Capítulo XVIII
(...)
Al pasar los días, la pequeña amistad de Eliana y Sophie había crecido. Conversaron muchas cosas y compartieron parte de sus secretos, Sophie poseía habilidades excepcionales de las cuales estaba orgullosa, ya que podía ayudar a otros. Le preguntó sobre sus habilidades curativas a Eliana, esta supuso, que Sophie guardaba sentimientos por aquel caballero, y su anhelado deseo era poder curar las heridas que tenía en su rostro. Eliana le obsequio un libro acerca de anatomía humana y piel, era uno muy moderno, que había tomado prestado del despacho de su padre. Su tristeza iba en aumento, al saber que su estancia era efímera, puesto que no se quedarían mucho tiempo en el castillo. Por fin, había hecho una amiga y se tenía que ir. Al parecer estaba condenada a estar sola.
-Es una pena que os vayáis mañana -dijo con tristeza Eliana.
-Prometo escribiros cada vez que tenga tiempo.
-Esperare vuestras cartas con mucho anhelo. Tengo la esperanza que lleguen y no tengan ningún contratiempo -señalo con un halo de tristeza.
-¿Pasa alguna cosa?
Eliana la miro con los ojos vidriosos. No lo había hablado con Tristán nuevamente sobre su madre. A pesar de escribirle múltiples veces, no obtenía ninguna respuesta. Solía pensar que algo le sucedió al mensajero durante el trayecto y por eso no le respondía. Mentirse, había sido un medio tranquilizador para ella, prefería eso, ha aceptar que su madre no la amaba.
-Es solo... que mi madre no me ha respondido en varios meses -confesó con vergüenza. No quería hablar mal de su madre, aunque sea de forma indirecta.
-Quizá haya estado con pendientes. Ser esposa de un Duque no es tarea fácil.
Solo le dio la razón, pero ser la esposa de su padre era un tipo de martirio. Vivir en su casa, era un infierno en la tierra. Hubo más de una vez que pensó en huir e incluso en el suicidio, pero eran pecados, ambos. Debía de honrar a su padre y madre, amar su vida. Aunque fuera una agonía.
-Por cierto ¿De donde sois?
-Nací en un Broshewd, se ubica al sur de Rintanshid. Es un lugar con un clima algo cálido, pero con pasivos inviernos.
-Un lugar hermoso sin duda.
-Si... hermoso.
«¡Eres una vergüenza para mi familia», recordó.
Todo en ese lugar significaba dolor en su vida. Eliana no dijo nada, pero Sophie podía sentir y ver, su a través de su corazón. Ambas estaban sentadas junto a la ventana de la habitación de ella, Sophie le dio un fuerte abrazo y la tomó de las manos. Sabia que la extrañaría, podía ver su soledad en sus ojos azules. Eran como el cielo, pero uno muy gris. Su mirada se centró en aquel mal trecho listón en la caballera roja de Eli.
-¿Puedo?
-¿esto? -lo desató lentamente y se lo ofreció-. Lo tengo hace un tiempo.
Sophie se quedó mirando a la nada y pudo ver muchas cosa, tuvo que contener las lagrimas y sonrió cuando la miró. Aquel accesorio estaba cargada de energía y una muy triste.
-Yo... yo veo algunas cosas.
Ella le había explicado sobre sus habilidades y del significado que tenia aquel extraño medallón en su cuello.
-En estos días no me has hablado sobre vos, ¿Por qué no me hablas sobre esto?
Eliana dudosa tomó su listón entre sus manos.
-Este listón.
Sophie negó y acercó una de sus manos a su pecho. Quizá dándole la confianza para hablar. Eliana era como un polluelo, una flor antes de mostrar su belleza. Tenía tantas cualidades que no lo sabía.
-No el listón... sobre el pedazo de tela gris, ¿Que significa para ti?
Eliana no pudo contener las lágrimas, sus manos temblaron y se sintió una sucia traidora. Hace mucho que no pensaba en sus antiguos sentimientos. En su mente solo podía estar su marido y lo bueno que era con ella. Eliana dio un profundo suspiro, y la miró; quizá por el hecho que intuía que aquella mujer sabia lo que no quería desnudar. Su corazón estaba tan confundido.
-¿Qué os pasa, Eli? Si no quieres...
Con lágrimas en los ojos, Eliana sonrió. A pesar de ser un recuerdo triste, siempre le arrebataba un sonrisa. Aunque su corazón sufriera por los pocos recuerdos que tenía.
-No sé como decíroslo... ha pasado tiempo, mucho en realidad. Creo que le di un significado importante en mi vida -miró el listón con nostalgia-. Sabes... yo alguna vez estuve enamorada.
Sophie guardó silencio. Sabiendo que muy en el fondo, no hablaba de su esposo. Era muy triste amar y no ser correspondido, mas aún, cuando amas, te corresponden y no puedes estar con él. Era una agonía vivida. Quizá era su caso, amaba a Duncan, pero sus destinos estaban separados.
-¿Cómo se llamaba?
Eliana negó frenéticamente, ansiaba poder si quiera poder pronunciar su nombre, pero no podía. Parte de sus recuerdos eran espejismos en su subconsciente. Quizá fue la alquimia quien la obligo a olvidar.
-Si hay poco de recordar ¿Por qué no olvidar, Eli? Quizá suene poco apropiado de mi parte. Nos conocemos hace poco, pero vuestra sonrisa es triste. Vuestro esposo no es una mala persona, además de ser bien parecido.
-Mi matrimonio fue un mero arreglo de mi padre. Yo... yo no quería casarme y estoy segura que Tristán tampoco.
Eliana recordó aquella conversación que oyó de Tristán con su padre. Cuando a días de su boda, le exigió a este, que desistiera de aquella a la tildó "insensatez". Sin embargo, el escandalo que se desataría, al detener una boda a días, acarraría que el buen nombre de su familia sea lapidado, por muy cercano que sea al rey.
-Sinceramente pensé que mi matrimonio seria como el de mis padres, pero no fue así. Mi matrimonio con Tristán ha sido bueno. Él ha sido muy gentil y atento conmigo, pero... No he podido amarlo como debería.
Las palabras de Eliana están impregnadas de dolor, Sophie no dijo nada. Solo guardó silencio y siguió escuchándola.
-Solía pensar sobre si algún día, lograré sentir aquel sentimiento por mi esposo. Es un hombre bueno, lo sé. Todo lo que pregonan sobre su honor es cierto, debería amarlo. Soy una tonta ¿No?
-No... no lo sois.
-Soy consiente que el amor solo es un privilegio de algunos. Quizá de mujeres más bellas que yo, que tengan la opción de escoger, pero no fue mi caso. Tristán es un gran hombre, pero mi corazón le pertenece a otro.
Eliana se terminó por romperse, por fin decía aquella verdad, que tanto le costaba incluso pensar. Se sentía culpable por no entregar su corazón a un buen caballero como Tristán y seguir pensando en el pasado. Todo debería quedar entre ellas, pero no fue así. Parte de la conversación, sobre todo, aquella resaltante parte, donde se enfatizaba que no amaba a su marido. Había sido escuchado por él. Ni un puñal certero, ni las heridas ocasionadas por monstruos, lo habían lastimado tanto, como aquellas palabras de parte de ella.
Era una mentirosa, una vulgar mentirosa. Y él, un grandísimo estúpido, por creer que sus besos eran sinceros. También las múltiples veces que le dijo que era feliz allí. Todo era una gran mentira.
Un Tristán ofendido, apretó los puños y se marchó. No quería escucharla. Se sintió como un completo imbécil, allí, escuchándola hablar con tanta ligereza sobre sus intimidades. Cuando él, prácticamente moriría por ella. Definitivamente estaba hechizado por su belleza, pero había visto su verdadero rostro. Era un ángel con cuerpo pecaminoso, y muy mentirosa.
