Cap. 27- Tras las huellas de Dooku (II)
▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
Los ojos del sith se clavaron en los de la joven a través de la equis que habían formado sus respectivos sables al encontrarse en el aire.
―¿Has tenido ocasión de considerar mi oferta? ―Dooku dio un paso atrás, acompañado de una ágil finta que le sirvió para esquivar otra estocada por parte de la joven.
Seda apretó los dientes con cierta frustración. Era consciente de que todavía estaba muy lejos de equiparar la destreza de Dooku en un duelo, pero tampoco podía permitir que el lord sith se le escapara de las manos. Debía ganar tiempo hasta que llegaran sus refuerzos.
―¿A qué oferta te refieres? ―respondió, tratando de sonar indiferente, con su espada en alto entre ambos y todos los músculos en tensión, preparada para aprovechar cualquier ventaja por muy nimia que semejara.
―Lo sabes muy bien, querida. ―Dooku se encogió de hombros, pero sin bajar la guardia―. Con los jedi nunca alcanzarás ni una ínfima parte de tu verdadero poder. Únete a mí y te ayudaré a explotar todo tu potencial. ―Habían comenzado a caminar en círculos, manteniendo una distancia prudencial entre ambos―. Sabes que no miento, has conocido a Ventress, has visto lo poderosa que es.
―Ya tienes una aprendiz, ¿para qué quieres otro? ―Seda entrecerró los ojos.
Los labios de Dooku dibujaron una sonrisa torcida.
―Asajj Ventress no es mi aprendiz, solo una discípula a la que he enseñado unas cuantas cosas ―respondió con tranquilidad―. Ese papel todavía lo reservo para ti, Seda Aybara, porque formas parte de mi legado. Yo no comparto la ridícula filosofía de la Orden Jedi; para mí los vínculos sí son importantes, y tú eres el último miembro de nuestro ancestral linaje.
La joven padawan no varió la posición defensiva, pero inclinó ligeramente la cabeza, invitándolo a continuar.
―Explícate.
―No quiero que seamos enemigos. Mi pretensión es construir un nuevo orden en la Galaxia, dirigido por personas superiores como nosotros, capaces de velar por la seguridad y el bienestar de los demás, sin coartarnos por la ineficaz burocracia ―recalcó el sith.
Seda tuvo que contenerse para no rodar los ojos. Dooku sería todo un poderoso usuario del lado oscuro, pero para su gusto, exageraba en el recurso a su faceta de político. Cada vez que cruzaban palabras, terminaba soltándole un discurso...
―Suena muy bien ―ironizó la joven―, pero eso no tiene nada que ver conmigo.
―¿Todavía no lo entiendes, sobrina? ―El separatista la miró con tal intensidad que Seda creyó que podría leerle el pensamiento―. Te lo dije en Geonosis, de verdad apreciaba a tu madre, quería a mi familia y me la arrebataron, igual que a ti. Su muerte no fue más que otra penosa consecuencia del primitivo sistema al que nos hemos resignado. ―Apagó su sable láser en una tregua tácita y se lo colgó del cinto―. Yo formaba parte de la Orden cuando tuvo lugar el atentado, y ni siquiera me dejaron investigarlo, según ellos la venganza no era un sentimiento propio de los jedi ―añadió con cierto cinismo.
La padawan sacudió la cabeza, recelosa.
―Ordenaron la investigación cuando yo aparecí...
―Exacto, ahí está el puro interés, querida. El Senado y los jedi necesitaban colocarte en el trono para evitar que yo me hiciera con el mando del planeta de mi hermana, ¿no lo ves? Es siempre el mismo juego; en eso se han convertido la Orden y la República. ―Dooku pronunció los títulos de las organizaciones con deliberado desdén―. Y en cuanto a los culpables, tal vez hayan detenido a los instigadores, pero fueron los miembros de Eclipse Blanco quienes colocaron la bomba, quienes asesinaron a nuestra familia y te esclavizaron. Sé que ansías esa venganza, tanto o más que yo.
La joven respiró hondo. Las palabras del separatista encajaban casi matemáticamente con su modo de ver las cosas... Pero no podía reconocerlo en voz alta. Al menos no todavía.
Dooku esbozó una sonrisa cansada y, en ese fugaz gesto, Seda creyó entrever el peso de toda una vida de decepciones y esperanzas rotas.
―Sé que lo sabes, lo veo en tus ojos, con los jedi nunca podrás ser tú misma. Solo a mi lado tendrás lo que deseas. Piénsalo. ―terminó con una breve inclinación de cabeza―. Ahora, si me disculpas, creo que ya he permitido que me distraigas bastante.
Seda olvidó por un instante toda la conversación y se concentró en la misión. Hizo el amago de alzar su sable láser, pero él se le adelantó extendiendo una mano hacia su cuerpo y sosteniéndola en el aire con el poder de la fuerza.
―Dijiste que no querías que te viera como a un enemigo ―jadeó ella, mientras bregaba por liberarse haciendo acopio de su propio poder.
El sith la miró entrecerrando los ojos, consciente de las intenciones de la joven.
―Esto es por tu bien ―respondió, antes de lanzarla contra una roca cercana, golpeándole la cabeza.
El paisaje se oscureció a ojos de la joven y un profundo mareo se apoderó de sus sentidos. Todavía desde el suelo, Seda clavó la vista en el pequeño localizador que había logrado colocar en la capa del separatista minutos atrás, cuando había saltado sobre él.
La diminuta y casi imperceptible luz roja se fue perdiendo en la lejanía, al tiempo que un nuevo sonido llegaba a sus oídos: voces, muchas voces, con el timbre característico de una única raza en la galaxia; los piratas weequay.
---
Kailen Andor había crecido entre jedi e individuos sensibles a la fuerza. Descubierto al nacer y llevado al Templo con tan solo tres años, gozaba de un desarrollado instinto a la hora de percibir a otros de los suyos, incluso en kilómetros a la redonda.
Por eso, en cuanto su escuadrón tomó tierra sobre el desértico asteroide, el joven padawan supo guiar a los soldados hasta la cueva, tras cuya entrada sepultada peligraban las vidas de sus generales.
