Cap. 25- Malevolence
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En el espacio bélico en torno al Borde Exterior cientos de naves de la República están siendo destruidas por la nueva arma de los separatistas.
Tras una arriesgada misión, el maestro Plo Koon logra descubrir la naturaleza de la amenaza: un crucero estelar bautizado como el Malevolence, equipado con potentes cañones iónicos capaces de anular todas las defensas del enemigo.
En respuesta a la demanda de refuerzos por parte del jedi, el Senado envía una flota de batalla comandada por los generales Skywalker y Kenobi.
Las compuertas del hangar principal del crucero dirigido por el almirante Yularen se apartaron a un lado, dejando paso al maestro Plo Koon. Todavía no se había recuperado del todo de la reciente acometida que había capitaneado contra el Malevolence, sin embargo, no pensaba quedarse de brazos cruzados mientras la amenaza siguiera activa.
Examinó la zona con una rápida mirada. Los ingenieros y los soldados clon corrían de un lado a otro, ultimando los preparativos de las naves caza y los bombarderos dispuestos en fila en el cuadrante externo.
Localizó al almirante y a Skywalker en la otra punta de la pista, ambos dando órdenes a otro grupo de soldados. Se encaminó en esa dirección, cuando una voz a sus espaldas lo detuvo.
―Maestro Plo.
Al volverse, sus ojos dieron de lleno con la figura de la que había sido su aprendiz temporal, acercándose a él desde la entrada.
―Pequeña Seda. ―Una expresión alegre le adornó el semblante; no la veía desde que había dejado Eriadu―. No esperaba encontrarte aquí, ¿el general Kenobi no dirige el otro acorazado?
―Así es, pero el maestro Skywalker insistió en que fuera yo quién lo acompañase en esta misión ―explicó―. Kailen está con Obi-Wan.
Plo Koon dejó escapar un sonido semejante a una risa. Conocía la reputación de Anakin lo suficientemente bien como para no intentar comprenderlo. El general Skywalker era famoso por ser poco ortodoxo y demasiado temerario, pero su índice de batallas ganadas dejaba en claro que, por muy extraños que semejasen, sus métodos funcionaban.
―¿Qué tal el entrenamiento con Kenobi?
Ambos echaron a andar hacia la posición de Anakin y Yularen.
―Eficiente. ―Seda disimuló una mueca irónica. Todavía le molestaban algunas de las lesiones provocadas por el intenso adiestramiento al que la estaba sometiendo Obi-Wan. Sin embargo, no podía quejarse, le encantaba practicar con él, era atento, meticuloso y exigente, pero también divertido y amable.
Al alcanzar la posición del almirante dejaron de conversar. Yularen explicaba la situación a un grupo de soldados clon. Entre estos, Seda también distinguió a algunos pilotos de otras razas.
―El Senado nos ha asignado esta misión para acabar con la nave enemiga. El grueso de nuestra flota, dirigida por el general Kenobi, encabezará el ataque desde otro crucero, así que estaremos solos ―explicó el almirante―. El general Skywalker ha diseñado nuestra estrategia. ―Dio un paso atrás, permitiendo que Anakin se convirtiese en el foco de atención.
―Gracias, almirante. ―El caballero jedi le hizo un gesto a R2, situado a su lado, y el droide proyectó en el aire un holograma del Malevolence, obtenido gracias a la información recopilada por el maestro Plo Koon en una misión previa―. Nuestras naves son vulnerables a sus ataques, pero con los bombarderos será más fácil esquivar su arma. Nuestro objetivo: el puente y el general Grievous.
―El líder de los hojalata ―le aclaró en un susurro Plo Koon a Seda, que permanecía atenta a las explicaciones de Anakin.
Ella asintió en silencio. Había oído hablar del general Grievous, el cíborg que comandaba más ejércitos separatistas. Solo respondía ante el Conde Dooku, incluso estaba por encima de su asesina personal, Asajj Ventress. Lo llamaban el asesino de jedi, al parecer, no solo era un hábil estratega, sino también un espadachín prodigioso que se dedicaba a coleccionar los sables láser de los jedi que caían bajo su filo.
