Capítulo 15

Toda la ciudad parecía estar tranquila, como lo ha estado desde hace decadas. Al menos después de la conquista del ejercito de Thaos sobre mi pueblo. Las personas se cubrían el infernal sol del desierto mientras hacían sus tareas diarias. Algunos construían pequeñas artesacias con arenizca, metal y otros materiales. Otros vendían estas o comida de las últimas cosas. Y otros simplemente caminaban viendo las cosas y comprando. El mercado del pueblo era el lugar más movido que había, las personas caminaban viendo todo y comprando con lo poco que obtenían de sus trabajos lo que más necesitaban. Ese lugar era el centro del pueblo, y desde la entrada había un camino directo hasta este. Caya junto a mí, caminaba pasando desapercibida. A pesar de ser una sierva de las deidades, por su simple apariencia podría camuflarse perfectamente entre nosotros, los mortales. La entrada del pueblo no estaba cubierta por guardias, por lo que entrar fue sencillo. Al pasar la entrada, pude ver más claramente como familias iban caminando por los caminos hechos de arena, algunos con la esperanza de obtener oro para comprar, y otros para buscar su alimento. Los pequeños cachorros de muchas especies corrían y jugaban en algunas zonas con hogares. Hermanos y amigos, divirtiéndose. Unos jugando a atraparse, otros fingiendo luchar en armas talladas en madera sin filo, o simples palos que se encontraban por ahí. Ver a todos aquellos me causó un poco de tristeza. Muchos de esos niños parecían desear ser guardias. Y no era para menos, al ser parte del ejercito del rey Eliseo, obtenias beneficios muy buenos. Comida todos los días, alimento para tu familia, y el poder para asustar a otros pueblerinos más débiles. Todo esto solo dándole el poder que el rey necesita para mantenerse en el poder.

El enorme castillo en el cual vivía este antes mencionado, se alza a lo lejos mientras caminabamos con calma por los caminos en dirección al mercado. Aquel gran palacio hecho de arenizca era el únido lugar que superaba la altura promedio de las casa comunes. Es la primera vez que lo veía con detenimiento desde afuera. Las decoraciones, estatuas y banderas le daban aquel toque de lujo y poder para ser mencionado como el más bello lugar de todo el pueblo. Imaginar cuanto tiempo llevó hacer algo así me deja el pelaje de punta. Y, seguramente fue hecho por esclavos como nos tenía a mí familia y a mí.

Mis pensamientos fueron interrumpidos al escuchar como a los lejos una mujer gritaba asustada, junto con el sonido de madera romperse. Al voltear, vi como a una mujer de mediana edad un pequeño grupo de soldados del ejército le destrozaban la carreta en la cual transportaba el trigo para vender.

—¡No puedes vender sin pagar impuestos! —le gritó uno de los soldados—. Tu esposo lo sabe.

Al ver más detenidamente, a unos pocos metros un hombre casi de la misma edad de la mujer y de especie suricata, era golpeada por otro soldados. ¨Él igual que su esposa eran simples cosechadores.

Caya no parece a gusto con lo que veía, por lo que decide acercarse hasta ellos. Decidí seguirla, aunque no sé si sea buena idea. Podrían reconocerme. Al estar más cerca me detuve, dejando que la canina se acercara en solitario. No podía arriesgarme, no al menos por ahora.

—¿Qué sucede? —cuestiona la coyote haciendo que el grupo de soldados volteara a ver.

Una clara respuesta de “eso no te interesa” es lo que recibió. La coyote estaba tranquila, viendo a quien parecía el lider del escuadrón. Se trataba de una hiena macho, la cual miraba con desprecio a la coyote. Caya sin embargo pregunta de nuevo, no estaba contenta con la respuesta que le dieron. Pero, ahora la respuesta fue más directa con un “largo”. Junto a tal orden la hiena saca un cuchillo de su cinturon para apuntarle a esta como una amenaza. Ella, al notar eso no se asusta, y simplemente se mantiene firme esperando su respuesta la cual no llegaría. Lo que si llegaría era un ataque por parte de la hiena, quien intenta apuñalar a la sierva de las deidades pero no da a su objetivo al ser ella más rápida.

—Aún no me responden —dijo con seriedad Caya.

—Nos quieren quitar la cosecha para dársela al rey —confesó la señora que estaba siendo robada por los soldados—. Dicen que debemos pagar dinero para vender, pero no lo tenemos.

—¿Qué clase de robo es ese? —cuestiona ella muy confundida y hasta un poco enojada por eso.

La hiena gruñó con rabia y vuelve a intentar atacar, pero falla nuevamente. después de ese intento terminó por rendirse guardando su cuchillo y advirtiendo que no se metiera más en estas cosas o sería peor. El grupo se va del lugar dejando en paz a la pareja comerciante. La mujer, agradece a la coyote por haberlos salvado y les ofrece un poco de pan que tenían como agradecimiento. La coyote niega levemente agradeciendo la oferta pero la debía rechazar. Ellos la necesitaban más que ella o yo.

