Cap. 22- Clone Wars

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No fue consciente de haber gritado hasta que la espalda se le arqueó como un resorte y sus ojos se abrieron de golpe a la oscuridad de su nueva habitación en el Templo.

Necesitó unos segundos para adaptarse a la situación inmediata. Los residuos de la reciente pesadilla se paseaban por su mente en fugaces flashes dolorosamente realistas. Seda inspiró profundamente varias veces, tratando de alejar de su memoria el gélido destello de aquellos iris plateados que tanto detestaba.

¿Por qué después de tantos meses volvía a soñar con Rastan?

Se incorporó del lecho cuando el sonido de unos golpes al otro lado de la puerta llegó a sus oídos. Respiró hondo una última vez, y abrió.

En el umbral, la expresión extrañada de Kailen Andor ocupó su campo de visión.

―¿Estás bien? ―preguntó el chico―. Mi habitación es la de al lado, te he oído gritar.

Seda reprimió un suspiro. Fantástica primera impresión para sus compañeros.

―Solo era una pesadilla ―respondió.

―Los jedi no tienen pesadillas. ―Kailen enarcó una ceja―. ¿Seguro que estás bien?

―Supongo que todavía me queda mucho por aprender antes de ser una jedi. ―Ella se encogió de hombros―. Gracias por preguntar. ―Apreciaba la preocupación de Kai, pero no estaba preparada para compartir sus traumas con él. Le caía bien, pero apenas lo conocía.

Kailen se llevó una mano a la nuca.

―Bueno, pues me alegro de que estés bien. ―Sacudió la cabeza, algo cortado―. Disculpa que te haya molestado. Y bienvenida a la Orden.

Seda lo observó dar un paso hacia atrás, de regreso a su dormitorio. Él chico tampoco parecía atravesar su mejor momento, se le veía cansado y algo alicaído; probablemente seguía afectado por la muerte de su maestra en Geonosis.

―Espera, Kai. ―Seda se mordió el interior de la mejilla―. No creo que vuelva a dormirme, ¿te apetece caminar un rato?

Una sonrisa fugaz asomó a los labios del chico.

―Claro ―respondió.

La joven le devolvió el gesto antes de cerrar la puerta de su habitación tras ella y unirse al chico en el desierto pasillo. Ambos echaron a andar sin preocuparse por buscar una prenda con la que cubrir sus pijamas, la temperatura en Coruscant era cálida incluso a esas horas de la noche.

―Siento lo de tu maestra ―dijo Seda tras un breve silencio―. Parecía una gran jedi.

―Lo era. ―Kai asintió―. Tan solo fui su padawan durante un año, pero me enseñó mucho más de lo que podría haber imaginado.

Salieron a una de las terrazas principales y se apoyaron sobre la balaustrada del balcón. Bajo ellos se extendía la intensa vida nocturna de la capital galáctica, sin embargo, el estrépito del tráfico y el bullicio de sus habitantes llegaban amortiguados al Templo; de algún modo, este siempre parecía inmerso en cierto aire de paz. Como un oasis de serenidad en medio del escándalo de la ciudad.

―Enhorabuena por tu ascenso a padawan ―comentó Kailen―. He oído que el maestro Kenobi solicitó hacerse cargo de tu entrenamiento. Tienes suerte, es uno de los mejores.

―Obi-Wan siempre ha sido muy atento conmigo ―dijo Seda, observando distraída el tráfico aéreo―. No sé si otros maestros habrían estado dispuestos a adiestrarme.

―No lo sé, tal vez. ―Kai se encogió de hombros―. Es cierto que la mayoría son bastante estrictos a la hora de escoger aprendiz. Mírame a mí, hace siete meses que perdí a mi maestra, y todavía no me han asignado a nadie para que supervise mi formación.

―¿En serio? ―La chica arqueó las cejas, sorprendida. En Geonosis había sido testigo del talento de Kailen con el sable láser, era un gran combatiente, no se merecía seguir apartado de la primera línea―. ¿Por qué?

El joven chasqueó la lengua.

―Están demasiado ocupados con las guerras clon. Todos los caballeros y maestros son generales, y no quieren arrastrar a un aprendiz nuevo a la batalla ―explicó―. Pero yo ya era padawan antes de que esto comenzase, si tengo que esperar a que el conflicto finalice para continuar mi entrenamiento, nunca alcanzaré el rango de caballero.

Eso era injusto; Seda contuvo un bufido de disconformidad. En ocasiones no lograba entender los engranajes de la Orden. Kailen había consagrado su vida a ser un jedi, no podían dejarlo al margen ahora.