Gracias a las armas de los clones y a su manejo de la fuerza, liberaron la entrada lo suficientemente rápido para rescatar a Skywalker y Kenobi de una dolorosa muerte por asfixia, a causa del gas que emanaba del interior de la caverna.
Los jedi salieron tosiendo y agotados. En sus ropajes algo dañados se evidenciaba una lucha previa, probablemente contra alguna de las monstruosas criaturas que habitaban en las profundidades de la cueva... pero, por lo demás, ambos estaban sanos y salvos.
―¡Maestro! Menos mal que hemos llegado a tiempo. ―El padawan suspiró aliviado, al igual que Cody y el otro soldado clon que los acompañaba.
―¿Cómo que habéis llegado a tiempo? ―Anakin se sacudió el polvo de la túnica con la misma naturalidad con la que se secaría tras salir de la ducha.
―Corríais un grave peligro. ―Kailen los miró a ambos achinando los ojos.
―¿Peligro? Solo buscábamos al Conde Dooku. ―Obi-Wan se encogió de hombros.
―Exacto, teníamos la situación bajo control, mi joven padawan. ―Anakin le revolvió el pelo al menor al pasar a su lado para ir hacia las naves.
Kailen frunció el ceño y se volvió hacia los jedi, siguiéndolos.
―Ah, claro... ―canturreó―, ¿y qué parte de la situación estaba bajo control?, ¿la entrada sepultada, el gas venenoso...? Y no veo a Dooku por ninguna parte, por cierto, ¿se os ha escapado? ―Enarcó una ceja, con suspicacia.
Anakin se detuvo, llevándose una mano a la nuca.
―No ha escapado exactamente... ―empezó a decir, para luego mirar a Obi-Wan en busca de apoyo―. Habla tú cuando quieras.
―Oh, no. Estoy disfrutando demasiado. ―El maestro jedi sonrió divertido.
Kai hinchó el pecho con orgullo.
―Por suerte para vosotros, dejasteis a vuestros capaces padawan al mando para solucionarlo todo.
―Hablando de eso, ¿y Seda? ―Quiso saber Anakin, mirando directamente a Kai.
El aludido intercambió una mirada dubitativa con Cody antes de abrir la boca para responder, pero volvió a cerrarla aliviado al ver a Seda acercarse a ellos en perfectas condiciones.
―Estoy aquí ―intervino ella, llegando a su altura―. Qué mal aspecto tenéis. ―Frunció el ceño al reparar en las vestiduras ajadas de los generales, ¿qué os ha pasado?
―Digamos que la fauna local no es precisamente amistosa. ―Obi-Wan se encogió de hombros―. ¿Dónde estabas?
―Siguiendo a Dooku ―respondió ella.
―¡Qué!, ¿has ido tras Dooku tú sola? ―Anakin llevó las manos al frente―. ¡Cómo se te ocurre!
―Alguien tenía que hacerlo. ―Ella colocó los brazos en jarras.
―Anakin tiene razón, Seda. Has sido demasiado temeraria ―Obi-Wan la reprendió. En su rostro se había formado un gesto severo, sin embargo, su tono de voz no demostraba alteración alguna―. Tampoco nosotros nos enfrentamos a él por separado.
―Ni siquiera fue un enfrentamiento ―replicó ella chasqueando la lengua―. Solo... hablamos. Pero conseguí colocarle un localizador antes de que desapareciera.
―¡Genial! ―Kai chocó un puño con ella al oír lo del localizador, pero regresó a una postura indiferente al notar la mirada acusatoria de Anakin sobre su nuca.
Obi-Wan exhaló un suspiro. No podía culpar a Seda por tomar decisiones por sí misma. Tampoco le entusiasmaba que Dooku hubiera hablado a solas con su padawan, el lord sith sabía cómo manipular a los demás y ponerlos de su parte, no en vano había logrado que cientos de sistemas dejaran la República y se unieran al movimiento separatista.
Tendría que hablar con ella más tarde.
―Está bien, pero en el futuro intenta no poner tu vida en riesgo con tanta facilidad. ―Le apretó el hombro en un gesto conciliador―. ¿Sabes a dónde ha ido?
Seda se mordió la lengua para no confesar que en realidad no había corrido peligro en ningún momento; Dooku no pretendía hacerle daño, ni siquiera cuando la noqueó. Lo había comprendido todo en cuanto fue capaz de ponerse en pie y seguir sus pasos. Desde una posición encubierta, había podido ver al numeroso grupo de piratas que acababa de aterrizar en el asteroide, junto a la nave del lord sith.
Dooku la había dejado fuera de combate para evitar que ella se metiera en problemas con ellos. En cambio, él mismo había sido apresado como rehén, pues su lanzadera, su única vía de escape, ya estaba en manos de los maleantes.
―Se lo llevó una tripulación de piratas weequay ―respondió finalmente―. Podemos rastrear su ubicación desde nuestros monitores.
―Buen trabajo. ―Obi-Wan asintió―. Regresemos al crucero, entonces. Debemos informar al Senado y a la Orden. Si Dooku ha sido secuestrado, podremos intercambiarlo por un rescate.
---
En la mesa central de la cabina de comunicaciones, en torno a la cual se habían reunido Kenobi, Skywalker y sus padawan, se observaban los hologramas de las senadoras Padmé Amidala y Vespe Blue, ambas contactando desde el despacho de la primera en Coruscant.
―Hemos negociado el rescate con el jefe de los piratas, Hondo Ohnaka ―informó Vespe―. Tal y como dijisteis, tienen al Conde Dooku. Se lo han llevado a Florrum.
―Eso está muy cerca de aquí ―señaló Kai, tras comprobar en su datapad la ubicación del planeta mencionado.
―¿Cuánto han pedido por él? ―Quiso saber Anakin.
―Un millón de créditos a pagar en especias ―respondió Padmé―. Vespe lo entregará. ―Miró a su compañera, que asintió tranquila.
