CAPÍTULO XIII

El corazón de Tristán latía tan despacio, era como un suave reloj que no se detenía. Con lagrimas en los ojos Eli se aparto. Con un suave tacto Tristán le aparto los mechones de rostro, apreciando lo bella que era, pero odiando la tristeza que la embargaba. Su cuerpo estaba totalmente expuesto, pero su desnudez poco le importaba. El caballero la atrajo mas a su cuerpo y Eli se dejo llevar por la intimidad de su mirada.

¿Qué le estaba pasando?

Tristán descendió su cabeza y su nariz rozo la de ella, estaban tan cerca. Sus miradas se encontraron, la azul de ella y la negra de él. El pecho de ella subía y bajaba, estaba nerviosa dedujo. Sus pezones estaban erectos y su temblorosa mirada lo desarmaba. Sus respiraciones se unieron en un mismo ritmo, sus pieles se erizaron y sus labios estaban tan cerca, casi podían sentir sus alientos sobre sus rostros.

No era la primera vez que se besaban, pero el grado de intimidad entre ambos era diferente. Su mirada temblorosa y llena de dudas, junto a la de él tan despreocupada y enigmática. Tan cerca, podía notar algunas cicatrices en su rostro. Mientras que él, las pocas pecas en sus mejillas y las muchas en su escote.

Quizá una ingenua curiosidad. Eli elevo una de sus manos, queriendo tocarlo un poco. Ahora que estaba tan cerca, empezaba a vislumbrarlo como un hombre atractivo ante sus ojos. Quería sentirlo, solo un poco. Sin embargo, eso no pasó. Tristán tomó su mano y evito que lo tocara, la magia se rompió enseguida. Eli decepcionada lo miro, su esposo se aparto sin decir más y antes de decir alguna palabra, salió de la habitación.

Tristán no le gusta que toquen su rostro, concluyo.

¿Por qué Tristán la consolaba y luego la apartaba?

(…)

Apartado en las caballerizas yacían dos personas desnudas. El hombre acariciaba la curvatura de la dama, mientras que ella estaba acostada en su pecho firme, se aferró a su cuerpo y escuchó los latidos del caballero. Benedict, había ido por otra buena sesión de lujuria desenfrenada y lo había conseguido, como siempre lo hacía. Lo mejor de aquel momento, fue no haber sido interrumpido por cierta guerrera, que amenazaba con matarlo. Por un momento, se perdió en la mirada de la despampanante rubia. Esos ojos ámbar, labios carnosos y ese cuerpo de infarto, pero había algo que no le gustaba. Su mirada, eso le molestaba. Aquella que desprendía esperanza y amor, uno que no podía darle. Aunque fue consciente que había sido el primero, siempre quedaba la duda si había sido el único.

Era un cobarde. Como demandar alguna explicación, si él como un canalla se acostaba con más de una. En cada viaje, travesía e incluso guerra, siempre había una mujer en su cama. Sin embargo, aquella humilde mujer era especial para él, quizá porque le entregó su pureza.

¿Sentía algo por ella? no lo sabía, quizá no.

Ella le había dicho que era el único en su vida, pero dudaba mucho de su palabra. Le habían pasado muchas cosas malas, para poder confiar en las personas. Eso no había cambiado en la persona que se había convertido. A pesar de ser un caballero, se había valido de sucias mañas para llevársela a la cama. Ella era huérfana, criada por su abuela. Cuando se conocieron, la anciana acaba de morir, estaba vulnerable y como ya se conocían, terminaron enredados en la cama de ella. Había pasado tres años desde entonces y se seguían viendo. Hubo una vez, donde le preguntó de sus sentimientos por ella, pero este no le respondió. Solo la beso y se enterró dentro de ella. Benedict no quería nada serio, ella lo quería todo.

—Lo voy a extrañar mucho, mi caballero —susurro mientras besaba una de sus orejas, estremeciéndolo.

Lo conocía tan bien, ninguna mujer podía estremecerlo tanto, como aquella aldeana, ni la prostituta más experimentada. Lo acariciaba con premura, sus toques fueron subiendo de tono, cuando llego hasta su enorme miembro, haciendo gruñir. Benedict siempre volvía, quizá era su manera, para volviera a ella, dándole un buen sexo como ninguna otra mujer.

Benedict no dijo nada, amaso uno de sus enormes senos y se lo metió a la boca. Su piel morena se contrastaba con la blanca de ella. comió de sus senos, para deslizar su lengua hasta su ombligo y terminar en su sexo. Ella arqueo la espalda, al sentir su lengua en su vagina, gimió sin temor a ser escuchada, abrió las piernas más y apretó la cabeza del caballero, para sentirlo más cerca. No hubo, ni abría otro hombre después de Benedict. Lo amaba y lo esperaría, rogaba a dios para quedar preñada y así poder atarlo para siempre.

(…)

Al día siguiente, para la hora de la comida Tristán subió dos viandas de comida, hasta su alcoba. Al parecer estaba más tranquila, colocó ambos platos en la mesa y se acercaron para comer juntos. Iba a llamar a una criada para que la atendiera, pero había notado que Eliana prefería estar sola, antes de ser asistida por alguna criada. Eso era algo atípico en una noble, ya que siempre suelen estar rodeada de servidumbre.

Pudo notar un cambio en ella, siempre masticaba despacio, desguataba mucho los alimentos antes de tragarla, pero esta vez era no era así. Ella se estaba esforzando por comer, no la miraba contenta. No podía juzgarla, después de haber tenido ese contratiempo mientras se bañaba, Eli estaba mas callada de lo usual, además de no querer quedarse sola.

