Capítulo XX

El invierno reino en silencio. Su llegada había traído mucha nieve a diferencia de otros años, pero lo pobladores estaban preparados para el cambio. La brisa helada besaba todos los días el rostro de los pobladores de Drawstone, posando en ellos un sonrojo propio del lugar.

La nieve se extendió por los campos, caminos y el bosque como un manto de pureza, pero su velo blanco era peligroso, porque muchos seres mágicos aparecían en estas temporadas. Como las aves lloradoras, animales salidos del mismo infierno que simulaban ser un llanto de un alguna persona para atraerlos a su muerte. Los osos gélidos, animales feroces qué se alimentaban del calor humano y tenían unas garras horribles en su ataque.

Las noches oscuras y profundas invernales, obligaron a utilizar más de una frazada para soportarlo. La leña empezó a escasear. Tristán era muy cuidadoso con los árboles. Si se cortaban dos, tenían que plantarse cinco. Drawstone era una población algo grande, así que, utilizaron los minerales como el carbón para ayudarse. No importaba si ya no lo podían vender, el pueblo era lo primero. Además, los recursos eran generosos, para dar una vida honorable al pueblo.

Al transcurrir las semanas, fue un tiempo de reflexión para Tristán. El caballero no dejaba de contemplar a su esposa, con el más grande amor que se hubiera visto, pero la sentía tan lejos. Eliana había puesto entre ellos un abismo, y no dejaba que se le acercara, guardaba silencio cuando estaban solos. Un día Collete  la convenció para que volviera a cenar con todos, pero nada volvió a ser lo mismo. Todos los habían notado, pero pocos lo comentaban. Incluso había dejado de usar los vestidos y accesorios exclusivos para ella. Eliana usaba vestidos típicos de Broshewd y los pocos aretes que había traído de su antiguo hogar. Mostrándose reacia a volver a verlo. Los papeles se habían invertido, hace unas semanas ella era quien le rogaba un poco de atención, ahora era él, quien quería verla.

La joven estaba enfocada con su nuevo propósito, tratar que toda la población joven de Drawstone, pudiera escribir y leer. Su relación con su esposo, era como el invierno que pasaban. Tristán podría ser todo lo que el mundo hablaban, pero le habían dolido sus crueles insinuaciones. Quizá fue su error acercase a Arthur, no debía de olvidar su posición. Ella era su señora y él, su caballero, pero también le tenia aprecio, como un amigo o un hermano mayor. Había sido el único que le había tratado bien desde el principio. Además, ante sus ojos Arthur era incapaz de sentirse atraído por ella. La futura escuela, estaba yendo por buen camino, pero, había tenido ayuda de su esposo. Quien, había ordenado a reparar la iglesia abandonada, que estaba a las afueras del pueblo. Su espacio podría albergar a los niños y adolescentes. No esperaba tener su aprobación, fue una sorpresa para ella. Cuando Benedict y un buen nutrido grupo de caballeros, llegaron con herramientas y materiales para la reparación del recinto.

Era poco más de medio día, Eliana tenía que ir al bosque a recolectar algunas hiervas medicinales. Algunos niños tenían dolor de estómago, intuía lo que les pasaba. Habían estado tomando agua sin hervir, por eso tenían esos dolores. El curador del pueblo estaba algo atareado, porque con el invierno, algunas enfermedades comenzaron a propagarse  por Drawstone. La población de ancianos solía enfermarse por estas fechas, así que, de los niños se encargaría ella. Olga la estaba esperando cerca de la puerta norte del castillo, estaba con un buen ánimo.

—Tristán más despacio —se quejó Camille.

—¡vamos con el curador, tienes un desgarro!

—eso te pasa por tonta —se burló Benedict.

—Lo dice el caballero, al quien le acabo de patear el trasero.

Los caballeros de Drawstone entrenaban, contra viento, marea o nieve. Por eso, eran considerados los más feroces de todo el mundo. Su infantería era la más respetada alrededor del mundo, sus arqueros con la mejor puntería y su grupo de asalto los más certeros. Un solo caballero equivalía por decenas de otros reinos, estos bailaban con la muerte si era necesario y cuando había una pérdida, se les rendía el respeto que se merecía.

Camille tenía una forma de pelear bastante peculiar, era una guerrera astuta y no le importaba utilizar artimañas con tal de vencer. Benedict iba ganado, pero ella tomó un poco de nieve y se los tiro en los ojos. El caballero perdió el equilibrio y callo sobre su pierna, quien no estaba en la mejor posición. Ahora estaba apoyada de Tristán quien la tenía de la cintura y ella se dejaba guiar. Para la mala suerte del caballero, tenia que encontrarse con su esposa en el camino. Eliana detuvo sus pasos cuando los vio reír, Tristán notó su molestia y los celos de su parte. Era tan evidente. Sus mejillas infladas y sus ojos vibrantes, era el ser más adorable que había visto.

—Buenos días, señora —saludó Benedict.

Eliana hizo un escueto saludo, no pudo ocultar su incomodidad, al ver a su esposo que tenía de la cintura a otra mujer. Camille se apoyo más en Tristán, haciéndola sentir peor. Ella no podría recibir un libro de Arthur, pero si él podía pasearse de esa forma tan amical con ella.