-O eso pensé -continuó.
Eliana trató de recomponerse, limpió parte de sus lágrimas.
-Me casé con Tristán, por obligación de mi padre. No pensé que lograría quitar este sentimiento de mi pecho, pero... al pasar los meses siento que me estoy mintiendo, que estoy viviendo una mentira.
-¿por tu esposo?
-No, por Tristán. Es por mi pasado -confesó-. Aquel amor se volvió un espejismo, al principio pensé... que estaba traicionándolo y me sentía tan sucia, solo por sonreírle, y permitirle algún tipo de acercamiento, pero... al pasar los días... siento que solo quiero estar con mi esposo.
Sophie la miró con ternura, entendía lo que le pasaba. Eliana se había negado en aceptar sus sentimientos. Tristán había despertado amor, uno que era débil, aún.
-¿Por qué no has hablado antes de esto? Quizá él...
-Tengo miedo de herir a Tristán. Él no se merece esto de mi parte. Él debería tener una mujer segura de sus sentimientos y que este a su altura. Yo me siento tan insignificante, que incluso pienso que esta conmigo solo por compromiso.
-¿Sientes algo por él?
Sophie podía percibir el dolor y la confusión en los ojos de Eli. Además había visto parte de su pasado en una de sus visiones.
-No lo sé. Quisiera ser digna de sentir algo más, que respeto por él. Quisiera poder verlo como vos veis a Duncan.
Tal descripción, hizo enrojecer de inmediato a la bella mujer, apartó su mirada. Sus sentimientos eran tan notorios que incluso ella los había notado. Todos sabían que lo amaba, excepto él, ya que solo lo consideraba una carga.
-Tanto... se me nota.
-Al principio me daba miedo, pero veo que es un buen hombre. Y vos... lo amáis, tal y como es, por eso pediste mi ayuda, para ayudarlo con su problema. A mis ojos, hacen una bonita pareja.
Sophie sonrió, estaba halaga por su comentario. La vida que había visto en sus visiones, estaba llena de perdidas, si seguía con la idea de entregarse a Duncan.
-Querida Eli. Eres un persona digna y merecéis que la amen. Todos merecemos que nos amen, tal y como somos. Solo tienes que abrir tu mente y tu corazón...
Sophie la tomó de ambos hombros y la insto a ver por la ventana. En ese momento Tristán pasaba y su corazón se detuvo. No podía negar que sentía algo por su esposo, por ínfimo que fuera. Collete ya le había dicho, que Tristán era un hombre difícil de comprender. Un enigma en todos sus letras.
-Según me contaste hace unos días. Tristán ha sido muy paciente y considerado contigo, por no obligarte a yacer con él, entonces... vos también deberéis hacer el mismo esfuerzo. Escuchadme Eliana, quizá vos queréis ver con aquellos ojos, como los que veo a Duncan, pero no has notado que tu esposo, te mira con esa misma mirada.
-No lo he notado.
-Abrid vuestro corazón. No os niegues el amor. Los seres humanos llegamos a este mundo con un destino, pero... podemos elegir, puedes seguir pensando en el amor que tuviste y en lo que hubiera sido o... enfocar tus sentimientos por aquel caballero que lo único que ha hecho, ha sido quererte.
Tristán volteo de medio lado, Eliana lo miro con adoración, pero lejos de verla como antes. Le dedicó una mirada fría y reservada. Ella había vuelto a dañarlo y él que quería dárselo todo.
-vuestras vidas. No están unidas solo por este matrimonio. La línea del destino no siempre es recta y continua. Algunos factores lo alteran, pero el final siempre será el mismo, ¿Qué decides? Pensáis seguir avanzando...o vuestros sentimientos seguirán atados al pasado.
Eliana medito sus palabras, Sophie tenia razón en todo lo que decía. Había llegado el momento de soltar todo lo que alguna vez la hizo feliz. Tristán la hacia feliz, sus reacciones en aquella sofocante noche fueron reales, estaba apunto de hacer el amor con un hombre que decía no amar, pero ahora sabia que no era así.
-Habladme sobre Drawstone. No hemos tenido mucho tiempo de salir tras las murallas del castillo. Me gustaría conocer más sobre este hermoso lugar
A Eliana se le ilumino el rostro. Ahora estas tierras eran su hogar, con una enorme sonrisa dijo:
-Drawstone es una tierra bella. Me siento feliz con su gente y sus costumbres. Es tan exótico y lleno de magia. Sabes, tienen un festival muy particular de cosecha, donde hay una lluvia de linternas. Tristán es considerado un héroe...
Sophie sonrió, definitivamente Eliana no era consiente como su rostro se iluminaba, cada vez que hablaba de su esposo, y según, sus visiones. Todo apuntaba que ella solo había amado a una sola persona y seguiría haciéndolo.
(...)
A la mañana siguiente Tristán y Eli, despedían a los que habían sido sus inquilinos durante una semana. Eliana no pudo dormir sobre los nuevos sentimientos que estaba empezando a aceptar y quería tener una conversación con su esposo, pero para su pena. No había ido a dormir con ella. Y según, lo que veía esa mañana, había estado bebiendo. Sophie había tenido una conversación con Tristán, antes que salieran del castillo. No dudaba de su discreción, sabia que no le diría sobre lo que sus ojos habían visto y que tenía la necesidad de decírselo.
-Eres bienvenido, esta siempre será vuestra casa -enfatizó Tristán.
-¡Dejad de hablar con un noble! -se burló -. Sabes que puedes contar conmigo y mi espada.
-Espero no necesitarlo.
A pesar de la distancia, su amistad siempre permanecería intacta e incorrupta. Tristán le debía la vida y por su culpa, tenia aquella horrible cicatriz. Duncan, le debía algo más , su libertad y paz.
-Realmente voy a extrañarte, Sophie.
-Igual yo. Eli sigue tu corazón... llegado el momento tomarás la decisión correcta. Ni la distancia puede hacer que el verdadero amor se extinga.
-¿Decisión correcta? -le preguntó evidentemente confundida.
Sophie sonrió y se acerco a susurrarle una cosa en el oído. Ella era tan enigmática. Algunas veces, solía hablar de cosas que desconocía.
-Recuerda que las flores de vermilion son vuestra favoritas. Cuando llegue el momento florecerán en su interior.
Sus palabras algo desenfocadas la confundieron. No recordaba haberle dicho aquel detallem
-¿Cómo sabéis que son mis favorita? Yo os nunca dije.
-Porque ya hemos tenido esta conversación.
La afirmación tan escueta de su parte hicieron palidecer a Eli.
¿A que se refería? ¿Cómo que habían tenido esa conversación?
Tanto Tristán como ella se quedaron viéndolos hasta que desaparecieron entre la espesura del bosque. El caballero estaba tranquilo, ya que les había proveído con los suficientes suministros para varios días de viaje, y pudo darle sus mejores caballos, pero Duncan prefería caminar. Su ceño se frunció y recordó la conversación de anoche.
-Vuestra historia será el inicio y el final de todos, recordad aquello caballero. Vuestros el camino se separan y vos, debéis confiar en el amor de ambos. Hablad siempre con la verdad, porque esta vez la perderás... y será vuestra culpa.
-Qué estáis diciendo. ¿Vos le habéis contado alguna cosa? -acusó a Duncan. Quien negó tajantemente. No creía que su mejor amigo fuera capaz de contarle. Aquel aspecto de su vida que tanto le dolía.
-aún queda tiempo, caballero. Vos sabéis a que me refiero.
(...)
Durante la cena. Los caballeros estaban sumamente adoloridos por la extenuante jornada que habían tenido. Tristán era estricto, no querían que sus hombres perdieran forma solo por estar en casa, podían atacar la cuidad en cualquier momento y muchas familia dependían de sus habilidades. Sin embargo, algo había cambiado dentro suyo. Todos lo habían notado, a excepción de su tierna esposa. Tristán había amanecido particularmente irritable, además de colérico. Desde hace un par de días.
