5
En los días que siguieron a su primera reunión con Rebecca Hastings, Madison y Anthony entraron en un ritmo que parecía, por momentos, interminable. Con el juicio en el horizonte, su vida diaria se transformó en una constante preparación y anticipación. La rutina de calma que habían intentado establecer tras llegar a la casa en Charlotte quedó a un lado mientras se adentraban más y más en la complejidad de lo que les esperaba. Rebecca los mantenía informados de cada nuevo hallazgo, de cada obstáculo, y del progreso que se hacía con las pruebas brindadas. La abogada era metódica y eficiente, pero también realista y directa sobre lo que enfrentaban.
Una tarde, apenas dos semanas después de su primera reunión, recibieron el primer informe detallado de su parte, quien los había citado en su despacho nuevamente. Mientras esperaban en la pequeña sala de reuniones, Anthony y Madison compartían una mirada de comprensión silenciosa, ambos conscientes de lo que estaba en juego, a la par que ansiosos por saber que noticias tendría para contarles. La abogada llegó con una carpeta en la mano y se sentó frente a ellos, sin perder tiempo en preliminares.
—Tengo algunas actualizaciones —dijo, abriendo la carpeta y sacando unas hojas impresas que contenían lo que parecían ser informes judiciales y de investigación—. He revisado todos los documentos que me proporcionaron, y como imaginaba, van a ser una pieza clave en nuestro caso. Sin embargo, hay algunos problemas.
Madison se tensó visiblemente, y Anthony notó como sus dedos apretaban el posabrazos de la silla con más fuerza.
—¿Qué tipo de problemas? —preguntó él, intentando mantener la calma. Rebecca levantó la vista de sus notas, con la mirada firme tras sus anteojos.
—Para empezar, tanto la doctora Sanders como el fallecido Robert Heynes no son cualquier par de funcionarios corruptos. He hecho algunas indagaciones preliminares, ya ambos tienen conexiones políticas y financieras de alto nivel. Sanders, por ejemplo, está vinculada a varios donantes importantes de la región. Es probable que utilicen estos contactos para intentar debilitar nuestro caso, tanto en la prensa como en los tribunales. No será fácil.
Anthony intercambió una rápida mirada con Madison, que parecía estar procesando la información lentamente. Aunque ya sabían que contaban con donantes económicos e influencias muy potentes, el peso de lo que enfrentaban se volvía más tangible con cada palabra de Rebecca.
—¿Qué podemos hacer al respecto? —preguntó Madison, con la voz más débil de lo habitual.
—Necesitamos preparar un contraataque sólido —respondió la abogada—. Afortunadamente, los documentos que tenemos son muy incriminatorios, y confirman las desapariciones de pacientes. A su vez, ordené hacer un relevamiento de todos los documentos del doctor Robert Heynes y la doctora Sanders, por lo cual pude encontrar algunas notas personales, que sugieren que ambos estaban coordinando la eliminación de cualquier rastro de lo que estaban haciendo, además que también se confirman el desvío de fondos económicos. Lamento decirle que esas notas, además, coincidían con la fecha en la que usted, señorita Lestrange, comenzó a indagar sobre el asunto. Usted estaba en un lugar destacado de —hizo comillas con los dedos— pacientes a desaparecer.
Anthony sintió un escalofrío recorriéndole la espalda al escuchar lo cerca que estuvo de perder a Madison para siempre. La frialdad con la que ambos, Heynes y Sanders, habían operado, era casi inhumana.
—¿Y qué pasa con las muertes que nosotros provocamos? —preguntó él, consciente de que ese era uno de los puntos más vulnerables del caso. Rebecca suspiró, su mirada se endureció un poco más.