—permiso —dijo Eli.

Antes que pasara por el lado de su esposo, este la tomo del brazo para su sorpresa.

—Benedict, lleva a Camille con el curador.

Para todos fue una sorpresa tal mandato, Benedict no le dio tiempo de protestar a Camille, la tomo de la cintura y se la llevó. La guerrera no pudo ocultar su decepción, por un momento pensó que podría tener la atención de Tristán, pero solo le bastaba ver un instante a Eli y se olvidaba del mundo.

—Tienes muy poco de orgullo —resaltó con toda la molestia del mundo—. Cuando se trata del capitán.

—No es asunto de nadie.

—¿puedes ver como se miran? —le preguntó. Voltearon lentamente y observaron el escueto intercambio de palabras—. Esos dos se aman.

—Su matrimonio fue arreglado.

—No entendéis. Cuando un hombre ama a una mujer, solo tiene ojos para ella. Tristán ama, amó y amara a esa mujer. Cuando la conoció supo que estaba destinado para estar con ella —había seriedad en sus palabras. Si alguien conocía aquella historia era Benedict.

Tristán solo se lo contó una vez, aquella vez donde lo vio llorar por primera y única vez.

—es impropio escucharos decir aquellas cosas. Además, ella no es como nosotros. Puede que sea muy hermosa, pero no puede blandir una espada, tampoco soportar caminos como nosotros. Es muy delicada y…

—¿os agrada?

Benedict se burló, Camille evitó mirarlo. No podía negarlo, si, Eliana le agradaba. Con el paso de los meses, se había ganado el cariño de todos los caballeros y gran parte del pueblo. No era como la típica noble elitista. Eliana se preocupa por otros y eso la hacía resaltar. Cualquier lesión grave, era tratada por ella. Claro, con suma discreción. La querían, al punto de guardar en celo su secreto de su alquimia.

—ese no es el asunto.

—como digas.

—¡Tristán no es para ella!

—¿y quien si? ¿Vos? Por favor, Camille. Si Tristán no se hubiera casado con ella, estaría soltero y dedicado a Drawstone. No olvidéis, las múltiples veces que trataste de invadir su cama y él te rechazo sin meditarlo.

—antes era una niña. Ahora soy una mujer.

—¿Por qué buscarlo? ¿Por qué no a mi? También puedo reconfortante.

Camille no dudo en reírse, pero Benedict no lo hizo. Quizá había llegado el momento de aclarar sus sentimientos, pero aquella bella guerrera estaba encaprichada con su capitán.

—Soy mucha mujer para ti, Benedict. ¿Qué os hace pensar que podéis compartir mi cama? Además, vos no queréis nada serio.

—¿Qué os hace pensar eso?

Ambos detuvieron su andar, Camille enmudeció y observó el rostro inexpresivo de su compañero. Una extraña sensación recorrió su cuerpo. Apartó su mirada, ella era todo menos tonta. Sabía perfectamente a lo que se refería, era algo que había ignorado adrede.

—No me gustan las bromas, imbécil.

—a mi tampoco.

(…)

Eliana tenía fuego en su mirada azul. Estaba muy molesta con su esposo, porque insinuaba amarla, pero se paseaba delante de todos con la que seguro era su querida. Estaba llena de indignación.

—¿A dónde vais? —le pregunto él.

No podía sentirse más halagado por lo que estaba presenciando. Su amada esposa, estaba celosa y eso aún le daba esperanza. Quizá no todo estaba perdido. A pesar de su pregunta, Eli no le contestó. La soltó suavemente y ella pretendió seguir su camino.

—Anda, ve con ella. Parece que os está esperando —le indicó.

Benedict y Camille se habían detenido a verlos. Eliana quería ignorar la presión en pecho y sus inmensas ganas de llorar. Nunca se había sentido tan insegura y vulnerable. Era consciente que quería a su esposo y le dolía tanto. Sin embargo, estaba lejos de aceptar el inmenso y ferviente sentimiento que se anidaba en su pecho.

—tiene una lesión en la pierna. Y…

—No tiene necesidad de dar explicaciones, caballero —lo interrumpió—. Camille es… —estaño varias veces y controló lo quebrada de su voz—. Muy diferente a mi. Ella es… más bonita, sabe hablar y blandir una espada… la he visto pelear y hasta debe saber también entretener.

Sus palabras estaban impregnada de dolor e impotencia. Camille poseía cualidades de las que ella carecía. Seguro podría mantener largas conversaciones con Tristán, en cambio ella solo podía hablarle de libros y de sus sueños frustrados. Solo era una mujer débil y ordinaria.

—en cambio yo…

—Vos sois la mujer que yo he elegido para compartir mi vida.

Ella perdió el aliento antes sus palabras, Tristán tenía su penetrante mirada puesta en sus ojos. Era tan varonil, enigmático y sensual. No había mentira, ni vacilaciones. Su voz abaritonada, tan grave era algo que le gustaba. Escucharlo hablar de esa forma la sonrojo hasta el escote.