-la cena esta deliciosa.
Eli habló con tanta inocencia y le sonrió, pero ni siquiera la vio. La ignoró y siguió comiendo. Se guardó sus demás comentarios, que usualmente diría sobre los vegetales frescos y lo delicioso que sabia el vino. Supuso que quizá estaba cansado. Durante todo el día se había mantenido lejos del castillo y casi no se habían visto. Su mirada azul se centró en la mano que tenía cerca. Todos estaban hablando y sonriendo, pero disimuladamente le dijo:
-Estáis herido ¿Qué os paso?
Cuando ella trató de tocarlo, él no se dejó. La forma en como lo hizo, era comparado con si su tacto le ardiera. Eliana sorprendida lo observó y no pudo sentirse abatida ¿la estaba rechazando? Ni siquiera la miraba, pero podía sentir su molestia al tenerla cerca.
-No tengo hambre.
Tristán se puso de pie y Eli observó su plato, casi no había comido. Era algo muy extraño, ya que su esposo era un hombre de buen diente. Se llevó una de sus manos a su pecho y tuvo un mal presentimiento. A pesar que lo hizo disimuladamente, Eliana se sintió humillada. Tristán nunca era tan frio con ella. Siempre era gentil, incluso cuando eran una pareja de recién casados. Podría ser muy callado, pero era tierno y procuraba su bienestar. Se sintió triste, al pensar que era aversiva. Todo era observado por el único caballero que había observado todo.
«Quizá esta preocupado», pensó y trató de convencerse, qué aquello, era lo que pasaba.
(...)
La noche llegó. Después de haber muchas obligaciones alrededor de su tierra, Tristán se disponía a dormir. Había estado mucho tiempo lejos y las tareas se habían acumulado, ya que, había algunas que solo él y su espada podían realizar. Después del festival de la cosecha, recibió varias cartas de varias casas nobles, extendiéndole su felicitación por su matrimonio. Le causó parte de gracia, muchos lo despreciaron por su origen.
Le temían, no por su pasado. Era por su vinculo por el rey Luis y su casamiento con la hija del Duque de Broshewd. Todo se resumía la conveniencia de su ahora rango. Muy cansado se tronó el cuello. Abrió la puerta despacio y encontró a su esposa dormía. Se acercó despacio y estuvo tentado a tocarla, pero no lo hizo. Los últimos días la había estado ignorando, aún guardaba en su mente aquellas palabras que lo habían herido.
Había hecho de todo por Eliana, con el propósito que se sintiera a gusto en Drawstone. Todo era en vano, todos sus esfuerzos se resumían a sus lagrimas. Sus esfuerzos por hacerla feliz y las veces que sintió que ella se abría con él, eran una vil mentira. Vaya, que aquella noble sabia mentir y muy bien. Que podía esperar, si ella ya le había roto el corazón hace un tiempo.
¿Por qué se permitió sentir algo por ella? era un imbécil, un grandísimo imbéciles con todas sus letras. Se odio por haberse casi entregado a ella noches atrás. Por permitirse besarla y tocarla. Por creer que dentro de ella, había sentimientos hacia su persona. Su relación, su matrimonio era unilateral. No sería su imbécil, ya no. Si ella deseaba irse con el dueño de sus sentimientos, tenía las puertas de Drawstone para irse.
Tristán se sacó la camisa y se acercó hasta donde estaba el agua, para asearse. El agua en su rostro fue realmente refrescante. Sus sentidos agudos le hicieron empuñar una vez más, su espada que tenía cerca. La madera de la estancia de arriba sonó. El caballero se armó y se colocó al lado de su durmiente esposa.
¿Quién se atrevería a enfrentar al poderoso caballero negro?
Los únicos que entraban a su castillo eran personas de confianza. Aunque no tenía conocimiento pleno de todos los criados. Sabía que ninguno no lo atacaría por la espalda. Los pasos comenzaron a descender por la escalera de caracol, definitivamente lo haría pedazos.
Sus ojos se abrieron enormemente, cuando vio de quien se trataba.
-¿Os pasa algo?
Tristán relajó su postura y sin meditarlo tomó la sabanas de su cama y las jalo.
No había nadie.
-¿Mi señor?
Eliana cerró el libro que tenia entre sus manos. Su sorpresa fue grande, cuando bajo y encontró a su esposo armado hasta los dientes.
-Nada.
Su respuesta fue tan seca, como lo furioso que se sentía.
¿Qué era lo que había visto? ¿Qué tipo de alucinaciones invadían su cabeza?
La mirada de Tristán se volvió más iracunda cuando tocó aquel lado, estaba caliente. No estaba loco, observó a Eli, quien estaba muy confundida. Podría estar molesto con ella, pero no debía de descuidarla. Su seguridad era tan importante como todos los demás.
Los delirios y perdida de la noción. eran asociados a demonios, pero su casa estaba protegida y bendecida. Quizá necesitaba un descanso. No podía olvidar la conversación que Eliana tuvo con Sophie antes que se marchara. Curiosamente le había dado un indicio que Eliana se iría de su lado, quizá esta mentirosa le había pedido auxilio y estaba planeando fugarse. Todo aquel asunto estaba perturbándolo, desquiciándolo. Si ella quería irse, entonces debería de hacerlo.
Quizá era lo mejor, que se largara de su vida. Nunca debieron casarse, era... siempre fue una insensatez.
(...)
Los cucharones sonaron fuertemente, el metal resonó en el piso de piedra. la joven se sintió torpe. Los criados acudieron a ella sin pensarlo. A pesar de ser la señora de Drawstone, siempre era amable. Se involucrada mucho en el bienestar general, quería estar al tanto de los alimentos, y la salud de todos. Eliana había hecho gala de sus habilidades curativas, sabia mucha de plantas e infusiones, las cuales había ayudado, a más de uno. No contaban con muchos curadores en Drawstone. Los pocos que habían, siempre estaban ocupados. Necesitaban más personas preparadas, para atender a la mayoría.
-Lo siento... lo siento tanto.
Sus manos le parecieron pesadas y muy torpes. Eli no podía ocultar su vergüenza ante el escrutinio de los criados. Su curiosidad por el almuerzo la llevo hasta la cocina. No había bajado allí durante días, y no porque su esposo se lo impidiera. Los últimos días, había estado algo pagada por el extraño comportamiento de su marido. Se sentía tan sola, desde la cena donde no quiso que lo tocará.
Después de aquella noche, nada volvió a ser igual.
-Mi señora, no os preocupéis. Nos encargaremos.
Ni siquiera la voz de Collete la tranquilizó. Ella solo quería ayudar, pero terminó por ser un estorbo. Su padre tenia razón, no servía para nada, incluso los cuchillos y cucharones se les resbalaban de las manos.
-Pero...
Eliana pestaño varias veces, sus ojos llenos de vergüenza se nublaron, observó todos a su alrededor. Se sintió una extraña entre tantas personas. Si bien, ninguno la observaba con malicia. Ella se sintió pequeña y la poca seguridad que había ganado se estaba desvaneciendo, casi no hablaba con nadie.
«Ni siquiera he aprendido bien el acento», pensó.
Avergonzada, decidió salir. Ya debería haberse adaptado, pero no podía, las personas en el castillo eran realmente amables y Collete había invertido mucho de su tiempo, para enseñarle los diferentes platillos de su región. La forma de prepararlos también no era tarea fácil. Los alimentos y especies en Drawstone eran tan variadas. La hiervas curativas, no se comparaban con las tantas especies para sazonar la comida. Y sus múltiples formas de preparar venado o el cerdo. La cocina en su país era más sencillo.