«Solo fue un mal sueño»

«No fue una pesadilla, os lo juro»

No se podía mentir a tal punto, pero algo definitivamente muy malo debió pasar, para que estuviera tan asustada.

— Muchas gracias.

—No comiste casi nada —sonó como regaño, pero ella lo obvio. No había comido ni la mitad.

Tristán respiro profundamente, deseaba poder seguir su travesía hasta Drawstone, pero el estado mental de Eliana le preocupaba. ¿Qué pasaría si vuelve a tener una crisis? No permitiría que su esposa se exponga ante el escrutinio de su sequito. Ya bastante involucrados estaban, al saber de sus extraordinarias habilidades.

—lo que comí fue suficiente —mintió.

Tristán odiaba que mintiera, pero debía ser paciente. La vio apartar la mirada, evitando alguna futura pelea. Cuando coloco su muñeca en la mesa, vio el brazalete que le habían regalado, pero no vio cierta joya en su mano. Ahora que lo recordaba, nunca lo usaba o al menos no la había visto.

—Os puedo ver, que aquel brazalete os gusta mucho.

Ella entendió el comentario, pestaño algunas veces por la confusión ¿Brazalete? ¿eso era importante?

—Siempre lo traes puesto, pero vuestra argolla de matrimonio, no. ¿Os miento?

—Yo... bueno... no quiero que se me pierda.

La verdad es que no se lo ponía, porque había subido un poco de peso y le quedaba apretada. Era tan vergonzoso. Su madre controlaba mucho su peso, porque subía muy rápido, pero desde que se fue, había quebrado la regla de oro de su casa. No comer más de tres veces y evitar la cena.

—¿Os importa, tanto?

Ser intimidada por su oscura mirada, silencio sus palabras. Eli se sonrojo hasta el escote, sus manos comenzaron a temblar ¿importarle? No lo sabía. Porque tenía el ligero presentimiento, que había un halo de tristeza en la voz de su esposo. No, quizá eso no era. Tristán era un caballero muy temido, valiente y aguerrido, inmune a sentimiento como el amor.

Tristán había viajado semanas, para conseguir el diamante mas raro jamás visto. Uno rosa, muy grande, extraído por el extinto volcán prione, donde se decía que los antiguos caballeros forjaban sus espadas mágicas. Se había esmerado por entregar algo digno de ella, pero no lo usaba.

—Tampoco sueles usar el collar de zafiros, que te regale para nuestro compromiso —agregó.

—Tristán yo…

La verdad era que no le gustaba ese collar, es más, lo odiaba, no deseaba tenerlo cerca. En su momento, simbolizaba la pérdida de su libertad y una promesa rota. Después de ya no poder negarse a casarse, de que su padre le tendió una trampa para obligarla, esa joya era algo que le quemaba con solo tenerlo puesto. No era una bella joya, era un grillete ruin y horrible.

—vuestras dadivas han sido maravillosas, mi señor —dijo con temor.

—pero… —Eli lo vio avergonzada, le costaba tanto comunicarse.

Los maltratos de su padre, habían hecho tanto daño en su alma, que tenia miedo solo de hablar, por temor a ser juzgada o equivocarse.

—Os dije que le daría un hogar. Una digna de vos, donde tendréis una vida resuelta, donde no se verá necesidades.

Eli guardo silencio, estaba tan nerviosa que sus manos temblaban. El grado de intimidad del tono de voz de su esposo, comenzaba a afectarla más de lo que quisiera aceptar.

¿Cómo darle alguna opinión sobre aquello? Solo debía aceptar el tipo de vida que le daría. De esa forma, era la vida de una mujer. Se aceptaba la vida según la del esposo, se renunciaba a los sueños y se vivía a través de ellos. Si había necesidades o alguna queja, entonces se guarda total hermetismo.

—Soy vuestra —había dolor en su voz. —Estoy segura que la vida que me espera con vos… estará bien.

La duda en su voz era palpable. Eli quiso hablar, pero Tristán se lo impidió.

—¿Estáis segura?

Silencio, una vez más estaba presente en ella.

—Eli…

Tristán se acerco muy despacio, se puso de cuclillas y la tomo de ambas manos. Su mirada que siempre solía ser tan fría, esta vez era cálida y sosegada, Eli se sintió tan desnuda ante ella.

—Quiero llevaros a Drawstone, quiero protegerte y hablar contigo, conocerte y mostrarte todo lo bello de mis tierras. Seréis tratada como mi reina de la virtud y la belleza. Os prometo que nunca más estaréis sola. Yo… quiero que quizá más adelante me…

Eli…

«Esa voz», pensó.

La mirada que estaba centrada en el caballero se apartó y miró hacia la ventana. Tristán decepcionado ante la reacción de ella, se puso de pie y salió de la habitación. Afuera en el pasillo, Tristán arrastró su cabello y gruño. No podía creer que Elli le tuviera tan poca estima, que no le importara su implícita declaración. Ella no mostró ningún tipo de reacción, ante sus palabras, solo había mucha duda e ignorancia en su rostro, incluso miedo.

Acaso ella. no sentía aunque sea un ápice de cariño hacia él. Al parecer no. Definitivamente era muy ingenuo o muy tonto.

Sin embargo, todas las conclusiones del caballero, estaban sacadas de contexto. Solo se marcho de allí, deseaba montar de esa forma despejaba su mente.