—Camille es una hermana para ti. Ella significa lo que Arthur es para vos. Eli yo…

Su cuerpo reaccionó solo, salió corriendo para no escucharlo. Sus lágrimas se congelaron cuando salió a la intemperie. Tristán no la amaba, en el amor hay confianza y él no la tenía con ella. Tristán la miraba con dolor desde la entrada, vio como aquel vestido se movía mientras corría y desaparecía cuando cruzo la herrería. Estaba tan arrepentido por su comportamiento y extrañaba tanto a aquella Eli, que solía vestir las prendas que eligió para ella y le sonreía.

(…)

Eliana sonreía complacida. Al ver a Helga poder mantener una lectura fluida y Olga escribir su nombre. Ambas mujeres eran muy inteligentes y aprendieron muy rápido. El grupo de niños aumento a veinte, pero no podían traerlos todos al castillo. Enseñar a sus madres había sido inicio de esta cadena de favores.

—Muy bien, Helga. Te felicito —Eliana esbozo una enorme sonrisa.

Collete, se había negado a aprender, con la excusa que era una mujer vieja, decía que su cabeza era como un coco vacío. A pesar, de la posición de Eliana, trataba a todos con respeto, ahora estaban teniendo clases y compartiendo un té con galletas junto con ellas. Eran muy amables, y su escasa educación no era excusa para que no sepan comportarse. Las nobles más pudientes siempre habían sido desalmada con ellas, incluso una vez le tiraron una copa de vino, claro, por casualidad.

—Me alegra mucho vuestro progreso —ambas asintieron y se vieron maravilladas ante el cumplido de su señora—. Un poco más, aprenderán también a sumar y restar.

La lectura les había abierto el panorama diferente. Ahora sabían que habían continentes de hielo, también otros de pura arena y cubiertos por el sol. Habían otras culturas y lenguas, todo era fascinante.

—Adelante  —dijo Collete al escuchar la puerta.

Tristán entró, pudo ver a su esposa que sonreía con las criadas a su alrededor. Amaba verla sonreír. El vestido que traía era uno de los que trajo, y eso lo decepcionó. Se había hecho un moño alto y sus rizos caían como cascadas por su rostro, se miraba muy hermosa.

«Al menos ya sonríe», pensó.

Eliana ocultó lo incomoda que estaba, tomando un poco el té. Todos conocían la situación actual con su marido, pero cuando él se acercaba a su habitación era porque quería hablar con ella. Después de aquel impase en el pasillo, no había podido dormir. Tristán invadía sus pensamientos y sus sueños, sofocándola. Al punto, que ansiaba volver a tocarlo. Sin embargo, sus miedos solían invadirla. Sus insultos e insinuaciones estaban en su mente.

—Pueden dejarme hablar con mi esposa.

Su voz fue muy educada, sorprendiéndola. Era atípico que un gran seño,  se dirigiera de esa forma hacia la servidumbre. Tristán había notado que aquellas criadas, eran para Eli más que la servidumbre. Eliana se sobresalto un poco, pero no quería hablar con él. Aún no se sentía preparada de estar a solas, porque flaquearía.

—¡No os ordene que se vayan! —dijo antes que se pusieran de pie —. Collete por favor dígale al caballero presente que no tengo nada que hablar.

—¿la escuchaste? no es así, hijo.

Tristán apretó las manos, ni siquiera lo miraba, estaba tan inexpresiva como siempre. Él era solo un extraño para ella. Le demostraría a su esposa que no era así. A pesar de todos los problemas, él no le era indiferente. No solo la tenia impregnada en sus pensamientos, también en su piel y su corazón. Tenía la esperanza que ella sintiera lo mismo.

—Yo tengo algo que decir —Tristán afincó muy bien los pies y respiro hondo. Estaba decidido a llamar la atención de su esposa.

—Dígalo rápido y váyase.

Las palabras de Eliana fueron al aire, pero dirigidas a él. Ni si quiera lo miró.

—Te ves muy hermosa el día de hoy.

No pudo controlar los colores de su rostro, estaba totalmente abochornada. Tanto Helga como Olga sonreían en complicidad y bueno, Collete también lo hizo. Eso había sido un golpe bajo.

—Será mejor que habléis con él, mi señora.

—pero Collete.

Quiso tomarle la mano para que no se marchara, pero no pudo evitarlo. Eliana miró a Tristán, pero no notó lo angustiado que estaba, con la desesperación a flor de piel. El caballero que tanto ignoraba, estaba sufriendo mucho. Cuando todas salieron dándole privacidad, Eliana se puso de pie pretendiendo irse, pero el caballero le dijo:

—Tengo noticias de vuestra madre.

Sus pasos se detuvieron, un frío recorrió su cuerpo y su corazón le quitó el aliento. Sus ganas de llorar se avivaron, se abrazo a si misma y pestaño muchas veces para controlar el picor en su mirada. Su madre, hace mucho que no sabía de ella. Se sintió frágil y muy triste. Nunca contestó algunas de sus cartas, diciéndole abiertamente que la extrañaba y oraba cada noche, para que encontrará la felicidad. Eliana se apartó hasta la ventana, manteniendo siempre la distancia de Tristán, estaba dispuesta a darle su tiempo, siempre y cuando, se tratará sobre su madre.

