Mitología de Anima (III)
Primero, holi xd
NOTA: 1) Esta historia contendrá ciertas escenas explícitas (gore), recomiendo discreción para quienes son sensibles a esto
2) Advierto que será una historia muuuuuuuuuuy larga, sorry not sorry xd
Dividí la historia en esta parte y en el epílogo para mayor "facilidad", así que disfruten <3
Si se deprimen... solo sepan que este pechito se largó a chillar al rincón sad a las casi 2am el día que escribió esto, con una playlist sad de fondo, so🤠
No me maten, bye :D
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"Entre más fuerte la luz, más oscura la sombra"
Un siglo después de los acontecimientos en la batalla en que participó el dios protector Ayshane, el reino de Anima vería otro gran giro de trama en su existencia.
Un desequilibrio en las energías de la dimensión se generó en el centro del hogar que compartían los hermanos Ayshane y Ayron. Ambos se alarmaron y fueron al salón central donde se arremolinaban aquellas energías anormales.
Ayron quiso dispersarlas en el espacio, pero algo en su interior le decía que no debía hacerlo. Miró a su hermano y negó con la cabeza para que no intentara ninguna ofensiva, con lo que él solo creó un campo protector para ambos.
La energía chocaba y desprendía luz y un cierto magnetismo en el aire. Esta luz fue adaptándose a la silueta de alguien, y la energía se dispersó como una brisa. Después de aclarar sus ojos, vieron que descendía hacia las nubes otro ser divino como ellos. Este tenía la apariencia de un híbrido erizo de 14 años, con púas verde limón difuminadas a un amarillo claro en su cabeza, que poseía unas grandes y bellas alas con las mismas tonalidades. Llevaba una clase de túnica blanca y corta hecha de seda, y un pantalón negro con zapatos del mismo color; en su cuello llevaba una sencilla cadena de oro con un cuarzo rosa en el centro.
Al principio parecía estar dormido; en cuanto descendió y sus pies tocaron las nubes que conformaban el suelo de ese hogar, sus alas se plegaron en su espalda y llegaron hasta el suelo de lo grandes que eran. Ayshane y Ayron se asombraron ligeramente del aura poderosa y llena de vitalidad que emanaba aquel ser.
Abrió sus ojos y estos tomaron un color morado muy oscuro debido a toda la energía acumulada en su cuerpo. Miró con algo de confusión ese lugar y luego los miró a ellos, sintiendo una extraña conexión. Ayshane y Ayron sabían de qué trataba: acababa de llegar su hermano menor.
Ellos se acercaron cautelosos a él, con Ayron al frente.
— Calma... Debes recordar. El Universo te ha enviado porque tienes una misión divina.
Apenas pudo mirar un poco sus alrededores, el híbrido levantó sus manos para observarlas sin pronunciarse todavía, como si le fuera difícil creer que era tangible y real.
Una voz masculina y joven se hizo presente dentro de las mentes de ambos dioses.
"¿Por qué vine? No debía..."
A pesar de la sorpresa que esto les causó, la diosa habló con tono suave y prudente.
— ¿Dices que viniste antes de lo que debías? ¿No era tu momento?
El menor la vio después de mirar sus manos.
"No lo sé"
Esto hizo desconfiar a Ayshane, pero su hermana rápidamente le hizo una señal para que solo estuviesen atentos.
"No entiendo... ¿Quién soy?", volvió a pronunciarse ese ser divino.
Guiándose por su intuición, Ayron dio un paso al frente— Nuestro hermano.
"... ¿Qué es un hermano?"
Esto los confundió por igual, y la mayor tuvo que reflexionar para explicarle algo tan complejo, incluso para ella.
— Es alguien con quien tienes una conexión especial y sagrada... Normalmente se define por lazos de sangre, pero la hermandad va más allá de eso.
"¿Lazos?... Me siento... perdido"
— El tiempo es eterno, después de todo —siguió Ayron—. Toma todo el que necesites.
