CAPÍTULO 34

Faltaba poco para que los últimos moretones, en los brazos de Killian, se borraran.
Por suerte pudimos reparar su costilla rota en cuestión de segundos.

—¿Es extraño verme con el rostro sano? —Inquirió sonriente.

Me había atrapado mirándolo como si se tratase de un nuevo descubrimiento.
No fue mi intención incomodarlo, pero no podía evitar ver un leve parecido entre los dos. Se sentía tan extraño, pero a la vez tan lindo saber que éramos parientes.

—Es ahora que puedo notar nuestras similitudes —confesé, aún sin soltarle la mano—. Nuestras sonrisas son iguales.

—Si, tenemos un leve parecido, lo noto ahora que lo dices —Asintió lentamente, y me escaneó de pies a cabeza—. Eres mi versión femenina, solo que menos inteligente.

Me reí ante su comentario, sabía que estaba bromeando.

—Inteligente soy, solo que no se me da la ciencia. Soy más de lo físico y por suerte ti te va bien con lo mismo.

—Son los años de clases de karate que he tomado a espaldas de mi padre. El siempre me quiso blando y detrás de un escritorio, pero digamos que me gusta más lo arriesgado.

—Eres afortunado de que tu cuerpo aguante tan bien lo arriesgado que eres —señalé una cicatriz que le había quedado sobre la ceja.

Intentó tocarla pero detuve su mano libre.

—Déjala, aún no ha sanado del todo por dentro.

Debimos de haber tardado unos cinco minutos, pero Killian ya podía estar de pie y estable, lo cual era un buen indicio.

—Debemos irnos, María nos está esperando —anuncié y lo agarré del brazo para guiarlo hacia la puerta.

De repente se me heló el cuerpo al ver aquel rostro asomándose por la puerta.

—¿A dónde crees que vas, Mayer? —Preguntó Victoria, entrando en la habitación.

Maldita víbora traicionera.

—Quítate o te hago añicos —le advertí sin rodeos, con el tono más amenazante que pude aplicar—. Sabes de lo que soy capaz, así que te quitas o te quito.

No se le movió ni un solo pelo.
¿De dónde había sacado tanta seguridad esta chica?

—Tu no me harás nada —afirmó, convencida de sus palabras.

Sacó una jeringa de su bolsillo y la alzó para que la viéramos.

—¿Qué harás? ¿Sedarnos con una jeringa? —inquirí irritada.

—No, Scarlett. Eso no es un sedante —Dijo Killian con terror en su rostro.

—Ya veo quién es el cerebro de los hermanos —rio Victoria y procedió a realizar una acción que me descolocó.

Inyectó en su cuello la aguja y drenó todo el contenido amarillento que poseía dentro.
La dejó caer al suelo y cuando abrió los ojos no pude creer lo que estaba viendo.

—He robado un poco del suero temporal que Capetown había creado para ti —siseó y se nos empezó a acercar de a poco.

¿Cómo era posible que Victoria pudiera portar ojos fugaces? Hasta dónde era sabido, Sigma no había tenido más hijos a parte de Killian y yo.

—¿Cómo es posible? —Tartamudeó mi hermano, igual de sorprendido.

—No les debo una explicación —lo interrumpió esta—. Al fin y al cabo ustedes serán mi solución para poder tener estos ojos de manera permanente. ¿No es cierto Scarlett?

Sus ojos coloridos se clavaron en mí y por un segundo sentí un choque eléctrico que me espabiló.

—¿De qué está hablando, Scarlett? —Killian se dirigió a mi, confundido.

—Cuéntale, Scarlett. Dile que el objetivo de nuestra misión era encontrarlo para lograr devolverte de manera permanente tus ojos fugaces. ¡Upsi! Ya se me ha escapado.

Desenvainé mi daga y la alcé a la altura de su rostro, prohibiéndole dar un solo paso más.

—Eso fue antes de saber lo buena persona que es —expresé sin una gota de paciencia—. Nunca le haría daño, ni siquiera por la última oportunidad de recuperar mis ojos.

—Tranquila, te creo —Dijo Killian, tomándome por el brazo.

—Que lindos —sonrió falsamente la otra—. Lamentablemente ambos se quedarán sin ojos fugaces.

Elevó su mano derecha y mandó a volar mi daga por los aires.
Derribó a Killian de una patada, con ayuda de sus ojos rojos y me lanzó una mirada que me aterró.

—Con ojos de colores todo es más interesante —comentó con tono juguetón y trató de atinarme un golpe en el rostro.

Alcancé a reaccionar y la esquivé.
Di un paso atrás para no perder el equilibrio y me agaché para trabarle las piernas y poder derribarla.
Aproveché tenerla tirada en el suelo y le pegué una patada en estómago que la dejó sin aire. Acerté otra más pero cuando busqué rematar, su cuerpo había desaparecido.

—¡Scarlett, detrás de ti! —Exclamó Killian quien corrió en mi dirección, para evitar que Victoria me sorprendiera por la espalda.
Esta se había teletransportado.

Mi hermano alcanzó a taclearla, pero cuando quiso golpearla, esta lo lanzó nuevamente por los aires.

—Juguemos sucio, si es lo que quieres —dijo con sorna y levantó su mano para atraer mi daga con la telequinesis.