Los rumores que habían llegado a oídos de Seda decían que Grievous tenía algunas cuentas pendientes con su maestro, al igual que Ventress las tenía con Anakin. Por eso le sorprendía que Anakin la dejara participar en una misión tan arriesgada, pero al mismo tiempo se sentía feliz por la confianza que eso implicaba.
Por fin empezaban a tratarla como la guerrera que siempre había sido.
―Nuestros caza atacarán a gran velocidad para evitar su cañón de iones ―continuó exponiendo el jedi, al tiempo que iba indicando distintos puntos sobre el holograma―. Concentrad vuestros disparos en la estructura superior del puente. Si destruimos a Grievous conseguiremos que la guerra termine antes. ―Esbozó una sonrisa cargada de confianza, antes de dar una palmada, finiquitando así el breve discurso―. Bien, pilotos, preparen sus bombarderos.
Los soldados se dispersaron, obedeciendo las órdenes de su general. Seda lo observó orgullosa; no había miembro del ejército republicano que no desease combatir al lado de Anakin. Tenía un don para infundir seguridad y esperanza en sus subalternos.
―Skywalker, es un plan agresivo. ―El maestro Plo se acercó a su compañero―. ¿Crees que tu escuadrón podrá cumplir la misión?
El aludido esbozó una mueca divertida.
―Bueno, para eso he hecho venir al mejor escuadrón de la galaxia. ―Le guiñó un ojo a Seda en un gesto fugaz, antes de volver a posar la mirada en el jedi―. Pero se lo preguntaré a ellos. ―Alzó una mano, llamando a uno de los pilotos que todavía no se había alejado―. Capitán, ¿nuestros chicos podrán hacerlo?
El casco de navegación ocultaba las facciones del aludido, no obstante, por su complexión se adivinaba que no era un clon.
―Sí, señor ―respondió con voz femenina―. No hay misión que el Escuadrón Fénix no pueda cumplir. Bajas mínimas, máxima efectivida... ―No pudo completar la frase. Seda se había abalanzado sobre ella tras soltar un gritito de emoción; reconocería esa voz en cualquier parte.
Nova Tabase recibió el abrazo de su amiga con una carcajada, que enseguida fue coreada por sus compañeros.
―No puedo creerlo. ―La padawan se apartó tras un largo minuto para permitir que la pelirroja se despojara del casco―. ¿Qué haces aquí? Creía que te habían dado una misión en el Núcleo, ¿por qué no me dijiste que venías?
Sabía que Nova se había graduado en la Academia de Vuelo varios meses atrás, que enseguida la habían asignado a un escuadrón de la República y que, en poco tiempo, había llegado a ser nombrada jefe del mismo. Pese a la distancia, nunca habían dejado de estar en contacto. Pero, desde luego, no esperaba verla en el mismo crucero que ella.
―Era una sorpresa ―respondió Nova con naturalidad―, el general Skywalker movió los hilos para que nos dieran esta misión. ―Le guiñó un ojo al jedi, que respondió con una inclinación de cabeza.
A continuación, Anakin se adelantó hasta colocarse a la altura de Seda.
―Feliz cumpleaños ―le susurró. Desde que se había enterado del cumpleaños de la chica tres días atrás, no había parado de darle vueltas a qué podía regalarle. Necesitaba hacerlo, Seda significaba mucho para él y no quería dejar pasar una fecha tan importante sin hacer algo por ella.
Al final, fue Padmé quien le dio la clave para el regalo perfecto. Para Seda, lo más importante eran las personas. Y él sabía perfectamente dónde localizar a Nova, pues tampoco había perdido el contacto con ella. Le bastó hacer un par de holotransmisiones y cobrarse algún que otro viejo favor para conseguir que el Senado cambiase la misión actual del Escuadrón Fénix por la que él estaba planeando.
―Su reputación les precede, capitana Tabase. La misión está en buenas manos con su escuadrón. ―Plo Koon inclinó la cabeza en señal de respeto―. Si me disculpáis, he de concretar unos detalles con el almirante Yularen.