—Esa es una parte difícil. Como ya mencioné antes, no hay testigos directos que puedan corroborar su versión de los hechos. He estado revisando las leyes estatales sobre defensa propia, y aunque la ley está de su lado en situaciones en las que la vida está en peligro, el problema es que el fiscal podría argumentar que utilizaron fuerza excesiva. Especialmente porque los cuerpos no tienen señales claras de haber intentado matarlos primero. A menos que encontremos alguna prueba adicional, será su palabra contra la fiscalía.
Un silencio denso cayó sobre la sala. Madison se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa, con la cabeza entre las manos.
—Dios mío... esto parece imposible —murmuró.
Anthony la miró con preocupación y posó una mano en su espalda, ofreciéndole silencioso apoyo. Rebecca, por su parte, intentó ofrecer algo de consuelo sin perder la seriedad que la caracterizaba.
—No es imposible, señorita Lestrange, pero debemos ser realistas. Nos enfrentamos a una batalla cuesta arriba, esa es la verdad. Aun así, creo que tenemos una oportunidad si seguimos trabajando en esto con precisión. Necesitamos enfocarnos en su historia, en la falta de credibilidad de Sanders y Heynes, y en la gravedad de sus crímenes. Si logramos demostrar que ustedes dos estaban en peligro real y que actuaron bajo una amenaza inmediata, tendremos una defensa viable.
Madison levantó la cabeza, con una mirada decidida a todo, que poco a poco volvía a tomar forma.
—¿Qué podemos hacer, entonces? —preguntó con firmeza. Rebecca asintió.
—Para empezar, necesitamos encontrar a cualquier persona que pueda haber trabajado con Heynes o Sanders y que esté dispuesta a testificar en su contra. Cualquier ex empleado, paciente o incluso familiares de los desaparecidos. Si conseguimos que un testigo refuerce la historia de los documentos, será más difícil para la fiscalía desestimar la defensa de ustedes. He estado haciendo algunas llamadas y podría haber un par de empleados en el hospital que podrían hablar, aunque será complicado. Son personas que están aterrorizadas por las posibles represalias de quienes manejan Ravenwood —respondió.
—¿Y cree que alguno aceptará? —preguntó Anthony, ansioso. Rebecca movió la cabeza lentamente.
—No lo sé, pero es lo que tenemos que intentar. Si alguno de ellos se siente lo suficientemente seguro como para hablar, eso podría inclinar la balanza a nuestro favor.
Acabar con esa reunión no fue nada fácil. Madison le imploró que moviera cielo y tierra, que hiciera lo necesario, pero que encontrara al menos una persona que confirmara el fraude en Ashgrove, o entonces todo se iría al demonio. Los siguientes días fueron una mezcla de largas reuniones y llamadas a casi todas horas. Rebecca había comenzado a investigar los antecedentes de Heynes y Sanders con más profundidad, encontrando vínculos turbios en sus carreras anteriores que podrían usarse para desacreditar su reputación. Mientras tanto, Madison y Anthony pasaban horas repasando su testimonio, asegurándose de que cada detalle de su relato fuera coherente y sólido.
Algunas noches, después de horas de planificación, se desplomaban en el sofá del living, exhaustos física y emocionalmente, pero conscientes de que no podían ceder bajo ningún motivo. La investigación estaba avanzando, pero la presión seguía siendo una constante. Madison había tenido que transferir casi todos sus ahorros al fondo para el juicio y a una cuenta a nombre de Rebecca Hastings, y aunque intentaba no mostrarlo, Anthony sabía que esa decisión la estaba afectando.
—¿Estás segura que no hay otra forma de costear esto? —le preguntó una noche, mientras veían el balance bancario en la pantalla del portátil de Madison. Ella negó con la cabeza, cerrando la computadora con un suspiro.
—Podría pedir un préstamo, pero no sé si es buena idea —hizo una pausa y luego lo miro, con fastidio—. Años de trabajo y ahorros, para que ahora tenga que usar todo ese dinero en pagar nuestra libertad, solo porque un par de hijos de puta han mutilado la vida de cientos de personas inocentes. No es justo, nada justo.
