no salían.
Cuando sacó todo lo que pudo pateó la tierra removida, las casitas y edificios se rompieron y los barquitos quedaron enterrados por una gran ola de tierra húmeda y palitos de arbusto. Ilya tomó su balde de agua y cuando lo levantó sus ojitos se cubrieron de un extraño brillo.
—V... Ven —murmuró y tiró el balde con rapidez, se agachó cuando observó una ranita chiquita y verde. Ilya se arrodilló y la tomó con las manos. La cubrió y salió corriendo del jardín con desesperación, sentía cosquillas en sus manos y sus ojos buscaban a su madre con atención. El cachorro entró a la casona sin quitarse los zapatos sucios y corrió hasta llegar a las escaleras, el aroma a libro viejo se presentó en sus pulmones, y la oscuridad de la casa se desvaneció a comparación de aquella mañana. Cuando Ilya subió al segundo piso empujó con fuerza la puerta de la habitación de su madre, su mirada brillante se levantó y sus brazos se elevaron con fuerza. La pequeña ranita quedó a la vista—. ¡Mira mamá mira!
Ilya abrió los ojos cuando no escuchó la voz de su madre, sus ojitos verdes observaron la cama tendida, las ventanas abiertas y el frío viento soplando las cortinas. El cielo gris relucía aún en todo su esplendor e Ilya volvió a cubrir la ranita con tristeza. Miró su ropa sucia, sus zapatos llenos de barro y las huellas terribles que había dejado en el suelo de madera. De repente sus mejillas se encendieron y un nudo se presentó en su garganta.
Últimamente su madre no estaba disponible para él, sentía su aroma dulce opacado por la tristeza, y lo único que quería era charlar un poco. Entendía un poco lo que sucedía a su alrededor, a su madre le dolía el cuello e Isak volvió a despertar después de semanas. Su padre le había dicho que era una situación delicada, pero Ilya verdaderamente no entendía qué tan delicada era. Salió de la habitación con tranquilidad esta vez, miró a su alrededor, sentía el aroma dulzón de su madre por los pasillos y no sabía si era buena opción ir a buscarlo.
Volvió a sentir cosquillas en sus manos y caminó lentamente por la casa, el aroma de su madre se intensificaba cada vez más e Ilya se paró frente a la habitación donde estaba Isak. Su padre le había dicho que perdió su jerarquía, que ya no era un alfa, pero realmente no entendía a qué se refería. Sus manitos empujaron la puerta con sigilo y asomó la mirada la habitación iluminada, había una cama contra la pared, pocos muebles y una mesita con una bandeja de comida, Ilya abrió la puerta y entró. Miró todo a su alrededor y levantó la nariz para buscar el aroma de Isak, sin embargo, no encontró nada. Su madre estaba sobre la cama.
—Mamá —murmuró y Ezra se volvió. El Omega sonrió apenas e Ilya se encogió de hombros esperando su regaño por la ropa sucia y los zapatos llenos de barro. Sin embargo, percibió en la mirada de su madre un brillo extraño. Ilya lo miró con curiosidad, su madre tenía el cabello rizado suelto, y notó por primera vez las mechas doradas que tenía, sus mejillas estaban sonrosadas, y la venda sobre su cuello parecía no notarse ante su extraña aura. Ilya se sonrojó cuando escuchó que su madre lo llamaba, jamás lo había visto de aquella forma. Estaba... tan hermoso.
—Ilya, ven, ven aquí —le llamó y el cachorro apenas dio unos pasos. Los ojitos esmeraldas de Ilya chocaron con otros marrones. De repente sus pasos se detuvieron y sus manitos se ocultaron tras su espalda una vez vislumbró a Isak recostado en la cama. Su cabello marrón estaba despeinado, su rostro, sus mejillas, sus ojos, incluso su cuello y sus hombros habían cambiado. El cachorro notó en él algo extraño, y respiró con fuerza, tratando de buscar sus feromonas, tratando de encontrar alguna respuesta al cambio de su mirada. El rojizo de sus ojos habían desaparecido, su mirada extraña, el ambiente feo que siempre lo rodeó ya no estaban ahí. Era distinto. Era extraño. Ilya se encogió en su lugar y temió acercarse, no quería que dañara a su madre, no quería volver a lastimarse... Pero ya no percibía nada malo en él—. Es mi cachorro. Es mi hijo... Es un niño fuerte e inteligente, Ilya... ven. Acércate.
