Capítulo I
Su cuerpo ágil y fuerte se sintió pesado y torpe. Habían pasado años para ver aquellos bucles de tonos rojizos. Su rostro no se miraba, solo su perfil y parte de esos carnosos labios, tenía una capa gris que cubría casi toda su cabeza. En su feroz mirada había mucho más que el rencor que le tenía, había dolor y uno muy profundo que le tocaba el alma.
Era ella definitivamente. Lo supo cuando al fin ladeó un poco más su mirar, esos ojos azules llegaron hasta los suyos, negros como la noche. Por un instante los sonidos se alejaron. Las circunstancias en las que se encontraban pasaron a segundo plano. Solo estaban ellos dos, ignorando la pila de cadáveres que los separaban. Ella musitó algo, él también. Sin embargo, había algo diferente. Él era el mismo, pero ella definitivamente no.
"Volveré por ti..."
Esta historia inicia con una despedida y una promesa que no pudo perdurar lo suficiente.
La opresión en su pecho era muy grande. No pudo evitarlo, después de tantos intentos su padre al fin logro someterla. Se casaría, lo haría y no sentía absolutamente nada por su esposo. Quizá un poco de miedo, por su imponente presencia, pero solo eso. Él tampoco quería casarse eso era seguro.
— Lo siento —Sus lágrimas amargas desgarraban su piel, eran como agua hirviendo que salían desde lo mas profundo de su alma— Ya no puedo esperarte más... lo siento tanto.
Mañana sería el día de su boda. Todas las novias eran felices, pero la felicidad era un concepto muy alejado de lo que venía sintiendo, desde hace tanto tiempo. No la avergonzaba admitir que era una mujer infeliz. Sin embargo, su única luz para salir de la desesperanza se había desvanecido.
Las cortinas en su habitación se mecían sin cesar, el aire nocturno tocó su alma y lloro aferrada a un deslucido trozo de tela. Era lo único que le quedaba, a partir de mañana su vida ya no le pertenecería. Ahora compartiría su tiempo y su espacio personal para alguien más. Tenía tanto miedo de convertirse en su madre, de ser como ella. Su padre le había quitado la voluntad y acataba cualquier mandato que le imponía. Era infeliz, seguro ella también lo sería.
La mañana siguiente se asomó, todo parecía moverse sin cesar, escuchaba las voces a lo lejos y sentir que la tocaban. Eran sus damas suponía, en un momento dado volvió en sí. Estaba de pie, delante un gran espejo vestida de blanco. Sus ojos se inundaron de lágrimas y no eran de felicidad.
—Luce muy hermosa mi lady —habló la única dama que tenía. Su padre había permitido tenerla, desde hace unas semanas. Nunca tuvo una, ni siquiera en la época donde deberían cortejarla.
Su vestido fue hecho a toda prisa, tuvieron que arreglarlo mas de una vez, puesto que no le quedaba. Su madre tuvo que ajustar su corsé hasta dejarla apenas respirando. Sus pechos se miraban demasiado expuestos, por la apretada que estaba. Su complexión pequeña, pero voluptuosa había sido una de sus mas grandes inseguridades. Aun asi, el vestido era hermoso, finamente elaborado, entallado a sus grandes curvas con una pedrería exquisita. Su corazón seguía latiendo en agonía, no quería ser esa mujer en el espejo. No quería estar vestida de blanco.
—Traedme el velo —ordenó su madre. La mujer mas bella, pero triste que había conocido.
Le trajeron una caja bastante grande de forma rectangular. Cuando la abrieron, nadie pudo contener la sorpresa de lo bello que era. Un diseño poco usual. Empezaba con la simulación de unas flores, hechas con diamantes hermosos y brillantes. La tela transparentosa, cubierta con cristales magníficamente colocados. Cuando su madre se lo colocó mientras las demás criadas le ayudaron a estirar cuidosamente la tela, sintió un peso enorme en su cabeza. Muchas en la habitación resaltaron lo hermosa que se veía, que nunca la habían visto lucir tan bella, incluso la compararon con una princesa, cosa que era inusual ya que era la hija excluida del Duque de Browsher.
—vuestro esposo tiene un gusto exquisito —resaltó.
Habían muchos obsequios de su parte en su dormitorio, sobre todo joyas. La más importante su anillo de compromiso acompañado por un collar de zafiros, causo el asombro de muchos puesto que no era más que un paria con título de caballero. Todos pensaban que lo consumía la pobreza, pero al parecer no era así. Quizá el rey fue muy generoso al ayudarlo.
Eliana había platicado muy poco con su futuro esposo, se había dirigido a él en dos oportunidades. La primera para es escuetamente saludarlo y la segunda para pedirle que la ayudara para romper el compromiso. Aunque creyó que la ayudaría, puesto que lo había escuchado hablar con su cruel padre sobre no querer casarse, no lo hizo. Se vio envuelta en un escándalo del cual no pudo salir y no tuvo más remedio que contraer nupcias. Así su alma se desgarrara en el proceso.
Su mente se desconectó por un momento, entonces se vio tomada del brazo con su padre, la llevaba al altar. Eliana evito ver como los demás murmuraban a su alrededor, como la miraban seguro destacando lo poco agraciado que era su rostro, el color diferente de sus bucles y su baja estatura. Solo podía escuchar sus pesados pasos, acercándola hacia el sacerdote.
Sus inseguros pasos la llevaron hasta el altar, donde el sacerdote la esperaba. Allí la aguardaba aquel caballero, tan erguido sin mostrar algún tipo de expresión alguna. Cuando llegó, espero escuchar algunas palabras de su progenitor, pero no dijo ninguna. Por lo general, siempre los padres le dedicaban dulces palabras al novio, pidiéndole que cuide a su hija y que la hiciera feliz. Sin embargo, no fue la ocasión. El Duque de Browsher no pronunció palabra alguna, solo se la entrego en un duelo de miradas. Entonces tomo su mano, su tacto frio hizo estremecer su cuerpo, pero lo que él no sabía era que ella, no lo veía como los demás. Era la tercera vez que ambos se tocaban, la primera cuando beso su mano al conocerse, la segunda en su compromiso y ahora la tercera al pasar del brazo de su padre hasta su protección. Su nerviosismo denotaba lo poco que se conocían.
Las palabras del sacerdote no fueron resonaron. Todo a su alrededor fue un eco constante, uno que la sumergía en una cruda desesperación. Todo era tan injusto. Todo se le hizo ajeno, tan fuera de si estaba, que el sacerdote tuvo que preguntarle mas una de vez si aceptaba, a duras penas pudo responder un tembloroso si. No pudo evitar contener su dolor, una lagrima resbalo por su mejilla, una cruda y fría que le calo hasta el alma. Tuvo que controlar su voz rota y su corazón desbocado, sumado sus ganas enormes de huir. No conocía al hombre que estaba a su lado, no lo conocía, pero lo juzgaba mucho por lo intimidante que lucia, le daba una perceptiva lejana a lo que era realmente.
Ella y su madre tendrían el mismo destino.
Ni siquiera se atrevió a ver el rostro de su esposo. Se coloco a su lado y escuchó las palabras del sacerdote quien hablaba de amor y lealtad. Si, quizá si iba a ver lealtad y respeto, pero nunca amor. Ella no lo amaba y estaba seguro que él tampoco.
La boda fue tan ostentosa que estuvo a su rango, pero no fue bien planeada. Su padre preparó todo lo más rápido posible, quizá temiendo que el intimidante caballero cambiara de opinión. Porque su opinión no importaba, no tenía valía para nadie.
