4. Castigos
-...A ver, ¿qué haces aquí? -Escucho que le dice aquel chico de la camisa azul a Chelsea- Ni siquiera perteneces al equipo.
-No lo hago pero lo apoyo -le dice ella-. He estado aquí en cada entrenamiento y el día de hoy, como en la mayoría, vi cómo ganó. Así que devuélveles el trofeo, Jared.
Los de azul comienzana reír y la rubia endurece su mirada.
-Así que os hace gracia, ¿cierto?
-Chelsea, ¿qué ocurre? -le pregunto al ponerme a su lado.
Ella se muestra sorprendida al verme ahí. Parece que quiere decir algo pero el tal Jared se le adelanta.
-Ah, ¿tú también formas parte su equipo? -me pregunta.
Trago saliva. Miro mis dedos retorcerce.
-Claro que sí -responde Chelsea por mí-. Y si ahora mismo no nos entregan lo que nos corresponde...
-¿Qué vas a hacer, niña? ¿Lanzarme el balón por la cabeza?
-Es una opción. -murmuro.
-No te había visto nunca por aquí -me dice el chico, acercándoseme-. ¿Eres nueva? -me pregunta.
El chico de la malteada ha abierto su caballete y ahora tiene la maleta que le colgaba del hombro abierta en el suelo. Varias pinturas llaman mi atención. Él sostiene un pincel delgado, sin embargo toda su atención está dedicada a la cancha. En un instante en el que siento que nuestras miradas se conectan, cierro los ojos y agito la cabeza. Espero un par de segundos para volver a mirar en su dirección. Él está llenando el lienzo de vida con los trazos delicados y suaves de su mano. No tenía idea de que pintaba.
Nos conocimos en una galería de arte, pero eso no significa que tuviera la habilidad de crear obras él mismo. Me pregunto qué significa lo que está haciendo en este instante.
Doy un paso hacia atrás.
-¿Te importa? -le pregunto a Jared con una seguridad que ni yo misma sé de dónde saqué.
El chico sonríe.
-Jared, ya basta -dice un chico rubio que está de pie junto a Chelsea, quién tiene el uniforme rojo-. Entréganos el trofeo de una vez.
-¿Y qué me darás a cambio?
-¡Es lo justo! -grita Chelsea.
-No lo diré otra vez, Jared -le dice el mismo chico-. Entrégame. El. Trofeo.
-¡Ahí viene!
Un chico de uniforme azul llega corriendo a la cancha, muy alterado. Se queda de pie, exhausto por haber corrido en nuestra dirección, y se recarga sobre las rodillas para respirar profundamente.
-Ahí viene. -repite en un susurro.
-Oh, no -dice uno de azul.
El chico de la malteada abre mucho los ojos y mira hacia la entrada del internado. Recoge todos sus materiales y se aleja de nosotros lo más rápido posible.
-¿Sabes qué? -le pregunta Jared al rubio- Toma tu maldito trofeo -Lanza el trofeo al suelo con desdén-. Nos vamos, equipo, rápido.
Los de azul se van de inmediato tras Jared y los de rojo corren en la dirección contraria. Los únicos que quedamos somos Chelsea, el chico rubio que la intentó defender y yo.
-¿Quién viene? -Frunzo el ceño.
-La directora. -me dice aquel chico.
La directora acaba de salir del instituto. Tiene cara de pocos amigos y se dirige a nosotros a pasos rápidos. Tras ella camina la señora de esta mañana, la que me había encontrado en las escaleras.
-Y Ruth. -dice el chico que acompaña a Chelsea.
Ah, así que ella es Ruth.
-¿Ella quién es? -pregunto en un susurro.
-Es la asistente de la directora-me dice el chico-. Siempre la persigue a todas partes.
Hacemos silencio cuando ambas están frente a nosotros.
-¿Qué pasa aquí? -pregunta la directora.
-Nada, directora -responde Chelsea-. Estaban en... un pequeño desacuerdo por el trofeo, pero ya los del otro equipo nos lo devolvieron y todo está bien entonces.
Ruth me mira con los ojos entrecerrados, como si deseara preguntar: ¿tú otra vez?
-¿No os quisieron devolver el trofeo? -pregunta la directora.
El chico niega con la cabeza, mirando el suelo. Chelsea también se encuentra mirando sus zapatos. Yo soy la única que mira a los ojos a la directora. Por Dios, ni que fuera una reina de la época Medieval.
-Nosotras ya nos vamos. -digo.