"Tiempo... si... tiempo"
El recién llegado abrió sus alas y voló hacia el fondo de aquel enorme lugar. Los dioses lo siguieron hasta un tipo de habitación grande, donde aquel ser se acomodaba en el centro. Acto seguido, vieron cómo la luz que lo rodeaba se centraba como una esfera que lo cubría completamente mientras cerraba sus ojos con una profunda concentración.
— No debemos intervenir —comentó Ayron en voz baja y miró a su hermano—. El tiempo lo dirá. Por ahora debemos ser pacientes y dejar que conecte con su verdadera identidad.
Ayshane no se opuso. Se trataban de los designios del Universo, así que debían aguardar cuanto fuese necesario.
Pasaron 2 siglos más, y aquel ser se nutría cada vez más del poder y la luz que lo rodeaban día y noche.
Un día, la disrupción en las energías se detuvo y por fin pudieron acercarse al misterioso ser. La luz a su alrededor fue disipándose y dejó ver que el híbrido ahora lucía de 19 años y tenía más estatura que antes; además, ahora estaba cubierto por una túnica verde oscura y larga con broches de oro. Las plumas de sus alas se veían más sedosas, y sus ojos habían equilibrado ese tono púrpura oscuro de su poder con el brillo que caracterizaba que ahora estaba presente y consciente de sí mismo.
Iyad era su nombre, y su dominio eran la magia y las energías de toda clase. Al principio fue de muy pocas palabras, meditaba la mayor parte del tiempo. Era una criatura curiosa, le gustaba reflexionar sobre cada sensación y suceso.
Ante sus súbditos, era comprensivo, bondadoso y generoso. Apreciaba la existencia de todo y de cada ser vivo, y siempre hacía lo mejor para traer armonía a cada rincón.
También le gustaba escuchar a los mortales y cumplir con todas las peticiones genuinas y que vinieran del corazón, lo que lo convirtió en un dios muy querido por su gente.
Además, todo aquel que nacía con el don de la magia se ponía bajo su protección, y todos los hechiceros del reino atribuían su iluminación a su príncipe, el dios Iyad.
No obstante, él sabía que aún era muy joven y tenía cosas que aprender. Esto fue evidente siglos después, cuando el corazón de su hermana Ayron fue traicionado por el ahora rey del Inframundo, Damian; aquel despreciable monstruo que ahora era el enemigo jurado de todos los dioses.
A pesar de todo lo que vio que su hermana había vivido sobre ese sentimiento que llamaban "amor" con el ser equivocado, Iyad todavía no lo comprendía bien, y no quiso preguntarle a ella para no herirla más.
Después de todo, puede que los sentimientos fueran un concepto muy abstracto para los dioses, ¿no?
...
Entonces la vio a ella.
Tan delicada, tan humilde. Era apenas una simple mortal, con nada más que una pequeña casa donde vivía con toda su familia. Tenía 18 años y se llamaba Ada. El destino cruzó sus caminos mediante un acto de devoción.
— Sub eius potestate me dedi, príncipe Iyad -[Me pongo bajo su poder]-. Le suplico que me ayude a mantener a mi familia siempre a salvo y felices. Bríndeme la sabiduría necesaria para darles una vida llena de tranquilidad, también para ayudarles y ayudar a quien me necesite. Que los demás puedan confiar siempre en mi, por favor...
Sus palabras llenas de fervor lo habían conmovido.
En el momento en que ella empezó a meditar después de su oración, el joven dios sintió como si su corazón se sacudiera. Se sentía maravillado. Podía contemplar de lejos la pureza del alma de la chica, sus honestas intenciones, la dulzura en su ser. Empezó a sentir una calidez dentro de sí mismo. Entonces se dio cuenta de que ella ya terminaba y procedía a dejarle una pequeña ofrenda de miel en su altar.
— Recién supe que la miel era su ofrenda favorita, así que de verdad espero que le guste, príncipe Iyad —y con ello, se retiró respetuosamente del altar para continuar con sus tareas del día.
Iyad seguía anonadado. Claramente le concedería su favor.