Su corazón termino por romperse, cuando le levanto el velo delgado y por primera vez sus ojos se encontraron. El azul y negro se juntaron, la vio lagrimear y aun en este estado se acercó, deposito un frio beso en sus labios. Así fue su boda, mas que una parecía un funeral. Uno muy lejano al cual había soñado. Había leído idealizado en su mente, la idea de su boda con la persona que amaba y que había esperado. No fueron días, tampoco semanas fueron años. Sus ilusiones fueron rotas, hecha pedazos al ver destruida la idea de una boda llena de amor. Imaginándose con los ojos brillando de amor, mientras era observada por aquel que espero y nunca regreso. Ahora con el corazón destruido solo tendría que afrontar a su nuevo marido, que terriblemente seria como su padre. Tal cuales fueron sus otros pretendientes.
Sir Tristan, señor de Drawstone, legitimo soberado de uno de los puertos mas fructíferos de los 3 grandes reinos. Su presencia, porte y su carácter tan frío hacían bajar la mirada a cualquiera. Su historia era muy cruda, la cual muchos conocían solo superficial. Era un plebeyo con habilidades únicas y hablar de su pasado era algo que odiaba. Su reputación hacia encrespar la piel a cualquiera, saber que antes de ser el gran lord y de portar el título que tenía, era un muy conocido mercenario. Él junto a otros compañeros hacían trabajos a sueldo, sumado que se dedicaban al contrabando entre islas. En su momento fue conocido como "El asesino de Leviatan". Nunca se dejo conocer por su apática actitud, sumado que los amigos que tenia eran muy pocos. En su ejercito solo tenia a hombres de su entera confianza, los cuales habían compartido mucho con él. Espías es su caravana, jamás.
Al caer la noche. El estremecimiento de la primera noche nupcial, recorría su frágil figura. Apretaba innecesariamente el pañuelo que tenia entre sus manos, ocultando quizá su más grande secreto. Su madre sujetaba sugerentemente el camisón, que portaría esa noche. Los lazos en su espalda la asfixiaban. El hecho pensar que dentro de poco se lo soltaría, le revolvía las entrañas, hacían que sus ojos picaran y su corazón resuene. Había sido el día de su boda, supuestamente el mas importante de su insignificante existencia. Su primer beso y pronto ocurriría eso, que ahora no quería que pensar.
¿Qué debería hacer? ¿Cómo se empieza? ¿Cómo se termina? ¿Dolerá?
—Vos luces muy bella hija mía —su madre dio media vuelta, tomo un poco de aquel perfume comprada muy lejos de su hogar. Apretó la pequeña bombita y el aroma se esparció en su cuerpo.
Su madre hablaba y hablaba, mientras que ella solo estaba inmersa en sus pensamientos. Haría "eso" que tanto la avergonzaba hasta preguntar. Nunca nadie le había hablado sobre aquel acto carnal que se llevaba entre los esposos, solo había escuchado de algunas criadas sobre esas cosas, que pasaban en cuatro paredes entre las parejas. Sus ojos azulinos no dejaban de palpitar, no quería hacerlo. Definitivamente no, ella amaba a alguien mas. A pesar de ya haber culminado el plazo de su espera, él nunca apareció. Ahora solo le queda el sonido de su voz.
"Regresare por ti en tres primaveras"
"Quiero que sea lo primero que vea cuando llegue la primavera"
—madre —su vista se fijó en sus manos, estaban temblando. Estaba segura que pronto colapsaría— ¿Qué es hacer el amor..?- pregunto con mucho temor y vergüenza.
Hacer el amor, así se llamaba.
La señora mayor se sonrojo abruptamente, incluso para ella era difícil de hablar de esas cosas. Todo lo que pasaba con su esposo, era todo menos hermoso. Para ella una tortura, donde solo se quedaba quieta y observaba al techo de su habitación. Al menos el embarazo le daba cierto alivio, puesto que el Duque no la tocaba al saber que tendría un varón y no quería arriesgar su estado.
—Una señorita no debería hablar de esas cosas —respondió, suspiro profundamente al ver a su hija tan nerviosa. Era evidente, puesto que su matrimonio era arreglado. Sumando que su esposo se miraba muy rudo— Solo debes permanecer quieta.. tu esposo se encargará de todo. No debes quejarte, ni mucho menos gemir. Eso solo lo hacen las prostitutas —explico sin mucho detalle.
¿Quedarse quieta? ¿No gemir? ¿prostitutas? Habían tantas preguntas para Eliana, pero decidió hacer lo que siempre hacía, callar.
La mirada de aquella joven volvió a elevarse, mirándose directamente a los ojos en el espejo. No quería, no con él. No se conocían, nunca hubo un pequeño momento ni siquiera para conversar. En un baile se conocieron, eso recordaba. Fue su padre quien los presento, luego se enteró que el Rey había sugerido a su progenitor dar su consentimiento en el cortejo. Era su mejor caballero, el mas grande de todos los tiempos. El único capaz de haber asesinado a la gran serpiente descrita por la biblia "Leviatan", aquella que estaba devastando una de las vías marítimas mas importantes del Rey Luis V. Al principio no acepto, Eliana se negó rotundamente a casarse. Todo se vino abajo puesto que su madre quedo embarazada, al tener un heredero. Ella ya no era necesaria.
Aun recordaba el día que se quedo viendo una cicatriz que tenia en la ceja izquierda. Le llamo la atención, específicamente en la parte superior derecha. Tuvo que apartar la vista para no parecer tan descortés, sin embargo le era difícil disimular su nerviosismo. Jugaba con sus manos en su espalda, pero su aversión no radicaba en como aquel caballero lucia, era porque su padre intentaba emparejarla. Antes de él hubieron con muchos hombres, hasta le habían ofrecido dinero y otras dádivas para que aceptase, pero ella negó rotundamente. Tenia pleno conocimiento que su padre le tenia poca estima. Después de considerarla una carga por muchos años y la culparla de ser la burla de todo Browsher. Su autoestima se fue hasta el piso. Lamentablemente había nacido con una discapacidad en aquellos días.
Durante las primeras quince primaveras vivió sumida en la oscuridad, apartada de su familia, paseos, bailes y otras presentaciones oficiales. Lamentablemente era hija única. Al haber nacido de la sangre del cruel Duque de esas tierras, su padre fue sumamente estricto con ella. Haber nacido mujer ya era una decepción, se encargó de recordárselo toda su vida. Esto causo en ella una persona extrema timidez, pero con los años y después de tantos traumas forjó una voluntad de fierro que no solía demostrar.
El punto de quiebre llego cuando cumplió quince años. La edad dónde tendría que entrar en sociedad y buscarle un marido. Para la sorpresa de sus padre Eliana tomo una drástica decisión. Se negó a querer casarse y sus padres ignoraban la razón. Todo acto tiene una consecuencia y esta le otorgo decenas de golpes en la espalda. Todo empezó con una bofetada y luego termino con azotes en la espalda. Cuando su padre noto que ella podía soportarlo, comenzó a buscar algo más contundente para maltratarla. La primera vez, hasta se orino del dolor, pero todo lo arreglaba con hierbas y el poder de sanación de los secleros.
El ardid que orquesto su padre para casarla con aquel desconocido guerrero fue algo que no esperaba. Lo subestimo, había subestimado a su padre. Este hombre cruel la había sometido contra su voluntad, imponiendo sus deseos ante los suyos. Esta vez no pudo negarse, no después del escandalo. Ya no seria libre y sus planes fueron truncados.
Cuando las semanas pasaron y se anunció el inminente compromiso. Los conceptos que ella conocía ya se hicieron escuchar más. "La hija del Duque se casará" "la fea solterona al fin había encontrado marido" ni nada más, ni nada menos que un mestizo guerrero, uno muy querido por el rey y temido por otros reinos.
Era un completo desconocido.