Tomo del brazo a Chelsea para caminar hasta la entrada de la escuela. Ella parece muy confundida y nerviosa. El chico no parece saber qué hacer, si seguirnos o quedarse en el lugar. La directora entreabre los labios cuando me ve moverme, pero los vuelve a cerrar cuando Ruth habla:
-¡Qué falta de respeto! -Se ha volteado para verme- Eres una insolente por creer que puedes irte así, sin más.
Me detengo y encojo de hombros.
-No tenemos nada que ver con este asunto. Además de que estamos apresurados. Casi es la hora de la cena. -Sonrío sin separar los labios y continúo caminando sin mirar atrás.
Chelsea me sigue porque yo la sostengo, pero se nota que está asustada y que solo quiere desaparecer.
Cuando llegamos a la cafetería sueltona Chelsea.
-Iré a la habitación. -le digo.
Ella no dice nada más.
Me dirijo a las escaleras y las subo en dirección a la habitación.
Al entrar veo a Ruby sentada a un lado de la puerta con el celular en sus manos. Me pregunto qué hace si el internet no funciona.
-Ruby, ¿qué haces con tu celular? -Me siento en la cama.
-No tengo clases, así que lo uso -me responde con sencillez-. ¿Qué tiene?
-No me refiero a eso. Quiero decir, si no hay internet, ¿qué tanto haces con él?
Ella lo apaga y alza las cejas, entonces mira su muñeca sin reloj y dice:
-Uy, creo que ya es tarde, ¿no? Bajemos a cenar.
Decido no insistir más a pesar de que muero de la curiosidad y solo ir al baño para lavarme las manos. Llegamos a la cafetería después de unos minutos. Como es costumbre ya, está llena de gente.
Voy a la barra y tomo mi bandeja con comida. Solo hay una mesa vacía, donde se sienta Ruby. Yo me siento junto a ella y luego Chelsea se acerca a nosotras. Ella también carga una bandeja plateada.
-Buenas noches, chicas. -nos dice ella.
-Buenas noches. -le digo yo.
Nayara acaba de llegar y de sentarse a nuestro lado, en la última silla vacía.
-¿No había alguna otra mesa? -pregunta ella.
Ruby niega lentamente con la cabeza.
Después de estar unos segundos en silencio, ella interviene:
-¿Y bien, Jade? Tu primera impresión de este internado.
-Pues... no me agrada pero no me desagrada.
-Agh -Rueda los ojos-. Te daré tres días más. Tal vez de aquí a allá lo detestes tanto como yo.
-Desearía estar en casa, pero si eso no es posible debo adaptarme a vivir aquí.
No es cierto. Odio este lugar que me separó de mi familia, pero tengo un plan de escape que no puedo mencionar en un lugar público y cerca de las cámaras. Si Ruby lo odia también, será de gran ayuda.
-¿Aprobaste algo? -me pregunta Ruby.
-Sí, algo. Cinco exámenes.
-Oh, pues qué bien, ¿no? Yo no aprobé ninguno en mi primer día.
Silencio. Tomo un arándano de la bandeja y lo hago rodar entre mis dedos. Nadie está comiendo. Nayara tiene una mochila sobre sus piernas y rebusca algo dentro, Chelsea tiene la cabeza sujeta con su puño mientras peina su cabello con los dedos distraídamente y Ruby solo mira la nada ladeando los labios.
De pronto Chelsea se incorpora en su asiento.
-Chicas, chicas -nos dice, esta vez mucho más avispada. Señala detrás de mí-. Mirad quién viene.
Para mi sorpresa se trata del chico de la malteada. En realidad parece estar en todas partes.
Sostiene una bandeja con comida y se dirige a una mesa vacía, la única de toda la cafetería. Toma asiento y cena en completa soledad, aunque no parece triste por ello. Yo lo estaría.
Ruby hace un sonido de desaprobación que me hace voltear hacia ella. Tuerce los ojos.
-Menos mal que no nos habla -comenta-. No lo soportaría.
-No nos hablaría ni aunque le pagasen. -comenta Chelsea.
-Es malo hablar mal de la gente sin conocerla. -advierte Nayara, con la vista en el cuaderno que acaba de sacar de la mochila.
-¿Quién es? -pregunto para que cualquiera de ellas me responda.
Está claro que vino ayer junto conmigo, porque estuvimos uno junto al otro en el autobús, así que no me puedo explicar por qué lo conocen y les desagrada. Esa última parte es comprensible pero no conozco su trasfondo.
