Cap. 26- Tras las huellas de Dooku

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Han transcurrido dos semanas desde que los generales Skywalker y Kenobi lograron derrotar al Malevolence y salvar la base médica de la República. Sin embargo, en la confusión de la batalla, el general Grievous logró huir, no sin antes dejar atrás ciertos archivos que han permitido a las tropas republicanas acercarse a su objetivo principal, el Conde Dooku

Los jedi Anakin y Obi-Wan, al mando de un acorazado estelar, han pasado los últimos días siguiendo la pista del líder separatista. ¿Lograrán atraparlo esta vez?, ¿podrán poner fin a la guerra?


El eco de un portazo en el interior de la cabina privada del general Skywalker todavía no se había desvanecido cuando la espalda de Seda impactó contra la puerta, quedando su cuerpo aprisionado entre el frío aluminio y el ardiente pecho del joven jedi.

Las manos de Anakin volaron hasta la nuca de la padawan y sus labios se encontraron antes de darle oportunidad a pronunciar palabra. No halló resistencia y eso lo animó a continuar con más fervor; su lengua buscó desesperadamente en el interior de la boca femenina, mientras los estilizados dedos de la joven se enredaban en su cabello y le acariciaban la espalda.

Anakin jadeó cuando notó los dientes de Seda atrapar su labio inferior en un mordisco travieso.

―Así que quieres jugar ―rio, separándose tan solo unos centímetros para mirarla a los ojos. A esos orbes negros que lo volvían loco. Percibía la pasión de Seda como propia, tal vez por la intensa conexión que compartían, tal vez por su sensibilidad a la fuerza... los sentimientos de ambos se confundían en su mente; el deseo, el ansia por estar juntos y a solas tras días encerrados en ese acorazado estelar, obligados a contener su mutuo apego para no despertar sospechas entre sus soldados y compañeros.

―¿Cuánto tardarán en necesitarnos? ―preguntó ella, en un suspiro anhelante de contacto.

―Unas cuantas horas por lo menos, he arreglado las guardias para que podamos estar juntos esta noche. ―Él le colocó un mechó de pelo tras la oreja―. Pero estamos en guerra, nunca se sabe lo que puede pasar.

―Entonces, ¿a qué esperamos? ―Seda volvió a atraerlo hacia ella, para saborear esos labios carnosos y voluptuosos que invitaban al pecado, que le hacían imposible si quiera considerar la idea de no romper el dichoso Código.

Anakin no supo contenerse, el suave tacto de Seda bajo sus manos, su boca bajo sus labios, su embriagador aroma..., todo en ella lo incitaba a dejarse llevar y desatar sus instintos más primarios y varoniles. En un gesto apresurado tomó la base de la camisa de la chica y se la sacó por la cabeza, arrojándola al suelo.

Seda se dejó hacer mientras él le agarraba las muñecas con una mano y se las sujetaba por encima de la cabeza, pegándose todavía más a ella sin cesar de besarla, ahora en un tortuoso descenso desde la mandíbula hasta el hueco entre las clavículas.

Un suspiro escapó de la garganta de la joven. Echó la cabeza hacia atrás, exponiendo su cuello a merced de los labios de Anakin, que disfrutaba de esa deliciosa piel como quien saborea su manjar predilecto por última vez.

―Ani... ―La padawan se removió entre las manos del jedi en un intento por liberarse.

Él le soltó las muñecas, pero no se separó demasiado.

―Si quieres que pare, solo tienes que decírmelo ―musitó, preocupado―. No quiero que te sientas presionada...

Ella negó vehemente; en un grácil salto enredó las piernas en torno a la pelvis de Anakin.

―No quiero que pares.

El jedi sonrió y la sujetó por las caderas. En esa posición y sin dejar de besarla, retrocedió hasta el borde de su cama, donde se sentó, con ella a horcajadas sobre sus piernas.

Los labios y las yemas de los dedos de Anakin se paseaban por su torso semidesnudo provocándole un agradable y adictivo hormigueo, como pequeñas descargas de electricidad. Casi sin ser consciente de sus actos, Seda deshizo los pliegues de la casaca del uniforme del jedi; también ansiaba sentir la piel masculina bajo sus manos.

