catorce

—Llama a Finn —susurró al beta frente a él. Ezra se encogió y, molesto por la reacción, frunció el ceño. El hombre lo miraba preocupado—. Isak necesita calmarse un poco, necesita un Omega.

—Señor... —el beta desvió la mirada mientras oía los gruñidos proveniente de la habitación, hacia rato el Omega dueño de la mansión y el más temido corrió en su búsqueda. Cuando lo vió despeinado o con la camiseta desacomodada pensó lo peor, sin embargo, no era más que otras de sus pruebas sobre el pobre chico alfa—. Con todo mi respeto se lo digo, no creo que Finn acepte acostarse con un alfa... En la condición de Isak.

—¿Por qué no lo haría? —Ezra se cruzó de brazos y volvió su cuerpo hacia la puerta, se oía los golpes duros y varias cosas rompiéndose. El alfa de Isak resultaba ser violento y ciego, eso no hizo más que enfadarlo—. Necesito estudiarlo.

—¿Porqué no lo hace usted? —se animó a decir, y el Omega levantó las cejas. El beta frente a él era uno puro, un viejo hombre que le había servido desde que se escapó de la casa Drozhin. De repente se sintió pequeño, y se encogió de hombros con un ligero rubor apenas notable en su fría piel.

—¿Qué barbaridades dices, Baltazar? —Ezra desvió la vista molesto, hacia una hora tenía a un alfa puro dentro de aquella habitación destrozando todo a su paso. Con su aroma penetrando cada maldito espacio. Por Dios, sólo quería entrar y estudiar su comportamiento, pero él... Seguía siendo en parte Omega—. Me va a atacar por el amor de Dios —se cubrió los ojos, frustrado.

—Capaz es mejor dejarlo, por su bien, por todos.

—¿De qué hablas? No lo haré, es una oportunidad única —los ojos de Ezra se perdieron, el beta frunció el ceño cuando notó un brillo extraño en ellos—. Podré controlar a un alfa, ver sus debilidades... Si tan solo un Omega...

—Usted es el perfecto Omega para controlar la situación —acotó—. No es justo que un niño como Finn, en su condición, necesite más traumas por parte de alfas.

Ezra se quedó callado.

—Usted lucha por los Omegas, por quitar las jerarquías y a los alfas de la cima, dice, y sin embargo envía a un chico traumatizado por un hombre sin corazón a enfrentar a un alfa puro —el beta negó con la cebeza—. Entiendo sus puntos, Ezra, pero creo que ese alfa de ahí es pura responsabilidad suya. Recuerde que ese chico no quiso esto.

—Usted no lo entiende —Ezra frunció el ceño, sintiendo vergüenza. Se apartó con lentitud y no quiso enfrentarlo—. Vete.

—Sí, señor —el beta se alejó con normalidad, el Omega apretó los dientes y apoyó su cabeza contra la pared. Él sólo quería hacer justicia por su causa, que aquél alfa salga de la cima, siendo idolatrado y aplaudido por el mundo por sus grandes azañas y sin embargo, no era más que un lunático y posesivo. Un maldito enfermo que lo contaminó.

Cuando Ezra se dió cuenta que no podía recurrir a las autoridades decidió hacerlo por sí mismo. El alfa que quería matar no sólo lo había secuestrado, sino que experimentó con él como hacía con los animales, lo durmió y despertó una noche recostado sobre una cama, usando ropa costosa, sedosa, dándose cuenta que su cuerpo había cambiado. No había sido hasta que sus cicatrices sanaron cuando lo obligó a ser suyo, y eso no trajo más que consecuencias.

Y se asomó a la puerta, tomando aquél pomo con fuerza y escuchando la respiración pesada que Isak tenía. Un alfa puro en celo. Una bestia.

Ezra lo pensó, no era Isak con quien se enfrentaría, era nada más ni nada menos que su lado animal el que apareció frente a sus ojos cuando entró a la habitación. El sudor que bajó por su cuello lo hizo temblar, los ojos rojos del chico se volvieron con desesperación hacia él, su cuerpo entero se estremeció al verlo como un depredador que buscaba devorarlo de un bocado.