(…)

Eli…

Eli…

Una voz extrañaba susurro en su oído. La joven se levanto ataviada, sobresaltándose al levantarse, tenia fuertemente abrazada una almohada, con un dolor horrible en la cabeza. Había tenido otra pesadilla, los últimos días se habían vuelto más habituales, incluso podría soñarlas despierta.

Eli ya no quería estar allí, deseaba reunir el valor y decirle a su esposo que ansiaba llegar a Drawstone. El tirante de su blusón se resbalo por su hombro, lo reacomodo. El lado que ocuparía su esposo estaba vacío, palpó las sabanas, estaban frías. Al parecer, Tristán no había ido a dormir. Las últimas noches apenas lo había visto, quizá porque él se despertaba antes y ella se dormía primero.

Ya se había convertido en casi una semana desde que llegaron, por alguna razón que desconocía aun seguían allí. Sintiendo una extraña punzada en el pecho, era soledad. Al parecer su padre tenia razón. Ni siquiera podía complacer a su esposo. Era consiente que no era una esposa completa, ya que había evitado las últimas semanas sus deberes conyugales. Le aterraba, eso, la asustaba. Siempre pensó, que aquel proceso natural era hermoso e intimo, por todo lo que había leído, pero no fue así. Era una ignorante en esos aspectos.

Un extraño resplandor se presentó en su ventana, tan pequeño y brillante, lo suficiente para iluminar su habitación.

—eso es…

Era un pequeño ser alas trasparentes, desnudo que le sonreía. La invitaba a salir. No tenia miedo, tan sorprendida estaba, que algo dudosa se atrevió a colocar uno de sus dedos, donde se ubicaba aquel hada. Separados por el delgado vidrio, lo vio sonreír y ella le correspondió.

«¿Será un duende?», pensó.

Se dejó envolver en su magia, cuando el frio calo su semidesnudo cuerpo, tomo en cuenta que ya estaba a afuera. Se asustó, el viento nocturno soplo levantando las hojas, incitándola a seguir avanzando. Su mirada se apartó hacia la ventana abierta, carraspeó y guiada por el hada continuo. Sin darse cuenta ya se encontraba corriendo, tras el luminoso ser, internándose en el bosque nocturno. Aquel sonreía, con ojos brillantes sin pupilas, llevándola quizá, a un triste destino.

Muy avergonzado, Tristán llegaba hasta la habitación, había enfriado sus ideas. No debía dejarse llevar por sus primitivos instintos, debía de ser paciente, pero ¿Por qué se quejaba? Si él, se había prometido no sentir nada por ella, incluso había tratado de evitar su matrimonio. Toco sutilmente la puerta, volvió hacerlo, pero esta vez nadie contestó. Suspiró profundamente, pensando que en los mejor de los casos, ella estaría dormida y no molesta, como debería de estarlo. Abrió la puerta, su corazón se detuvo, cuando vio como las cortinas bailaban al compas del viento.

¿Y su esposa?

Observó horror la cama estaba vacía.

(…)

—¡Esperad!

Rogó para que aquel ser se detuviera, pero parecía no escucharla. Ni siquiera observaba el sendero por donde la llevaba. Entonces, piso en falso y su cuerpo rodó colina abajo, raspándose las rodillas, y rasgándose el blusón que portaba. A pesar del dolor de su cuerpo, se puso de pie ignorando sus heridas prosiguió su camino. La luz brillo a lo lejos y corrió hacia ella, notó que se detuvo en medio del bosque. Aquel resplandor comenzó a moverse alrededor de algo que no veía, aquello cobro vida y ocultando su identidad debajo de una gruesa capa, el hada se posó en su palma.

—Mi querida Eli. —su voz rasposa la hizo estremecer.

¿Cómo sabia su nombre?

—he vuelto Eli —le dijo y ella negó, sus lagrimas rodaron por sus mejillas.

—No… no puede ser —susurró tristemente.

Hacia mucho frio, pero no podía sentirlo. Estaba prácticamente semidesnuda, pero era tanto la conmoción, que sus sentidos estaban puestos sobre aquel extraño.

A muchos metros más atrás, un desesperado Tristán corría a pasos agigantados, buscando con desesperación a su esposa.

Siempre llamándola por su nombre de ella. Lo gritaba hasta quedarse sin aliento, estaba roto y desesperado, culpándose por lo crudo que fue con ella y por la presión por sus palabras. Si algo le llegara a ocurrir, no se lo perdonaría, nunca jamás. Era muy bueno rastreando. Su corazón se detuvo, cuando vio que el listón gris, que ella solía usar, estaba oculta en entre las hojas, lo apretó entre sus manos. Avanzó más adelante y encontró parte de su blusón, entre las ramas bajas de un espinoso árbol. Su desesperación fue en aumento.

—He vuelto, Eli —repitió, pero ella no respondió. Solo retrocedió un paso atrás, asustada y llorosa. —te prometí que regresaría.

Siempre se imagino su encuentro diferente, en el jardín donde se conocieron. El cargando un saco como su equipaje y ella sonriendo, al fin pudiendo visualizar su rostro. Se imaginaba corriendo hacia sus brazos, sumergirse en el consuelo de su ser, como cuando eran niños. Al fin juntos, como lo había soñado. Sin embargo, aquel encuentro estaba lejos de lo que siempre soñó. Ni siquiera era de día, estaba al medio de un oscuro y espeso bosque, además de no poder ver su rostro. Estaba tan impactada, que no había notado que aquella hada ya no estaba y que el brazalete que traía en su muñeca, se había tornado de un peligroso color.