Seda no esperó a que el jedi desapareciese para volver a abalanzarse sobre su amiga. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se habían visto.
―Os dejo que os pongáis al día mientras hablo con Rex. ―Anakin le posó una mano en el hombro a cada una―. En veinte minutos os quiero junto a los cazas para volar ese cañón de iones.
―Sí, general ―respondieron ambas al unísono.
El jedi se dio la vuelta con una mueca divertida, pero Seda lo retuvo un segundo tomándolo del brazo.
―Gracias, Anakin.
El aludido le devolvió una sonrisa.
―No ha sido nada.
Seda lo observó alejarse en dirección al Puente de Mando. Anakin no dejaba de sorprenderla, esa actitud arrogante escondía un interior desinteresado, leal y noble. En momentos como ese, las pocas dudas que todavía albergaba sobre su relación se disipaban como las nubes en un día de sol.
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Los preparativos previos a la batalla aérea continuaban a su alrededor mientras Nova y Seda se habían retirado a una de las escasas zonas relativamente tranquilas sobre el hangar del crucero.
La pelirroja acababa de hacer una confesión que todavía tenía a la más joven con la boca abierta y los párpados separados al máximo.
―¿Casada?
―Quién lo iba a decir, ¿no? ―Nova sonrió, echándose hacia delante para apoyar los codos sobre la barandilla que rodeaba el hangar―. Yo, la menos romántica de todas, enamorada hasta los huesos.
―Pero, ¿por qué no se lo dijiste a nadie? ―Seda meneó la cabeza sin comprender nada―. Vespe tampoco lo sabe ―aseguró, la senadora se lo habría contado.
―Quería daros la noticia en persona. Pensaba ir a Coruscant en cuanto nos dieran unos días libres. ―Se encogió de hombros―. Se lo dije a Anakin, pero le pedí que guardara el secreto.
―¿A Anakin? ―Seda arqueó las cejas.
―Hemos estado hablando estos meses..., sobre muchas cosas. ―Miró a su amiga con suspicacia―. Él me cuenta mucho más que tú, enana.
Seda se dio una palmada en la frente. No podía creerlo, ¿qué manera era esa de guardar un secreto?
―No te enfades con él, en realidad no me contó lo vuestro, lo adiviné y no le quedó más remedio que reconocerlo ―intervino la pelirroja de nuevo, como si le hubiera leído el pensamiento a la más joven―. Es un buen chico, Seda. Sé que va contra vuestras normas, pero se os ve felices juntos, y eso es lo único que de verdad importa.
La padawan exhaló un suspiro de resignación, pero prefirió no darle más vueltas por el momento. Al fin y al cabo, Nova era como su hermana, y sabía que tarde o temprano se lo contaría, igual que ya lo había hecho con Vespe y Padmé.
―¿Y cuándo voy a conocer al desdichado que te ha conquistado? ―cambió de tema con una sonrisa burlona.
―Antes de lo que crees. ―Nova dio una orden por su intercomunicador y, al instante, uno de los pilotos de su escuadrón se acercó a ellas.
Seda tuvo que contenerse para no soltar un silbido de admiración ante el innegable atractivo del hombre que en ese momento tomaba la mano de Nova.
―Seda, te presento a Gabe Dameron, mi subcapitán.
―Y su marido ―completó él, dándole un amistoso golpe en el hombro a su esposa. A continuación, clavó una mirada jovial en la padawan―. Nova me ha hablado tanto de ti que tengo la sensación de que te conozco de toda la vida, ¿puedo darte un abrazo, verdad?
―Sí..., vale ―Seda tartamudeó, pero se dejó abrazar. Aprovechó el momento en el que él le daba la espalda a Nova, para alzar el dedo pulgar en dirección a su amiga, sin duda dándole el visto bueno a su nuevo esposo.
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Quince minutos más tarde, Seda corría a encontrarse con Anakin junto a las naves, ya listas para volar.
―Justo a tiempo. ―El jedi asintió satisfecho con la puntualidad de la padawan.
―Le has hablado a Nova sobre lo nuestro ―soltó la joven, en un tono que denotaba cierta mezcla entre queja y resignación.
