Capítulo XII
Habían viajado por casi una tres sin descanso. Hacia poco más de un mes, que estaban viajando hacia Drawstone. Aunque habían considerado que se demorarían a lo más 20 días, ya se habían tomado, más de un mes, en abarcar gran parte del tramo. Ya deberían haber llegado, pero todos los contratiempos que tuvieron, sumado de todos los desvíos que tomaron, habían alargado innecesariamente el viaje. Tristán era bastante controlador con sus travesías y esto solo le ocasionaba un fuerte agotamiento mental. Los equinos habían resentido mucho el viaje y a pesar de haber tomado varios largos descansos, no tenían el mismo rendimiento. Aún así, los caballeros se tomaron tiempo en pasarla bastante bien, eran amigos después de todo.
Eli no pudo más que deslumbrarse por los biotopos. Se había tomado el tiempo de dibujar la flora y fauna de los lugares que había visto. Como la niña con la que compartió la historia, el lago congelado, entre otras cosas. Todo lo que llamaba su atencion era plasmado en algunas hojas que tenía entre sus libros, siempre procuraba tener la idea fresca para poder dibujar. No consideraba que sus dibujos a carboncillos eran los mejores, pero amaba hacerlos siempre que podía. Ahora se encontraba dibujando al lord de las minas de Banuer, el amigo de Tristán, tenían horas sin dejar de cabalgar, así que, había avanzado bastante. Hizo a un lado aquellos comentarios dirigidos hacia su padre, el lord de las minas de fenton, le pareció un hombre bastante agradable. Le había llamado la atención como se expresaba sobre su pueblo, su orgullo era algo muy típico de su gente. Además, resaltaba los buenos artesanos que eran. El conocimiento era infinito, se dijo. Ya hacia tres días que habían dejado la oscuridad de las cavernas, aún no se había quitado el brazalete que le regaló. Aún seguía sin cambiar el color, le gustaba mucho. La textura de sus piedras transparentosas era algo adictiva, aunque eran frías, eran tan lisas que podía tocarlo incesantemente. Ella no sabía, que lo que pendía de su muñeca, costaba más que el pomposo castillo de su padre.
—¡Necesitaba un descanso! —sonrió Benedict, al ver a las féminas que se reían al verlo. —y vaya... que lo necesito. Dios sabe que no miento.
Una mujer tras las jóvenes apareció, se cruzó los brazos muy enojada. Sus miradas cómplices se encontraron, se conocían y bastante bien. Benedict se relamió los labios, necesitaba relajarse.
Grothu, era una aldea pequeña ubicada en un paso muy concurrido entre las montañas llenas de follaje rumbo a la cuidad principal de Drawstone. Las rodeaban ríos, era consideras inicios de las tierras de Drawstone. Aquel aire puro llenaba los pulmones de todos, el sonido de los animales a lo lejos era muy agradable y daba paz. El agua de los ríos fluyendo y la catarata eran únicos. Aquellas aguas cristalinas que podían verse hasta los peces más pequeños y la flora acuática. Los pobladores eran muy felices, el negocio de arrendamiento era bastante bueno. Como estaba ubicado en un lugar estratégico que desprendía muchos caminos, los viajeros a menudo se detenían a pasar la noche. Aunque no era una aldea muy grande, tenía de todo, desde una iglesia, posada, un mercado y un establo muy grande.
El dueño de la posada más concurrida, invito a los caballeros de Drawstone a pasar la noche libre en sus aposentos, después de todo, Tristán, el gran señor estaba presente. Les dedico una cálida bienvenida, les ofreció cerveza y mucha carne. Los caballos fueron acicalados con un baño, alimentados con heno fresco y limpiados sus pezuñas, colocados en establos amplios. Lo mejor para la caballería del antiguo caballero negro. Aquel pequeño pueblo tenía una historia mítica, alguna vez lo llamaron el pueblo cubierto de hadas, pero estos seres hostiles y mentirosos, ahuyentaban a los viajeros, así que, decidieron cambiarle el nombre. No muy lejos de allí, se encontraba un acantilado, donde antiguos relatos cantaban que las hadas atraían a incautos, con sus cantos y sueños despiertos, se apoderaban de su alma por sus decesos. El bosque de las almas, por eso se derivaba su nombre. Los pobladores ya sabían cómo vivir con aquellos seres extraños, ignorando sus nocturnos canticos, pero los turistas poco hacían caso y más de uno moría ante su encanto.