—¿Por qué no usáis los vestidos que os regale? No son de vuestro agrado. Si deseáis tener nuevos…

—Os dijo que tenía noticias de mi madre, caballero.

La forma tan fría en como lo interrumpió, le dolió en el alma. Ya ni siquiera pronunciaba su nombre. No podía quejarse, se había encargado de alejarla con sus insultos. Quizá, si la situación fuera diferente. Ambos estarían compartiendo el lecho matrimonial.

—¿Ya nació mi hermanito?

El tono maternal de su voz, lo enterneció. La había visto con los niños del pueblo, enseñándoles a leer y escribir. Le gustaba verla sonreír con los pequeños y hacerse ilusiones de tener hijos, pero a este paso, era impensable. Eliana no permitía que se acercará, sería un sacrilegio si la tocara, era tan aversivo para ella.

—Si. Tiene alrededor de casi 11 meses.

—¿11 meses? Entonces…  nació poco después de nuestro matrimonio.

Tristán asintió. Eliana lo miró ceñuda y muy preocupada. Su madre no estaba bien cuando se fueron. Además según sus cálculos, le faltaban al menos dos meses para que fuera un parto normal ¿Que había pasado? ¿Por qué su parto se había adelantado? ¿Su padre tuvo algo que ver?

—Lo llamaron…

—Adrián —lo interrumpió. Tristán asintió. No pudo evitar sorprenderse por la rapidez de su respuesta—. Mi abuelo se llamaba así. Mi…  padre lo admiraba mucho —le confesó.

Tristán sonrió muy en el fondo. Eliana tenía secretos familiares dolorosos, lo podía ver en su rostro. Le agradaba qué aún le tuviera cierta confianza para decírselo.

—antes que yo naciera… mi madre tuvo dos pérdidas. Quizá por eso mi padre se decepcionó cuando yo nací. No era el varón que tanto deseaba.

—No veo el sentido a eso —debatió.

—¿Por qué?  Todo hombre en la faz de la tierra ansia traer a un varón, más que una mujer.

—Yo no. Vuestro padre fue bendecido con una hermosa y buena hija. Eres una persona maravillosa, Eli.

La sonrisa de molestia se posó en el rostro de ella. Tristán parecía otro, había vuelto a ser tierno como poco después que se casaron.

—También soy una mentirosa y embustera…

—por favor, parad —le pidió.

Eliana estaba usando de forma irónica las palabras, con las que la había  insultado. Era evidente que seguía molesta. No conseguiría su perdón tan rápido.

—Tampoco olvidemos que soy una mujer potencialmente impúdica. No tenéis porque alargar esta conversación, caballero —su voz fue firme y a pesar que sus ojos querían llorar, había fuerza detrás—. Vos sois un extraño para mi —le dio la espalda, no queriendo flaquear ante su presencia. Muy en el fondo sabía que Tristán estaba arrepentido, pero no estaba lista para escucharlo.

—Eli… sobre ese asunto.

El caballero se acercó dudoso, ansiaba tanto tocarla, recuperar aquel contacto íntimo ganado meses atrás. Necesitaba tenerla cerca, considerarla suya. Estaba tan arrepentido de haberla tratado de esa forma, ya tenían casi un año de casados. Sin embargo, habían retrocedió cuando el rey los presentó en la casa de ella. Su sola presencia la hacía temblar, ante sus ojos era monstruo. No solo extrañaba el contacto físico, lo que más añoraba era conversar con ella, dormir a su lado, jugar ajedrez, almorzar y verla dibujar. Todo aquello fue como un sueño, del cual despertó dándose un golpe de realidad.

—Eli.

Sus manos atraparon sus hombros con suavidad, pero ella evadió su contacto y se marchó. Pudo ver que se limpiaba el rostro, por las lágrimas que seguro habían brotado. Ella no lo quería escuchar, pero había otro asunto más importante con el que debían tratar, pero ella no se lo permitía. No le quedaba mucho tiempo.

(…)

Durante el día siguiente, Eliana evitó todo contacto con él. Esta distancia estaba sumiéndolo en una profunda tristeza, muchos de sus hombres lo notaron. Necesitaba hablar con ella, una sola vez.

—Theo, ven.

El pequeño niño fue corriendo hasta él, tenía un plan en mente y esperaba que funcionará. Le dio órdenes explícitas, no sería difícil. El niño sonrió y se fue, observaba a su esposa sonreír, mientras caminaba con las criadas. Estas se despidieron para continuar con sus labores.

—¡Mi señora!

El niño llegó muy agitado, parecía preocupado. Su expresión descoloco a Eli.

—¿Os pasa algo, Theo?

—¡Sir Tristán ha sido herido! ¡Un lobo lo ha sacado en el bosque! ¡Está en el cobertizo!

