LA HISTORIA FINAL

EL LIBRO QUE CONTABA HISTORIAS

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel/AU

Parejas: Stony

Derechos: a respirar todavía es gratis

Advertencias: una historia grotesca con elementos de suspenso y algo de horror para estas fechas tenebrosas. Inspirado en "Historias de miedo para contar en la oscuridad" y "Warlock". Sufrimiento mil, como es costumbre.

Gracias por leerme.

***




LA HISTORIA FINAL.



Los colores eran más vibrantes igual que los sonidos del viento le eran claros como si cada uno tuviera una propia sinfonía que endulzaba sus oídos. Sus alas habían vuelto y con ellas, las memorias que había perdido al bajar a la tierra. El canto de sus hermanos en el Cielo, la solicitud de su amado Dios para detener al insolente ángel caído y su heraldo de la oscuridad. Todo el viaje a través del tiempo hasta que terminó con la muerte de un joven Tony Stark. Steve bajó su mirada al nicho donde los cardenales habían adaptado un crematorio que ahora consumía los restos de aquel jovencito de mirada tierna cuyo único pecado había sido ser la tercera y última parte del alma de un hechicero. El ángel estaba en lo alto de la cúpula de aquella nave en el Vaticano, observando a esos hombres en sus atuendos blancos y rojos hacer las oraciones que santificaban el lugar, mientras el fuego iba derritiendo el cuerpo de Tony dentro de aquel nicho con sellos benditos para impedir a su alma el escapar.

—Que este cuerpo maldito como su alma sean encerrados para siempre en el Infierno por este fuego, esta agua bendita y la gracia de nuestro Señor Padre, Dios en los Cielos...

Steve permaneció ahí, hasta que el fuego terminó y no quedó nada más que cenizas dentro del nicho. Su espada estaba de vuelta en su cinto, luego de haber sido lavada y santificada una vez más para su regreso al Cielo que estaba retrasando. Bajó ayudado con sus alas que le amortiguaron la caída silenciosa, caminando descalzo hacia el nicho que abrió, mirando las cenizas aun calientes dentro. Una vez que se enfriaran, las tomarían para echarlas en un cofre que sería enterrado debajo de las tumbas santas de los Papas que descansaban en aquellas catacumbas, como medida de seguridad para impedir el renacimiento del libro como del hechicero. El rubio miró fijamente las cenizas que tocó con una mano, acariciándolas mientras recordaba esas lágrimas del muchachito, sus sonrojos o esas risas inocentes que le había compartido al confiar su vida en él.




Antes de atravesarlo con su espada.

Todo por ser Antonio Stella.




En un extraño impulso, el ángel tomó un puñado de esas cenizas calientes que llevó a su boca para comerlas como si fuese un alimento sagrado, cosa imposible porque los ángeles no necesitaban alimento alguno, eran inmortales como etéreos. Invisibles a los ojos humanos como ahora sucedía. Steve se quedó quieto, mirando al frente cuando una memoria ajena a las suyas entró en su espíritu. Un niño de cabellos oscuros y ojos azules riendo alrededor de un gran y frondoso árbol tallado con signos mágicos, una lluvia de fuego proveniente del cielo acabando con todos los que le rodeaban, lastimando su pecho al alcanzarle mientras trataba de huir protegido por sus padres que terminaron siendo cenizas. Herejes. Tomó otro puñado que devoró, queriendo más de esas memorias. El cuerpo del pequeño flotando en un río, rescatado por unas manos gentiles, unas alas negras que le envolvieron mientras una sonrisa maliciosa limpiaba su rostro antes de devolverle a la vida.

Antonio había sido rescatado y resucitado por las manos del mismísimo Lucifer.

Luego esos viajes por tierras egipcias, persas, griegas, romanas... recolectando la sabiduría que su amado Dios prohibía, forjando lentamente con los alquimistas las hojas de un libro que el Diablo bendijo. Otro gran puñado de cenizas terminó en la boca de Steve, cada vez más ansioso, sintiendo que sus ojos brillantes estaban doliéndole por lágrimas que comenzó a derramar. Juegos y más juegos, siempre apostando con almas humanas para ver quien tenía la razón. Antonio mirándole cuando ni siquiera se había percatado de su presencia, sonriendo de manera extraña, de la misma forma en que el tierno Tony lo había hecho en sus últimos días. Pidiendo al libro que escribiera una historia donde el hechicero y el ángel pudieran estar juntos sin una guerra de por medio, ofreciendo su sangre para ello.