A pesar de haber vivido toda su vida en ese enorme castillo, aquella puerta de ébano le pareció demasiada alta. Había llegado la hora, tendría que cumplir el rol por el que había nacido. La puerta de la habitación se abrió de apoco, su respiración era agitada. Lo vio de pie al lado de chimenea, afilando lo que parecía una daga mortífera. Temió por su vida. Ni siquiera el sonido al cerrar la puerta fue percibido, estaba asustada.
Su primera noche de bodas, no seria en una cómoda habitación del gran palacio. Su querido padre había preparado, una que estaba muy apartado de los ostentosos salones del gran caserón. Era amplia, pero algo rustica. La chimenea era lo mas hermoso del lugar. Eliana temerosa desvió su mirada hasta donde estaba su esposo. Estaba al pie de la chimenea, afilando una daga plateada y mirando al fuego.
La expresión de hombre era apacible, mucho. Su rostro mostraba a un hombre totalmente diferente, atractivo para cualquier vista, pero cuando terminaba de voltear, se podía ver la perspectiva más amplia de su cara. No dejaba de ser un monstruo ante los ojos de cualquiera. Su mirada tan fría, acompañado con esos ojos negros intimidaban a cualquiera. Era tan alto y casi el doble de su complexión. Todo él desprendía intimidación y poder. Su piel acanelada, acompañado por esos rebeldes cabellos negros, casi azulinos eran parte de su atractivo.
—¿Por qué tiemblas? —su voz ronca la hizo temblar.
Era muy intimidante, su mirada fría la hizo bajar la mirada de inmediato, pero esta vez, haciendo acopio de la poca valentía que tenía, se atrevió a mirarlo.
—¿te parezco un monstruo? —cuestiono.
Ella palideció al sentirse desnuda ante él, pareciera que le leyera la mente. Arriesgándose de ser descubierta por mentirosa, negó lentamente. Su actuación fue en vano, él no le creyó.
Tristán conocía poco o nada de su temerosa esposa. La única verdad era que podía sentir algo parecido al desprecio de ella. Sin embargo, Eliana no mentía, ante sus ojos sir Tristán no era un plebeyo pobre, solo era el hombre desafortunado e imponente con el que se casó.
Si supiera que ella no sabia diferencia lo bello de lo feo, que estuvo sumida en la oscuridad la mayor parte de su vida y aun se acostumbraba a muchas cosas. Sus crespos cabellos color carmesí se movieron al vaivén de su negación, cayendo perfectamente sobre su endeble cuerpo.
Él sonrió de lado, se acercó y con uno dedos tomo un mechón de cabello. Eliana no movió ni un musculo, estaba al borde del llanto. Se lo llevo hasta su nariz, lo olfateo olía a lilas y petunias. Una combinación que odiaba. Sus demonios afloraban, al reconocer ciertos aromas y toda ella olía de esa forma, siempre así.
—¿Te asusto? ¿Me ves inferior porque soy un mestizo? — le preguntó a centímetros de su rostro.
Lo que más le intimido fue el tono que utilizo, sus ojos se abrieron aún más al ver la expresión que tenia
¿Acaso se estaba burlando de ella? Si, definitivamente lo estaba haciendo.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, sabía lo que sucedería, pero, aun así estaba alargando la llegada de aquel cruel acto.
—Estamos casados mi lady y eso.. no lo podemos cambiar —le recordó para su pesar.
No pudo mas.
Sus crueles palabras la derrumbaron y en un acto inocente negó ante la verdad. Él volvió a sonreír y comenzó rodearla, comparado con un león cuando va a comer a su presa. Ella seguía con las manos juntas en su pecho, junto al listón de su blusón, tenia el pañuelo oculto en su empuñadura y no quería soltarlo, esperaba un milagro para no ser tomada a la fuerza.
La mirada oscura de Tristán no dejo de verla. La analizo y la desprecio por solo estar vestida así. Esta niña rica solo se había casado por interés, de eso estaba seguro puesto que ninguna mujer de buena familia, se había atrevido a comprometerse con un bastardo, ni siquiera a considerar a un guerrero de poca monta con él. Su esposa, era un premio que quizá podría disfrutar. Tener la certeza que ella no lo disfrutaría, que amaba a alguien más y todo lo que se enteró antes de su compromiso le hizo cuestionarse tantas cosas. La trataría como ella se merecía.
Sus pasos se detuvieron frente de ella, con dos de sus dedos elevo su mirada, encontrándose el azul y el negro. Sus ojos temblaron y no dejaron de verlo. Solo hasta ahora había notado que se había cortado el cabello, ya no tenía el pequeño moño con el cual lo conoció. Su tacto era áspero, mucho y le hizo fruncir el ceño. Tristán con uno de sus dedos, rozo la comisura de sus labios. Hace tanto que no la tenía así de cerca, vio su pecho bajar y subir, temblar a su contacto, cosa que lo excito. Luego una de sus manos se dirigió hacia el lazo donde nacía las ataduras de su blusón, estaba a punto de soltarlo. Eliana cerro los ojos y se trasporto hasta las lejanías de su casa, huyendo de su realidad. Se estaba dejando tocar por un hombre que no quería, se sentía sucia y ruin por no haber esperado a su verdadero amor. La vida era muy cruel, esperar un matrimonio por amor en estos tiempos era mucho pedir. Cuando el lazo de su blusón se terminó por soltar, los tirantes casi se soltaron dejándola desnuda.
Eliana nunca pudo ver la verdadera expresión de su esposo hacia ella aquella noche. Era una completamente distinta a la que se imaginaba, pero cuando sintió uno de sus dedos rozar cierta parte de sus senos por reflejo tomo sus manos.
—no.. —dijo a duras penas y sus lágrimas resbalaron— no puedo.. —se sinceró.
Tristán no dijo nada, solo se alejó y la observo. Si no tomaba la virginidad de ella esa noche sería peor. No tenia opción. Así que se acerco a una mesa cercana, tomo el vino que estaba en una jarra plateada. Quizá de esa forma podría hacerlo. Eliana retrocedió un paso cuando lo vio acercarse, antes que ella se alejara la tomo del brazo.
Con cierta fuerza la llevo hasta la cama, tomo asiento e hizo que ella le diera la espalda. Eliana estaba tan asustada que no pudo moverse, pero tenia muy desarrollado el sentido del oído así que pudo saber lo que ese caballero hacía. Sintió un tirón, Eliana termino sentada encima de su esposo. Podía sentir su olfato en su cuello, su piel por instinto se erizo. El cuello era su debilidad, hasta allí podía sentir el olor al vino blanco de su tierra. Apretó los ojos con fuerza, debía de lograrlo, debía de entregarse a aquel guerrero, porque sino lo hacia su padre la casaría con otro hombre desagradable.
Sus fuertes manos comenzaron a amasar sus senos, concentrándose en sus pezones marrones. A pesar de todo, aquel hombre le estaba arrancando gemidos casi imperceptibles. Luego se aventuraron hasta sus piernas, llegando hasta aquella intima parte donde se abrían en dos. Eliana se tensó, pero Tristán le evito pensar cuando la beso de lado.
Su lengua se aventuró a las profundidades de su boca, ella se obligo a abrir mas la boca. Mientras acariciaba su cuello, no noto cuando le comenzó a levantar la falda. Los candorosos calzones que tenían se deslizaron y sintió la tibieza de su piel contra la de ella.
—¿Qué..? — soltó sorprendida al notar que sus senos estaban expuestos, más cuando sintió un bulto en su trasero.
Asustada por sus reacciones, quiso ponerse de pie, pero Tristán volvió a besarla, pero esta vez en el cuello. Haciendo que su piel se erizara.
¿Quién era aquel hombre? que sabia donde tocarla para que se excitara así. Sintió el bulto palpitar, asustándola.