Segundos más tarde, ambos estaban desnudos, tumbados sobre las sábanas con sus cuerpos entrelazados en un juego de caricias y besos que parecía no tener final.

Un gemido quedo se escabulló de los labios de la joven cuando los dedos de Anakin rozaron su intimidad.

―Eres preciosa ―susurró él, bajando la cabeza para catar una vez más la suavidad de su piel, desde el cuello hasta los pechos.

Seda solo cerró los ojos y se dejó llevar por el placer, enredando sus dedos en el cabello cobrizo del jedi. Era la primera vez que llegaban tan lejos desde que habían acordado aceptar sus sentimientos, y lo único que quería era disfrutar del momento.

Sin embargo, cuando separó los párpados, no fue el rostro de Anakin el que distinguió. La mirada llena de amor del jedi se tornó lasciva y pérfida en su mente, y las caricias, hasta el momento dulces y pasionales, agresivas y posesivas.

Los ojos azules y llenos de vida se volvieron plateados, gélidos, amenazantes.

Anakin se detuvo al percatarse de la expresión aterrada en el semblante de la padawan.

―¿Estás bien?, ¿te he hecho daño? ―preguntó, preocupado.

Ella respiró hondo un par de veces. No era real, sabía que no era real... solo recuerdos, pesadillas. Rastan estaba muy lejos.

―Estoy bien ―musitó. Se obligó a sí misma a abrazarlo de nuevo, a atraerlo hacia ella, ignorando la dolorosa disonancia que tales actos acarreaban en su cerebro. No quería dejarse llevar por el miedo. Necesitaba poder con esto.

―Seda, estás temblando ―insistió él, todavía alarmado.

Intentó apartarse, pero ella se lo impidió; lo sujetaba con tal fuerza que unas leves marcas rojizas comenzaron a vislumbrarse en los antebrazos masculinos.

―¡Estoy bien!

Aunque el tono atormentado en el grito de la joven le desgarró el alma, Anakin supo hacerse cargo de la situación con madurez. Se vio obligado a forcejear con Seda durante unos segundos que semejaron eternos; ella parecía no reconocerlo, bregaba con fiereza y angustia contra él.

―Seda, soy yo, mírame. ―Logró inmovilizarla contra el colchón y la mantuvo así unos instantes, observando como la adrenalina que antes la había sometido desparecía de sus ojos, ahora cristalizados por las lágrimas contenidas―. Tranquila. ―La soltó y le apartó el pelo de la cara en un gesto cargado de ternura.

La respiración agitada de la joven regresó a la normalidad poco a poco. Se incorporó ligeramente para apoyar la espalda contra el cabecero de la cama y agarró las sábanas para cubrirse.

―Lo siento. ―Clavó la vista en la esquina opuesta de la cabina. Se sentía tan avergonzada, tan débil y estúpida que no era capaz de mirarlo a la cara―. Yo..., creía que podía...

―No pasa nada, está bien. ―Anakin se sentó junto a ella y le pasó un brazo por la espalda, acunándola contra su pecho.

―Lo siento, Anakin ―repitió Seda cerrando los ojos. Se dejó abrazar por él mientras trataba de reprimir las ganas de llorar como una niña pequeña―, de verdad quería hacerlo... ―La frase se le atragantó en medio de un sollozo.

―No es culpa tuya. ―Dejó que Seda acomodara el rostro sobre su hombro mientras él le acariciaba el cabello. Le dolía terriblemente verla así.

―Sí que lo es ―replicó ella―. Creía que era fuerte, que lo había superado, pero ha pasado más de un año y todavía me controla...

La ira corrió por las venas del jedi. Deseó que la guerra terminara de una vez para poder ir a por el malnacido de Rastan y hacerle pagar todo lo que había hecho.