Steve sacó su espada de su vaina y destruyó el nicho con un grito, saliendo de aquella nave para volar hacia lo alto de la cúpula principal, mirando alrededor. Escuchando a un mundo ajeno a los terrores que un día antes habían atentado contra su paz que apenas si se alteró con los últimos eventos. Ahora todos volvían a sus rutinas, ajenos a la muerte de Tony, siguiendo con sus conductas corruptas, traicioneras. Un mundo donde Antonio nunca había tenido oportunidad, porque había sido capaz de ver su verdadero rostro y seguir órdenes infernales esperando que alguien despertara. Muy en su interior ese pequeño niño celta adorador de árboles sagrados ya muertos por la furia de Dios. El ángel jadeó, apretando el mango de su espada. Podía escuchar esas conversaciones, las risas alegres, jadeos, maldiciones. Nadie recordaría a un chico muerto por la espada de un ángel, ni agradecerían nunca no haber sido parte de una historia escrita en las páginas de un libro de pastas negras con oro y hojas decoradas con rojo.

—¡NOOOOO!

Alzó su espada que lanzó hacia la explanada semi vacía, asustando una parvada de palomas cuando abrió el suelo y el velo del espacio, revelando un inframundo lleno de fuego varios cientos metros abajo a donde se lanzó en picada con sus alas quemándose al contacto. Steve no cedió en su viaje tierra adentro, con su espada en mano abriéndose paso, cortando las cabezas de los monstruos vigilantes que le salieron en su caída hasta que terminó frente a unas puertas gigantes donde figuras humanas se retorcían en barro rojo. Figuras que se detuvieron, asombradas de ver un ángel como él a las puertas del Infierno, susurrando entre sí, retorciéndose y luego moviéndose como si buscaran algo. Otra nueva figura apareció como si las demás estuvieran empujándola para que el ángel la reconociera.

Y lo hizo.

—Antonio...

Este abrió sus ojos, jadeando con agonía y luego posando esas cuencas vacías de barro rojo en el rubio, sonriéndole con una boca igualmente hueca. Manos y bocas recorrieron su cuerpo con lascivia mientras dirigía sus palabras a Steve.

El ángel que bajó del Cielo solo por mí, ha descendido al Infierno solo para asegurarse de que realmente estaré aquí hasta que suenen las trompetas del Apocalipsis.

—No.

¿No? ¿Qué significa ese "no"?

—He venido a liberarte —Steve jadeó, sus alas ardían de tanto fuego lastimándolas igual que su armadura ya no tan reluciente— Quiero que cuentes una última historia. Nuestra historia, Antonio.

El ángel levantó su espada que brilló ante las llamas, clavando la punta en la mitad de su cuerpo ante los ojos atónitos de todas esas figuras y del propio hechicero quien luego sonrió al ver la sangre platinada caer y comenzar a convertirse en un libro negro de hojas rojas. Las manos en la parte inferior de la puerta tomaron el libro que llevaron a Antonio, abriéndolo al tiempo que Steve arrancaba la espada de su cuerpo, jadeando al estar ya tan malherido.

Esta es la historia, la verdadera historia de cómo la verdad sale a la superficie y descubre los pecados del mundo que un dios ha ocultado por egoísmo. He aquí la historia de un ángel que toma su espada y rompe las puertas del Infierno, para estar junto a un hechicero.

Steve rugió, tomando impulso para enterrar la espada en donde esas dos puertas se unían, rompiendo el sello y destruyéndolas. Sus plumas terminaron hechas cenizas cuando un fuego explotó detrás de las puertas, quemándole junto con su armadura. Alaridos, aullidos y maldiciones hicieron sangrar sus oídos por un largo tiempo antes de que unas manos cariñosas comenzaran a sanar sus heridas, haciendo que sus alas se tornaran negras. El rubio jadeó, abriendo sus ojos para ver unos brillantes ojos azules y un rostro conocido sobre el suyo, acariciando sus cabellos con ternura.

—Siempre fuiste tú quien debía contar la historia, Steve, para que aquellos que la lean, sean las ofrendas que harán nuestro cariño, inmortal. Así como tú la llevaste en tu mente por tanto tiempo, así la harán ellos y cuando llegue el momento, sus almas se volverán una página más que seguirá contando esta historia, Steve. Por toda la eternidad.

—Por toda la eternidad —sonrió el ángel de alas negras, alcanzando sus labios, mientras en la Tierra, el Infierno se desataba. No con la forma de demonios envueltos en llamas o brujas montadas en escobas. El libro tenía ideas propias, ideas que habían nacido del corazón de Lucifer, así que el terror y la desesperación iban a nacer en formas que los humanos conocían, pero no serían capaces de parar. Porque ahora el Infierno estaba en la Tierra misma y la Humanidad se convertiría solamente en una historia contada en un libro por un ángel caído que se había enamorado de un hechicero.


F I N

**Gracias muchas infinitas por leerme!!!**

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