Quería pertenecer a Drawstone, pero no sabia como o por donde empezar. Muy dentro de ella, nacía la esperanza que su esposo se sintiera orgulloso. Sophie tenia razón, tenía muchas razones para empezar. No solo a querer a Tristán, también amar a Drawstone y a su gente. Solo debía de seguir esforzándose. No cerrar su corazón, mucho menos su mente. Alguna vez, soñaba con salir de los muros de hogar, ahora lo hizo, aunque sentía miedo, poco a poco, ganaba confianza. Solo, no debía de rendirse.
¿Qué debía de hacer? O... ¿Qué debía de cambiar?
Con un nuevo animo, decidió volver a entrar a la cocina. Sabia sobre postres de su tierra, esa tarde sorprendería con una deliciosa tarta de grosellas dulces.
-Puedes hacerlo, Eli -se animó.
Eliana depositó todos sus esfuerzos en aquella comida. Con ayuda de Collete, preparó pescado ahumado, acompañado de pan recién horneado. Los caballeros también habían cazado, así que, se hizo venado asado con verduras. Eliana no solo horneó una tarta de grosellas para Tristán, también hizo otra, con carne de cerdo y verduras, acompañado con exóticas especias, para los demás caballeros.
-Todo se ve delicioso -Resaltó Collete.
La joven sonreía satisfecha, se había esforzado mucho, durante las horas de preparación del almuerzo. Eran muchas personas, entre caballeros y los criados. Todos debían de ser alimentados, aunque no compartieran la mesa.
Eliana abrazó a la anciana, había progresado mucho en sus habilidades en la cocina. Cuando estaba en su antiguo hogar, se limitaba a coser y bordar, leer mucho, porque tenía prohibido entrar en la cocina. En Drawstone, era libre de hacer que lo deseara.
-¡Tristán!
El caballero se había aproximado hasta la cocina, necesitaba un poco de agua caliente para limpiar algunas piezas de metal. Eliana se sonrojo al verlo, era la primera vez que cocinaba para su esposo, así que, una sensación extraña invadida su pecho. Estaba ilusionada, por recibir alguna palabra bonita de su parte.
-Nuestra señora ha hecho el esfuerzo de cocinar muchas tartas para todos, en especial para vos. Ha preparado un tarta deliciosa de grosellas.
-Collete me ha ayudado mucho, además... he
-Qué desperdicio. No me gustan.
La expresión tan alegra y llena de esperanza se desvaneció en un instantes. Las manos qué tenían abrazadas a la vieja Collete, cayeron a sus lados, era tan grande la decepción que quería llorar. Se sintió pequeña ante su filuda mirada de su esposo. Tanto le había molestado que cocinara. También sintió como todos en la cocina la observaban.
-Pruébalo antes que lo sirvan, pruébalo, no vaya tener veneno.
La joven no escuchó la reprimenda qué le dijo la anciana a su esposo, estaba ida y todo a su alrededor comenzó a serle indiferente. La lejana sensación de su antiguo hogar se alojó en su pecho, casi como si la asfixiara, recordó a su madre y las veces que recibió un insulto por parte de su padre, por alguna acción que no le gustara. Eliana siempre se prometió que no terminaría como su madre, ahora, tenía la certeza que la historia se estaba repitiendo. Un desolador vacío comenzó a invadirla, ni siquiera sabía porque seguía allí. Siempre huía cuando la trataban mal, pero esta vez, se rehusaba a pensar que Tristán lo hacía adrede.
Cuando el almuerzo fue servido, sentía que todo a su alrededor se movía lentamente. Los caballeros parecían estar maravillado con los platillo y más de uno, se dirigió hacia ella. Sin embargo, solo podía escuchar el latido de su corazón. Casi agónico, como si estuviera a punto de detenerse.
¿Por qué tenia aquella sensación el pecho? ¿Qué era lo que sentía? Una de sus manos aprisionó su pecho, sentía que todo la asfixiaba y todo iba sobre ella.
Ahora podía sentirlo fehacientemente, su esposo estaba distante con ella. No lo quería aceptar, pensaba que seguro estaba cansado u otra razón. De la cercanía qué habían tenido hace unas semana, no quedaba nada, ni siquiera le hablaba como antes. Quizá Tristán se haya arrepentido por besarla. La culpa se anidó en su pecho. Si, se había alejada totalmente de él al inicio y no porque lo deseara. Era porque era tímida y no tenía la confianza suficiente para hablarle. Después de muchos menos, había ganado aquello que le faltaba, pero parece que era demasiado tarde. Antes podían mantener una amena conversación, pero ahora apenas la miraba.
No notó cuando una lágrima salió de su rostro y se posó en su plato. Era tan vergonzoso, no había notado que estaba llorando, sus lágrimas se habían anticipado a su dolor y muchos de los caballeros lo vieron. Su cuerpo tembló más, cuando su esposo lejos de preguntarle que le pasaba, seguía comiendo ignorando por completo su estado. Eliana no pudo más con su desprecio, se puso de pie y salió del salón comedor ante la sorpresa de todos, encerrándose en su cuarto. Tristán no se inmutó siguió comiendo hasta terminar su plato, se limpió la boca y salió en otra dirección lejos de su esposa. El salón que usualmente estaba lleno de risas pero en ese momento reinaba el silencio. Arthur no pudo evitar preguntarse qué le había pasado a Eliana, estuvo tentado a ir tras ella, pero Benedict, se le impidió.
-maldita sea, tenéis que comportaros.
Arthur se zafó disimuladamente, apretó los puños en sus rodilla, Benedict tenía razón. Ella estaba casada y lejos de su alcance, no debería impórtale, pero estaba llorando y le había dolido verla así. Quería convencerse qué le guardaba una discreta estima, como un amistad. Prefería verla sonreír con los ojos brillantes, cuando solía encontrarla. No se explicó el comportamiento de Tristán, quién no le había importado. Era la primera vez que tenia ganas de romperle la cara, pero eran problemas de pareja y no debía de intervenir. La que si se fue tras el caballero, fue Camille, ninguno se sorprendió. Era típico de la valiente guerrera dejar su orgulloso carácter, por el único caballero que estaba indispuesto para ella, pero todos conocían el resultado de eso.
(...)
Las lágrimas de la joven empaparon el almohadón de plumas de su cama, estrujó las sedas de las sábanas y se sintió tan sola. Se había prometido esforzarse por su matrimonio, pero se preguntaba una y otra vez, la razón del desprecio de su esposo. Atrás habían quedo aquellos besos húmedos sobre su cuerpo, su caricias dulces y lo dispuesta que había estado noches atrás.
¿Qué era lo que había pasado entre ellos? ¿Había cometido algún error?
Solo hasta ese momento Eliana pudo aceptar que le tenía cierto cariño a su esposo. Quizá no un ferviente amor, pero no significa que no fuera importante. No quería que estuviera molesto con ella, y si lo estaba, al menos esperaba escuchar las razones. Recordó aquella vez que le quiso curar la mano y no se dejó tocar por ella. Todo había empezado poco después que Sophie y Ducan partieran.
¿La consideraba repulsiva?
Era consciente que no era bonita. No era como Camille valiente y fuerte, con una destreza digna de admirar, piernas largas y dotada de una poderosa talla. Tampoco era como Sophie, hermosa y delicada, elocuente y muy inteligente. Ambas poseían cualidades de las que ella tristemente carecía. Quizá el caballero ya había notado eso. Se negaba aceptar que fuera tan superficial, pero Tristán era tan atractivo.
¿Si Tristán le pedía el divorcio? Ella tendría que cargar la cruz de ser una mujer divorciada y pobre, porque estaba segura que su padre no la recibiría. Ya no era virgen, así que, dudaba mucho que un hombre bueno se fije en ella.
-¿Qué debería de hacer? -se cuestionó.