―No te preocupes, eso no va a pasar ―respondió convencida―. Estoy segura de que muy pronto tendrás un nuevo maestro.

Kailen sonrió agradecido. Él no lo tenía tan claro, sin embargo, el tono resuelto en las palabras de Seda era contagioso. Tal vez no la conociera demasiado, pero desde el primer día le había parecido interesante, diferente a otros aprendices y muy simpática; una posible amiga dentro del peligroso mundo en el que vivían.

Tenerla de su lado, renovó las esperanzas que casi había perdido tras tantos meses de espera.

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A primera hora de la mañana, la sala principal de entrenamiento ya rebosaba actividad. A pesar de que el Templo contaba con decenas de estancias secundarias habilitadas para la práctica con el sable láser, muchos jedi preferían ejercitarse en esta, donde era más habitual encontrarse a algún camarada con el que compartir técnicas novedosas o, incluso mejor, con el que ponerse a prueba mediante un amistoso duelo.

Obi-Wan atravesó la puerta doble en busca de su nueva aprendiz. No le sorprendió encontrarla ya con Anakin, conversando en una de las esquinas de la sala mientras observaban el entrenamiento de un par de jedi veteranos.

―Veo que no perdéis el tiempo. ―Se acercó a los dos jóvenes.

―Quería enseñarle a Seda lo mejor del Templo antes de partir ―respondió Anakin encogiéndose de hombros―. ¿Está todo listo?

―El almirante Yularen y sus tropas nos esperan en el crucero estelar ―respondió Obi-Wan―. Los cazas están ya preparados en el hangar. Nos iremos enseguida.

―De acuerdo, iré a por R2. ―Anakin asintió. Le hubiera gustado poder despedirse de Seda de manera más cercana, pero la llegada de Obi-Wan le había estropeado los planes. Se limitó a darle una palmada en el hombro y pedirle que se cuidase en su ausencia. Con suerte no sería una misión demasiado larga, tal vez en menos de una semana podría volver a verla.

Cuando Anakin se alejó, Kenobi se giró hacia su aprendiz; Seda ya lucía la típica trenza de padawan tras la oreja, en cambio, en lugar de las habituales vestimentas jedi de colores neutros y claros, había optado (como Anakin años atrás) por tonos mucho más oscuros tanto para la casaca verde de manga corta, como en los pantalones negros y las botas marrones hasta las rodillas. La joven tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión interrogante en el rostro.

Obi-Wan no necesitó ningún truco mental para adivinar lo que le diría a continuación:

―¿Por qué no puedo ir con vosotros? ―inquirió Seda, sin molestarse en ocultar un deje de contrariedad. Se suponía que ya era miembro oficial de la Orden, no podían seguir tratándola con la misma sobreprotección que antes.

Una semi sonrisa asomó a los labios del jedi. Había acertado.

―Te prometo que esta será la primera y última misión en la que te deje de lado ―respondió con sinceridad―. Nosotros debemos salir ya hacia Cristophsis, pero tú todavía tienes asuntos que atender aquí: irás con el maestro Yoda a buscar el cristal Kyber con el que construir tu propio sable láser ―explicó, posándole una mano en el hombro―. Es un ritual muy importante para todo padawan; ya te has perdido demasiado por culpa de personas indeseables, no quiero que también te pierdas esto. ―A medida que él hablaba, el rostro de Seda se iba iluminando.

La fabricación del primer sable de luz era algo casi sagrado para los futuros jedi. Desde su opinión como maestro, tan o más importante que una misión en campo abierto.

―Bien ―aceptó Seda, mucho más animada que unos segundos atrás. Realmente le entusiasmaba la idea. Tanto Anakin como Kai le habían hablado del proceso de construcción de sus espadas láser. Para aquellos cuidadosos (es decir, cualquiera que no fuese Anakin, que perdía un sable en cada misión) ese primer arma se convertía en un aliado para toda la vida―. Pero ten cuidado, no quiero quedarme sin maestro antes de empezar a aprender.

―Vaya, así que ahora eso es lo único que te interesa de mí. ―Obi-Wan se llevó una mano al pecho, dramáticamente ofendido.

―¿Qué?, no, no pienso eso... ―Seda sintió sus mejillas enrojecer, para luego darse cuenta de que, de nuevo, él solo le estaba tomando el pelo.

―No te preocupes, podré superarlo. ―El jedi esbozó una mueca divertida y ella meneó la cabeza con resignación.