Anthony la abrazó, dándole un beso en la sien, encima del cabello.
—Tendremos tiempo para recuperarnos, ya lo verás. Lo haremos juntos.
Los días avanzaban lento pero seguro, y Rebecca los mantenía actualizados sobre los pequeños avances. Logró contactar a uno de los antiguos enfermeros del hospital, alguien que había trabajado directamente bajo las ordenes de Heynes y que parecía estar dispuesto a hablar. El hombre, de nombre Gerald Baker, había sido testigo de muchas irregularidades en el hospital, pero había guardado silencio por miedo a perder su trabajo y a las amenazas de parte de su superior. Ahora, viendo el derrumbe de la red de corrupción, estaba considerando hacer una declaración, aunque con ciertas reservas.
Cuando Rebecca les informó de esto, ambos sintieron una oleada fresca de esperanza. Tal vez no estaban tan solos en su lucha. Si conseguían cumplir con las garantías de seguridad para que Baker testificara, sus posibilidades en el juicio aumentarían considerablemente. Sin embargo, las sombras de Sanders y Heynes seguían presentes. Aunque muertos, su influencia aún se sentía en el control que mantenían sobre Ashgrove y el miedo que sus nombres inspiraban en quienes habían trabajado bajo ellos.
La preparación para el juicio estaba lejos de ser fácil, y tanto Anthony como Madison sabían que aún quedaban muchas batallas por delante. Pero con cada pequeño paso que daban, se aferraban a la esperanza de que, al final, la verdad prevalecería.
*****
Los días previos a la primera instancia del juicio transcurrieron en una tensa calma, aquietada como el aire previo a una tormenta. Madison y Anthony sabían que la fecha se acercaba, y aunque habían estado preparándose durante semanas, la realidad de lo que estaba por ocurrir pesaba en el aire de manera insoportable. Todo lo que habían vivido los había llevado a ese punto, y ahora solo podían esperar que las pruebas y su testimonio fueran suficientes para inclinar la balanza a su favor.
Una mañana, fría y nublada, estaban acabando el desayuno cuando recibieron la llamada de Rebecca Hastings, informándoles que finalmente había sido asignada una fecha para la primera audiencia. El juicio comenzaría en tres días, y la tensión que ya había ido en aumento alcanzó un nuevo pico, haciendo que las siguientes jornadas se hicieran largas y tediosas. Madison recorría la casa siempre con semblante preocupado, mientras que Anthony intentaba acompañarla emocionalmente en todo lo que pudiera, aunque no estuviera tan comunicativa como antes, sumida en sus propios pensamientos.
Al día siguiente de la llamada, Rebecca los citó en su despacho para una última reunión antes del inicio del proceso judicial. Anthony y Madison llegaron en silencio, sus manos entrelazadas mientras caminaban por el pasillo que llevaba a la oficina de la abogada, en el séptimo piso. Aunque se habían acostumbrado a esas visitas, ésta en particular les producía un nudo en el estómago. Al entrar, Rebecca los recibió con una sonrisa profesional, aunque en su rostro también se podía percibir una preocupación latente. Había estado trabajando incansablemente en su caso, revisando cada detalle, anticipando cada posible obstáculo. Sabía que ese juicio no sería fácil, pero había hecho todo lo que estaba en sus manos para estar lo mejor preparada posible.
—Por favor, siéntense —les indicó, señalando las dos sillas frente a su escritorio.
El ambiente estaba impregnado de una tensa calma. Los muebles de madera oscura, los libros en las estanterías de las paredes y el sonido lejano de la ciudad, siete pisos más abajo, creaban una atmosfera que contrastaba con la gravedad de lo que estaban a punto de discutir.
—Bien —comenzó Rebecca, abriendo una carpeta con varios documentos organizados—. El juicio ha sido fijado para mañana, como ya les informé ayer. Va a ser un proceso extenso, dividido en varias sesiones que cubrirán diferentes aspectos del caso. Quiero asegurarme de que entiendan cada paso, para que no haya sorpresas.