Obi-Wan arrugó la frente, no muy satisfecho con el plan. Sin embargo, era consciente de que la elección de Vespe como emisaria tenía sentido, de entre todos los senadores de la República, ella era la única con entrenamiento militar; sin duda la más capacitada para reaccionar en caso de que los piratas decidieran tenderles una trampa.
―¿Y cuál es nuestro papel? ―intervino Seda.
―Iréis primero a reconocer el terreno y aseguraros de que Dooku está preso, como dicen ―explicó Padmé―. Ohnaka solo exige que vayáis desarmados.
―¿Desarmados? ―Anakin se palmeó la frente, ¿otra vez?
―Sabemos muy poco de esos piratas, estaríamos entrando a ciegas en una situación previsiblemente hostil ―apuntó Kenobi.
Padmé suspiró.
―Lo sé y lo siento, pero confío en vosotros ―respondió―. No podemos permitir que el Conde Dooku escape. Esta guerra ya ha durado demasiado.
Anakin fue el primero en responder:
―De acuerdo, Padmé, gracias por vuestro trabajo. Os informaremos en cuanto tengamos noticias. ―Se despidió con una última sonrisa de confianza antes de cortar la comunicación.
Los cuatro jedi se miraron en silencio durante un breve instante.
―Puede que sea divertido ―señaló Obi-Wan encogiéndose de hombros.
---
Florrum era un planeta cálido y semi desértico. Guardaba cierto parecido con Tatooine, aunque en este, el volumen de población era incluso menor. Los pocos signos de civilización venían de las guaridas de piratas y otras agrupaciones de bandidos galácticos.
La lanzadera de los jedi tomó tierra frente a la base de la banda de Hondo Ohnaka. Solo Seda, Kai, Anakin y Obi-Wan iban a bordo. El grueso de sus tropas había regresado a la órbita estelar para servir de apoyo en el bloqueo de un sistema cercano.
―Parecen amistosos ―ironizó Anakin al bajar de la nave.
Frente a ellos, un gran número de piratas aguardaba con los blásters en alto, preparados para disparar ante el mínimo gesto de hostilidad por parte de los jedi.
―Bonito recibimiento. ―Sonrió Obi-Wan.
En cuanto estuvieron ante la entrada de la guarida, uno de los piratas se acercó a ellos con un detector de armas en la mano. A pesar de que extrañaba el tacto de su sable láser, Seda se alegró de haber cumplido esa parte del trato. Estaba segura de que los piratas no habrían dudado un segundo antes de disparar si hubieran llegado a encontrar algún arma oculta entre sus ropajes.
―Pueden pasar ―masculló el pirata con el detector, tras registrarlos a los cuatro.
De nuevo, los jedi se vieron rodeados y escoltados al interior de la anárquica guarida, cuya sala principal más bien semejaba una taberna gigante, donde decenas, sino cientos de piratas, bebían, apostaban e incluso peleaban entre sí. Al fondo, presidiendo la mesa principal y con una jarra de alguna clase de bebida alcohólica en la mano, los aguardaba Hondo Ohnaka, recostado sobre su silla en una postura que denotaba tranquilidad, incluso cierta diversión.
―¡Caballeros! ―El líder de la banda alzó su bebida hacia los jedi―, y dama ―añadió con una inclinación de cabeza al reparar en la presencia de la padawan― ¿Puedo ofrecerles un trago?
―No, gracias ―respondió Obi-Wan, denegando el ofrecimiento con un elegante gesto de mano―. Le felicito por la captura del Conde Dooku. Estamos impresionados.
―No me extraña. ―Hondo sonrió―. Ni un lord sith es rival para mis guerreros. ―Alzó el puño, recibiendo un vitoreo por parte de los presentes ―. Aunque no fue fácil, opuso resistencia, ¡blásters, cañones!, ¡esa cosa de luz! ―Agitó los brazos, dramatizando la situación―. Dejó unos buenos tatuajes a mis hombres antes de que pudiéramos someterle.
Seda sonrió divertida. La versión que estaba escuchando era de todo menos fidedigna, ella había visto la captura, Dooku apenas había cruzado un par de palabras con los piratas antes de subir a su nave dócilmente.
Anakin posó los ojos en el sable del sith, que ahora colgaba del cinturón de Ohnaka.
―¿Y cómo lograron someterlo exactamente? ―inquirió―, ¿con esto? ―Extendió la mano y atrajo el arma hacia sí mediante la fuerza. Sin embargo, antes de que pudiera activarla, cientos de blásters apuntaron a su nuca y a la de sus compañeros. No le quedó otro remedio que permitir que uno de los piratas le arrebatara el sable de la mano.
―No hemos venido a poner en duda su versión ―concilió Obi-Wan, obviando el pequeño incidente como si no hubiera tenido lugar―, únicamente queremos confirmar que tenéis a Dooku. ¿Dónde está?
Hondo Ohnaka se puso en pie.
―Seguidme.
Junto con un pequeño grupo de sus hombres, guio a los jedi a través de las estancias inferiores de la guarida, mucho más modernas y mejor equipadas. A diferencia del salón principal, las celdas y los corredores aledaños sí parecían una auténtica prisión con seguridad suficiente para retener a individuos poderosos.
Los piratas se detuvieron ante una estancia pequeña, en cuyo centro, suspendido en el aire mediante grilletes magnéticos, flotaba el Conde Dooku.
―Aquí lo tenéis. Podéis hablar con él todo el tiempo que preciséis ―dijo Ohnaka―. Os dejaremos solos, reuníos con nosotros en el salón cuando hayáis terminado. ―Tras activar un mecanismo en la pared se alejó corredor arriba seguido por sus hombres.
La compuerta se apartó a un lado, permitiendo que Anakin y Obi-Wan pasaran al interior de la celda. Seda, sin embargo, prefirió quedarse en el umbral de la puerta, no se sentía del todo cómoda con esa situación. Tras dudar un instante, Kai también permaneció fuera.
―Hay que ver cómo ha caído el gran lord sith ―comentó Kenobi.
―Este lugar le va qué ni pintado ―se burló Anakin.
―No hace mucho yo os tuve a ambos en un entorno similar ―respondió Dooku sin dejarse amilanar por el tono jocoso de los jedi.
