Capítulo XVI

No hay nada más doloroso que una herida de amor.

(...)

El caballero más poderoso del mundo se preparaba para dormir, se despojaba de sus ropajes, para colocarse una camisa muy cómoda. A un lado, estaba su silenciosa esposa que tenia los dedos manchados por el carboncillo del lápiz. Ese camisón con trasparencias era exquisito, resaltaba las bellas curvas que tenia, también las pecas y lunares que tenia en el hombro y cuello. Sir Tristán de Drawstone conocía cada parte de su mujer.

Al inicio de su relación Eliana, siempre evitaba estar cerca suyo cuando se cambiaba, pero ahora, después de casi tres meses de estar en Drawstone había cierta confianza.

-¿Qué dibujáis?

Tristán se acomodó a su lado, sobresaltándola un poco, pero permitiendo su cercanía.

-Son las flores de esta fin de temporada -le mostró-. La flora de este lugar es diversa, tengo mucho que aprender. Además que he encontrado muchas que son curativas y con diferentes propiedades -explicó.

-Somos bendecidos en Drawstone.

Ella asintió con una sonrisa.

Tristán se dedicó a verla. Esos labios rosas y carnosos, su piel tersa, su generoso busto que subía y bajaba, le generaba mucha imaginación. Apartó su mirada y le dio espacio.

-Ya se acerca el invierno.

-Eso temo -su rostro se torno triste.

"¿No le gustaba el invierno?" se preguntó el caballero.

No quería ataviarlas con preguntas. Había sido muy difícil entablar algún tipo de conversación, luego de aquel beso. Eliana marcó su distancia desde ese día, no quiso hablar de tema.

Tristán aún recordaba como lo dejo. Solo esa noche y como se encerró en el carruaje. Lo que más le dolió, fue escucharla llorar.

¿Tanta repulsión sentía por el? Ni siquiera fue un beso como tal, solo un simple toque en los labios.

Luego de casi un mes, ella comenzó a abrirse de a poco con él. Había tanto de que hablar, aunque no podía dedicarle todo el tiempo que deseaba, siempre buscaba el necesario para estar con ella. Siempre la encontraba leyendo o dibujando, incluso cuando expresó su gusto por el ajedrez, el caballero la sorprendió con un tablero y las fichas.

"¿Para mi?", recordó.

Incluso el tono de su voz aquel día fue tan inocente, propio de su alma.

Eliana le "enseño a jugar", pero era una gran mentira. Tristán sabia jugar, pero fingió no saber, para volver a conversar y estar cerca de ella. Ver como demostraba sin ataduras, aquella parte tan intima de su personalidad y de lo libre que se sentía, era tan satisfactorio y más de una vez, le robó una sonrisa. Eran pocos los momentos juntos, pero los disfrutaba al máximo.

Ahora lo miraba como su amigo, pero muy en el fondo esperaba que el futuro, fuera algo más.

-¿Pasa algo? -Le cuestionó al notarla algo callada e insegura.

-Pensaba... en mi madre -le confesó-. Debió de haber parido -dijo con pena.

Su mirada azul se fijo en la vieja muñeca de trapo que estaba un lado de su habitación, la cual guardaba muchos recuerdos. Había sido quizá la única autentica dadiva de su madre hacia ella. En los lados, estaba su nombre grabado en lenguaje de relieve para los ciegos, además de leerse "mi pequeña niña".

"¿En que momento su madre cambio tanto?", recordó.

Los recuerdos juntos a ella eran tan difusos y a medida que crecía, la distancia entre ambas aumentaba. Cuando aquella muñeca se rompió fue su niñera quien la cosió.

-¿Estáis preocupada por ella?

-Mucho.

-¿Le habéis escrito?

Eliana aparto su mirada. Si, le había escrito, pero su madre nunca le contestó y le dolía tanto obtener eso de ella, su frio rechazo, incluso lejos, ella no podía si quiera fingir que la extrañaba.

-¿Estará bien?