Ambos asintieron, concentrados en cada palabra que decía la abogada. Rebecca los miró a los ojos uno por uno, queriendo asegurarse de que ambos estaban listos para lo que estaba por venir.
—El primer día —continuó— se presentarán los cargos y las alegaciones iniciales. Aquí es donde la fiscalía va a tratar de establecer la narrativa de que ustedes actuaron de manera imprudente y excesiva al quitarles la vida a dos personas, independientemente de las circunstancias. Van a tratar de desacreditar la defensa propia, sobre todo porque no tienen testigos presenciales de los hechos. Van a intentar enfocarse en los acontecimientos tal cual sucedieron: dos personas están muertas, y la única versión que tenemos disponible es la de ustedes.
Madison tragó saliva, claramente inquieta. Anthony apretó ligeramente su mano, queriendo transmitirle algo de calma, aunque el mismo sentía que le faltaba el aire.
—Nosotros, por supuesto, vamos a contrarrestar esa narrativa desde el principio —continuó Rebecca—. Mostraremos los documentos que incriminan a Sanders y a Heynes, estableceremos el contexto de corrupción y el peligro real en el que se encontraban. Lo más importante será hacerles ver que ustedes no tenían otra opción. La defensa propia será el eje central de nuestro argumento. Vamos a exponer como Heynes los atacó, como Sanders manipulaba todo encubriendo desde las sombras, y como ustedes solo actuaron en defensa de sus vidas.
Rebecca hizo una pausa, dejando que esa información se asentara antes de continuar.
—La segunda sesión será la más crítica. Aquí es donde comenzaremos a llamar a los testigos. Gerald Baker, el enfermero que estuvo dispuesto a testificar, será uno de nuestros testigos clave. Su testimonio va a ser esencial para corroborar que Heynes y Sanders estaban implicados en actividades ilegales dentro del hospital. Necesitamos que él sea convincente, que su relato resuene en el jurado.
Anthony intercambió una rápida mirada con Madison. El hecho de que dependieran tanto de una sola persona para validad su historia les generaba una inquietud palpable
—¿Y si lo coaccionan para que no hable? —preguntó Madison, temerosa. —No sabemos hasta dónde puede llegar la influencia de Sanders, pueden presionarlo.
—No lo creo —aseguró Rebecca—. Los testigos no son revelados hasta el momento del juicio, por lo que ella no tiene forma de saber quién va a testificar a su favor hasta que lo vea en el estrado, al igual que nosotros. De hecho, ellos tienen un testigo a favor, el cual no conocemos.
—Debe ser con quien Sanders hablaba por teléfono, la noche que la oí hablando de nosotros. Estoy seguro —dijo Anthony, con disimulada rabia.
—En fin, sea como sea, está hecho y el testigo está amparado bajo la protección del anonimato, al menos hasta el momento de su declaración —continuó Rebecca—. También voy a llamar a expertos en ética médica y en procedimientos hospitalarios. Quiero que el jurado entienda que lo que estos dos hacían no solo era inmoral, sino ilegal. Quiero que visualicen lo que pudo haber ocurrido si Sanders no fuese detenida. Necesitamos pintar a Sanders y a Heynes como los verdaderos villanos de esta historia, y eso tomará tiempo y esfuerzo.
—Comprendo —dijo Madison, asintiendo. Rebecca continúo explicando.
—Luego, llegamos al tercer paso, que será cuando la fiscalía comience a interrogar a los testigos y a ustedes. Deben estar preparados para esto, porque van a intentar desacreditarlos, especialmente a usted, señor Walker —dijo, mirándolo directamente—. Seguramente van a intentar hacerlo ver como un hombre impulsivo, alguien que reaccionó violentamente sin pensar. Es crucial que mantenga la calma en ese estrado. Debemos asegurarnos que su versión de los hechos sea clara, lógica y coherente. Van a buscar cualquier inconsistencia de la cual aferrarse, así que tiene que estar absolutamente concentrado.