—Alfa... —susurró y este se acercó con rapidez, el aroma en la habitación era pesado, tan abrumador que Ezra respiró y respiró con más fuerza cada vez, creyendo que encontraría aire fresco en algún lugar—. Alfa...

—Omega —su voz era irreconocible, Ezra se estremeció y su piel picó cuando el menor se pegó a él, su pecho empezó a subir y a bajar con más fuerza y el sudor en su cuerpo le quemaba, el alfa escondió su nariz en el hueco entre su cuello y hombro—. Tan amargo...

Cerró los ojos con fuerza y apoyó la cabeza contra la puerta, sentía la lengua de Isak divertirse con su piel, saboreando el gusto amargo de sus feromonas como si fuera lo más exquisito del mundo. Ezra colocó sus manos en los brazos del alfa, mientras intentaba sin éxito liberar su cuerpo del peso insoportable que se apoyaba en él, sentía la hombría de Isak chocar con su vientre.

Trató de reprimir una arcada y se separó del alfa con rapidez, se hizo a un lado y de un momento para el otro se encontraba lejos que aquél, Isak no hizo nada más que buscarlo con aquella mirada brillante y esa media sonrisa en los labios. El Omega llevó una mano a su cuello, limpiando los residuos de saliva de su piel, podía notar los colmillos de Isak desde su lugar y no pudo evitar tartamudear.

—N-necesito que te calmes —habló y se sintió pequeño cuando su voz salió rota y llena de miedo. Sentía un cosquilleo incómodo en su nuca y el alfa frente a él lo estaba descomponiendo, Isak se estaba acercando con lentitud y Ezra evitó temblar, el nudo en su garganta no le permitía hablar. Los malos recuerdos inundaban su mente—. N-necesito...

—Tu aroma es tan... Hipnotizante, Omega.

Lo tomó del cuello, Ezra se quedó petrificado en su lugar, la mano de Isak lo rodeaba con fuerza, sentía sus dedos precionar su nuca, y el color en sus mejillas se fue. Quedó tan pálido del miedo que reconoció aquella naturaleza artificial que Drozhin lo obligó a tener. Era el segundo alfa en su vida que lo tomaba de esa forma. Que presionaba su cuello de aquella forma suave y fuerte a la vez. El alfa que alguna vez formó parte de él estaba molesto, pero era un Omega.

—Isak... —susurró ahogado, la mano del menor fue bajando de su cuello, Ezra cerró los ojos y frunció el ceño. Mientras el alfa frente a él se perdía en la suavidad de su piel.

Un Omega con aroma amargo, sin útero, infértil. Uno que sin duda estaba luchando contra él, estaba dejando que su cuerpo se vuelva sumiso, que el aroma de un alfa verdadero lo envolviera de cuerpo entero. Ezra aflojó su cuerpo y miró a Isak a los ojos. Un alfa puro que sólo deseaba anudarlo estaba frente a él. Uno que se embriagaba de su extraño olor desagradable, aquél aroma amargo al que se tuvo que acostumbrar.

Debía estudiarlo, se dijo, mientras las manos de Isak pegaban sus cuerpos juntos, tenía que enfrentarlo, tenía que hacerlo ceder ante él, pensó, al cabo que Isak asomaba los labios a su mejilla con lentitud. Ezra tenía que recordar los detalles con claridad, debía recordarlo y sin embargo, su cuerpo se estaba ajustando al calor de aquél alfa. Estaba acariciando aquella piel caliente con sus manos frías y no fue hasta el último instante que sintió los labios de Isak sobre los suyos cuando lo recordó.

Oh, chico. Pensó, mientras sus movimientos se volvían desesperados, desconociendo su naturaleza, sus acciones. Pensando en lo poco que lubricaba, en el dolor que siempre sintió junto al primer alfa que lo tomó, los escalofríos de una presencia dominante que lo estaba sometiendo ciegamente.