―Sí, pero ahora estamos libres, y usted no. ―Anakin se encogió de hombros.
―Estoy convencido de que la situación volverá a su cauce, pronto ―acotó el separatista.
―Pronto te llevarán ante el Senado, y pasarás mucho tiempo en una celda como esta ―señaló Obi-Wan acercándose a él.
―Eso con suerte ―añadió Anakin.
Seda arqueó las cejas al ver a sus amigos disfrutar tanto con la situación.
―Ingenuos jedi. ―Dooku esbozó una mueca cínica―. Estáis siendo demasiado optimistas si creéis que estos piratas pretenden dejarnos salir del planeta.
Anakin negó con tranquilidad.
―Son simples ladrones en busca de un botín rápido, no les interesa un enfrentamiento con los jedi.
―Son retorcidos y embusteros ―replicó el sith―, y sobre todo, estúpidos. Eso es peligroso.
Obi-Wan sonrió al tiempo que regresaba a la salida, al igual que Anakin.
―Entonces me sorprende que no te lleves bien con ellos, tenéis mucho en común ―dijo el maestro ya desde el umbral, al lado de su padawan.
―No los subestimes tan a la ligera, Kenobi ―respondió Dooku, para luego clavar la mirada en la chica―. Eres más lista que ellos, ten en cuenta mis palabras.
Anakin pulsó el mecanismo que cerraba la compuerta, impidiendo que el separatista pudiera decir nada más.
―¿Y si tiene razón? ―intervino Seda.
―No te preocupes, princesita, solo quiere asustarnos ―respondió Anakin, echando a andar hacia la sala dónde los habían recibido―. No sé vosotros, pero yo necesito un descanso.
Obi-Wan se llevó una mano a la barba, él no estaba tan convencido de la fiabilidad de los piratas.
―De todos modos, no está de más que nos mantengamos alerta hasta que Vespe llegue con el pago ―señaló.
En cuanto pusieron un pie en el gran salón, uno de los hombres de Ohnaka se acercó a ellos para invitarlos a participar en el banquete de celebración por el éxito de las negociaciones. Kenobi y Skywalker aceptaron, sin embargo, mandaron a sus padawan de regreso a la lanzadera para que informaran de la situación al Senado.
La próxima hora transcurrió en medio de extraños festejos, abundante comida y música estrafalaria. El jefe de la banda no tardó en ofrecerles un trago y realizar un brindis público en honor a sus nuevos amigos. Anakin y Obi-Wan le siguieron la corriente, pero se aseguraron de intercambiar discretamente sus bebidas con las de los piratas más próximos... por si acaso.
Solo quedaba aguardar a que el rescate llegara y, tal vez, podrían poner fin a la guerra de una vez por todas.
---
Tras cortar la comunicación con la nave senatorial de Vespe, Seda se volvió hacia Kai que, en pie a su lado, miraba medio embobado el espacio antes ocupado por el holograma de la rubia.
La padawan le sonrió burlona con una ceja enarcada y los brazos cruzados sobre el pecho.
―No es culpa mía que tu amiga sea tan bonita. ―Kailen se llevó una mano a la nuca, algo azorado al reparar en la expresión socarrona de Seda.
Ella solo negó divertida al tiempo que realizaba una rápida revisión de los mandos de la lanzadera. Sabía que Kai había desarrollado un pequeño crush por Vespe desde que se la había presentado durante una de las visitas de la senadora al Templo, pero esperaba que fuera algo pasajero, por su bien. En cualquier caso, había decidido no entrometerse.
―Listo ―comentó, tras comprobar que no tendrían problemas en caso de verse obligados a efectuar una huida apresurada.
―Bien, ¿crees que ahora papá y mamá nos dejarán unirnos a la fiesta? ―Kai se dejó caer en el asiento del copiloto, al lado de su compañera―, ¿o buscarán otra excusa mala para tenernos ocupados y lejos de las malas influencias?
―Lo segundo ―respondió ella sin dudarlo un instante.
―Eso creía yo. ―El chico asintió.
―Solo por curiosidad, ¿quién crees que es quién? ―añadió Seda, mordiéndose el interior de la mejilla para no estallar en una carcajada.
―Anakin es mamá y Obi-Wan papá ―Kai respondió como si estuviese diciendo lo más obvio de la historia de la galaxia―, ¿no estás de acuerdo?
Seda ya no aguantó más y se echó a reír, acompañada por el chico.
―Totalmente ―respondió.
Ambos estaban medio repantigados sobre los asientos frente a los mandos; definitivamente, Anakin tenía razón, necesitaban un descanso. Llevaban varias semanas sin pasar por el Templo, de una misión espacial a otra, y así sin pausa. Sin embargo, no pensaban quejarse, a los dos les gustaba esa vida, y la compañía, sobre todo. Aunque Kai lo dijera en broma, en el fondo tenía razón, los cuatro se habían convertido en una especie de familia, pintoresca y disfuncional..., pero familia al fin y al cabo.
―¿Puedo hacerte una pregunta? ―dijo Kai, cuando fue capaz de dejar de reír. Al recibir un asentimiento por parte de la chica, continuó:― ¿Qué pensaste cuando supiste que estabas emparentada con el líder de los separatistas?
―No lo sé, en realidad ni siquiera lo conocía y apenas había oído hablar de él ―respondió ella, sorprendida con la cuestión―, supongo que tenía curiosidad por saber cómo era, nada más.
―¿Y ahora que lo conoces? ―insistió Kailen―, ¿no te resulta extraño que sea tu enemigo?
―¿A dónde quieres llegar, Andor? ―Seda enarcó una ceja. Kai era muy perspicaz, mucho más de lo que pretendía aparentar. Todas esas preguntas no venían del puro azar.
Él pareció dudar un instante antes de responder.
―Intentaba ponerme en tu situación. Yo me crie en la Orden, pero aun así no sé si sería capaz de ir en contra de mi familia ―dijo finalmente―, perdona si te he incomodado ―añadió en un tono realmente sincero.