Pasaron meses y el dios de la magia siguió velando por Ada, quien empezó a consagrarse más a él. Una sensación cálida se apoderaba de él cuando podía contemplar a aquella mortal. No era solo la belleza física, sino que la belleza de su alma conquistaba su corazón cada vez más.
Su corazón rebelde, movido por ese amor inconsciente que surgía, lo hizo dar un paso algo arriesgado. Aquel dios usó su magia para bajar a su reino y tomar la forma de un joven erizo apuesto.
Con esta nueva apariencia, buscó a Ada, y entre casualidades y momentos espontáneos, pudo conocerla más de cerca y presenciar su bella sonrisa, todo sin que ella supiera su verdadera identidad. Mientras estaba con ella, tenía la convicción de querer hacerla feliz.
...
Un día, la bella diosa de la naturaleza, su hermana Enyd, se acercó a él en medio de un claro lleno de flores.
— ¿En qué piensas? —se acomodó al lado de su hermano, mientras él veía al sol del atardecer bañar cada flor en su vista.
— No lo sé... Esta vez siento que no sé nada —sonrió él con algo de pena—. Siento que mi corazón es un desastre justo ahora.
Enyd miró un momento a su alrededor y escuchó a los espíritus de la naturaleza reír con picardía y susurrar sobre la mortal que esta vez había "encantado" al mismísimo dios de la magia con su esencia delicada; todo esto mientras revoloteaban cerca de los dioses y dispersaban algunos brotes de flores.
La diosa le sonrió amablemente a su hermano mayor— ¿Es por esa chica...?
Él abrió sus ojos con sorpresa y enseguida se sonrojó levemente— Puede que sí... Ada es única y su alma es preciosa. Cada vez que estoy cerca de ella, mi corazón no hace caso a mi mente y solo pienso en estar con ella todo el tiempo, cuidarla... Quisiera acercarme más y decirle quien soy realmente, pero sé que no debería hacerlo...
Hubo un momento de silencio entre ellos; la menor volvió a sonreír y miró el atardecer.
— Supongo que no puedes prohibirle a tu corazón y a tu ser experimentar esas sensaciones. Todo eso... es amor, ¿no? —compartió una mirada tranquila con su hermano, que aún lucía confundido—. No le temas... Independientemente de lo que sea, siéntelo. Si tu felicidad ha de ser junto a ella, sé que el destino te concederá su bendición.
Iyad se permitió pensar en eso. Quizás sí era amor lo que sentía.
Pero no quería apresurarse y afirmarlo sin más. El tiempo lo iría aclarando todo ante él.
Más meses pasaron en los que Iyad, con su apariencia mortal, hacía lo mejor para que ella fuera feliz y viviera momentos bonitos. Luego ella lo comprendió: lo que sentía por ese joven era amor, y definitivamente se sentía en paz a su lado.
Lo bonito era que Iyad también se atrevió a admitirlo: él también sentía amor, y muy intenso.
En una noche, Iyad se armó de valor y se manifestó en los sueños de Ada como su joven enamorado. Ella sabía que no se trataba de un sueño al sentirse tan real, y estaba confundida de ver a aquel chico ahí. El momento en que él confesó su amor por ella, poco a poco fue revelando su identidad.
Ella no podía creerlo. Su enamorado era el dios de la magia en persona.
Estaba sin palabras; por dentro se preguntaba el por qué, si ella era solo una mortal simple sin nada especial. Él se acercó en ese espacio, tomó sus manos suavemente y le transmitió su energía. Ada sintió que su cuerpo físico se sonrojaba, y el sentimiento del amor correspondido la hizo la más dichosa del mundo.
Iyad deseaba mostrarle lo mucho que la amaba, deseaba darle un beso, estaban tan cerca... Pero sabía que también debía darle tiempo y espacio a la joven como señal de respeto. Se despidió de ella en sus sueños y prometió volverla a visitar.
— Que sea una promesa —sonrió ella.