Se preparó una gran cena, se celebraba el regreso del asesino de Leviatán, el inigualable Sir Tristán de la tremolante espada, lord de Drawstone. Quien regresaba luego de una campaña bélica, a favor del rey Luis. Su victoria era cantada, como siempre. Era la mejor imagen de Drawstone, la historia de un marginado guerrero, mercenario y mestizo, que salió airoso y victorioso de innumerables misiones suicidas. Una inspiración para todos, eso era real. Era muy difícil pertenecer a una caballería tan prestigiosa, como los caballeros de la capa blanca, ya que muchos eran hijos de los nobles, que lo haya hecho un plebeyo, sin duda era una proeza inspiradora, digna de repetir. Aunque la noticia de su boda fue una sorpresa para muchos, era evidente que el rey lo casaría con una noble de sus tierras, con la seguridad que lo tendría a su disposición. Algunos dudaron, pensaron que con los títulos y los reconocimientos quizá cambiaría, pero no lo hizo. Tristán amaba su tierra y a las personas que conocía desde niño. Aquellos que lo ayudaron a ocultarse, cuando fue el más temido mercenario.
Se preparó exquisitos manjares, las mujeres bailaban con panderetas y con flores en el cabello. Muchas se desvivían por las atenciones por los guapos caballeros, mostrándoles sus carnes y seduciéndolos con las miradas. El centro de atención siempre fue Tristán, las mujeres se peleaban por atenderlo, ofreciéndole manjares, mostrándole sus enormes pechos y chocándolo por casualidad. Todos notaban, que más de una se humedecía con solo verlo, las miradas de lujuria hacia él, eran la envidia de muchos. A pesar de estar casado, eso no fue impedimento para que este tipo de coqueteos siguieran.
—sírvase, Milord —hablo una rubia muy guapa.
—mejor este, Milord —hablo otra mujer tan hermosa como la primera.
Muchachas muy jóvenes, se lo comían con la mirada. Suspiraban delante suyo, y él lo notaba. Siempre era respetuoso, pero en más de una ocasión, tuvo que aplicar la fuerza, para quitarse alguna damisela de encima. Mientras las jóvenes le ofrecían manjares, el miraba a su esposa a su lado, comía con ánimo mucho. Era evidente que le encantaba la comida, pero un halo de decepción se posó en su mirada, al ver que Eli, ni se inmutaba ante el evidente coqueto. Eli no sentía lo mismo, ella no se quemaba por dentro como lo hacía. Ella sonreía feliz comiendo, a pesar que las féminas podrían estar encima suyo. En cambio, para su caso, no podía tolerar siquiera que Arthur se le acercara o cualquier otro caballero. Su primera noche de boda, aunque no fue típica y la había visto desnuda y tocado, no podía considerarla completamente suya.
(...)
—vamos muchachos —asustó al caballo, para llevarlo al establo.
Le gustaba mucho mimarlo, acariciarle el hocico y sentir su respiración. Camille llevaba a su semental con cuidado, pero un conocido sonido hizo que entornara los ojos.
Un gemido muy sonoro de una mujer, suspiro profundamente.
«¡Maldito, Benedict!» Pensó.
Ese caballero de cogía siempre a la aldeana de siempre. Al parecer, este le habría hecho promesas y está tonta caía como siempre.
—¡Oh Benedict! —gimió casi sin respiro.
Benedict acariciaba sus carnes, amasaba sus enormes senos, tanto que sus grandes manos, no alcanzaban a cubrirlas, bajaba su tacto a su unión tocándola, poniéndolo más duro y azotaba sus nalgas blancas con fuerza. Está mujer se estremecía a su contacto, ladeaba la cabeza para recibir sus besos agotados, llenos de pasión. Sus pechos se movían con el empuje fuerte, esos pezones como pasas, lo volvían loco.