La empuñó y le dio una inspección antes de avanzarse contra mi.
Nadie la tocaba, además de mi.

Esquivé tres de los cortes que intentó proporcionarme y atiné a darle un puñetazo que la descolocó, de lo fuerte que había sido.

—¡Atrapa! —Me ordenó Killian, quien me lanzó su daga de obsidiana para que pudiera defenderme.

—No tienes idea en lo que te estás metiendo, Victoria —le advertí, sabiendo que no tendría chance contra mi.

No quería herirla.
Hacía muchísimo tiempo que no sentía esas ganas de ejercer violencia sobre alguien, sin importar cuáles fueran sus actos.
Pero si no me dejaba más opción...

—Te estoy dando la oportunidad de que te entregues por las buenas —insistí—. Ambas sabemos que no tienes chance contra mi.

Largó una carcajada sonora, sin abandonar su pose de pelea.

—Oh, querida ¿quién te has creído que eres? —habló con sarcasmo—. Tú te lo buscaste.

Su última amenaza fue seguida de una acción que nuevamente me dejó inmóvil en el lugar.
No pude detenerla cuando la vi sacar otra jeringa de su cinturón, para clavársela nuevamente en el cuello.

—¿¡Qué has hecho!? —Gritó Killian, agarrándose los pelos de los nervios.

El cuerpo de Victoria comenzó a temblar y ni siquiera sus piernas fueron capaz de aguantar. Cayó al suelo acolchonado y quedó petrificada.

—¿Está muerta? —Pregunté—. ¿Acaso se ha dado una sobredosis?

Mi hermano nos alcanzó y se arrodilló a mi lado para tomarle el pulso.
Apenas ejerció contacto con Victoria, esta abrió los ojos y lo agarró del cuello.

No supe en qué momento se había puesto de pie porque se levantó como una momia con espasmos musculares.

—¡Ya suéltalo! —Grité y salté para colgarme de su espalda y hacerle una llave al cuello.

Victoria me miró de reojo, pero aquel gesto bastó para poder notar que sus ojos fugaces tenían todos los colores duplicados en su iris.
Daba impresión de ver y de no ser por el momento que estábamos viviendo, me habría sentido intimidada.

Lanzó a Killian a un rincón y éste tuvo la mala suerte de golpearse la cabeza en la caída.
Entré en pánico al verlo allí tirado pero no podía ir a socorrerlo porque Victoria me tenía agarrada de los pelos.
Me arrojó hacia delante, como si se tratase de un muñeco sin articulaciones.
El golpe seco hizo que se me irguiera la espalda, pero no tuve ni tiempo para quejarme, ya que me jaló nuevamente y acorraló contra la pared del fondo.

Atiné a acertarle un fuerte puñetazo en el rostro pero ni se inmutó ante el impacto.

—Ya para, me haces cosquillas —comentó, sin una gota de gracia en su tono de voz.

Tenerla en frente, en este estado me hacía creer que Victoria no estaba en sus cabales.
Aparentaba estar poseída o incluso drogada, luego de aquellas dos inyecciones.

Tomó mi cuello ejerciendo una presión sobrehumana, que sólo yo podía ser capaz de aguantar, aunque fuera por algunos segundos.

—Que bien se siente ser por primera vez quien está en control —Siseó, pegando su frente a la mía—. Ahora entiendo por qué todo el mundo te idolatraba. El problema es que tú no eras aquello que ellos admiraban, pero tus ojos si. Nadie te quería a ti, sino a tus poderes y las cosas magníficas que pueden hacer.

—A mi nunca me interesó el poder, ni la opinión de los demás —dije con esfuerzo, intentando aflojar su agarre—. Yo siempre fui auténtica y sorprendente aquello le gustaba a la gente.

Escuché un quejido a mi derecha y noté que mi hermano estaba recuperando la conciencia.

Me habría encantando haber atraído su daga con la telequinesis, pero mi cuerpo ya estaba agotado.

—Por lo visto será mi momento de portar los ojos fugaces y lamentablemente tú no estarás para ver cómo me idolatraran estos idiotas.

Escuché su frase a medias.
Los oídos me palpitaban y sentía como cambiaba la temperatura de mi cuerpo, debido a la falta de Aire.

Mis ojos se sentían pesados.
Estaba agotada de resistirme y no poder contra la fuerza sobrenatural de Victoria.

Sentía como se caía mi cabeza y el simple intento de mantenerme despiertas ya no era una opción.
No podía.

—Mi tío quería mantenerte con vida para la extracción, pero estoy segura de que muerta también seguirás siendo útil. Estoy dispuesta a correr el riesgo.

Justo cuando me estaba por darme por vencida, me vi obligada a abrir los ojos, impactada por el impresionante grito que había proporcionado Victoria.

Caí pesadamente al suelo y tosí de manera violenta e intenté regular mi respiración pesada.

Giré sobre mi eje, para ver lo que estaba ocurriendo y fue allí cuando me topé con aquellos ojos verdes que me miraban desde la entrada.
Allí estaba Ares, sosteniendo dos de sus dagas de tiro, una en cada mano, preparado para defenderse.

ARES MI BEBÉ HA VUELTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

SE DESPERTÓ🥹❤️

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