—¿Recordáis lo que os dije la última vez?

Eli asintió despacio, por supuesto que lo recordaba. Entonces una voz se escucho a lo lejos, volteó casi de inmediato, era Tristán. Por el tono de su voz, denotaba lo desesperado que estaba, seguro porque estaba buscándola. Se sintió culpable por estar allí y faltando a la promesa que le había hecho.

—No os entiendo…. Ha pasado mucho tiempo —susurró despacio.

Eli no había notado, que había empezado a caminar, hacia aquello que se vislumbraba como una persona.

—Me he casado —confesó con vergüenza. No había podido cumplir su promesa. —Os espere por vos durante diez años…

Esperaba que sus palabras fueran lo suficiente para alejarlo de ella, pero el extraño parecía, no haberla escuchado.

—No me importa, mi lady .No me importa… si vos se habéis casado, si habéis yacido con el que llaman su esposo. Yo solo vengo por vos. Le prometí que regresaría y la protegería.

—¿Protegerme?

—Nunca más, vuestros ojos derramarán lágrimas algunas. Nuestra casa estará llena de sonrisas de vuestra parte y llena de flores, como siempre lo sonó.

Sus ojos siguieron derramando más lágrimas. Aquellas palabras le dolían, como una ardiente daga en su pecho. Estaba usando las palabras correctas para doblegarla, hacerla dudar de la posición difícil en la que se encontraba.

¿De verdad se podría ir con él? ¿ Podría volver a soñar?

—Yo…

—¿Recordáis el día cuando nos conocimos?

Ella lloró aún más, se tapó la boca e hipeo, producto del llanto. Por supuesto, que lo recordaba, aunque no había imágenes. Si había mucho tacto, olores y su primera conversación.

—venid conmigo, Eli… —la incitó a seguirlo. A continuar avanzando, sin ver donde pisaba. —y vuestro padre, nunca más volverá a tocaros..

—¿Mi padre?

—conmigo tendréis, el hogar que siempre soñaste. Así que venid...

—¿Un hogar? —susurró.

—Uno que siempre soñaste…

Sus pasos se detuvieron. Sus lágrimas se detuvieron y el rostro de su esposo posó a su mente. Sus ojos temblaban y a pesar de tenerlo delante suyo, ella solo podía visualizar lo poco vivido con su esposo. Sus atenciones, sus cuidados, sus largas conversaciones, incluso algunas de sus sonrisas. Sus elogios hacia ella, sus regalos, su bondad ante el desvalido, sus amistades y otras tantas cosas.

Entonces júralo…

—yo... yo hice una promesa —le dijo.

Ella había prometido y jurado ante dios, que si esta persona regresaría. Ella se quedaría con su esposo

—Yo…

—Una triste promesa, que os ata a un persona que no améis —la interrumpió. —yo os amo… y sé que vos, me amáis. Prueba de aquello, es que vos me habéis estado esperando. Todos estos años... ¿No queréis encontrar vuestra felicidad? ¿Que persona os haría más feliz, que conoce vuestra alma? Os he vuelto por vos…

—¡Eli!

Tristán por fin la había encontrando, su esposa estaba a pocos metros de su posición. Su desespero incrementó, cuando la vio delante de algo que no podía distinguir.

La mirada de Eli buscaba alguna respuesta, pero no la hallaba. Estaba tan confundida, pero debía decidir, quedarse con su esposo o irse con aquel extraño.

—Tomad mi mano… vayámonos lejos de aquí… a nuestro hogar, lejos de todo —le extendió su mano.

La tentación fue tanta, que ella también lo hizo. Los recuerdos llegaron a su mente, como una eterna tortura. Los maltratos de su padre y la miserable agonía, a la que llamo vida. No quería volver a vivir algo parecida.

Pronto llegaremos a Drawstone... llegaremos a nuestro hogar.

¡No lo hagas!

«¿Una voz?».

Raspando el tacto del extraño ella se detuvo, subió la mirada hacia él. Aún no podía notar su rostro, apartó su tacto y negó. Las palabras, la voz de Tristán había calado tanto en ella. no sabía el porque, por alguna extraña y desconocida razón no podía romper aquella promesa. Había visto tantas virtudes en su esposo, aunque no lo conocía lo suficiente, sabia que no era como su padre.

—¿Os pasa algo? —la vio dudar y apretar su mano contra su pecho.

—yo… quiero quedarme al lado de mi esposo —confesó al fin.

El brazalete que tenia en su muñeca, comenzó a desprender una potente luz cegadora, Iluminando todo alrededor.

—¡Eli!

Tristán volvió a gritar su nombre, pero alguna raíces de los arboles cercanos, se lo impidieron. Maldijo y saco un puñal, que portaba entre sus calzas. Su mirada rota, llego hasta donde estaba su esposa. Observándola rodeada de una extraña luz.

Tristemente la ilusión de Eli se rompió, la luz cegadora comenzó a revelar al ente delante suyo. Un demonio enorme, gris con ojos rojos. No pudo reaccionar, tampoco tomo en cuenta, que estaba al borde de un precipicio. Se volvió inmenso el ente, apartando algunos animales nocturnos, provocando un escalofriante viento. El extraño inhumano se sintió expuesto y furioso, se dispuso a atacar a la pequeña joven, pero un puñal llego hasta su hombro, haciéndolo a rugir de dolor.