Se escuchaba el empuje del acto sexual, hasta las afueras del establo y uno salvaje, por cierto. Benedict podría ser un caballero muy leal, pero era un idiota mentiroso. Porque se cogía a cada mujer que podía, le gustaba sobre todo las aldeanas y hogareñas. Camille abrió la puerta sonoramente, los caballos se asustaron cuando esta chocó contra la pared. Vio con repulsión como Benedict, sacaba su viril miembro de la mujer, quien acomodo sus ropas, cubriendo sus senos y salió despavorida. Está sonrió, al verla salir raudamente.
Se cubría, como si aquello fuera suficiente. Acaso no había notado, que sus gritos se escuchaban a media redonda.
—¡Maldita! —bufo. —¿Por qué demonios, me interrumpes? —hablo mientras acomodaba, su aún erecto miembro, entre sus ropas.
—Podrías haber hecho menos ruido, te comportas como un animal —sonrió.
—¡Perra!
—al menos ahora estáis medio vestido —se burló y Benedict achico los ojos.
La primera vez que Camille se encontró con esta escena, solo se atino a alejarse. La segunda vez fue más descarada, porque Benedict se metió a su tienda con una prostituta y estaban totalmente desnudos. Camille solo atino a lanzarle un cuchillo, el cual atrapo en el acto y con la promesa, que la próxima vez no fallaría y lo castraría. Era una falta de respeto, eran compañeros, pero no amigos, al menos ellos no.
Benedict abrochó los últimos botones de su camisa, paso por el lado de Camille y está alzó una ceja. Estaba sudado y aún sonrojado.
—idiota.
—no diréis lo mismo, si fuera vos la que me abra las piernas.
—Vos aspiráis demasiado, caballero. Vos quisierais tomar una mujer como yo, pero eso es solo un sueño para vos, y una pesadilla para mí —era tan orgullosa. —mejor conformáis con lo que tenéis y no aspiráis a lo que no podéis tener. Porque no podríais conseguir alguien mejor —se jactó.
—¡Ja! Por favor... al menos yo, tengo con quien coger. En cambio vos, lo que tienes entre las piernas debe tener más telarañas, porque la persona que esperas ya está casada y pasándola bastante bien en cuatro paredes.
Camille saco un cuchillo de su muñeca y se lanzó contra Benedict, dedicándole una mirada asesina y muy filosa. Este la tomo de inmediato y se burló de ella. Forcejearon un poco, pero este era más pesado y como las otras veces, ella termino debajo de él. Este afianzó su agarre, y la desarmo, para que no le patiera la entrepierna.
—Duele ¿verdad? vuestra verdad duele y vaya que mucho —se volvió a burlar.
Está vez Camille le dio un fuerte cabezazo, aturdiéndolo y este la soltó.
—Cuida vuestras palabras. La próxima vez no seré tan condescendiente, con un bastardo fornicador como vos —amenazo, mientras su filosa navaja estaba en su garganta. —¡Vos no sabéis nada sobre mí!
Camille insultaba, era con más peligrosa fiera jamás vista. Benedict y casi todos los caballeros saben, que cruzó la delgada línea de la lealtad como caballero con los sentimientos. Estaba enamorada de Tristán, pero él nunca la vio más como una leal y fuerte mujer. Solo tenía ojos para su esposa y eso la enfurecía. Habían compartido tanto, peleado por mucho tiempo y este solo se casó sin protestar.
Era tan doloroso. Amar y no ser correspondida. Se puede amar, completa y plenamente, pero que compartan tus sentimientos es un punto muy aparte.
(...)
Tristán acomodaba el equipaje en la amplia habitación, solo procuro sacar lo necesario para ambos. También había mandado a lavar algunos de los vestidos de su esposa y ropa interior. Ya se había tomado demasiadas libertades, debían de llegar lo mas pronto posible, tenía muchos asuntos que arreglar.