Y se separó de Isak, con la respiración agitada, cubriendo su vista de aquellos ojos escarlata y aquellas mejillas sonrosadas. Y recordó la muerte de Ángel, la muerte de los dos betas anteriores que aún lubricaban, esos que aún mantenían un poco de Omega en su físico e interior. Y se asustó. Se asustó y se encogió como un animalito miedoso.

—Estoy... —susurró, perdido, el aroma de Isak entraba en sus pulmones como la misma gloria, lo estaba acorralando contra la pared, tocando su cuerpo con lentitud mientras la bestia en sus ojos le clavaba la mirada—. Estoy perdiendo la cabeza... Isak.

Y suspiró, tomando el cabello del alfa joven entre sus manos, sus mejillas se encendieron cuando su camiseta se le fue arrancada, las sensaciones que recorrían su cuerpo eran nuevas, suaves, calientes y extrañamente agradables.

—Omega... —suspiró el otro, dejando caer el pantalón corto de Ezra, las manos de Isak recorrieron sus muslos, su piel pálida y sin color. Se sintió tan distinto de pies a cabeza que sus ojos empezaron a cristalizar, su piel ardió junto a la de Isak, sus ojos escarlata no dejaban de mirarlo mientras besaba la piel de su pelvis—. Te quiero para mí, para mí, Ezra.

—Isak... Ya... —su vista se nubló, la saliva dentro de su boca había aumentado y se sentía caliente, un cosquilleo incómodo en su interior le daba escalofríos fuertes, se sentía débil. Se sentía suave y delicado, su cuerpo vibraba a cada toque ajeno y el aroma fuerte de aquél alfa lo marcaba por todas partes.

Se sentía tan Omega por fuera y por dentro que el alfa que existió en su interior se volvía invisible y sin poder.

Gimió bajito cuando las manos de Isak subieron a su cintura, su boca viajó por su vientre y se detuvo en su pezón izquierdo. Su cuerpo tembló ante la sensación, y sus dedos se hundieron en la cabellera del alfa con fuerza tratando de alejar su boca de aquél lugar. El rostro de Ezra se frunció, caliente, su piel ardía y brillaba por el sudor, sus labios rojos volvieron a ser mordidos por sus dientes y la saliva se le escapó de la comisura con lentitud, el rostro del menor se acercó a él y se levantó en todo su esplendor. La cabeza de Ezra se apoyó contra la pared y miró a Isak a los ojos. Su cuerpo temblaba y las manos del alfa viajaban de sus muslos a su trasero de forma lenta.

—Tan hermoso... —susurró el alfa de Isak, Ezra apartó el rostro cuando besó su cuello, sus manos temblaron y de sus ojos no dejaban de caer lágrimas limpias—. Me encantas tanto... Tan maravilloso.

Lo miró a los ojos cuando sus toques se volvieron suavecitos y llenos de tranquilidad. La mirada de Isak se había vuelto serena, y sin embargo el color escarlata de su alfa no se iba. Se sintió deseado por primera vez después de mucho tiempo, se sintió bien consigo mismo. Era aceptarse como Omega en la intimidad y relajarse ante eso, porque no se sintió un fenómeno, ni un alfa.

Porque era distinto. El alfa de Isak había hecho que sintiera un verdadero Omega con tan sólo unos toques de lo que Drozhin pudo hacer durante su juventud. Y no sabía porqué, ni le importaba. Porque lo que necesitaba era volver a sentirse de una forma, Omega, alfa, lo que sea. Necesitaba saber cuál era su verdadera naturaleza entre tantas. Necesitaba que ese alfa le entregue otra perspectiva del mundo.

Y lo besó, volvió a besarlo como si fueran los amantes más desesperados que existieran. Lo abrazó, lo rodeó con sus brazos y dejó que lo cargara en sus brazos, dejó que lo tomara de los muslos, que lo dejara en la cama mientras lo besaba con fuerza. Sintió la hombría de Isak sobre la suya, empujando su cuerpo con lentitud, pegando sus pieles y permitiendo que el calor los envolviera a los dos.