—Ma... —murmuró Ilya, no le gustaba eso. Sin embargo, caminó unos pasos al lado de su madre, sintió sus manos sobre su rostro, limpiando la tierra y sacudiendo su ropa sucia. Los ojos esmeraldas de Ilya no podían despegarse de Isak. No podía dañarlo si estaba su madre enfrente, no podía hacerle nada. Sin embargo, el miedo seguía trepando por sus manos.
—Es idéntico a ti, Ezra... —escuchó su voz y frunció el ceño, se oía suave, rara. Sus ojitos lo miraron con más atención, parecía incluso más joven que antes, las cicatrices en sus brazos ya no estaban, seguía faltándole un dedo... Su padre le había dicho que perdió su jerarquía, su alfa, entonces... ¿Qué se suponía que era aquél Isak? Sabía poco del tema, pero estaba consciente que un hombre era distinto al lado animal que tenía dentro suyo. Lo había visto en su padre, y aunque su alfa sea del tipo dominante aún seguía siendo bueno y tranquilo, pero Isak... Isak era distinto. Ilya bajó la mirada.
—¿Qué pasó con tu alfa? —preguntó, y miró con atención sus ojos, esperando ver algún destello, algún cambio en su piel. Ilya esperó ver sangre en sus ojos, ver la piel de un lobo, ver todo lo malo que lo aterraba hasta las patas. Lentamente tomó la mano de su madre con fuerza, listo para salir corriendo si la cosa se ponía fea, su respiración se aceleró, su padre estaba a siete habitaciones de ellos... Tendría que gritar muy fuerte si quería su ayuda. Sin embargo, no pasó nada de ello.
—Me dijeron que hice mucho daño... durante cinco años —murmuró el hombre, Ilya sintió que sus mejillas se encendían. Miró a su madre y después a Isak, Ilya quiso apretar los puños, sin embargo, sintió a la ranita en su tacto. De repente, sintió la paz y la tranquilidad de sus palabras, eran igual de suaves, casi como cuando su padre intentaba explicarle las cosas que él no entendía. El cachorro volvió a mirar a su madre y notó sus ojos brillantes, la calma de sus latidos, su aroma dulce y bonito rodeando por completo la habitación—. Perdóname... Si te hice daño, Cachorro.
Ilya se quedó callado, apretó la mano de su madre y tal vez, intentó comprender lo que siempre su madre había visto en un alfa desastroso como aquél. Ilya apartó la mirada, la calma y la bondad de sus palabras le habían sorprendido. Recordó las palabras de su madre, la historia de su padre y la relación desastrosa que siempre habían tenido. Había pasado mucho tiempo temiendo del alfa que su madre había amado con firmeza... que le era difícil creer aquél lado suyo.
Su padre le había dicho que el lado que más valía era el racional, que había perdido a su madre por todos los errores de su alfa, por la ceguedad de sus creencias. Que había dañado, que había hecho de todo. Había sentido con tanta fuerza el arrepentimiento de su padre... Que las palabras suaves de Isak confirmaron todo cambio que pudo haber en los hechos. Ya no era un alfa, ya no poseía lado animal que destruyera todo lo que tocara. Era el verdadero Isak del que su madre contaba, el Isak que había ganado contra su padre... El alfa bueno... Según su madre. Ilya volvió a mirar a su madre y lentamente soltó su mano.
—Está bien... —murmuró y sus ojitos se cristalizaron—. Mi padre renunció a mi madre porque estás tú... Si siento que mamá huele triste... Te golpearé.
—¡Ilya! —regañó su madre y el cachorro salió corriendo. Cerró la puerta con fuerza y fue directo a la habitación de su padre. Sintió las feromonas de tranquilidad, su aroma suave, cuando entró en la habitación las lágrimas ya habían gobernado todo su rostro.