El libro que tenía en sus manos se cayo de inmediato. Su piel se torno aún más pálida, producto del miedo. Sus ojos temblaron. Su esposo, el hombre más importante en su vida estaba mal herido. Su cuerpo reacciono solo, alzo sus faldas y se dirigió a raudo paso hacia aquel cobertizo donde los caballeros solían guardar sus armas. Muchos escenarios aparecieron en la mente de Eli. No quería perderlo, el solo hecho de pensar que Tristán no estaría con ella, la aterraba. Su miedo fue en aumento cuando vio a varios caballeros en la entrada.

Sus lagrimas brotaron, su cuerpo tembló mucho. Cuando vio a su esposo tendido sobre un saco, parecía inconsciente. Sus rodillas flaquearon y cayo a un lado donde estaba su cuerpo. Su manos temblaban tanto que no podía ni siquiera tocarlo.

—Tristán ¡Mi dios! ¡No Tristán!

Cuando estuvo a tenderse a llorar sobre el supuesto cuerpo inserte. El caballero esbozo una sonrisa ganadora y se sentó.

—Al menos recuerdas mi nombre, mi noble señora.

Eliana tembló una vez mas, pero de indignación. Alzo una de sus manos dispuesta abofetearlo, pero el caballero la tomo en el aire. La acerco y la abrazo con fuerza. Se sintió miserable por haber provocado aquellas lagrimas que mojaban su camisa y hacerla temblar, pero necesitaba hablar con ella.

—¡Os odio! ¡Os odio con todo mi corazón! ¡Como os atrevéis a jugar con mis sentimientos! ¡Maldito! ¡Taimado! ¡Mentiroso!

Muchos se sorprendieron al escucharla decir tales palabras e incluso maldecir. Tristán les hizo una señal y cerraron la puerta dándole privacidad. Eli lo apartó, sintiéndose tan tonta y humillada por aquella malintencionada broma.

—Esperáis, Eli.

La tomó del brazo, pero ella no volteó a verlo. Sentía que si lo hacía, ya no podría seguir ocultando sus verdaderos sentimientos. Aquella máscara se terminaría de desprender.

—¿Qué tipo de persona sois? Utilizar a un niños para esto ¡Es excesivo!

—Necesitaba hablar con vos —se excusó.

—pero no así —dijo entre lagrimas.

—Eli, dentro de unos días me iré de Drawstone.

Sus palabras fueron poderosas, lo pudo notar al ver su rostro lleno de confusión. Eliana estaba abatida en un instante.

—La carta que recibí no solo hablaba de vuestra madre. También eran órdenes del Rey, espera que me reúna con él, a finales de invierno. Partiremos pronto.

La joven la vio de soslayo, Tristán se iba y estaban peleados.

—Eli… yo…

Sus palabras se atoraron en su garganta, verla así, tan vulnerable y con el cariño en sus bellos ojos hicieron que olvidara todo el monólogo que tenia preparado.

Definitivamente podia morir por esa mujer, incluso regresar del mismísimo infierno por ella. La amaba tanto.

Tristán bajo la mirada y tomó con suavidad su mano. El corazón de ella dejó de latir, a pesar de estar muy molesta, no podía negar que una sola mirada podía hacerla sentir débil. Tristán se había convertido en el único hombre que podía cambiarle el panorama en un instante.

—Te pido perdón por mis dudas… y mis insultos. He estado equivocado durante mucho tiempo, Eli. En lo único que no me he equivocado es en mis sentimientos.

Sus palabras eran dulces, llenas de sinceridad. Sabía que no mentía, su esposo estaba tan arrepentido por todo los malos entendidos. Cuando Tristán elevó la mirada, pudo ver su alma y le partió el corazón verlo tan abatido como si fuera a romperse.

—Mi comportamiento ha sido inaceptable. Eli… yo…

Tristán se puso de pie, y ella lo imitó, tomó sus manos entre las suyas y se acercó. Eli había empezado a llorar. No podía negarlo, había empezado a sentir algo muy hermoso por su esposo. Pero tenía miedo, de ser lastimada por él. Podía ser insultada por todos, menos por Tristán porque muy en el fondo lo quería. No esperaba este tipo de disculpa, ahora sería muy difícil seguir manteniendo esta postura fría. Si la hubiera insultado una vez más, hubiera sido razón suficiente, para cerrar su corazón, pero ahora ¿Qué haría? Su esposo había optado por la postura de un verdadero caballero, un verdadero hombre aquel que acepta sus errores y pide disculpas. Sabia que no era malo, pero estaba dolida.

—Eli…

El viento gélido entro por una rendija entre la madera, meciendo los rizos rojizos de ella y los cabellos negros de él. Un ambiente nostálgico los envolvió, sus corazones latieron al mismo tiempo y la brecha tan profunda entre ambos, parecía que poco a poco se acortaba. Se habían extrañado tanto, al punto de quedarse sin aliento. Los sentimientos entre ambos habían ido en ascenso, quizá desde antes que se besaran.

—volveré por ti.

Ella abrió los ojos enormemente, se soltó de las manos de Tristán y retrocedió horrorizada. Negó, lo hizo frenéticamente, confundiendo a su esposo. Ya se lo habían dicho, exactamente las mismas palabras. Su mente se invadió de inseguridad y miedo. ¿Si Tristán no volvía? No podría soportar otra perdida, no de él.

