5. El listado

Me siento en el último pupitre del salón de biología.

Nadie le presta demasiada atención como yo al esqueleto de plástico que adorna una esquina de la habitación, o a los insectos disecados de las estanterías. Todos los estudiantes cuchichean y ríen entre ellos hasta que alguien que acaba de entrar hace que desvíen su mirada -y no es precisamente el profesor-.

Elliot acaba de cruzar el umbral del salón de clases. Aunque use el mismo uniforme que todos, a él se le ve diferente. Su aura elegante es capaz de atrapar a cualquiera.

Fija su vista en mí. Unas libélulas revolotean en mi estómago y tengo la obligación de mirar mis manos debajo de la mesa. Sus pasos son lo único que se escucha con el pasar de los segundos. Al final me digno a levantar la mirada cautelosamente y lo veo observando a un chico pelirrojo sentado a mi izquierda.

-¿Serías tan amable de cederme tu asiento? -le pregunta Elliot.

No puede ser.

El pelirrojo alterna su mirada entre él y yo, hasta que se encoge de hombros y se levanta, recogiendo sus cosas. Desaparece de mi campo de visión cuando Elliot toma su lugar.

Se sienta despreocupadamente y abre su cuaderno, en el cual hay varias anotaciones. Desliza una pluma azul entre sus dedos, sin mirarme siquiera una vez. Cuando lo hace, como si hubiera sabido que en todo momento lo he estado observando, desvío la mirada lo más pronto posible. Con mi visión periférica noto que sonríe.

Idiota.

Un profesor entra de repente con un montón de libretas y papeles cayéndoseles de las manos. Los deja sobre su buró y acomoda su ropa arrugada. Se posiciona frente al pizarrón, sonriendo nos da la bienvenida al siguiente año escolar que, para mí, es el primero.

Me coloco mis anteojos con cuidado. Abro mi cuaderno vacío y escribo la fecha mientras el profesor escribe algunas preguntas en el pizarrón.

-¿No tienes nada escrito? -me pregunta Elliot.

Levanto la cabeza. Está mirando mi cuaderno sin utilizar.

-Acaba de comenzar el año -le digo-. ¿Por qué tendría que haber escrito algo?

Él se encoge de hombros.

-Conociendo tu carácter, pensé que serías más competitiva y que te gustaría prepararte para las clases con tiempo de antelación.

-Que mi carácter sea fuerte -a veces- no significa que disfrute llamando la atención.

En las ocasiones que no me interesa crear una imagen incorrecta de mí, mi carácter complicado sale a la luz. Y no me interesa crear un personaje para agradarle a Elliot.

Él esboza una sonrisa de medio lado.

-Pues deberías -me dice-. De eso dependerá tu vida en algún momento.

Frunzo el ceño, intrigada por su exageración.

-No todos somos como tú.

-Ah, ¿sí? -inquiere- ¿Y cómo soy?

El profesor sigue escribiendo en el pizarrón.

-Si no lo sabes tú, ¿qué puedes esperar de los demás?

Ahoga una carcajada.

-El día que puedas ganarme en una sesión de preguntas y respuestas en clase, critícame. Mientras tanto, no tienes ese derecho.

-¿Crees que no puedo ganarte, Elliot?

Abre los ojos y ríe con sorpresa.

-¿Has preguntado por mí como para conocer mi nombre?

-Lo que menos quiero es hablar sobre ti con el resto.

-Señorita Evehart.

El profesor llama mi atención. Me vuelvo de inmediato en su dirección. Él se acomoda las gafas torcidas sobre el puente de su nariz.

-¿Me puede comentar algo acerca de mi asignatura? -me pregunta y se voltea hacia la pizarra- De la primera pregunta, por ejemplo, ¿conoce la respuesta?

Miro el pizarrón con una ceja enarcada. Diez preguntas sobre las cuales no sé nada están obligándome a dar una respuesta. Siquiera traje conmigo un libro, al contrario de mis compañeros, así que no puedo investigar. En mi antiguo colegio hubiera investigado en internet, pero hubiera sido demasiado perezosa como para escribirlo todo.

Al final niego con la cabeza y los de mi alrededor comienzan a reír a carcajadas. Elliot cubre su boca con una mano. Se me hace un nudo en la garganta y quiero que la tierra se abra en dos y me engulla. Respiro profundamente para no quebrarme.

-¿Alguien más? -pregunta el profesor.

Elliot levanta la mano. Reproduce la respuesta como una computadora a la que se le ha añadido cierta cantidad de información. El profesor sonríe, satisfecho con su respuesta, y pregunta quién conoce la respuesta a la siguiente pregunta.

Esta vez el chico pelirrojo levanta la mano. Contesta de la misma forma, sin respirar ni parpadear. Me pregunto por qué fueron enviados a esta escuela dos chicos que no necesitan corregir sus calificaciones.

-Necesitaré que ayude a la señorita Evehart a estudiar, señor Ravenscroft.