La mirada que le dedicó Eliana a Tristán le partió el alma. En ella, implícitamente le decía que le dijera lo que quería escuchar. No importaba si le mintiera. Tristán supo que su esposa amaba a su madre, a pesar de la mala relación que tenían. Se acercó a ella despacio y la abrazo. Eli cerró los ojos y concentro sus sentidos en los latidos fuertes del corazón del caballero.

-¿Quieres que envié alguien allá? ¿Quieres que lo haga?

Su mirada se centro en ella, incluso pudo jurar que lloraría. Había esperanza en ella.

-¿Harías eso por mi?

-Cualquier pedido vuestro -la tomo sutilmente de la barbilla para que lo miras-. Haría cualquier cosa por vos. Mañana enviare a un mensajero, el invierno empieza pronto. Cuando los caminos se hayan cerrado por la nieve, será imposible comunicarse y el trasporte marítimo ha tenido muchos contratiempos, tenemos una serpiente marina bastante molesta.

Ella asintió despacio. Tristán era tan bueno, busco refugio en su enorme cuerpo. Ambos se recostaron,. El caballero acaricio sus cabellos sueltos en su espalda, aspiro ese aroma floral con toques a canela. Cuando sintió su camisa empaparse, supo que Eliana había empezado a llorar.

"¿Qué le habían hecho en ese lugar? debió de ser su hogar", pensó.

Quiso verla, pero ella no se lo permitió. Había algo de orgullo en su pequeño cuerpo. Cuando dejo de temblar, notó que se había quedado dormida. El olor embriagante de su cuerpo fue un somnífero para el caballero, que poco a poco fue quedándose dormido.

(...)

Unos fuertes sonidos se escuchaban en el patio de armas. Una gran y hábil guerrera entrenaba sin descanso. El sonido de su espada ensartándose en el muñeco de entrenamiento, era lo único que se escuchaba.

-Uno, dos, tres... cuatro y cinco.

Fueron las veces que ella golpeo fuertemente, el objeto de prueba fue lanzado lejos. Camille seco el sudor de su frente, estaba cansada y frustrada. Se acercó al inserte cuerpo de prueba se sacó sus cuchillos.

-¿Os vais a lastimar?

Camille ni siquiera volteo a ver de quien se trataba.

-No es un poco tarde para que entrenes sola.

Benedict le lanzó una cantimplora llena de vino, Camille sonrió y bebió.

-No es un poco tarde para que sigas bebiendo.

-Me encanta el vino. Es dulce como las mujeres.

La mirada del caballero se centro en las generosas caderas de la guerrera, la cual no dudo en tirarle un cuchillo y este lo tomó en el acto.

-Cuida vuestros ojos, caballero. La próxima vez no seré tan generosa -le advirtió sonriéndole.

Benedict desenvaino su espada, y ella también lo hizo. El acero de ambas armas resonaron y una improvisada pelea comenzó. Si había alguien que conocía mucho a Camille, ese era Benedict. Aunque esta nunca lo catalogará como su amigo, este siempre estaba para ella, en momentos como este.

Ella estaba sumamente triste, al haberlos visto besarse aquella noche. Amaba a Tristán, y no podía ocultarlo, poco le importaba si se enteraban. Sin embargo, la vida le había negado su amor. Habían combatido en innumerables batallas, le debía su vida y su libertad, al haber roto las cadenas, que alguna vez la tuvieron como esclava. Lo amo, desde la primera vez que lo vio, pero nunca obtuvo lo que quería.

Su amor.

-¡Concéntrate! -le grito Benedict, cuando la hizo caer.

Era bueno, mucho.

A pesar de ser un idiota, Benedict era el segundo mejor caballero del ejercito de Tristán.

-¡Eres un idiota!

-No soy yo quien traga el polvo.

Camille sonrió y se abalanzo sobre él. No lo quería aceptar, pero Benedict era el único que soportaba su horrible carácter, ya que Camille se sentía muy superior a todos. Allí estaba, recordándole su lugar. Siempre, después de él.