— Claro que si —y con el corazón tranquilo y un poco de magia, le brindó dulces sueños a su amada.
...
En el pequeño pueblo donde residía Ada, una noche después de su encuentro con Iyad en sueños, se celebraba un festival modesto. Había comida, juegos, todo el mundo disfrutaba. Ella quería aprovechar el momento del brindis para anunciar algo en lo que podría trabajar para el servicio de su pueblo, estaba feliz por comunicarlo con amigos, familiares y vecinos.
No obstante, a cierta hora dejaron de escucharse risas para pasar a escuchar gritos de horror.
Desde sus aposentos, Iyad la escuchó. Estaba asustada, suplicando por su ayuda y la de Ayshane. No lo dudó ni un segundo y voló rápidamente hacia ese pueblo.
Su camino fue bloqueado por varios monstruos del Inframundo que le habían tendido una emboscada. La gente estaba siendo atacada por demonios.
Después de defenderse y centrarse, escuchó a la joven Ada desde el centro de la plaza, en la que el fuego empezaba a cobrar vidas donde antes celebraban.
— ¡Auxilio, por favor! —retrocedía de uno de los demonios que la perseguía y le rugía— ¡Príncipe Ayshane, sálveme por favor!
— Chiquita ingenua, ¿en serio crees que los dioses vendrán a ayudarte? —se burlaba el demonio mientras se arrastraba a ella y la acorralaba.
Ada escuchó a su familia y amigos gritar de dolor y sufrir, por lo que tomó el coraje y trató de enfrentarse a esos monstruos, con tal de defender a quienes quería. Su falta de fuerza le jugó en contra y todos esos demonios la agarraron contra su voluntad, dejando que su superior, el que la había perseguido, la tuviese ante él.
— Eres el alma más pura de este lugar... Debo aprovechar mi oportunidad~
— ¡Príncipe Ayshane! ¡Príncipe Iyad! ¡¡Auxilio, por favor!! —lloró.
— ¡Ada! —se alarmó y, con toda su furia, se enfrentó a los demonios que le bloqueaban el camino. Las plumas de sus alas se transformaron en acero para cortarlos a todos. Pero en vez de morir, estos solo se multiplicaban e iban hacia él al tiempo— ¡¡Por favor resiste, Ada!!
Usaba su magia en forma de rayos de luz para atravesarlos, pero solo llegaban más y más. Se sentía asfixiado. Eso provocó que, en medio de su desespero por salvar a su amada, creara una onda de energía tan fuerte que logró quitarlos a todos de encima al tiempo.
Pero ya era tarde.
A sus pies vio algo rodar y detenerse. Se topó con el rostro de su amada, lleno de terror y agonía, con las cuencas de sus ojos destrozadas y su boca cubierta de sangre. A una distancia escuchó a los demonios reírse y deleitarse.
Quedó en shock. No pudo gritar siquiera. Su respiración lo abandonó, su pecho se contrajo como si su corazón literalmente se rompiera.
Solo pudo emitir un lamento lleno de dolor y consternación.
No pudo pronunciar nada ni quitar la vista de aquella escena sangrienta. Sus alas fallaron y se desplomó hasta arrodillarse y tocar la cabeza de su fallecida amada. Temblaba, quería gritar, llorar. El pánico lo invadía, no podía moverse, nada.
En ese momento llegó Ayshane, quien lucía aturdido y no podía creer la masacre ante sus ojos. Era inaudito, ¿cómo había pasado?
— ¿En... en qué momento? —pronunció anonadado el coyote y gruñó. Había sido engañado y había llegado muy tarde.
Hace un rato estaba cerca al castillo por una celebración que sus súbditos habían hecho en su honor por una victoria en otra guerra. Estaba contento, desprevenido, pero no era capaz de escuchar súplicas.
Le pareció extraño sentirse así de aislado, y se dio cuenta de que alguien impedía que pusiera atención, un demonio con el poder de la ilusión. Lo mató en cuanto lo vio y corrió hacia donde sentía peligro.
Pero por primera vez en su existencia, había sido muy lento.
