Capítulo XV
La luna estaba en su esplendor. Eliana hojeaba algunos de los libros que había tomado de los enormes libreros. Su felicidad iba en aumento, ahora tenía mucho que aprender. Su biblioteca personal era vasta, se prometió que leería cada libro. Durante la tarde se dedicó a acomodar sus viejos libros en los muebles, todo después de la gran cena que le sirvieron. El comedor amplio albergó a todos los caballeros de Drawstone, quienes fueron agasajados con las mejores reses y el mejor vino. Los asientos de Eliana y Tristán eran el centro de las enormes mesas, después de un escueto discurso de parte de él, dio comienzo a una amena cena.
Era la primera vez para Eliana, en aquella cena tan particular, donde la mayoría no tenía etiqueta al comer o beber, aun así, no pudo evitar sonreír. Todo estaba delicioso, y se atrevió a comer demás. Las cenas en su antiguo hogar, siempre fueron bastante frías, solo eran ellos tres, siempre. Las pocas veces que había visita, su padre siempre la enclaustraba en su habitación, ya que temía que su comportamiento, al que usualmente calificaba como inapropiado, arruinara la cena.
Dos criadas le ayudaron asearse y vestirse. El agua fue perfecta y perfumada a su gusto. Su sorpresa fue grande al encontrar un armario enorme lleno de vestidos y zapatos.
«Todos los escogió Lord Tristán», recordó.
Los vestidos estaban lejos de ser los pomposos, a los que estaba muy acostumbrada a lucir. Eran de un corte bastante simple, con un escote redondo y de telas muy finas. Muchos de ellos tenían detalles propios de Drawstone, como los colores tipo verano característicos, y bordados con hilos dorados con simbología, que había notado a las afueras del castillo. Además, habían accesorios a juego para cada vestimenta, nunca había tenido tantos vestidos, incluso en su casa; su padre le hacia repetir algunos de sus ropajes en los eventos, ya que era un poco austero en ese aspecto.
Se recostó en su sillón, estaba tan relajada y aunque el libro era interesante, donde se narraba de las leyendas del mundo, el cansancio la estaba venciendo.
«Seguro Tristán ha visitado todos esos lugares», pensó.
Sus ojos se fueron cerrando de a poco y un sueño profundo, la embargo rápidamente.
Tristán tomaba un merecido baño, observa desde abajo a su pequeña esposa, quedarse dormida. La había estado observando, aún no olvidaba, aquel íntimo momento que tuvieron en la tarde. Escuchar a Eliana decir que era feliz, había sido un alivio para él. Al parecer, no todo estaba perdido.
La idea de tomar un baño en su presencia, fue algo que le tomo algunos minutos meditar, pero terminó por hacerlo. Ella evidentemente se avergonzó, pero se marchó hasta su biblioteca, dándole privacidad. Mientras refregaba su cuerpo, pensó en ella y las pocas veces que la vio sonreír, sus gestos gentiles y su timidez. También paso por su mente, su recoveco cuerpo desnudo, la suavidad de su piel y aquellos besos que le arrebato. Eli había sido suya y pretendía que el panorama se mantuviera de esa forma. Recordar su desnudez, le trajo una enorme erección y la idea de autocomplacerse teniéndola despierta, no era de la mejor.
Luego de un tiempo prolongado, Tristán tomó un enorme trapo para secarse. Mientras las gotas tibias de agua perfumada recorrían su enorme y esbelto cuerpo, observó las cicatrices de la piel en su espalda. Todas ellas contaban una historia, su pasado fue verdadero y todo lo que vivió se quedará en su memoria. Quizá fue sus cicatrices, las cuales le impedía ser algo gentil con Eli. Su razón le decía, que tenía que decir lo que él perfectamente conocía, pero su orgullo y todos los perjuicios se lo impedían.
—¿Eli? —La llamó.
Subió las escaleras despacio y encontró a una adormilada Eli en aquella enorme silla. No pudo notar la sonrisa que esbozó. Ahora que la observaba bien, ese traje muy típico de sus tierras lo portaba hermoso, ese escote disimulado, era bellísimo. Eli estaba tan profundamente dormida, que no notó cuando su esposo, la tomó entre sus brazos y la llevó a la cama. La vio fruncir el ceño, su escote subía y bajaba, producto de su aprisionada respiración. La colocó con cuidado en la cama y le desató los nudos en su espalda y el vestido comenzó a ceder. Primero se desnudaron sus hombros y sus senos se cubrieron un poco el vestido.
Ella estaba casi semidesnuda, vulnerable ante él. Aun así, no odia tocarla, si ella no lo deseaba. Luego desató el lazo de sus cabellos, y contemplo el extraño listón que ataba ese cabello hermoso, que tanto le gustaba. Sus rizos rebotaron en sus hombros y contempló su belleza adormilada. Quiso acariciarle el rostro, su razón le decía que no, pero su corazón le gritaba lo contrario. Tentado, acaricio sutilmente sus labios. Su deseo de poseerlos iba a enloquecerlo, pero aún así, no lo hizo.
—¿Tristán?
Eli abría despacio sus enormes ojos azules. El noble caballero perdió el aliento, su corazón se detuvo y antes de hablar ella hizo notar su cansancio.
—¿Qué haces? —Le cuestiono despacio, pero no se avergonzó—. Estoy muy cansada.
Tristán sonrió y luego que su vestido cayó hasta su regazo, la cubrió con la sábana que estaba sobre la cama.
—Debéis cambiaros.
Ella asintió despacio, tomó la bata que estaba a un lado y Tristán le dio la espalda. Ambos se desnudaron. mientras ella se colocaba algo cómodo para dormir, Tristán completamente desnudo terminaba de secarse.
Era el cansancio, que le impedía observar el predicamento en el que se encontraba.
—El viaje ha durado mucho más tiempo de lo previsto.
Eli asintió, se sirvió un poco de agua del jarrón, que estaba sobre la mesa a un lado de la cama. Su cuerpo después del almuerzo había resentido de golpe, todo el trajín del viaje, aunque hubiera preferido quedarse leyendo, ahora solo deseaba dormir.
—Mañana será un nuevo día —Dijo él, mientras tomaba asiento a su lado.
Ella sonrió en paz. Ahora solo deseaba dormir. Sin embargo, antes que se cubriera con las gruesas mantas, Tristán la tomó del brazo y colocó una de sus manos sobre sus mejillas. No supo como corresponder a su tibio tacto.
—No sabéis… lo feliz que me hace tenerte aquí… después de tanto tiempo.
No lo entendió, su cansancio se lo impedía. Tristán se acercó un poco, analizando si era aversivo para ella. Sin embargo, su esposa permitió tal acercamiento.
—Eli… yo…
Las palabras se trabaron en su garganta. Le agradaba tanto la forma en como lo miraba. Un poco atrevido, poso sus labios con suavidad en el hombro derecho que tenía cerca. El cansancio de Eli se desvaneció de inmediato y sus ojos se abrieron enormemente ante el sutil beso. Se sonrojó hasta el escote, quiso apartar la mirada, pero él se lo impidió.