La batalla termino, Benedict encima suyo, rozando la punta de su espada en la garganta de la chica. Ambos estaban jade antes y sedientos de más.

-¿Os rindes?

-primero muerta -le contestó

Benedict negó, nunca cambiaria y eso era lo que más le gustaba. Le extendió la mano, pero esta vez, ella aceptó su ayuda.

-Tenéis que olvidarlo. Él ya elegido a una mujer, y no sois vos.

El buen humor de Camille se desvaneció, su semblante se volvio frio y se zafo bruscamente del agarre de su amigo.

-No es asunto nadie... menos de vos.

Camille tomó sus cosas y se fue. Benedict la observó a la distancia, hasta que su silueta desapareció a mitad de la noche.

"¿Por qué le dije tal cosa?", se cuestiono.

La pregunta más importante se formulaba.

¿Por qué le importaba tanto los sentimientos de Camille?

(...)

El sol abrió a medio esplendor. Eliana sonreía, al tocar las flores que estaban en el pequeño prado. El olor que emanaban eran tan relajante, y el viento a media tarde era embriagador.

-Jaque.

Tristán sonrió, al parecer esta partida iba ser suya. Eliana lo miro con cierto puchero en el rostro, era una mala perdedora definitivamente.

"concéntrate", pensó.

Tan distraída estaba por las flores, que había obviado su estrategia al jugar. Eliana movió una pieza meticulosamente, pero, el viento soplo y todas las fichas del tablero se movieron.

-No -dijo derrotada-. Yo... ya tenia

Tristán sonrió y ella pudo escucharlo.

-¿Os mofas de mi persona?

-Creo que esta partida ya tenia un ganador.

-¿Os insinuar que vos hubiera ganado?

El caballero volvio a sonreír, Eliana volteo a un lado un poco molesta. Ella le había enseñado a jugar, pero Tristán siempre terminaba ganándole.

"¡Que decepción!", pensó.

-tomad.

Tristán sacó de la canasta una cantimplora de cuero, llena de vino. Eliana lo recibió inocentemente, pensando que era agua.

-¿No os gustáis?

-No mucho -confeso.

Eliana se apresuró tomar algo de pan que había y otras frutas. Sin embargo, ver a Tristán tomar con tanta libertad aquella bebida, encendió su curiosidad. El caballero sonrió cuando ella volvio a tomar la cantimplora.

-No esta mal -susurro.

El cielo se tornaba de múltiples colores en el cielo, las flores se movían al compas del viento y olor de un otoño que se iba los invadió. Ninguno pronuncio palabra alguna, un silencio muy hermoso los envolvió y por primera vez una calidez que los unía. Eliana sonreía, quizá era una de las consecuencias de tomar vino, pero todo le parecía tan lento a su alrededor.

¿Qué era esa sensación en su pecho? Pero, no era la primera vez que lo sentía.

"Creí que volverías", recordó.

Sus ojos picaron y la sensación de una extraña tristeza la invadió. No era la primera vez que sentía, que junto a su esposo, le traía viejos recuerdos de su infancia.

¿Por qué? ¿Por qué con él?

Su mirada se centro en él, quien estaba a su lado. El viento le acariciaba el rostro, su cabello se movía despacio y aquella camisa blanca que portaba, le quedaba muy bien.

"¡levantaros, niña inútil"

Allí estaba una vez más, la voz de su padre atormentándola en momentos felices. El día que rompió una botella de vino, por su deseo de obtener un libro, le valió un bastonazo en la espalda y un insulto.

-Quizá por eso no me gustaba -susurró.

Tristán volteo y le sonrió de la forma más encantadora posible, Eliana esperaba no olvidar aquel momento. La estaba pasando bonito, quizá tocando el cielo con las puntas de sus dedos.

"Cuando has estado en el infierno y tocáis el cielo, ya... ya no quieres volver", pensó.