Anakin suspiro y llevó las manos al frente, disculpándose.
―No iba a hacerlo, pero es demasiado perspicaz ―confesó―. Además, necesitaba compartirlo con alguien, a Obi-Wan no puedo decírselo, y tú tienes a Vespe y a Padmé...
―Tú también tienes a Padmé. ―Seda frunció el ceño.
―Sí, pero es distinto.
La más joven arqueó las cejas, pero luego agitó una mano restándole importancia; en realidad no dudaba de los sentimientos de Anakin.
―¿Cuál es mi nave?
―Vas conmigo, eres mi artillera ―respondió el chico, aliviado de no tener que responder a la pregunta anterior. La mirada elocuente que recibió como respuesta lo motivó a continuar:― Tienes que cubrirme las espaldas.
―Eso puede hacerlo R2 ―replicó ella. Ahora tenía sentido, por supuesto que Anakin no iba a dejarla participar en una misión tan peligrosa sin asegurarse de que estaría lo más protegida posible.
―Pero es que me gusta tu compañía ―respondió él con picardía.
―Claro, seguro que es eso. ―Seda dejó escapar una risa irónica―. No soy tan buen piloto como tú o como Nova, pero sé volar desde los diez años, Anakin, puedo llevar mi propio caza.
―Lo sé, pero estaré más tranquilo si vas conmigo, por favor.
La joven puso los ojos en blanco, pero no protestó más. Tal vez Anakin estuviese maquillando la orden con palabras amables, pero no dejaba de ser un mandato de un superior, no le quedaba más remedio que acatarlo. Al menos en esa ocasión.
―General Skywalker. ―El maestro Plo Koon se acercó a ellos acompañado del almirante Yularen―. Hemos recibido información de nuestros espías, la nave enemiga pretende atacar a nuestro convoy junto a Grindelia.
―El sistema Grindelia, ¿junto a Naboo? ―Seda arqueó las cejas―. ¿No es ahí dónde está nuestra base médica?
―Así es, pequeña Seda ―respondió Plo Koon―. Ahí enviamos a nuestros clones heridos en combate para su recuperación.
―Solo el general Grievous sería capaz de algo tan rastrero. ―Anakin apretó los labios, cabreado―. Tendremos que tomar un atajo si queremos llegar a tiempo para rescatarlos. ―Se volvió hacia Yularen―. Almirante, dé el aviso de evacuación a la estación médica e informe también al crucero del general Kenobi.
El aludido obedeció y se encaminó hacia el puente de comunicaciones.
―Os acompañaré y dirigiré la escolta ―dijo Plo Koon.
―Toda ayuda es bienvenida, maestro ―respondió Anakin, entrando de un salto a la cabina de su pequeño caza―. Procure no quedarse atrás ―añadió divertido.
―Su nave ya está preparada, maestro Plo, presentí que querría unirse ―agregó Seda, antes de subir a la nave y ubicarse detrás de Anakin en el puesto del artillero.
―Allá vamos. ―Los ágiles dedos del general Skywalker programaron los mandos.
Instantes más tarde, las escotillas principales del crucero base se apartaron a los lados, permitiendo que un escuadrón de veinte bombarderos ligeros abandonara el hangar en dirección al sistema Grindelia.
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―Espero que sepas lo que haces, Anakin. ―La voz de Obi-Wan llegó al interior del caza a través de los dispositivos de transmisiones.
―Bueno, si no, no estaré aquí para oír te lo dije ―respondió el caballero jedi, burlón, mientras atendía a los mandos de la nave.
―Eso me tranquiliza ―ironizó Kenobi desde el puente de su acorazado―. Bien, toma el atajo, yo conduciré al grueso de las tropas por el camino largo. Más vale que estéis allí cuando lleguemos.
―Ahí estaremos. ―Anakin cortó la transmisión con su maestro, dejando abierta la línea al canal con sus pilotos―. Escuadrón Fénix, formación cerrada, ¿me reciben?
―Fénix 1, a la escucha ―respondió la voz de Nova.