―Seda, eres la persona más fuerte que conozco. ―Anakin le alzó el mentón con una mano, pidiéndole que lo mirara―. Rastan te secuestró, te esclavizó y te violó... ―Solo de pensarlo se ponía furioso; rechinó los dientes y se obligó a continuar:― Eso habría destrozado a cualquiera, pero tú has seguido adelante. Tal vez tú no seas consciente de lo mucho que has avanzado, pero yo sí; hace unos meses apenas soportabas el contacto, y mírate ahora. ―Le acarició el brazo con suavidad, recalcando sus palabras.

Seda seguía llorando en silencio, pero Anakin percibió un ligero cambio en su ánimo, como si una parte de su discurso comenzase a calar en ella.

―Eres fuerte y valiente, una mujer y una jedi excepcional ―prosiguió, solemne―. Olvidarás a esa escoria, te lo prometo.

Durante varios minutos, todo lo que se escuchó en la cabina fue el lento compás de sus respiraciones. Anakin llegó a creer que ella se había quedado dormida en sus brazos, sin embargo, tras ese interminable silencio la voz de Seda volvió a llegar a sus oídos, más nítida y resuelta que nunca.

―Anakin, yo no quiero olvidar a Rastan. Quiero matarlo.

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A primera hora de la mañana los puños de Kailen Andor tamborilearon en un contagioso ritmo sobre la puerta de la cabina del general Skywalker.

―Maestro, te reclaman en el Puente ―canturreó, todavía ante la puerta cerrada―, maestro... ―repitió.

Tras unos segundos, Anakin se asomó por el marco ligeramente entreabierto.

―¿Qué sucede, Kai? ―preguntó, saliendo al corredor y cerrando con premura tras él.

―Lo hemos encontrado. ―El padawan esbozó una expresión eufórica―. Tenemos el paradero de Dooku, y está muy cerca. El maestro Kenobi quiere que nos reunamos para explicarnos el plan.

―Bien, vamos.

―Por cierto, tengo los archivos que me pediste ayer ―añadió el padawan, sacando un datapad de uno de los bolsillos de su túnica―, si quieres te los dejo en la cabin...

―No será necesario, los revisaré ahora mismo. ―Anakin se lo arrebató de la mano en un veloz movimiento.

―Como quieras. ―El chico frunció los labios algo sorprendido. Normalmente su maestro se tomaba con mucha más pereza cualquier procedimiento burocrático―. Tengo que ir a avisar a Seda de la reunión, te veo en el Puente.

―Déjalo, seguro que ella ya se ha enterado. ―Anakin posó una mano en la espalda de su aprendiz, instándolo a alejarse de su cámara privada y apartándolo del corredor que llevaba a la cabina de Seda.

―Pero eso es imposible, yo estaba con Obi-Wan cuando recibimos las coordenadas. No se lo hemos dicho a nadie todavía, solo a ti. ―El padawan se dejó guiar sin disimular una expresión de confusión.

―Te digo que ella ya lo sabe, no vayas a buscarla ―insistió Anakin, masajeándose el puente de la nariz.

―Tú estás muy raro hoy ―respondió el más joven encogiéndose de hombros.

El jedi solo sonrió y le dio un amistoso puñetazo en el brazo.

―¿Qué pasa, yogurín?, ¿sigues picado porque perdiste nuestra última apuesta? ―cambió de tema con una sonrisa burlona.

El padawan le devolvió una expresión divertida.

―Me debes la revancha.

―De acuerdo. ―Su maestro sonrió―. Te apuesto 10 créditos a que el plan de Obi-Wan consiste en usarme como cebo.

Las risas de los dos hombres alejándose llegaron a oídos de Seda, todavía en el interior de la cabina de Anakin.

La padawan exhaló un suspiro; Kai había estado cerca de descubrirlos... y no era la primera vez. Confiaban en él, estaban seguros de que, si llegara a enterarse, él les guardaría el secreto. Pero no querían forzarlo a cargar con su mentira. Mejor que siguiera en la feliz ignorancia.

Salió de la cama y empezó a vestirse con su ropa de batalla. Anoche Anakin le había insistido para que se quedara a dormir con él, y ella no había sido capaz de negarse; después de la pequeña crisis que había experimentado, la compañía del jedi era como un bálsamo. Tras una larga charla y unas pocas horas de sueño ya se sentía mucho mejor; era consciente de que en algún momento tendría que volver a enfrentarse al problema, pero por ahora solo quería aparcar ese episodio y cumplir con su deber como padawan... Lo cual implicaba darse prisa para no hacer esperar a su maestro.