―No es nada. ―Seda supo que Kai se estaba guardando algo, probablemente para no hacerla sentir molesta, y en el fondo lo agradeció―. ¿Dónde está tu familia ahora? ―preguntó, en parte por cambiar de tema, pero también por curiosidad.
El rostro del chico se iluminó al instante.
―En Fest ―respondió―. A mis padres casi no los recuerdo, ya eran muy mayores cuando yo nací, fallecieron al poco de que yo ingresara en la Orden, pero todavía tengo relación con mi hermano mayor y su familia. Está casado y tiene un hijo, un crío alucinante, ahora tendrá unos cinco años y ya sabe reprogramar droides básicos ―explicó con una expresión risueña.
―¿Cómo se llama?
―Cassian ―contestó Kai―, Cassian Andor ―añadió con un deje de orgullo casi paternal―. Estoy deseando tener unos días libres para ir a visitarlos. Podrías venir conmigo, sé que te caerían bien.
―Me encantaría. ―Seda sonrió, contagiada del entusiasmo de su compañero. Sin embargo, su expresión mudó a una de alerta cuando, a través de los ventanales de la lanzadera, atisbó a un grupo de piratas saliendo de la guarida y aproximándose a su posición con las armas en alto―. Esto no me gusta ―murmuró.
―Huelo problemas ―concordó Kailen al seguir la dirección de su mirada.
---
La cabeza le pesaba como si un edificio se hubiera derrumbado sobre su nuca. Trató de llevarse una mano a la frente, solo para percatarse de que tenía ambas muñecas atadas entre sí. Entonces, con un esfuerzo considerable, Anakin abrió los ojos.
―Maestro, ¿qué ha pasado? ―logró preguntar. Estaban tirados en el suelo de una celda, con las manos encadenadas y unidos el uno al otro por una cuerda de un material desconocido para él, pero sin duda resistente.
―Creo que nos han drogado. ―Obi-Wan se incorporó con dificultad, todavía un poco mareado. Probablemente les habían echado algo en la comida.
―Muy perspicaz, maestro Kenobi. Os advertí de que esos piratas no eran de fiar.
Ambos reconocieron la voz de Dooku al instante. Estaba sentado al fondo de la celda y amarrado de las muñecas por la misma cuerda que los vinculaba a ellos, de manera que ninguno de los tres podía distanciarse más de dos o tres pasos de los demás.
»Saben que sois importantes para la República, estaba claro que también pensaban sacar un rescate por vosotros. ¿Por qué, si no, pedirían que vinierais desarmados? ―continuó el hombre en tono de hastío.
―Ya es bastante malo compartir celda contigo, pero podrías ahorrarme escuchar tu continua cháchara. ―Anakin se puso en pie. Se habría abalanzado sobre el separatista de no ser por la intervención de Obi-Wan, que lo tomó de un brazo, apartándolo de Dooku.
―Y mientras yo intento contenerme, ¿vosotros idearéis una estrategia para escapar de este maldito planeta? ―inquirió el sith con deliberado cinismo.
―Sí, si te callas ―bufó Anakin, para luego mirar a su antiguo maestro―. Seguro que están bien ―agregó, convencido de que Obi-Wan, al igual que él, estaba pensando en qué habría sucedido con sus aprendices―. Tenemos que salir de aquí antes de que vengan ellos a rescatarnos, o quedaremos como idiotas.
Kenobi asintió.
―Nos lo recordarán toda la vida.
---
Los piratas habían irrumpido en la lanzadera con intención de apresar también a los jóvenes padawan, pero las cosas no habían salido precisamente según su plan.
Kailen y Seda no eran niños inocentes e indefensos. Incluso sin sus espadas, fueron capaces de dejar fuera de combate al pequeño grupo de asaltantes que erróneamente los había subestimado.
Ahora se encontraban ocultos a una distancia prudencial de la guarida y armados con los bláster de aquellos que habían pretendido emboscarlos minutos atrás. Dadas las circunstancias, no era difícil adivinar que sus maestros estaban en problemas y que, en ese momento, el peso de la misión recaía por entero sobre sus hombros.
―Tiene que haber un modo de colarse sin que nos descubran ―comentó Kailen, con la vista clavada en la entrada del complejo pirata.
El instinto de espía de Seda ya se había puesto en marcha, infiltrarse en guaridas ajenas era como un juego para ella. Su ojo profesional ya había localizado al menos un par de posibilidades de acceso cuando, en su holotransmisor de muñeca, se activó el holograma de Vespe. Incluso a través de la comunicación, los padawan pudieron captar el sonido de disparos.
―¿Qué sucede?, ¿estás bien? ―preguntó Seda, preocupada.
―Nos han tendido una trampa, nos han sorprendido cuando llegábamos al planeta y han destrozado nuestra nave ―contestó Vespe alterada―, todavía nos están atacando, necesitamos refuerzos.
―Más despacio, Vespe, ¿dónde estás ahora? ―Seda respondió en tono conciliador. Necesitaban mantener la mente fría si querían ayudar a su amiga y también a Anakin y Obi-Wan.
―En Florrum, a unas pocas millas del complejo pirata ―contestó la senadora―, te envío las coordenadas.
―Recibido. ―Seda asintió―. Enseguida estamos ahí.
Puso fin a la transmisión y miró a Kailen, que le devolvió una expresión cómplice, encogiéndose de hombros. Quién querría un descanso pudiendo tener... Eso.
---
―¿Nuestras prioridades no deberían ser escapar primero y comer después? ―cuestionó Anakin en tono punzante.
Aún desde el interior de la celda, el Conde Dooku había extendido una mano hacia el plato de fruta que descansaba en una de las mesas del corredor.
―Kenobi, controla la insolencia de tu protegido para que me pueda concentrar ―masculló el lord sith.
―Anakin, controla tu insolencia, el conde se está concentrando ―repitió Obi-Wan irónico.
El separatista ignoró el tono jocoso de los jedi. Estaba usando la fuerza para levitar el cuchillo situado encima del plato, logrando que este volase hasta la cerradura de la celda. Un instante más tarde, la compuerta cedió, dejando paso libre a los tres prisioneros.