Elliot me mira con una sonrisa en sus labios. Yo comienzo a negar con la cabeza.

-No será necesario. -digo lo más rápido que puedo.

-Pienso lo mismo, profesor -le dice Elliot-. La señorita Evehart -Me mira- suele alardear de lo competente que es.

El profesor frunce el entrecejo.

-No puedo permitirme alumnos que no sepan nada ni que se esfuercen. -dice, mirándome.

Asiento con la cabeza, sabiendo que la atención de todos recae sobre mis hombros.

-Lo sé, profesor -le digo-. Trataré de que no se repita.

Me mira por unos segundos más y continúa haciendo preguntas. Varias manos se elevan y otros refunfuñan cuando el profesor no los elige para contestar.

-¿Qué habías dicho? -me dice Elliot.

-¿Crees que no puedo ganarte?

-Has demostrado exactamente eso.

Todos los estudiantes se levantan de sus lugares con libros en las manos y se dirigen hacia la salida. Elliot hace lo mismo. Yo soy la última en ponerme de pie después de haber guardado mis anteojos en su cajita y trato de salir entre la multitud.

Entonces el chico pelirrojo me detiene.

-Hola. -me dice.

Yo trato de sonreírle, dubitativa.

-Si quieres puedo ayudarte a estudiar si no deseas que él te ayude. -dice y señala a Elliot.

Me volteo para verlo. Nos mira con los ojos entrecerrados.

-¿Harías eso por mí? -le pregunto, con una verdadera sonrisa de felicidad.

-Por supuesto. -Su sonrisa se ensancha y sus ojos verdes se hacen más pequeños.

-Estaré encantada, entonces -le digo-. Eres muy amable.

Ladea la cabeza.

-No es nada.

Estudiar nunca ha sido de mis prioridades. Antes lo hacía como un pasatiempo, porque lo disfrutaba y odiaba sacar malas calificaciones más que cuando los helados se derretían en mis manos y manchaban mis zapatos. Ahora siquiera me importa, pero si quiero demostrarle a Elliot que se equivoca, que soy más de lo que él estima, deberé comprometerme. Sé que si me lo propongo, lo lograré.

-¿Entonces cuándo empezamos? -le pregunto.

-Si deseas, en este momento.

***

Su nombre es Nicholas. Tiene mi edad, estudia informática y no me ha revelado el motivo por el que está aquí. Lo único que sé es que tiene una mente brillante.

Estamos estudiando literatura en la biblioteca, a la hora en la que deberíamos estar almorzando. Pero ninguno de los dos tiene hambre.

-Me has sorprendido -me dice Nicholas-. Eres muy inteligente.

Bufo.

-Estás bromeando conmigo -le digo, riendo-, porque no puede ser posible que pienses que yo soy inteligente. Soy lo opuesto a la inteligencia.

-No digas eso. Estás siendo demasiado dura contigo misma.

Me han dicho que soy lista, que tengo capacidad para ser una excelente alumna y conseguir calificaciones de ensueño, pero no me importa. No tengo ninguna motivación que me impulse. Es como si los demás desearan que un cochecito se moviera solo, sin viento o una mano que lo empuje.

No le encuentro sentido.

Detrás de Nicholas alcanzo ver algo -o a alguien, mejor dicho- que me obliga a abrir los ojos de par en par. Se trata de Elliot, en una de las últimas mesas de la biblioteca. Esconde su rostro con un periódico pero aun así puedo reconocerlo.

-¿Qué pasa? -me pregunta Nicholas.

Da media vuelta y se incorpora sin entender nada. Meneo la cabeza.

-Nada importante -le digo-. ¿Falta mucho para acabar la lección?

-Si tienes prisa, no.

Sonrío.

-Es que casi se acaba el recreo.

Asiente con la cabeza y se pone de pie.

-Claro -me dice-. Entonces nos vemos luego.

Vuelvo a sonreír.

Cuando se marcha, corro en dirección a la última mesa de la biblioteca. Me cruzo de brazos con una ceja enarcada.

-¿Me estás espiando?

Elliot baja el periódico lentamente. Levanta la cabeza y abre los ojos como platos al verme.

-Oh, hola -me dice-. Qué coincidencia encontrarte.

-Tienes cinco segundos para darme una explicación convincente de por qué me espiabas.

Frunce el entrecejo.

-¿Yo? -Se señala a sí mismo.

Ruedo los ojos.

-Cuatro.

-¿En serio crees...?

-Tres.

-Yo sería incapaz de...

-Dos.

-¿Y qué me harás si llegas al...?

-Uno.

Levanta las manos en señal de rendición.

-Vale, vale -me dice. Se aclara la garganta-. Solo estaba pasando por aquí. No sabía siquiera que te iba a encontrar.

-Cero.

Me acerco a una mesa en la que hay un batido, pero nadie alrededor. Al parecer olvidaron llevárselo. Lo tomo y sin respirar lo vacío encima de la cabeza de Elliot. Dejo caer el vaso dando zancadas hacia la salida, sin querer ver su reacción.