―Por cierto, maestro. ―En ningún momento le había resultado extraño comenzar a llamar a Obi-Wan maestro, desde los primeros días lo había considerado una especie de mentor―. Me gustaría pedirte una cosa, ¿conoces a Kailen Andor? Era padawan de la maestra Stass Allie.

―Sí, creo que sé de quién hablas. ―Kenobi asintió―. ¿Qué ocurre con él?

―Han pasado siete meses ya desde la batalla de Geonosis, y todavía no le han asignado un nuevo maestro ―explicó Seda―. Me preguntaba si podías interceder por él en el Consejo para que atiendan su caso.

Obi-Wan se acarició la barba, pensativo.

―Bien, veré que puedo hacer.

Una idea interesante acababa de abrirse paso en su cerebro.

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Una semana después.

―Señor, tenemos una transmisión entrante desde el Templo Jedi ―informó el oficial de comunicaciones del crucero estelar.

El almirante Yularen se apartó de los grandes ventanales bajo los cuales se podía observar la atmósfera del planeta Cristophsis.

―Pásemelos ―ordenó, acercándose a la mesa holográfica en el centro del puente de mando.

―Sí, señor.

Se oyó un chasquido y, al instante, las imágenes de los maestros Yoda y Mace Windu se materializaron ante sus ojos.

―Buenas tardes, maestros, ¿qué sucede?

―Almirante, necesitamos hablar con los generales Kenobi y Skywalker ―dijo Mace Windu―. Los necesitamos para otra misión en el núcleo interior.

El aludido frunció el ceño, ¿por qué, de todos los jedi, siempre necesitaban a esos dos? Apenas llevaba unos seis meses a su servicio, pero siempre estaban metidos en el meollo del problema.

―Desde ayer no hemos podido contactar con ellos. Tal vez por una tormenta solar o por el reinicio de su sistema de comunicaciones ―informó―. El apagón sin duda será temporal.

―De acuerdo ―aceptó Yoda―. Mensajeros enviaremos con órdenes para los generales.

―Asegúrese de que lleguen a él cuanto antes ―completó Windu.

―A la orden. ―Yularen se llevó una mano a la frente y cortó la transmisión.

Al igual procedieron en la sala de comunicaciones del Templo. Yoda no aguardó a que la imagen del almirante se desmaterializara del todo para girarse hacia los dos jóvenes que aguardaban en pie, listos para recibir instrucciones.

―Bien, jóvenes, preparaos, a Cristophsis partiréis. ―En su anciano rostro se dibujó una expresión solemne―. Hoy a la guerra os uniréis.

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Sobre la superficie de la capital cristophsiana centenares de droides separatistas, acompañados de tanques y toda clase de armamento de asalto daban la vuelta desde el campo de batalla hasta su sector, poniendo en pausa el fuego cruzado que hasta ese momento había dominado la zona.

―¡Se retiran! ―informó Rex, el capitán clon de la legión 501 del general Skywalker.

Obi-Wan y Anakin, ambos en pleno terreno bélico, intercambiaron una mirada de alivio. Su estrategia con los cañones había funcionado, al menos temporalmente.

―No tardarán en regresar, seguimos necesitando los refuerzos ―dijo Kenobi.

―Justo a tiempo, general ―Cody, el comandante al servicio de Obi-Wan, señaló una lanzadera que en esos momentos se acercaba a su zona de aterrizaje.

―Nuestro crucero habrá regresado a la órbita ―dedujo el aludido―. Cody, Rex id a los puestos de vigilancia y organizad a las tropas. Debemos estar preparados para cuando vuelvan los separatistas ―ordenó.

Los soldados clon obedecieron diligentemente.

―Parece que nuestro problema se ha resuelto. ―Anakin echó a andar con su antiguo maestro hacia la lanzadera. La ofensiva de los separatistas había resultado más dura de lo esperado; sus legiones no bastaban para recuperar el planeta, los droides comando los triplicaban en número. A lo largo de toda la semana habían sido capaces de mantener la posición, pero para ganar esa batalla precisaban una fuerza de asalto mayor―. Temía que el almirante Yularen no hubiera recibido nuestro mensaje.

―Tal vez no lo haya hecho ―añadió Obi-Wan. La rampa de la pequeña nave se estaba desplegando ante sus ojos, permitiendo que dos figuras asomasen desde el interior.

―¿Seda? ―Anakin arqueó las cejas―, ¿y un crío? ―agregó al ver al chico que acompañaba a la joven. Ladeó la cabeza, sorprendido, esperaba un par de batallones clon, no a dos aprendices―. ¿Qué está pasando aquí?

―Hola a ti también. ―Ella se llevó una mano a la cintura―. El maestro Yoda nos ha enviado. ―Avanzó hasta colocarse frente a ellos, pero el otro aprendiz se adelantó.

