cincuenta
—¿A dónde vas? —escuchó la voz de Ilya detrás suyo. Drozhin se volvió y su mirada irritada se pegó en los ojos adormilados de su cachorro. Se encontraba apenas a dos metros lejos de la cama, los efectos secundarios de la medicina de Ezra empezaron a surgir cuando su mirada se volvió pesada y el cansancio lo gobernó por completo. Se sentó en un sillón aterciopelado y sintió el mono de peluche de Ilya sobre su espalda. Su boca se secó—. ¿Pa?
—Estoy bien, cachorro —murmuró, su visión se tornó borrosa, cerró los ojos y frotó su rostro entero. Se apoyó contra el respaldo del sillón y escuchó los pequeños pasos de Ilya por la habitación—. Ya... Te estoy escuchando.
—Ten —sintió como se subía al sillón, Drozhin abrió los párpados y sintió el frío borde del vaso de vidrio sobre sus labios. Lo tomó con rapidez y bebió todo sorbo que había en él. La mirada esmeralda del niño se apegaba con fuerza a sus movimientos. El alfa lo miró cuando acabó—. Vamos a dormir.
—Tengo cosas que hacer —murmuró y llevó una mano al rostro del infante. El cabello de Ilya se enredó entre sus dedos. Las puntas rubias, los ligeros rizos se volvían firmes a medida que pasaban los meses. El verde de sus ojos estaban claros, distintos a los de Ezra—. Ve a dormir, todavía es temprano.
—No quiero —murmuró apoyando su rostro en la palma de su padre. El alfa sonrió, y lo acurrucó contra su pecho, Ilya se acomodó y apoyó su cabecita en el pecho del hombre—. No te vayas.
—Ya me cansé de estar acostado, Mijaíl —habló, y se levantó con el cachorro en brazos. Fue directo a la cama y acostó al niño con cuidado, este lo miró con grandes ojos. Drozhin se sentó en el borde y sonrió cuando notó la manera en que lo veía—. ¿Qué pasa, nene?
—Me gusta que estés despierto todos los días, y charlar contigo.
—Yo también lo disfruto —murmuró y tocó su naricita con el dedo. Ilya sonrió y tomó la mano de su padre con ambas palmas. Sus dedos pequeños, su piel lisa y suave contrarrestaba con las manos cicatrizadas del alfa. El cachorro miró a su padre con grandes ojos verdes y Drozhin sonrió apenas—. Duerme.
—Papá... —llamó el infante cuando el alfa se puso de pie. Lo miró y el niño susurró despacio—. ¿Qué le dijiste a mamá... Aquella vez?
Drozhin se le quedó viendo unos segundos, su alfa se intrigó y su mirada gris analizó la situación en un milisegundo. Su cachorro era lo bastante listo como para entender situaciones del ambiente que lo rodeaba. Se quedó pensando, y finalmente sonrió con amabilidad.
—Hablábamos de Isak, Cachorro.
Mencionó y se volvió con la intención de desaparecer al instante. Sentía la mirada de Ilya sobre su nuca, podía incluso sentir el nerviosismo e inquietud que su pequeña conciencia tenía. El alfa tragó saliva, no era exactamente la situación que quería para criar a su primer cachorro. Había pasado gran parte de su corta vida en cama y fácilmente podía decir que conocía poco de su propio hijo. Tomó el pomo de la puerta justo en el instante que Ilya lo detuvo con sus preguntas.
—¿Papá...? —lo escuchó, el alfa tragó saliva—. Mamá no me habla.
—Lo sé —murmuró—. Está... Pasando por tiempos difíciles, Ilya. Ya se le pasará.
—¿Qué son... Tiempos difíciles? ¿Qué está mal, es por Isak? ¿Es Isak, no? Pa... Yo... No sé porqué Isak no me quiere, ni porqué mamá lo prefiere como Alfa antes que a tí. No sé muchas cosas y apenas entiendo lo que es un Omega... Y un Alfa. No recuerdo cuándo fue que apareció aquí, cómo se conoció con mamá... Y ustedes no se llevan bien.