―Buen trabajo, aunque esté mal que yo lo diga ―se auto halagó.
Obi-Wan sonrió, al igual que Anakin.
―Estoy impresionado ―reconoció el primero, saliendo al corredor. Todavía estaban amarrados entre sí, por lo que tendrían que colaborar si querían escapar del complejo.
―Supongo que sabemos hacia dónde vamos, ¿no? ―inquirió Anakin casi en un susurro. Tanto él como su maestro estaban inconscientes en el momento en el que los habían encerrado, por lo que desconocía la ubicación de la salida.
―Me trajeron por aquí cuando me capturaron ―respondió Dooku guiándolos hacia la puerta que daba al hangar.
―Sí, ¿pero es un camino seguro? ―inquirió Obi-Wan. Percibía algo al otro lado.
―Eso creo ―replicó el sith.
La puerta estaba cerrada, pero Anakin logró hackear la cerradura en pocos segundos. No obstante, al otro lado fueron sorprendidos por al menos una treintena de piratas armados hasta los dientes que montaban guardia... Mientras que ellos tres seguían atados y sin una aguja para defenderse.
―Ya veo, muy seguro ―dijo Kenobi con una mueca de resignación.
---
Robar un par de speeder a los piratas, listo. Llegar hasta la posición de Vespe, listo. Derrotar al grupo que los había atacado, listo.
Para Kailen y Seda la tarde estaba resultando de lo más provechosa.
En ese momento se encontraban en medio del desierto, junto a los restos destrozados de la nave senatorial que había traído a Vespe con el rescate. De la escolta inicial compuesta por seis soldados clon, solo dos, además de la senadora, habían sobrevivido al aterrizaje forzoso y posterior asalto.
―¿Por qué Hondo Ohnaka ha ordenado que ataquéis la nave? ―Kailen se dirigió al único pirata que habían retenido con vida tras la pequeña batalla. Necesitaban saber de una vez por todas cual era el plan de esos bandidos, pues hasta el momento carecía de todo sentido.
―Hondo no sabe nada de este ataque, él sigue esperando que le llevéis la especia. Ha sido todo idea de su segundo al mando ―respondió el aludido, quien había accedido a contarlo todo después de que Vespe lo amenazara con despellejarlo vivo... En realidad, sí se había resistido un poco, pero en cuanto la senadora le había demostrado que no estaba de broma, el pirata había comenzado a cantar como un loro.
―Malditos piratas, ni siquiera entre ellos tienen honor ―bufó Vespe.
La situación era la siguiente, Ohnaka había ordenado drogar a los jedi con la intención de entregárselos a los enviados de la República a cambio del doble del pago acordado. Esto, sin saber que parte de su banda había decidido traicionarlo asaltando la nave senatorial, para robar el rescate que ya estaba en camino y, así, no tener que compartirlo con el resto del grupo.
Vespe y los padawan habían evitado que se llevaran las especias del rescate, pero a esas alturas, los pocos piratas que habían escapado de su pequeña escaramuza ya estarían de regreso en la guarida. Sin duda, mentirían para ocultar su traición, probablemente dirían que la República había faltado a su palabra enviando un ejército en lugar del pago acordado.
Ahora la vida de sus amigos corría mayor peligro, Hondo Ohnaka negociaría un nuevo trato con los separatistas y, en ese caso, los jedi saldrían muy mal parados.
―Primero tenemos que liberar a Anakin y Obi-Wan, después nos encargaremos de arreglar lo del intercambio de Dooku ―señaló Kai una vez que el pirata terminó de hablar. Lo habían dejado encadenado en una esquina, vigilado por los clones, mientras ellos tres trataban de diseñar una nueva estrategia.
No podían presentarse sin más en la guarida e intentar convencer a Ohnaka de la traición de sus propios hombres, pues no sabían cuántos eran, ni quiénes estaban implicados en el complot. Era demasiado arriesgado.
―Vespe, ¿recuerdas la misión en Lothal? ―Seda alzó la cabeza y miró a su amiga.
―Lo de los acopladores de energía... ―La rubia asintió, comprendiendo por dónde iban los tiros.
―He visto varios repartidos por el desierto cuando veníamos hacia aquí. Deben de ser el único suministro de electricidad de la guarida de los piratas ―explicó Seda―, se puede llegar al reactor principal siguiendo la red de los demás.
En los ojos de la senadora se adivinó un brillo de diversión.
―Podría funcionar.
---
Tras el primer intento de escape frustrado, los piratas los habían encerrado en una celda con mayor seguridad. De nuevo, habían logrado salir, esta vez gracias al inigualable talento de Kenobi para manipular mentes mediante la fuerza... Y, de nuevo, los habían vuelto a atrapar cuando estaban a punto de abandonar el complejo.
Los piratas weequay no destacaban por su asombrosa astucia, pero estaban por todas partes, y bien armados. Eran como una auténtica plaga, cada vez que sorteaban a uno debían esquivar a otros diez.
―Esto empieza a ponerme de los nervios ―masculló Anakin, recargado contra la pared de la prisión.
―Tranquilo, dejándonos llevar por la frustración no conseguiremos nada ―respondió Obi-Wan―. Hemos salido dos veces, volveremos a hacerlo.
Dooku dejó escapar una risa cínica, sin embargo, cualquier otro comentario quedó interrumpido por la llegada de un par de piratas. que entraron en la celda, tomaron a los jedi de los brazos y los sacaron a empujones, dejando al sith dentro.
Anakin y Obi-Wan fueron conducidos hasta una de las salas del complejo donde ya aguardaba Ohnaka junto con varios de sus hombres. El líder ordenó encadenar a los jedi a una extraña máquina de tortura eléctrica, cuyo mando de activación descansaba entre sus dedos.
―Me temo que la República no ha llegado con el rescate ―aventuró Obi-Wan, ya colgado por las muñecas a la parte superior del artefacto.
Hondo realizó una mueca irónica y se acercó a la base de la máquina.
―Vuestros amigos de la República han dejado claro que no quieren al lord sith.
