༆ 𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐎 ༆

Eran ya las ocho en punto y la fiesta habia comenzado; era una fiesta para el jefe de la mafia. Habia mucha gente pero entre esas personas estaba el tío del cumpleañero, el cual llego con su sobrino acompañado de alguien.

—Massimo, te quiero presentar a alguien— 

—Dime— dejo su trago en la barra y miro al hombre que acompañaba a su tío.

—El es Fred, es un amigo mío— señalo a su acompañante.

Massimo lo estudio por completo y asintió lentamente. Hablo con ellos un momento cuando su vista noto a una chica; llevaba un vestido verde esmeralda corto, el cabello rubio recogido y los ojos claros. Massimo volvió a su conversación con su tío y aquel hombre.

—Veras, tengo problemas financieros— el tono del tipo sonaba preocupado —No te puedo pagar con plata, pero si me ayudas te ofrezco a una de mis hijas— Le mostro a las chicas.

Fred tenia cuatrillizas así que Massimo tenia de donde escoger.

La mayor de ellas era Donatella, luego seguía Francesca, después habia nacido Gina y por ultimo Leyla, todas rubias y hermosas. Massimo noto que una de las chicas se parecía a la joven de vestido esmeralda, y como era a la única que habia visto en persona la eligió.

—Me quedare con ella, y tienes mi apoyo— cerraron el trato con un apretón de manos.

El sabia que se casaría con ella, pero en el fondo seguía pensando en otra mujer, en su musa. Una vez volvió a quedar solo se acerco a aquella joven. 

—Buenas noches señorita— dijo con un tono sereno.

—Buenas noches señor— la voz de la rubia sonaba tímida.

—¿Le puedo hacer compañía?— 

la chica asintió, pasaron el resto de la velada juntos y ella le encontró un atractivo un tanto morboso; sabia bien quien era, pero no se atrevió a decir absolutamente nada al respecto. La noche llego a su fin y Donatella no supo que su destino estaba sellado.


Pasaron unas cuantas semanas y por el tipo de familia que tenia no le sorprendió la noticia, a una de sus hermanas también la habían comprometido, aunque con alguien con menos problemas. Antes de la boda mudo todo, la casa era enorme y lujosa, digna de un hombre como su futuro esposo. Realmente Massimo no le dio mucha atención, el die a de la boda incluso la llamo para que le ayudara con un par de cosas. Una vez que la joven volvió a estar sola recibió una llamada de su hermana.

—Hola Frankie— se le oía desanimada.

—Donna, dime ¿esta todo bien?— la preocupación se hizo notar —Pensé que estarías feliz, cuando llegaste a casa esa noche estabas emocionada—

—Pensé que quizá si seria de ensueño, pero es un matrimonio arreglado Frank, ¿Qué hago? no puedo obligarlo— suspiro.

—Al menos tratalo bien, si te gusta al menos un poco hazlo— 

—Supongo, te llamo después— 

Corto la llamada y se fue al pasillo, espero la llamada para entrar y luego lo hizo; su largo vestido blanco la hacia deslumbrar, quería ser una buena esposa así que se prometió tratarlo con amor y cariño cuanto pudiese.

Trataba de distraer su mente, aunque algo le decía que algo estaba mal. La ceremonia transcurrió de manera normal, se dijeron los votos y el beso se hizo presente; eran marido y mujer.

Aunque...

No por mucho tiempo.

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