—Me excitas. Es lo único que debe de importarte.. ahora eres mi esposa y no debes olvidarlo.
A pesar de estar de espalda no quería verlo, de lo contrario no podría hacerlo. Podía sentir sus manos ásperas deslizándose por encima de la ropa. No pudo evitar sonrojarse, estaba asustada y muy nerviosa.
Su blusón quedo enrollado en su cintura, su candoroso calzón ya estaba a un lado de la cama. Su esposo no dejo de amasar sus senos jugando con sus pezones. Sus pechos eran uno de sus mas grandes inseguridades, ahora tenía un hombre que estaba disfrutándolo como nadie. Tristán la apego más a su pecho, Eliana sintió su piel al parecer se había quitado la camisa y si volteaba temía encontrarlo desnudo. Ella quería que todo terminara, que sea rápido para poder olvidarlo. Sus gemidos eran audibles y roncos, su aliento a vino le golpeaba el cuello. Tenia que resistirlo, era su deber.
Era una tortura que fue eterna. Sus caricas dolían, sus manos ásperas dejaban roja la piel blanca de su esposa, pero no le importo cuando él lo noto. Tristán estaba urgido de reclamar su cuerpo y su inocencia, se lo había ganado por derecho, pero todo cambio cuando ella gimoteo y lloriqueo. Cuando todo parecía empeorar se detuvo. Ya no había caricias furtivas, ni un contacto húmedo. Ahora solo había un silencio estremecedor.
Los ojos de ella se abrieron abruptamente. El silencio la envolvió. Temerosa, al no sentir contacto de su parte, volteo ligeramente encontrándose con un mirada muy extraña que la analizaba. Esa noche no supo como descifrar aquella oscura palpitante mirada, era como si quisiera algo de ella. El tacto de sus manos ásperas llegaron hasta su rostro, en una caricia rota le limpio las lagrimas y ella no lo entendió. El flameante fue fuego de la chimenea fue testigo de su confusión y de aquella mirada compartida. Tristán parecía querer decir algo, pero no lo dijo. Entonces la beso, pero aquel acto fue diferente. Este beso era profundo, suave y lento. Eliana seguía abrumada, hasta hace unos minutos su esposo estaba reclamando su cuerpo como si no le creyera, pero ahora aquel temible hombre la estaba besando y acariciando con compasión.
¿Lo había juzgado mal? Cuando se aparto ambos se envolvieron en una eterna mirada. Le aparto uno de sus largos rizos que tapaba sus bellos ojos. Aprecio sus rasgos únicos, sus imperceptibles pecas y el sonrojo que tenia. Una de sus manos viajo hasta sus piernas, se poso en aquella parte donde se anidaba su intimidad. Eliana sintió un sugerente movimiento que la alzaba, sintió algo tibio entre sus piernas. Trato de apartarlo, pero, él la ignoro, comenzó a moverse. Sus fuertes manos llegaron hasta sus senos desnudos y los estrujo. Se acuno en su cuello y repartió suaves besos en el relajándola, haciendo encrespara la piel. Ella estaba reaccionando a su caricias y estaba tan abrumada que no lo había notado. En la cabeza de Eliana ya no estaba aquel recuerdo de la persona que se enamoro, ahora solo estaba sintiendo a su esposo reclamar su cuerpo y hacerla su mujer.
¿Qué estaba pasando? Ella lo desconocida y él tampoco quería explicarlo.
Los rayos solares le lastimaron los ojos, su cuerpo dolía y se levanto de poco. No paso mucho cuando descubrió su desnudez, busco la suave sabana para cubrirse, miro a su alrededor su esposo ya no estaba. Quiso ponerse de pie, automáticamente sintió un dolor en la cintura que la hizo fruncir el ceño.
—ayer.. yo.
Los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente, haciéndola sentir culpable por lo que había pasado. Si, era su esposo, pero eso no quitaba el hecho que estaba enamorada de otro. No tenia muchos recuerdos de la noche anterior, ni como termino. Seguro se había quedado dormida cuando termino. Su corazón dolió, se puso de pie de a poco. Un color particular llamo su atención, su respiración se detuvo al notar la mancha de sangre que estaba entre sus sabanas y luego noto que la tenia entre las piernas. Era la prueba de su pureza y castidad, ya había conocido a un hombre. Aunque en su mente estaba otro. En ese momento la puerta se abrió, sus ojos azules llegaron hasta la entrada. Era su madre.
La elegante señora se acerco despacio, vio como ella buscaba cubrirse puesto que estaba desnuda. Sus miradas tristes se encontraron, estaba asustada, confundida y muy triste.
—madre —susurro Eliana.
Esta miro las sabanas, vio aquella reconocible marca. Lamento mucho lo que su hija seguro paso la noche anterior.
—hija mía —extendió sus brazos y Eliana no dudo en buscar refugio en sus brazos, lloro mucho, amargamente.— Mi pequeña —su corazón de madre dolía mucho, demasiado, pero era mujer y no tenia mucha importancia.
Cuando la sintió temblar y llorar, se recordó a si misma cuando paso su primera noche de bodas. Prácticamente el gran duque la violo aquella noche y la obligo hacer cosas que ella preferiría olvidar. Hasta ahora, después de tantos años lo seguía haciendo. No había dolor de cabeza, gripe o cualquier otra excusa. Si el Duque quería intimar con ella, lo haría. Aunque ahora por su estado se mesuraba en tocarla, pero no podía salvarse de sus labios contra su intimidad.
—Madre —su voz se quebró aun mas.
—¿Estas bien?¿te duele algo? —la aparto para verla, le limpio las lagrimas y termino por asentir.
Las preguntas fueron totalmente innecesarias, ya que aquel hombre era casi del doble de complexión que ella
—¿Quieres que llame al curador? —negó. No quería que nadie la tocara— Hija mía.. ¿fue cruel contigo?
Ella no respondió. Su mente divago unos minutos recordando cuando la beso a la fuerza, sus caricias ardientes, de sus suplicas para no hacerlo y como la desnudo, pero..
—¿Pasa algo hija? —Le cuestiono al notarla tan pensativa.
Había un gran pero, después de todo él se detuvo. No olvidaba la forma en como la miro, como se dedico a acariciarla y besarla para luego de limpiarle las lagrimas.
¿Acaso a él..?
Le daba mucha vergüenza pensar, que le había gustado en cierta forma. Era ignorante en esos temas, pero tampoco era una tonta para no aceptar el nivel de intimidad entre ambos.
—Deseo darme un baño, madre —confeso con vergüenza. Su sentido del olfato era muy agudo, como el de un perro y aun tenia su aroma sobre ella. Aunque su madre no lo notara.
—Le pediré a las criadas que te preparen un baño perfumado ¡Eugene! —llamo y se retiro de la habitación.
Sus lagrimas se acumularon una vez mas sintiéndose una traidora. Había prometido entregar su corazón a alguien mas, pero era otra persona al quien entregaba su cuerpo. Ya había esperado diez años aquel primer amor, uno que nunca llego. Quizá había llegado el momento de olvidar.
Su madre preparo un baño tibio y derramo sobre el agua aceites y esencias perfumadas. Eliana se metió despacio y pidió a todas las criadas retirarse. Pudo ver las marcas en el cuerpo de su pequeña hija, tenia algunas rojas en el cuello, otras en sus senos y unas marcas de manos en sus muslos. La mirada azul estaba perdida, Eliana parecía no querer hablar.
—¿Te lastimó? —le cuestiono con pena.
Ella no respondió, solo podia abrazarse así misma cuestionándose lo que sentía. Había sido muy descortés aceptar que estaba enamorada de otro, pero, no podia mentir. Era cierto, pero hay cosas que solo el corazón de una mujer debe guardar.
