CAPÍTULO 22

La noche llegó con rapidez.
Me miraba en el espejo del cuarto y no podía creer lo que veía.
Traía mi largo cabello castaño atado en una trenza que caía sobre mi hombro.
Asier había mandado dos prendas especiales. El primero era un vestido corto, negro ceniza y con pequeñas escarlatas bordadas en el escote y en las mangas largas.
El segundo era demasiado. Blanco como la nieve, largo y sin mangas, con detalles dorados sobre la fina tela de seda. Parecía un vestido acorde para una diosa griega en el Olimpo.

Sin quitar los ojos de mi reflejo, estiré la tela negra del primer vestido y observé la imagen ya compuesta.
No acostumbraba a traer los ojos pintados con un delineado negro. Nunca habría optado por este color, puesto a que resaltaba uno de mis más grandes defectos, mis ojos fugaces.
Sin embargo estaba dispuesta a probar cosas nuevas.
Traía un labial rosado, casi imperceptible, el cual si me había encantado.
Los zapatos de tacón que traía estilizaban mis piernas, y aquella fue la primera vez que noté lo trabajada que estaba mi figura. Tenía cada músculo definido, tanto en la parte inferior como superior.
Mi cuerpo ya no era el de la niña de dieciocho años que alguna vez fui, antes de que todo se volviera patas para arriba.
Era la primera vez que notaba el cambio y la madurez que me vi obligada a adquirir.

El resto de las chicas ya estaban listas también.
Mila traía un vestido color azul muy hermoso que resaltaba su piel blanca y su cabello casi del mismo color.
Se acercó y apoyó su mano en mi hombro, sonriendo ante la imagen de ambas que se veía reflejada en el cristal.

—No puedo creer que sea la segunda vez que estamos usando vestidos —bromeó y reí junto con ella—. Mi yo del pasado se negaba a vestirlos, quien lo diría.

—Te queda muy lindo ese color —admití y agarré la mano de mi amiga—. ¿Lo escogiste en su honor?

La miré con el ceño fruncido sintiendo los ojos húmedos.
Qué sensibilidad me traía recordarla.

—Sabes que era su color favorito —agregó y sonrió—. Solo que a Sofi le luciría mejor.

—Estoy casi segura de que si lo haría —acordé y sentí un momento de paz al reproducir su imagen en mi cabeza. Una imagen feliz—. Su cabello con las puntas celestes combinarían también.

—Si ella estuviera aquí ya tendría todo ese cabello pintado color arándano —acotó la rubia y ambas reímos sin poder evitarlo. Las dos la conocíamos demasiado bien.

—Le quedaría hermoso... —suspiré y me senté sobre la cama—. Es lindo poder recordar a Sofi contigo. Puedo jurarte que la siento presente cada día.

Mila sonrió cabizbaja y secó con delicadeza una lágrima que amenazaba por escaparse.

—Ella siempre va a estar con nosotras hasta el final de nuestros días, Scarl —sentenció—. Su espíritu siempre estará con nosotras brindándonos...

—Paz —la interrumpí pensativa.

—Justamente eso iba a decir —comentó extrañada, sin poder creer que me había adelantado.

La puerta de nuestra habitación se abrió para darle ingreso a Victoria y a Katherine,
La primera traía una camisa blanca manga larga con un chaleco de vestir negro, encima de la misma. Vestía unos pantalones no muy ceñidos, incluso hasta acampanados, que le daban un aspecto imponente.
Llevaba tacones aguja charolados que la hacían sacarme unos centímetros de altura.
Maquillada con su labial rojo de siempre y sombra bien oscura en los párpados, resaltando sus ojos grisáceos de civil.
Ingresó sin pronunciar ni una palabra y se colocó frente al espejo para asegurarse de que su alta cola de caballo permaneciera en su lugar.

—Había tantos vestidos en el armario pero no, ella quería usar un traje —bufó Katherine quien traía un vestido rojo de terciopelo, largo, y guantes en el mismo color. Su cabello estaba peinado hacia un lado y más lacio que de costumbre. Ella no traía maquillaje pero con sus espesas cejas y largas pestañas aparentaba traerlo.

—Y tu que no te quitas el rojo de encima —le respondió la pelinegra—. Pero no me malinterpretes, te queda lindo ser monocromática.

—¿Y esos guantes, Kate? —Preguntó Mila sorprendida—. Están hermosos.

—¡Has visto! —Se emocionó la rubia y nos mostró a todas sus manos—. Luke no va a reconocerme cuando me vea así.

Estaban todas muy hermosas.
Se las veía felices y eso me hacía feliz a mi.

—Y yo que pensaba que el blanco era tu color —susurró Victoria en mi oído. Deslizó su mano sobre la suave tela del vestido hasta detenerse en las escarlatas de una de las mangas—. Pero el negro te queda mejor. Resalta todos tus atributos.

—Gracias —respondí y estiré nuevamente la tela—. No me disgusta del todo.

—Me alegra mucho oírlo —. Sonrió y se colgó del marco de la puerta—. Andando muchachas que ya tendríamos que estar en el comedor.

Antes de bajar nos detuvimos en la puerta de los muchachos pero luego de varios intentos para que salieran, asumimos que ya debían de estar abajo.

El ascensor abrió sus puertas y al alzar la cabeza me topé con unas puertas de cristal que nos permitirían la entrada al comedor.
Dos muchachos vestidos de negro, nos cedieron el paso e ingresamos al salón.

Era una habitación enorme.
Con las paredes blancas y largas columnas decorándolo todo alrededor.
Había un enorme candelabro dorado en el centro, colgado sobre la enorme mesa ovalada de madera lustrada, ya ocupada con diversos platillos distribuidos a lo largo.
A mi derecha había una barra de mármol con dos barriles de roble decorándola.