Anthony asintió lentamente, sintiendo el peso de lo que Rebecca estaba diciendo. La presión sobre sus hombros se volvía más real con cada palabra que escuchaba.
—Señorita Lestrange, a usted también van a atacarla, por supuesto, pero de una manera diferente —añadió Rebecca, volviendo ahora su atención hacia ella—. Van a tratar de hacerla ver como un víctima emocionalmente inestable, alguien que pudo haber malinterpretado las intenciones de Heynes. O peor aún, que usted misma lo provocó de alguna manera. Tiene que estar preparada para ese tipo de acusaciones. Pero no se preocupe, estaremos preparados para refutar todo lo que digan.
Madison asintió, aunque el miedo en sus ojos era innegable.
—La siguiente sesión será cuando nosotros contraataquemos —dijo Rebecca, con un tono más decidido—. Vamos a desglosar todas las pruebas que hemos reunido, las declaraciones de los testigos, y reafirmaremos el marco legal para que el jurado vea que ustedes actuaron en defensa propia. El objetivo es que entiendan que, en ese momento, no tenían otra opción. Heynes y Sanders los hubieran destruido si no hubieran actuado como lo hicieron.
Rebecca cerró la carpeta con un gesto firme, como si acabara de dictar un plan militar. El silencio en la sala era palpable, pero también lleno de expectativas.
—¿Así que, en tres o cuatro sesiones totales, podremos solucionar esto? —preguntó Anthony, rompiendo el silencio.
—Si todo sale según lo planeado, sí. Sino, serán entre cinco y seis sesiones. Es difícil predecir la duración exacta, ya que depende de muchos factores: cuanto tiempo tomen los interrogatorios, las objeciones que puedan surgir, y como avance el juicio. Pero les aseguro que haré todo lo posible para que esto no se prolongue más de lo necesario.
Madison se movió inquieta en su asiento, claramente abrumada por la cantidad de información.
—¿Y el veredicto? —preguntó finalmente, su voz casi un susurro.
—El veredicto se dictará al final, después de las deliberaciones del jurado. Eso puede tomar desde unas pocas horas hasta varios días. No podemos controlar el tiempo que tomen para llegar a una decisión, pero una vez que presentemos todas nuestras pruebas, estará en manos de ellos.
El peso de esas palabras cayó sobre ellos como una carga difícil de soportar. Habían llegado tan lejos, pero ahora todo dependía de como los percibiera un grupo de desconocidos. La incertidumbre era insoportable.
—Es mucho más complicado de lo que imaginaba —murmuró Madison, soltando un suspiro largo. Rebecca asintió, comprensiva.
—Sí, lo es. Pero tienen que confiar en que hemos hecho todo lo posible para preparar este caso. Estoy con ustedes en esto, y vamos a luchar hasta el final.
La reunión terminó poco después, con Rebecca dándoles instrucciones adicionales sobre cómo debían comportarse durante el juicio. Era crucial que mantuvieran la calma, que no reaccionaran ante provocaciones, y que fueran claros y concisos en sus respuestas. Cuando salieron de la oficina, Madison se detuvo por un momento en la puerta, respirando profundamente antes de voltearse hacia Anthony.
—Es tremendo... —susurró.
—Sí, lo es —respondió él, tomándola de la mano—. Pero lo vamos a superar.
Ambos sabían que las horas previas al juicio serían las más difíciles que enfrentarían en su vida. La tensión, la incertidumbre, y el miedo a lo desconocido los envolvían, pero también sabían que no podían permitirse caer en el pánico. Todo lo que podían hacer era seguir adelante, paso a paso, y confiar en que la verdad saldría a la luz sea como sea.
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