―Maestros, se les necesita para asignarles otra misión de urgencia ―informó, modulando la voz entre el entusiasmo y el esfuerzo por parecer correcto.

―Bueno, no sé si os habéis dado cuenta, pero aquí también tenemos una emergencia ―replicó Anakin.

―Nuestras comunicaciones sufren cierta inestabilidad, hemos estado pidiendo ayuda ―aclaró Obi-Wan cruzando los brazos.

Al comprender el problema, Seda exhaló un suspiro.

―Como no tenían noticias vuestras, los maestros Yoda y Windu creyeron que ya habíais liberado el planeta ―explicó―. Nos enviaron como mensajeros para llevaros a una nueva misión, pero está claro que vosotros no podéis dejar este sistema todavía.

―Estupendo, no saben que estamos en apuros ―resopló Anakin―. Entonces tampoco nos habrán enviado refuerzos. Y nuestro sistema de comunicaciones aún no funciona bien.

El chico más joven arqueó una ceja, ¿es que nadie caía en lo evidente?

―¿Por qué no transmitís una señal por medio de la lanzadera que nos ha traído? ―propuso―. Esa sí que funciona.

Un par de minutos más tarde, los cuatro rodeaban la mesa holográfica del interior de la nave, la cual los había contactado con el crucero del almirante Yularen y, este a su vez, con el Templo Jedi.

―Maestro Kenobi, los padawan os han encontrado, me alegro ―dijo el holograma de Yoda.

―Maestro Yoda, estamos bloqueados y el enemigo es más numeroso ―declaró el aludido―. No estamos en disposición de abandonar la misión. Han destruido nuestras naves de apoyo.

―De acuerdo, refuerzos os enviaré. ―La voz del maestro Yoda sonó entrecortada, al igual que su imagen. Un instante después, la señal del Templo desapareció en medio de interferencias.

En su lugar se materializó el almirante Yularen.

―Generales, hemos perdido la transmisión con Coruscant ―informó―. Las naves enemigas nos están rodeando, debemos abandonar la órbita hasta que lleguen los refuerzos.

De nuevo, antes de que la frase llegase a su conclusión, la comunicación se cortó.

―Imagino que habrá que seguir resistiendo. ―Anakin se encogió de hombros, estaba habituado a los pormenores de las batallas espaciales.

Obi-Wan asintió de acuerdo con él. A continuación, se giró hacia el chico que les había dado la clave para solicitar los ansiados refuerzos.

―Mis disculpas, joven, presentémonos como es debido.

―Mi nombre es Kailen Andor, soy el nuevo aprendiz padawan del maestro Skywalker ―respondió él, inclinando la cabeza cortésmente.

―Mi, ¿qué? ―Anakin se adelantó―. Espera, ¿qué? ―Llevó las manos al frente, gesticulando exageradamente―. No, no, no. Debe haber un error, yo no he solicitado un padawan ―se apresuró a clarificar.

―El maestro Yoda fue muy claro al respecto, me han asignado a Anakin Skywalker, y él será quién supervise mi adiestramiento ―replicó Kai, confuso y determinado al mismo tiempo. Había esperado esa oportunidad durante meses, no pensaba dejarla pasar al primer contratiempo.

Mientras caballero y padawan discutían, Seda y Obi-Wan cruzaron una mirada cómplice.

―Vamos, Anakin, no hace mucho me dijiste que te estabas pensando aceptar a un nuevo padawan ―comentó Kenobi, con aire distraído, pero sin ocultar cierto deje burlón.

―Sabes que no me refería a esto ―murmuró el aludido entre dientes, fulminando a su antiguo maestro con la mirada.

Seda puso los ojos en blanco.

―Maestro Skywalker, podría hablar contigo en privado un momento, el maestro Yoda me dio otro mensaje para ti ―intervino, recibiendo una expresión resignada por parte del jedi.

Sin dejar lugar a negativas, lo tomó del brazo, arrastrándolo con ella unos pocos metros, Lo justo y necesario para que Obi-Wan y Kailen no pudieran escuchar su conversación.

―¿Qué pasa, Ani? ―inquirió, cruzándose de brazos―, ¿por qué te niegas a adiestrarlo?

―Estamos en guerra, Seda, un padawan solo me entorpecería ―explicó él con suavidad.

―Kai no es cualquier aprendiz, ya fue padawan antes de perder a su maestra. Sabe lo que es la guerra ―aclaró ella. Bajó la voz, acomodándose tras la oreja un rebelde mechón que se le escapaba de la coleta―. Él fue quién me sacó de la celda en Geonosis. Dale una oportunidad, es muy bueno. Por favor.