Cuando llegó la noche, Eli planeaba su próximo movimiento, sabia que su esposo era un hombre sumamente reservado y muy metódico. Quizá ella hizo algo que lo molestó, por inconsciente que fuera y lo pudo haber malinterpretado. Sophie le había hablado sobre qué debería abrir su corazón. Quizá si tenía una conversación, entendería el porque estaba tan distante con ella.
Mientras tanto, lejos del palacio Tristán se encontraba bebiendo una enorme botella de vino. Quizá era la segunda de esa tarde-noche. Por lo general, el caballero siempre optaba beber y compartir con sus amigos, pero en aquella ocasión deseaba estar solo, despejar su mente y no pensar en aquella mujer que lo había engañado.
-¿No crees que habéis bebido suficiente?
Benedict habló, pero Tristán fingió no haberlo escuchado. Era el colmo, recibir algún regaño de parte el caballero más mujeriego, que había conocido. Este se acercó, le quitó la jarra y bebió de ella, también estaba sufriendo por una mujer, pero no permitiría hundirse en la bebida. Si no lo quería, porque beber por alguien que no lo merece.
-¿Todo esta bien?
Tristán guardó silencio y su mirada se perdió en un punto de las caballerizas. No quería hablar sobre Eli. Hasta hace unas semanas, era el hombre más feliz, ahora su existencia se resumía a un perdedor. Benedict, sabia la disyuntiva de su amigo, todos los habían notado, había perdido la sonrisa de meses, en cuestión de días. Este tipo de problemas había afectado a todos. Los entrenamientos se habían vuelto sumamente duros y a cualquier error, no eran perdonados con facilidad. Le dolía toda la maldita espalda, producto de aquellas batallas. Comenzaba a resentir el paso de los años.
Pocos sabían la verdadera historia sobre Tristán, el único que la conocía a detalle era Benedict.
-Hiciste mucho para estar con ella -habló, rompiendo el silencio forzado-. ¿Por qué renunciar ahora?
Tristán parecía inmerso en sus pensamientos e indispuesto a responderle. Su mirada perdida reflejaba lo mucho que sufría. Y cuando Benedict estuvo dispuesto a dejarlo solo, el caballero dijo:
-porque ella no me ama.
El caballero enmudeció. Consideraba a Tristán como el caballero más fuerte de la faz de la tierra, capaz de cortar a cientos de hombres por su acero, pero ahora lucía sumamente frágil, como si cualquier cuchillo pudiera atravesarlo.
-¿Estáis seguro sobre eso?
Él no contesto. Volver a repetir tales palabras de ella, era humillante y no lo hablaría con nadie. Ella ya le había hecho daño, quizá fue muy ingenuo por creer que seria diferente.
-volviste por ella del mismo infierno, Tristán -le recordó-. No sé que demonios os paso después, pero al final lograste casarte con ella. No has notado como te mira, quizá esta confundida... a veces las mujeres...
-¡Cierra la boca, Benedict! -lo interrumpió con ira palpable -. No hables de lo que conoces muy poco. Somos amigos, pero no olvidéis que Eliana es asunto mío.
Se puso de pie con dificultad. No estaba dispuesto a escucharlo, tampoco que lo viera tan rotó por ella, pero antes de salir. Benedict le dijo:
-Enfriad vuestra mente, Tristán, porque si cometes una locura. La perderás y esta vez será tu culpa.
Sus palabras le recorrieron cada fibra de su cuerpo y recordó a Sophie.
«Aquello no lo diré yo», recordó.
No podía ser cierto, solo era coincidencia. No le preguntó mucho a Duncan sobre aquella misión, no era su problema, pero si le había mencionado de sus habilidades.
El caballero salió sin mirara atrás. Benedict esperaba que sus palabras tuvieran el impacto necesario. No quería que su amigo sufra. Como hace un tiempo, cuando volvió a verla después de años. Tristán desde ese día cambio, se volvió despiadado y temible, incluso Duncan le temía. Al casarse, parte de ese brillo, del Tristán bondadoso volvió. Con mucha fe, esperaba que su amigo no hiciera lo que su mente temía.
(...)
-¡Tristán!
Eli se puso de pie, ya se había puesto el ajuar más lindo que tenia. Con la esperanza de vislumbrarse un poco, más atractiva para su esposo, pero este solo le dio una mirada rápida y se dirigió a lavarse las manos.
El caballero derramó un poco de agua en el piso, tuvo que pestañear muchas veces para aclarar su visión. Durante el trayecto, tuvo que apoyarse en los muros del castillo para no caerse como un imbéciles. Había bebido demasiado.
Su joven esposa había estado esperándolo, había preparado el tablero de ajedrez. Con la esperanza de despertar el interés en él.
-¿Queréis jugar? -le preguntó con suavidad, junto sus manos en su pecho, guardó la esperanza que su esposo la viera si quiera -. La última vez... vos casi...
Tristán pasó por su lado, ignorándola por completo. Se estaba quitando las botas y el cinturón, preparándose para dormir. Sus ganas de llorar se intensificaron, trago profundamente y un vacío se posó en su pecho. Lo recordó sonriendo con ella, aquel beso en el festival y otros momentos juntos. Ella quería decirle que la última vez prácticamente le había ganado, pero ni siquiera la dejo terminar. Cuando paso por su lado tan distante, un frío recorrió su cuerpo.
Le pasaba algo, y no era nada bueno. Quizá ella debió esforzarse más por su matrimonio. ¿Era tarde? No lo sabía.
-No tengo tiempo para eso.
Su voz estaba impregnada de tanta indiferencia. Tanto desdén hacia ella, cuando hace unos días le había hecho sentir segura y hasta querida. Eliana junto sus manos en su pecho, tratando de acumular el máximo valor para hablarle.
-Tristán -su voz fue tan suave, estaba llena de sentimientos hacia él, pero estaba cegado creyéndola una vil mentirosa-. ¿Os pasa algo?
Ella no vio la sonrisa que esbozo, tampoco de la frustración que muy bien había ocultado.
-¿He hecho alguna cosa que os moleste? Yo... por favor decídmelo... soy consciente que soy muy torpe, tampoco soy bonita y ni una buena esposa, pero quiero esforzarme. Tristán... podrías si quiera mirarme.
Aquella idea errónea se anido en su mente. Quizá Tristán estaba cansado de ella, porque no yacía en su lecho, tampoco porque no sabía cocinar y sus habilidades se resumían en leer y bordar. Era consciente que su alquimia tampoco servía, ya que había un curador que era muy bueno y ayudaba a todos en el pueblo.
Tristán resistió las ganas de burlarse en su delante. ¿Qué no era bonita? Era la mujer más hermosa que había visto. ¿Qué era torpe? Era inteligente y tenía múltiples temas de conversación. Definitivamente esa mujer estaba engañándolo, tratando de confundirlo para que caiga en sus redes. Volteó a penas para verla, era la vivida imagen de un ángel, pero uno mentiroso. Y antes que volviera a hablar, la beso, pero esta vez de forma diferente.
Aquel beso casto y lleno de amor de días atrás, había quedado en el olvido. Tristán devoraba la boca de Eliana, como si su vida dependiera de ello. La joven se vio obligada a abrir la boca, sintiéndose frágil entre sus brazos, quitándole el aliento y nublando su mente. Solo en ese momento pudo aceptar que Tristán le gustaba, no como amigo, le gustaba como hombre y todo lo que su simple toque podría ocasionar en su cuerpo. Podía envolverse junto a él, en ese huracán de pasión encerrados en cuatro paredes. Ahora entendía porque su madre preparó varios ajuares para las noches nocturnas, porque se practicaba lo que durante cientos de años era normal. Hacer el amor, aquel agridulce momento que no solo estaba impregnado de lujuria, también de una conexión intrínseca entre ambos.