—No lo hagáis. Nunca me volteéis la mirada, esposa mía. Tampoco inclinéis la mirada ante mi, ni nadie… vos sois lo más valioso que tengo. Yo… siempre quise… quiero que seáis feliz… aquí... en mi tierra… conmigo.
—Tristán…
—Han pasado muchas cosas entre ambos…
Eli apretó los labios. Su corazón compungido le impedía hablar, estaba feliz por sus palabras llenas de sinceridad.
Pero… ¿Si le estaba mintiendo?
Volvió a ver el rostro amable de su esposo. No, era imposible e impensable. Tristán no era así. Él era autentico, y su bondad era genuina. No le mentiría de esa forma. Su apariencia era tan opuesta a su alma tan limpia, incluso ella, no podría desbordar la amabilidad de su esposo. Aquella luz que comenzaba a vislumbrar, podía incluso cegarla.
«Vuestro futuro esposo no es un hombre malo, hija mía», Recordó.
¿Qué era lo que conocía su madre y ella no? Ahora sus palabras tenían sentido.
Las señales ya estaban dadas desde antes, pero ella no las supo ver. No solo su madre, también Collete y los caballeros. Tristán era amado por todos, pero no por ella. Había prometido ser una buena esposa, debía de cumplir su promesa. Sus miradas estuvieron un largo y eterno momento observándose. No había palabras, solo aquellas miradas que te llegan hasta el alma.
Un momento tan intimo y quizá eterno, simplificado en suave toque de él y de parte de ella una imperceptible sonrisa. Ella era su esposa y Tristán no solo era un esposo, era su esperanza para un futuro mejor. Uno donde podría sonreír libremente.
(…)
A la luz de un nuevo día, Eli se levantaba bastante agotada. Los rayos solares le lastimaron los ojos a primera instancia, dio un fuerte respiro y miro a través de la ventana. Su mirada llego hasta el lado vacío de su esposo.
—¿He dormido tanto? —Se preguntó.
Dedujo que era poco más de medio día, salió rápidamente de su cama. El camisón de dormir se deslizó un poco por sus hombros, tenia un dolor punzante en el cuello y fue hasta el espejo para poder observarse. Su semblante en el espejo denotaba lo muy cansada que estaba, y la vergüenza de levantarse muy tarde llego a ella.
«¿Qué pensaran?», pensó.
No quería se tildada de holgazana por la servidumbre. En el castillo de su padre, siempre se hablaba mucho sobre él y su crueldad. Su madre siempre trato de estar a la altura de una gran señora. Aun así, sus esfuerzos siempre eran castigados con un insulto o una bofetada.
—Tristán no es igual que mi padre —se dijo.
Luego de un breve momento, recordó el suceso de la noche anterior. Aquel sutil beso en el hombro de su parte, y se sonrojó. Su esposo, al parecer, esperaba más de ella. Si más adelante esperaba, eso . Aquello que paso hace meses atrás, en su primera noche de bodas.
«No, no podría hacerlo», pensó.
Un sentimiento impensable la invadió, su corazón se estrujo y se sintió una vulgar traidora. Ya casi no pensaba en aquella persona que amo primero.
Acaso ¿Lo estaba olvidando?
Se cubrió la boca, angustiada quizá. Confundida, aún más . Todo había pasado tan rápido. Si, quizá había vislumbrado olvidarlo, más adelante, pero ahora lo sentía demasiado pronto, para hacerlo.
—¡Señora, esta despierta!
Dos toques a la puerta la sacaron de sus cavilaciones, apresurada Eli abrió. Una mujer muy joven se presentó, dos más, detrás de ella traían agua y una gran tinaja.
—Buenos días, mi señora. Lord Tristán nos dio órdenes de traer esto para vos.
Eli asintió y se colocó a un lado para dejarlas pasar. Era agua caliente, también rociaron flores y finas esencias. Ella pestaño varias veces, la ayudaron a desnudarse y se sumergió lentamente. Las criadas también refregaron su cuerpo y desenredaron su cabello. Todo se movía lentamente a su alrededor, como si no estuviera presente. La idea de olvidar a su primer amor era algo que empezaba ha repercutir en su autoestima.
—Todo ha pasado tan rápido —susurró impávida.
—Mi señora ¿Ha dicho algo?
Le cuestionó la criada, avergonzada miró hacia otro lado. No era correcto que estuviera pensando en otro hombre. Tristán era un hombre bueno y aunque no lo amaba, debería empezar a respetarlo, incluso con la mente.
—Me preguntaba por la hora —Mintió.
—Poco más de dos de la tarde, mi señora.
—¡Dos de la tarde! —Se asombró—. ¿Tan tarde es?
—Lord Tristán exigió que no se molestara —recordó.
Sus órdenes eran ley en el castillo, si decía que su esposa no debía ser molestada, entonces, ni siquiera un alfiler debería caer al suelo.
—Mi… mi esposo ¿Dónde esta?
—Salió muy temprano, antes que salga el sol, mi señora.
—Entiendo.
No quiso preguntar más, seguro tenía muchas cosas que hacer. Después de un largo y relajante baño, se sintió muy fresca. Las criadas la ayudaron a secarse con un enorme y suave tela. Eli no podía sentir, más que atendida y halada por parte de aquellas jóvenes. Las cuales dedujo a quizá tenían unos quince años.
—¿Qué desea vestiros?
—No lo sé —respondió tímida.
La ropa que trajo, no se adecuaba al incesante sol que brillaba. El clima de su tierra era un poco más frio que el de Drawstone.
—No os preocupéis. Vos contáis con mas de cincuenta vestidos, espero que sea de vuestro agrado.
La joven se dirigió hasta una puerta que estaba a un lado y cuando la abrió. Los vestidos se vislumbraron, y muy hermosos. Asombrada se acercó y la joven sonreía. Ella tenia el sueño lejano de volverse una gran modista, como aquella que diseño esos vestidos.
Eli toco la tela, denotando que eran de las sedas más, casi como los trajes de su padre. Las costuras bien hechas y los finos bordados, con los holanes le daban un toque sofisticado y con clase. También llamó la atención los colores particulares y la simbología bordada con las piedras preciosas que las adornaban.
—Lord Tristán escogió los diseños personalmente, contrato a la mejor modista de todo el reino.
Eliana la observo sorprendía. Tristán debió deducir que el clima la afectaría y por eso mando a diseñar nuevos trajes para ella. Algunos vestidos se demoraban meses en tenerlos listos, pero allí estaban alrededor de cincuenta vestidos y muchos eran de su talla. Había algo que definitivamente no encajaba. Si bien se conocieron alrededor de un año y medio, su compromiso no había durado mucho.
¿Acaso esos vestidos eran para alguien más ?
«Lord Tristán se apresuró a construir este castillo» , recordó.
«Si, también lo estuve»
«Tristán estuvo enamorado alguna vez» , recordó su confesión.
¿Qué había pasado con el corazón de Tristán? Quizá fue lo que lo volvio tan frío.
La joven Brigitte, así se llamaba, escogió un hermoso vestido con lindos holanes y de color claro, adornado finamente con hilos de oro. Eli sonrió ante sus atenciones, aunque era algo escotado para su gusto, no se quejó .