—Alfa... —gimió suave, acalorado y con las mejillas rojas. Su cuerpo le ardía con fuerza y las manos del alfa se volvieron frías para él, sentía sus piernas resbaladizas y la cabeza le estaba dando vueltas. El aroma de Isak estaba tan fuerte que sólo quería que lo marcara con él de cuerpo entero, la frialdad de su mano viajó a sus muslos, a su trasero y suspiró cerrando los ojos con fuerza cuando acarició su intimidad lentamente. La mano mutilada del chico llevaba puesto el objeto lujoso de su unión, Ezra arrastró sus dedos por la espalda de Isak y llegó hasta ella, tomó su mano, ahí donde se juntaba con su anillo y el alfa no hizo más que ponerla sobre su cabeza y presionar contra la cama.

—Déjame... —Isak fue bajando por su cuerpo, Ezra levantó la cabeza con dificultad mientras lo veía caer de rodillas al suelo, frente a su cuerpo delgado y caliente. No soltó su mano cuando abrió sus piernas y besó sus muslos, Ezra recostó su cabeza de vuelta en la cama, suspirando y jadeando débilmente. El frío en su cuerpo se hizo evidente cuando lo despojó de su ropa interior, y se revolvió incómodo cuando sintió su boca cerca de su trasero. Ezra soltó su mano y se apoyó de codos, sus piernas estaban sobre los hombros de Isak y sus ojos rojos lo miraron con intensidad.

—Isak —jadeó y movió su mano para acariciar su rostro, sin embargo, el alfa hundió su lengua entre las mejillas de su trasero y sintió su toque húmedo contra su orificio, su cuerpo tembló y se dejó caer en la cama, agitado, la sensibilidad de aquella zona lo traía desesperado y sus muslos presionaron su cabeza para que se detuviera—. A-alfa...

—Tu humedad... —jadeó Isak sosteniendo las piernas del Omega para que no lo ahogaran, Ezra miró eufórico al menor y su rostro se deformó cuando observó la barbilla del alfa mojada y brillante, llevó una mano a la zona y se estremeció al notar la humedad de su interior. Ezra aflojó la mirada y gimió bajito cuando Isak lamió sus dedos, los apartó y sintió nuevamente su lengua en el sitio. Jadeó, tomando el cabello del alfa en manos con debilidad. Se sentía sin fuerzas.

Y tembló en la cama, mientras su cuerpo lo hacía sentir cada vez más raro y su lubricación repentina volvía loco al alfa a sus pies, su vista se había nublado mucho y el calor le era insoportable, se retorció cuando empezó a sentir cómo el lubricante segregaba desde su entrada.

—No... —gimió, mientras llevaba su mano hacia su vientre, el dolor repentino en su cuerpo le molestaba, su cabeza palpitaba con fuerza y se encogió, el alfa se separó de él por unos segundos y trepó por su cuerpo, Ezra se encogió de dolor—. N...no me siento bien...

—Mi Omega... —escuchó la voz de Isak y sintió sus manos sobre los rizos desordenados de su cabello, empezó a llorar y se encogió más en su lugar, su interior le dolía, sus órganos parecían torturarlo con maldad—Ezra...

El alfa sobre él se separó y lo miró de lejos, notó al Omega caliente, intentó tomar sus manos pero este se negaba a alejarlas de su vientre, los gemidos de dolor que salían de su boca lo hizo confundir.

Y no fue cuando lo vió soltar lágrimas, gritando, que se alejó de él. Ezra se retorció, y tomó las sábanas con fuerza mientras la sangre que despedía su entrada aumentaba sin más. Isak se alejó, y su cuerpo se estremeció cuando Ezra se arqueó, gritando a todo pulmón, con el rostro rojo y caliente, mientras aquellos hermosos ojos esmeraldas se volvían rojos, tan escarlata y salvajes que los colmillos de sus labios no significaron nada.

Aquél... Definitivamente no era un Omega.

















Hola.

SIN EDITAR.

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