—¿Qué quieres decir...?
—Mamá dijo que eras un mal alfa, que hiciste cosas malas... —murmuró el niño frunciendo el ceño, Drozhin sintió que su corazón se aceleraba—. Isak siempre dice cosas malas de ti... Y aunque sea un alfa malo y feo... Lo prefiere a él. A él.
—Cachorro... —susurró Drozhin con un nudo en la garganta, el rostro de Ilya se puso rojo y las lágrimas brillaron con intensidad.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué pasó? Él me dijo que yo era un error, un error de la naturaleza... —el alfa negó y se acercó al cachorro, Ilya rompió en llanto y se encogió en la cama con vergüenza. Pocas veces había llorado frente a su padre cuando este se encontraba despierto—. No quiero, no quiero escuchar eso, no entiendo, no sé porqué me dijo así. Y mi mamá... mi mamá...
—No eres un error, escúchame, Ilya... No lo eres —el alfa tomó el rostro del niño, rápidamente sus ojos verdes se habían irritado, las lágrimas caían limpias, sus mejillas ardían y su alfa se encontraba desesperado en su interior, lleno de ira, miedo y vergüenza—. No eres un error, no debes escucharlo. Eres mi hijo, mi cachorro, yo te amo al igual que tu madre y eso es lo único que importa... Es lo único que importa...
—¿Por qué no me habla...? ¿Porqué mi mamá no me habla? —preguntó entre sollozos, Ilya se secó las lágrimas aún cuando salían más. Bajó la mirada buscando calmar su llanto, las feromonas de tranquilidad de su padre estaban agrias, estaba inquieto. Ilya levantó la mirada, su padre estaba enfermo, tenía la salud débil y siempre estaba cansado. Lo último que quería era llenarlo de preocupación y de sentimientos negativos. Volvió a romper en llanto y buscó desesperadamente estar cerca suyo. Lo abrazó con fuerza, sintiendo su calidez, su aroma—. Pa... ¿Porqué... Todos dicen que eres malo?
Drozhin se quedó quieto, Ilya lo miró con sus grandes ojos y su corazón dolió entero, su cuerpo entero pareció quebrarse al segundo que sintió que su cachorro se alejaba para verlo mejor. El alfa abrió la boca y la cerró al segundo, no podía hablar, la vergüenza, la pena... Su alfa interior se escondió ante aquellos ojos brillantes en lágrimas. La mirada inocente de su único cachorro se llenaba de preocupación a cada segundo que el silencio reinaba. De repente, todo perdón, toda misericordia y sentimiento pareció no servir ante la gran culpa que tocó sus hombros.
Drozhin apartó la mirada, su hijo era lo único que tenía ahora. Su inocencia, su amor, su cariño era toda representación de lo que no merecía en el mundo. Apretó los puños, a fin de cuentas, su alma estaba tan embarrada en malas decisiones que siquiera podía permanecer decente frente a los ojos de su cachorro.
—Hice cosas malas, Ilya... Mi alfa hizo muchas cosas malas... —murmuró, su garganta se cerró—. Dañé a muchas personas.
Ilya dejó de llorar, sus ojos lo miraban grandes, llenos de sentimientos que no sabía descifrar. Drozhin temió acercarse. Sabía que lo peor que podía hacer era responder esa pregunta. No era el tiempo, ni el lugar. Sabía que al final del día ese cachorro ya no podría confiar en ninguno de sus dos padres. Mucho menos de él.
—A... ¿A m-mamá? —preguntó. Drozhin cerró los ojos, bajó la mirada. No podía soportar, no podía soportar ver los ojos de aquél niño. Sintió tanto enojo, tanta ira, tanta... decepción a sí mismo, a su alfa. Tan aberrante. Se lo merecía, se lo merecía, Drozhin sintió como su alfa enloquecía, sintió el dolor en sus músculos, en su cráneo, levantaría la mirada, se lo diría. Si su alfa no quería ver la expresión de su cachorro al confesar sus errores él iba a obligarlo. Su mirada gris se levantó.
