Cap. I. La llegada
—Solicitamos permiso para aterrizar, somos la nave LYRA proveniente del lejano planeta Tierra 223. Repito, solicitamos permiso para abordar a su mundo —
La voz resonó con urgencia a través de los altavoces de la nave LYRA, mientras se preparaba para adentrarse en un planeta desconocido, pero ansiosamente buscado llamado Epsandoria, perteneciente a la enigmática galaxia de Adroxalia. Los tripulantes, llenos de anticipación, se encontraban al borde de una emocionante aventura, sin tener idea de lo que les esperaba. Durante meses, el equipo de científicos de ONACIC, liderados por el brillante Alex Mitchell, un joven prodigio de apenas dieciocho años especializado en física cuántica, habían estado obsesionados con la búsqueda de nuevos territorios para gobernar.
Cuando descubrieron el planeta Epsandoria, quedaron maravillados al darse cuenta de sus inigualables recursos minerales, su paisaje exuberante y su atmósfera compatible con la vida. Era una tierra impregnada de una energía cuántica inmensurable, conocida como el núcleo, que otorgaba poderes extraordinarios a aquellos que la dominaban.
Sin perder un segundo, decidieron emprender el viaje para apoderarse de todo lo que ese poderoso planeta tenía para ofrecer. Sin embargo, desconocían por completo que Epsandoria ya estaba habitada. Habían asumido que estaba desolado, confiando en las capacidades de sus avanzadas computadoras que no habían detectado señales de vida mientras atravesaban la delgada capa magnética que envolvía al planeta. Pero en el preciso momento en que traspasaron esa barrera, la cruda realidad se reveló ante ellos: ¡Epsandoria estaba poblada!
—Señor, aún no hemos recibido autorización para aterrizar. ¿Qué acción debemos tomar? — habla uno de los pilotos con inquietud mientras maniobra la nave.
—No necesitamos esperar a que nos autoricen. Encuentra el mejor lugar para aterrizar sin llamar la atención —responde el teniente Magnus en un tono de irritación.
—No estoy seguro de que sea la decisión correcta. Tal vez debamos aguardar a obtener el permiso oficial —comenta Alex, con una expresión seria en su rostro.
—Tú no tienes poder de decisión aquí. Tu único papel es recopilar información y llevar a cabo tus investigaciones cuánticas, nada más. No te entrometas en asuntos mayores —gruñe Magnus, despreciando las preocupaciones de Alex.
A pesar de las provocaciones, Alex reprimió el impulso de gritarle a Magnus. Sabía que, en el fondo, el teniente tenía razón. Alex, siendo el único joven y poseedor vivo de un conocimiento profundo en el campo cuántico, fue enviado en esta peligrosa misión. Aunque no sabía exactamente qué les esperaba en ese planeta, estaba dispuesto a enfrentarlo.
Los demás científicos a bordo de la nave eran expertos en diversas áreas científicas y experimentados ingenieros. Sin embargo, ninguno de ellos poseía el conocimiento cuántico que Alex dominaba a la perfección. Esto les generaba una incomodidad que no podían ocultar. No soportaban la idea de que un adolescente tuviera un conocimiento tan avanzado que ellos no tenían. Desde el principio, se habían opuesto a su inclusión en la misión, pero ONACIC había ordenado su participación y no tuvieron más opción que aceptarlo.
Además de los científicos, había hombres expertos en combate y armas a bordo de la nave. Estaban entrenados para enfrentar cualquier contratiempo que pudieran encontrar en su camino.
—¡Señor, estamos recibiendo señales de advertencia! ¡Nos atacan! —exclamó otro piloto, mientras maniobraba la enorme nave para evitar un proyectil que se dirigía hacia ellos.
—¡Evadan el ataque y prepárense para el combate! —ordenó el teniente Magnus, su voz resonando con determinación.
Las naves de Epsandoria, hábiles y ágiles, se movían con una destreza impresionante, rodeando a la nave LYRA en un juego letal de persecución. Los científicos y los soldados a bordo se prepararon para la batalla, conscientes de que estaban en territorio desconocido y que su supervivencia dependía de su astucia y habilidades.
Alex, en medio del caos, centró su mente en la energía cuántica que fluía a su alrededor. Canalizó su conocimiento y habilidades, convocando una esfera brillante de poder en sus manos. El quedo sorprendido ante lo que estaba haciendo y no comprendía bien lo que hacía y por qué. Pero sin pensarlo extendió los brazos y liberó un poderoso estallido de energía, desintegrando las naves enemigas que se atrevían a desafiarlos.
La nave LYRA aprovechó la oportunidad para escapar del cerco enemigo y buscar un lugar seguro para aterrizar en Epsandoria. Las naves enemigas, conscientes de su superioridad numérica, los persiguieron implacablemente. Pero los Embajadores Cuánticos, como se habían hecho llamar, no se rendirían tan fácilmente.
Con habilidades experta ejecutaron maniobras evasivas impredecibles, esquivando los disparos enemigos mientras lanzaba contraataques precisos. Alex, al frente de la batalla, canalizó otro poder cuántico al máximo, creando un campo de distorsión que desorientó a las naves enemigas y les dio una oportunidad para escapar.
Alex se encontraba en estado de shock mientras contemplaba el caos que había desatado. A medida que la adrenalina se desvanecía, la extraña energía en su cuerpo se intensificaba, llenándolo de una sensación de poder y conexión con el universo.
—¿Qué acabo de hacer? —se preguntó Alex, con asombro y confusión.