El beso lleno de lujuria y sabor a vino, los embriago por un momento. Tristán se apartó un poco para verla, estaba sonrojada y su generoso busto bajaba y subía. Ella fue una bendición, ahora era su maldición. Si no obtendría su corazón, al menos tendría lo que se había privado por todos estos largos meses, su cuerpo. Sabía que no se negaría, ella había estado reaccionando a sus toques, así que, no sería problema. Estaba excitada eso era seguro, hasta mojada la podría encontrar.
Tristán la atrajo con fuerza hacia su cuerpo, le excito aun más, escucharla suspirar. Con una de sus manos le acarició el trasero sintiendo su suave nalga y ella se respingo, la volvió a besar. Mientras recorría sus manos sobre su cuerpo desde su cintura hasta sus senos, la beso y estaba tan sonrojada qué no protesto. Luego la lanzó a la cama y fue tras ella. Sus manos presurosas de más de piel, dejaban roja por donde pasaba. El aroma natural de su piel, lo volvía loco. El solo hecho de pensar, que otro hubiera podido percibirlo. Hacia arder sus celos, nublando su razón y transformándolo en un energúmeno. Su piel era como seda, sus besos dulces y su aroma a canela eran embriagantes. Aquel imbéciles que ocupaba su corazón, solo abra podido obtener quizá un beso de su parte, pero no todo, lo que ella ahora le estaba dando.
Eliana estaba tan embriagada por las sensaciones que despertaba Tristán en su cuerpo. También quería tocarlo, así que se próximo a tocar su pecho, sintiendo los vellos qué habían, esto pareció, encender más a Tristán, qué no tardó en tocarla bajo la camisola. Para luego, arrebatarle los calzones que tenia, sus piernas y aquella parte que se abría en dos, lo invitaban al deseo de estar entre ellas. La joven suspiraba por su esposo y los profundos besos que le daba, pero no pudo evitar cuestionarse, si esa era la manera correcta de hacer el amor. La ultima vez, Tristán era tan dulce con ella, tierno en sus toques y solía mirarla a los ojos mientras era tocada con devoción, pero esta vez, parecía que tuviera urgencia en desnudarla y tenerla dispuesta. Se asustó un poco, pero también estaba embriagada en la intimidad del momento.
¿Habían dos formas de hacer el amor?
La siguió besando, para luego terminar en su cuello. Eli sentía que poco a poco se iba humedeciendo en aquella intimidad, gimió con lágrimas en los ojos. Mientras que los tirantes de su camisola cayeron por sus hombros, desnudado por completo sus senos, pero imposibilitándola de tocarlo como ella quería. El caballero vio con deseo como sus pecho rebotaron al ser desnudados, aquello lo excito. Con sus dedos tocó sus pezones rectos rosaditos, Eliana gimió y se metió uno a la boca, mientras el otro era amasado con su otra mano.
-Tri... Tristán -balbuceo-. Espera...
Aquella queja logró molestarlo, quizá se sentía aversiva al ser tocada por alguien como él.
-Tristán... yo... es...
Él se apartó abruptamente y la tomó de los hombros desnudos sorprendiéndola, asustándola en el acto, parecía furioso y fuera de si. No lo reconoció.
-¡Maldita se! ¡¿Qué es lo deseas?! ¿Qué otro ocupe mi cama?
Su mirada impregnada de oscuridad la amedrentó. Eliana juró que su esposo la odiaba por primera vez. Se horrorizó ante sus palabras y tembló como una hoja. Tristán no bromeaba, lo decía tan en serio, que sus palabras impregnada de veneno, la hirieron en el acto. Ella solo se estaba quejando porque no podía tocarlo como ella quería.
-Yo no...
-¡Si no quieres compartir mi lecho, no voy a obligarte!
El caballero frustrado salió de la habitación, bajo la mirada llorosa de su esposa. En ese momento, noto que tenía la camisola enrollada en la cintura, y se abrazo a si misma y se inclinó a llorar, sintiéndose tan sucia. Estaba prácticamente desnuda y había sido despreciada. Tristán la consideraba repulsiva, como si fuera una leprosa, peor aun, quizá como un demonio y otro ser. La desnudez de su cuerpo la hizo sentir insegura. Todas sus pequeñas imperfecciones le parecieron enormes. Seguro no le gusto lo que vio bajo sus prendas, su autoestima se fue hasta el piso de solo pensarlo. Su cuerpo tembló y ahogó su llanto bajo las mantas; negó frenéticamente. Se estaba convirtiendo en lo que más temía, en su madre.
(...)
A la luz de una nueva mañana, Eliana observaba los ajuares tan bellos que había traído de su tierra. Las telas finísimas y trasparentes dándole un toque de sensualidad, pero ya nada importaba. No podría usarlos, su esposo la consideraba poco atractiva y no había regresado en la noche, dejándola destrozada. Eliana no podía explicar el porqué de sus palabras. ¿Otro? Nadie había en su mente, en aquel candente momento. Solo Tristán y sus manos.
Aun así, ansiaba ser feliz. Ya había vivido en la agonía de su antiguo hogar, así que, tendría que replantearse la forma de ser feliz. Drawstone era una tierra enigmática llena de vida y con gente maravillosa. Si su esposo no la quería, entonces podría buscar otras formas de ser feliz. Ya se está rindiendo, habían sido días y días de desprecio.
Eliana sonreía al regar las flores. Ya conocía la ruta del laberinto que le llevaba al centro. Era algo tedioso deshacerse de las criadas que siempre la seguían, amaba su soledad y eso era algo impensable para las jóvenes. No quería pensar en Tristán, porque sentía que la estaba tratando como mucha frialdad, que no se merecía. Su padre solía ser así, siempre optaría por tomar distancia.
¿Algo le había pasado? Pero ya no importaba.
Eliana temía que su esposo se estuviera cansando de su compañía, pero no podía acercarse mucho sin sentir su desprecio. Tristán podría solicitar la anulación de su matrimonio y ella al no ser pura entraría a un convento. Quizá si persuadía a su padre, podría convertirla en institutriz, aunque le costara unos azotes en la espalda y un par de insultos. Podría resistir todo eso, menos volver a casarse. El matrimonio no estaba hecho para ella. Eso era seguro, si lo hacía. Quizá le recriminarían el hecho que no sabía entretener u otras cosas.
Si aquello pasaba, se convertiría en todo lo que su padre siempre espero de ella. Un fracaso, un rotundo y triste fracaso. Sacudió su mente de aquellas autodestructivas ideas, acarició las flores de Vermilion y aspiro su aroma. Eran deliciosas y delicadas. Había notado que un simple toque con cierta fuerza, solían desprender los pétalos.
-Mi señora ¿Qué hacéis tan temprano por aquí?
-¿Collete?
Eliana se acerco a ella, aunque trato de sonreír la anciana podía ver a través de la falsa sonrisa. Su experiencia en el amor y en la vida, la habían dotado con una visión del corazón hacia las personas. Ambos muchachos habían cambiado sus comportamientos en las últimas semanas, no hacia falta preguntar que fue un matrimonio sin amor. También era que ella no conocía a su Tristán, pero este muchacho necio tampoco se dejaba conocer. Si tan solo Eliana supiera lo atento que era Tristán, en cada comida siempre indicaba lo que le gustaba y lo difícil que fue conseguirle sus libros. La forma en como la miraba sin notarlo y que siempre se preocupaba por ella. Sin embargo, algo había pasado últimamente que Tristán estaba muy decaído e incluso triste, parecía deprimido y solo podía ocasionarlo un herida, pero una amor.
-vengo a ver las flores -le explicó-. son mis favoritas, aunque tengo entendido que tienen una variante de color negro.
-¿Negro? Mi señora.
-Si, de color negro. Solo las he visto una vez, su fragancia es como oler... es difícil de describir.
Solo las había visto una vez, fueron una dadiva que apareció en su dormitorio, cuando cumplió quince años.
-No creo que su fragancia se compare con la de estas flores.
-¿Las habéis visto alguna vez?