—Eli, esperad por favor.

Sus pasos la llevaron a fuera del cobertizo, dejando a un Tristán afligido y con el corazón resquebrajado. No lo sabía, Tristán desconocía la razón de su reacción y lo malinterpretó. Pensó que Eli, había dejado de sentir aquello especial para él. Quizá ya era demasiado tarde para recuperarla. Era el culpable de todo.

(…)

—Aquí tiene vuestra cena, señora.

—Esta noche comeré en el comedor.

Collete solo sonrió y se llevo los platos de allí. Eliana se miró al espejo, se había hecho unas trenzas para controlar el volumen de su cabello. No sabia lo que iba hacer, pero su esposo partiría mañana y no podían seguir así. Ya habían pasado un par de días, desde que le informó que se iría. Su curiosidad la llevó a preguntar cuanto tiempo le tomaría aquella misión, su respuesta solo pudo afligirla más. Serian tres meses aproximadamente, tres de los cuales no vería a su esposo. Había llorado tanto, la sola idea de perder a Tristán la hacia desfallecer, se imaginada escenarios donde el valiente caballero moría, torturándose. Si no podía impedir su viaje, entonces de su parte, haría una tregua. Aquel vestido era muy hermoso y abrigador, Drawstone tenía muy buenos modistas.

Para todos en el comedor, fue una grata sorpresa ver a Eliana entre ellos. Ella sonreía de forma casi imperceptible, se sentó junto a su esposo. Tristán quedo encandilado cuando la vio, lucia muy hermosa con ese vestido y su cabello suelto, con largas trenzas era una forma particular de las mujeres de Drawstone. Supo que no estaba molesta, había extrañado tanto su presencia. Los caballeros comenzaron a narrar sus proezas sobre el mar y las incontables veces que mataron serpientes marinas, y las tentaciones de las sirenas, que estaban lejos de ser seres bellos descritos en los libros. El animo de Eliana fue disminuyendo al pasar en la noche, aquella misión seria en el mar. Seria mil veces más difícil, el miedo la invadió a niveles descomunales. Su padre siempre narraba que las misiones en el mar, eran suicidas.

¿Si el barco se hundía? ¿Si alguna serpiente se comía algún caballero? ¿Si su esposo no regresaría?

Aquella cena de despedida debía ser amena, pero Eliana estaba alejada en sus pensamientos. Supuestamente deberían estar aterrados, pero no lo estaban. Los caballeros de Drawstone, eran fenomenales. Ellos bailaban con la muerte, al mando de su esposo. Todo empezó a darle vueltas, las voces se alejaron y solo podía percibir el sonido de los tenedores y cuchillos. El latir de su corazón comenzó a sonar muy fuerte, debía de calmarse. Esa era la verdadera vida de un caballero. Una vida itinerante, ensombrecida por la muerte. Ella era esposa de un caballero, no… de un comandante y gran señor.

(…)

Eliana contemplaba las estrellas, tenia un mapa de ruta en sus manos. Los marinos solían guiarse no solo por las brújulas, también por aquellos astros nocturnos. Había estado llorando, después de la cena no pudo acercarse a su esposo. Odiaba las despedidas. Su cuerpo se sentía tan débil, a pesar de haber cruzado alguna mirada, se decían mucho sin pronunciar palabra alguna.

—Pasa, Collete —gritó, cuando oyó la puerta sonar.

Le había dicho que le dolía la cabeza y que deseaba tomar un poco de manzanilla. Necesitaba dormir. Eliana la oyó subir las escaleras, esta noche no quería dormir sola, quizá le pediría que se quedara con ella esa noche.

—Collete deja…

Sus ojos se abrieron muy grandes, cuando vio a la persona que estaba delante suyo. Tristán tenia su infusión en una de sus manos, la dejo en una mesa cercana. Le dolió mucho, ver el estado emocional de su esposa. Eliana ni siquiera estaba sentada en el cómodo sillón, estaba en el piso trazando rutas en un viejo mapa. Ella evadió su mirada. Tristán no podía más con esta distancia, Eli había dado el primer paso, al ir a cenar, sentarse a su lado y lucir uno de sus vestidos. Él daría los necesarios para estar a su lado. Todo había sido un mal entendido.

—¿Qué hacéis? —le pregunto él.

—Nada.

Ella hipeo, se limpió las lágrimas. No quería verse tan abatida por culpa de su partida. Había algo de orgullo en su magullado espíritu.

—Eli yo…

Eliana volteo despacio, su mirada termino por romperse y el caballero no pudo más, y la abrazo, con fuerza, como si su vida dependiera de aquel abrazo. Aspiro su aroma, cerró los ojos con fuerza y la sintió temblar.

—Tristán.

—Mi Eli… mi vida… mi amor —su voz ahogada, solo podía hacer notar lo mucho que la había extrañado y todo el amor que era dirigido hacia su persona—. Perdóname mi vida, mi Eli. Nunca quise lastimarte.

