01.- No es lo que parece
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01.- No es lo que parece.
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— Pon atención Julián, maldita sea, ¿eres tonto o que?
Era normal para Julián que su tía lo regañara siempre al revisar las tareas que en la secundaria le dejaban.
— Perdón...— El niño bajo la mirada pero de repente sintió un golpe en la nuca.
— Fíjate, no volveré a repetirlo.— La voz de la mujer sonó más severa.
El niño había intentado por todos los medios evitar llorar, aunque solamente sorbió ligeramente la nariz pero evito hacerlo o quizás iba a recibir una paliza.
No llegaba a los golpes serios. Pero si a los zapes, pellizcos y empujones.
"No es la gran cosa".
O eso pensaba el menor.
Pero la verdad es que, ningún niño merece recibir esos tratos.
— ¡Julián!
— ¡Buenos días!
A la mañana siguiente, Julián Álvarez había llegado a su salón en el primer grado de la secundaria de su cuadra.
Muchos de los niños de su salón habían sido anteriormente sus compañeros a lo largo de la primaria, asi que sentirse cómodos y en confianza era normal. Se llevaba bien con todos y todo mundo incluso niños de otros salones querían ser sus amigos.
— Lo estás haciendo mal.— Julián le remarcó a su amigo un error en los problemas de matemáticas.
— Eres muy listo Julián.— Le felicitó el niño.
— No creo...
"Eres un torpe".
Había recordado las palabras de su tía.
"Torpe, torpe, torpe".
"Soy un torpe".
"Soy un inútil bueno para nada".
"Por eso mis papás se murieron".
— ¿Julián?.— Su amigo le llamo la atención.
— Perdón.— Sonrió como de costumbre.— Me quedé pensando lo siento.
— Pero es que la verdad eres muy bueno e inteligente.
— No realmente.— Sonrió al verlo.— Solamente me gusta ayudar a los demás.
Era verdad, Julián no era un niño envidioso ni mucho menos, a veces compartía sus dulces o un poco de su lunch en los descansos...
Siempre se preocupaba de hacer todo con tal de mantener paz y orden en su salón.
— Atención todos, vamos a organizarnos en equipos.— Comenzó el profesor de biología.— Para el proyecto que harán para finalizar el semestre.
Era evidente que todos querían hacer equipo con Julián.
Todo era de color de rosa, perfecto y alegre...
La escuela era su lugar seguro.
Hasta que llegaba a la casa.
— Anda, cambiate el uniforme que ya vas a comer.
— Si tía...
Aunque Julián casi no sonreía y era muy sumiso en casa debido a la tensión en la que vivía. Sus tíos tras la muerte de sus padres habían aceptado la custodia del menor, eran la única familia disponible que "cumplía" las características necesarias para la manutención y el buen crecimiento del niño.
Pero en realidad Julián había pedido vivir con sus abuelitos, por la edad ellos habían sido descartados. Pero eso no significaba que no los viera, al contrario, pues un par de veces por semana los visitaba y se quedaba con ellos casi toda esa tarde.
Tras cambiarse de ropa y arreglarse la camiseta, Julián noto unas marquitas rojas en sus mejillas.
— Ya te va a salir acné y se van a burlar se ti.— Lo vio su tía yéndose a la cocina.
Por eso Julián bajo la mirada.
Aunque no creía nada de eso que dijo ella. Sabía que eso del acné es algo normal en los niños que pasan a la adolescencia, ¿no? Es parte de crecer... y eso está bien.
¿Quién se burlaría de él por eso?
Sus amigos no eran así.
Y al menos eso era durante sus años de secundaria, donde mantenía los buenos amigos que tenía y agradecía día a día lo poco que a veces le daban.
— ¿Estás bien amor?.— Su abuela, Doña Tita había visto a su nieto mientras dejaba un tazón en la mesa.
— Si.— Sonrió Julián como siempre.
No le podía decir a su abuela la realidad respecto a sus tíos, sentía que no podía estresarlos y al rato que se sintieran mal de salud.
— He estudiado mucho para entrar a la preparatoria que quiero.— Julián mantenía la sonrisa.
— Verás que si amor.
Enseguida ella le puso un plato, a Julián le brillo la mirada y sonrió felizmente mientras se llevaba la cuchara a la boca con alegría. Amaba el arroz con leche que su abuelita le preparaba pues el postre se lo hacía especialmente para él.
Y le hacía olvidar sus problemas.
Faltaba poco para que Julián presentará el examen de admisión a la preparatoria, pero confiaban en que iba a salir todo bien, pues era un niño muy inteligente.
— Todo te irá de maravilla al estudiar la preparatoria.— Doña Tita había sacado algo de un cajón y se acercó a su nieto.— Verás que si.
Aunque el niño sintió como le daba su abuela tres billetes en su mano y le cerró con cariño el puño tras dárselo. Ambos sonrieron.
Ese era uno de los secretos más tiernos que había entre abuelitos y nietos.
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