—¡Alejaos Eli, es un incubo! —gritó Tristán, pero nuevas raíces brotaron y volvieron atraparlo.

La joven no reaccionó, estaba inmóvil del horror, ante el demoníaco ser. Este ente, tomó el puñal de Tristán y lo lanzó en su contra, pudo esquivarlo por sus fluidos reflejos. Los cabellos de Eli se movían con fuerza, producto del viento que se había creado. Este expulsó un gemido horrendo, dispuesto a llevarse a la joven. Su sombra enorme la rodeó, volvió a vociferar sintiéndose ganador.

—¡No!

La voz ahogada de su esposo la hizo reaccionar, levantó la muñeca y acercó la luz contra este ente apartándolo. Aunque estaba aterrada, podía ver que este le haca daño.

—¡sois un taimado demonio! No os permitiré que jugáis con mis sentimientos, ni manchéis la memoria de la persona que más he amado, con vuestras mentiras.

La luz en su brazalete se hizo más intensa, haciéndolo gemir de dolor.

Era alquimia, una que una desconocía.

Su alma se expandió, por los cristales de su muñeca. Delante suyo un invisible espejo se hizo pedazos y rastros de una vida que no tuvo pasaron por sus ojos. Su invisible alma rodeo al ente provocándole mucho daño, iluminando varios metros a la redonda del oscuro bosque, liberando a su esposo de aquellas encantadas raíces. Le temía al demonio, pero nada se comparaba a la mirada de su padre. Las veces que la golpeo y sus múltiples humillaciones.

Con uno de sus oscuros brazos, el ente golpeo a Eli y su cuerpo fue a dar hasta un árbol cercano. El cuerpo de la joven quedó inconsciente, este fue motivo suficiente para la fuerza interior del caballero despertara, aquella que era temida por muchos. Tristán rugido por lo que le habían hecho a su mujer. Se recompuso, así que se fue contra este y le clavo su daga bendita en el corazón y forcejearon. El extraño ente comenzó a tomar una forma distinta, Tristán tomó distancia al ver la trasformación, los factores estaban en su contra. Estaba desarmado, y con su mujer inconsciente, pero este no era motivo para rendirse. Había estado en situaciones peores, pero esta era diferente, detrás suyo estaba su mujer. Su mirada afilada observó de lado a su esposa, aún seguía inconsciente. No podía tomarla entre sus brazos y huir de allí. Al menos trataría de alejarlo.

Sus pasos se alejaron del cuerpo de Eli, este ente malvado lo siguió. Los íncubos amaban las almas puras, más aún, un alma como la de su esposa. Tristán corrió tan rápido como pudo, el ente gigantesco lo siguió, apartando todo a su alrededor, estaba de noche y muy oscuro, pero estaba acostumbrado a la oscuridad, en sus días de mercenario. Era bueno ocultándose, pero debía de volver por Eli.

Su mirada busco al ente, no lo hallaba. Había escapado, quizá. Sin embargo, no era así. A pocos metros observó a una mujer jugando con su pequeño niño, el ente estaba a pocos metros de ellos.

¿Qué debía de hacer?

Como el héroe que era, salió de su escondite y este lo pudo ver. Tristán corrió, internándose nuevamente al bosque, esta vez no tuvo tanta suerte. Una raíz se elevo y lo atrapo, se pudo deshacer del agarre, pero el ente estaba tan cerca, al punto de cubrirlo con su oscuridad. El caballero cerro los ojos, había bajado la guardia. No podía morir, menos allí. Eli aún seguía inconsciente, en alguna parte del bosque.

Un grito estremecedor se escuchó alrededor, fue tanto que los caballeros lo oyeron. La alerta estaba dada, desenvainaron sus espadas, algo estaba pasando.

Ni los bufidos del más letal animal se comparaba, con el extraño quejido del inhumano. La luz alquímica se expandió en una sola dirección. Tristán observó anonadado como su esposa, estaba de pie delante suyo con la mirada cabizbaja y le hacía frente al incubo. De sus labios no salía su nombre, estaba tan impactado. No podía ver sus ojos, pero estaba allí, con el blusón rasgado, casi semidesnuda y al parecer sabía lo que hacía. Su mirada se centró en su otra mano, tenía su puñal.

¿Dónde lo encontró? Hasta donde recordaba estaba inconsciente producto del golpe.

—¿¡Que hacéis!? —le grito.

Eli elevo el puñal y se lo clavo en su otra muñeca, su sangre broto como una cascada.

—Os pido—habló ella, pero el tono de su voz era diferente. —monddog que acepten mi pago… os pido vuestra ayuda. Aceptad mi sangre esta noche, como una dádiva para vosotros y que puedan ayudarme.

«¿Monddog?», pensó.

Tristán no daba cabida a lo que observaba. ¿Acaso hablaba de los famosos perros infernales? Los nocturnos y temidos perros del averno.

Tal invocación tuvo efecto casi de inmediato, comenzaron ha hacerse presente. Eran horribles, poseedores de una extraña nariz y sin ojos, pero letales. Aquellos eran poseedores de una extraña habilidad, podía controlar su visibilidad a voluntad. El demonio retrocedió, Eli elevo su mirada. Sus ojos no brillaban, pareciera que estuviera en una especie de trance. No era ella, definitivamente no lo era.