Solo era un pequeño almuerzo, al medio de prado cubierto de flores, pero sentía que era el cielo. Nunca había sido tan feliz en su vida.

"No", pensó.

No quería llorar, no esta vez. Si ese era su paraíso, entonces quería volar tan alto, lo suficiente para no volver a tocar el infierno, al que durante muchos años, estuvo expuesta.

Su silencio lo hizo sonreír, pero supo que estaba ebria. Eliana sonrojada era adorable, pero más, ebria. Casi no podía ni mantenerse sentada.

-Sera mejor que dejes de tomar.

Quizá quitarle la cantimplora, pero Eliana hizo lo impensable. En un movimiento rápido, posó sus labios en la mejilla del caballero, sorprendiéndolo en el acto. Este volteo de inmediato, encontrándose a una Eli totalmente sonrojada hasta el escote y con los ojos brillante.

Las palabras en su garganta se trabaron, pero en lugar de decirle un escueto "gracias", le dijo.

-Realmente soy muy feliz.

Su suave voz lo confundió. Tristán sonrió de forma un tan sugerente, que al borde del sonrojo al sentir su incesante mirada, termino por decir. Quizá no debió invitarle a beber, estaba desvariando.

-¿En Drawstone?

-No... con vos.

Después de muchos años, Sir Tristán de Drawstone estaba sonrojado y sin aliento. Solo bastaron esas escuetas palabras para desarmarlo, al punto de hacerlo trastabillar. Eliana sonrió cuando este cayó, estaba cubierto de flores. Tristán quiso replicar, pero no pudo. Su esposa estaba sonriendo en voz alta y le pareció una escena muy tierna. Su mirada se centro en la forma que lo hacia, con el puño cerrado y los ojos cerrados, quería recordarlo para toda la vida. Ahora sabia que ella era esa calidez que le faltaba a su vida, no quería que nada le pasara, ni siquiera que sea lastimada por el corte de algunas de las hojas de sus libros. La quería impoluta, y como ahora.

Si alguien se atreviera atacarlo en ese instante, lo mas probable es que lo hubiera dañado. Desarmado no estaba, pero estaba vulnerable.

(...)

-espérame aquí -pidió Tristán.

Eliana aceptó gustosa. El camino al castillo se había vuelto algo largo, quizá fue porque sus sentidos no estaban muy activos, y por eso se le hizo pesado. Tristán le tomo la mano durante todo el camino de regreso y ella se dejo guiar. El caballero era tan alto y fuerte, se sentía protegida a su lado y era muy considerado.

-Todo lo que decían sobre él, era cierto -susurró.

Todo estaba de noche, su salida que se suponía que serian un par de horas, se había extendido toda la tarde. La habían pasado tan hermoso e íntimo, algo de ellos dos y de nadie.

-¿Así se comportan los esposos?

No lo sabia, nunca había visto a su padre salir con su madre, ni mucho menos mostrarle alguna muestra de afecto de su parte.

¿Por qué no eran felices? ¿Por qué su padre parecía despreciarlas a las dos?

"En este mundo no nos dividen solo las clases sociales, la mayor paridad en la humanidad esta en su corazones", pensó.

Buenas y malas personas, todo se resumía todo. Al igual como habían nobles buenos, también los habían malos. A pesar de que Tristán, no tenía un titulo como tal, era tan rico como un noble.

¿Por qué era diferente? Quizá porque él estuvo en ambos lados. O simplemente, el corazón de Tristán era bueno.

Eliana miró al cielo, junto sus manos y agradeció a dios haberla atado a él.

"¡Eli!"

Un llamado la sacó de sus cavilaciones, tuvo que aclarar su visión, ya que, los efectos del alcohol seguían en su sangre.

-¿Tristán?

"¡Eli!"

Definitivamente era Tristán, aunque sus sentidos estaban difusos, supo que era él, ya que, era el único que se dirigía de esa forma a ella.