—Sí —susurró, y su ceño se frunció, su pecho ardió como nunca y el vacío se apoderó de su alma sucia y asquerosa. La mirada de su cachorro no liberó ninguna lágrima, su expresión quedó grabada en su mente, en su alfa. Ahí estaba, su karma. Su castigo—. Lastimé a tu madre de la peor forma... Que puede existir. Yo... Fui un mal alfa, un mal hombre.
—¿Como Isak... ? —preguntó el cachorro, Drozhin rió apenas. Las lágrimas picaron sus ojos, su pecho ardía, Isak... El alfa miró al cachorro y su ceño se frunció, los ojitos de Ilya lo miraban con cuidado.
Seguramente Ezra había sentido el mismo miedo que Ilya le tenía a Isak. El mismo terror, tal vez... Incluso peor. No podía comparar a su alfa con el alfa de Isak. Si tan solo hubiera mantenido un control estable a su lado animal por aquél entonces... Ezra no sería un Omega, Isak no existiría para ninguno de los dos, e Ilya... Ilya sólo seguiría siendo la ilusión a familia que siempre había deseado. Probablemente jamás hubiera encontrado pareja. De repente su expresión se arrugó, incluso había rechazado a su omega destinado... Drozhin miró a su cachorro, sus ojos verdes, su cabello medio rizado... Si hubiera terminado con Xavier ese cachorro no existiría.
—Tal vez... Peor —murmuró. Ilya se encogió de hombros y bajó la mirada. Drozhin llevó una mano a sus ojos, secó la humedad que tenía y miró sus manos. Tuvo tantas malas decisiones en su vida que lo mejor que pudo haber hecho para remediarlo era jamás conocer a Ezra. Tal vez lo mejor hubiera sido no curar a su madre enferma, y dejarla morir. Hubiera evitado tantas cosas—. No puedo cambiar todo lo que hice, Cachorro... Hice mucho daño a Ezra, y sé que soy la razón principal por la cuál terminó dañando a otros.
—¿Y porqué Isak daña? —preguntó el cachorro, su vista bajó a sus manitos. Drozhin pensó unos segundos—. Él... Parecía decidido a dañarme, tenía el cuerpo feo ese día. Era como si un gran perro estuviera viviendo dentro de su cuerpo.
—Es... Un lobo en realidad, Ilya —murmuró, el niño lo miró con grandes ojos—. Yo también puedo hacerlo.
—¿Tú tienes un lobo dentro de tu cuerpo? —preguntó con la mirada sorprendida, Drozhin sintió como el niño picaba con su pie su costilla como si se tratara de algo raro que debía tocar con una ramita—. ¿Y cómo haces para volver a ser tú?
—No lo sé, pocas veces estoy conciente de lo que hago cuando me convierto. Pero he visto cómo es... —habló, sus manos tocaron sus brazos—. Debes... Arrancarte la piel, romper los huesos para poder salir. Se necesita mucha fuerza para ello.
—Suena doloroso —murmuró, su entusiasmo de borró por completo. Sí mirada verdosa pareció concentrarse en sus manos—. ¿Mamá te dañó... Papá?
—No hagas preguntas innecesarias, Ilya... Sabes la respuesta.
Ilya no dijo nada más. Ambos se quedaron en silencio.
—Ya no pienses mucho en eso... Pasó hace mucho, ¿Sí? Ya no podemos cambiarlo —murmuró Drozhin, finalmente se levantó de la cama. Caminó hacia la puerta y escuchó a Ilya de vuelta.
—Papá... Tu alfa... Es feo —habló el cachorro, Drozhin lo miró—. Tal vez... Todos los alfas son así de feos.
—Tal vez es así... —el alfa sonrió apenas. Se volvió y tomó el pomo de la puerta. Su pecho dolía y su lado animal lo único que quería hacer era desaparecer de ahí mismo. Sin embargo, cuando lo escuchó, su piel se erizó por completo.
—Yo no quiero ser un alfa —murmuró Ilya acomodándose en la cama, Drozhin lo miró. El cachorro se cubrió el rostro, iba a dormir—. Tal vez lo mejor sería que no existieran.