Mis ojos siguieron observando cada detalle hasta toparse con la mirada atenta de Asier, que permanecía sentado en la punta.

Nos invitaron a tomar asiento.

—Siéntate aquí a mi lado querida —insistió este último. Se puso de pie con rapidez para correr mi silla por cortesía.

—Gracias —pronuncié sin poder falsificar ni siquiera una leve sonrisa. Algo en su persona no me lo permitía.

Mis amigos ya se habían ubicado y parecían estar disfrutando de la entrada que teníamos en nuestros platos.
Sin embargo me llamó la atención ver la silla a la izquierda de Asier vacía. Me dejaba más tranquila saber que no habíamos sido las últimas en bajar.

—Discúlpanos por la demora —me excusé—. Los mantuvimos esperando.

Asier río con su copa vacía en mano.

—¡Tonterías! —exclamó risueño—. La Falla nunca debería disculparse.

Su tono de voz grave combinaba a la perfección con el atuendo que había escogido esta noche. Vestía un pantalón ajustado negro y una camisa del mismo color con los primeros dos botones desprendidos.
Traía su largo cabello oscuro peinado hacia atrás con mucho fijador, y los ojos delineados sutilmente, lo que también ayudaba a que el gris mercurio de su iris resaltara por sobre todo.
Si noté un pequeño corte en su labio, que parecía ser reciente, pero decidí no preguntar.

—Aquí el impuntual es mi hermano menor, Theo —señaló la silla vacía—. Debería llegar en cualquier minuto.

Las voces a mi alrededor me distraían de la charla que Asier intentaba entablar conmigo.
Había varios miembros más, de los que debían ser gente importante, que comían e intercambiaban palabras con el resto de mis amigos.
Todos parecían muy animados.

—Te ha quedado a la perfección el vestido negro —me elogió Asier, mientras un chico vestido de negro le servia vino en su copa.

Me ofreció pero me negué con amabilidad.

—Es un vestido muy lindo —agregué y reparé nuevamente en las escarlatas de las mangas—. Estos detalles son los más lindos.

—Sabía que te gustaría —sonrió con suficiencia, evidenciando aún más el corte sobre su fino labio superior—. Debo admitir que el negro te luce espectacular. Es tu color.

—Admito que no me disgusta.

—A mi me encanta —aclaró y se señaló a sí mismo—. Simboliza poder y elegancia, dos razones más por las que deberías de utilizarlo como maquillaje más seguido.

La puerta del salón se abrió de golpe y Theo se apresuró a llegar junto a su hermano.
Traía pantalones blancos de vestir y una camisa del mismo color, con detalles que simulaban dibujar flores color hueso sobre la tela.
En su cuello había un collar de perlas muy hermoso y una de sus orejas perforadas con una argolla dorada.
Su cabello rubio dorado, estaba peinado hacia atrás, dejando su rostro libre y exponiendo esos grandes ojos rojos que resaltaban ante la blancura de su piel.

—Lamento la demora —se excusó y tomó asiento, quedando frente a mi—. Tuve que solucionar unos problemitas antes de venir.

Agarró una servilleta de tela y limpió sus nudillos teñidos de rojo. Theo estaba quitándose sangre seca en la mesa.

—¿Te lastimaste? —Pregunté fingiendo inocencia—. Puedo curarte si quieres.

El rubio levantó la cabeza para mirarme por primera vez desde que se había sentado. Quedó boquiabierto, como si se hubiera tragado lo que estaba por responderme.

—Tu eres la chica que estaba en la fiesta —me señaló con su mano sana—. ¿Cómo es posible que no me haya dado cuenta de quién eras?

—De seguro estabas alcoholizado —bufó su hermano mayor—. Cada vez que vas a esa fiesta vuelves sin recordar ni un solo detalle.

—No me des esa mala fama frente a la señorita, por favor —pidió a modo de broma sin sacarme los ojos de encima.

—No recuerdo haberte visto —mentí.

—Quizá fui yo el que se equivocó, discúlpame, Scarlett —dijo rendido y me sonrió.

—Tu mano —retomé la charla sobre lo que me importaba—. Déjame verla.

No le di tiempo a nada, puesto a que se la tomé sin pedir permiso y confirme mi teoría, no era su sangre.
Theo ni se inmutó, simplemente siguió con sus ojos cada uno de mis movimientos.

—Bonito tatuaje —cambié de tema, sintiendo la mirada intrigada de Asier ante mi accionar—. ¿Qué significa?

Retiró su mano con suavidad y señaló cada una de las letras que tenía escritas en los nudillos. Eso debía de ser otra lengua.

—Quiere decir Dios en griego —explicó y se acomodó nuevamente contra su respaldo—. El tuyo que se te escapa por la clavícula qué significa.

Había veces que olvidaba la existencia de aquel tatuaje.
Corrí un poco la tela del escote y se lo mostré completo.

—Esta letra es la delta y aquella sigma —levanté la mirada y noté aquella sonrisa socarrona en su cara—. Pero asumo qué ya las conocías, no por algo tienes un tatuaje en ese idioma.

—Las conozco si —admitió—. Tengo un amplio conocimiento sobre la historia griega, sin embargo me interesa saber el por qué lo tienes.

No iba a narrar la historia completa solo para explicar el significado de ese tatuaje sin importancia.
No era el momento.

—Algún día te contaré la historia.

—Esperaré ansioso ese día —alzó su copa a modo de brindis y bebió.

Eaaaaaa capítulo nuevo bebés🫶🏻
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