—Te lavare el cabello.
Su madre siguió hablando, pero ella seguía sumergida en la pesadilla de anoche. Sin embargo, seria muy mentirosa si lo llamara pesadilla, quizá al principio si, pero había algo, algo que no entendía sobre él. Cuando él acuno su cabeza en su cuello, sintió un aroma, uno que le apretaba el pecho y hacia sus ojos cristalizarse. Había algo familiar en ese hombre que la perturbaba y la hacia sentir culpable. Si su primer amor regresaba, ya era tarde, ya lo había esperado mucho tiempo, ya no podría, ya era de otro.
Paso prácticamente encerrada todo el día en su habitación. Su madre había cumplido con cubrirla diciéndole a todo el mundo que estaba indispuesta. Al parecer a la mayoría, menos a su padre que lo primero que hizo fue ir a su habitación y reclamar las sábanas manchadas con su pureza.
«Rogáis que vuestro cuerpo haya sido suficiente para ese paria» sus palabras fueron dichas con tanto veneno y hasta aversión. No lo quería en su familia, eso era seguro.
Era tan humillante lo que sucedió en la mañana, ahora solo necesitaba tener un momento privado. Miraba el jardín a través del gran ventanal, observando al detalle cada cosa. Desde las sillas de metal, las flores que sembró y el columbino donde solía jugar. Tenia el presentimiento que la próxima que regresaría ya no seria igual, al menos no en las mismas condiciones. Todo a su alrededor ya no era lo mismo, no podia ver al mundo igual desde la noche anterior. Ahora entendía algunas cosas, porque la necesidad de las parejas de alejarse de los demás. Suspiro pesadamente, recordando que desde que recupero la vista, fue difícil adaptarse, aprender desde cero los colores, expresiones y el significado del lenguaje corporal fue difícil. Reconocer al ser humano como un ser falso e hipócrita la alejo del mundo, centrándose en únicamente en leer. Trataba de aprender todo y entre su inocencia, pensaba que todo en los libros era real. Se topó contra la triste realidad de ver un mundo corrompido por la avaricia, consumida por el egoísmo y el poder.
Se lamentaba profundamente haber nacido mujer, casi no tenían derecho a opinar. Si en caso alguna tenia voz, solo eran escuchadas y respetadas si eran de la realeza. El rey podía otorgar divorcios si una mujer le gustaba. Eso le daba mucho miedo, en su corazón había alguien que le hizo mucho daño y en la oscuridad de sus traumas, no tenia rostro, solo una voz y un olor que hasta en sus pesadillas la perseguían. Su triste mirada vio el extenso sendero, allí estaban las flores que había sembrado por años. Siendo ya muy mayor para casarse, tuvo mucho tiempo en aprender cosas que ni siquiera su madre sabía. Ella era una inculta en muchas cosas, igual que muchas damas de sociedad. En cambio ella, era todo lo contrario. A sus 22 años sabia mucho, sabia demasiado y el poder del conocimiento era una arma muy peligrosa. Por eso optó en callar, en guardar silencio en todo lo que sabia.
—¡Adelante!- la puerta sonó y respondió de inmediato.
Sus sentidos era muy agudos, comparados como los de un animal. Ni siquiera volteo, porque el aroma que desprendía esa persona lo identificaba.
—Buenas tardes —saludo con formalidad.
—Buenas tardes, mi lord.
Tristán frunció el ceño al sentir la estricta educación en la voz de ella, la vio voltear despacio meciendo ese cabello rojo que destacaba de su apariencia. La vio pálida, incluso triste. La culpa llego a él, pero ella no pudo notarlo. Allí estaba delante suyo, eran un par de desconocidos, fingiendo que eran un par de esposos. Su mujer evitaba su mirada y la vio jugar con sus manos. Su nerviosismo fue confundido por la aversión que estaba seguro que le tenía.
—Tu madre me dijo que te encuentras mal ¿Es eso verdad? —le cuestionó. No pudo evitar sonrojarse, respiro hondo y le devolvió la insistente mirada que el buscaba de su parte.
—Solo he estado cansada milord —explicó educadamente— como veréis, me encuentro bien —mintió, aun su cuerpo le dolía, pero no se quejaría, nunca lo hacia.—anoche..
—No volverá a pasar —la interrumpió y ella no entendió sus palabras.
Lo vio como desviaba su mirada pareciendo avergonzado, quizá culpable y termino por darle la espalda.
—me disculpéis, pero no os entendí.
—Que no volverá a pasar — insistió— no debió pasar así
«¿Debió» pensó Eliana
—No volverá a pasar a menos que quieras —recalcó, volteo de medio lado encontrándola muy sonrojada y que respiraba despacio.
Esa bondad en sus ojos era algo que no podía negar. Había mas que pureza en su mirada.
—¿Qué yo quiera? No os entendió. ¿Vos quiere explicármelo por favor? ¿No fue de vuestro agrado mi señor? —pregunto. Su corazón se apretó.
Si Sir Tristán estaba disgustado con lo de anoche, podría decir cualquier cosa y solicitar un divorcio. Su palabra valía más que la suya, así sea ella hija de un gran Duque. Era hombre, un caballero fiel a la corona, también un terrateniente. Mientras que ella era la hija solterona del Duque— Es que.. bueno... yo no sé nada eso —aclaró y su voz se quebró un poco —yo.. era... —había vergüenza en su voz— bueno.. yo.. era mi...
¿Si Tristán le decía que quería un divorcio repentino? Ya nadie iba a querer estar con ella. Un hombre ya había pasado por su cama. Estaba manchada, desvirgada y su valor ya no existía.
—No es que no me haya gustado —aclaro. Ella quería llorar pudo notarlo— es solo que tú no querías —le recordó y ella evito mirarlo— no pienso tocarte si vas a temblar y quejarte entre mis brazos, pero...—una cruda lagrima resbalo por una de sus mejillas sonrojadas.
—No quiero que comentes a nadie de este asunto. No volverá a pasar de esa forma, puedo darte mi palabra.
Los ojos de ella se abrieron enormemente, mostrando lo lindo que eran. Quería llorar, quizá de felicidad, quizá de alivio, pero Tristán entendió algo que le costo un poco admitir. Eliana no quería un contacto así, para ser específicos no quería su contacto. Le dolió el orgullo de hombre, pero prefería eso, a sentir el desprecio palpable de la mujer que era su esposa. Antes de retirarse de la habitación, una temblorosa voz lo detuvo, una que dijo un escueto "gracias". Volteo a verla, había ajuntado sus manos junto a sus pechos, le sonrió, le dedico quizá la sonrisa mas triste que haya visto. Después de tantos años, volvió a ver esa sonrisa dedicada a él. No dijo nada, solo retiro de la habitación.
Eliana no dejo de verlo, sintió un profundo alivio dentro suyo, como si un gran peso desaparecía. Al menos no seria tomada como anoche, al menos había encontrado una persona que entendió su dolor y su desesperación. No se equivocó, había algo que por efímero que fuera, en Tristán de Drawstone que era diferente. Lo pudo notar cuando en medio de aquel acto llamado hacer el amor, él se detuvo a verla, observarla y acariciarla con compasión, besarla hasta que se relajó y la hizo sentir menos culpable por sus reacciones. Ahora sabia que ese hombre que era tan intimidante delante de cualquiera, guardaba un secreto, uno como el que ella poseía. Dudo por unos segundos, pero despejo su mente casi de inmediato. El era un caballero, uno de los mas cercanos al rey, y los buenos caballeros tenían palabra.