— ¡Malditos, ustedes me engañaron! —espetó Ayshane con furia hacia los demonios— ¡¿Cómo se atreven a dañar a tanta gente inocente?! ¡Los haré pagar, lo juro por mi honor!
— Inténtalo, estúpido príncipe —se burló el líder de aquel batallón de demonios—. Tu "honor" ya está mancillado por haber dejado morir a tantos gusanos.
— Cállense... —murmuró Iyad, sin poder despegar los ojos de la sangre derramada por quien él amaba.
— ¡Monstruos, ustedes son los gusanos, la escoria! ¡Ustedes mataron a mi gente, no voy a perdonarlos nunca! —siguió el mayor.
— Cállense todos... —volvió a susurrar Iyad.
— Como si yo necesitara tu perdón por darme el festín que merezco— sonrió burlón el demonio, mostrando su dentadura manchada de sangre.
— Silencio, c-cállense todos... —repitió con amargura y con lágrimas rodando por sus mejillas, hasta gritar iracundo— ¡¡SILENCIO!!
Una onda retumbó en los presentes y, tanto su hermano como el monstruo cayeron de rodillas, ahogándose. Ninguno de ellos controlaba ahora su respiración, era como si una fuerza ajena a ellos les ordenara ahogarse.
— I-Iyad... —su hermano mayor luchaba por tomar aire.
El híbrido se levantó después de haber enterrado la cabeza de su amada en esa tierra como pudo, y se dirigió lentamente hacia el lado de los demonios. Con un movimiento de mano, obligó a que el líder levitara.
Este seguía ahogándose y mirando con rabia a Iyad, cuando sintió algo espeso acumularse en sus fauces; no lo contuvo y vomitó una sustancia negra con lo que parecían restos de una planta.
Abrió bastante los ojos. Era hiedra venenosa.
— Venenum... venenum [Veneno]— musitaba Iyad con tanta amargura que no se reconocía su voz. Sus ojos contenían rabia, pero incluso así se mantenía casi inexpresivo. Su aura blanca poco a poco se tornaba gris ceniza.
El monstruo volvió a vomitar, esta vez sentía como un río de la misma sustancia. Vomitaba y vomitaba, hasta que un largo trozo de hiedra se quedó en su garganta y lo hizo ahogarse aún más.
Mientras tanto, los dioses más jóvenes llegaron al lugar para auxiliar a Ayshane.
— No puede ser, ¿qué vamos a hacer? —preguntaba muy preocupado Adriel.
— Ayshane —llamó Antalya con firmeza y le tomó los hombros—, por favor respira. Concéntrate, pelea... ¡Te dije que respires!
El poder de Antalya logró liberarlo de esa asfixia y pudo tomar una bocanada de aire. Tosió y sintió que recuperaba la vida, y luego sus hermanos lo sostuvieron y se aseguraron de que ya estaba bien.
Luego, resonó un horrible quejido de vomitó y todos vieron como aquel demonio, junto con la gran cantidad de hiedra venenosa, había vomitado sus tripas. Lo peor es que estas aún seguían atadas a él desde sus fauces. El dolor era insoportable. Cerró los ojos esperando lo obvio.
Pero nada más pasó.
— Idiota... Tú no te mueres hasta que yo te lo ordene —habló Iyad con tanta ira en la voz, una que sostenía con tal tranquilidad, que hizo estremecer a dioses y demonios por igual.
Este monstruo se sintió aterrado. Era más que el miedo que le tenía a su propio rey.
Cuando Iyad hizo el ademán de apretar el puño izquierdo, el monstruo sintió presión en su cabeza, como si la fueran a aplastar.
— Dime, ¿ahora sufres?... ¿Estás sufriendo? ¿Eh? Porque si no estás sufriendo —extendió su enorme aura, y con eso se sintió su furia en todo el lugar—, yo mismo voy a revivirte y a matarte de la peor forma que se me ocurra.
Los dioses estaban impactados. Nadie nunca había provocado la ira de uno de ellos de esa forma. Ni siquiera sabían cómo reaccionar.