Eliana sonrío al ver la cama cómoda y el hermoso tocador. Sin embargo, algo llamo su atención. Un espejo finamente labrado, que estaba aun lado de la habitación. Era un muy grande, lo suficiente para que dos personas se vieran, estaba delante de la cama. Sus rojizas cejas se fruncieron levemente y se acercó cautelosamente. Con temor poso una de sus manos en el frio reflejo, sus ojos se vieron reflejados y unos crudos recuerdos llegaron a su mente, ahuatándose de inmediato. No tardo en apartar su contacto, y pestaño varias veces.
—¿Pasa algo? —le cuestiono Tristán, al notar su extraño comportamiento.
—Nada, mi señor —mintió.
Tristán se irguió al seguir que mentía, odiaba los secretos.
—Creo que tengo que aclarar, que vos no sabes mentir.
Ella se sonrojo de inmediato y aparto su mirada. La sola mirada de Tristán la desnudaba y no sabía por qué.
—¿Queréis que lo quiten?
Eli bajo su mirada avergonzada, debía de aprender a comunicarse con su esposo.
—No es necesario. Solo... —recordó. —tenía un espejo muy parecido en mi habitación.
—Os pediré que traigan una tinaja, para que podéis asearos.
Eliana sonrió complacida, Tristán se marchó, pero la extraña sensación de su reflejo no se iba. Quizá estaba un poco asustada, pero con una de las finas sabanas opto por cubrirla en su totalidad.
Ya en la noche, Tristán se desvestía para poder dormir, de forma casi imperceptible observaba a su esposa. Ella no había dejado el carboncillo que ya había manchado sus dedos, los cuales pasaba delicadamente sobre el dibujo, que muy meticulosamente trazaba. Sabía su gusto por dibujar, la había observado un par de veces, pero verla tan concentrada, ignorando su propia desnudez, lo hacían sonreír derrotado.
Eli era tímida, pero cuando estaba concentrada, era otra. Su forma cambiaba, ignorando todo aquello ajeno a lo que se centraba.
En cambio, Tristán no dejaba de vislumbrar su cuerpo, a través de ese blusón revelador. Sus generosas curvas, con pezones rosados en enormes pechos, su cintura y su trasero. Sus manías al acomodar su cabello tras su oreja, su perfil no tan perfecto, sus largas pestañas y sus pupilas azules. Eliana nunca le fue indiferente, quizá trato de resistirse, pero después de todo era una muy mujer atractiva. Ella pareció sentir su mirada y volteo a verlo, estaba sin camisa, sonrió pícaro, al ver la inocencia en su rostro. Al parecer ya se estaba acostumbrando a verlo semidesnudo.
—¿Pasa algo, mi señor? —le cuestionó, al sentir su insistente escrutinio.
—¿Qué dibujáis, mi lady? —le pregunto con la misma formalidad.
Podrían ser esposos, pero Eli muy pocas veces lo llamaba por su nombre. Aunque le gustaba escucharlo de su parte, al parecer su crianza hacía mucha mella en ella y su forma de expresarse, siempre con los títulos y su estricta educación.
—nada importante —se apresuró a cerrar su pequeño cuaderno, muy avergonzada.
No tenía talento, pensaba. Dibujar solo era un pasatiempo, que aprendió empíricamente durante su adolescencia. Abrazo su cuaderno y su blusón se mancho por el carboncillo en sus yemas.
—mentir no es algo que sea propio de vos —se burló y le extendió una de sus manos. Deseaba conocerla un poco más.
Avergonzada, dudó. Al entregarle el viejo cuaderno de hojas salidas, su respiración se aceleró, pero lo extendió despacio. Aparto la mirada al entregárselo. Era muy normal, que el esposo quisiera saber todos los pasos que su mujer, era normal que la esposa no tuviera privacidad, ni mucho menos secretos. Aunque para su juicio, eso estaba muy mal. Cuando lo abrió, Eli aparto la mirada sonrojada, esperaba un insulto de su parte. El silencio que vino después, aumentó su nerviosismo.