Ilya cerró la puerta tras de sí y lloró con fuerza, se limpió el rostro y sin embargo, su vista volvió a cubrirse de lágrimas cuando observó a su padre de pie a un lado del balcón. El hombre lo miró preocupado, tenía cicatrices feas por todos los brazos, las manos, su rostro tenía heridas que aún no curaban y su mirada ya no era gris y suave. El rojo intenso seguía permanente y sin embargo, Ilya sentía todo normal. El cachorro extendió sus brazos y mostró la ranita con manos temblorosas.
—¡Yo... yo encontré una ranita! —sollozó y sintió al alfa enfrente suyo, la mano cálida del hombre tomó sus manos, el pequeño animalito saltó e Ilya lloró con fuerza. Su garganta dolió, dolió mucho, sentía tanta presión en su pecho que lo único que quería era abrazarlo y llorar toda la tarde. La habitación estaba tan vacía, tan oscura, la única presencia que se sentía era la de su padre. Solo él. Ilya miró sus ojos rojos y más lágrimas salieron cuando el hombre acarició sus mejillas—. ¿Porqué...? ¿Porqué tuviste que hacer todo eso? ¿Porqué? ¿Porqué?
—Ya... —murmuró Drozhin, bajó la mano y sus mirada rojiza chocó con la esmeralda del cachorro. El alfa bajó la mirada—. ¿Fuiste a ver a Isak?
—Él... Él es un hombre muy bueno, es tan bueno y mamá parecía feliz con solo verlo hablar... Y-yo... Yo sólo quería que mamá estuviera contigo... Solo una vez... Solo quería verlos juntos una vez pero... —Ilya se atragantó, sus labios temblaban con fuerza, se sentía tan triste, tan enojado, sus manitos empujaron los hombros de su padre—. ¿Porqué tuviste que hacer todo aquello, porqué tenías que dañarlo? ¿Porqué? Y fuiste tú... Tú...
Ilya miró los ojos rojos de su padre. El alfa se quedó callado, en completo silencio frente al sufrimiento de su cachorro.
—Si tan solo... No hubieras dañado a mamá... Mi padre no cargaría el peso de tus errores —sollozó, Ilya limpió sus lágrimas—. Mi papá no merecía un alfa como tú, Isak no merecía un alfa como el suyo. Por tu culpa mis padres jamás estarán juntos, por tu culpa papá tuvo que renunciar a mamá... Por ti, por ti... Lo único que hacen los alfas es pudrir todo. Hacer mal. Mal. Devuélveme a mi papá, devuélveme a mi papá. Quiero a mi papá.
—Perdóname cachorro, perdóname —el alfa intentó tomar las manos del niño y este negó, el llanto se volvió intenso. Drozhin lo tomó en brazos y lo alzó con rapidez, Ilya sollozó y se abrazó con fuerza al cuerpo de su padre. El cachorro escondió su rostro en el cuello ajeno y el más grande fue directo a la cama. El alfa recostó al niño entre los almohadones y este lloró con fuerza, su mirada irritada lo miró con tristeza—. Yo no quiero hacerte sufrir, no quiero... Por favor.
—¿Porqué tenías que dañarlo? —preguntó bajito, el alfa tragó saliva—. Mi papá sufre, y él es bueno, él... Él intenta arreglar las cosas. Así que... Por favor, no te quedes aquí, devuélvemelo. Por favor, yo quiero a mi papá...
El alfa retrocedió, el cachorro se escondió bajo las sábanas y sollozó con fuerza. Los rizos castaños sobresalían por la almohada. Recordó las veces que había visto a Ezra de aquella forma, llorando, rogando. La presión en su pecho era insoportable.
Finalmente, pasaron cerca de treinta minutos para que Ilya se durmiera. Drozhin lo llevó a su habitación y lo arropó con cuidado de no despertarlo. El remolino de sentimientos dentro del cachorro era más de lo que podía soportar, sus ojos hinchados iban a doler después. El alfa volvió a su habitación tiempo después y se quedó en silencio, pensando, las horas pasaron y el cielo se tornó oscuro, prendió los veladores, y se quedó nuevamente a un lado de la ventana, apreciando por última vez la brisa fresca y las estrellas que se extendían por todo el cielo.
—Es la primera vez que entro a esta habitación apestosa en tristeza y melancolía, ¿Dónde quedaron tus feromonas de tranquilidad, alfa?—se oyó la voz de Ezra a un lado de la puerta, Drozhin se volvió y su mirada rojiza chocó con la esmeralda. Su corazón se aceleró y rápidamente apartó la mirada, las palabras de su cachorro chocaron con fuerza en su mente—. ¿Qué pasa?