El caballero observo como las de diez perros se colocaron alrededor de su esposa. Muchos de ellos bebieron de la sangre que caía. Luego ella elevo una de sus manos y señalo al demonio. Los perros entendieron la señal, se abalanzaron sobre el demonio, quien forcejeo. Su batalla se libró, lo mordieron y devoraron su carne. Antes que todo terminará, Tristán tomo del brazo a Eli. Al borde del desmayo, casi se desploma contra el suelo, pero la sostuvo.

—¡Eli, Eli! —la llamo desesperado, muy preocupado.

Cuando ella abrió los ojos a duras penas, respiro hondo.

—¿Cómo estáis? —le cuestiono.

—Hay que irnos —le costaba mucho hablar. —Tristán tenemos que marcharnos… la alquimia suele ser muy atractiva para muchos seres, estamos demasiados expuestos. Yo… —quiso seguir hablando, pero algo dentro suyo se lo impidió. —Estáis desarmado, vámonos… vámonos de aquí.

La mirada de ella lo desconcertó. Su mirada azul solía tener un brillo en particular, incluso cuando estaba triste la solía poseer, pero ahora, era diferente. Era aislada, incluso pareciera que ella estuviera en una especie de trance, además que su postura y su voz eran diferente. Tristán observo como los perros nocturnos, terminaban de devorar al incubo. Esos “animales” solían ser letales, muchas personas morían bajo a sus ataques, raramente lo hacían. Por lo general, estos siempre atacaban, cuando los humanos invadían su habitad e intentaban cazarlos. Sus garras y sus fauces eran más costosas que el oro. Tristán cargo a su esposa, dispuesto a marcharse. Lo que vino después, no se lo esperó. La vio sonreír débilmente, y posó una de sus manos en su mejilla. Su voz débil, susurro palabras que nunca olvidaría.

—vos sois mi hogar…

Sus pequeñas palabras llenas de sinceridad, aliviaron en parte el dolor de su corazón y las tantas inseguridades que tenía. Eli perdió la conciencia y no queriendo desprenderse de su tibio tacto, tomó su mano antes que cayera.

¿Qué había significado eso?

Él no lo entendía. Aquellas inconscientes palabras, decían mucho de ella y de lo que estaba empezando a sentir. Por su nueva vida de casada, había cambiado, era lo más probable. Quizá iban más allá, del respeto que le tenia.

(…)

—¡Mi lord!

Tristán aparecía con su esposa casi inconsciente, en sus brazos. Algunas criadas, vieron horrorizadas la escena, ya que ambos estaban cubiertos de sangre.

—¡Llamad al curador! —Gritó una de ellas.

—Tri… Tristán –susurro ella. —No llaméis al curador…

—Estáis muy mal herida.

—Pi… pídeles que traigan una tina de agua tibia.

El valiente caballero no entendía su petición, Eli tenia una herida muy profunda en su  brazo, necesitaba atención urgente.

—Con… confía en mí —le susurró al oído.

No hizo falta más palabras, Tristán ordeno a las criadas que no llamaran al curador y que le llevaran una gran tinaja de agua tibia a su habitación. Aun exaltadas, sin entender la petición, obedecieron. Eli le susurro otras cosas más a Tristán asintió.

El triste suceso despertó a todos en la pequeña aldea. Las mujeres se apresuraron en cerrar puertas y ventanas, los hombres armados de palos y trinches, conjuntamente con los caballeros presentes, se apresuraron en invadir el bosque y buscar al ente que había atacado a la esposa de Tristán. Muchos de los pobladores, entendían el porque de las desapariciones de los foráneos.

Cuando el baño estuvo listo, Tristán se deshizo de la ropa rasgada de su esposa y la sumergió en el agua tibia. El ceño de Eli se frunció ante al ardor de sus lesiones. Tristán tomo las hierbas curativas y las trituró entre sus manos garra del diablo, cayena, ruda y lavanda para un mejor aroma, fueron esparcidas en el agua y untada en el cuerpo tiritante de Eli.

—¿Te arde? —Le preguntó

Ella negó avergonzada. Tristán tomo un pequeño paño y comenzó a desinfectar la herida de su rostro. Su rostro moreteado, muy magullado. Aquellas lesiones le hicieron sentir culpable. Seguro que se la hizo, cuando el incubo la lanzó contra el árbol. También tenía el labio roto, que gentilmente limpio, apreciando lo tentadores.

—Gracias.

Tristán negó, debería disculparse por no haberla protegido.

—Por un momento pensé…

Que la perdería, quiso decir. Sin temor al rechazo, Tristán unió su frente con la de ella. No había rechazo de su parte y eso lo hizo feliz.

Eli observó las manos de Tristán, también tenían lesiones y su rostro algunos pequeños raspones.

—Lamento haberos preocupado —susurro viéndolo a los ojos, sonriéndole tímidamente. —¿Me permite?

Su pedido fue aceptado. Eli paso una de las yemas de sus dedos sobre la herida mas profunda, que estaba sobre el dorso de su mano. Sus habilidades curativas hicieron efecto y la herida poco a poco se fue suturando. Ambos se vieron, Tristán estaba tan preocupado y eso no le gustaba, prefería verlo molesto a esa expresión tan triste en su rostro.

Ya no le temía, disfrutaba su compañía.

—No deberías ayudarme. Yo…

—Nunca rechace mi ayuda, por favor —le pidió.

Había una preocupación autentica. Tristán debía aprender que a su esposa le gustaba sentirse útil.

—Casi os pierdo por ese íncubo. Nunca me lo hubiera perdonado.

Los íncubos, no solo devoran el alma de sus victimas. También abusan de sus cuerpos de maneras repulsivas. Se alimentaban de las pesadillas y los miedos. Sus debilidades eran como miel para las abejas.