Cuando la noche llego, tuvo un poco más de ánimo de salir. El apetito la abordo se dirigió al gran comedor, casi nunca cenaba allí, pero esta vez no estaría sola. El salón era inmenso, la mesa tenía más de veinte sillas y siempre se tenía flores de adorno. En medio del gran salón había un gran candelabro lleno de más de 15 velas. Al parecer su madre parecía querer engreírla, puesto que había preparado su platillo favorito, pero, su padre hizo notar su molestia casi de inmediato. Si había un Duque en el mundo, que mas despreciaba a su propia hija ese era el padre de Eliana de Browshed. Le demostró un crudo desprecio y lo mucho que le repugnaba la comida de su propia hija. Ni siquiera se mesuraba en insultarla delante de las criadas. Así era siempre. Ella evito mirarlo, miraba a su madre disculparse por haber hecho algo que no debía. No era justo, ella no había hecho nada malo. En otras ocasiones la hubiera abofeteado, pero estaba embarazada y por eso se mesuraba.
Agradeció a dios que Tristán no estuviera presente, tenia una reunión con el rey. Ni siquiera hubiera podido verlo a la cara después de esa desagradable escena. Se dedico a mirar a su madre, pudo ver su dolor y agonía. Los últimos meses aquella mujer se había vuelto mas madre que en toda su vida, no entendía porque. Quizá era porque sentía culpa por lo que le había hecho hace muchos años. La había perdonado, desde lo más profundo de su corazón. Era su madre después de todo.
Eliana solía tener comportamientos sobreprotectores con su madre. Solía redirigir su mal humor hacia ella, para que no sufriera sus golpes. Ahora estaría sola con su cruel padre, ahora recibiría todos los malhumores en su espalda ya que al estar casada con Tristán dudaba mucho que la tocaría. ¿Por qué su madre mostraba tanto interés en ella?¿Porque ahora?¿porque no antes? Tantas preguntas, pero ninguna respuesta.
La cena termino temprano y abruptamente. Su padre se levanto primero maldiciendo la comida asquerosa en su plato, culpando de todo a su madre. Eliana quiso consolarla, pero esta no dejo que la tocará. Le trajo malos recuerdos cuando fue maltratada, pero se mantuvo allí junto a su madre mientras lloraba. Cuando le extendió un pañuelo suyo, ella simplemente no lo acepto, se puso de pie y se fue a llorar a otro lado. Eliana se quedo de pie, sintiéndose mas sola que nunca. También tonta por pensar que su madre y ella se habían vuelto cercanas, pero al parecer se había equivocado. Contuvo sus lagrimas y con el poco buen animo que tenia se dirigió a su habitación.
Sus pasos presurosos la llevaron a su alcoba, sus tacones eran lo único que se escuchaba por los pasillo. Si algo odiaba su padre era el silencio interrumpido. Cerro la puerta y respiro hondo, el corsé le apretaba mucho. Cambio sus ropas. Se despojó del pomposo vestido, pollos y zapatos. Se coloco el blusón color melón que tenia, coloco un poco de agua entre sus manos y lavo su rostro. La sensación refrescante le devolvió un poco el alivio.
Se sentó sobre la piel junto a la chimenea. Se acaricio el cuello y siguió mirando el fuego. Sus pensamientos divagaron un poco, su tacto llego hasta sus piernas y levanto un poco la tela de su blusón para acariciar su piel. Estaba muy tensa. Cuando el tacto de unas de sus manos llego hasta la alfombra, los recuerdos de la noche anterior vinieron a ella. Su corazón le quitó el aliento y se abrazo a misma, su vista fue directamente hasta el flameante fuego una vez más. Se sintió frágil e indefensa; a pesar de haberse bañado y perfumado, aún podía sentir el olor de su esposo sobre su cuerpo y no supo el porque.
Un nudo se anido en su pecho y quizá llorar, saco el pequeño pañuelo entre sus ropas y lo extendió entre sus manos. Sus ojos no pudieron resistir las amargas lágrimas. Allí, dentro de aquel accesorio se encontraba escondido un pedazo algo largo de una tela gris; lucia vieja y maltratada. Era muy distinta al fina pañuelo que lo ocultaba. Eliana se aferró a eso, como si fuera lo mas valioso que haya visto. Era su más grande tesoro.
Con el alma casi fuera de ella se puso de pie, tomo una pequeña cajita donde guardaba sus hilos y agujas. Saco un hijo rojo y comenzó a bordar. Había aprendido mucho de las monjas del convento, también de las criadas en su casa. Con su destreza bordo a los costados para que los hilos de la tela no se escaparan. Le diseño unas flores y un pajarito, brindándole al pedazo de tela una apariencia mejor. Se pincho un par de veces, pero no le importo siguió bordando alrededor para que la tela no se corriera y cuando hubo terminará su tarea aprecio su trabajo. Estaba más que satisfecha, volvió a mirar al fuego. La leña casi se había consumido. ¿Cuánto tiempo estuvo bordando? ¿Cuántas horas habían pasado? ¿Su esposo ya habría llegado? Miro hacia la puerta, estaba cerrada.
No quería pensar mucho, volvió a ver, lo que ahora lucia como un listón y sonrió. Era el único objeto de implícito valor a atesoraba. Aquel simbolizaba que en algún momento de su infancia fue muy feliz, que la hicieron feliz y le devolvieron la sonrisa cuando solo lloraba y se sentía sola. Se lo coloco en el cabello haciéndose una media cola. Sonrió y se seco las lágrimas, miro hasta su cama y se recostó sobre ella. Tenía los brazos abiertos y respiro tranquila, el sueño llegó de apoco; pero solo fueron cinco minutos del que pudo sentir cierta paz. Se sentó abruptamente y miro hacia la puerta.
Las cosas ya no serían como antes, se había casado y era muy probable que su esposo reclamará su cuerpo y ella tendría que corresponderle.
No, se dijo.
El era un caballero y la palabra de un caballero era lo más cercano al oro que tenían. Además, cuando lo dijo lucia bastante seguro de lo que había dicho. Incluso podía verse afligido al recordar que ella en cierta forma no quería hacerlo. Sacudió su mente de todas aquellas ideas. No lo conocía eso era seguro, así que aún tenía miedo si no cumplía su promesa. Se recostó de lado viendo al fuego que casi se extinguía, lo vio flamearse y hacer que las sombras se movieran. Ahora ya no dormiría sola, dormiría acompañada. Tantos años estando sola, tan ensimismada que se sentía extraña, porque ahora iba a compartir su cama con otra persona, un total desconocido. Había aprendido a amar su soledad, demasiado. Al punto que estar rodeada de gente la perturbaba.
El sueño llegó a ella y termino sumida en uno muy profundo. Ni siquiera se había cubierto con la manta, solo se quedó dormida. Una mano fuerte llego hasta su mejilla, con los nudillos desnudos acaricio la piel tersa de rostro. Dormía plácidamente. Los ojos profundos de Tristán pudieron reconocer lo bella que era su esposa y su calidez. Cosa que lo molesto. Ella era la imagen viva de su más grande dolor.
Había llegado muy tarde de su reunión con el rey, el cual expreso su respeto hacia su persona y su bendición hacia su matrimonio. Toda ese montaje lo molestaba. Todo el mundo conocía su fama de mercenario y contrabandista, solo el rey le dio un título que tanto rechazo al principio. Sabía las intenciones del magnánimo Rey, no quería que alguien con sus habilidades en su contra. En el fondo sabía que el padre de Eliana lo despreciaba por su oscuro pasado, pero no podía juzgarlo. El sentimiento era mutuo. Se dirigió hasta estar junto a la chimenea, comenzó a desarmarse. Coloco un leño grueso y lo avivó, la habitación se volvió a iluminar. Algo le dolía, quizá una herida del pasado que poco a poco se abría. Estiro su cuello hasta hacerlo tronar, necesitaba un masaje o una jarra de vino para relajarse. Contempló el fuego, mañana sería un día muy ajetreado. Su instinto agudo lo hizo voltear despacio, su mirada se encontró con unos ojos color azules como el cielo. No dijo nada, solo le sostuvo la mirada en un extraño silencio. Ella los volvió a cerrar, estaba dormida y no noto su presencia. Tristán frunció el ceño endureciendo su mirada. Ella era su esposa, más no su mujer y mucho menos alguien que lo quisiera.