-Elliot Ravenscroft -Nayara levanta su cabeza del cuaderno para contestarme-. Es nuevo, de segundo año.
-¿Si es nuevo por qué lo conocéis?
-Una larga historia. -dice Ruby como si diera por zanjada la conversación.
Pero de repente tengo muchísima más curiosidad.
Arqueo una ceja en su dirección.
-Creo que tenemos tiempo.
Me arrepiento al instante, pues no quiero incomodar a nadie. Lo menos que deseo es parecer molesta para unas personas que me acaban de conocer.
¿Por qué me importará tanto la opinión de los demás?
Chelsea carraspea.
-Yo te lo diré -se adelanta a cualquiera-. Bien, como sabes, vosotros entrasteis nuevos ayer. Pues ese chico se hizo destacar en cada clase en la que participó. Ruby, él y yo coincidimos en química y no estuvo en silencio ni por un segundo. Respondía todas las preguntas con demasiada prepotencia.
Miro a Ruby y ella asiente.
-Y tuvimos literatura en el mismo salón -continúa-. Nayara, él y yo. ¡Le quitó las palabras de la boca! No permitió que ella respondiera ninguna de las preguntas que el profesor le hacía directamente, pero a él le pareció tan encantador...
Nayara no parece estar de acuerdo, solo frunce los labios sin mirar a nadie. No parece de las personas que disfrutan criticando a los demás.
-Tampoco es que yo estuviera interesada en destacarme. -dice ella tímidamente.
-Oh, pero él sí. -le dice Ruby.
-No mira a nadie, no habla con nadie -prosigue Chelsea-, porque se cree mejor que los demás. ¿Te ha saludado alguna vez?
Me quedo en silencio. Ellas no saben que tuvimos un desafortunado encuentro antes del internado. Al ver que no respondo, agita las manos y mira al resto de las chicas con obviedad.
-¿Lo veis? -les pregunta- ¡Es insoportable!
-Y un maleducado. -dice Ruby con la mirada fija en su bandeja, pero sin probar bocado.
De pronto el chico rubio del equipo azul de la cancha de beisbol entra a la cafetería, toma una silla vacía de otra mesa y la deja entre Chelsea y Nayara para sentarse allí. Ellas se apartan un poco para darle espacio pero no lo miran realmente, Ruby solo revuelve el arroz con aburrimiento y yo me como mis papas.
-Hola. -Sonríe y se inclina hacia la bandeja de Chelsea.
-Jade, él es mi mejor amigo, Mikel -me dice ella-. ¿Recuerdas que te hablé de él?
-¿Qué tal? -me pregunta, comiéndose una papa frita de las de Chelsea.
Sonrío ligeramente sin separar los labios.
-Me encantó como te enfrentaste a la directora. -dice, emocionado. Ya no parece tan serio como hace unos minutos en el patio.
-¿Enfrentarme?
-¿Enfrentarse? -Nayara se atraganta con el agua que estaba bebiendo y se da golpes en el pecho con el puño.
-No puede ser -Ruby sonríe maliciosamente-. Me perdí el show.
-Yo no me enfrenté a nadie -me defiendo-. Solo... me fui de la cancha porque siquiera debía estar allí. Y Chelsea tampoco, por eso vino conmigo. No hice nada malo.
-¿Por qué no me lo contaste? -pregunta Ruby, la cual parece mucho menos aburrida que hace unos segundos.
-No te lo conté porque no hay nada que contar. Es todo.
-Yo entendí otra cosa. -Mikel se encoge de hombro.
-Interprétalo como quieras.
-Debes tener mucho cuidado, Jade -me advierte Nayara-. La directora podría hacer... cosas terribles si alguien incumple las reglas. Una de ellas es no desafiarla.
-¿Cómo qué? -pregunto con curiosidad.
-No quieres saberlo. -La pelirroja niega con la cabeza.
-Como cortarte un dedo. -dice Chelsea como si hubiera sido un dato tonto.
Suelto una risita nerviosa que espero que sea acompañada de otras cuantas, pero al ver que nadie ríe, me espanto.
-¿En serio?
-O la mano si te descuidas. -dice Mikel, tomando otra papa.
-Mikel, me gustaría comer papas hoy -le dice Chelsea y se voltea hacia mí-. ¿Recuerdas que en el patio conversaba con una chica?
Asiento con la cabeza. Recuerdo el dedo faltante de la chica y siento como si me arrojaran un balde con hielo y estos cayeran cual granizo sobre mí.