Cuando estuvo lista se recogió el pelo en una coleta y se encaminó hacia el puente de mando a buen ritmo.

―Comandante.

Se volvió al escuchar la voz a su espalda.

―Cody ―lo saludó con una inclinación de cabeza―, sabes que puedes llamarme Seda.

―Lo siento, Seda. ―Este le sonrió al tiempo que le entregaba un archivo digital―, dele esto al general Kenobi, de parte de Rex, por favor.

―De acuerdo ―Se lo guardó en el cinto, junto a su sable láser―. Os veo luego en el Puente.

El soldado se despidió con un gesto de mano, antes de correr hacia la armería mientras Seda se encaminaba en dirección contraria. Pese a la enorme extensión del acorazo estelar, no tardó mucho en alcanzar su objetivo.

―Bienvenida. ―Obi-Wan le dedicó una sonrisa amable desde el panel de comunicaciones.

―Lamento la demora ―se disculpó ella, saludando también a Kai. Los demás oficiales estaban demasiado enfrascados en su trabajo frente a los mandos, ordenadores y controles―. ¿Y Anakin?

―Está saliendo hacia la nave de Dooku ―explicó Obi-Wan―. Se acercará primero, desarmado para tantear el terreno, luego yo me reuniré con él.

Kai chasqueó la lengua; ya había oído el plan minutos antes, y seguía sin estar muy convencido... Además, ahora le debía otros diez créditos a su maestro.

―Esto ya lo he vivido. ―Seda le dirigió a Obi-Wan una elocuente mirada―. Quieres tener a alguien dentro.

El aludido la miró con un brillo cómplice y divertido.

―Será más discreto si solo nos acercamos los dos, que si intentamos atacar con todo nuestro acorazado ―alegó, para luego clavar la vista en ambos padawan ―. Mientras yo esté fuera, vosotros os quedaréis al mando de toda nuestra flota. Espero que no sean más que unas horas, pero es una gran responsabilidad.

―Cumpliremos con nuestro deber, maestro Kenobi ―Kailen respondió con seguridad.

―Eso quería oír.

Tras concretar algunos detalles de la operación, Kai fue hacia el hangar para transmitir las órdenes a su escuadrón, mientras que Obi-Wan y su aprendiz se dirigieron a otra sala más pequeña, donde aprovisionarse para el asalto.

Un inusual silencio se instauró entre ambos. El jedi comenzó a preparar las armas al tiempo que ella daba los últimos retoques técnicos al traje espacial que él vestiría en un rato. Kenobi la observó por el rabillo del ojo; esa mañana Seda estaba mucho más callada de lo habitual, tampoco la notaba tan enérgica como de costumbre y unas tenues ojeras ensombrecían su hermoso rostro.

―¿Quieres contarme qué te sucede? ―Dejó a un lado su espada junto con la de Anakin y se acercó a la mesa donde ella trabajaba.

La joven alzó el rostro ligeramente desconcertada, pero enseguida se recompuso. En realidad no le sorprendía la pregunta; desde el primer día Obi-Wan había demostrado poseer un don para interpretarla incluso mejor que aquellos que la conocían de toda la vida.

―Algún día tendrás que contarme cómo lo haces ―Seda esbozó una sonrisa cansada.

―Eres mi padawan, es mi deber conocerte mejor que tú misma ―respondió, también sonriendo. Por supuesto que sospechaba posibles motivos para esa actitud menos activa de lo habitual en su aprendiz, y todos tenían que ver con Anakin y esa relación que casi con total seguridad sabía que ambos compartían. En ocasiones deseaba poder hablar con ellos abiertamente sobre eso, dejarles claro que se estaban arriesgando demasiado, que echarían a perder su increíble potencial como jedi por un capricho de juventud...

Pero había decidido seguir el consejo de Vespe, confiar en ellos y dejar que la fuerza siguiera su curso.