Sus compañeros de tripulación se acercaron, mirándolo con una mezcla de asombro y gratitud.
—Alex, eso fue increíble. Salvaste nuestras vidas —dijo el teniente Magnus, con una expresión de admiración en su rostro.
Alex, todavía desconcertado, asintió lentamente. Aunque no entendía completamente el origen de su nueva capacidad, estaba agradecido de haber sido capaz de controlarla en ese momento crucial. Finalmente encontraron un lugar seguro para aterrizar en Epsandoria. Las naves enemigas, disminuidas en número y sorprendidas por la ferocidad y destreza de sus adversarios, se retiraron momentáneamente.
Siguiendo la orden de Magnus y con armas en mano, salieron de las naves. Aunque sus avanzadas máquinas les indicaban que era un lugar habitable y respirable, decidieron no arriesgarse y se pusieron los trajes especiales como medida de precaución. Al dar sus primeros pasos, se dieron cuenta de que no flotaban, lo cual era una señal prometedora de que había gravedad en el planeta.
Decidieron quitarse los cascos y respiraron profundamente, dejando escapar una sonrisa maliciosa mientras avanzaban con determinación y estaban alerta por si regresaban a atacarlos.
Alex se mantenía cerca, observando atentamente todo a su alrededor. El planeta era enorme, uno de los más grandes que había pisado, y a simple vista se dio cuenta de que quienes lo habitaban estaban mucho más avanzados que ellos. Habían logrado crear una sofisticada capa magnética para ocultar la presencia de vida en el planeta.
El lugar era increíblemente hermoso, una combinación única y alucinante. Donde habían aterrizado, estaban rodeados de plantas nunca vistas, que exhibían una tecnología sorprendente a su alrededor.
Las naves que los habían atacado eran una verdadera obra de arte, con un diseño vanguardista que desafiaba los límites de la estética y la funcionalidad. Eran máquinas superiores, cuyas formas fluidas y elegantes denotaban una inteligencia y pericia en la ingeniería mucho más allá de lo que Alex había conocido. Cada avance que realizaban, cada paso que daban en ese enigmático planeta les dejaba aún más impresionados y asombrados por la grandiosidad y el ingenio de aquellos seres.
Y como si la grandeza del planeta y la tecnología de los habitantes no fueran suficientes, el cielo se engalanaba con la presencia de cuatro lunas suspendidas en la inmensidad del espacio. Estos satélites naturales, en su danza cósmica, añadían un toque de ensueño a la escena. La luz de las lunas teñía el paisaje con tonos mágicos y sombras misteriosas, creando una atmósfera de fascinación que envolvía a Alex y a su equipo en un hechizo sin igual.
En un abrir y cerrar de ojos, una luz deslumbrante irrumpió en el camino de los valientes hombres, bañándolos en su resplandor cegador. El estruendo ensordecedor que la acompañó fue tan potente como el disparo de un cañón, agudizando sus sentidos y desatando una oleada de adrenalina que los puso en alerta máxima. Como un solo organismo, levantaron sus armas y apuntaron hacia la fuente del sonido, preparados para enfrentar cualquier amenaza que se atreviera a interponerse en su camino.
No obstante, un grito desgarrador resonó en el aire, desviando su atención hacia su izquierda. Allí yacía uno de los intrépidos tripulantes, gravemente herido, luchando por mantenerse con vida. Su estómago estaba desgarrado por una herida de proporciones espantosas, dejando escapar hilos de sangre que tenían el suelo y revelaban la gravedad de la situación. El corazón de los hombres se contrajo ante la visión desgarradora, su determinación inquebrantable impulsándolos a acercarse rápidamente para auxiliar a su compañero caído.
Pero antes de que pudieran llegar a su lado, una voz profunda resonó en el lugar, envuelta en un tono amenazante que erizó los vellos de sus cuerpos. Aquella voz parecía emerger de las profundidades mismas del planeta, sus palabras cargadas de una autoridad sobrecogedora. El aire se cargó de una tensión palpable, y los hombres se encontraron atrapados en un dilema aterrador, divididos entre el deber de ayudar a su camarada y la amenaza desconocida que se cernía sobre ellos.
—Quienes se han atrevido a aterrizar sin autorización no vivirán para contarlo —proclamó la voz con autoridad.
Un silencio abrumador envolvió el lugar cuando los hombres se encontraron cara a cara con las criaturas que se erguían majestuosas ante ellos. Sus formas exóticas y enigmáticas desafiaban cualquier comprensión previa, dejando a todos los presentes inmovilizados por la sorpresa. Sin embargo, en medio de ese mar de asombro, los ojos de Alex brillaban con una fascinación sin igual.
Mientras sus compañeros luchaban por encontrar las palabras adecuadas o se dejaban llevar por el desconcierto, Alex se mantenía imperturbable. En sus ojos se reflejaba una chispa de reconocimiento, como si el destino hubiera tejido un vínculo especial entre él y aquellas criaturas. Eran como las manifestaciones vivas de sus sueños más profundos, una especie asombrosa que había imaginado con claridad en sus noches de vigilia.
Cada rasgo, cada detalle de aquellos seres misteriosos resonaba en su memoria, encajando perfectamente con las visiones que habían poblado su mente durante tanto tiempo. La forma de sus cuerpos, la textura de su piel, incluso la mirada penetrante de sus ojos, todo ello cobraba vida ante sus ojos de una manera surrealista. Alex se sentía como un protagonista dentro de su propio sueño, testigo de la materialización de sus más profundos anhelos.
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