—Luce muy bella, mi señora.
Ambas se miraron al espejo y sonrieron.
—Vuestro busto es bastante generoso y sus ojos son muy bellos como el cielo de hoy.
Eliana no dudo en sonrojarse, cosa que la enterneció a la joven criada. Eli podría ser algo mayor, pero era muy tímida en algunos aspectos. Hablar de su cuerpo era una de sus mayores inseguridades. Su padre siempre le decía que si engordaba más, ningún hombre se iba a fijar en ella. Su madre controlaba mucho su peso, siempre enfatizaba que los hombres le gustaba las mujeres estilizadas, esbeltas e incluso con curvas, pero no gordas. Aquellos estereotipos la trastornaron al punto que no podía reconocerse en el espejo, pero al paso de los años, cuando conoció el verdadero rostro de su padre y la excesiva sumisión de su madre, sus palabras fueron perdiendo valor. Y comenzó a verse bella, pero aun así, las sombras de su pasado hacían mella en su mente, arrebatándole la sonrisa. Eli comenzó a crear su propia felicidad cuando observaba las flores, el viento en su rostro y quedándose horas tras horas, en aquella vieja cabaña lejos de su casa.
Sus demonios la perseguían, a pesar de lo lejos que estaba de su antiguo hogar.
—Os gustara el festival de la cosecha —dijo la joven mientras peinaba sus largos rizos—. Es una lástima que no hayan llegado antes, solo podréis disfrutar la última parte del festival.
—¿Festival?
—Si, mi señora. Hay concursos de comida, cual es el cerdo más robusto, bailes y también comerciantes extranjeros ofrecen su mercancía. Compartimos nuestros platillos, bailamos y al final de festival una lluvia de linternas adorna la noche como estrellas en el cielo.
—¿Linternas?
—Al final de la noche, nos reunimos alrededor de una gran fogata y bailamos, agradeciendo a dios las cosechas de este año —Finalizó con una sonrisa.
En Broshewd, los festivales eran muy diferentes a lo que describía la joven. Eliana la miraba con algo de tristeza, pero no lo percibía. La joven hablaba y hablaba, pero ella no podía oírla.
«Eres una vergüenza para mi», recordó.
Sus palabras acompañadas con una bofetada o un golpe, que hasta los dientes le dolieron.
—¿Señora?
Eli volteó y la chica palideció.
—¿Esta bien, mi señora? . Yo no quise…
Llorando, Eliana estaba llorando y no lo había notado.
—No… no es nada. Me duele la cabeza un poco ¿Podéis olvidarlo? —Sonrió, atenuando el estado tan sensible en el que se encontraba.
—¿Quiere que llame a mi Lord?
—¡No!
—pero
—¿puedes guardar el secreto, por favor? —pidió—. No quiero preocuparos de forma indebida. No quiero que sepa que estuve llorando, por favor.
La joven, que aunque confundida, asintió despacio. No era propio de una noble pedir favores a los criados, si se lo hubiera ordenado, obedecer a de inmediato, pero ella no lo hizo, en su lugar se lo pidió.
—El almuerzo ya esta listo, mi señora ¿Desea comer en el comedor?
Ella no contestó .
—Señora si desea puedo traerle su comida aquí.
—Creo… que no tengo hambre.
—Pero… lord Tristán dijo…
—Os prometo que no se le regañara. Me gustaría estar sola y conocer un poco más de las instalaciones.
—Si desea yo…
—Quisiera estar sola… por favor —insistió.
Su mirada apagada fue suficiente para la joven, quien sin decir más, terminó por apartarse.
(…)
Uno de los sementales más rápidos de los cinco reinos llegaba a todo galope. Sobre la montura, brillaba un deslumbrante caballero con armadura reluciente. Los cascos del caballo se silenciaron y su viejo escudero le dio la bienvenida.
—Dadle mucha comida —dijo mientras descendía y acariciaba su cabeza—. No he sido el mejor de los jinetes en estas semanas.
—Como diga, mi lord.
Tristán observo su ostentoso castillo, su vista se dirigió hasta una parte especifica. Aquella ventana donde daba a la habitación de su esposa, esperaba encontrarla despierta y se había apresurado para almorzar con ella. Era la primera vez que lo harían, y aunque no quería aceptarlo, estaba muy emocionado.
Había partido muy en la mañana, dejándola muy dormida. No había podido dormir en toda la noche, después de aquel sutil beso en el hombro, la había sentido más suya, que en su noche de bodas. No quería despejarse de su lado, pero debía de hacerlo. Al llegar, encontró las puertas de sus tierras inseguras. Además, también pudo notar un incremento de duendes en los bosques, y otros seres mágicos en la minas, debía de erradicarlos, antes de su propagación. También debía arreglar las poleas de las puertas de las otras entradas, verificar las importaciones marítimas y las cosechas.
Mientras caminaba, una gran sonrisa se posaba en su rostro. Muy cansado, comenzó a sacarse los guanteletes.
—¡Capitán! —Saludó BBenedic—. Llega un poco tarde, casi sirven el almuerzo sin vos.
Tristán miro a todos lados, necesitaba asearse para dirigirse a comer.
—¡Por fin, llegáis! —Hablo Collete—. He preparado algo que os gustareis.
—Todo lo que cocinéis es delicioso —resaltó.
El caballero subió las escaleras, llegó hasta su cuarto, encontrándolo vacío, como lo suponía. Una criada entró con una enorme jarra de agua, lo roció sobre sus manos.
—¿Dónde está mi esposa? —Le preguntó.
Su resonante voz intimido a la joven. Tristán sola la miró, pero la hizo palidecer de inmediato.
—Mi… mi señora… pidió privacidad… y bueno… yo…
Tristán se irguió de inmediato y fijo su mirada sobre la menuda muchacha.
—¿Dónde esta mi esposa? —Volvió a preguntar.
—Ella salió —dijo temerosa.
La expresión del caballero se desfiguró, si estaba molesto, ahora se encontraba furioso. Como podría salir, si Eliana no conocía las instalaciones. Además, en el castillo no solo entraban su personal más fiel, también personas desconocidas.
—¡Responde! ¡¿Hacia donde se fue?!
El paradero de su esposa era una incógnita que lo estaba enloqueciendo. Si algo le pasaba, no se lo perdonaría. La joven muy apenada pronuncio unas débiles palabras, Tristán sin decir más salió de su habitación, hacia donde creia que estaba su esposa.
(…)
Eliana tocaba las flores con sutileza, se dejo llevar por los colores del atardecer. Su mente divagó sobre aquel dolor que poco a poco estaba dejando atrás. Las flores de aquel prado eran bellísimas y estaba segura que su esposo, estaría todo menos feliz. Eli esperaba que aquella joven no se metería en problemas por su culpa, pero de verdad ansiaba estar sola. Le pregunto sobre algún lugar donde sentir paz y la inocente muchacha respondió sobre un prado, al sur del castillo, pero estaba a las afueras de su resguardo. Algo temeraria, Eli decidió ir.