Anakin se pasó una mano por el pelo, despeinándoselo en un gesto nervioso. Los aterciopelados ojos de Seda brillaban expectantes, ¡por la fuerza!, ¿cómo iba a decirle que no?

―Me debes una, princesita. ―Suspiró resignado, para luego esbozar una sonrisa―. Está bien, le daré una oportunidad, pero si no está a la altura...

―Lo estará. ―Seda tuvo que contenerse para no abrazarlo ahí mismo, y Anakin lo notó―. Gracias. ―La palabra sonó como un beso.

Él inclinó la cabeza en un gesto cargado de significado. Acto seguido, regresaron con los demás, ambos haciendo un notable esfuerzo por contener sus sentimientos y no prolongar más de lo debido el reencuentro.

Kenobi recibió a su antiguo aprendiz posándole una mano en el hombro de forma conciliadora.

―Resolveremos esto más tarde. ―propuso―. Los separatistas no tardarán en encontrar un modo de superar nuestros cañones. Debemos ponernos en marcha.

Anakin estuvo de acuerdo.

―Iré a ver a Rex al puesto de observación ―dijo―. Padawan Kailen, acompáñame. ―Echó a andar sin volverse a comprobar si el chico lo seguía.

Kai esbozó un gesto de sorpresa, pero no se hizo de rogar, corrió hasta ponerse a la altura de su nuevo maestro, todo bajo la divertida mirada de Obi-Wan, que no tardó en girarse hacia su propia aprendiz.

―Ven, te presentaré a Cody. ―Observó que en el rostro de la chica se dejaba translucir una expresión de alivio―. ¿Qué ocurre? ―preguntó.

―Casi esperaba que me enviaras de vuelta al Templo ―confesó ella encogiéndose de hombros.

Él le devolvió una sonrisa de culpabilidad, mientras ambos se encaminaban hacia la azotea donde habían situado el segundo puesto de vigilancia provisional.

―Eso se acabó ―prometió. Quizás por su pasado, por el modo en el que la había conocido, por su carácter fuerte y vulnerable al mismo tiempo, o un poco por todo..., Seda le inspiraba un cariño paternal que lo había impulsado a sobreprotegerla continuamente, pero ahora ella era su padawan; era consciente de que le iba a costar, pero no podía seguir alejándola de los peligros. La entrenaría, igual que había hecho con Anakin―. Vamos, enséñame esa espada en la que has estado trabajando ―cambió de tema, dirigiendo la mirada al sable apagado que colgaba del cinto de la chica.

―Es cierto, casi lo olvido. ―Ella lo desenganchó y se lo entregó con una expresión expectante.

Obi-Wan tomó la espada láser entre sus manos y la activó; la doble hoja, de luz completamente blanca, avivó el azul de sus ojos.

―¿Doble para imitar el equilibrio de la electrovara? ―aventuró el jedi, consciente de que esa había sido el arma con la que ella había aprendido a luchar.

Seda asintió.

―Pero eso no es todo, ¿estoy en lo cierto? ―añadió él, con un brillo de curiosidad―. Son gemelos. ―Separó la empuñadura con un ligero movimiento, convirtiendo la espada de doble filo en dos sables de tamaño estándar―. Impresionante, mi joven padawan. ―Realizó un par de filigranas, probando la estabilidad de las espadas―. Un arma digna de una gran jedi. ―Volvió a unir la empuñadura en una sola, la apagó y se la devolvió.

―Gracias. ―Seda se la enganchó al cinto. El maestro Yoda ya había alabado su trabajo cuando lo vio terminado, pero la aprobación de Obi-Wan significaba mucho más para ella.

En la azotea, varios grupos de soldados clon vigilaban los alrededores y ponían a punto sus armas, preparándose para una posible acometida por parte de los separatistas.

―¿Cómo está la situación, Cody? ―Obi-Wan se dirigió al hombre que organizaba a los demás, su comandante y mano derecha, al igual que el capitán Rex lo era para Anakin.

―De momento hay tranquilidad, señor; se preparan para otro asalto. ―El aludido se volvió hacia su general, y Seda ladeó la cabeza, observándolo con curiosidad; a pesar de ser físicamente iguales, casi todos los clones se habían esforzado por mostrar alguna característica que los distinguiera de los demás, ya fuera en el corte o color del pelo, mediante algún tatuaje, o incluso en la decoración de sus armaduras. La mirada del comandante se paseó desde Kenobi hasta ella―. ¿Quién es la chica?