Drozhin enrojeció, tragó saliva y salió de la habitación con rapidez.
El pasillo oscuro se alzó en frente de sus ojos cuando dejó a su cachorro atrás. Su alfa se sintió inquieto al oír sus palabras, su mirada picó. Las lágrimas resbalaron por sus mejillas y rápidamente se las limpió con fuerza. Ilya tenía tantos traumas con los alfas que había llegado a la misma conclusión que Ezra. Su jerarquía no debía existir. De repente sintió un cansancio excesivo sobre su cuerpo, levantó la mirada, la luz opaca que entraba por la ventana le daba ganas de dormir.
El clima últimamente llevaba abrazado a las más furiosas tormentas por las noches, y se ceñía con fuerza a las lloviznas tranquilas por la mañana y la tarde. Las ventanas estaban bañadas en gotas, los árboles se movían por el viento y el frío se sentía por todo el suelo. Drozhin tragó saliva, se volvió y fue directamente hacia el primer piso.
La casona estaba en completo silencio, el aroma a libro viejo inundaba todas las habitaciones, sus ojos grises observaban los juguetes de Ilya tirados por todas partes. Vio las piedras, pequeñas canicas, peluches. Pensó en levantarlos, sin embargo, si esa era la manera de su cachorro para guiarse no iba a destruirla. Cuando llegó a la planta baja observó todo con sumo cuidado.
El aroma a sangre aún permanecía en el ambiente.
Decidió ir en busca de Isak. El alfa caminó hasta la habitación donde se encontraba, sintiendo el aroma picante de sus feromonas y las de Isak. La sangre y el ambiente que rodeaba aquellos pasillos aún gritaban con furia lo ruin de sus actos. Abrió la puerta y observó los muebles tirados, los estantes destrozados y las repletas manchas de sangre por las paredes y el suelo.
Avanzó con lentitud, levantó una silla y algunos papeles antes de enfrentarse a la habitación del pánico, la sangre negra y espesa de Isak manchaba todo el suelo, los pedazos de piel, y su aroma putrefacto se volvía insoportable a todo momento. Drozhin sintió que su alfa de ponía alerta, el cosquilleo, su piel entera se erizó cuando abrió la puerta y el ambiente se apestó a furia y odio.
—Isak —llamó y entró sin más, la luz del interruptor no andaba pero sabía dónde estaba. Entre toda la pudrición del aroma pudo oler una vaga esencia a las feromonas de Ezra, Drozhin se mordió los labios, seguramente sus sentimientos habían sido tan fuertes aquella vez que aún su aroma no salía de aquellas paredes. Aclaró la mirada, sus ojos grises destellaron el carmesí de su alfa y la presencia ajena se removió de entre las sombras—. Isak.
Abrió más la puerta y la luz blanca iluminó los pies ensangrentados del chico, sintió una presencia peligrosa y luchó contra su instinto animal para no ceder ante sus provocaciones. Drozhin observó cómo la mano grande y huesuda de aquél alfa de asomó con lentitud. Las garras seguían intactas, negras, gruesas, sus movimientos temblaban. El alfa más joven de la habitación se acercó y su rostro se convirtió en todo origen para Drozhin.
Lo reconocía, reconocía el lado animal de aquél joven con sólo ver la expresión de su mirada. Contuvo la respiración por unos segundos, cuando su familia se había separado de la manada él había perdido toda conección a controlar su lado animal. Muchas veces había sido controlado por sus instintos, muchas veces se había encontrado en lugares diferentes una vez despertaba después del celo. Porque era así. No existía bestia más salvaje que el lado animal de un Alfa. En especial, uno que buscaba dañar a otros.
—No puedes moverte mucho —afirmó bajo la atenta mirada del alfa, Drozhin trató de mirarlo de pies a cabeza. Las mordidas, los rasguños, el daño sobre todo su cuerpo le hacía arcadas.
—¿Cómo está tu cachorro? —preguntó Isak suavemente, su voz irritó a Drozhin. Su alfa se inquietó en su interior cuando el más joven sonrió burlonamente.