Las instalaciones del castillo eran formidables, Tristán había hecho un gran trabajo teniendo todo lo necesario en sus dominios. Desde herrerías, caballerizas, centros de atención a los heridos y una enorme sala de reuniones. Todos trabajaban muy duro para mantenerlo. Muchos de ellos la reconocieron, pero continuaron con sus labores. Había encontrado una salida custodiada por un caballero, al parecer estaba muy entretenido con una joven, que no notó que se escabullo por el otro lado.
El sol caía lentamente, tiñendo los cielos de colores rojizos y naranjas. No le temía a la muerte, desde muy joven había entendido que las personas, nacen para morir. El prado estaba a más de una hora a pie, su calzado la había ayudado a avanzar sin detenerse y a pesar de tener mucha hambre, contemplar aquel atardecer era embriagador para ella, sintió mucha paz.
—No deberías estar aquí.
Había escuchado unos pasos acercarse hacia ella, a pesar de eso, ni siquiera volteó. No había notado que había empezado a reconocer el sonido de los pasos de su esposo, además de percibir su particular aroma. Tristán desprendía un olor a madera fuerte. El caballero evitó demostrar lo agotado que le había dejado, aquella carrera hacia el prado, porque no espero, siquiera montarse en caballo para llegar más rápido. Solo quería verla, bien y completa.
Eliana volteó despacio y pudo percibir su molestia en su rostro. Quiso evitar su mirada acusatoria, pero no lo hizo, es más, le sonrió, confundiendo y desarmando al caballero en el acto. Tristán estaba complacido, Eli portaba uno de los vestidos que había elegido para ella, la hacia lucir más que bella, como si perteneciera a Drawstone.
—¿tenéis hambre?
Ella negó, ya no tenía hambre.
—Ansiaba estar un momento a solas, mi señor. Quería conocer todos los lugares aledaños a nuestro hogar —Señaló.
—Siempre deberos andar acompañada con alguna criada. No debéis estar sola, mucho menos lejos de nuestro castillo —regaño, pero el tono de su voz fue sutil.
—No volverá a pasar. Es solo… este lugar es hermoso, atrayente para una curiosa como yo. Aquí encuentro flores de todo tipo, incluso… podría hasta abrir una florería —bromeó.
—Hay una florería en el pueblo principal. No hay necesidad que vos trabaje.
«Quiero llevarnos a Drawstone y que seas mi reina», recordó.
—Quizá pueda llevarme alguna vez, caballero.
Eliana no pudo notarlo, pero ahora que se dirigía a su esposo sonreía. Además, tampoco pensaba a nada, ni nadie más, cuando estaba a su lado. Tristán era como una medicina para ella, solo hasta ahora lo aceptaba.
—Por puesto, mi lady.
Ella no pudo evitar sonrojarse, sobresaltándose incluso. Tristán se había dirigido a ella con un título de soltera, además de un tono, al que considero algo seductor. Ambos volvieron a verse, directamente a los ojos. Eli estaba nerviosa, pero no incomoda y Tristán, bueno, era un enigma para la pequeña dama.
—El atardecer… es muy hermoso ¿No lo creéis?
Su mirada azul se centró en los colores, el sol caía y Tristán se colocó a su lado. La diferencia de estatura se notó, haciéndola sentir muy pequeña, pero no importaba. Era su esposo y así, con todos sus múltiples defectos, la había aceptado.
—Vuestro cabello, es como este atardecer.
—Por su color rojo —respondió con timidez.
—No —respondió despacio—. porque es hermoso.
Eliana perdió el aliento en ese momento. Tal como la noche anterior, Tristán creaba un momento único en ambos. Su semblante intimidante, cambiaba cuando estaba con ella.
¿Qué era lo que pensaba el caballero?
—Es… estáis herido —se apresuró por decir.
La mano izquierda de Tristán tenía una herida, y brotaba algo de sangre. Eliana se acercó algo dudosa y muy nerviosa se atrevió a preguntar.
—¿Puedo?
Tristán alzó su mano y ella la tomó entre las suyas. La vista que tenía el caballero era generosa y podía contemplar el nutrido escote de su esposa. No debía de ser lujurioso, Eli no desprendía mucha sensualidad, solo bondad e inocencia. La habilidad de ella se hizo presente, moviendo las flores a su alrededor. Ambos sintieron por primera vez una extraña aura que los embargaba.
¿Era la alquimia? O ¿Quizá era algo más?
La mano de Tristán estaba curada, pero Eli no quería soltarla, se sentía tan a gusto con él.
—Tristán… yo…
Sus palabras fueron silenciada, Tristán colocó uno de sus dedos en sus labios y delineo su rostro redondo. Su mirada azul palpitó y su ceño se compungido se centro en el escrutinio de su mirada, Tristán fue descendiendo y ella aceptó que se sentía atraída por él, de alguna forma extraña.
—¡Capitán!
Ambos se separaron de inmediato, cuando escucharon la conocida voz. Eli se apartó abruptamente y Tristán le dedicó una filuda mirada a su ruidoso caballero.
—Capitán. No quería interrumpiros.
Tristán tomó de la mano a Eli y ayudo a subir al carruaje.
—Capitán yo…
—Mañana te quiero temprano en el patio de armas, Benedict.
La advertencia Hizo palidecer al formidable caballero, definitivamente mañana tendría algún hueso roto por su atrevimiento.
(…)
El almuerzo fue bastante ameno. El plato de Eli rebalsaba de comida, esos manjares eran dignos de repetir. Ansiaba escabullirse en la cocina y preguntarle por la receta al experto cocinero.
—¿Te gusta?
Ella asintió, su ánimo había ido en aumento por el ambiente tan honesto del comedor. Los caballero reían y bromeaban entre si, al parecer controlaba su vocabulario por su presencia. Después de lo ocurrido durante el viaje. Los caballeros se mostraban muy a gusto con su presencia, con excepción de Camille, pudo sentir su mirada inquisitoria sobre su persona y la hizo sentir incómoda. Al parecer, no la aceptaba.
—¿Estáis bien?
Tristán tomó su mano, al verla dudar, quería darle su fuerza y hacerla sentir en casa. Haría lo que fuera por ver su comodidad, pero, no la conocía lo suficiente para saber que era lo que necesitaba.
—¿Queréis alguna cosa?
Ella meditó un momento su pregunta. La respuesta llego sola, si, quería una cosa.
(…)
Al caer la noche, Eli esperaba impaciente en su dormitorio. La emoción que embargaba su pecho era indescriptible. Tristán le había prometido que al llegar la noche, la llevaría hasta el último evento del festival de la cosecha de Drawstone. Así que, estaba muy impaciente por su llegada. Ansiaba que su esposo la viniera a recoger, pero habían muchas inseguridades qué la embargaba.
Y si no se comportaba a la altura del evento? ¿Qué pensaría los aldeanos de ella?
Adaptación, eso era primordial para su nueva vida de casada.
