Capítulo 11

Después del desayuno en la cafetería me dirijo a mi casillero. Lo abro y busco todo lo necesario para impartir la clase que indica mi horario.

Mientras lo hago, veo a una chica que intenta abrir el casillero a mi izquierda con una llave. No le había prestado atención hasta que me habla:

—Ehm… hola. —me dice.

—Hola. —digo, dubitativa.

—Sabes… ¿sabes cómo abrir este casillero? —me pregunta— Creo que el candado se atoró.

—Déjame ver.

Me acerco y ella me entrega la llave. La introduzco en la cerradura y le intento dar la vuelta, pero no lo logro.

—Parece que sí está atorado —le digo—. ¿Puedes sostenerme esto?

Ella toma mis libros mientas sigo intentando abrir el candado.

—Es que soy nueva en la escuela y no sé cómo funcionan las cosas. —me dice.

Oh, pobre. Era una nueva víctima de este sistema como yo.

Su apariencia es muy aniñada, más por sus rasgos faciales. Es de mi misma altura, pero su cara y su tono de voz parecen de una niña pequeña. Su cabello es marrón, más oscuro que el mío, además que tiene un flequillo que le cubre la frente. Sus ojos son cafés y tiene unas pecas adorables sobre la nariz, además de unas gafas transparentes.

Entonces recuerdo a la chica que se había acercado a Elliot ayer mientras estábamos en el patio del internado, a la cual él no le prestó mucha atención. Es ella, no me cabe duda. Me pregunto para qué quería hablar con él.

—Entiendo —le digo—. Yo también soy nueva, supongo que llegamos juntas.

—¿Cómo no te recuerdo entonces?

—Puede que no me hayas prestado atención. Yo tampoco le presté atención a nadie en el viaje.

—Ah, entonces no te parece raro no recordarme, claro, si es que no me recuerdas.

—No lo hago, pero supongo que no debería.

—Claro.

—¿Y qué edad tienes?

—Quince. La edad perfecta para entrar. —Sonríe.

Me recuerda a Chelsea, con apariencia adorable y, aun sabiendo que va a morir, con ánimos.

—Listo. —digo cuando puedo reparar el candado.

—Ah, muchas gracias.

Le devuelvo la llave y ella se acerca a abrir la puerta. Me entrega mis cosas y doy media vuelta para dirigirme a mi primera clase del día. Yo ya me estoy marchando, cuando escucho gritos de horror que vienen de atrás de mí.

Volteo enseguida, espantada. ¿Qué puede estar pasando si no ha pasado ni un minuto desde que volteé?

Una chica diferente, una chica de cabello negro y piel casi transparente, aunque desde mi perspectiva solo la puedo ver de espaldas. Aun así la reconozco. Michelle Ashbourne.

La de los lentes la sujeta con expresión de espanto, como si le hubiera caído encima.

Michelle no parece consiente, siquiera parece moverse, no parece apoyarse de algo que no sea la chica de los lentes. Sus brazos y piernas están desplomados y no tiene ningún tipo de fuerza. Hay una posibilidad de que esté muerta. Pero no tiene ni una gota de sangre, al menos que sea visible para mí.

La del cabello marrón la sacude para después cerrar los ojos y caerse al suelo. La otra cae junto con ella. Como resultado, ambas chicas están tiradas en el suelo y todos gritan.

Muchos se acercan y se agachan para comprobar la situación de ambas, y luego corren con pavor. Otros —como yo— solo miran.

Después de unos minutos, a mi lado pasa la directora, Ruth y dos guardias a toda velocidad. Alguien les tuvo que haber avisado de lo sucedido. Me acerco un poco. Parecen muy sorprendidos al ver la escena. Ruth le pone dos dedos en el cuello a Michelle y se voltea a ver a la directora.

—Muerta. —le dice.

Me estremezco.

Que palabra tan horrible.

Las personas alrededor emiten gritos ahogados, se abrazan o se tapan la boca con las manos, horrorizados. La directora anota algo en un papel y luego Ruth hace lo mismo con la otra chica. Le pone dos dedos en el cuello y voltea a ver a la directora.

—Esta está viva —le dice—. Revisemos las cámaras.

Otra vez, la directora anotaalgo y da media vuelta. Se va sin esperar a nadie. Tras ella, Ruth camina de prisa y los guardias se llevan a la chica de los lentes en una camilla con ruedas. La otra se queda en el suelo, hasta que dos más se acercan con otra camilla. La levantan entre tres personas y la cubren con una sábana blanca. Entonces se la llevan de la zona de los casilleros.

Sigo la camilla con la mirada y cuando desaparece de mi campo visual, camino hasta la cafetería. Ahí están todos mis amigos, atónitos. Están todos de pie y me miran como si así pudieran obtener una explicación. Me acerco a ellos sin quitarle los ojos a la camilla donde está el cuerpo inerte de Michelle.

Me parece increíble y espantoso que ayer haya tenido la oportunidad de hablar con ella aunque no me agradara demasiado, y hoy esté muerta. Ya nadie va a poder volver a escuchar el timbre de su voz.

—¿Otro asesinato? —me pregunta Mikel.

—Al parecer —le respondo—. ¿Vieron a esa chica? ¿A la que se llevaron desmayada?

—Nunca la había visto antes por aquí —me dice Chelsea— y es raro que yo nunca haya visto a alguien antes.

—Es nueva. —le digo.

—Si fue ella quien mató a… quien sea que se llevaron, también pudo haber matado al del baño. —dice Nayara, lo último susurrando.

—A la que mataron se llama Michelle —le digo—. Estábamos en el mismo equipo de trabajo en química —Suspiro—. No me puedo hacer la idea de que la chica nueva haya matado a alguien. Se ve tan… inocente. No parece matar ni a una mosca.

—Esas son las peores. —comenta Ruby.

—Por eso no se puede confiar en nadie. —dice Mikel.

—Puede que sea inocente al final de cuentas. —dice Chelsea.

Ruby bufa.

—No os ofendáis, chicos, pero yo no confío ni en vosotros mismos.

Silencio. Todos la miramos como si acabara de soltar una estupidez.

—Os quiero y considero mis amigos —continúa—, y sería capaz incluso de dar mi vida por alguno de vosotros, pero en este lugar no se puede confiar ni en nuestra propia sombra. Así que no, no confío en nadie. Puede que así me mantenga a salvo.

En ocasiones Ruby me parece tan compasiva y buena amiga, y en otras me parece tan cruda, desconfiada e hiriente, aunque eso puede ser una virtud en este lugar.

—Estudiantes —La voz de la directora sale de las bocinas de la cafetería—. Por hoy se suspenden las actividades escolares debido a un hecho inesperado, el asesinato del número 7 del listado.

Todos los presentes comienzana murmurar.

¿Michelle era el número 7?

—El resto del día podéis… andar por ahí. No importa dónde estéis, solo espero que aprovechéis el tiempo para estudiar mucho y prepararse para vuestros próximos exámenes —Suspira—. Estaremos investigando sobre la muerte de la estudiante, aunque ya tenemos un sospechoso. Se os informará cuando descubramos quién fue —dice—. Los que deseen comprobar su número en el listado ahora que hubo una baja, están en su derecho.

Cuando su imagen desaparece, el listado vuelve a la pantalla. No lo he visto, pero ahora quiero hacerlo.

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