«No debí entregárselo», pensó.
—son muy buenos —resalto.
Sus ojos azules se abrieron aún más y se encontró con una sonrisa sincera de parte de su esposo.
—A eso lo llaman talento.
Ella se sobresaltó ante sus palabras, sonrojándose hermosamente. Tristán lo notó y no dejo de verla, al menos había provocado algo en ella. las palabras en su garganta se trabaron y terminó por decir un escueto "gracias".
—mi pregunta es: ¿Por qué tanto talento para dibujar a tal bufón?
En las hojas previas había pájaros, manos, la sonrisa de una niña que conoció, árboles, flores y la última era un retrato de su amigo Braytorh. Tristán ingenuamente pensó que su impetuoso amigo no había sido del agrado de su mujer, pero al parecer se equivocó.
—siempre dibujo aquello me llama la atención —se sinceró, mientras recibía el cuadernillo.
—Braytorh es alguien difícil de olvidar, eso os puedo asegurarlo —se burló.
Se decía que los artistas más grandes, dibujaban a las personas que amaban y la plasmaban lo mejor de ellos en sus lienzos. Como familia, esposos, esposas y mascotas o lugares inimaginables que le gustaría visitar. Quizá sueños, pesadillas y mundos irreales. No creía que ella tuviera algún flechazo con su amigo, pero ¿Qué había llamado su atención?
—Tiene una sonrisa sincera y estruendosa, mi señor.
—No podemos estar más de acuerdo.
Ambos se miraron y sonrieron cómplices. Ella le sostuvo la mirada y él mesuro sus impulsos. Quizá un acto tan ínfimo como de acomodarle el mechón, ya que tapaba sus bellos ojos risueños. ahora que lo notaba, Eli había empezado a ver diferente.
—Pronto llegáramos a la Drawstone. Nuestro hogar nos espera.
«¿Nuestro hogar?», Pensó.
El último que dejó atrás, solo le traía tristeza y dolor, pero este cambio de hogar, se miraba esperanzador. Se podía observarlo delante suyo. Todo lo bueno de Drawstone estaba en la misma habitación que ella. Si Tristán y los otros caballeros eran de aquellas tierras, llamadas Drawstone, entonces estaba llena de buenas personas. Sonrió, sintiendo un calor llamado esperanza, en su pecho. Tristán no era como si padre, eso era seguro, y las personas humildes, no eran como la nobleza de su pueblo. Eran personas trabajadoras y felices. Quizá un poco de ese brillo especial, podría impregnarse en su ser tan ordinario como ella, deseaba poder sonreír y ser libre sin ataduras. Ella no lo notaba, pero algo en estaba cambiando.
(...)
A la mañana siguiente, Tristán le informó a su caballería y a su esposa que se quedarían unos de días. Se disculpó con ella, porque quizá, se sentiría incómoda por estar rodeada de jornaleros y viajeros, pero Eliana le aclaró que no importaba. Estaban muy cerca, pero muchos de sus amados equinos no estaban muy fuertes. Así transcurrieron tres días felices para los caballeros, que fueron alimentados con la mejor carne, y bebieron el mejor vino que había. También saciaron su necesidades lujuriosas con más de una aldeana.
Eli se aventuró a pasear por el bosque, siempre tenía su brazalete, así que, podía detectar las almas de los seres engañosos mágicos. No se preocupaba mucho por ello, si cambiaba de color entonces retrocedería hasta la cabaña. Paseaba con un nuevo vestido, bastante ligero, para los que estaba acostumbrada a usar. Había notado el cambio del clima, al parecer tenían uno bastante cálido, más intenso, que de las tierras de su padre. Tendría que cambiar su guardarropa, ya que muchas de aquellas telas eran pesadas y sofocantes para un día soleado. la ropa interior no la dejaba respirar, se arrepentía de habérsela puesto, pero su madre le decía que aquella era indispensable para el buen vestir, por la figura que carecía y la postura que no tenía. Eliana gentilmente tuvo que pedirle a la muchacha, que Tristán había encargado en atenderla, que se marchara porque disfrutaba de su soledad. Nunca estuvo acostumbrada a tener alguna dama o criada cerca.