A esta, le siguieron los dieciocho pilotos restantes, más el maestro Plo Koon desde su caza escolta. Una vez recibida la confirmación completa, el general Skywalker dio la orden de salto hiperespacial.
Durante varios minutos, lo único que se divisó a través de los cristales fue un río de estrellas plateadas, una corriente constante de puntos brillantes que casi no dejaba lugar a la negrura natural del espacio.
En cuanto salieron de la velocidad luz, Seda abrió los párpados con sorpresa. El afamado atajo de Anakin era ni más ni menos que una densa nebulosa, una trampa mortal para cualquier nave.
―¿Ese era tu as en la manga? ―señaló, con cierta preocupación.
Antes de que el jedi pudiera contestar, la voz de Plo Koon ocupó la línea.
―Las nebulosas son impredecibles, navegad con prudencia.
―No se preocupe, maestro jedi. Sabemos cuidarnos ―contestó Nova.
―Afirmativo, Fénix 1 ―replicó Gabe Dameron―. Cuando salgamos de esta, invitaré a una ronda.
―Ya la estoy saboreando ―respondió Anakin, para luego mirar a la padawan―. Percibo tu recelo, princesita. Tranquila, hemos pilotado por parajes más peligrosos.
Pronto la niebla los rodeó por completo. Navegaban a ciegas, con los propulsores del caza de Skywalker, que encabezaba la formación, como única guía para todo el escuadrón.
―Los radares no funcionan ―comentó Seda tras varios minutos―. ¿Cómo puedes saber por dónde vamos?
―Estamos volando a la antigua usanza, al modo jedi ―respondió Anakin―. Hay que percibir el camino para no desviarse.
―Skywalker tiene razón, Seda ―intervino Plo Koon en el canal del escuadrón―. Libera tu mente, joven, y podrás ver el camino.
La aludida asintió en silencio. Al parecer, todavía le quedaba mucho por aprender.
―¿Cómo descubriste este atajo? ―quiso saber. La vista era hermosa, pero inquietante; nubes continuadas de humo rosado y naranja.
―Era una ruta de contrabando. Los pilotos hablaban de ella en Tatooine ―le respondió Anakin―. Lo llamaban el Paso de Bazmorra.
―¡Bazmorra! ―Dameron intervino en la conversación desde su transmisor―. General, Bazmorra es el nido de la mantarraya nebular, deberíamos dar la vuelta.
―No podemos, Fénix 2 ―contestó Anakin―. Si damos la vuelta no llegaremos a tiempo para coger a Grievous. Confío en vosotros.
Como si las palabras del piloto fuesen proféticas, una criatura gigantesca emergió de la niebla, seguida de otras tantas semejantes. Cada uno de esos monstruos triplicaba el tamaño del escuadrón al completo.
Seda las observó con fascinación; no parecían agresivas, sin embargo sí provocaron que algunos de los pilotos se viesen obligados a ejecutar maniobras arriesgadas para esquivarlas.
―Si las asustáis estamos perdidos ―avisó Plo Koon.
―Esa parece hambrienta ―comentó Nova desde su caza, observando como una de las mantarrayas pasaba a su lado con las fauces abiertas.
―Tranquila, solo te está sonriendo ―respondió Anakin, divertido.
El tramo que restaba dentro de la nebulosa semejó eterno, sin embargo, tras varios minutos y peripecias asombrosas por parte de todos los miembros del escuadrón, lograron salir sin bajas.
La estación médica espacial ocupó su campo de visión. Varios transportes civiles flotaban alrededor de la estructura mayor, evacuando a los enfermos ante la amenaza de ataque.
―De momento todo está en orden ―confirmó Plo Koon, al no percibir rastro del Malevolence.
―¡Por poco tiempo! ―avisó Seda. El radar de su monitor había vuelto a funcionar, captando la aproximación de una potente señal.
Casi no tuvo ocasión de terminar la frase, el temible crucero enemigo emergió de repente del hiperespacio, con los cañones ya cargados, disparando contra los transportes civiles que rodeaban la estación médica.
―¡No! ―Seda apretó los puños, pero no pudo permitirse más reacción, del interior del Malevolence surgió una oleada de cazas separatistas. Iban a por su escuadrón.