—¡maldito! Si eso se hubiera atrevido a…

Eli lo silencio, posó uno de sus dedos en los labios de su esposo. El tacto suave estremeció su cuerpo. Su esposa era tan suave, tan bella y amable. La reserva de ese momento era algo que el caballero no permitiría olvidar. Ahora podía reconocer que aquella mujer, podía hacer con el lo que desease.

—¿Deseáis que llame al curador?

Ella negó, su tacto se aparto sutilmente y cerro los ojos. Sus rizos rojizos se elevaron y Tristán sintió un aura extraño que los envolvía. Aunque no era visible, podía sentir que un extraño vapor se impregnaba en el cuerpo de su esposa. Se asusto cuando la vio sangrar por nariz.

—No os preocupéis.

—Estáis sangrando —Tristán tomo el paño y le limpio la sangre de su rostro.

Eli se dejo tocar, le sonrió.

—La recuperación para un alquimista suele ser más lenta.

—No entiendo.

—Las hierbas ayudaran a sanar en partes las heridas internas de mi cuerpo, aquellas que un curador no puede ver. Creo que me rompí una costilla.

El caballero frunció el ceño, seguro fue cuando el demonio la contra un árbol.

—Ahora no puedo utilizar mis habilidades en su totalidad, para extraer las esencias puras de las hierbas. El agua caliente ayuda mucho.

Indudablemente, había muchas cosas que desconocía. Había estado prácticamente en todo el mundo, ahora podía admitir que no había visto. A veces lo más extraordinario no se encuentra lejos, quizá esta más cerca.

—El brazalete que te regalo Braytorh, al parecer ayudó mucho aturdirlo -aún recordaba como el ente gemía de dolor, ante la potente luz.

—Sus piedras. Amplificó mis habilidades a través del cristal. Se dice que los antiguos alquimistas utilizaban el fenton, para fabricar báculos que amplificaban el alcance de su poder. La fentonita suele reaccionar de forma agresiva a entes malignos, por eso la potente.

Explico algo confundida, Tristán la escuchaba con atención. Raras veces, Eliana solía expresarse con tanta seguridad, dejando de lado su timidez. A veces parecía otra persona, incluso el tono de su voz y su postura eran diferente. En el bosque, mostró la valentía de un guerrero.

—La alquimia es la práctica de poder manipular nuestra alma. Sin embargo, toda acción tiene una consecuencia. Nuestros organismos, no siempre reaccionan bien a este tipo de manipulación de energía. En algunos casos, el corazón se detiene, la respiración se descompensa o se nubla la visión. Solo los alquimistas más destacados, son capaces de manipular su propia alma de tal forma, que pueden llegar aun equilibrio entre su alma y su cuerpo.

—¿Difícil?

—Se requieren años de entrenamiento y mucho conocimiento.

—No lo sabía. Todo aquellos conceptos de los que habléis con tanta soltura, deben ser difícil de aprenderlos. Ya que, la falta de información no contribuyen en su aprendizaje. La alquimia está prohibida en este reino y por la iglesia. ¿Eli? —su ceño de frunció al ver, el repentino cambio de semblante —¿Qué te pasa?

Tristán la tomo de los lados, para que lo viera. Ella lo miraba, pero estaba ida, pálida y rígida.

—¿Eli?

Ella se tomo del pecho, no podía respirar.

Será nuestro secreto…

Nunca debéis hablar sobre esto con nadie..

Os lo juro.

—Son muchas preguntas, por favor… os pido, que no pregunte, no podré responderos —le rogó y Tristán la soltó.

El caballero se aparto y tomo asiento cerca de ella. Eli evadió su mirada. Aunque no quiso apartar su mirada y mucho menos bajar la guardia. El peso de la batalla hiso mella en él, sus ojos negros se cerraron poco a poco, observando la imagen de su esposa en la gran tinaja.

(…)

Caballero…

Caballero…

No preguntéis nada, aún no ha llegado el momento.

«Esa voz», pensó.

¿Estaba soñando? Tristán se froto la cara y se puso de pie. Eli se había quedado dormida, pudo ver que se encontraba bien.

—Eli, Eli despierta.

Le acaricio suavemente el rostro, ella abrió los ojos con dificultad.

—¿Tristán? ¿Dónde estamos? —Preguntó muy confundida.

Su pregunta inocente lo hizo fruncir el ceño. ¿Por qué le haría tal pregunta? Su mirada confundida ajena, lo hizo cuestionarse, hasta que nivel debía de permitir que su esposa, siguiera pretendiendo ser una alquimista. Ahora su dulce y candorosa Eli, pero anoche fue la valiente alquimista, que no se mesuro en lastimar su brazo por salvarlo. Sus ojos tenían el brillo usual, incluso se avergonzó por la desnudez de su cuerpo. Ella había preparado aquel baño para ella, no recordaba, era evidente.

—¿Recuerdas algo de anoche?

Eli asintió. Había vergüenza en su rostro, se había escapado persiguiendo un antiguo recuerdo. Fue engañada por un vil engendro.

—Lo siento. No debí salir de noche. Aquel demonio me confundió con antiguos recuerdos, me tentó, lo admito.

—¿Nada, más?

Eli pestaño varias veces, recordaba que una luz potente salió de su brazalete y luego todo se volvió negro.

—Creo que me lanzó contra un árbol. ¿Vos sois mi salvador?

Tristán se mantuvo en silencio.