«¿Dónde habría conseguido un vestido tan hermoso?», pensó.
No era la mejor tela, pero era muy bello y al parecer típico de las mujeres de esa región.
Sus pasos la llevaron hasta un tronco viejo y roído. Se sentó presurosamente a leer. Sus opciones de lectura eran pocas, había tomado algunos libros sin permiso, de la biblioteca de su padre, estaba segura que no lo extrañaría. Robar era pecado, pero consideraba un desperdicio que solo estén de adorno. Su padre tenía un gusto por la lectura, quizá heredó eso, de su parte. Solo pensarlo la hacía sentir mal, pero era su padre después de todo. Suspiro, al leer el titulo de la portada, era la quinta vez que lo leía, era uno de sus libros favoritos. En sus páginas hablaba sobre seres mágicos. Estaba leyendo el último capítulo, donde explicaba sobre que algunos seres, se alimentan de los miedos como los íncubos, muchos de ellos hasta abusaban de sus victimas y se devoraban sus almas, haciéndolos más fuertes. Tales párrafos la asustaron, así que, elevo su muñeca para a ver su brazalete. Aún seguía trasparente, y si las afirmaciones del lord de las minas era verdad, que estos detectaban las almas, de cualquier ser; tendría que tornarse de forma distinta. Al menos estaba a salvo. También Braytorh había mencionado, que los seres puros, son los únicos que pueden hacer resplandecer el brazalete.
«Quizá todos tenemos algo de maldad», pensó.
Eli...
Eli...
¿Una voz? se puso de pie de inmediato y su respiración se detuvo, miro a todos lados asustada. No había nadie cerca, solo arboles danzando al compás de un sepulcral viento.
—esa voz —susurro.
Su vista llego hasta donde los árboles, aquellos que estaban más adentro del bosque vacío. Solo el viento se escuchaba soplar, las hojas y ramas chocar y hasta podía escuchar los pájaros, pero nadie había allí, al menos no cerca. El bosque se hizo más profundo, atrayéndola de forma tan hipnótica. No era nada bueno, pero Eliana no lo sabia
He vuelto Eli...
Ella carraspeo profundamente, se había puesto pálida. No había notado que el color de su brazalete se tornado de un peligroso color. Su nombre se escuchaba en todas partes, como susurro dentro de su cabeza, confundiéndola y horrorizándola. Dio un paso hacia atrás y choco contra algo.
—¿Qué paso?
El ceño de Tristán se frunció, cuando ella volteo aterrada y al borde del desmayo.
—Tristán —dijo con profundo alivio.
—No deberéis alejaros tanto, este bosque es engañoso —enfatizo con preocupación.
—¿Alejarme? —le cuestionó muy confundida. —pero si yo...
Su corazón casi sale de su pecho y tuvo que recomponerse al notar donde estaba. Aquel tronco roído estaba muy lejos de ella ¿Cuándo había empezado a caminar? Si hace un momento estaba sentada allí, se asustó tanto. En su posición apenas lo alcanzaba ver.
He vuelto por ti...
Ahora la voz sonaba más ronca, como si se tratara de un hombre.
Ella se asustó, su esposo no había escuchado nada ¿estaba perdiendo la razón? Tristán no entendía el motivo de su comportamiento. La miraba asustada, desorientada, confundida, aturdida y no sabía el porqué.
—Eli...
—me retiro a mi habitación, mi señor —se disculpó y se zafo del agarre de su esposo. No quería ser tocada. —me disculpa —dijo antes de irse presurosamente.
Tristán ansiaba una explicación de su parte, pero no obtenía nada ella. la miraba caminar con dificultad, quizá el vestido que le obsequio no era de su agrado, pero lo que no sabía, eran que esas faldas pesaban, para una mujer de la talla de su mujer.