—Usted es un ángel, muchas gracias —dijo la suricata—. Si tan solo todo fuera como antes. Sin ese estúpido rey.

—Hay una forma —mencioné al acercarme más al lugar e interrumpiendo lo que decía. De inmediato me presenté—. Soy Zaphiro, es un placer.

La explicación que le d´i era simple. El pueblo es más grande que una persona, y si el pueblo no deseaba algo solo tenía que quitarlo. Era una idea obvia, pero nadie tenía la valentía para hacerlo. Y, primero tenían que ver si todo el pueblo realmente estaban cansados de estas cosas. Después de todo, estaban los inconformes que preferían seguir así.

La idea era simple, seguir como irían normalmente al mercado para vender su cosecha pero preguntar si lo que estaban viviendo estaba bien para ellos. Tanto Caya como yo estariamos al pendiente de estas respuestas. Pero, el pueblo de Oasis debía ser liberado sin importar qué. Todo debía ser como antes.

Caminamos al mercado, donde pudimos notar familias tranquilas vendiendo y tratando de conseguir para vivir. Aunque algunos soldados tomaban cosas sin preguntar, como si ellos fueran los dueños del mercado.

Nos mantuvimos cerca a la zona, viendo a los guardias por allí. Pero en un momento mientras caminaba por los puestos de comida, sentí pasos venir rápidamente hacia mí. Volteé la cabeza solo para encontrarme con uno de los guardias que se lanzó por mí, esto para capturarme. Intenté luchar un poco, pero era inutil, era mucho más fuerte que yo. Casi de inmediato se escuchó un fuerte golpe, y la fuerza que había en mi contra desapareció. Al quitar al soldado de encima de mí lo vi, estaba muerto, o eso parecia. De su cabeza un poco de sangre salía mientras que aquel hombre suricata que conocí en la mañana tenía en sus manos un tablón de madera. Muchos de los comerciantes lo habían visto, y deciden acercarse lentamente pregúntando que pasó para que hiciera eso. El hombre habla de inmediato defendiendo mi persona, y que ellos solo abusan de su poder. Estaba cansado. Algunos de los presentes anuncian que también lo estaban. Un gran bullicio se escucha por las personas quienes estaban enfadadas por lo que estaba pasando en el pueblo. Más personas se acercaron hasta que una gran bola de pueblerinos estaban allí.

—Escuchen —exclamé—. Podemos vencer a los soldados, solo debemos matar al rey.

Caya también se acerca viendo como una más lo que yo decía.

—Nuestro pueblo ha sido maltratado por decadas y es hora de acabar con esto. Somos nosotros quienes mandamos, no él. Es nuestro momento —les dije a todos antes de confesar—. El rey no tiene presesor. No tiene esposa, y su hijo murió en mis manos… Es ahora o nunca.

Tal discurso al parecer funcionó pues aunqye había dicho que yo era la culpable de la muerte del principe todos los presentes se veían emocionados y estaciados por completar el plan.

El alboroto hace que varios de los soldados que estaban cerca se acerquen solo para ser saqueados de sus armas y amarrados a los puestos de mercado. Algunos los dejaron inconscientes o los mataron por resistirse a defender a su pueblo manteniendo al rey sobre todo. Las manos de muchos inocnetes se mancharon, y fue ahí cuando la pude ver. Violtt estaba sobre uno de los puestos con una sonrisa divertida y hasta malisiosa. Con ella allí, sabía a lo que me enfrentaría.

El pueblo armado con lo que le quitaron a algunos soldados, palos y piedras se acercaban al castillo donde más miembros del ejército los esperaban para comenzar lo que sería una gran batalla.

La entrada principal al castillo estaba cerrada y protegida, aunque la batalla por la libertad se encontraba en esa zona. Tomé la mano de Caya antes de que fuera junto al pueblo y le jalé hasta la parte de atrás, por donde yo había escapado. Allí, entramos más fácilmente al no haber ningún soldado cuidando esa zona.

Caminando por los pasillos pude advertirle a muchas de las esclavas del castillo lo que sudedía. Ellos estaban realmente asustados, aunque algunos de estos estaban también dispuestos a ayudar. Caya les dice a quienes no querían arriesgarse que se escondieran, o huyeran por la zona por donde entramos. En ese momento, alista su arma y dispara una de sus flechas dando a un soldado que iba e entrar para usar a los esclavos como carne de cañon. Todos se ven sorprendidos por ellos, e incluso yo que no lo había escuchado acercarse. Tomé mi arma y seguimos entrando al castillo en busca del rey.

