Sarahi
Fuiste el último sueño de mi alma...
Fuiste el último sueño de mi alma...
Desperté gritando.
De nuevo.
Dioses santos no recuerdo una noche en la cual los gritos no hayan despertado mi conciencia.
Otro día, otra pesadilla. Cada noche un sueño que saca gritos desgarradores de mi garganta. Otro día, más culpa, más odio, más rencor.
A veces desearía que...
Basta, no puedes desear nada, viendo cómo terminó todo con mis infantiles deseos.
Mis ojos están caídos, mis párpados apenas aguantan el peso de tener que abrirlos. Y a veces están tan pegados por las lágrimas secas que ni siquiera me molesto en abrirlos.
Entre abro mis labios, para poder respirar un poco de aire. Mis labios están tan secos que duele separarlos.
Todo mi cuerpo duele, pero; me lo merezco, merezco algo peor.
Las agujas de los pinos secos se clavan tras mis espaldas. Llevó durmiendo una semana en el bosque.
Duermo, grito y me pongo en marcha. No pueden encontrarme, si me escuchan vendrán por mi, por eso cada mañana cambio de dirección. Camino en círculos por el bosque para confundir a los sabuesos de mi olor.
Una semana. Una semana ha pasado desde el lago. Una semana desde que sujete su inerte cuerpo, una semana desde que pude haber frenado su muerte. Al menos no tiene que vivir con el dolor de la culpa.
Todos los sueños son sobre él, sobre Noah. Dioses...
Una punzada recorrió mi cuerpo haciendolo estremecerse al pensar en ese nombre. Aparte su rostro de mi mente al caer en la cuenta de que mis ojos se habían humedecido.
Lancé un quejido al intentar alcanzar mi cintura. Todavía seguía con el vestido. Todo manchado de sangre, sangre de las bestias, sangre mía, y sangre de... Sangre de él. Había encontrado a los dos días de merodear por el bosque sin apenas levantar la vista, un pedazo de cuero animal, no mas grande que mi mano. El recuerdo de la batalla seguía presente en mi mente, en mis temblorosas manos al tomar el pedazo de cuero, recordando como había visto la piel de Kane desgarrada por Inferne.
Ocupe ese dolor como castigo, así que me llevé el pedazo de cuero.
Desgarre tela de mi vestido para hacer una pequeña bolsa con el. Y ahí, en esa bolsa, llevé la gema.
La había estado llevando en mis manos antes que eso, dolieron como el infierno al abrir mis dedos de la maldita gema, la quinta gema.
Alcancé la pequeña bolsa, con la gema a dentro. Cada mañana la revisaba, estaba amarrada a mi cintura, por lo que, si terminan llevándose la gema. Al menos me mataran antes.
Pero estaba allí, intacta. Brillante y burlona como siempre. Dioses, como odiaba esta cosa.
Lancé un suspiro entrecortado al caer en la cuenta del día que tenía por delante. Dioses odio esto.
De vuelta a la rutina.
Intenté levantarme, pero todo el cuerpo me ardía. Ignore el dolor, apoyé mis manos y me di impulso.
La espalda me dolía por todas las noches que he dormido en el suelo y por las agujas de los pinos que están clavados en mi piel.
Hay que seguir. Aunque lo único que quiera sea... Descansar. Descansar de esta culpa, de este dolor.
Sería todo más fácil si me borrarán la memoria.
Me puse en marcha.
Cada paso que daba dolía más que el anterior. Tenía sed. Hace días que no comía, y no bebo agua desde... ¿Desde cuándo? No tengo idea, y la verdad; tampoco me importa.
Me dí vueltas y vueltas por el bosque, hasta que porfin encontré una dirección que no me llevaba en círculos.
La tomé, seguí caminando. Dejando desgarrones de mi vestido para confundir mi olor por todo el bosque.
Agua.
Nececitaba agua. La lengua se me pegaba en el paladar de tan seca que tenía mi boca. Así que, seguí a las raíces.
En mi legión me habían enseñado que las raíces apuntaban a el agua, que seguían su canto. Viajaban kilómetros y kilometros para llegar a el agua, a su fuente de vida.
Mi legión... Parecen ser años desde que pertenecí a un lugar. La boca se me lleno de ácido al pensar en la líder. A quien yo había llamado madre.
Para. Para.
Detuve mis pensamientos. Cada vez que si rostro venía a mi mente, un odio me inunda hasta ahogarme. Las uñas se clavan en mis palmas hechas puños al recordarla.
Y pensar que alguna vez creí que esto terminaría con encontrar la gema.
El mensajero de la noche tenía razón; la gema era el menor de mis problemas.
Me preguntó dónde estarán. Dónde estarán mis amigos, mi familia.
Gavin, Vul, Yolanda, los lobos, Maltur, Chris.
La última vez que ví a Yolanda estaba luchando en el ejército contra las bestias, y Gavin estaba... Ni siquiera lo recuerdo.
¿Habrá sobrevivido Maltur? ¿Y los otros? ¿Habrá sobrevivido la legión de aire? ¿Y que hay de Fei?