―¿No han venido? ―insistió Obi-Wan.
―Oh sí, sí, lo han hecho ―respondió el pirata―, pero con un gran ejército, ¡con el que pensaron que podrían deshacerse de mí! ¡Hondo Ohnaka!
―Eso es imposible. ―Anakin chasqueó la lengua.
El pirata enarcó una ceja.
―¿Me estás llamando mentiroso?
―Eres un pirata, mentir es lo que haces para ganarte la vida ―replicó Anakin con una tranquilidad nada propia de alguien colgado de un aparato de tortura que podría activarse en cualquier momento.
Ohnaka negó en silencio, para luego clavar una mirada de disgusto en sus prisioneros.
―Rechazáis mi hospitalidad, os negáis a esperar tranquilamente en la celda y, ahora ¡os atrevéis a insultarme!
―Solo digo que...
―Anakin, cállate ―Obi-Wan lo cortó. No les convenía en absoluto seguir contradiciendo al líder de la banda.
―¿Qué?, ¡pero si es un pirata!, ¡no estoy diciendo nada que no sea verdad!
―Sí, pero no creo que sea el mejor momento para que hables ―lo reprendió Kenobi con el ceño fruncido.
―Pero...
No llegó a terminar la frase. Hondo activó la máquina y una potente descarga eléctrica atravesó a los dos jedi. Un grito de dolor escapó de sus gargantas, para regocijo de Ohnaka y los piratas presentes, que estallaron en vítores y carcajadas ante el sufrimiento de los prisioneros.
---
Tal y como pensaba, colarse en el complejo pirata había sido coser y cantar. Le agradaba comprobar que no había perdido facultades, después de todo, le habían robado la infancia para entrenarla en habilidades como esa... Ya era hora de sacar provecho.
―Estoy dentro ―susurró Seda, activando su holotransmisor de muñeca―. ¿Dónde estáis? ―Alzó la cabeza para asegurarse una vez más de que se encontraba sola en ese corredor.
―En el perímetro del reactor principal ―respondió Kai. Tanto él como Vespe y los dos soldados clon habían seguido la red de torres de energía hasta su centro, el único suministrador de electricidad de la guarida pirata―. Cuento a unos quince hombres haciendo guardia, pero podremos con ellos.
―Bien, esperad a mi señal para inutilizar el reactor ―le recordó Seda―. Venid al complejo en cuanto lo hagáis.
―Entendido. ―Kai asintió―. Ten cuidado ―dijo, antes de cortar la transmisión.
La padawan no aguardó más para ponerse en marcha. Con un bláster en la mano izquierda y paso sigiloso, se desplazó hasta los pisos inferiores, donde se ubicaban las celdas. Fue capaz de realizar todo el camino sin ser detectada, no obstante, cuando llegó al nivel de máxima seguridad se vio obligada a utilizar la violencia contra los piratas que hacían guardia. No eran muchos, y ni siquiera la vieron venir; los dejó fuera de combate en apenas unos segundos, silenciosa y veloz. Así eran los ex miembros de los fantasmas.
Guiándose por su conexión con la fuerza, dio con la celda donde creía que retendrían a los jedi, pero una vez que se deshizo del vigilante y echó un vistazo en el interior, no fueron los ojos de sus amigos los que le devolvieron la mirada, sino los de Dooku.
―Diría que estoy impresionado, pero sería mentira ―dijo el sith―, no esperaba una actuación menos brillante por tu parte.
Seda arrugó la frente en respuesta al halago.
―¿Dónde están? ―lo interrogó, todavía desde el corredor.
―Se los han llevado hace unos minutos ―respondió Dooku, indiferente―, supongo que para torturarlos, o matarlos.
La joven sacudió la cabeza y le dio la espalda, dispuesta a seguir buscando a los jedi, pero la voz del separatista la retuvo.
―Déjame salir, Seda.
Ella arqueó las cejas, sorprendida.
―¿Por qué debería hacerlo?―Se volvió hacia él, indecisa. Algo en el lord sith hacía que le resultara imposible ignorarlo, a pesar de que sabía que eso era lo más sensato. No solo le inspiraba respeto e incluso cierta admiración, sino que era consciente de que, de algún modo, él era su única oportunidad de localizar a Rastan y matarlo. En la Orden nunca la apoyarían si supieran lo que de verdad quería...
Y no estaba preparada para dejar ir esa oportunidad. Todavía no.
―Por el mismo motivo por el que pude matarte cuando te derroté en el asteroide, pero no lo hice ―respondió él―, porque tú y yo no somos enemigos.
Seda tragó saliva e inspiró hondo. No soltó el aire hasta que activó la cerradura de la celda, permitiendo que el separatista saliera al corredor. Estaba cometiendo un acto de traición a la República, pero no quería echarse atrás. Toda su vida la había pasado al servicio de otros. Esto lo hacía por sí misma, y no pensaba arrepentirse, por muy egoísta que semejara.
―Se los han llevado al nivel superior, todavía estás a tiempo de ayudarlos. ―Dooku la miró con determinación. Le estaba dando la opción de rescatar a Anakin y Obi-Wan, pese a que ellos sí eran sus enemigos; una pequeña muestra de buena fe por su parte―. Sabes dónde encontrarme, ven a buscarme cuando estés lista.
Dicho esto, inclinó la cabeza en una despedida y se alejó de ella rumbo al hangar. Seda no le dio más vueltas y corrió en dirección opuesta. Ahora su prioridad era liberar a los jedi, pero no olvidaría la invitación de Dooku. De algún modo, se sentía menos vacía, una nueva puerta se había abierto para ella. Todavía no estaba segura de si se atrevería a cruzarla llegado el momento... Pero el simple hecho de saber que tenía esa oportunidad la llenaba de una fortaleza que hacía mucho tiempo que no sentía.
El algarabío de diversos gritos y risas la condujo hasta la sala donde sus amigos estaban siendo torturados con descargas eléctricas. Apretó los dientes, cabreada y extendió las manos, atrayendo hacia sí otro par de blásters que volaron desde los cinturones de sus dueños sin que estos se percataran de nada.