—Isak, niño —habló y su mirada destelló un mar de advertencias—. ¿Tanto así quieres que te rompa la cara?
El alfa menor sonrió, sus colmillos relucieron como dos dagas afiladas. Sus ojos rojos estaban intensos, cubiertos de ira. Drozhin volvió a sentir otra ráfaga hedionda navegar por el ambiente de aquella habitación. Sus pulmones dolieron y lentamente entrecerró los ojos, no quería sentirse descompuesto.
—No juegues mucho con tu suerte —murmuró, su alfa luchó por tomar el control, Drozhin apretó los puños y los colocó tras su espalda, el hedor a sangre podrida era tan insoportable como tener una espina dentro de la uña—. Estuviste cerca de cinco años tomando el control. Debes detenerte.
—No.
Drozhin apretó los labios—. ¿Porqué no? Traté de ayudarte aquella vez, te oí, te ví agonizando e hice lo que pude.
—Tú no me ayudaste —habló Isak con malicia, su mirada era severa. El alfa mayor frunció el ceño—. Me diste con una mano y me arrancaste con la otra.
—No es mi culpa que jamás hayas concretado un lazo con Isak —murmuró.
—Ya era muy tarde —respondió—. Sentía amor por el Omega que lo insultó. Él sentía deseo por la persona que quería destruirme. Él odia a los alfas decían. Y no podían estar más que equivocados, porque su problema no era conmigo. Ni con la maldita jerarquía ni las personas ajenas a él. Tú. Tú eres el problema. Tu alfa es el maldito origen de toda esta mierda.
Drozhin se quedó callado. Su pecho volvió a doler y su alfa se retorció de ira y vergüenza.
—Y no me iré hasta que todos paguen por sus actos. No me iré hasta verte podrido en mi sangre, hasta que Ezra pague por todo lo que me hizo —bramó y sus ojos ardieron como llamas violentas, Isak escupió con fuerza y la sangre negra manchó el suelo, la ira de sus palabras lo estaban enloqueciendo—. No me iré... Hasta que la última gota de sangre roja salga de mí. Hasta corregir cada error. No me iré hasta que el llanto de Isak deje de escucharse.
—¿Cada error...?
Isak lo miró con seriedad, un escalofrío sopló por la piel de Drozhin y su alfa se alteró como loco en su interior. No. Debía rectificarlo. Sus pensamientos, su mente, su corazón y su alfa eran un lío de palabras. Pero lo recordó. Esa vocecita, los ojitos llorosos y las mejillas sonrrosadas.
Dijo que yo era un error.
No. No podía hacer eso. De repente su corazón se encogió de dolor aún cuando su alfa hervía de ira, el malestar de su salud lo hizo retroceder, su respiración se volvió agitada y su vista borrosa. Su cachorro, su niño. La mirada gris del alfa se levantó, el dolor sobre sus costillas era insoportable, sus pulmones parecían no aguantar más el hedor putrefacto de aquella sangre. Drozhin sintió que sus colmillos crecían, que su cuerpo vibraba ante el cambio que su alfa quería tomar para proteger a su cachorro.
Pero era imposible. Su estado físico estaba más dañado que nunca. Drozhin sintió que su alfa se enojaba, que arremetía en contra suya al sentirse débil. Las lágrimas brillaron en sus ojos cuando presionó su pecho, y lo miró. Los ojos rojizos de Isak lo veían serios, empoderados.
—Ya... No puedes proteger a nadie. Alfa —habló justo en el momento que Drozhin vomitó la sangre hedionda y oscura de su infectado cuerpo. El color carmesí intenso chorreó de sus labios y su alfa rugió con fuerza. Sus ojos se tiñeron del más violento rojo y su rostro se transformó por completo. Isak salió de la habitación, mirándolo—. Te quitaré todo lo que tienes. Y te dolerá. Te dolerá.
—¡Es un cachorro! ¡Solo es un niño!
—Ese cachorro... —habló Isak. Drozhin se retorció de dolor, su mirada carmesí perdió fuerzas cuando otra oleada de sangre brotó de su garganta—. Definitivamente no es normal.
SIN EDITAR.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top