Y Vul...
Mi corazón se contrajo en dolor al pensar en él. ¿Sabrá que su hermano murió?
Lo más probable es que lo sepa. No puedo ni imaginarlo, imaginar sus lágrimas cuando Chris le diera la noticia, su odio hacia mi. Cómo parte de el murio con Kane.
Y las palabras que Kane me pidió darle...
"dile a Vul que está bien, dile que... Dile que lo quiero. Que es mi hermano. Que yo... Que lo siento.".
Cerré mis ojos con fuerza, como si eso fuese a borrar el horrible recuerdo de el, sangrado, rindiendose. Muriendo.
Yo lo siento. Yo siento no haber sido fuerte, no haber podido vencer a Inferne. Haber fallado cuando más me necesitaban.
Se supone que dependían de mi, confiaban en mi, en mi poder.
Y yo les falle.
Me pare en seco al escuchar una corriente, una corriente de agua. Eran como susurros danzando por los árboles.
Un río.
Seguí el paso de mis tortuosos y heridos pies, hasta llegar a el, el río. De solo pensar en la anticipación del agua, me daban ganas de tirarme de rodillas a el piso, y llorar.
Dioses Sarahi ¿cuando te volviste así? Me asqueo de pensar en mi misma, una perdedora. Una débil criatura que debe llorar cada vez que la golpean.
Esa no soy yo.
El río se mostró ante mis ojos, no era muy grande, era apenas un riachuelo.
Agua.
Me lancé a beber de los pequeños chorros que le seguían la pista colina a bajo.
Suspiré de alivio al momento en que el líquido tocó mi garganta, humedeciendo lo seco que estaba en su camino.
Bebí y bebí, llegué a atragantarme de lo rápido que bebía, de lo desesperada que estaba.
El agua escurría por mi cuello hasta mi pecho. Casi suspiro del alivio.
Dejé de beber para poder respirar, inhale y exhale exasperadamente, tanto que mis pulmones dolieron.
Una vez tuve aire suficiente, volví a inclinarme para beber.
Pero antes de que mis manos tocaran el agua, ví un rostro, unos ojos disueltos por el agua. Di un respingo antes de entender que esos ojos eran los míos.
Unos ojos cafés, apagados como el carbón, caídos. Mi rostro... No podía reconocer ese rostro, magullado, sucio, sangriento. Mi antes rojo cabello estaba hecho jirones, y casi negro por todo el barro y suciedad que lo cubría.
Aparte la mirada con fuerza.
Avergonzada del rostro que hace unos segundos me miraba. Odiandolo.
Mi mente se detuvo de pronto, todos mis sentidos se pusieron a alerta, mi cuerpo se tenso.
Hojas, ramas; se movían, se rompían.
No. Dioses no. No de nuevo.
Mire para todos lados, no veía a nadie pero aún lo escuchaba; pasos.
La gema.
Llevé mis manos hacia la bolsa de cuero, la gema se acunaba adentro. Lo agarre en un puño, cerré mis dedos tan fuerte que mis uñas se clavaron en mis palmas.
Sentí el pánico quemar mi garganta. Era muy tarde para correr, mis pies estaban débiles y lo más probable era que me desplomara antes de dar el primer paso.
¿Y luchar? ¿Mi poder?
Antes de pensarlo mis manos empezaron a quemar con la presencia de él.
La gema lo amplificaba.
Claro que ahora sí se invocava, pero cuando más lo necesite...
Miraba atenta hacia el bosque, cada ráfaga de viento movia las ojas caídas que se arrastraban bajo mis pies.
Estaba cubierto por una especie de neblina roja; la que emanaba mis manos.
Estaba esperando. Mi cuerpo estaba tenso, mi respiración agitada. No quería volver a pelear. No quería.
Crack!
Otra rama.
No eran muchas personas, eran tres a lo mucho. Una tal vez.
Crack.
Mi pecho subía y bajaba agitadamente.
Apreté más el puño, hasta torcer mi muñeca. Estaba aquí por la gema, para defenderla. Y caeré haciéndolo.
Mis tiesos dedos temblaban, y lo hicieron más cuando me repetí:
-cinco gemas.... -respiraba con miedo a la par de mis susurros -cuantro legiones... -el bosque sonaba cada vez más, cada vez más repleto -. Un solo corazón.
¿Podré ganar esta vez? ¿Y si esto es todo? ¿Y si este es el día en que pierdo?
Estaba muy débil para pelear, apenas podía mantenerme en pie. Mis costillas aún adoloridas, y mis rodillas raspadas.
No se si está vez lo logre, no se si está vez pueda salirme con la mía.
Pero me voltee de golpe al oír un nombre, con el corazón en la garganta.
—Nayla... —llamo una mujer.
No pude controlar mis palabras cuando salieron.
—¿Que..?
Lo último que ví, fue un destello plateado, un rostro familiar....
Y también, vi el mango de un hacha dirigida hacia mi cabeza.
Antes de que todo se oscureciera.
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