Collete sonrió, había tanta inocencia en la mirada de la joven. Busco entre los bolsillos de su falda y le extendió su mano. Eliana se acercó despacio y cuando estiro su palma se extendieron un par de semillas iguales.
-¿Qué son?
-Son flores, mi señora. Mi señor siempre procura traer nuevas especies de plantas de sus viajes -se las colocó en sus manos con cuidado-. Muchas de ellas se adaptan al clima de Drawstone. Siempre procuramos hacer un almacigo para luego trasplantarlas, tal como estas flores.
-¡Oh! ¿Cómo sabéis que son flores?
-Mi señor no los dijo.
«¡Sembradlas! El invierno esta cerca», recordó.
Tristán siempre era muy meticuloso al ingresar nuevas especies a sus tierras, ya que, muchas de ellas incitan a nuevas plagas a acercase. Por lo general, siempre traía plantas con propiedades curativas y alimentarias.
-Lamentablemente no hemos tenido el tiempo necesario para dedicarnos a sembrarlas. Me apena mucho decíroslo. Mi señor siempre se ha esforzado por traer variedad de plantas a nuestras tierras. Drawstone sus tierras son muy fértiles y muchas plantas se adaptan al ambiente.
«son flores muy especiales, procura cuidarlas bien», recordó.
No solo eso, también noto una mirada diferente aquel día, incluso pudo catalogarlo como insistente. Eso había pasado hace mucho, solo hasta ese día las había recordado. Quería sembrar las, sabía que a Eli le gustaban las flores, quizá podía cambiar su semblante si observaba nacer nuevas especies.
¿Qué de especiales tenían aquellas flores?
Después del cambio de Tristán en aquellos años, no insistió en su plantación.
-Señora Collete ¿Dónde estáis?
El pequeño Theo hizo su aparición, enterneciendo a Eli. El infante no dudo en sonrojarse también, no sabía porque siempre su rostro se llenaba de colores. Quizá porque Eli le parecía muy bonita.
-Buen... buenos días, señora -balbuceo.
Antes de saludar, Eliana notó que tenia en uno de sus bolsillos un pequeño cuento.
-Muchacho ya te he dicho que no deberías entráis aquí -regañó Collete.
-eso no puede ser posible. Este laberinto es muy interesante.
Los ojos del niño reflejaba su anhelo por las aventuras. Su curiosidad era palpable y Eli pudo verse reflejada en aquel dulce niño, vestido con ropa oscura.
-¿Qué leéis Theo? -le preguntó Eli.
Ella quiso acercarse, pero el niño retrocedió evidentemente nervioso y su cara parecía roja como un tomate.
-Se llama... El niño y el perrito -no pudo verla, estaba con los cachetes inflados y muy nervioso.
La ternura desbordante del niño le arrebato una sonrisa sincera a Eliana, después de haber estado triste por mucho tiempo.
-Tengo más cuentos como ese -al niño se le iluminó el rostro y le sonrió-. Si deseas podemos leer muchos de ellos aquí, solo tengo que hacer un par de cosas. Podéis esperarme si lo deseas.
-¡Si lo deseo!
Sus palabras llenas de alegría, hizo que se tapara la boca de golpe. Collete observó complacida a Eliana, era una buena mujer y eso resaltaba. Recordó sus años jóvenes, cuando trabajaba con damas de alta sociedad y podía sentir su desprecio por la clase pobre. Cuantas humillaciones recibió por parte de ellas, pero su señora no era así. Era muy amable, Tristán no se había equivocado con ella.
-Hay una asunto que debo de atender primero.
Eliana observó las semillas entre sus manos, eran amorfas y su color oscuros. Con mucha ilusión se dirigió hasta el castillo muy contenta. Sin embargo, ella no notó que era observada por su esposo, desde lo alto de la ventana que estaba cerca de la entrada. Tristán frunció el ceño al verla sonreír, los recuerdos que habían avivado la noche anterior, lo estaban atormentando incluso despierto, debía de calmarse. Sabía que había hecho mal, pero estaba lejos de disculparse y a ella, parecía no afectarle. Seguro que era menos que basura y por eso no le tomaba importancia.
La joven se escabullo hasta la cocina y encontró una vasija muy vieja. Una criada le preguntó para que lo quería, respondiéndole que era para simular una maceta. Aunque la criada le dijo que podría conseguirle una maceta muy bonita, Eli insistió que quería aquella vasija, esta le recomendó que le hiciera pequeños orificios debajo para que los residuos puedan salir, muy atenta los escuchó. Luego se fue a su dormitorio, el jardinero llenó la vasija con tierra. Con mucho cuidado, tomó ambas semillas y las colocó en el medio, ni tan hondo ni tan superficial; tomó un poco del agua que usaba para lavarse las manos y la vertió despacio.
Su mirada azul se centró en la tierra fértil de la improvisada maceta. Su mente trató de recordar si había leído algo sobre sembríos, y si, lo había hecho. Lamentablemente, si quería acelerar su germinación debía de obtener los nutrientes necesarios par su crecimiento. Tendría que tener algún fertilizante, podrían ser alimentos en descomposición o quizá heces de animales. A menos que... Observó sus manos con detenimiento.
¿Sus habilidades podrían ayudar a la germinación de estas flores futuras?
Sabía que podía curar muchas dolencias y enfermedades, pero dar vida a una planta, era impensable, hasta ese momento. Aun así, decidió intentarlo.
Sus dos manos rodearon la maceta. Libre e inherente su alquimia se asomo invisible hasta las semillas. Ella pudo sentirlo, sus rizos bailaban al compás de este extraño poder. Sin embargo, todo comenzó a ponerse.
Primera ley de la alquimia: Todo acto trae una consecuencia.
Su visión se nubló, tuvo que sostenerse de la mesa que estaba cerca. Tenía que calmarse y respirar despacio. Todo le dio vueltas, pero poco a poco empezó a recomponerse. Sonrió, cuando vio un pequeño brote en la maceta. Sospechaba que era contraproducente, la alquimia debía de manejarse con mucho tacto. Su rostro palideció, cuando notó que un hilo de sangre brotaba de su nariz. Ahora entendía que parte de sus nutrientes, debieron ir hacia la semilla, para que germinara muy rápido, debía de ser cuidadosa. Tomó un pañuelo y se limpió. Había un libro cercano, pensó que era el adecuado para compartirlo y salió a encontrarse con Theo.
La sonrisa que tenía no se aminoro, no había escupido sangre como la última vez. Tampoco había perdido la conciencia. Sus habilidades eran asombrosas, pero muy peligrosas como un cuchillo de doble filo. Cuando estaba llegando las escaleras vio algo que llamó su atención. Era su esposo, tenía a Camille bastante cerca, al punto, que ella se atrevió de acomodarle uno de sus rebeldes cabellos.
Eli esquivo la escena, paso por su lado. Al parecer, su esposo si podría tolerar el contacto de otras mujeres, menos el suyo. Era bien sabido que para los hombres que tener amantes era muy común, aunque luego fueran a la iglesia y se dieran golpes de pecho por sus pecados. En la biblia estaba que la infidelidad era un pecado y muy grave, pero en este mundo, solo aplicaba a las mujeres. Y las que se atrevía a lo contrario, eran sumidas en la desgracia. Aún así, no podía explicarse porque le dolía tanto el pecho, quizá era por la humillada que se sentía, si, eso era.
(...)
Los día siguientes fueron pasaron alrededor de Eli, como si no la tocasen. La relación casi tan parca de ambos, comenzó a ampliarse. No solo en los almuerzos, también cuando solían encontrarse en los pasillos y en las cenas. Antes, se notaba la complicidad en sus miradas fugaces y los sonrojo de parte de la dama, pero ahora, no había ni eso.