La voz provenía de una pequeña estancia detrás de la herrería. Eliana alzo sus faldas y se dirigió hasta allá.

¿Por qué la llamaba?

-¿Tristán? -entro despacio y miro a todos lados.

Un extraño sonido la hizo internarse más. Había un lamparín en el suelo, agradecía que estaba encendido, lo cogió y su rostro se horrorizó. Ella negó y trató de retroceder. Aquel animal que tanto temía estaba delante suyo, el equipo relincho espantado y la joven entró en pánico. Eliana dejo caer el lamparín, para su mala suerte, el fuego se ahogó y la penumbra reinó.

-No, por favor -dijo entre lagrimas.

No podía ver donde estaba la puerta, corrió hasta donde creia que estaba y la encontró cerrada. Eliana forzó la entrada, pero no se movía.

-¡Ayuda! ¡Saquéenme de aquí! -gritó con todas sus fuerzas.

El caballo comenzó a agitarse aún más, aterrorizando a la joven. Su relincho y acompañados con sus pisadas, hicieron que su cuerpo perdiera fuerza. Eliana sintió que el lugar comenzó volverse muy pequeño, al punto de asfixiarla. Se tapó los oídos fuertemente, al punto de hacerse daño. Ella negó frenéticamente y sus ojos comenzaron a derramar lagrimas espesas.

Era como la muerte, así lo catalogaba. Al estar junto a un caballo.

"te dije que esta vez no me vas a rechazar", recordó.

Su pesadilla volvió a su mente, atormentándola. No solo era padre, también fue aquel monstruo que la atacó y solía encerrarla cuando no podía ver. Su cuerpo tembló y negó, no quería recordar, pero allí estaba. Aquel cruel agarre y los besos que le dio a la fuerza en su cuello, aquellas brutales caricias, las cuales aun seguían vivas como invisibles cicatrices.

"¿Por qué... porque a mi?", pensó.

Ella que no le había hecho daño a nadie, que solo quería ser feliz; incluso que no se sentía lo suficientemente bonita, le pasó. Después de ese día, Eliana comenzó a descuidar su aspecto, pensando inútilmente que no lo volvería hacer, pero no, volvio a intentarlo, pero cuando le dijo a su padre.

"Es culpa tuya... por provocarlo"

¿Provocarlo?

El infeliz se metió a su habitación a la mitad de la noche, ella se defendió y le dejó una profunda cicatriz en el ojo izquierdo.

Eliana se rindió, dejó de cubrir sus oídos, estaba al borde del colapso e incluso juro que iba a orinar en sus vestidos.

"Tan bonito... que fue este día", pensó.

Sus ojos se cerraron con dolor. Su mente le recordó a su esposo y la forma en como sonreía, la hermosa y amena conversación que tuvieron, el juego de ajedrez y cuando le dijo que no solo era feliz en Drawstone, era feliz a su lado. Todo era verdad, su verdad.

-Ese... era mi cielo.

Ahora estaba tocando el infierno nuevamente y la sensación de vacío la invadió. Era como un caída libre sin fin, que te sumergía en una oscuridad profunda.

Era como un abismo.

-a... ayúdenme -dijo a penas.

"Volveré por ti", recordó.

Aquel encuentro con los tragos, cuando Tristán desenvaino su espada y se los enfrentó.

¿Por qué no era como él? ¿Por qué se rendía tan rápido?

"Soy una cobarde", pensó.

Tristán poseía muchas cualidad, que ella carecía. Ahora comenzaba a cuestionarse, de donde saco el valor de ir y curar al caballero.

¿Por qué no se callaba? El relincho del caballo comenzó a volverse mal sonoro. Eliana en su afán de taparse los oídos, se araño la cara. El pánico y la ansiedad que tenía estaban acabando con ella.

-¿Eli?

-¡No por favor, no me toques!

Eliana gritó y se puso se pie, cuando vio delante suyo a su agresor.

-¡No, por favor! ¡No quiero!