Quienes nos ayudaron tomaron armas que iban a funcionar para atacar. Cuchillos de la cocina, decoraciones de metal, madera de los muebles. Cada cosa y persona era útil.

Los gritos de afuera se scuchaban. Dolor y furia era lo que había en la sangre de todos. Pero pronto, todo esto se calmará.

Caya había usado sus flechas y arco para abrir paso hasta donde se podría esconder el rey. Fue entonces cuando entramos a la biblioteca, un lugar donde estaban todos los libros que el rey se había adueñado. Allí también estaba este, el cual sostenía en su mano una daga afilada, y miraba a la pared simplemente esperando. Cuando lo vi, entré tratando de ser sigilosa, pero al parecer me escuchó ya que volteó a verme con una sonrisa malisiosa.

—Tu si que eres un problema, debí dejar que mí hijo te matara —dijo con mucho enojo—. Pero, ahora tengo que vengar su muerte.

Caya entra junto a mí, pero puse mi mano sobre el cuerpo de esta en una señal de que yo debía encargarme. Tom´e con fuerza mi lanza, y ma abalancé para atacar. Por su fuerza logró detener mi ataque para después lanzarme contra una de las estanterías. Se estaba divirtiendo al parecer ya que lo escuché reir mientras algunos libros caían sobre mí. Me levanté y tome mi lanza de nuevo, colocándome en posición defenciba invitándole a que atacara él. No se hico esperar y su daga pasó rozando mi mejilla al moverme a tiempo, pero no me salvé de un pequeño corte. Ahí me di cuenta que no estaba realmente preparada para esto. Era muy débil, y él me mataría fácilmente. Empecé a respirar agitada mientras seguía esquivando los ataques de su daga, y en un momento de valor usé la lanza golpeando la mano del rey y provocando que soltara el arma. Aún así, siguió atacando, ahora usando sus manos para golpearme. Seguí esquivando hasta que en un momento choqué contra otra estantería y no pude esquivar el siguiente golpe, reciviendo un fuerte puño en mi mejilla. Tal golpe logra tumbarme, y caía boca abajo.

Caya gritó algo que no pude entender muy bien, y noté que los pasos de Eliseo se dirigían a otro sitio, pero al voltear pude ver a Caya frente amí, estaba a unos centimetros revisando mis heridas. Pero un segundo después es agarrada por el rey quien la tira a un lado golpeandola contra una de las mesas. Verla sufrir ese dolor me hizo recobrar un poco de energía, pero no sería suficiente. Bajé la mirada al suelo y noté la daga que antes tenía Eliseo. La tomé justo a tiempo para ponerla sobre mi cuello un poco antes de que este intentara agarrarme por esa zona, provocando que la daga le atravezara la mano. Un fuerte grito de dolor salió de este pero duró muy poco pues me levanté tomando mi lanza y se la atravecé por el vientre. La sangre del rey empezó a fluir al suelo, hasta que finalmente murió.

Eliseo había caído, y con ello todo su reinado desaparecería. Oasis al fin sería otra vez como antes, libre.

Me dispondría a salir de allí, pero escuche un libro caer de uno de los estantes. Al verlo más de cerca, noté que se trataba de un pequeño libro de un par de hojas en el cual nombraba legendas de hace miles de años hechas por las deidades y como mantener un buen karma. Este sería el libro que ellos me mandaron para seguir manteniendo sus historias y reglas aquí en la tierra. Lo tomé y me lo lleve a la salida, donde al ver a los soldados rendidos ante el poder el pueblo alcé la voz para empezar a contar que el rey había muerto. Mientras lo decía, miraba como aquella perro salvaje deidad de la violencia estaba a lo lejos, viendo como habían algunos cuerpos de pueblerinos inocentes muertos. Eso era a lo que se refería, y estaba tranquila con ello. Aunque más que tranquila se puede decir alegre. Se va lentamente del pueblo, iría a buscar más lugares para disfrutar de lo que causaba.

Abrí el libro para para contar que aquellas deidades que gobiernan el mundo serían las razones por la que estaba allí. Les di las gracias a ellas y todo lo que hicieron para liberar nuestro pueblo.

—Todos aquellos que tengan un buen karma serán recompensados en este o en su otra vida con lo que desean y merecen —le dije a ellos agradeciendo por la ayuda.

La tierra bajo mis pies empezó a moverse, y al ver al piso un fuerte ruido me hizo levantar la mirada. Una de las esquinas del castillo había caído, y de este un gran fluido de agua sale. Esta va moviendo la arena, haciendo un camino por el cual correría. El rio Oasis volvía a aparecer después de muchos años. Al fin no eramos solo arena y no dependeríamos del agua de otros reinos. Oasis se había salvado.

La profesia se había cumplido.

fin

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