—Nada —murmuró el alfa.
—Tú siempre tienes algo que decir —agregó el Omega entrando en la habitación, de repente, Ezra sintió el aroma de Ilya por todas partes, su ceño se frunció y rápidamente miró al alfa en busca de explicaciones—. ¿Acaso Ilya estuvo llorando?
—Tal vez un poco —contestó Drozhin bajando la mirada, Ezra levantó las cejas.
—¿Porqué no me miras a los ojos? —demandó el omega—, Mírame, alfa.
—No.
—Mírame.
—Déjame.
—¿Qué te pasa? —preguntó Ezra cuando se acercó al hombre, su mano jaló de su brazo y el alfa retrocedió con rapidez, su mirada rojiza destelló y lo miró extrañado—. ¿Qué diablos sucede contigo? ¿Porqué Ilya estaba llorando? ¿Qué hiciste?
—Nada —murmuró Drozhin con el ceño fruncido—. Ya no tengo que hacer absolutamente nada para terminar destruyendo todo. El cachorro me odia. Me odia. Me rogó llorando para que me fuera.
Ezra se quedó callado, el alfa frunció el ceño y sintió la calidez de las lágrimas en sus ojos, su mano rápidamente limpió el rastro, notó el color carmesí sobre su palma.
—¿Te irás con él no? Te irás. Sé que te irás y dejarás todo atrás. Pues está bien, está bien, yo te hice mierda, te destruí, hice lo que quise contigo y es lo que merezco, es lo que merezco —murmuró—. Ya ni siquiera sé cómo pedir perdón, ya no... El niño tiene razón, arruiné todo. Todo. Tantas vueltas hice por ti... para terminar renunciando. Lo único que quería era una familia, quería un omega, cachorros, pero Drozhin no sentía atracción por nadie, nadie. Absolutamente nadie. Y cuando apareciste... Me aferré tanto a ti, Ezra, eres tan hermoso, tan inteligente, le encantabas tanto. Le gustabas tanto... Me gustabas tanto...
—Alfa...
—Perdóname, perdóname por favor, ya ni siquiera sé cómo pedírtelo. Sé que no lo merezco... Pero ya no sé qué más hacer. Soy un terrible alfa, me odias, el cachorro me odia... Perdón. Lo lamento tanto, lo lamento tanto Ezra por favor —murmuró el alfa bajando la mirada. Ezra frunció el ceño, y lentamente acercó una mano al rostro del alfa. Las lágrimas que salían de sus ojos eran de un intenso rojo carmesí, y sus ojos, sus ojos eran como mirar una herida abierta. El omega lo miró, había sufrido tanto a su lado, tanto llanto, tantos golpes, no existía perdón absoluto a todo lo que le hizo.
—Ya... Hiciste cosas feas, me privaste de muchas cosas, me lastimaste, rogaste por mi perdón muchos años... Pero tú mismo lo dijiste, Alfa, no existe perdón por tus actos —Ezra aflojó la mirada—. Pero yo también hice cosas horribles, maté al alfa del hombre que amo, hice que mi cachorro sufriera por ello, y finalmente comprendí que un hombre y su alfa... son distintos.
—Ezra...
—Sé que romperé el corazón de Ilya eligiendo a Isak, pero ya pasé más de catorce años atado a ti... A todo, quiero tener una vida tranquila con el hombre que quiero, llevarme bien con mi cachorro... Y que todo esté bien. Debes irte, debes irte por el bien de Ilya, por Drozhin. Debes dejar que él decida las cosas. Hiciste cosas buenas por mí, salvaste a Isak, me salvaste de su alfa y cuidaste bien de mi cachorro. Hazlo por Ilya.
El alfa no contestó, Ezra se alejó finalmente y su mirada esmeralda lo miró desde la puerta. El cabello negro del alfa empezaba a ponerse cano, las pequeñas arrugas a los lados de sus ojos,su mirada, era completamente diferente a como lo recordaba en su juventud. La primera vez que había visto al alfa de Drozhin lo recordaba muy bien, eran tan jóvenes, tan destruidos. La rivalidad y el odio que creció en su interior se había vuelto chiquito al pasar los años. Y ahora todo era distinto. Ezra lo miró por última vez.