—Me habéis salvado —agradeció muy conmovida. —Nunca nadie había hecho tal cosa por mi.

¿Salvado? Fue ella quien lo hizo, pero ¿Cómo explicarlo?

¿Qué era lo que estaba pasando?

(…)

Ya entrada la mañana, todo se encontraba listo para partir. Los caballos, la comida, el equipaje y todo lo demás. Solo eran tres horas de viaje, estarían llegando un poco más del atardecer.

—¿Dónde esta Benedict? —preguntó Tristán bastante cansado.

No había dormido, al velar el sueño de su esposa. Por primera vez, había dormido acurrucada a su lado. La vio sonreír ante su calor, incluso babear en su brazo, cosa que le pareció tierno. La protegería, así fuera con su propia vida. Ahora, podría decir que, después de lo de anoche, la sintió un poco más unida a él.

Eres mi hogar.

Haber escuchado esas palabras de su parte, había sanado una de las tantas heridas de desamor que tenía.

—Lamento la demora, capitán.

Benedict llegaba a duras penas, estaba despeinado y con la armadura mal puesta. Muchos de la caravana se burlaron, sabían de los amores que se daba, con aquella muchacha y los últimos días hasta había dormido con ella.

—¡Estoy listo! —Tristán solo lo vióy negó.

No podía juzgar su compartimiento. Si estuviera en su posición, que una mujer lo amara como lo hacían con Benedict, lo más probable era que quisiera estar con ella. No en las mismas condiciones, ya que la llevaría al altar y no a un establo.

—¡Caballero!

Una voz femenina se escuchó, muchos voltearon ante el general llamado. Benedict volteo, al reconocer la voz de su amante, encontrándose con esos ojos azules llorosos que lo despedían. La mujer avanzó raudamente y prácticamente se le tiro encima al caballero, sus labios llegaron a él y este le correspondió, acariciándole sutilmente el trasero.

—voy a extrañarlo mucho —se confesó y ambos volvieron a besarse.

No había vergüenza ante el escrutinio de todos. Lo amaba con su vida.

Benedict se dejo besar, Tristán había ordenado avanzar a la caravana, estaba seguro que los alcanzaría. El caballero agradeció mentalmente, la privacidad que le había otorgado. Se apartó para observarla, ella estaba llorosa, lo extrañaría seguro. Solo atino a abrazarla y no decirle cosa alguna. Ya no quería prometerle cosas que no podría cumplir, había llegado a un punto dónde no quería lastimarla.

(…)

La cabalgata de tres horas los acercaron a la cuidad principal de Drawstone. Eli pudo ver el mar y eso la emociono. Había escuchado que Drawstone, era un gran pueblo con altas murallas, dedicados a la minería, a la pesca y por sus tradiciones. Tenía una tibia sensación en el pecho, uno que le provocaba una gran esperanza. Desde su carruaje, no dejo de mirar a su esposo, que estaba a pocos metros de ella, protegiéndola. Seguro Tristán estaba algo descolocado, por la situación que paso entre ambos. Sin embargo, sus palabras estaban llenas de sinceridad.

“Su hogar”.

Era Tristán de Drawstone, ahora sería su hogar. Hasta el día que muera.

El sendero se hizo más empinado, luego atravesaron un espeso bosque, no dejó de apreciar la vegetación del camino. Había plantas que puedo reconocer como medicinales, también habían ardillas y muchas mariposas. Una pequeña casa oculta entre el espeso bosque, les dio la bienvenida. No paso mucho para que el panorama cambiara, entonces pudo visualizarlas. Unas murallas muy altas los detuvo, había una profundo socavón que rodeaban las entradas. Eli se sobresaltó al sentir un fuerte golpe contra la tierra, era la puerta que les permitiría la entrada. Los caballeros arriaron a sus sementales y cruzaron el puente. Ella jamás olvidaría el recibimiento que los caballeros tuvieron. Las trompetas tocaron, los pétalos de flores caían desde los altos de las casas, mujeres, niños y ancianos vociferaban a toda voz.

“Lord Tristán, ha vuelto”.

“El señor de Drawstone, regresó”

Vio como su esposo extendía una de sus manos saludándolos. Todos se miraban tan felices de verlo, también había un escueto respeto y admiración en sus ojos. Muy diferente como en la tierra de su padre. Los pobladores siempre lo miraban con miedo y odio.

El miedo nunca seria catalogado como respeto. Eso era seguro.

Nunca Tristán le había parecido tan brillante como ahora. Era tan imponente, ante sus ojos. Como los héroes de sus historias, aquellos que eran amados y respetados por su pueblo. Por primera vez se preguntó:

¿Quién era realmente Tristán de Drawstone? Y ¿Por qué eligió casarse con una noble que vivía tan lejos de su hogar?

La geografía de su tierra no solo estaban en las tierras del rey Luis, también colindaban con el Rey Rubén del oeste, el podría elegir pertenecer a cualquier de esos reinos. Hasta donde sabía, Drawstone no era una tierra tan fructífera, como para poder cobrarles buenos impuestos. ¿Quizá estaba equivocada? ¿Qué tanto había cambiado sus conceptos o de los reinos sobre Drawstone?

¿Qué hacia Tristán tan lejos de su tierra natal?

(…)

Muchas gracias por seguirme hasta aquí. Actualización pronto. Me ayudarías mucho compartiendo y recomendando esta historia. Al fin, después de tanto llegaron a Drawstone, muchos secretos se revelaran a partir de este punto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top