Los disparos no se hicieron esperar. La batalla aérea ya había empezado y las descargas se entrelazaban en medio de las naves de ambos bandos; mientras, el terrible crucero comandado por Grievous recargaba sus cañones de iones.
―¡Quítanos de encima a esos cazas! ―le pidió Anakin a la padawan, mientras ejecutaba un increíble giro para esquivar otro ataque.
―A la orden. ―Seda se giró en su asiento para tomar los mandos de las armas acopladas a su pequeña nave. Quizás no fuera tan buena piloto como el jedi, pero en eso sí que destacaba, su puntería era sencillamente perfecta.
Logró abatir a más de la mitad de los cazas enemigos antes de divisar como los cañones del Malevolence, ya recargados, estaban a punto de lanzar la primera descarga en su contra.
―¡Ahí viene! ―avisó por el canal del escuadrón.
―¡Máxima velocidad hacia el borde del rayo iónico! ―ordenó Anakin.
Una esfera de energía púrpura surgió del crucero separatista. Los pilotos republicanos obedecieron, sin embargo, el rayo se aproximaba demasiado rápido.
―Escuadrón Fénix, aquí Fénix 1. Informen ―pidió Nova, una vez que la esfera se disipó.
―Fénix 7 y 13 han sido alcanzados, capitán ―le respondió Gabe con un deje amargo. Por muy acostumbrado que estuviera a la batalla, la pérdida de un compañero siempre dolía.
De nuevo, siguiendo el plan inicial, el escuadrón se puso en marcha hacia el crucero enemigo. Tal y como Anakin había predicho, el Malevolence estaba protegido con armas de bombardeo por todo su casco, armas que comenzaron a disparar contra ellos sin tregua; mientras, por otro lado, el cañón de iones volvía a recargarse, preparándose para una tercera embestida.
El peligro cada vez era mayor. Seda observó con el corazón en un puño como otros dos miembros de su escuadrón eran abatidos por el tiroteo enemigo.
―El fuego es demasiado intenso ―comentó uno de los pilotos en medio de una maniobra desesperada.
―¡Todos los escudos al frente! ―ordenó Anakin.
Desde su puesto de artillera, Seda seguía disparando contra las armas enemigas, pero no era suficiente, el resto del escuadrón apenas podía atacar, todas sus energías estaban concentradas en no perecer bajo el fuego separatista. La situación iba de mal en peor.
―Anakin, esto no va a funcionar, necesitamos otro plan ―dijo la joven.
―No, lo lograremos, Seda, aguanta ―respondió el jedi entre dientes, esquivando con facilidad una llamarada de descargas. Sin embargo, tras ellos, otro caza de su escuadrón estalló abatido por los bombarderos enemigos.
―Anakin, tú puedes hacerlo, pero están derribando a los demás ―le hizo saber Seda. Se encontraban muy cerca de su meta, el cañón iónico de babor, no obstante, estaba segura de que la mitad del escuadrón no llegaría con vida; de poco serviría que se acercaran si luego no disponían del volumen de fuego suficiente para dañarlo―. Debemos cambiar de objetivo. ―La padawan señaló el cañón de estribor; estaba más lejos, pero menos protegido.
Casi pudo escuchar el aire abandonando las fosas nasales del jedi con frustración. Anakin detestaba rendirse, pero menos aún soportaba perder a sus compañeros.
―Está bien ―aceptó―. Escuadrón Fénix, escuchadme, cambio de objetivo, atacaremos el cañón de estribor.
Seda suspiró parcialmente aliviada. Los cazas volaron en formación de ala V hasta el nuevo destino, evitando por poco el fuego cruzado.
―Bien, pilotos, descargad todas vuestras armas sin piedad sobre su reactor. Si lo dañamos lo suficiente se sobrecargará cuando dispare ―señaló Anakin―. Torpedos fuera, ¡ahora!
Seda obedeció, al igual que los demás. Las explosiones anaranjadas se recortaron con cristalina nitidez sobre el lienzo opaco del espacio, justo un instante antes de que el Malevolence liberara su propia descarga, sin embargo, tal y como había predicho el jedi, la sobrecarga reaccionó contra la misma nave separatista, destrozando los cañones iónicos y el dispositivo de hipervelocidad en el acto.