»¿Y bien? ―insistió Obi-Wan ante el breve silencio de su aprendiz―. ¿Estás preocupada por Anakin?

―Estaría igual de preocupada si fueras tú el que se colase solo en una fragata separatista ―respondió Seda, señalándolo con las pinzas electromagnéticas que estaba usando para ajustar el oxígeno del traje espacial.

―Me alegra saber que también soy beneficiario de tu preocupación. ―El jedi sonrió, cruzándose de brazos―. Empezaba a ponerme celoso.

Un leve rubor tiñó las mejillas de la más joven antes de que Obi-Wan le dirigiera una sonrisa y retomara la palabra:

―No voy a dejar que le pase nada. Anakin es como un hermano para mí.

Ella asintió con un suspiro.

―Solo, me parece arriesgado que vaya desarmado.

―Perdería su espada de todas formas. ―Kenobi se encogió de hombros, ganándose una suave carcajada por parte de su aprendiz. Al verla, las comisuras de los labios del jedi se alzaron ligeramente―. Así mucho mejor. ―La estrechó entre sus brazos en un fugaz pero sentido abrazo―. Te necesito al cien por cien para comandar toda esta flota.

―No te decepcionaré, maestro. ―Ella asintió―. Puedes confiar en mí.

―Lo sé, Seda. ―Obi-Wan le devolvió una mirada determinada. Luego tomó el traje ya listo con las armas y se dirigió hacia la puerta, no sin antes detenerse un último instante de cara a la joven―. Te confiaría mi vida sin dudarlo un segundo.

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Después de su conversación con Obi-Wan, Seda regresó al Puente junto con Kailen y los capitanes clon Cody y Rex. Los cuatro se hicieron cargo de que todo siguiera según el plan. Aguardaron una hora exacta antes de dar el salto hiperespacial hasta la ubicación de la fragata separatista en el interior de la cual se habían colado sus generales jedi.

―Que comience el show. ―Kai asintió en dirección a los artilleros, dando luz verde para lanzar las primeras descargas sobre el enemigo.

―Recordad que solo queremos distraerlos ―avisó Seda; frente a ella, a través del ventanal principal del Puente, se divisaba con claridad el crucero separatista―. Procurad no volar la nave antes de Obi-Wan y Anakin salgan.

―Entendido, comandante ―respondió el primer oficial de artillería, antes de regresar a su puesto.

Cody avanzó hasta colocarse a la altura de la padawan.

―¿Crees que habrán tenido tiempo suficiente de localizar a Dooku? ―preguntó.

―Eso espero ―Los ojos de Seda se clavaron en el paisaje espacial. Frunció el ceño; un pequeño grupo de cazas y un par de lanzaderas ligeras abandonaban la fragata enemiga en ese instante, huyendo de la batalla.

―Tenemos una transmisión del general Kenobi ―informó uno de los oficiales de comunicaciones.

―Ponla, rápido ―ordenó Kai.

La voz de Obi-Wan, sutilmente metalizada a causa de las interferencias, llenó la estancia.

―Seda, Dooku ha logrado escapar, Anakin y yo le perseguimos en un caza, pero necesitaremos refuerzos. Acudid con las naves que podáis reunir.

―Así lo haremos. ―La padawan puso fin a la comunicación y se volvió hacia sus compañeros―. ¿Tenemos algún escuadrón listo para volar?

―Todavía no ―informó Rex, disgustado―, tardaremos varios minutos.

―Pero este sistema está plagado de asteroides, perderemos el rastro si esperamos ―Kai se llevó una mano a la frente, preocupado; no quería decepcionar a su maestro la primera vez que lo dejaba al mando.

Seda volvió la mirada hacia el ventanal, la lanzadera de Dooku y la nave que habían robado Anakin y Obi-Wan cada vez estaban más lejos.

―Mi caza está listo ―recordó―, saldré ahora y os enviaré las coordenadas.

Los capitanes clon y Kai intercambiaron sendas expresiones vacilantes. Eso no le gustaría a sus generales.

―¡Chicos! ―Seda colocó los brazos en jarras―. No es buen momento para tener reparos.

