Cap. 15- Tatooine
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Un rápido vistazo a su alrededor le bastó a Seda para constatar que las semejanzas entre Dantooine y Tatooine iban mucho más allá del parecido topónimo. El paisaje desértico, el clima árido, la ciudad ocupada por la peor calaña de cada sistema...
―¿Te encuentras bien? ―Anakin le tendió la mano para ayudarla a subir al transporte que acababa de conseguir, un sencillo speeder con estructura de calesa.
―Todo esto es..., demasiado familiar ―resumió ella, sentándose junto a él.
Anakin respondió con una sonrisa apática.
―Lo sé, como en casa, ¿no? ―ironizó, al tiempo que ponía en marcha el vehículo.
Ninguno habló demasiado durante el breve trayecto hasta el centro de la ciudad. Ambos se encontraban inmersos en los recuerdos evocados por el ambiente en torno a ellos.
Anakin detuvo el speeder unos minutos después, justo en frente de una tienda de recambios en cuya entrada un toydariano de poco más de metro y medio de altura y aspecto ligeramente insectoide trataba de reparar sin éxito una pieza.
Seda acompañó al jedi hasta la puerta del comercio. Los idiomas intergalácticos habían formado una parte esencial dentro del estricto programa en el cual se había criado, por eso, pese a nunca haber sido la mejor de sus compañeras en ese ámbito, fue capaz de comprender lo esencial de la conversación entre el padawan y el toydariano. Al parecer, ese insectoide, el antiguo dueño de Anakin, había vendido a Shmi Skywalker años atrás a un granjero llamado Craig Lars, quien, según se rumoreaba, la liberó y se casó con ella.
―¿Sabes dónde están ahora? ―inquirió Anakin.
―Echaré un vistazo a mis archivos. ―El toydariano realizó un gesto, invitándolos a ambos a pasar al interior de su tienda de recambios.
Mientras este desaparecía por la puerta de la trastienda, Anakin se detuvo a ojear, con cierta nostalgia, el comercio donde había pasado tantas horas cuando era un niño.
―En esa mesa construí mi primer droide. ―Señaló el mueble que Seda tenía a su derecha.
Ella se volvió hacia él, retirándose por primera vez la capucha que cubría su larga melena, en ese momento recogida en una coleta alta.
―¿Era bueno con vosotros? ―preguntó, con genuina curiosidad. Sabía que Anakin y su madre habían vivido bajo el yugo de la esclavitud, pero por lo que había visto y escuchado, la vivencia de los Skywalker poco tenía en común con la suya.
El jedi se encogió de hombros.
―Teníamos casa propia, y en las horas de trabajo me dejaba utilizar las piezas de la tienda para construir mis cosas ―respondió con una media sonrisa―. También me hacía competir en carreras de vainas para ganar dinero con apuestas. Era muy peligroso para un crío, pero a mí me gustaba y se me daba bien. Supongo que no me puedo quejar ―terminó. No quería profundizar en el tema, era consciente de lo diferente que había sido su experiencia como esclavo de la de Seda. Dentro de lo malo, él lo había tenido relativamente fácil. Al menos se había criado con su madre, había disfrutado de una familia.
Ella asintió. Se acercó a él y le posó una mano en el hombro.
―La vamos a encontrar, Anakin ―dijo, tratando de reconfortarlo.
Él colocó su propia mano sobre la de la joven, a la vez que le devolvía una sonrisa cargada de gratitud. No le resultaba sencillo expresar sus sentimientos en voz alta, pero contar con el apoyo de Seda en ese momento significaba mucho para él.
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Las indicaciones del toydariano los llevaron muy lejos de la ciudad. Aterrizaron la nave senatorial que Padmé les había prestado en medio de un paraje casi desértico, escasamente salpicado de pequeñas viviendas con estructura de semiesfera.
La más próxima a los dos jóvenes estaba custodiada por un droide humanoide. Cuando ambos se acercaron, el robot se giró hacia ellos produciendo un incómodo chirrido.
―Hola, ¿en qué puedo servirles? ―habló con su voz ligeramente metalizada―. Soy C3...