Algo también que llamó su atención, fue el hecho que los criados se iban a sus casas al caer la noche. Un acto bastante impropio para un gran lord. Muchos de los cuales, consideraban esclavos a los criados, teniéndolo a su disposición todo el día. Tristán pensaba mucho en los demás o quizá amaba la privacidad. Esa noche no se serviría la cena, ya que le habían informado que comerían en el festival.
Eli observaba con detenimiento un par de caballeros a las afueras, muy cerca del laberinto de plantas, pudo reconocer a uno de ellos. Rubén, se llamaba. Aquel caballero que salió herido, cuando los trasgos los atacaron.
Todo parecía normal, dos caballeros qué eran íntimos amigos, pero todo cambió, cuando el otro caballero del cual no conocía su nombre, tomó de la cabeza a Rubén y le estampó un beso apasionado. Eli se cubrió la boca, por la sorpresa de tal acto. Luego ambos se separaron y miraron a todos lados, internándose en el laberinto bajo el manto de la noche.
Ella no notaba lo muy sonrojada que estaba. Ya había escuchado sobre personas a las que cruelmente llamaban invertidos. Sintiéndose muy imprudente, retrocedió. Para su sorpresa, se topó con alguien que conocía. Su cuerpo volteó abruptamente sintiéndose atrapada, por estar mirando donde no debía.
—¡Tristán!
Su mirada penetrante la analizó y concluyó lo evidente. Eliana había visto, lo que todo el mundo sabía. Un secreto a voces que habían aceptado y respetado.
—pensé… que llegarías un poco más temprano. Yo…
—¿no los vas ha juzgar? —le preguntó.
El tono de la voz de Tristán fue tan intimidante, su mirada fría, lo fue aún más. Eliana no supo que responder, pestaño varias veces y evadió su mirada.
—¿Cómo podría? Solo Dios puede juzgarlos. Simplemente… bueno… es la primera vez que…
—Dudo mucho que Dios tenga algo que juzgar, cuando dos personas se aman.
Eli lo miro directamente a los ojos. La mirada de Tristán cambiaba, cuando hablaba de amor.
—pero la biblia dice…
—la biblia dice muchas cosas, el solo hecho de existir ya sería considerado pecado. Nosotros blandimos nuestras espadas en las guerras para sobrevivir. Donde el bando ganador regresa como héroes a sus tierras, pero… todos los caballeros sabemos lo que pesa cada muerte en nuestro acero. Matamos a seres vivos como plantas y animales para alimentarnos. Es parte de la vida —explicó con cierto halo de nostalgia en su voz.
El desconcierto y vergüenza se apoderó de Eli, sintiéndose ingenua y tonta. Lo que explicaba Tristán era muy triste, sofocante. Aunque ella hubiera vivido en agonía gran parte de su vida, no se comparaba con la vida de un caballero o la errante de un mercenario.
—el amor adopta diferentes formas. Amistad, por un conocido al que incluso puedes considerar familia. Un amor real de pareja, aquel que te cala hasta las entrañas y te hace desear su bien sobre todas las cosas.
Tristán fue cortando la distancia hasta ella, pretendiendo quizá que conozca lo que estaba en su corazón y que evidentemente ella no notaba.
—Si hay un dios que esta entre nosotros, que rige este mundo y nuestras vidas. No juzgaría el amor de aquellas personas, que no hacen daño a nadie. Ninguno de ellos niega su naturaleza. La aceptan y como tales, aman. Es una lástima que no todos están preparados para aceptar un amor de esa forma.
Eliana no dejo de admirar, el fervor con el cual Tristán se expresaba, era como si lo dijera desde el fondo de su corazón.
—Su amor, es tan prohibido como un plebeyo y un noble. Siempre será cuestionable, muchos de los cuales se conforman con amar a la distancia. Ansiar ver a la persona que amas, ver una sonrisa en su rostro. Saber… que aunque se esta lejos, que aunque las barreras de esta aristocracia son tan altas… esa persona… será feliz… aunque no pueda estar contigo. Muchos plebeyos han amado y perdido, por aquella razón.
—¿Razón?
—En el caso de los hombres, es muy difícil ser digno del amor de una noble, casi imposible porque los casamientos de los nobles están ligados con la corona. En el caso de hombres nobles enamorados de plebeyas, mucho de ellos prefieren tenerlas como amantes, que casarse por el escandalo. muchos matrimonios son arreglados, porque traen beneficios a ambas familias. El amor es un lujo, incluso muchos de esos matrimonios, no llegan a amar a los hijos que se procrean.
—Amor… paternal.
El caballero tenia razón en todo, cada una de sus palabras describía lo que sus padres hubieran sentido por ella. Su padre era cruel y su madre era fría. Ella no podía decir que alguna vez pudo sentir un amor así. Quizá la única persona que la amo de una forma parecida, era su niñera, pero casi no la recordaba. Su mirada temblorosa llegó hasta Tristán, lo encontró un poco triste y tuvo el impulso de consolarlo, pero no lo hizo. Sabía la aversión qué tenía cuando le tocaban la cara.
—¿vos lo habéis sentido alguna vez?
Su pregunta era inocente y no notó, lo mucho que le había afectado.
—vuestra madre… vuestro padre… debieron quererlo mucho.
Ella sonrió con inocencia y Tristán le dio la espalda.
—Nunca habláis de vuestra familia ¿Dónde se encuentran? O acaso ellos…
—¡basta con el interrogatorio! —le gritó. Amedrentándola en el acto—. Mi pasado es un asunto que no os incumbe.
Tristán cerró los ojos, había cometido un error. Su esposa era muy curiosa. Una cualidad, que ahora consideraba un defecto. Ambos guardaron un prolongado silencio, sin mediar más. Tristán avanzó y Eli lo siguió, hubiera querido tomarla de la mano, pero estaba molesto con ella. Si algo le molestaba al antiguo Caballero negro, era hablar de su pasado y mucho más, que se lo preguntara precisamente ella.
(…)
Eliana se mantuvo en silencio todo el camino, quizá pretendiendo no molestar a su esposo con su curiosidad. Tristán perdía la compostura, cuando tocaban ciertas fibras sensibles de su alma. La sonrisa y ánimo que tenía, se desvanecieron con aquella extraña pelea en el dormitorio, por alguna extraña razón, le dolía la distancia que Tristán estaba marcando entre ellos. Estaba muy desilusionada, observaba el asiento delante suyo, vacío. Al menos, esperaba tener una amena conversación con Tristán, era una tantas de las cosas que le gustaba, pero el caballero ni si quiera la acompaño dentro del carruaje. Su mirada se torno triste, no entendía sus ganas enormes de llorar.
—Quizá… no debí preguntar tal cosa —se arrepintió.
La joven apretó sus labios y empuño sus manos sobre su pecho. La realidad era que poco o casi nada se sabia del pasado de Tristán de Drawstone. Su reputación se basaba, en que fue parte de una banda de mercenarios, también sus hazañas en pequeños pueblos, donde incito a guerras civiles contra crueles reinados y su gran proeza por asesinar, a la serpiente leviatán. Tal hazaña, fue el detonante para que el rey Luis, le propusiera un trato para tenerlo de su lado. Quizá por eso, se insistió tanto con su matrimonio, para tenerlo atado a su reino de forma implícita, ya que Eliana era sobrina segunda del Rey.