Con la mano derecha, Iyad procedió a crear familiares mágicos con su aura, y estos adoptaron la forma de distintos depredadores. Solo le bastó con mover la mano hacia su enemigo y estos familiares se abalanzaron como una manada hambrienta a devorar a aquel monstruo, el cual soltaba alaridos inhumanos mientras era asesinado lentamente.
Todos los demonios intentaron huir, pero antes de lograrlo, perecieron ante los numerosos familiares del iracundo dios de la magia. Era una masacre peor que la que ellos habían comenzado.
Los sobrevivientes corrían en pánico, huían del fuego que empezaba a incrementarse por la energía intensa de los familiares. Parecía una noche infernal.
En medio del caos y la carnicería, los dioses se pusieron en guardia al ver a Iyad darse la vuelta y mirarlos con esos ojos llenos de furia y odio, que específicamente se enfocaron en Ayshane.
— Ella te llamó... V-varias veces —avanzó—. Su esperanza... era que no la dejaras morir.
— Iyad, yo-
— Pero la dejaste morir... Murió sufriendo —su rostro se distorsionó por la ira— ¡¡mientras tú festejabas tu maldita victoria banal! ¡ELLA MURIÓ ESPERANDO QUE TÚ LA SALVARAS!
— ¡¡Lo siento!! T-te lo juro que no quería, e-ellos me engañaron, p-pero y-yo... ¡Lo siento!
—... ¿Lo sientes? —su mirada se oscureció— Huh, no lo creo... Yo haré que lo sientas de verdad —abrió sus alas en forma defensiva, mostrando que sus plumas poco a poco se oscurecían.
— Ya basta, Iyad —se interpuso Antalya, y sus hermanos menores también se dispusieron a defender a Ayshane—. Tú eres el racional entre todos nosotros, vamos... Ya mataste al responsable, pero Ayshane no tuvo nada que ver.
— Nada que ver... Claro que no... Porque mientras ella sufría y luchaba por su vida, él reía y celebraba como si nada —espetó—. Pero claro, no importa porque para ustedes es una simple mortal más.
— Iyad... —suspiró y sus ojos rojos brillaron—. No me obligues. No quiero hacerte daño.
Cuando ella le lanzó un ataque mental para neutralizarlo, él usó un hechizo espejo y se lo devolvió. En ese instante, ella retrocedió varios pasos y sus ojos dejaron de brillar. Su propio poder la había dejado completamente en blanco.
Sus hermanos quedaron impactados una vez más. Si había conseguido dejar a Antalya fuera de combate, ellos tendrían que esforzarse. Esta vez se interpuso Adriel, y junto a él se encontraba Soren.
— Quítate del camino —masculló el mayor.
— No, Iyad. No te dejaré herir a nuestro hermano —Adriel se concentró para que Soren poseyera su esencia por un momento, para así poder pelear con su 100%.
Pero en medio de la posesión, Adriel sintió algo que los detenía tajantemente. Este era el efecto de la magia de Iyad, estaba rodeado de su aura ahora grisácea.
— I-Iyad... e-espera- —pero no pudo terminar porque el poder de su hermano mayor lo forzó a detener la posesión, y así, lo dejó inconsciente en el suelo.
Soren miraba y bufaba confundido, aunque su primer reflejo fue ponerse a la defensiva frente a su amo, el joven Adriel, y extender sus alas de murciélago; luego le gruñó al híbrido.
Esto solo provocó más a Iyad.
— Sucio demonio... Asqueroso... Maldito seas —movió la mano una vez más, provocando una onda con su magia que agrietó el rubí en la frente de Soren. Este se aturdió y tambaleó, quedando inconsciente también.
Mientras tanto, Antalya observaba, de rodillas, la furia de su hermano mayor. Su interior le gritaba que reaccionara, pero el hechizo de Iyad era tan fuerte que hacía que cualquiera de sus movimientos se le devolviera. En medio de su trance, oyó la voz de su hermana Ayron, quien luchaba contra varias puertas del Inframundo que se abrían sin control por el desequilibrio de energías que su hermano provocaba.