Entre sus brazos fuertes sintió como su cuerpo temblaba, sintiéndose un miserable por haber llegado tan lejos. Amaba a Eli con su vida, se cortaría ambos brazos antes de verla con un solo raspón en el cuerpo. Seria capaz de renunciar a la posición privilegiada en la que estaba, solo por ella. Habían sido años sin su cariño, ahora era consciente del amor que le tenía. La aparto para observarla. Sus lágrimas le dolían tanto, limpió con suavidad cada una de ellas. La amaba, tanto, al punto de morir por ella. la volvió abrazar y Eli posó su cabeza en su pecho. El latir de su corazón la calmo un poco, ambos estaban al mismo ritmo. Tristán solo confirmo que había nacido para estar con ella, podía renunciar a todo por Eli.

El caballero beso su frente y la volvio a mirar. Su mirada tan profunda como el mar, estaba llena de amor y fue como una luz de esperanza para Tristán. Su reflejo en sus pupilas, eran la muestra clara de los sentimientos de ambos.

Sus miradas llenas de amor, fueron tan potentes que detuvieron el tiempo. Eli se acurruco en los fuertes brazos de su esposo, y quiso permanecer allí, para toda la vida. Era su refugio, donde se sentía protegida de todo. Tenía tanta seguridad y confort. Había extrañado tanto estar entre sus brazos, al dormir siempre la abrazaba, tantas semanas separados por un mal entendido. Tristán la tocó con delicadeza, como si fuera a romperla y tocó con el dorso de su mano sus labios. Su esposa los beso suavemente.

—Seria mucho pediros que no os vayáis —Su voz estaba totalmente rota. Ahora Tristán entendía que Eliana no quería que se fuera—. No… no quiero que os vayáis.

Ella lloró más, Tristán la atrajo y sus ojos comenzaron a picar un poco. Ahora que habían hecho las paces, se tenían que separar.

—Es la vida de un caballero. Elegí esta vida… no tengo derecho a protestar.

El cielo lleno de estrellas fue testigo de aquella añoranza entre ambos. Eliana se aparto un poco y atrajo el mapa que tenía.

—He estado estudiando vuestra futura ruta, estará plagada de monstruos —aseguró ella, sumamente preocupada.

—Hemos lidiado con peores bestias —acaricio con sutileza su rostro redondo, admirándolo. Le gustaba tanto—. Trataré de no dilatar mi viaje, Eli. Os lo juro. Este año es especial, habrá una lluvia de cometas en Drawstone.

—¿cometas? —preguntó muy sorprendida.

—Cada seis años, una lluvia de cometas ilumina nuestras tierras —tomó suavemente el mentón de Eli para que lo viera—. Quiero verlas, pero a través de vuestros ojos.

Su mirada palpitante azulina se conmovió, sus lágrimas rebalsaron, confirmando lo que ya sabía, quería estar con su esposo. Tristán se quedo contemplándola, con una mirada llena de amor, que quería guardar en lo más profundo de su corazón. Eli tomó una de sus manos y las entrelazo con una de las suyas, no quería llorar, solo quería conectar con Tristán sin palabras. Y lo beso, esta vez fue ella. aquel beso tan casto y lleno de sentimientos fue correspondido en el acto. Ella era tan dulce y suave. El caballero tomó una de las manos de Eli, y la colocó en su pecho.

—Mi corazón le pertenece a vos. Donde quiera que vaya, estaréis conmigo, aquí… Eli… mi Eli.

—Me gustaría poderos acompañarlo de alguna forma —Tristán tomó un mechón de sus cabellos y lo acaricio, la iba extrañar.

—Yo volve…

—¡No lo hagáis! —lo interrumpió y posó uno de sus dedos en sus labios—. No quiero escucharos decíroslo. No quiero… solo hágalo… Odio las despedidas.

—No quisiera dejaros, hemos pasado por tanto.

Era innegable el lazo invisible que se había formado en ambos. Tristán acarició sus labios con tanta suavidad, deseando poder besarlo, poseerlos como semanas atrás. Sin embargo, ahora solo quería verla, cubrirla con aquel amor implícito que se desbordaba desde su interior. Tomo un mechón de sus rojizos cabellos y lo aspiro. Allí estaba aquel ahora floral con toques de inviernos.

—desearía tanto tenerte de alguna forma conmigo.

Los ojos temblorosos de Eli se enternecieron ante tal afirmación. Había notado desde hace mucho lo mucho que le gustaba a Tristán tocar su cabello, así que sin meditarlo, tomó un abre cartas cercano y se corto una de las delgadas trenzas de sus crespos cabellos. Tristán la miró confundido ante tal osadía.

—Espero… que siempre me recuerde, caballero.

Eliana le extendió la larga trenza y Tristán sin decir más la atesoro en su pecho. La joven hipeo y lloró con un silencioso dolor, el caballero la atrajo y acuno su cabeza en su pecho, cerró los ojos con fuerza. No quería dejarla, menos en esa condiciones.

—Me duele tanto verte llorar —la apartó y le seco sutilmente las lágrimas—. Eres hermosa, aún más… cuando sonríes. Me encanta tu hermosa sonrisa… que me recuerda a la primavera de esta tierra. Cuando vuestros labios esbozan aquella sonrisa… son como las flores que se abren a la luz del día. Sabes Eli… vuestros mechón de cabello será un recordatorio más para volver aquí, pero… vos estas presente en cada momento de mi vida.