Se desplazó en silencio entre los piratas, demasiado ocupados en burlarse del sufrimiento de los jedi como para reparar en ella. Una vez que localizó al líder, activó su holotransmisor y le dio la señal a Kai, quien, en el exterior del complejo ya se había deshecho de la guardia del reactor principal.
El padawan recibió el aviso y junto con Vespe y los clones, inutilizó el reactor, dejando la guarida Ohnaka sumida en la oscuridad y la máquina de tortura inhabilitada.
Antes de que los piratas pudieran empezar a preguntarse qué había sucedido, Seda liberó a sus amigos y les pasó un bláster a cada uno. Anakin no tardó en tomar a Hondo como rehén, encañonándole la sien, mientras Obi-Wan y Seda lo cubrían, formando un semicírculo en torno a él.
―¿Crees que tenéis alguna posibilidad, jedi? ―masculló Ohnaka, mientras era arrastrado por Anakin hacia el exterior de la guarida―. Soltadme ahora y tal vez os deje vivir.
―Acercaos y le mato ―se limitó a decir el chico, dirigiéndose al resto de piratas, que observaban la situación sin saber cómo actuar.
Fue en ese instante cuando los speeder conducidos por Kai, Vespe y los soldados clon llegaron a la entrada del complejo. La senadora se apeó del primero con una mueca de triunfo en el rostro.
―¿Alguien ha pedido un millón de créditos en especia? ―dijo, señalando con la mirada el cofre con el rescate que permanecía atado al speeder de Kailen.
Obi-Wan sonrió.
―Excelente, suponiendo que los piratas todavía tengan al Conde para el intercambio. ―Miró de reojo al rehén de Anakin.
Seda se mordió el interior de la mejilla, pero no necesitó inventar ninguna mentira, pues antes de que pudiera abrir la boca, todas las miradas se clavaron en una de las naves pirata que, pilotada por Dooku, ascendía volando desde el hangar y desaparecía en el hiperespacio.
―Bueno, eso responde a tu pregunta. ―Anakin se encogió de hombros, creyendo que el sith habría aprovechado el apagón de energía para huir. Sin soltar a Hondo, y acompañado por sus aliados de la República, siguió retrocediendo hasta su lanzadera, que seguía aterrizada en donde la habían dejado―. Kai, enciende los motores ―pidió.
El chico obedeció sin dudar un segundo.
―Y ahora, ¿qué haréis? ―Quiso saber el líder de los piratas―. ¿Vais a arrestarme?
Obi-Wan se volvió hacia él con una expresión relajada.
―No ―dijo, bajando su arma―. Anakin, suéltalo.
―¿Qué? ―El aludido arqueó las cejas, sin dar crédito.
―No tiene nada que queramos, y como ya no somos prisioneros tampoco tiene nada con lo que negociar ―se limitó a explicar Kenobi en tono pragmático―. Dejémoslo en tablas ―agregó encogiéndose de hombros.
Anakin accedió al razonamiento de su viejo maestro y liberó al pirata, que no se movió de su lugar, todavía algo perplejo por la actuación de sus ex prisioneros.
―Después de todo lo que os hemos hecho, ¿os vais a marchar sin más?, ¿sin represalias?
―No tenemos conflictos con vosotros y no buscamos venganza ―respondió Obi-Wan―. No sería propio de un jedi.
Aunque las palabras no iban con ella, Seda las sintió como una patada en el estómago.
―Vaya, sois muy honorable, maestro jedi ―reconoció Ohnaka―. Supongo que estamos en deuda con vosotros.
Kenobi solo asintió a modo de despedida y subió a la lanzadera, junto con Anakin, los soldados, los padawan y Vespe.
---
A pesar de que habían perdido al Conde Dooku, el ambiente en el interior de la nave era de triunfo. El sencillo hecho de haber salido ilesos de toda esa situación era digno de celebración.
―Hoy habéis actuado como auténticos jedi ―dijo Obi-Wan, mirando a los jóvenes aprendices desde el asiento del copiloto―. Estoy orgulloso.
―Por supuesto, porque somos increíbles. ―Kai se colocó detrás de Anakin que pilotaba la lanzadera―. ¿Qué hay de ti, maestro?, ¿estás orgulloso? ―lo pinchó en tono guasón.
El aludido dejó escapar una suave carcajada antes de responder.
―Así es, yogurín, estoy orgulloso ―reconoció―. Aunque podríais haberos dado un poco más de prisa, todavía tengo hormigueados los dedos de los pies.
Sus compañeros se echaron a reír, incluida Seda. Se sentía ligeramente culpable por su decisión, pero no se arrepentía. En cualquier caso, lo que más primaba para ella en ese instante era que todos estaban bien, y a salvo.
Ya tendría ocasión de pensar en Dooku, en la guerra y en la venganza más adelante.
-------
Creo que este ha sido el capítulo más largo hasta el momento, pero es que quería cerrar este arco ya, por eso no lo he dividido, y también un poquito para compensar la tardanza xD.
En fin, espero que os esté gustando la historia hasta el momento, poco a poco y a partir de ahora van a suceder cosas que propiciarán cambios drásticos en la trama y los personajes. Tampoco seguiré tanto la serie, a partir de ahora habrá más escenas originales y menos basadas en Clone Wars. En fin, cualquier comentario y crítica, como siempre es más que bienvenido :)
También quiero dar las gracias a todos los que votasteis por esta historia en el concurso del squadStarWars. Me alegró mucho que ganara en su categoría y el reconocimiento a Seda como mejor OC femenino. Sobre lo que pasó con los resultados a la más votada, ya di mi opinión en su momento, solo me falta agradeceros a los que votasteis por esta, sois amor :))
No creo que pueda actualizar pronto. En realidad, lo más probable es que no publique en mucho tiempo (y me refiero a varios meses), lo siento mucho, pero de verdad que no soy capaz de llegar a todo. Sin embargo, prometo que no voy a abandonar la historia, así que no worries, tarde o temprano actualizaré, eso seguro ^^
De nuevo, mil gracias por leer votar y comentar, os adoro :)
Besos ^^
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top