Obi-Wan abrió la boca para responder, pero Seda se le adelantó, haciendo gala de su innata impulsividad.

―La nueva padawan del maestro Kenobi ―se presentó ella―. Seda Aybara. Encantada de conocerle, comandante Cody.

―Lo mismo digo, jovencita. ―El soldado inclinó la cabeza en un saludo cortés―. Espero que estés preparada para lo peor, esto es la guerra, no un campo de entrenamiento ―añadió en tono pragmático.

―Aprecio el consejo, comandante, pero estoy preparada, puede contar con ello ―Seda respondió sin el menor ápice de inseguridad.

Cody sonrió satisfecho con la respuesta. Alzó la mirada hacia Obi-Wan, quien le devolvió el gesto, consciente de la primera impresión, chocante y divertida, que Seda podía llegar a provocar.

El comunicador del maestro sonó en ese momento con la voz de Anakin, apremiándolos a reunirse enseguida; desde su puesto de vigilancia habían averiguado algo alarmante, el ejército separatista volvía a la carga, esta vez amparado bajo un escudo de energía deflector que anulaba la única ventaja de los republicanos hasta el momento, sus cañones.

Sin perder tiempo, los jedi, sus padawan y sus oficiales de confianza se juntaron de nuevo en torno a la mesa holográfica, donde habían desplegado un plano del terreno.

―El generador del escudo está en esta zona ―recapituló Obi-Wan, señalando el cuadrante superior en el mapa―. Aumentan lentamente su diámetro y lo mantienen justo delante de sus tropas.

―Entonces la acción de nuestros cañones es inútil ―intervino Rex.

El general asintió.

―Mientras se acercan podríamos intentar atraerlos hasta los edificios ―comentó―. Eso nivelaría un poco el juego.

Kailen se adelantó.

―No sé, si el escudo es tanto problema, ¿por qué no lo eliminamos? ―señaló, encogiéndose de hombros.

―Eso es muy fácil decirlo ―respondió Cody―. Pero hacerlo...

―Yo, por una vez estoy... de acuerdo con él. ―Anakin carraspeó, como si le costara admitirlo―. Alguien tiene que llegar al generador de ese escudo y destruirlo. Esa es la clave.

―Podéis colaros entre las líneas enemigas y solucionar este problema juntos ―propuso Seda, con naturalidad, ganándose una expresión fulminante por parte de Anakin.

―Por supuesto, lo haremos. ―Kai asintió entusiasmado, sin percatarse del cruce de miradas entre su amiga y su recién adquirido maestro.

―No tan rápido, yogurín. ―Anakin se cruzó de brazos―. Soy yo el que decide.

Obi-Wan ya examinaba el plano, reorganizando la estrategia para incluir la propuesta de Kai.

―Cody, Rex, Seda y yo nos ocuparemos de llevar a las tropas hasta esta zona. ―Indicó un punto entre dos rascacielos―. Centraremos el combate aquí, para que vosotros dos podáis atravesar sus líneas sin ser detectados por aquí.

―No tendrán mucho tiempo. ―Rex frunció el ceño, dubitativo―. Los droides son demasiado numerosos y nuestra capacidad de combate es limitada sin la artillería. Si no se destruye el escudo, las tropas alcanzarán a nuestros cañones y los volarán.

―¡Lo solucionaremos! ―Kai asintió, lleno de energía―. Vamos, maestro. ―Corrió delante de Anakin, rumbo a la ubicación propuesta por Obi-Wan.

Skywalker lo siguió, no sin antes dedicarles a su antiguo maestro y a Seda una expresión inculpadora.

―Esta os la guardo. ―No le cabía ninguna duda; esos dos se habían compinchado para cargarle al enérgico jovencito como nuevo padawan.

―Forman una pareja curiosa. ―Cody sacudió la cabeza―. ¿Creéis que lo conseguirán?

―Más nos vale, si queremos sobrevivir. ―Obi-Wan esbozó una sonrisa irónica.

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Las tropas enemigas avanzaban hacia su posición inexorablemente. La acción de los cañones se volatilizaba en cuanto entraba en contacto con el escudo deflector, permitiendo a los separatistas marchar hacia adelante sin apenas bajas.

―¡Ese dichoso escudo me está amargando el día! ―Obi-Wan bajó los prismáticos.

―Es inútil general ―dijo el capitán Rex―, incluso a máxima potencia no les afecta.

―Muy bien, Rex, lo hemos intentado. ―El jedi desenganchó su espada del cinto―. Tendremos que hacerlo a la vieja usanza. ―Miró a su padawan―. ¿Lista?