―¡Sí! ―Gabe Dameron alzó un puño al aire, celebrando la victoria―. ¡Así se hace!
―Buen trabajo, Escuadrón Fénix. ―Una sonrisa de alivio asomó a los labios de Anakin―. Buen trabajo, padawan Aybara ―añadió, interrumpiendo un instante la comunicación en el canal.
―He liberado la mente para ver el camino ―respondió la joven, devolviéndole la sonrisa.
Fue en ese momento cuando tres cruceros acorazados de la República emergieron del hiperespacio.
―Anakin, ¿me recibes? ―La voz de Obi-Wan irrumpió en el interior del caza ocupado por el jedi y la padawan.
―Alto y claro.
―Enhorabuena, tu misión ha sido todo un éxito ―dijo Kenobi―. Enhorabuena a ti también, Seda.
―Gracias, maestro ―respondió la chica.
―El general Grievous sigue con vida ―informó Anakin―. Hemos destruido la amenaza principal, pero el Malevolence continua en pie. Hay que atacar ahora que son débiles.
―Has cumplido tu parte. Yo asumiré el mando a partir de ahora ―contestó Kenobi―. Acompaña al Escuadrón Fénix a la estación médica para que completen la evacuación. Os llamaremos si os necesitamos.
―Estaremos esperando, Obi-Wan. ―El chico puso fin a la transmisión.
En el puente de mando de su acorazado, el general Kenobi se volvió hacia sus oficiales.
―Muy bien, terminemos lo que empezó Anakin.
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El interior de la estación médica espacial era muy semejante al hangar de cualquier crucero estándar. El caza ocupado por el jedi y la padawan fue el último en aterrizar. Cuando ambos se apearon, el maestro Plo ya esperaba en pie sobre el pavimento.
―Buen trabajo, general Skywalker, su capacidad de liderazgo es impresionante.
―Usted tampoco lo ha hecho mal. ―Anakin se despidió del maestro jedi con una sonrisa de agradecimiento.
Este todavía no se había alejado del todo cuando se aproximaron Nova y Gabe, tomados de la mano y con expresiones cansadas, pero felices.
―Hoy has salvado a muchos hombres, Anakin ―dijo la pelirroja―. La directora de la estación quiere que te transmitamos su deuda contigo y con la República.
―No hay nada que agradecer, Nova. Soy yo el que está en deuda con los pilotos que hemos perdido en esta misión ―respondió el aludido, algo alicaído, pero con entereza.
―La muerte forma parte de la guerra ―intervino Gabe, solemne―. Ha sido un honor servir a su lado, y volvería a hacerlo, sin dudarlo.
―El honor ha sido mío. No he podido decirlo antes, pero me alegro por vosotros dos. ―Anakin estrechó la mano que el piloto le ofrecía―. Si me disculpáis, he de ir a prepararme para el próximo combate. Obi-Wan no tardará en llamarnos. ―Le hizo un gesto a Seda para que lo siguiera.
―Ahora voy ―respondió la chica. Quería despedirse primero de Nova y Gabe. No sabía cuándo volvería a verlos.
―Ven aquí, enana. ―Nova estrechó entre sus brazos a la padawan.
Gabe también quiso abrazarla, y Seda le dejó, el piloto le había caído en gracia. Sin embargo, cuando la soltó, ella compuso su mejor expresión amenazante.
―Como le hagas daño a Nova, no habrá lugar en la galaxia dónde te puedas esconder de mi furia ―dijo, en un tono entre divertido y sincero―. ¿Me has entendido, Dameron?
―Por supuesto. ―Él sonrió en respuesta, llevándose una mano al pecho.
―Cuídate mucho, enana ―intervino Nova por última vez, todavía con una expresión divertida―. Nos veremos pronto.
Seda asintió y se alejó de la pareja para acudir al encuentro de Anakin. Tal vez esa batalla hubiera terminado, pero la guerra no había hecho más que comenzar.
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