El aire fresco de la mañana la hizo estremecer. Le dolía un poco la cabeza, su cabello lucia todo revoloteado. No se lo había trenzado anoche. Sintió una mirada sobre ella, Tristán estaba recostado en uno de los pilares de la habitación, observándola. Por un momento, no dijo nada. Sus miradas se encontraron una vez mas, sintiéndose como la primera vez.
Eran un par de desconocidos.
Su mirada oscura se deslizo mas abajo, y la desvío. Lucia un poco avergonzado, pero Eliana no lo noto. No paso mucho tiempo para que ella notara que uno de los tirantes de su blusón se había deslizado de su hombro, y que parte de su pecho derecho se había expuesto. El pudor llego de inmediato, sonrojándola y haciendo que busque la manta para que pueda cubrirse. Eliana quería desmayarse. En cambio para Tristán tal acto lo molesto, ya se habían conocido, le había visto todo el cuerpo, comido de ella, pero allí estaba, delante suyo cubriéndose como si fuera un total desconocido.
—Bu.. buenos días —saludo ella y se cubrió mas con la manta, estaba muy avergonzada. Su pecho derecho estaba casi desnudo y él se había quedado viéndolo— yo..
—Estaba esperando que despertaras —la interrumpió y la miró directamente a los ojos.
Comenzó acercarse, ella respiro hondo y evito verlo mientras se aferraba a esa delgada manta que cubría su cuerpo
—Ordénale a una de tus criadas que empaque tus cosas.
«¿empacar?» pensó.
Ella volteo inmediatamente cuando lo menciono, su cabello se meció al compas del movimiento. Tristán se agacho a su mismo nivel y verlo tan cerca hizo que se sonrojara aun mas.
—Ordénales que solo empaquen lo necesario —aclaro— Nos dirigiremos hasta mi tierra Drawstone. Tenemos que partir ahora. Tardaremos cerca de 40 días si no tenemos complicaciones.
Quiso replicar, pero se contuvo. ¿Un viaje? ¿ahora? No quería disgustar a su marido, ya bastante había hecho por ella para no reclamar sus derechos de esposo.
—¿Ocurre algo? —le cuestiono y le dedico una fría y desconfiada mirada.
—Es solo.. bueno.. es solo que yo..—respiro hondo, estaba muy nerviosa— tengo que avisarle a mis pa..
No quiso escuchar. Tristán se irguió abruptamente, dándole la espalda, hizo sentir su clara molestia. Ella se intimido y miro hacia otro lado, no podia enfrentarlo. Era muy intimidante.
—Escúchadme bien, mi lady —la tomo del brazo y la obligo a verlo— aunque no comportamos la cama, no quiere decir que dejes de ser mi mujer. —ella asintió despacio— eres mi esposa, estamos casados ante dios y no le debes explicaciones a tus padres. A partir de ahora, yo me hare cargo de ti.
—pero..
—¿pero? —frunció el ceño, aun seguía muy molesto— ¿Acaso estas buscando alguna excusa para quedarte aquí?— le cuestiono.
—no, claro que no —respondió— es solo que vuestra decisión me ha tomado por sorpresa, mi lord. Es solo eso.
Sus palabras estaban impregnadas con sinceridad, dichas con su voz suave y algo chillona. Aún así, Tristán no le creyó. No sé podía ser tan puro en este mundo cruel, mucho menos una mujer de la nobleza como ella, que abiertamente le había dicho que no quería casarse porque amaba a otro.
La incertidumbre los rodeaba a ambos. Ella nunca había salido de su casa y él tampoco sabia mucho como tratar a una mujer. Verla tan dudosa y temblorosa lo hizo cuestionarse muchas cosas, pero ahora solo pretendía solo irse lejos de las tierras del gran Duque. No le gustaba como lo miraba, podia sentir su desprecio palpable sobre él y sus hombres. Si no se iban, seguro iba a reaccionar de una forma la cual luego le traería consecuencias.
—Ordenaré a mis hombres que alisten los caballos. Te espero en la entrada.
—es.. esperáis.. —le tomo de la capa con dos de sus dedos. No podia irse, no sin antes visitar su lugar favorito.
—¿Qué pasa? —su forma de hablar tan gruesa, la intimidaba mucho. No sabia si hablaba así o simplemente estaba molesto.
—Hay un lugar, esta cerca de aquí. Quisiera ir allá antes de partiros —se atrevió a mirarlo a los ojos. Su temblorosa mirada llego hasta la oscura acusadora, pero la bajo de inmediato. Al parecer no quería que se molestará— bueno, si vos no quiere ahora mismo yo..
—no he dicho que no —aclaro y puedo evitar mirarlo con esperanza— mi deseo es partir antes de medio día.
—Milord, solo estaréis allí a lo mas una hora. Esta muy cerca de aquí, es un jardín muy hermoso, además..
—cámbiate entonces —lo dijo porque aun seguía en camisola y eso la avergonzó mucho— ordenare a mis hombres que preparen los caballos. Primero iremos al lugar que mencionas y luego partiremos a Drawstone, sin excusas.
—Por supuesto, Milord. Gracias por vuestra comprensión —quería llorar, estaba emocionada. Al menos no se iría sin antes ver la pequeña cabaña donde se atrevió a soñar.
Apenas Tristán salió de habitación, Eliana se apresuro en alistar lo poco que tenia. Omitió bañarse ya que le tomaría al menos una hora. Se coloco un cómodo vestido y una capa, le pidió a una de sus criadas que la ayude. Antes de ir al encuentro con su esposo, se encontró a su madre en el pasillo. Con algo de pena le dijo que se iban, le sonrió tratando de consolarla al pensar que quizá iba a mostrar un ápice añoranza por su partida, pero esta de desvaneció casi de inmediato. Cuando su madre no mostro ni una reacción. Solo le recibió de su parte unas palabras que le parecieron muy frías
"No te olvides de llevar todo lo valioso" luego paso por su lado.
Ese roce tan frio hizo que su corazón doliera mucho, le recordó las veces que su madre fue así con ella, durante casi toda su vida.
"Madre me encerró en los establos" "Madre subió a mi habitación y casi.."
Tantas quejas, tantos reclamos, tantas veces que le pidió que la amara, pero nunca pasó. Nunca llegó el amor que ansiaba de su parte. Ahora que pensaba que eran cercanas, por como se venia comportando cuando supo que se casaría, hasta el día de ayer la comprendió y hasta la baño, pero al parecer querían deshacerse de la hija solterona del Duque. Ya no tenía motivos para quedarse, al menos tenía la esperanza de conocer algún día a su hermano, que aunque ella sea la primogénita, estaba segura que ya no era la heredera. Nunca espero nada de su padre. No quería ni sus tierras, títulos y mucho menos su nombre. Solo quería que al menos la respetará.
Eliana contuvo sus ganas enormes de llorar, apretó los labios y bajo las escaleras raudamente. Encontrándose al final de ellas a Tristán que estaba con otro bien distinguido caballero.
—Buenos días, mi señora —saludó.
—Buenos días, caballero —soltó escuetamente.
Aquel caballero era rubio y tenia los ojos mas azules que había visto. Parecía que tenia una educación casi como la suya, ya que se comportaba diferente que Tristán.
