03.- Amistad


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03.- Amistad.
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Para el primer día, Kevin y Julián ya habían hecho algo similar a una amistad, en especial debido a que ambos venían de lejos y no tenían ningún amigo allí.

Kevin venía de otro país y debido a ello su familia había decidido que viviera con su tío, Guillermo Ochoa quien era el psicólogo de la escuela. Él no tenía problema en ser el tutor del muchacho y además sería más fácil que viviera con un familiar a vivir solo, además ningún joven a esa edad debía estar solo ni descuidado.

Cuando terminó la clase de literatura, la de ciencias y la de historia, los chicos se disponían a asistir a la siguiente.

— ¿Qué clase nos toca?.— Kevin vio a Julián.

— Veamos...— Revisó la hoja.— Tenemos que ir al auditorio, parece que nos van a presentar a algunos profesores que no tienen clase con nosotros hoy pero es importante.— Explicó.

— Ya veo...

Comenzaron a caminar llevando sus mochilas. Mientras iban bajando las escaleras Kevin vio de reojo a Julián.

— ¿Vienes de muy lejos?

— Algo...— Sonrió levemente.— A las afueras de la ciudad...

— ¿Tan lejos?.— Eso le extraño.— ¿Es una zona rural? ¿Por qué vienes de tan lejos? ¿Allá no hay escuelas?

— Bueno...

¿Para que decirle la verdad? Hasta Julián entendía en parte que sus tíos lo querían entre más lejos, mejor. De repente, se acordó de algo y tuvo una idea.

— Sucede que...— Comenzó el joven.— Mi tío, es el Director de la escuela...— Explicó.— Así que...

— Entonces por eso tus papás quisieron que estudiaras aquí.— La respuesta de Kevin tuvo sentido para él.

— Algo así...— Balbuceó Julián.

Habían llegado a la entrada del auditorio, ahí, un hombre alto de traje y cabello rizado bien arreglado estaba recibiendo a los alumnos.

— Kevin.— Sonrió levemente el adulto.

— Tío.— Sonrió el muchacho y vio a su amigo.— El es Guillermo Ochoa... el psicólogo de la escuela.

— Un gusto.— Sonrió Julián.— Me llamo Julián Álvarez.

— Podríamos ser hermanos.— Kevin sonrió.

— Puede ser.— Bromeó Guillermo.— Entren chicos...

Había una especie de charla para darles la bienvenida y también como era que se llevaban a cabo algunas actividades como los clubes escolares, las cosas extra academicas como cursos extras y también, para mantener un buen rendimiento, buena conducta y sobretodo mayor atención a los alumnos, platicas con el Psicólogo de la escuela.

En ese momento a Julián eso no le parecía relevante debido a que nunca había tomado terapia y él no sentía que algún día lo fuera a necesitar.

El timbre sonó y anuncio el descanso.

— Pueden salir.— Habló Lionel.— Y nuevamente bienvenidos.

— ¿Traes comida?.— Kevin vio a Julián.— O vamos a la cafetería.

— Si, tengo hambre y no traje nada para comer.— Sujetó su mochila.— Vamos antes de que se llene...

— Si.

Ambos chicos salieron ante la mirada de Leo, el Director suspiró.

— ¿Qué sucede?.— Guillermo se había acercado.— Ese niño, es tu sobrino ¿no?

— Si...— Lo vio Leo.— Yo no quería que viniera a estudiar tan lejos debido al trayecto pero no quedó de otra...

— Tiene unos ojos tristes.— Se atrevió a mencionar Ochoa, tendiendo ese trabajo, había aprendido también de gestos y expresiones.— Aunque lo oculte sonriendo de esa manera bonita.

— No soy el único que lo había notado entonces.— Leo lo vió.

— Pero Kevin, es un buen niño...— Siguió Guillermo con una sonrisa.— Amable, y buena persona... Él necesita amigos la verdad.

— Julián también...

Esperaban que entre ellos hubiese una linda amistad, Guillermo pensaba en que Kevin necesitaba amigos, lo mismo Julián, y aunque su sobrino no pasaba desventuras en casa como el otro joven, sentía que Kevin tenía que socializar un poco.

Cosa que estaba sucediendo bien, pues los siguientes días era así. Julián y Kevin empezaban una buena amistad, al punto de ser buenos amigos al finalizar la semana.

El timbre escolar había anunciado el fin de la jornada, siendo Viernes con más razón muchos estudiantes festejaron.

— Eso es todo por hoy clase.— Comenzó la profesora.— Recuerden que el Lunes habrá una pequeña exposición de los clubes escolares para que ustedes puedan escoger a cual unirse.

— ¿A ti que te gusta Juli?.— Kevin sonrió.

— Pues...— Pensó en lo bueno que tiene.

"Eres un inútil bueno para nada".

"Jamás harás las cosas bien".

Las palabras de su tía hicieron eco en su mente.

— ¿Juli?.— Lo observó Kevin.

— Este...— Negó levemente con la cabeza.— Pues, no se...

— Vamos.— Lo ánimo a esforzarse a pensar.— Estoy seguro de que eres bueno en algo...

— Me gusta cantar... y el fútbol.

— A mi también me gusta el fútbol.— Kevin sonrió animado al ver cuánto tenían en común.

— Solo que no soy bueno.— Julián se menosprecio pensando en todo lo negativo que le decían en casa.

— No digas eso, seguro que eres bueno pero no lo sabes.— Lo ánimo Kevin.— Hay que ver el Lunes el club de Fútbol y ver si nos inscribimos juntos.— Sonrió.— Y sino te gusta te acompaño al club de canto.

— ¿A ti te gusta cantar?.— Julián lo vio.

— No, soy muy torpe.— Se avergonzó rascándose la nuca.— Pero me gustaría escucharte.

Eso le había hecho sentir bien a Julián, era agradable sentir que alguien lo veía de buena manera. No como en casa.

— Nos vemos el Lunes.— Se despidió Kevin para ir al estacionamiento.— Mi tío me está esperando.

— Nos vemos.— Se había despedido también Julián.

— ¿Vendrán por ti?

— Si.— Mintió Julián.— Nos vemos.

Se habían despedido y Kevin se fue para ir al auto de su tío, Julián por su lado había mentido pues no le gustaba causar problemas. Imaginaba que si le decía que no iban por el, seguramente su amigo se ofrecería a querer llevarlo y eso le daba algo de vergüenza.

— ¡Los libros!

Aunque antes de irse, Julián se acordó de inmediato que en el casillero había dejado los libros que le había dado la escuela, por lo que se apresuró a regresar por ellos.

Cuando llegó al área de los casilleros por ir corriendo no se fijo y choco con un joven.

— Fíjate idiota.

Julián permaneció sentado en el suelo recuperándose del golpe, levantó la vista, uno de los alumnos lo veía con seriedad, portaba el uniforme escolar pero la camisa la tenía redoblada hasta los codos y se podían observar varios tatuajes en estos.

— Lo siento, no me fijé...

— Ciego...

Álvarez se había puesto de pie viendo a su compañero... le había llamado la atención a decir verdad.

Enzo, como se llamaba aquel chico, solo lo miraba con indiferencia.

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