―Tienes razón ―aceptó Cody. No podían permitirse perder a Dooku y, al fin y al cabo, Seda estaba al mando.

―Bien. ―Ella esbozó una expresión resuelta―. Kai y Cody, reunid a un escuadrón y seguidme en cuanto podáis. Rex, tú te quedarás al frente del crucero.

Antes de que los cuatro se dispersaran, Kailen se acercó a Seda y la tomó del brazo.

―Ten cuidado, por favor.

Ella solo asintió, devolviéndole una sonrisa enternecida. Luego desapareció por las puertas que llevaban al hangar.

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La arenisca asteroidal se arremolinó en tono a la lanzadera de Anakin y Obi-Wan como parte de un aterrizaje forzoso y accidentado que deleitó los ojos del Conde Dooku.

Tal vez en otra ocasión, se habría quedado a mofarse del contratiempo de sus enemigos, sin embargo se encontraba solo en territorio neutral, necesitaba sacar toda la ventaja posible antes de que los dos jedi abandonasen su destartalada nave y dieran con él.

Se internó en una de las muchas cavernas repartidas por ese pedregoso paisaje, consciente de que lo seguirían al detectar su huella en la fuerza. La vida era intensa en el interior de esa cueva; percibió al menos un par de nidos gundark y a otras criaturas abominables que harían el trabajo sucio por él.

Una sonrisa maliciosa asomó a sus labios mientras saltaba hasta el saliente más pegado al único acceso. Ahora solo quedaba agacharse y observar la entrada con ojo avizor; los jedi caerían en su trampa, estaba seguro.

No tuvo que esperar demasiado; a los pocos minutos, Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker habían atravesado el umbral siguiendo su rastro. Dooku cerró los ojos y utilizó su conexión con la fuerza para provocar un pequeño temblor que desmoronó la entrada de la caverna. Abandonó su escondite justo a tiempo de verse él también encerrado en el interior.

«Demasiado fácil» ―pensó, sacudiéndose las manos una vez fuera.

Tomó el camino de regreso a su nave. Después de la derrota sufrida horas atrás, debía regresar cuanto antes a Serenno y organizar a sus tropas para una nueva acometida, estaban perdiendo terreno. Lord Sidious no estaría contento.

Fue en ese momento cuando una familiar perturbación lo traspasó. Con una mueca de interés pintada en los labios se dio la vuelta lentamente. No estaba solo en el asteroide, alguien más lo había seguido.

―Sé que estás ahí, no seas tímida ―dijo en alto, llevando una mano a la empuñadura de su sable. En torno a él solo se divisaba una espesa neblina y algún que otro saliente pedregoso.

El reflejo blanquecino de una espada láser fue el único anticipo que recibió antes de que la chica se abalanzara sobre él, surgida de la nada. Sin embargo, Dooku fue capaz de parar el golpe con su sable.

―Querida Seda, cuánto tiempo sin vernos.



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Hola corasoness ^_^

Aquí llega mi nota de autora de turno xD. Espero que os haya gustado el capítulo, la primera escena me costó la vida, algo intensa, ¿no? Hasta me ha dolido un poquito escribirla, aunque no lo parezca porque soy muy cruel con mis personajes, odio hacer sufrir a Seda (es mi bebé sorry) y me dado hasta penilla... pero bueno, creo que teniendo en cuenta todo lo que vivió y como es y toodo, pues era necesario un momento así.

El resto ha sido ya más relajadito, pero como se adivina, el próximo va a estar cargado de cosas jugosas.

También quería adelantar que no deis nada por hecho. O sea, queda muchísima historia por delante, los personajes irán madurando, evolucionando, sus relaciones y formas de ver la vida serán distintas. Creo que ya sabéis porque lo digo. Hay cosas que me gustaría haber metido antes, pero creo que si lo hago ahora quedará muy abrupto y poco justificado. Mejor todo a su tiempo xD.

Muchísimas gracias a todos por leer, por comentar y votar y por el apoyo que le dais a esta historia. Hacéis que merezcan la pena las noches sin dormir jajaj, really, la vida real es muy agotadora.

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