-Bueno -continúa-, ella perdió dos dedos por culpa de la directora -me dice, muy seria-. Ella se los cortó.
Un frío me invade el estómago.
-Madre mía.
-La pobre. -dice Nayara con una mirada de tristeza.
-¿Incumplió dos reglas? -pregunto.
-No -me dice Mikel-. Incumplió solo una, pero nuestra directora prefiere darnos un buen recordatorio de que las reglas son inquebrantables, y eso hizo.
Él se inclina hacia la bandeja de Nayara y acerca su mano, pero ella se la golpea y aleja su bandeja, aunque no esté comiendo.
Vale, al parecer incumplir reglas no es una opción.
Ya estamos en silencio, hasta que suelto una pregunta que... no debí haber soltado:
-Y... ¿qué pasaría si alguien intentara escapar?
Los cuatro me miran atónitos. Mikel se queda con una papa en su mano y la boca abierta, a punto de comérsela.
-Madre mía esta chica. -comenta Ruby, riendo.
-¿Qué pasaría? -pregunto otra vez.
-La última vez que algo así pasó, el protagonista no vivió para contarlo.
Me paralizo por segunda vez.
-¿¡Murió!? -Me tapo la boca por haber gritado.
-Si quieres dilo más alto, linda -me dice Mikel y señala las últimas mesas de la cafetería-. Allá atrás tu voz no llegó.
-No murió -me dice Nayara-. O, bueno, nadie sabe. Nadie lo ha vuelto a ver. Parece que el castigo fue terrible.
-¿Y si fue expulsado?
Ruby suelta una carcajada de burla.
-¿Cómo lo va a expulsar? -me pregunta.
-No lo sé, es una opción. -Me encojo de hombros.
Esta solo parece una pesadilla mal contada. Los mayores castigos que me han impuesto alguna vez han sido permanecer una hora escribiendo: debo ser buena alumna, pero nada relacionado con cortarme ningún dedo o extremidad. Estoy completamente mal informada con respecto a esta locura.
Miro hacia la mesa del chico de la malteada. Elliot. Debo inclinarme un poco de la forma más disimulada posible para lograr verlo entre el montón de cabezas que hay entre nosotros. Cena despreocupadamente, sin distracciones ni personas con las que hablar. Parece tranquilo.
-Le daría lo que quiere si lo expulsa -me explica Ruby-, y la directora nunca le da lo que quiere a nadie.
-Buen punto. -Mikel la señala y asiente con la cabeza.
-Nunca les da lo que quiere -dice Nayara, muy despacio- a los que rompen las reglas. -Abre los ojos mirándolos a ambos, en forma de advertencia.
Mikel y Ruby asienten con la cabeza. Las cámaras, me recuerdo a mí misma.
-Nuestra estimadísima y amada directora. -dice Mikel, exagerando su tono de voz.
-Todos sabemos que es una bruja -dice Chelsea y de inmediato se cubre la boca con los ojos abiertos de par en par, como dos esferas heladas llenas de contradicciones-. Oh, no -Niega con la cabeza-. Decidme que no he dicho eso.
-Oh, sí que lo dijiste. -le dice Ruby.
-No, no puede ser. -Se pone ambas manos en la cabeza.
Las cámaras...
-La directora va a castigarla. -dice Nayara sin dejar de mirarla.
-Pero si deben haber quienes la insulten peor. -reprocho.
-No lo creas -me dice-. Todos debemos tenerle absoluto respeto. Además de lo que pasó hoy en la cancha con Chelsea, la acaba de insultar, es su fin.
-En todo caso, a la que deben castigar es a mí -le digo-. Yo fui la que inició... lo que sea que haya ocurrido en el patio.
-No fue solo eso, Jade. Le dijo bruja.
-Ya lo sabemos, Nayara, muchas gracias -ironiza Mikel-. No hace falta repetirlo.
Segundos de silencio en los que solo escuchamos las voces de los de nuestro alrededor. Mikel golpea la mesa con un puño, con la mano sobre los ojos, y hace a todos los cubiertos temblar.
-No entiendo. ¿No era que las cámaras no captan los audios?
-Hoy nos sentamos en la única mesa que quedaba vacía -dice Nayara y señala una planta a su izquierda-. Cámara.
Chelsea solo llora, aterrada. Sus ojos se han vuelto rojos. Nayara parece triste y Ruby simplementela la mira con cara de: eres una torpe. Yo estoy confundida, petrificada, atemorizada en cierto punto...
-Lo solucionaremos. -le dice su amigo y le pone una mano en el hombro.
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