Al estar fuera una mano me impide el paso. Me volteo y lo tengo frente a mí, con el cabello y el uniforme cubiertos de chocolate. No parece tan divertido como hace un rato. Su mandíbula está contraída y de sus ojos brotar emociones indescriptibles. No disfruta que lo humillen. Yo esbozo una sonrisa inocente.

-¿Puedes soltarme, Elliot?

Él respira profundamente. Debo levantar el mentón para verlo a los ojos. Forcejeo mientras siento su respiración caliente sobre mí. Puede que estemos a una muy corta distancia. Al final me suelta y se pasa las manos por sus ojos.

Está muy enojado.

-No me mires como un venado asustado -me dice al cabo de unos segundos-. Aunque me abofetees, sería incapaz de ponerte una mano encima.

Ladeo la cabeza. Me muerdo el labio, pues el travieso estaba a punto de curvarse en una sonrisa.

-Es injusto que sepas mi nombre y yo no conozca el tuyo. -me dice.

Me parece increíble que mantenga la calma en una situación así.

-Eso es porque tú pasas todo el tiempo llamando la atención, cosa que yo evito.

-En nuestra situación es mejor ser conocidos por los profesores en lugar de desconocidos e irrelevantes.

-No permaneceré tanto tiempo en este internado como para preocuparme por eso.

Levanta las cejas.

-¡Cuánto optimismo! -Ríe- ¿Sabes que lo peor es estar en negación en lugar de afrontar la realidad de los hechos?

-No estoy en negación -miento-, solo estoy esperanzada. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?

***

Todos estamos sentados alrededor de la mesa metálica, en absoluto silencio. Yo revuelvo la comida con una cuchara mientras leo el libro que tengo junto a la bandeja. Un libro policiaco, de los que disfruto leer para angustiarme al nk descubrir el misterio antes que los protagonistas.

Dejé en casa mi cuaderno en el que escribía mis propias teorías acerca de los casos de cada libro o serie que veía. Disfruto resolviendo crímenes, aunque sea angustiante si ninguna de mis teorías acierta.

Chelsea está angustiada por cada segundo que pasa en el que no tomamos acción. Nayara acaricia su espalda para tratar de tranquilizarla.

De repente, la pantalla de la cafetería se ilumina con la imagen de la directora. Ella se encuentra en lo que parece ser su despacho, sentada en su buró y con un micrófono cerca.

-Estudiantes -Su voz se escucha a través de las bocinas e inunda todo el lugar-. Debo daros una noticia importantísima a todos.

Todos han dejado lo que estaban haciendo para prestarle total atención a la pantalla, incluida yo. La cafetería está en profundo silencio. Chelsea había chillado cuando escuchó su voz.

-Una noticia crucial que cambiará la vida de todos para siempre-Toma aire para hablar-. Es difícil de decir -continúa-. Y tampoco es perdonable, pero...

-¿Qué sabrá ella del perdón? -murmura Ruby.

Yo también necesito respirar profundamente.

-... es necesario -prosigue-. Es necesario para todos vosotros, para vuestro desarrollo y formación como estudiantes excelentes. Sabéis que siempre elegiré lo mejor para vosotros. Sóis... como mis hijos.

Levanto las cejas y entreabro los labios, estupefacta. Me parece increíble que tenga el descaro de decir eso. A sus hijos ella les corta los dedos cuando incumplen alguna regla, los mantiene secuestrados, los intimida, aterroriza y amenaza solo si no respiran correctamente. Está claro.

-En esta escuela todos debéis tener unas magníficas calificaciones -Acomoda el micrófono-, porque, como sabéis, es un instituto correccional al que fuisteis enviados para mejorar. Se ha cambiado el sistema de educación. Como no lo hacéis por las buenas, entonces deberéis ser obligados. Deberéis hacerlo... -Suspira- por las malas.

Un escalofrío recorre mis venas. Miro a mis amigos, confundida, pero ellos solo observan la pantalla. La directora tarda unos segundos más para hablar. ¿Por qué le cuesta tanto dar una simple noticia? Bueno, quizás no es tan simple.

-Al punto -Vuelve a suspirar y cierra los ojos-. Se aplicará en el internado... -Segundos de silencio. Frunce los labios.

El oxígeno está cargado de tensión. Nadie habla, todos están expectantes de su orden, de su mandato que parece una sentencia de muerte.

-¡Que lo suelte ya! -Ruby rompe el silencio.

Algunos de la multitud la miran y hacen un sonido para que guarde silencio, pero ella agita una mano como si no le importara nada.

Vuelvo la vista a la directora. Ella se aclara la garganta, se traga sus dudas y dice:

-El listado.

°•♡•°

Para spoilers, contenidos sobre mis libros o sobre libros de otros autores, seguirme en mi ig: samywrite.

También me ayudaría mucho si me sigues en wattpad. Muchas gracias! ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top