El cielo se comenzó a oscurecer, los pobladores comenzaron a encender las antorchas, empapadas de aceite para iluminar parte del camino. Eliana vio a través de la ventana, todo el pueblo estaba muy bien iluminado y adornado con muchas flores amarillas. También se habían armados pequeños puestos, donde se vendían comida y algunos suvenir. El carruaje se detuvo y la puerta se abrió, Tristán le hizo un gesto con la cabeza y la dama descendió del carruaje, el caballero hizo notar lo incómodo que estaba, y ella lo pudo notar, sintiéndose mal en el acto. Su madre ya le había hablado sobre aquella insaciable curiosidad suya, la cual la consideraba un cualidad, ahora se trasformaba en un defecto.
—¡Caballero, Caballero!
—¡Es lord Tristán!
Un grupo de niños se acercaron a toda prisa, rodeando a Tristán en el acto. Los caballeros que lucían un vestimenta casual, fueron recibidos con flores y dadivas de parte de los aldeanos. El Lord de Drawstone fue el centro de atención de los niños, Tristán acarició sus cabezas, sacudiendo sus rebeldes cabellos y brindándole una sonrisa. Eliana no dejo de ver a escena, enterneciéndola. Tristán tenia tantas facetas, una de ellas era que le gustaban mucho los niños.
No solo era el lord de Drawstone. Era el héroe de todos y su única esperanza.
—Cuando sea grande quiero ser un caballero fuerte y valiente como vos —dijo uno de ellos.
Tristán solo sonrió, pero muy dentro suyo ansiaba, que aquel niño tuviera un futuro diferente, la vida de un caballero estaba lejos de ser bella.
—Mi señora ¿Desea algo?
Eliana dejo de prestar atención a la escena. Un par de mujeres llegaron con grandes canastas, llenas de panecillos y otras frutas. Ella se sonrojo, miró a las canastas llenas de manjares y no supo por cual empezar primero. Tristán la miraba de reojo a la distancia.
La tradición de la cosecha, se comenzó a celebrar cuando Drawstone se independizó de los bárbaros, todo gracias a Tristán. A quién , le consideraron su libertador y gran Lord , pero, como todo poderío necesitaba estar respaldado de un rey poderoso, se buscó esta y se tuvo esa bendición, de parte del rey Luís .
Gran parte del pueblo disfrutaba la velada, tomaron asiento en la plaza principal de Drawstone, donde se repartió todo tipo de manjares. Los aldeanos: mujeres y hombres, agasajaban a los caballeros y niños del pueblo. Tristán, a pesar de poseer el título más grande, nunca podía estar quieto. Siempre estaba ocupado, le preocupaba mucho el estado de todos sus ciudadanos, recordaba los nombres y a que se dedicaban. Cuando alguno enfermaba o tenía algún problema, siempre estaba para solucionarlo. Era un gran lord, el pueblo así lo quiso.
Eliana se mantuvo sentada a un lado, sonreía muy en el fondo. La gran mayoría parecía tenerle una especie de respeto, pero otros la miraban con algo de recelo. Durante la noche, deseaba estar al lado de su esposo y que la hiciera sentir protegida, pero parecía tan ocupado.
Un niño muy pequeño se acercó hasta ella. Sus manos llenas de tierra le ofrecieron un manzana muy verde. Eran sus favoritas. Pudo sentir la mirada de Tristán sobre ella, quizá viendo su reacción. Sin embargo, ella hizo lo impensable para él, tomó el fruto y sin limpiarlo si quiera, se lo llevo a la boca.
—Gracias.
El niño sonrió y su mirada se quedo fija en ella.
—sus ojos —le dijo el niño con la mirada temblorosa.
—Mis… ojos…
—son tan azules como el cielo.
La sinceridad del niño la hizo sonrojarse de inmediato. Había tanta sinceridad e inocencia en sus suaves palabras.
Recordó, que su padre solía decirle que poco había de él en ella.
«No, ya no importa», pensó.
Ahora está era su tierra, debía de ser feliz allí. Aunque, no todos la aceptarán, no cambiaría la decisión que había tomado.
Quedarse al lado de su esposo.
La joven se movió un poco, dándole espacio al pequeño niño para que se sentará. Muchos de los aldeanos vieron el gesto, con algo de asombro, pero ella no pudo notarlo.
—¿Cuál es vuestro nombre?
—Theo.
—¿Theo? Es un nombre muy bonito.
—¿cuantos años tienes?
—siete, creo —sonrió con inocencia.
Eliana también lo hizo, tomó un pañuelo qué tenía oculto entre su vestido y le limpio las manos.
—no deberéis comer con las manos sucias, podría doleros la barriga.
—eso me dicen los caballeros, pero lo olvidó porque tengo mucha hambre.
—¿caballeros? —le cuestiono—. ¿Vuestros padres?
—¿padres? Yo no tengo padres.
El corazón de la muchacha se compungió, perdió el aliento y su mirada se torno triste. Aquel niño, era huérfano, pero, a pesar de todas las evidentes carencias, era feliz.
¿Cómo era eso posible?
Ella lo tenía todo, pero estaba lejos de ser alguien feliz. Sabía que la felicidad estaba lejos de lujos y de la clase. La felicidad se crea para uno mismo, incluso en el mismo infierno, se puede encontrar motivos para sonreír.
—¿no es de aquí? —le pregunto el infante.
—No, yo soy… era de Broshewd. Una tierra muy lejana.
—oh ¿allí hay hadas y duendes? —pregunto con ilusión—. ¿También monstruos?
«¿monstruos?», pensó.
Si, si lo habían, pero estos no caminaban en cuatro patas o tenían apariencia abominable. No, estos andaban de dos y pertenecían a la nobleza.
«¡No me toques!», recordó quitándole el aliento.
—cuando yo sea grande, me volveré un caballero fuerte y valiente como lord Tristán.
Eliana se atrevió a sonreír, había tanta esperanza en el corazón de ese niño. Un poco atrevida, lo tomo de la mano y le sonrió.
—estoy segura que lo harás.
—protegeré a mis seres queridos.
Ambos sonrieron. El pequeño niño hablaba con tanta soltura, como si ser caballero fuera tan fácil. Estaba segura que ni siquiera sabía leer, ni escribir. Quizá se podría generar un cambio, si asistieran a una escuela, pero el acceso a la educación era más que limitado.
—¿De que hablan?
Tristán aparecía, robándole la atención. El niño se abalanzo sobre él y no dudo en cargarlo. Eli se mantuvo en silencio, no quería molestarlo.
—Me convertiré en un gran caballero, más fuerte que vos.
El caballero sonrió, dirigió su mirada hacia su esposa, pero estaba tan nerviosa que no dejaba de jugar con sus dedos.
—mi Lady es la mujer más bella que he visto —dijo con algarabía, haciéndola sonrojar—. La debe amar mucho ¿verdad?
Aquella pregunta impregnada de inocencia, hizo que el frágil corazón de la mujer se sobresaltara. Sus esfuerzos por ocultar su sorpresa fueron en vano, ya que elevó su mirada buscando una respuesta. Ambos se miraron, pero el caballero dirigió sus palabras hacia el infante que estaba en su hombro.