―¡PO! ―completó Anakin, sorprendido.
―¡El hacedor! Amo Ani, sabía que volvería.
Las cejas de Seda se alzaron inconscientemente en un gesto de admiración. Si sus oídos no la engañaban, con apenas ocho años de edad, Anakin ya había sido capaz de fabricar ese complejo androide de protocolo. Sin duda, los talentos y la inteligencia del padawan eran innegables. No obstante, se abstuvo de comentar nada. Anakin ya contaba con un ego suficientemente engrandecido, no iba a ser ella quien contribuyese a aumentarlo todavía más.
―C3PO, he venido a ver a mi madre ―explicó el chico.
El droide los condujo hasta el interior de la vivienda, donde fueron recibidos por Owen Lars (el recién descubierto hermanastro de Anakin), y su prometida, Beru. La pareja los llevó hasta el comedor, donde aguardaba Craig Lars, el granjero que había comprado y liberado a Shmi Skywalker.
―Sentaos, por favor ―pidió el hombre―. Hay mucho de qué hablar ―añadió con un deje de tristeza.
Craig era un granjero de agua ya entrado en años, de mirada bondadosa pero melancólica. Les habló del gran cariño que sentía por la madre de Anakin y de la enorme pena que lo embargó el día en el que fue capturada por un grupo de bandidos tuskens, ya un mes atrás. Según les relató, él mismo y otros treinta hombres habían partido a buscarla, pero solo cuatro regresaron; el propio Craig Lars con una pierna menos.
―No quiero darla por perdida ―admitió el granjero, sin ser capaz de ocultar el peso de la culpa en su voz―, pero ya ha pasado mucho tiempo, no creo que continúe con vida.
La silla de Anakin se echó hacia atrás a la par que este se ponía en pie.
―¿A dónde vas? ―le preguntó Owen.
―A buscar a mi madre ―la respuesta del joven fue rápida y decidida.
El viejo Craig miró al padawan con toda la compasión del mundo.
―Tu madre está muerta, hijo. Tienes que aceptarlo.
―Aprecio tu preocupación, pero no lo aceptaré si no lo veo con mis propios ojos ―respondió. Con un cabeceo de despedida, abandonó el comedor y se dirigió a la terraza superior, donde antes había visto un par de speeders aparcados.
Seda se disculpó con los Lars antes de seguir al padawan.
―Anakin, espera.
―No intentes detenerme, me da igual lo que digan, tengo que ir. ―El joven se subió a uno de los vehículos y trató de arrancarlo. El motor comenzó a rugir.
La chica se colocó delante, cortándole el paso.
―No quiero detenerte, quiero ir contigo.
―Es peligroso, los tuskens son auténticos salvajes. ―El jedi realizó un gesto negativo con la cabeza.
―Lo sé, también había tuskens en Dantooine. ―Seda contuvo una mueca de frustración. Había crecido rodeada de auténticos asesinos y bestias, ¿por qué los jedi se empeñaban en subestimarla? Ella podía ayudar. Quería ayudar―. Cuando escapamos de Eclipse Blanco me vi obligada a abandonar a mis amigas, probablemente ya estuvieran muertas, pero nunca lo sabré con seguridad ―explicó―. Si alguien puede llegar a comprender lo que estás pasando ahora, esa soy yo. Anakin, por favor, déjame ir contigo.
El padawan vaciló. Seda tenía toda la razón del mundo, pero por mucho que le hubiera gustado poder decirle que sí, permitir que ella lo acompañase, ya había incumplido en demasía su deber. La seguridad de la joven estaba por encima de su propio deseo de no separarse de ella.
―Lo siento, Seda. ―Anakin se bajó del speeder un momento para colocarse frente a ella―. No puedo dejar que vengas. Debes esperarme aquí, los Lars son buenas personas. ―Dudó un instante antes de darle un rápido abrazo a la joven. Luego volvió al vehículo―. No tardaré.
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Para Obi-Wan los días posteriores a la partida de Anakin y Seda no habían sido precisamente tranquilos. Había jurado descubrir cuanto antes al autor de los atentados contra la senadora Amidala, y él siempre cumplía su palabra.