La sensación de vacío en su pecho creció. Lo dejó, como siempre lo hacía. Quizá Eliana no era tan feliz, como a veces aparentaba serlo y eso le dolió mucho. Por su parte, él si se estaba esforzando por hacerla feliz, pero ella parecía no notarlo, es más, parecía que ni le importaba. Le había pedido a una de las modistas de la aldea que le vendiera su mejor prenda, esperaba verla feliz, pero ella solo cumplió con ponérselo. Se miraba bella, el color de la tela que contrastaba con sus rojizos cabellos, quería verla feliz, pero ella era todo menos feliz.
Tonto, definitivamente era un tonto. Quizá una prenda como esa, era muy poca cosa para una dama de su clase.
(...)
Eliana abrió la puerta abruptamente y se tiro a llorar amargamente en su cama, tapo sus oídos y sus llorosos ojos, volvieron a dirigirse hacia la ventana.
Eli.
Volvió a escucharlo. Demente, definitivamente estaba demente, loca u orate. Sin embargo, el tono de esa voz le parecía muy familiar, aunque era más ronca, sonaba tan familiar, como aquella que escuchó hace años. Tomo el listón de su cabello, soltando el moño que tenía y la apretó junto a su pecho, en señal de la aprensión que sentía.
No, no. Ya era demasiado tarde, estaba casada, se había entregado a otro y además había hecho una promesa, pero...
Si el amor era verdadero, entonces ¿eso era importante? Negó erráticamente.
Eli.
Volvió a escucharlo, miro a través de la ventana, incluso pudo jurar que los arboles la invitaban a salir y sumergirse en el bosque.
—¿Qué... que está pasando? —apretó los ojos y se volvió a tapar los oídos.
Debía despejar todas esas ideas de su cabeza.
Eliana ataviada por tantas cosas en su mente. Le pidió a una criada que la trajeran una tinaja con agua tibia para poder bañarse, quizá de esa forma podría relajarse. Había esparcido unos finos aceites en el agua, los olores florales, cítricos y madorosos le gustaban mucho.
Aquellos recuerdos de su infancia, no poseían una imagen como tal, pero la voz era una parte muy intrínseca de aquel niño.
¿Cómo se llamaba? No lo sabía.
¿Cómo lucia? Lo desconocía
Y la pregunta más importante ¿Quién era? Tampoco se lo preguntó.
Eliana dejo se refregar su cuerpo, cerro los ojos y respiro hondo. La temperatura del agua era perfecta, más aún la combinación de los aromas. A las afueras el sol se ocultaba, pero ella seguía en el agua. La habitación hubiera estado en profundo silencio, pero el sonido del reloj y la respiración de Eli eran lo único que se escuchaba. Poco a poco su cuerpo fue sediento, pero su ceño inconsciente se frunció, movió un poco su cabeza.
¿Era una pesadilla?
Una de las manos de Eliana, llego hasta donde estaría el fondo de la tinaja, pero no lo halló. Una fuerza infrahumana la tomo del brazo y la llevo hasta las profundidades de la oscuridad, Eliana abrió los ojos y se vio sumergida, viendo en lo alto la salida. No sabia nada, pero algo la tironeaba hasta el fondo. Su pánico aumento, sentía que el aire se le acaba y la salida se hacia un más lejos. Su instinto fuerte por sobrevivir hizo que ella se lograra zafar, nado como su cuerpo pudo, estaba tan asustada, estaba cerca, casi podía respirar, pero aquel agarre volvió amenazando con llevarla a la oscuridad.
Ella resintió la fuerza, aquel agarre le quemo la piel y gimió de dolor bajo del agua. No podía luchar, manoteo y cuando su cuerpo estaba a punto de ceder una mano tomo la suya y la ayudo a salir.
—¡Eli, cálmate! ¡cálmate, maldición!
Ella dio varias bocanadas de aire y forcejeo con su salvador. Cuando lo reconoció, sus ojos se inundaron de lagrimas y se abrazo al pecho de Tristán.