"Antalya, despierta por favor. Tienes que detener a Iyad ahora", mencionó Ayron con preocupación. "Debes detenerlo ya, antes de que deje de ser él mismo...
...
Antes de que pierda su divinidad"
Verlo de esa forma le causó terror. Ese no era su hermano. Su pelaje, sus alas, sus ojos, incluso su aura...
Intentó salir de su trance, pero cada vez más se quedaba en blanco. Era inútil.
...
Mientras tanto
— Su Majestad, sufrimos muchas pérdidas con ese ejército que envió a ese pueblo —habló el consejero de Damian, el rey del Inframundo—. Si semejante poder va incluso en contra de sus hermanos, puede venir a destruirlo a usted y destruir toda esta realidad.
Desde su trono rodeado de cadáveres y oscuridad, Damian observaba con una sonrisa ladeada— Provocarlo fue mucho más fácil de lo que pensé... ¿Qué importan las pérdidas? Yo puedo crear más y mejores ejércitos.
— Pero ¿y usted, mi Señor?
— No me hagas repetir mi plan, inútil —siguió observando, esta vez con más seriedad—. Para cuando Iyad haya matado a sus hermanos y piense venir por mi... Yo ya lo habré matado a él —volvió a sonreír.
...
— ¡Detente Iyad, por favor! —exclamaba Enyd con lágrimas en los ojos, encerrándolo en una cúpula de flores que emitían tranquilizantes. Cuando su hermano se liberó con una gran onda de energía, ella usó sus propias plantas para protegerse. Era la única que se había enfrentado a él por tanto tiempo.
Hace unos minutos, Aria también había sido derrotada con un golpe contundente de Iyad con sus enormes alas. Por ello, la diosa de la naturaleza había durado tanto en la pelea.
— Quítate del camino, Enyd... Esto no es contigo.
— Si en verdad la amaste, ¡¿en serio crees que a ella le hubiese gustado verte provocando tanta destrucción?!
—... No me jodas —la repulsó hacia un árbol y hechizó sus plantas para que crecieran sin fin y la amarraran. Entre más quisiera liberarse, las plantas se saldrían más de control.
Finalmente estaba él solo con Ayshane.
Sus pensamientos ahora se revolvían alrededor de una sola cosa: hacerlo pagar por haber ignorado las súplicas de Ada cuando estaba en peligro. Hacerlo pagar, hacerlo pagar...
No lo dejó hablar y solo lo golpeó tan fuerte en el pecho, que envió a Ayshane a derrumbar varias casas ruinosas hasta detenerse en una columna de piedra, la cual dejó agrietada. Sin embargo, a Iyad no le bastó, solo se siguió acercando hasta estar frente a frente, con sus alas extendidas, dispuesto a dar el golpe final.
— Ya me tienes acá, Iyad. N-no voy a huir ni a intentar nada —abrió sus brazos en medio de su debilidad—. Adelante, haz lo que quieras conmigo. Solo me interesa que sepas que nunca quise ignorar a esa chica, nunca... Pero ya mi honor está hecho pedazos solo por mi culpa, por haberlos dejado morir así... ¡Es mi maldita culpa, lo sé! Si quieres matarme, está bien. Yo ya no merezco nada.
Sus palabras lo dejaron desarmado. Por un momento pudo ver el caos, el fuego, la gente sobreviviente asustada, a sus hermanos derrotados...
— Fue suficiente —escuchó la voz de su hermana Ayron justo al oído y sintió su esencia conectar con la suya.
Esto finalmente rompió su sombrío conjuro sobre sí mismo, y cayó en sus brazos, recuperando su aura blanca y desmayándose por toda la energía consumida.
Al desmayarse, los encantamientos sobre sus hermanos se rompieron. Por fin la tormenta había cesado. Los planes del rey del Inframundo se habían arruinado
...
Continúa la historia en el epílogo
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