Eliana se aferro a su cuello, cerró los ojos llorando más. Fue consciente de los errores y malentendidos entre ambos, allí, en la intimidad de aquella habitación se prometió nunca más hacerlo, quería ser honesta para su esposo y abrirle su corazón en absoluto.

—Eli… yo te…

Ella lo silencio en el acto. No quería escucharlo en ese momento. Sus manos acariciaron aquellas mejillas acaneladas y le sonrió.

—Guardaros vuestras palabras. No quiero oírlas ahora… por favor.

Tristán beso su mano y obedeció la petición de su esposa. Eli estaba demasiado triste y su confesión no encajaba en aquella situación.

—¿Obtendré una respuesta de vuestra parte?

—absolutamente.

Con una promesa implícitamente entre ambos, se besaron como si no fuera mañana. Uno de los tirantes de Eli se resbaló por su hombres y Tristán tomó aquel seno desnudo entre sus enormes manos. Beso su cuello y sin pensarlo la mordió, dejando una marca. Eliana se sonrojo en el acto, pero se dejó llevar por el deseo de estar cerca del hombre que ocupaba sus pensamientos.

(…)

A la mañana siguiente Tristán partió con la gran mayoría de sus caballeros. Esta vez irían por mar, solo sería un viaje de un par de semanas y los barcos eran enormes qué podrían albergar muchos caballos. Se habían deshecho de la molesta serpiente marina, así que, no tendrían contratiempos. Arthur no viajaría, tenía la pierna recuperándose y seguía entablillada, pero estaba allí, ayudando a todos a alistarte. Tristán subió a houler, y antes de partir le dijo:

—cuida a vuestra señora.

—con mi vida —respondió.

Su corazón no pudo evitar sentirse oprimido, disfrazó su tristeza con una expresión ecuánime e indescifrable. Había ido a buscar a Eli en la mañana, pero ella ya no estaba. El caballero poso una de sus manos en el hombro de Arthur, le susurro una palabras que lo dejaron estático.

El barco zarpo y Tristán fijó su mirada en la costa de sus tierras, un escalofríos recorrió su cuerpo y pensó en Eli. Y en lo mucho que la quería. La vida se había encargado de separarlos, quizá desde que se conocieron, pero ahora se iría de forma diferente.

Arthur tuvo que controlar la expresión de su rostro. La voz escalofriante de su comandante había sonado como una advertencia… no, era una amenaza.

«No os olvidéis vuestra posición, Arthur. Eliana es mi mujer… qué no os olvide aquello», recordó.

¿Tristán sabía de los sentimientos prohibidos qué le tenía a su señora?

Arthur no se atrevió a darle la cara, mantuvo firme cuando el gran barco desapareció en el horizonte. Definitivamente estaba en problemas.

—¡ Señora! ¡Señora! ¡Lord Tristán se ha ido!

La dulce Theo no aplacó el dolor en su pecho. El viento gélido sopló y acarició su rostro entumeciéndolo un poco. Trato de sonreír, y miro al cielo. Tristán también lo hizo, ambos estaban separados, pero sus corazones estaban al mismo ritmo. Eliana junto sus manos, oraría por su regreso, deseaba con todo el corazón despedirlo, pero no pudo. No quería que la misma escena se repitiera. No con Tristán, no con su esposo. Si algo le pasaba, esta vez no lo soportaría. Se marchitaría como las flores en invierno y posiblemente se moriría. Alguna vez dijeron que volverían por ella, pero no lo hicieron.  

Una lagrima se fundió en la nieve, pero sonrió. Si bien dolía mucho en su pecho, era consciente de los sentimientos de su esposo. Aún podía recordar su casi confesión de la noche anterior, lo que hicieron en la alfombra y las marcas que le dejó en su piel.

—Yo…

El pequeño Theo tomó una de sus manos y le sonrió. Lord Tristán le había encomendado cuidar de su esposa y así lo haría. El caballero negro, quien estaba en proa, tomó el largo mechón y la ató cerca de su guantelete. Amó su regalo, pero no pudo evitar sentirse culpable por aquel rosario que tenía en la funda de su espada.

«Cuando os conviertas en un verdadero caballero… regresádmelo. Os cuidara. Prometedme os volveréis por mi», recordó.

¿Qué pasaría si Eliana se enterara de la verdad? Su verdad. ¿Lo dejaría? Era lo más probable. El pasado no importa, solo el futuro. Sin embargo, estar junto ella todos estos meses, solo pudo confirmar una cosa.

Había estado equivocado, muy equivocado. Durante muchos años había especulando aquello que vio en el jardín.

—No puedo cambiar el pasado… pero juro que cuando regrese no volveré a separarme de vuestro lado. Lo juro —extendió su mano y observó el vaivén del mechón de su esposa.

Había una línea muy delgada entre mentir y ocultar algunas cosas. Tristán estaba a punto de averiguarlo.

(…)

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