Tristán se dirigía a su esposa y ella solo contestaba con un simple "si" "esta bien", solía preocuparse mucho por ella. Aunque muy por dentro se negara y las cenas grupales se fueron extinguiendo con el paso de los días. Eli solía pasar muchas horas en su habitación bordando o leyendo, mirando a través de su ventana con la esperanza de poder ver un mundo más allá de todo. Aunque estaba feliz en invertir parte de su tiempo no solo Theo, también con otros niños de la servidumbre. Todos reunían alrededor de ella, la observaban con respeto y admiración, se sentían queridos por ella. No sabía que le gustaba los niños, quizá porque mucho tiempo había estado sola. Sus ojos lleno de esperanza la hacían olvidar absolutamente todo. Eran tan frágiles y debían de ser cuidados. Muchos de ellos habían perdido a sus madres, permanecían en hogares temporales, los cuales Tristán supervisada.
-podría ser peor, Eliana.
Su voz casi rota fueron acompañados con un par de lágrimas, se sentía tan sola y extrañaba, al menos un poco de la atención de su esposo, pero seguía molesto con ella. Sus ojos azules llegaron hasta la improvisada maceta, su pequeña plantita ya había brotado. Esperaba que al menos sean las flores que ansiaba tanto ver. Había perdido el afecto de su esposo, pero había ganado el cariño de muchas personas. Al menos, debería bastar... ¿no?
(...)
Eliana peinaba sus rizos rojizo, mientras Tristán se desvestía. Había sido un día caótico, duendes y arpías habían invadido las minas de Drawstone del norte, se había esforzado mucho y estaba demasiado agotado para tener otro problema. Su mirada casi de forma disimulada observaba su esposa, encontrandola muy bella debajo de ese camisón con transparencias, las pecas en sus hombro o aquel lunar bajo la barbilla, lo volvían loco. Pudo sentir su dureza hacerse notar entre sus piernas, haciéndolo doler. Las noches ardientes a su lado, solían atormentarlo. Quería que se volviera a repetir, al menos concluirlas, pero estaba decidido a no tocarla, porque su hechizo lo atraparía. Debía de recordar que esa mujer lo engaño y que amaba a otro.
-¿pasa algo? -le cuestionó ella con inocencia.
Se había quejado o al menos eso había escuchado.
Tristán negó de inmediatamente, se retiró de la habitación y tras la puerta, apretó los dientes. Necesitaba tanto estar entre las piernas de su mujer, pero no podía, ella no quería. Su vida como caballero y Lord eran catalogada como exitosas, pero la marital era un desastre. La opción de irse con la pocas rameras del pueblo no era válida, estaba casado y aunque no lo estuviese, la única mujer en este mundo que lo podría satisfacer en esos sentidos, sería únicamente su mujer, pero no lo amaba. Solo el hecho de imaginarse qué ella pensara en otro, mientras la tomaba, hacia hervir sus celos. Quizá debería consolarse solo, si, eso debería de hacer. Después de todo, habían muchos habitaciones que le darían mucha privacidad.
La joven pelirroja espero un largo rato el retorno de su esposo, quería hablar con él, extrañaba preguntarle sobre sus días y escuchar sus promesas de futuros paseos, pero Tristán parecía no querer verla y eso la entristecía. Había preparado un tema de conversación, para que fluya entre ellos un momento ameno. Cansada y derrotada se hecho a dormir. Sin embargo, una extraña presencia comenzó asecharla.
Eli...
Eli...
La llamaba.
Un aire frío tocó su frente y ella abrió los ojos de a poco.
-¿esposo? -preguntó, pero ni había nadie en la habitación.
Eli tocó el lado de Tristán y estaba frío, al parecer no había ido a dormir. Un extraño sonido la alertó, se puso de pie y su mirada comenzó a buscar su origen.
Una vez más lo escuchó. Era su nombre.
Su mirada lo halló, provenía cerca del espejo. Lejos de infundirle temor, una fuerza extraña la impulsaba acercarse. La sabana que la cubría se deslizó por su cuerpo, observó su reflejo y posó una de sus manos en la frialdad de su metal.
Sus rizos se movieron suavemente, una extraña fuerza la envolvió y perdió el aliento. Un extraña presencia se presentó desde atrás de su reflejo, asustándola en el acto, quiso apartarse pero no pudo.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente y palideció, cuando paisajes de su vida se vieron reflejados. Eliana negó, incluso pudo verse siendo golpeada por su padre. Sus lágrimas salieron, pero entonces la visión se centro en un escena, cómo si fuese una pintura en movimiento.
Era la primera vez, que se veía de niña, solo había visto retratos a óleo de ella, ya que, en ese entonces era ciega. Definitivamente la pequeña niña apartada en el jardín, era ella.
Lo estáis esperando.
Una tenebrosa voz susurro en su oído.
La mirada de Eliana se oscureció, estaba totalmente hipnotizado por el recuerdo, casi atraída por la nostalgia.
Entonces los vio.
Un pequeño niño de negros cabellos iba a su encuentro, se miraba sonreír.
¿Por qué le parecía tan familiar?
Lo veía, era la primera vez que lo veía. Quería entrar, definitivamente quería meterse en el espejo y no salir. Su deseo era tan firme que unas manos comenzaron a rodearla, casi abrazándola y atrayéndola hacia el espejo. Eran oscuras y parte del espejo, parecía un monstruo.
La sangre en su nariz se hizo notar, se limpió con una de sus manos y aquella gota la atrajo a la realidad. La presencia retrocedió hasta el reflejo del espejo.
-¿ Eli?
El caballero sin armadura entraba a su habitación, luego de una extenuante noche con su mano. Su mirada se desfiguró, cuando vio la nariz de Eliana sangrar y la pequeña planta detrás suyo, crecer de poco, como alimentándose de ella.
-Tristán.
Tuvo que apresurarse para sostenerla cuando casi se desvanece.
«¡Eli, Eli!»
La voz de Tristán se escuchaba a lo lejos, Eliana aclaró su vista y vio al caballero furioso que la sostenía.
-¡¿Qué demonios haces?! -le gritó
-Yo
-¿Por qué demonios no me obedeces? ¡Te advertí que no volvieras a jugar con ser una alquimista!
Estaba furioso, nunca lo había visto de esa forma. Su mirada fría y filusa se posó en ella, haciéndola palidecer, no solo le había gritado, también sacudido mientras lo hacía.
Ella era inocente de lo que se acusaba, solo se había levantado por curiosidad
-No lo volveré a repetir -la apartó y la mirada de Eli palpito.
-pero...
-¡ Soy tu esposo, Eliana! ¡Ya deja atrás vuestra necia idea de ser alguien quien no eres! ¡Eres mi esposa, no una alquimista!
-Yo... no... os juro que no he...
-¡vais ha negar que esa planta creció tan rápido!
Eliana lloró, evadió su mirada confirmando sus sospecha.
-¡no puedes ver que solo trato de protegerte!
-os juro que tengo una explicación, yo no la he usado hoy... ¿qué hacéis?
Tristán se apartó, tomó la maceta entre sus manos y la elevó.
- ¡por favor no!
-No entendéis por la buena, entonces lo harás por las malas.
Eliana vio como un enardecido Tristán soltó la maceta rompiéndola en el acto. El caballero se fue de la habitación dejándola sola y tendida en el piso. Se acercó despacio a la maceta, trato de unirlas y se cortó en el acto.
-Yo solo... yo solo...
Ella solo quería ver las flores. Hace mucho que no sentía esa extraña sensación en pecho, se sentía como en su antiguo hogar, con las ilusiones rotas.
«¿Por qué... porque lo hizo?», pensó.
-porque fuiste tan cruel, Tristán.
Eliana lloró gran parte de la noche y cuando el sol se asomó por la ventana, no dejo entrar a las criadas qué solían asistirlas. Era infeliz, había tenido que tocar ese fondo para aceptarlo. Había perdido a su esposo y no sabía el porqué.
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