Tristán observaba a su esposa en el piso, completamente horrorizada.

¿Qué había pasado?

Se acerco a ella, está retrocedió. No parecía reconocerlo, estaba sucia y fuera de si. Eliana se cubría los oídos frenéticamente. Tristán acorto distancia, pero ella forcejeo.

-¡Cálmate! ¡Cálmate, maldita sea!

Eliana luchaba como si su vida dependiera de ello. Tristán colocó sus manos en sus oídos y ella se calmó de inmediato.

-¿Eli?

Sus ojos llorosos pudieron distinguirlo, su ceño compungido tembló y abrazó con fuerza a su esposo.

-Tristán... estas aquí... gracias a dios.

El caballero confundido la abrazó y juró que pareciera que ella se rompería entre sus brazos. Solo se había ido un momento a las caballerizas, porque había olvidado su espada, pero cuando regresó, no la encontró. Estaba seguro que algo había pasado, porque ella no se iría sin él, luego escucho un lloriqueó cerca de la herrería, encontrándola en ese estado tan vulnerable.

-Eli ¿Qué fue que paso?

La apartó un poco, ella negó y agradeció a dios estar junto a su esposo.

-vo... vos me llamaste.

-¿Llamaros? -le cuestionó-. No os llamé.

Eliana lo miró confundida, pero si lo había escuchado.

¿Entonces que fue lo oyó? ¿Se estaba volviendo loca?

Ella negó y se aferró al cuello de su esposo, no quería soltarlo. Ahora lo sabía, quería estar con él. Con Tristán se sentía protegida, e incluso amada.

-Sacadme de aquí... por favor. No quiero estar con ese horrible animal -señalo, pero evitó verlo.

Tristán vio al equino bastante tranquilo, había notado cierta aversión de su esposa por ellos, por eso trataba que los viajes en carruaje, sean estrictamente necesarios. Quería verla sonreír, por eso siempre prefería las caminatas a su lado. Sin embargo, había algo que no encajaba.

"Ella dijo... no que toques", pensó.

¿Por qué lo dijo? ¿Por qué estaba allí?

La abrazo fuerte, ya había visto ese tipo de llanto en múltiple mujeres, en su mayoría aldeanas y esclavas, era diferente, como este. El cuerpo de Eliana tembló y apretó los puños con fuerza. No quería ataviarlas de preguntas, ella estaba demasiado asustada.

¿Acaso alguien había tratado de propagarse con ella?

Si confirmaba sus sospechas, buscaría al infeliz y lo mataría sin dudarlo. Eliana merecía justicia, ahora sabia que incluso su padre se le había negado.

Un par de extraños se asomaban, por la frontera norte de Drawstone. Una fuerte presencia provenía del extraño mas alto, quien tenía impresa un horroroso pasado en el rostro y a su lado una menuda figura, que en su cuello portaba un extraño medallón.

-¿Quiénes sois extraño? -preguntó el soldados guardián.

Los cuales tenían órdenes estrictas de preguntar siempre, ya que, por ese lado siempre asomaban los asesinos e invasores extranjeros. A pesar de verlo armado solo al más grande, el guardián cumplió su trabajo, debían de ser cautelosos, a pesar de que el fuerte era fuerte, un solo hombre podría cambiarlo todo. Eso siempre decía Tristán.

-informadle a Sir Tristán, que Duncan esta aquí.

-¿Duncan? ¿Qué Duncan?

-Decidle mi nombre... eso basta, ya que no son dignos de saber quien soy.

Los guardias en la cima del fuerte fruncieron el ceño, uno de ellos escribió una nota y la ató en la pata de una paloma.

-¿Quién es la otra persona?

-Os no importa -contestó.

La menuda figura se apartó un poco, su perfil denotaba que era una mujer, y una muy hermosa. Su mirada opalina llego hasta la puerta del fuerte, la extraña, podía ver más allá de lo evidente.

¿Quiénes eran? ¿De donde conocían a Tristán?

(...)

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