—eres solo un crío. Ese tipo de asuntos no debería importaros.
—pronto seré un hombre.
El caballero se alejo con el niño en brazos, dejando un extraño vacío en su esposa, que con el ceño compungido, bajo la mirada con un decepción que no esperaba sentir.
¿Amor? Por supuesto que no la amaba. A pesar que los caballeros le habían declarado que quizá Tristán podría sentirlo por ella, pero no. Ahora quedaba más que claro. Era un matrimonio arreglado, no podría esperar más. Se conformaba con que le tuviera respeto y en cierta forma, algo de estima.
(…)
Gran parte del pueblo de Drawstone se dirigieron hasta las orillas de una de sus playas, donde estaba el puerto principal del pueblo. Eliana vio con cierto asombro, como cada una de las familias se reunía y traía una lámpara de papel en sus manos. Algunos tenían un semblante muy triste, con lágrimas en los ojos.
¿Qué era lo significaba?
—señora.
Benedict aparecía con un linterna en sus manos. Ella confundía aceptó la implícita dadiva y sonrió débilmente.
—El capitán me ordenó entregarle esto.
Un niño llego detrás del caballero, trayendo una antorcha encendida y con su ayuda pudo encenderla. Los colores de la linterna resaltaron aun más, sobre todo, el símbolo de Drawstone en ella. Una a una las linternas se fueron encendiendo, iluminando la zona y tornándola mágica. Un río que desembocaba cerca, su caudal comenzó a atraer pequeños barquitos de madera, en ellos, habían velas encendidas.
Benedict se apartó y Eliana sintiendo mucha nostalgia, observó a su esposo, quien tenía la mirada puesta sobre ella, trago profundo y a pesar del dolor de su pecho por no estar a su lado, fingió sonreír.
—Hágalo ahora.
El pequeño Theo aparecía, las miradas se posaron sobre ella, entonces entendió que estaban esperando que diera el primer paso. No conocía sobre la tradición de las linternas, por lo general siempre usaban fuegos artificiales y había leído sobre ellas en los libros, donde las elevaban y pedían un deseo consagrado su alma.
«Esperanza», pensó.
Eliana levantó la linterna y sus ojos brillaron, al verlo elevarse producto del calor de la flama. Los demás aldeanos la limitaron y todo fue realmente mágico, tal como retrataban los libros. El cielo que aún permanecía a oscuras, fue iluminados con las linternas que en ese momento lucían como estrellas, reflejadas en las aguas de las playas de Drawstone.
—Era hermoso, tanto.
La joven junto sus manos en su pecho y se vio tentada a extender una oración. Ahora lo sabía, quería quedarse, en esa tierra, junto con su gente y su esposo. No importaba si no entendía mucho de sus dialecto e incluso de su acento, ella ansiaba formar parte de todo, aprendería amar y respetar su cultura. No por su esposo, era por ella.
Buscaría su propia felicidad.
(…)
La última parte de la celebración de ese festival, terminaba con una enorme fogata encendida en las plantaciones cercanas. Los pobladores comían y bebían alrededor de ella. Las mujeres tenían una danza muy típica del lugar, con cintas en el cabello y tocaban panderos y pequeños tambores, otras danzaban en parejas y sonreían. A las jóvenes más bellas, los caballeros hacían filas por bailar con ellas. Eliana observaba complacida la escena. Aunque estaba algo apartada, se sentía parte del lugar. Ahora sabía, que aunque no era oriunda del lugar, la respetaban por ser esposa de Tristán, pero muy dentro de ella ansiaba, ser reconocida por algo más.
«es mucho pedir», pensó.
Su padre siempre le hizo sentir que poco menos que basura. Quizá con la nueva libertad, ansiaba ser como los grandes pensadores de sus libros o como su esposo.
—Baile conmigo.
La pequeña mano de Theo sostuvo la tuya, ella nerviosa no supo que decir.
—No molestes a la señora
La vieja Collete aparecía, dándole una reprimenda graciosa al niño. Eli sonrió.
—Porque no bailas conmigo, niño —le propuso.
El niño gustoso aceptó. Eliana vio con una sonrisa como ambos fueron junto al fuego y bailaron de una forma un tanto peculiar, entre las sonrisas sinceras de su gente. Tristán también salió a bailar, de la mano de una pequeña niña, que bailaba muy bien, para el asombro de la gente.
Todos lucían tan felices, un ambiente tan distinto a los pobladores de su tierra, que odiaban a su padre y a los injustos impuestos que les obligaban a pagar. Eliana solía escabullirse en cada festival, obviamente disfrazada y gozar con los bailes, la comida y los festivales de títeres en la calle.
—Mi vida ha cambiado tanto —susurro.
Un poco ataviada, se puso de pie disimuladamente y se retiró. Unos ojos tan azules como los de ella, no dejaron de verla en toda la noche, quería invitarla a bailar, pero estaba seguro que el capitán no se lo perdonaría nunca, pero el semblante de su señora, estaba lejos de ser feliz. Cuando la vio marcharse, quiso ir tras ella, pero un fuerte agarre se lo impidió.
—¿A donde vas? —le preguntó un muy serio Benedict.
Arthur al verse descubierto, se zafo bruscamente.
—No es de vuestra incumbencia —replicó evidentemente molesto.
—Solo quería acompañarla, nada más. El comandante la había dejado sola, cosa que no lo consideró como caballero.
Sin embargo, Benedict tenía una mirada filuda y ahora comprobaba lo de sus sospechas.
—No desvíes vuestra mirada caballero. No se olvide que esa mujer ya tiene dueño. No os olvide, quien es.
Arthur no pudo ocultar su sorpresa ante sus palabras.
—No sé a que demonios os refieres —replicó.
Benedict sonrió de lado. Arthur casi nunca se expresaba de esa forma un tanto vulgar, las veces que lo hizo eran muy pocas.
Estaba perdiendo los estribos.
—No soy un idiota —se defendió—. si yo he notado eso, no cabra duda que el capitán no tardará en notarlo también, Arthur —le advirtió—. somos amigos, no solo de nombre, también de lucha. Tenemos códigos y lealtad con Tristán y lo sabéis
Las batallas los habían hecho cercanos. Benedict le recordó, y por eso le habló de Tristán. No como el comandante, ya que fuera de la lealtad y el compromiso, también eran amigos.
—No os olvides que el capitán fue el único que creyó en vos, cuando nadie más lo hizo.
—La acabo de conocer.
Aunque no lo dijo, sonó como justificación.
—¿Eso importa?
Solo eran dos palabras, pero Arthur lo sintió como dos dardos qué fueron a dar a su pecho. Su mirada se desvío hacia donde estaba, pero Eli ya no estaba.
Un sensación de culpa comenzó a anidarse en su pecho, y su cabeza comenzó a cuestionarse muchas cosas, entre ellas.
¿Porque quería estar al lado de Eli en el festival?
Si eventos como ese, eran para familias y parejas.