Ella respondió desenfundando su propio sable láser.

―Vamos allá. ―Kenobi saltó desde la azotea a la plaza de la ciudad, aterrizando en medio del ejército enemigo. Seda lo imitó, usando también la fuerza para caer sin problemas.

Detrás de ellos, los clones lanzaron ganchos de aproximación y los usaron para deslizarse hasta el suelo.

En apenas unos segundos estaban dentro del escudo, en plena batalla campal. Seda interceptó con su sable una descarga láser directa al pecho de Cody, quien se lo agradeció con un fugaz cabeceo, sin perder la concentración en ningún momento. Eran inferiores en número, pero eso no les restó determinación, tanto soldados como jedi disponían lo mejor de sí mismos para retrasar a los separatistas el mayor tiempo posible.

Con su nueva espada de doble hoja, Seda destrozaba droides casi sin detenerse a respirar, sin embargo, sabía que no era suficiente. Obi-Wan, sin alejarse demasiado de ella, y al mismo tiempo pendiente de sus propios oponentes, divisó a algunos de sus hombres regresar hacia ellos corriendo.

―General, tenemos muchas bajas, y sus tanques ya están aquí. ―El soldado informó de la situación, prácticamente resollando por el esfuerzo―. Su escudo casi ha alcanzado nuestra artillería. No podemos detenerlos.

―¡Vuelva de nuevo con las tropas a los cañones!, ¡hagan lo imposible por protegerlos! ―ordenó Kenobi, alzando la voz para hacerse oír por encima de los disparos―. Seda y yo entretendremos a los droides. ―Miró a la chica, que asintió decidida.

―Pero, señor...

―¡Nada de peros, es una orden! ―bramó el jedi, cortando la réplica del clon.

En cuanto el soldado obedeció, maestro y padawan se abalanzaron sobre la avanzadilla de droides comando. Cubrieron el retroceso de sus tropas hasta que fue imposible continuar. Estaban rodeados y encañonados por un enorme tanque.

Obi-Wan apagó su espada y se la colgó del cinto.

―Guarda el arma ―le susurró a Seda.

Ella obedeció, mientras, en frente, la escotilla del tanque más adelantado se abría, permitiendo la salida del general separatista; un alienígena kerkoiden al que Seda no pudo evitar comparar con una especie de rinoceronte humanoide.

―Usted debe ser el infame general Kenobi. ―El kerkoiden miró al jedi de arriba abajo. En sus fauces, tan afiladas como las de una bestia, se adivinaba una sonrisa de superioridad.

―Nos rendimos. ―Obi-Wan alzó las manos.

Dos droides comando les arrebataron las espadas. La joven vio con el ceño fruncido como se llevaban su preciado sable láser.

―Ahora, maestro Kenobi, ordene a sus tropas que se retiren.

En lugar de amilanarse, el aludido usó la fuerza para mover cuatro pedazos de escombros y colocarlos ante él, a modo de mesa y sillas.

―General, siéntese, por favor. ―Obi-Wan indicó una de las improvisadas butacas.

―¿Se ha vuelto loco?

―Acabo de admitir la derrota, ahora solo tenemos que negociar los términos de la rendición. ―Kenobi se encogió de hombros con total naturalidad, como si se encontrase en una cantina en el centro de Coruscant, en lugar de en pleno campo de batalla, encañonado por medio ejército enemigo, y desarmado.

Al lado de su maestro, Seda contuvo una carcajada.

El general separatista pareció pensárselo unos segundos antes de responder:

―Está bien, pero no intente ninguno de sus trucos jedi. ―Reparó en la chica―. Ni usted, ni su padawan.

―Por supuesto, no hay motivos para no hacer esto de un modo civilizado ―Obi-Wan contestó en tono jovial, mientras el kerkoiden se dejaba caer en uno de los pedazos de roca-silla―. Es un honor poco común encontrarse con el adversario cara a cara. Usted es una leyenda en el núcleo interior ―comentó, moviendo uno de los escombros para que Seda se sentase junto a él.

―Gracias, el honor es mío. ―El separatista agitó una mano―. Me alegro muchísimo de que haya decidido rendirse.

―Bueno, en algún momento uno debe aceptar la realidad de la situación ―carraspeó―. ¿Podríamos tomar un refrigerio?

La chica se mordió la lengua. Cada vez le costaba más no echarse a reír. No era de extrañar que tanto separatistas como republicanos hubiesen apodado a su maestro como el negociador. Obi-Wan tenía un don para convertir hasta el tratado de guerra más agresivo en una agradable charla de cantina...