Él no entendía que había pasado, pero Eli parecía horrorizada. La sintió temblar y llorar amargamente, la vio negar y no importaba si había empapado su camisa, algo había pasado definitivamente. Quizá fue un presentimiento, aquel que lo guio a verla, después de aquel desafortunado encuentro en el bosque, toco, pero nadie le contestó. Su sorpresa fue grande cuando encontró a su esposa batallar en el tinajo de agua y observar que algunas gotas de agua estaban suspendidas en la habitación.
¿Qué estaba pasando?
—¿No dirás nada? —le pregunto muy preocupado.
La sentó en la cama y la cubrió con una sábana. Eli no le contestó, sus ojos seguían derramando lagrimas y su vista estaba fija en un punto de la habitación.
¿Cómo ayudarla?
La vida de un mercenario lo había llevado a ver y conocer muchas cosas, pero nunca había visto a alguien hacer lo que su esposa hacía. Las gotas suspendidas cayeron empapando algunas cosas alrededor.
¿Cómo lidiar con una alquimista? ¿Cómo ayudarla si ella no le decía cómo?
A Tristán se le estrujo el corazón, cuando la vio temblar mientras buscaba cubrir su desnudez. Eliana bajo la mirada, y apretó los labios. Sin embargo, esto no duro mucho, porque un suave tacto en su mentón, hizo que elevara su mirada.
—No bajes la mirada, vos no habéis hecho nada malo.
La voz de Tristán siempre ha sido ronca y abaritonada, pero Eli la escucho tan suave.
—Quiero ayudaros... ¿Queréis que te deje sola?
Quizá ella necesitaba un poco de privacidad, para cambiarse. Se conocía muy poco de los alquimistas, pero había escuchado que eran personas con muchos secretos, los cuales a muchos los llevaron a la tumba.
Eli volvió a bajar la mirada, la vio apretar los labios. No quería hablar.
Quizá no era el indicado para ella.
Tristán se puso de pie, quizá debía dejarla sola. Quizá si ella, comiera alguna cena caliente se sentiría mejor. No, no, eso era muy básico. No sabia nada ella, ahora que lo pensaba lo que conocía de ella, era prácticamente nada. Eli le ocultaba cosas. Tristán frustrado, arrastro su cabello y dispuesto a irse se dirigió a la puerta, pero no logro atravesarla. Un imperceptible agarre lo detuvo, no había escuchado cuando se puso de pie y se dirigió hasta él.
El caballero volteo lentamente, encontrándose a una llorosa Eli que no le daba el rostro. Las puntas de sus dedos aún seguían en su camisa. Tristana guardo silencio por un momento, observando su miedo y nerviosismo. Aquella sabana estaba prácticamente en el suelo mojado, Elí se vislumbraba prácticamente desnuda ante él. Su desnudes no le importaba, tampoco a ella.
—Tris... Tristán —su voz casi fue un susurro para él. —¿puedo pediros una cosa?
—Si —respondió despacio.
—¿Podéis abrazarme?
«¿un abrazo?», se cuestionó internamente.
—No tiene porque significar alguna cosa, caballero. Yo solo...
La hermosa pelirroja estaba tan avergonzada por su petición, que ni siquiera lo miro a los ojos. El silencio de su parte le rompió el corazón, Tristán no quería abrazarla, eso concluyo.
—esta bien, si vos no queréis —dijo decepcionada.
Con los ojos aun llorosos, pretendido apartarse, pero un suave tirón selo impidió. Tristán la atrajo hasta su pecho y Eli sintió el calor de su cuerpo contra ella. Su esposo la estaba abrazando, por primera vez quizá. Sus lagrimas salieron amargamente y termino por también abrazarlo. Parte de su dolor se disipo. Sin palabras, sin nada que añadir, Sir Tristán de Drawstone, hizo algo que nunca nadie, le hizo sentir.
Que no estaba sola.
Eli se aferro a su cuerpo y la sabana que tenia se termino por resbalar. Ambos unidos por un implícito dolor, se entregaron en un abrazo único y sin fin.
(...)
Ya estoy recuperada al 100% de mi enfermedad. lamento mucho la demora. Gracias por su paciencia, los leo. Capitulo seguidos esta semana, para nivelarme.
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