—Me iré... Me iré y seré completamente feliz. Me enseñaste muchas cosas... Y viendo todo a mi alrededor... Agradezco jamás haber conocido a mi alfa. Agradezco... Solo ser yo, siempre —habló y desapareció de su vista. Drozhin se quedó solo en la habitación, el alfa miró las estrellas una vez más, sintió el frío de la brisa sobre su piel y finalmente fue a recostarse en la cama. Su mirada rojiza se cubrió de sangre, de lágrimas, y cerró los ojos.
Tomó una gran bocanada de aire cuando se levantó de golpe, sus manos fueron directo a su pecho, a sus pulmones y apretaron con fuerza sus costillas. Drozhin cayó de la cama, se irguió apenas y corrió directo al baño cuando rasgó sus ojos. Drozhin gritó con fuerza, el dolor, el llanto, la sangre seca manchó sus manos cuando su mirada gris se reveló en el espejo. Tenía las mejillas rasguñadas, el pecho dañado, la falta de aire recorría su cuerpo y rápidamente mojó su rostro, sus brazos, el alfa bebió un poco de agua y cuando finalmente se recuperó miró todo a su alrededor. Su cuerpo temblaba, observó su habitación, las ventanas abiertas, las cortinas moviéndose por el frío viento de la mañana lluviosa. Rápidamente fue a cerrarla, Drozhin se sintió aturdido, miró todo, su cama destendida, el aroma de sus feromonas y nada más. Fue directo a la puerta, tratando de buscar el aroma de Ezra por todas partes.
Su cabeza dolía con fuerza, el ardor de sus ojos era insoportable y sus huesos dolían, no recordaba muy bien lo que había pasado, sin embargo, sentía el aroma dulzón de Ezra cerca. Cuando llegó a su habitación no encontró nada, la cama tendida, los muebles cerrados, y su aroma, su aroma se intensificaba en cada espacio. El alfa se acercó temeroso a las cosas, los cajones estaban mal cerrados, había pocas prendas tiradas en el suelo y había una carta sobre la cama que temía leer.
Drozhin sintió que sus manos temblaban, rápidamente tomó el papel entre sus manos y su mirada se volvió desesperada cuando leyó aquellas palabras. El alfa apretó la hoja, su corazón se aceleró y rápidamente corrió a la habitación contigua. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando abrió la puerta y volvió a encontrar el pequeño bulto sobre la cama. Drozhin destapó por completo el cuerpo del infante cuando quiso verlo, sus rizos desordenados, su rostro somnoliento y sus ojitos hinchados e irritados. Ilya se levantó apenas de la cama cuando el alfa lo alzó y lo abrazó con fuerza. El cachorro se quejó y el padre lloró débilmente.
—Pa... —murmuró Ilya, y sus ojitos esmeraldas chocaron con los grises del alfa. La mirada del cachorro se iluminó por completo y la alegría se sumó en su rostro con rapidez—. ¡Papá, papá!
—Cachorro... Mi cachorro —lloró el alfa y cayó rendido sobre la cama. El niño acarició su rostro, sonriente, abrazando su cuello, acariciando su cabello. Drozhin apretó la carta en manos y la soltó. Sus brazos rodearon a su hijo con cuidado—. Mijaíl... Cachorrito.
—No vuelvas a irte nunca más por favor, no vuelvas a hacerlo.
—No lo haré... No lo haré nunca más —murmuró y el cachorro limpió sus lágrimas, rápidamente salió de sus piernas y salió corriendo hacia la puerta. Drozhin se levantó.
—¡Hay que decirle a mamá, se pondrá feliz, tengo que contarte muchas cosas, sabes, Isak...!
—Ilya... —habló Drozhin de pie, el cachorro soltó el pomo de la puerta y lo miró con grandes ojos. Su carita se tiñó de un fuerte carmín y el alfa bajó la mirada al papel arrugado que yacía a un lado de sus pies. El cachorro miró la hoja, ambos se quedaron en silencio.
—Pa... ¿Qué pasó con mamá...?
SIN EDITAR.
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