―¡Tú!, tráenos algo de beber. ―El general separatista se dirigió a uno de sus droides.

―Gracias, esto no durará mucho. ―Kenobi inclinó la cabeza.

Unos quince minutos más tarde, Seda ya había vaciado su vaso de té, al igual que el kerkoiden, sin embargo, Obi-Wan seguía removiendo el líquido de su taza con una elegancia casi cortesana, mientras comentaba los pormenores del acuerdo, cada vez más absurdos y rebuscados.

―Y por supuesto, cuando mis tropas estén bajo su custodia deberá ocuparse de su alimentación y alojamiento ―señaló, llevándose el recipiente a los labios con parsimonia―. ¿Cuántos soldados hay en nuestra legión, Seda?

―Trescientos sesenta, maestro ―respondió ella, en el mismo tono neutral.

―Ajá. ―Obi-Wan asintió―. Dígame, general, ¿tienen suficientes provisiones para trescientos efectivos más?

―¡Ya basta! ―El aludido pegó un manotazo sobre la mesa― ¡Nos está entreteniendo!

―Le ha costado ―murmuró Seda, irónica.

―¡Detenedlos!

Ambos jedi sintieron como cuatro droides comando los apresaban por los brazos.

―Si no retira a sus tropas ahora mismo, no tendré más remedio que destruirlos a los dos ―farfulló el kerkoiden, agitando un puño en el aire.

―La verdad, esperaba que a estas alturas su escudo ya estuviera anulado ―confesó Kenobi chasqueando la lengua.

Y como invocada por las palabras del jedi, en ese mismo instante, una pequeña explosión en el generador precedió al progresivo desvanecimiento del dichoso escudo deflector.

En el rostro de Seda se dibujó una expresión alegre, al parecer Anakin y Kai habían sabido trabajar juntos.

―Por fin. ―Obi-Wan esbozó mueca triunfal antes de liberarse de sus opresores con un salto, para luego estrellar a uno contra el otro mediante el uso de la fuerza.

Seda también supo desasirse del droide que la agarraba. Aprovechó la confusión para recuperar los dos sables láser, y le lanzó el suyo a su maestro, quien en un solo movimiento fue capaz de atraparlo en el aire, encenderlo, y apuntarlo hacia el pecho del general separatista.

―¡No disparen!, ¡no disparen! ―El kerkoiden pidió a los suyos que detuvieran el fuego, temiendo por su propia vida.

Al mismo tiempo, los cañones republicanos, dirigidos por las tropas clon, comenzaron a descargar contra el grueso del ejército separatista, ahora desprotegido y concentrado en un solo punto. Todo pasó muy deprisa, Obi-Wan todavía enfilaba al general enemigo cuando su comunicador recibió una transmisión del almirante Yularen, informándole de que su crucero estelar había logrado traspasar el bloqueo espacial; los refuerzos ya estaban aterrizando en la superficie de Cristophsis.

―Parece que hemos ganado esta batalla. ―Kenobi sonrió, mirando a su alumna con un gesto complacido, orgulloso de su diligencia durante la misión.

La primera de muchas que vivirían juntos.



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Hola amores míos :)

Antes de nada, ¿os gusta el manip de Seda de jedi? tardé horas en hacerlo, pero quedé muy contenta con el resultado ^_^ así sería su look principal a lo largo de este arco de Clone Wars. La imagen original es de un cosplay que encontré por internet de Satele Shan, una jedi de la antigua república, que por cierto, creo que tiene una historia muy interesante, tal vez algún día escriba sobre ella xD.

Aquí dejo otra versión del manip, un poco más luminosa:

Well, y ahora las malas noticias. Estoy de nuevo a tope con los estudios y todas las responsabilidades de la vida fuera de wattpad, así que durante una temporada apenas tendré tiempo para escribir. En lugar de subir capítulos salteados y escritos a las prisas, prefiero hacer un parón (so sorry, de verdad) así en mis ratos libres podré ir trabajando en la historia, con calma y buena letra jajaja, y luego volver de nuevo con buenos capítulos.

De verdad que lo siento, prometo que esta vez el parón no será tan largo. Como muy tarde para Navidades prometo tener varios capítulos, para quitarnos el mono de Star Wars que seguro que nos dejará la peli de Los últimos Jedi xD.

En fin, de verdad, mil perdones, ojalá las clases no nos quitaran tanto tiempo. A lo mejor consigo subir algún capítulo antes, pero como muy tarde, nos vemos en diciembre, con más y mejor de Seda y compañía.

Besos a todos, y gracias por la comprensión.

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