El análisis del dardo utilizado para acabar con la cambiante que intentó asesinar a Padmé en su apartamento lo llevó hasta el planeta Kamino, habitado por los inteligentes clonadores. Ahí descubrió que el maestro Sifo-Dyas, un jedi fallecido diez años atrás, había encargado a los kaminoanos la creación de un ejército Clon en nombre de la República, pero sin el conocimiento previo del Consejo Jedi. El sujeto primo de las clonaciones era Jango Fett, un cazarecompensas contratado para dicho trabajo por un tal lord Tyranus.
Al reconocer el arma de Jango Fett, Obi-Wan enseguida supo que él era el mercenario detrás de la muerte de la cambiante. Trató de arrestarlo, pero Fett logró escapar, no sin que antes el jedi le colocara un rastreador en la nave.
La señal enviada por el dispositivo guio a Obi-Wan hasta el planeta Geonosis, donde descubrió una base secreta de la Confederación de Sistemas Independientes, en otras palabras, los Separatistas, los auténticos enemigos de la República, una unión de sistemas estelares surgida unos seis años atrás con el único objetivo de derrocar el orden del Senado Galáctico.
El jedi fue capaz de ocultarse a tiempo para presenciar una reunión de los más altos miembros del movimiento secesionista. La frustración lo embargó cuando, con sus propios ojos, verificó los rumores que habían empezado a circular unos pocos años atrás: el líder y máximo instigador de la futura guerra era el Conde Dooku, admirado ex jedi y único pariente vivo de Seda Aybara.
Junto a este, se sentaba el Virrey Nute Gunray, el líder de la Federación de Comercio y un viejo enemigo de la senadora Amidala que había solicitado la muerte de Padmé a cambio de aportar su ejército de droides al, ya de por sí inmensurable, batallón que estaban fabricando los separatistas.
Obi-Wan no perdió tiempo, se escabulló de su escondite para volver a su nave e informar al Consejo de todo lo que acababa de averiguar. No obstante, en cuanto finalizó la transmisión, fue descubierto por un pelotón enemigo.
Estaba solo, en territorio hostil y desarmado, por lo que pese a oponer resistencia, pronto fue capturado y llevado a una de las áridas celdas del rocoso planeta.
Los grilletes magnéticos lo mantenían suspendido en el aire, a medio camino entre el techo y el suelo de la prisión, imposibilitándole cualquier tipo de movimiento. Sin embargo, sus sentidos permanecían alerta, por lo que pudo captar el crujido de la compuerta al abrirse, predecesor al repiqueteo de unos pasos aproximándose a él.
―Traidor ―sentenció, sin necesidad de girar el cuello para reconocer la identidad de su carcelero.
―Hola, amigo. ―Dooku caminó hasta colocarse frente a él. El antaño poderoso aprendiz del mismísimo maestro Yoda todavía conservaba el porte regio y la elegancia que siempre lo habían caracterizado. Ahora vestía de negro, el corto cabello se le había encanecido y los ojos, profundos y oscuros como los de su sobrina, dejaban intuir una vida intensa y una mente despierta. Sin duda, el aspecto físico de ese hombre respondía al de las historias que los más jóvenes aprendices se contaban en el Templo entre entrenamiento y entrenamiento―. Esto es un error, un tremendo error. Se han excedido. Solicitaré inmediatamente que te liberen.
―Creía que tú eras su líder, Dooku ―respondió Obi-Wan en tono calmado, consciente de que Dooku solo pretendía enredarlo en su intricada red de mentiras y conspiraciones.
―Yo no he tenido nada que ver. ―El ex jedi alzó las palmas de las manos―. Intentaré que lo solucionen cuanto antes.
Kenobi se contuvo para no dejar escapar una risa condescendiente.
―Pues espero que no tarden demasiado. Tengo mucho que hacer.
El aludido esbozó una mueca de satisfacción ante la procaz respuesta del prisionero. No esperaba menos del afamado Obi-Wan Kenobi.