—Arthur, indícales a los demás lo que te acabo de ordenar.
—¡Si, comandante! —respondió con el debido respeto.
—Eliana vámonos —la tomo del brazo y la obligo a seguirlo.
Quiso despedirse, pero no lo logro. Sin embargo, volteo ligeramente y por un instante su mirada llego hasta aquel caballero que la seguía mirando.
El jardín anexo favorito de Eliana estaba a unos 300 metros de la mansión principal. El sendero que los llevaba estaba cubierto por flores violetas y amarillas. Se sintió muy feliz, habían florecido bastante, era primavera y se miraban hermosas. El camino estaba asfaltado por rocas que fueron un complemento perfecto para el lugar.
Mi lugar favorito, lo llamaba ella.
Pasaron por las caballerizas principales de la gran mansión. Tristán pudo notar que la sonrisa de ella se desvaneció por un momento. La vio hacer un gesto como si estuviera asustada, cubriendo disimuladamente con su puño izquierdo el oído, que daba hacia las caballerías. Él no dudo en mirar hacia las puertas, estaban cerradas.
Definitivamente algo pasaba, pero le resto importancia. Sabia que algunas damas de sociedad no les gustaba los caballos y preferían más los gatos.
La curva se hizo mas empinada. Ella corrió lejos de las caballerías. A pesar de estar por fuera y a metros de distancia no podía tolerar estar cerca. Odiaba ese lugar, lo odiaba con todo su corazón. Siempre que pasaba por allí corría, hasta llegar al final de la curva de la pendiente. Esa mañana hizo lo mismo, corrió hasta ver su destino. No era su primera vez allí, pero desde que su vista volvió, siempre miraba la vida y lo bello con la misma adoración, más aún si ese lugar era su refugio.
Un pequeño riachuelo pasaba por debajo, tenia un pequeño muelle de piedra, mas arriba había una pequeña cabaña y un casquete en medio, cubierta de enredaderas de flores blancas. Eliana no dudo en emocionarse, como si se tratara de una niña pequeña, como si fuera la primera vez que estuviera en ese lugar. Dio una vuelta con los brazos extendidos y sonrió, llenó sus pulmones del aire puro y se dirigió hacia la cabaña.
Su mirada se tornó nostálgica, quizá por la idea que no volvería a verla. Abrió la puerta de inmediato, miro alrededor. Definitivamente iba extrañar ese lugar, tenia tanto de ella en esa pequeña cabaña. Tristán pensó encontrarse con algo mas lujoso, pero era todo lo contrario. Solo habia una pequeña mesita a un lado, una chimenea pequeña y una cama muy pequeña, a su lado un viejo baúl. No había ningún tipo lujo, ni uno solo, pero ella parecía feliz, incluso estaba más cómoda que en su gran castillo. Eliana abrió su viejo baúl y sacó algunas cosas que estaban pulcramente guardadas, entre ellas una vieja muñeca de trapo que abrazo con su vida. Se lo había regalado su fallecida niñera.
—¿Es todo? —le cuestionó. Cuando ella volteo su mirada lo traspasó, tuvo que desviarla. Eliana estaba llorando— Te dejaré para...
—No es necesario —respondió. Le dio la espalda para limpiarse las lagrimas— ya recogí todo lo que me importaba.
«¿Todo? Eso había sido todo» Se cuestiono él. Una muñeca sucia y entre otras cosas viejas.
—iré un momento al muelle —Le dijo. Salió rápidamente del lugar. Quería despedirse de todo.
«Volveré por ti en tres primaveras.»
Sus ojos picaron mucho, su corazón se acongojo y apretó sus manos junto a su pecho. Su mirada se perdió en la nada, entre la espesura de los árboles que estaban delante de ella. Dijo tres, tres primaveras y nunca volvió. Nunca pudo conocer como lucia, tampoco como se llamaba, pero aquel niño la hizo muy feliz, entre el infierno que vivía en aquellos años. Sus visitas se volvieron el alivio que necesitaba, él fue la luz de sus ojos. En su ceguera pudo ver por primera vez gracias a él.
—solo eran tres...—susurro.
Ahora ya se cumplían más de diez. A veces tenía la sensación que iba a volver en algún momento, pero no lo hizo. No podía dejar de agradecerle ya que, gracias a esa persona, pudo tener mas ganas de vivir. Cuando se fue, se sumió en una profunda depresión y lucho sola. Solía preguntarse el porqué de su partida. Cuando pasaron los años y no volvía, muchas posibles razones la atormentaban. Aunque la idea de que haya muerto le rompía el corazón, prefería pensar que había encontrado la felicidad lejos de allí, que quizá tenía una familia, hasta hijos. Aunque se aferraba a sus palabras y el amor implícito entre ambos, aunque ella no pudiera ver, podía sentirlo cuando lo acariciaba.
No supo cuánto tiempo paso mirando a los árboles. Era hora de partir, subió la pendiente, llegando al casquete, que estaba en medio del sendero; entre el muelle y la cabaña. Las flores enredaderas habían florecido hermosas, sus tonos blanquecinos adornaban mucho el humilde lugar. Tomo uno de los pilares y se apoyo con una de sus manos, cual niña. Iba a extrañar sus eternas lecturas y sus almuerzos furtivos.
No vio a Tristán en ningún lugar, supuso que la esperaba en el camino de regreso a la mansión. Hacia frio, a pesar de ser casi medio día. Le dedico una rápida mirada al muelle, su cabaña y aquel casquete. El aliento se le quito por un breve momento, tenía el ligero presentimiento que nada sería igual, si regresara algún día, cerro los ojos y mentalizo la imagen, no quería olvidarla, jamás lo haría. Apresuro sus pasos y encontró a Tristán esperándola al final de la pendiente rumbo a casa. Quiso seguir avanzando, pero se detuvo. Su mirada se centró él, Tristán le daba la espalda, tenia su casco en apoyado en su cuerpo. Al parecer la sintió y volteo a verla. La respiración de Eliana se detuvo, la imagen de Tristán volteando lentamente se repitió tantas veces en su mente, como un eterno bucle. Era como si el tiempo se hubiera ralentizado para que ambos se mirasen, todo acompañado con un eterno vacío.
¿Qué significaba esa opresión en su pecho?
Las miradas de ambos se encontraron, el viento soplo fuerte meciendo los rebeldes cabellos del caballero, también el vestido y el cabello carmesí de la dama. El silencio se repartió entre ambos, ninguno pronuncio palabra alguna. Solo podían escuchar el fuerte sonido del viento entre ambos. No había ningún impedimento para que ella continuara su camino, tampoco para que él se acercara, pero, al parecer ninguno quería tomar la iniciativa de acortar distancia.
Sus ojos azules temblaban, pero no dejaba de mirarlo.
—¿Pasa algo? —le cuestiono Tristán, al notar que estaba de pie, arriba de la pequeña colina que se formaba.
Ella se sonrojo al escuchar sus palabras, quiso evadir el escrutinio de su mirada, pero no lo hizo. Definitivamente había algo dentro del que era su esposo, algo que no conocía. Su corazón dolió mucho, como si una vieja sensación le recorriera desde la punta de sus dedos hasta su corazón. Quería llorar y no sabia por qué.
—No es nada Milord —contesto casi de inmediato, podía sentir que necesitaba una respuesta de su parte— es solo.. es solo que siento que he vivido esto antes.
Su voz sosegada se perdió en el viento y ninguno supo cuánto tiempo estuvieron mirándose, pero para ambos fue una eternidad. Acompañados por incomodo silencio y sentimientos unidireccionales que a ambos le dolían. Había algo familiar en él, algo que Eliana creía conocer, pero no sabía que era.
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