¿Qué era lo que le motiva a ir tras ella?
Le gustaba, ahora podía aceptar que la compañía de su señora, le agradaba. Quizá como una amiga, eso era. Sus ojos hacia ella, era de amistad. Ninguna mujer durante toda su vida, había captado tanto su atención como aquella dama.
¿Qué tenía de especial? muchas cosas.
«El capitán es muy afortunado», pensó.
Benedict tenía razón. Aunque lady Eliana, podría ser el prospecto perfecto de una gran amiga, no podría aspirar más que su amistad, sin que se malinterpretara sus intenciones.
—Necesito un trago —dijo frustrado.
El empedernido caballero lo vio y negó. Arthur estaba en un problema y no se había dado cuenta.
(…)
Ni el frío de las olas podían afectar a la joven. Eliana se había deshecho de los molestosos zapatos y había sumergido sus pies en las orillas de la playa. La zona estaba bastante desolada y las pocas linternas que quedaban encendidas amenazaban con hacer la noche más oscura.
Sus ojos se cerraron y se envolvió con el romper de las olas. Su vestido no era el correcto para la ocasión, su gran escote comenzó a recibir todo el frío y ella se abrazo. Estaba tan lejos de lo que consideró su hogar, no había marcha atrás.
¿Porque extrañar un hogar donde la maltrataba?
A veces, es muy difícil soltar aquello que nos hace daño, a pesar de saber que nos lastima. Tantos años de maltrato, que término por normalizarlo, pero sabia que había un mundo mejor, lejos de las murallas de su casa.
De pronto, sintió una calidez sobre sus hombros. Asustada, abrió los ojos encontrándose con su esposo, quien la había cubierto con una capa.
—No deberías estar sola.
—Yo no…
—Lo siento —la interrumpió.
Eliana sorprendida pestaño varias veces.
¿Qué había escuchado? Tristán se estaba disculpando.
—No debí dirigirme hacía vos de esa forma.
Había llegado el momento en que se comporte como el verdadero caballero que era. Eliana guardo silencio, observó un halo de tristeza en su rostro. Además, de notar que se había aventurado a ir tras ella, con las botas puestas.
—Hay mucho de mi que desconoces. No me gusta hablar de mi pasado, siento que no importa. Es pasado y el futuro es ahora.
—No debí preguntar. Si vos no quiere hablar de vuestro pasado yo no debí…
—No, si debiste —la interrumpió para su asombro—. eres mi esposa, es muy normal que ansíes saber sobre mi. Soy muy cerrado en muchos aspecto y espero más adelante puedo mejorar y tratarte como mereces. Soy un hombre vulgar, estoy lejos de ser como un noble, pero… puedo hacer ese esfuerzo por vos.
¿Era verdad? caballeros como Tristán también querían mejorar, a pesar de ser tan perfecto en muchos aspectos.
—No quiero cortarte las alas, Eli. Quiero que te sientas libre de hacer y de preguntar todo. De conocer y que aprendas no solo sobre mi tierra, también sobre…
Un nudo en la garganta se posó en Tristán. Aceptar que ella se estaba volviendo su debilidad, era un gran paso. No podía negar que Eliana había vuelto a despertar aquello que creía muerto tiempo atrás. Se sentía tan vulnerable cuando estaba con ella.
—Suelo apartarme cuando me…
Ambos perdieron el aliento y apartaron sus miradas. Eliana sonrojada pudo entender lo que su esposo le quería decir. Tristán le costaba disculparse, por eso se apartó en todo el evento de ella, quizá apenado por su comportamiento. A pesar de ello, no se desentendió de su persona. Sutilmente, quería disculparse cuando mando a Benedict a entregarle la linterna y seguirla después del baile.
—¿Fue de vuestro agrado? —le preguntó.
El tono de la voz de Tristán se suavizó, ella pudo notarlo.
—Si —sonrió—. todo fue muy hermoso.
—Me alegra. Todo el mérito es de mi gente. Drawstone es muy unida.
—Me han hablado mucho de vuestras proeza. Lo aman y respetan mucho, mi señor.
—Es lo mínimo que puedo hacer por ellos. Me nombraron como Lord de este lugar, debo cuidar por ellos. Este evento recuerda a los caídos por las guerras. La libertad de Drawstone del yugo de los invasores fue algo muy difícil, que muchos quisieran olvidar, pero… debemos aprender del pasado y aprender de nuestros errores, aceptar y vivir con las consecuencias.
Sus palabras iban impregnadas con dolor. Los de Drawstone fueron engañados. No saber ni leer, ni escribir era una gran desventajas para ellos, ya que eran fáciles de engañar.
—No puedo dejarlos. Son mi pueblo, crecí con ellos —puntualizó.
—Las personas aquí son muy amables. Su festival es muy diferente al mío.
—¿Diferente?
Ella sonrió con cierta timidez.
—Allí las personas no son felices, como aquí. Mi… padre es implacable.
Tristán río, ese era un calificativo muy tibio para lo que el cruel Duque de Broshewd, a quien muchos odiaban.
—Me… me gusta mucho… las obras itinerantes de títeres… —sonrió—. También usan fuegos artificiales… la mayoría de festivales las utilizan, pero personalmente no me gustan.
—¿Por qué?
—El sentido de mi audición esta un poco más desarrollado, por los años que mi vista… bueno… por mi ceguera.
Su explicación llena de timidez enterneció, el corazón del caballero.
—Me gustan las linternas, mucho… parecen estrellas.
—No utilizamos fuegos artificiales. Somos caballeros y personas de campo. Los animales suelen asustarse mucho con las detonaciones. Es algo imprudente hacerlo, además que hay personas que tampoco toleran su sonido.
El viento sopló entre ambos, envolviéndolos en un ambiente muy acogedor. Los mechones rojizos de Eliana taparon sutilmente sus ojos, ella trató de corregirlo, pero Tristán se aventuro. Ella se dejó tocar, su toque sutil la inmovilizo. El caballero de mirada profunda se acercó despacio, quizá temiendo su rechazo. Una sensación de antaño, acompañado con una sensación de coincidencia, le hizo perder el aliento.
¿Por qué sentía que ya lo había vivido antes?
—¿Que… hacéis…?
Tristán delineo su rostro, ella estaba tan confundida y con la inocencia en su rostro.
—Lo que debí hacer esta tarde.
Y la beso. Sus ojos negros se cerraron, quizá queriendo tocarla hasta su alma. Sus sentidos estaban en aquel beso. Si alguien lo hubiera atacado, lo más probable era que lo hubieran herido. La estaba besando. Se había prometido no sentir nada, precisamente por ella y por el pasado que los antecedía.
Se separó lentamente. Sin embargo, lejos de encontrarla sonrojada el panorama de ambos fue diferente. La ilusión se rompió, espero encontrar unos ojos llenos de amor, pero encontró unos bellos ojos llenos de lágrimas. Eliana se apartó cubriendo sus labios y muy arrepentida.
¿Qué había hecho?
La vio negar y retroceder unos pasos. El semblante del noble caballero se tornó triste y al querer tocarla, ella tristemente lo evadió.
(...)
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