―Es una lástima que nuestros caminos no se hayan cruzado antes, Obi-Wan ―señaló, mientras comenzaba a pasearse alrededor del susodicho―. Qui-Gon siempre decía excelencias de ti. Es una pena que no esté vivo ―comentó con un suspiro sincero―, me sería de gran ayuda.
―Qui-Gon Jinn nunca te habría apoyado ―respondió Kenobi, imperturbable.
―No estés tan seguro, mi joven jedi. Olvidas que un día él fue mi aprendiz, igual que tú fuiste el suyo ―recalcó Dooku―. Él conocía la corrupción del Senado, pero no la habría consentido de haber sabido la verdad como yo.
―¿La verdad?
Dooku dejó de pasearse en círculos para detenerse de nuevo frente al jedi.
―Y, si te dijera, que la República está bajo el control de un lord Sith. Un lord oscuro.
―No, eso no es posible. ―Obi-Wan negó, convencido―. Los jedi lo sabríamos.
―El lado oscuro de la fuerza ha nublado vuestra percepción. Cientos de senadores se encuentran ahora bajo la influencia de un lord Sith llamado Darth Sidious.
―No creo tus palabras.
―Comprendo que te resulte más sencillo no confiar en mí. ―Dooku asintió―. Pero si estoy mintiendo, y es cierto que no hay un traidor entre los vuestros, ¿cómo explicas que yo sepa que mi sobrina, Seda, está viva? ―Observó con triunfo la fugaz expresión de desconcierto en el semblante de Kenobi―. Sé que sobrevivió al atentado contra la familia de mi apreciada hermana, y que, al parecer, se ha criado todos estos años en Dantooine, como uno de los reputados fantasmas de Eclipse Blanco. Corrígeme si me equivoco, Obi-Wan, pero, ¿no se supone que eso era información confidencial?
Las facciones del jedi se contrajeron brevemente al escuchar el nombre de la joven. Dooku era peligroso y tenía poderosos motivos para querer a Seda fuera de su camino; le preocupaba la seguridad de la princesa ahora que sabía que el ex jedi conocía su situación.
―No tan confidencial como creíamos, al parecer ―respondió Kenobi, haciendo gala de su sempiterna serenidad.
En el proceso para proteger la identidad de Seda se habían visto envueltas demasiadas personas, no solo senadores y jedi, también las doncellas de Padmé, sus sirvientes, algunos políticos cercanos... La información era más precaria de lo que le hubiera gustado reconocer. Cualquiera podría haberse ido de la lengua.
Dooku negó con una expresión cínica antes de adelantarse un par de pasos hacia el prisionero.
―Únete a mí, Obi-Wan. Juntos destruiremos a los Sith.
―Jamás me uniré a ti. ―El jedi le sostuvo la mirada―. Ahora lo percibo, el lado oscuro es poderoso en ti. Te has convertido en uno de ellos.
El Conde Dooku exhaló, conforme. No se defendió, pero tampoco negó las palabras del jedi. Se volvió hacia la salida de la prisión y abrió la compuerta, sin embargo, se detuvo un segundo antes de salir.
―No me será fácil conseguir tu liberación, amigo.
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Hola a todos :)
Siento mucho haber tardado tanto en volver a publicar. He estado fuera de casa casi todo el verano y solo he podido actualizar en las historias de las que ya tenía capítulos guardados y sin publicar.
Lo bueno es que me he propuesto adelantar también en esta, así que ya tengo unos pocos capis guardados para poder actualizar semanalmente durante algún tiempo. Sé que esto contribuyó a la demora, pero por lo menos una vez que vuelvo a publicar, puedo hacerlo regularmente.
También quiero disculparme, sé que este capítulo ha estado aburrido, estas escenas me han costado bastante y por eso también estuve atascada un tiempo, pero creo que eran bastante necesarias para organizar bien la trama y no dejar cabos sueltos.
De todos modos, ya estoy escribiendo partes que me gustan, mucho más interesanes y que salen casi solas jajaja. Estoy deseando que las leáis.
Nos vemos en el próximo, disculpas de nuevo, y muchas gracias a todos lo que seguís ahí ^_^
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